ESCUELA DE DISCIPLINA
Capitulo 2
Penélope sorprendida ante aquel beso de
afecto en sus labios inesperado, le sonrió con una dulce sonrisa complacida, en
su rostro se la veía feliz y como estaba
de pie entre las piernas de Sir John, se abrazó al cuello con sus brazos
apoyando su cabeza sobre su hombro, obteniendo por respuesta de Sir John,
abrazándola con suavidad mientras la sujetaba de la cintura, la acomodo sobre sus piernas
sentada, por toda respuesta de ella se acurruco más entre sus brazos. Penélope aún
con su trasero muy dolorido, tanto por la azotaina de la noche anterior, como
la recibida esa mañana, como para estar sentada sobre sus duras y musculosas
piernas, así que acomodándose mejor se colocó de costado, así su trasero no le
molestaba, pero si quedaba al alcance de la mano derecha de Sir John, que
introduciendo su mano bajo la falda la acariciaba el trasero dolorido e
inflamado sobre sus braguitas de algodón con lunares de colores varios. Abrazados como si fueran una pareja de
enamorados, no hablaban por no romper ese instante feliz, tan bien se sentía
Penélope entre sus brazos, que en ese momento le pareció el indicado ser un
poco osada y atrevida para hacerle una pregunta…
(Srta. Riggs) -. Ya ha decidido usted si será mi spanker?
Para Sir John pareció no molestarle que
le preguntara tal cosa, en cierta manera resultaba muy halagador que una
muchacha joven y tan atractiva como ella, estuviera interesada por un señor
mayor que ella casi veinte años, pudiendo ser su padre.
(Sir John) -. La verdad es que
lo estoy pensando desde luego, y nada me complacería más, pero debes de tener muy
en cuenta, soy una persona de la antigua escuela, y no me estoy refiriendo al
colegio, me refiero que soy un hombre clásico y con métodos clásicos aparte de
ser estricto con los formalismos, hasta podría llegar a amarte en poco tiempo,
pues siento que está sucediéndome ya, pero que hombre no se rendiría a tu pies
con lo guapa que eres! Hasta ahora no había
encontrado una mujer que me hiciera sentir, lo que siento al tenerte a mi lado,
las horas que hemos estado separados no he dejado de pensar en ti, mi pequeña!
Pero debes saber que si cometes un error por pequeño que este sea, no te vas a
tener ventaja alguna, recordando que has sido castigada en días… Por otro lado,
tampoco se mucho de ti, apenas no hemos tenido tiempo de hablar de ti, o como
descubriste este mundo y el gustarte recibir azotainas, de mi vida he podido
comprobar que me has estudiado bien.
(Srta. Riggs) -. La verdad es
que no hay mucho que contar, o puede que si lo haya… Mi padre tenía una amante,
y al descubrirlo mi madre lo hecho de casa, no volviendo a saber más de él. Yo
por aquel entonces tenía trece años, mi vida cambio de forma drástica, no
estudiaba, me vestía muy provocativa, fumaba cigarrillos y algún porro si me
invitaban. En pocas palabras pase a ser de una adolescente modélica, a una
chica desordenada que pasaba de todo y todo me daba igual. A los catorce mi madre conoció a Peter
Lawton, y se casaron una vez tuvo mi madre su divorcio. Con su nuevo marido yo aún me volví más
descarada, le insultaba, le hablaba mal, llegaba a casa cuando me daba la gana.
Pero a pesar de ser spanker en aquel tiempo, siempre me respeto, me amenazaba
con darme una azotaina muchas veces, pero al parecer mi madre no estaba de
acuerdo, y el respetaba su decisión de no castigarme, aunque me pasaba horas
castigada en mi cuarto, mi madre era así como solucionaba mis berrinches, quitándome
mis cosas y encerrándome en la habitación, pero la puerta estaba abierta sin
pestillo o llave. Una tarde me sorprendió haciendo novillos del colegio, me
llevo a casa de la oreja mandándome a mi habitación, diciéndome que hasta aquí
habíamos llegado, que me podía preparar que me iba a dar una azotaina que no
iba a olvidar. Ese día les escuche
discutir por mi causa, mi madre le dijo de todo sin llegar a entender porque
comenzaron, aunque era de imaginar que él quería azotarme en el culo, y ella no
se lo permitió, le insulto, incluso creo que llego a tirarle un jarrón a la
cabeza. Pues al día siguiente llevaba la cabeza vendada, tuvieron que ir esa
noche a urgencias, aunque de eso me entere en el desayuno, por lo visto al
volver de urgencias tuvieron más que palabras, aunque de ello me entere años
después, a mi madre por lo visto le dio tal azotaina que hoy día cuando
hablamos de ello, aun dice que todavía le duele el culo, porque ahora estamos
muy unidas. A los dos días de aquella
discusión, ingrese en la escuela de disciplina por la fuerza, mi padrastro me
obligo a ir, ya que por aquel entonces ya era el director. Mi primera azotaina
me la dio su padre, Sir Robert Tyler. Y desde ese día visitaba con frecuencia
el despacho de mi padrastro, porque yo era muy rebelde en clase, escapándome de la escuela en dos ocasiones,
la segunda vez, se me quitaron las ganas de volver hacerlo de nuevo, me castigo
Sir Robert Tyler y me expulsaron una semana, durante la cual mi padrastro al
enterarse me dio tal azotaina que nunca más volví a ser rebelde, además que
cada día me daba una azotaina al levantarme y al acostarme otra vez. Al volver
a la escuela, me di cuenta enseguida que sentía algo extraño en mí, para
entonces ya tenía los dieciocho años, a partir de ese momento al ser mayor de
edad, ya me castigaban cualquiera de las
profesoras o celadoras, siendo menor de edad, me admitieron por Peter Lawton,
si no, no me habrían admitido, pero mientras era menor de edad solo me
castigaba una persona, mi padrastro. Al ir a la universidad fue cuando pase a
ser la spankee de su padre, él había sido mi tutor mientras fui menor de edad,
hasta que cierto día en su residencia tuve un altercado con un invitado, la
verdad es que lo provoque a cosa hecha delante de su padre. Sir Robert me llevo
a su despacho, ese día fue la primera vez que probé su cepillo en este
despacho. Al acabar mi carrera de empresariales, empecé a ser la administradora
de sus fincas y su spankee oficial, solamente nos unía la disciplina nunca
tuvimos sexo, como muchos imaginaban haciendo circular rumores. Luego llego la
desgraciada noticia del accidente, y me quede sin spanker. Mi padrastro como es
un buen amigo del guardia de seguridad del complejo donde vivo, si llego tarde
a casa, el guardia le llama por teléfono para decírselo, entonces viene a mi
casa me sermonea y me castiga, siendo la última vez hace quince días como ya
sabe usted. Aunque llegaba tarde
expresamente, me quedaba horas en mi coche esperando que fuera tarde para
entrar al complejo, a veces me hacia la conductora ebria, rozando el coche en
la caseta del guardia adrede, y veinte minutos después estaba mi padrastro en
casa sacudiéndome, con el cinturón. Luego me obligaba a ir a pedirle disculpas
al vigilante, teniendo que ir andando casi el kilómetro que había sobándome el culo. La verdad es que era
divertido ir con una falda corta y sobándome el culo sobre mis bragas, y al
volver camino a casa, viéndome el guardia como me sobaba mostrándole mis
bragas, era divertido.
(Sir John) -. Sabes que eres una
cochinilla!!! Me dan ganas de zurrarte el culo por descarada! Tu padrastro
sabía que lo hacías adrede el rayar el coche…o el llegar tarde adrede…
(Srta. Riggs) -. No, no
creo! De saberlo no sé cómo habría
reaccionado, él es spanker, pero conmigo siempre se ha comportado como un
padre, no como el spanker que es! Con
los años nos apreciamos mucho, y le quiero como si fuera mi padre, de hecho
hace unos meses empecé a llamarle papá y eso le hizo sentirse muy paternal
conmigo, llegando a ser conmigo como si
fuera su propia hija. Quizás si fuera mi padre no haría esas cosas, pero al ser
mi padrastro, sentía cierto morbo ser disciplinada y me gusta ser castigada por
él. Es un hombre severo y estricto, pero no me castiga como lo haría un
spanker, no son sus azotainas muy intensas, solamente me castiga lo que cree
justo para mí, en consecuencia de mi travesura, lloro un poquito y me consuela
sentándome en su regazo.
(Sir John) -. Que sinvergüenza
estas tu hecha!!! Parece que el hablar de esto te ha excitado, tienes tus
braguitas muy húmedas, lo dicho eres una cochina!!!
(Srta. Riggs) -. En cierta manera fue por ese…motivo… por lo
que descubrí que significaba ser spankee, pues llegue a humedecerme viendo
cuando una chica iba al despacho para ser castigada, o desde el pasillo
escuchaba los azotes y luego escucharlas llorar, inexplicablemente se me
mojaban… mucho. Ya tenía los dieciocho años y mi curiosidad me llevo a
consultarle a la sexóloga la Srta. Palmer, aunque me costó mucho decidirme
hacerlo, por la vergüenza que me daba, confesar que me gustaba hacer una
travesura, para ir al despacho del director, y que siempre liaba alguna chica
poniéndola en problemas e ir juntas al despacho y así escucharla como era
castigada, a veces nos hacían entrar a las dos o las tres juntas, y entonces el
ver como las castigaban se me mojaban mucho, así como encantarme aquella
sensación de angustia sabiéndome que luego sería yo, siempre me hacia la
tímida, como la más inocente y vergonzosa para ser la última, y así poderlas
ver como se agitaban sobre las rodillas o levantaban sus piernas abriéndolas
mostrando sus sexos, al llevarlo todas rasurados aunque sigo preguntándome el
porqué, en el BDSM creo que es una regla como de sumisión, pero en el spanking
o en la disciplina ignoro el porqué. Como decía… si eran castigadas sobre la
mesa con la vara, se me mojaban mucho al ver sus sexos. Cuando la sexóloga me
lo explico, era rara la semana que no forzase una situación complicada, para
ser enviada al despacho, o forzar a una profesora que me castigara ante toda la
clase. O en el dormitorio masturbarme de forma descarada, y así ser descubierta
por la celadora, había una señora muy robusta que nos daba unas azotainas
tremendas con su enorme mano, en el dormitorio era raro que alguna no fuera
castigada por ella, pues dormir tapada y las manos bajo las sabanas era motivo
de castigo, debíamos dormir con las manos fuera visibles. En la universidad no existían los castigos físicos,
así que cuando no tenía que estudiar, me matriculaba como voluntaria en la
escuela de disciplina los fines de semana, o suspender alguna asignatura no
importante, así como dejarme sorprender copiando, al llegar a casa enseñándole
la nota de la universidad, mi padrastro me llevaba a mi habitación, me regañaba
de lo lindo y acababa con mi trasero ardiendo de la azotaina. Así fue mi
juventud hasta que Sir Robert Tyler me hizo su spankee, al finalizar mi carrera
universitaria.
(Sir John) -. Bueno pequeña! Resulta tu historia muy
apasionante. Ya es la hora de la segunda entrevista, el Sr. Lexington esperara
aun fuera?
(Srta. Riggs) -. Por supuesto debe
aguardar fuera, y mi padrastro seguramente vendrá también a visitarle, le he
enviado un E:mail y no me ha respondido aun. Ahora debería estar al llegar la
Sra. Bradford de cuarenta años es la más
joven de las profesoras, será la profesora de gimnasia.
En ese momento entro la
Sra. Freyre al despacho sin llamar, sorprendiéndolos abrazados acercándose a la
mesa, viendo como la Srta. Riggs estaba acurrucada de costado sobre el regazo
de Sir John, y como este le acariciaba el culo por encima de sus bragas, pero
también se fijó y no fue únicamente en sus
bragas de algodón de lunares de colores, azul, verde, amarillo y rojo. También
se fijó en la humedad del fondillo de las braguitas de Penélope y ello si
disgusto a la “Ama de llaves” haciéndoselo ver a la muchacha.
(Sra. Freyre) -. John afuera
espera una señora para que la recibas, y a esta jovencita me la voy a llevar a
que se cambie de braguitas, es una vergüenza que las lleve en ese estado,
deberías avergonzarte de llevarlas así de mojadas, cochina!!! Te mereces
jovencita una buena azotaina!!!
En ese instante Sir John dejo que la
joven se deslizara de sus piernas, y acompañando el cuerpo al deslizarse con
sus fuertes brazos, la dejo en el suelo, al rozar sus piernas preciosas contra
sus manos, la falda se levantó
completamente dejando ver al completo sus bragas, así como la mancha de humedad
de su entrepierna. En donde la mano de Sir John poniéndola entre su entrepierna
con las yemas de los dedos hacia arriba, los paso sobre el fondillo de las
braguitas pasando su dedo anular en la hendidura que dibujaba su sexo en el
fondillo de sus braguitas al llevarlas bien subidas y tensas, sintiendo en sus
brazos como la joven se estremecía de placer ante tan íntima caricia, pero al
mismo tiempo se sentía avergonzada al estar presente la Sra. Freyre que vio
perfectamente la caricia en su entrepierna. Ya que ambas se estaban mirando a
los ojos, siendo Penélope quien escondiera su mirada avergonzada.
(Sir John) -. Si Rose Mery,
llévatela y que se las cambie. Pero no la castigues, en parte yo soy culpable
de que las lleve así de mojadas, me estaba contando su historia y como descubrió
el mundo de la disciplina, así como las azotainas que recibía de jovencita, eso
la ha hecho excitarse. Pero ya sabes
Rose Mery que no tienes que consultarme si crees que debes castigarla, y menos
siendo mi nueva spankee, ya que se vendrá a vivir a esta casa, estando bajo tu
tutela como señora de la casa que eres, aunque no aceptases ese puesto, para mí
es como si lo fueras y ella será tu pequeña desde ahora, y a pesar de haber
provocado yo esa humedad, la decisión de darle una azotaina es tuya. Y tu pequeña! A partir de ahora vestirás como
Rose Mery te ordene, y ya sabes que tiene autoridad plena sobre ti. Más te vale
portarte bien con ella, tiene menos paciencia que yo.
Al escuchar aquellas palabras Penélope se
abrazó a Sir John abrazándolo y dándole un beso en la mejilla, luego corrió
hacia la Sra. Freyre y se abrazó a ella llena de felicidad, retirándose las dos
del despacho abrazadas, la Sra. Freyre sonreía feliz al ver a la joven tan
alegre, y al acercarse a la puerta tras abrirla, permitió que saliera primero
Penélope pasando por delante de la Sra. Freyre, al darle la espalda así como exponer
su trasero, una fortísima palmada recibió sobre la falda, saliendo Penélope del
despacho sobándose el culo, y mirando de reojo hacia atrás por si recibía de
nuevo, pues la palmada picaba de lo lindo.
La Sra. Bradford que esperaba en el vestíbulo, a ver salir en primer
lugar del despacho la atractiva Penélope, viéndola sobarse el culo con las
palmas de sus dos manos, sonreía viendo que la muchacha salía sonriendo, por lo
que era fácilmente de deducible, que la palmada que había escuchado darle a la
joven había sido cariñosa, aunque sonase muy fuerte. Al salir detrás la Sra.
Freyre frotándose las manos, se detuvo en la puerta manteniéndola abierta, invitando
a la Sra. Bradford a entrar, cerrando la puerta del despacho tras su entrada.
Dentro del despacho Sir John se levantó de
su sillón acercándose a la nueva candidata, admirando su belleza llevando su
cabello moreno corto, peinado sofisticado y liso, vistiendo un vestido azul
turquesa, que marcaba su esbelta figura, así como una falda circular
ondulada por encima de las rodillas, a
simple vista con una estatura de un metro setenta, se apreciaba un cuerpo de
una deportista, tras saludarla la acompaño a la silla para acomodarse, pasando
luego rodeando su mesa ocupo su sillón, cogiendo una carpeta que tenía a su
izquierda, sacando unos papeles que tras ojearlos por encima, miro a su
interlocutora dirigiéndose hacia ella.
(Sir John) -. Sra. Anna Bradford de cuarenta años, nacida
en Escocia viniendo a vivir a Londres, en donde lleva dando clases lo últimos
quince años, tras haber trabajado en otros dos lugares anteriormente. La verdad no son malas sus referencias, pues
en los centros que ha trabajado, son de reconocida e intachable reputación por
la sociedad, lo que me lleva a pensar que debe haber algún motivo de peso, para
que abandone su puesto para venir a esta escuela de disciplina, la cual es de
mucho menos reconocimiento y prestigio, como su antiguo puesto de trabajo.
Puede usted hacerme un resumen de su vida, y porque piensa cambiar de estatus
social, siendo este mas inferior.
(Sra. Bradford) -. Sir John, la verdad es que desde que era una
niña, la disciplina siempre ha estado muy presente en mi vida. Aunque nunca me
ha gustado recibir… castigos, siempre los he odiado con todo mi ser. Ya en
casa, mi padre castigaba a mis hermanos mayores llevándoselos al cobertizo,
donde les zurraba con una vara de avellano, en casa éramos cuatro hermanos
mayores y tres chicas, siendo yo la menor de siete. A las chicas mi padre nos
castigaba con el cinturón en nuestra habitación, teniendo que estar preparadas
cuando el entrara, o sea que nos teníamos que quitar la falda y bajarnos las bragas
esperando que el subiera, cuando entraba a veces nos levantaba un brazo y
empezaba a zurrarnos, girábamos dando saltos a su alrededor del dolor, mi padre
giraba al igual que nosotras sacudiéndonos en el culo y muslos, otras veces nos
hacía tumbar sobre la cama, con varios almohadones bajo nuestro vientre para
realzar nuestros traseros, de ser así, significaba que iba a ser una severa
azotaina. En el colegio también era
castigada por los profesores, unas veces con el cinturón y si era el despacho
del director con la vara, aunque eran más clásicos quizás, pues nos hacían
inclinar sobre la mesa, y el profesor o director nos levantaba la falda y
bajaba las bragas. En mi primer trabajo
daba clases alumnas, si el rendimiento era bajo, en todas las chicas, a ojos de
la directora. Era llamada a su despacho, donde tenía que levantarme la falda y
bajarme las bragas, inclinándome sobre su mesa aplicaba una fina vara de abedul
y en otras ocasiones un haz de varillas de abedul, atadas firmemente unidas,
aquello era muy doloroso. Luego estuve
en un centro, a donde las alumnas eran castigadas cuando cometían una falta, o
su rendimiento escolar era bajo, y las profesoras no estábamos exentas de
castigo, luego por supuesto éramos todas mucho más aplicadas, por lo que aunque
no me gusta ser castigada, reconozco que ello hace mejorar la conducta, como
también cometer menos errores. Con el tiempo se prohibió el castigo corporal,
como han hecho en muchos centros hoy día, siendo su nivel de estudios mucho más
bajo, así como el comportamiento de alumnas y profesoras era de claro desorden
cívico, por lo que decidí cambiar, en mi último
trabajo falleció su fundador y el centro fue cerrado provisionalmente,
en un principio o eso fue lo que nos informaron.
(Sir John) -. No está nada mal
su corrículum, aunque en su expediente muestra que fue castigada en varias
ocasiones por su fuerte carácter. En varias a decir verdad, en todos sus
castigos el motivo principal era su rebeldía y desobedecer, aunque tras sus
castigos era muy obediente y disciplinada.
Sabe que en este centro será usted sometida a disciplina, y por su
expediente, lo será con frecuencia por lo que deduzco. Por lo que en este
casting debemos comprobar, si en verdad está a la altura al ser obediente y
comprobamos que esta su voluntad, acorde a las normas de la escuela. Procedemos
al castigo? Levántese y vaya usted hacia
aquella silla de la pared del fondo, ahora ire yo mismo en comprobar su
disposición al castigo. Vaya… y levántese la falda del vestido por encima de la
cintura bajándose las bragas.
Sentado en su mesa observo como la mujer se
levantó de su asiento, caminando hacia la silla que le fue indicada, al llegar
a ella se detuvo manteniéndose de espaldas a Sir John. Lo educado y lo esperado
es que se diera la vuelta mirando hacia Sir John, pero ello estaba en su
expediente, figurando como una de sus rebeldías habituales, de faltas de
obediencia continuadas una y otra vez. Así como tampoco se levantó la falda,
tal y como se le había ordenado y esperar con las bragas bajadas. Sir John pensaba para si mismo.
“Vaya aquí tengo una mujer que puede que
me haya reconocido, que aunque no le gusta ser castigada, incluso en este
casting quiere ser rebelde y caprichosa conmigo, desobedeciéndome una orden
directa mía. Me ha contado que la han castigado, con cinturón su padre, con
vara y con una especie de Behind o haz de varillas de abedul, pero esta mujer
nunca ha sido castigada de forma que sea muy vergonzosa para ella, así que le
voy a enseñar que en esta casa no tolero la desobediencia, y el castigo no solo
va a ser de prueba, va a lamentar haberme desobedecido”.
Tal y como había aprendido hacer de un
spanker amigo suyo, abriendo el primer cajón extrajo el cepillo de madera,
introduciéndolo en la bocamanga de su americana ocultándolo. Poniéndose en pie,
camino hacia la Sra. Bradford pasando por detrás de ella y con la mano derecha
donde llevaba oculto el cepillo, al pasar por su lado la agarro de su muñeca
izquierda, y tirando de ella, la acabo de acercar a la silla, al tiempo que se
sentaba en la silla la colocaba en su regazo boca abajo, la silla tenía una
particularidad era muy baja, al tener las patas más cortas, al sentarse en la
silla, sus rodillas quedaban ligeramente en alto, por lo que al colocar a la
mujer sobre sus piernas, la pendiente hacia que el cuerpo de la mujer, quedara
pegado al suyo por lo que aunque se retorciera sobre sus piernas, no caería al
suelo, si no, que quedaría firmemente arrimada a él, con lo cual, tendría la
ventaja de tener que ejercer menos fuerza, para mantenerla sobre sus piernas
con firmeza. Acto y seguido levanto la
falda ondulada de su vestido azul turquesa, dejándola inmediatamente con sus
bragas a la vista de sus ojos, eran unas bragas blancas de algodón que le
cubrían todo el culo, algo inusual en una mujer con un cuerpo esbelto como el
suyo, hubiera esperado encontrase con unas bonitas braguitas, teniendo en
cuenta que era una preciosa mujer de cuarenta años, lo lógico es que utilizara
unas braguitas coquetas, o se había puesto aquellas bragas para dificultar más
el bajárselas, ya que no eran unas simples bragas, eran de lo que llaman una
braga faja, para bajárselas tuvo que hacer bastante fuerza, pues las llevaba
adheridas y muy ceñida a la piel al ser elásticas, no un ribete elástico, si
no, las bragas eran elásticas en conjunto, lo que claramente era una rebeldía
por parte de la mujer, pues el tejido era más grueso que el de unas bragas
convencionales, puede que pensara que sería castigada sobre la ropa interior,
de ahí que se las hubiera puesto de ese estilo, pero no se salió con la suya, pues sus bragas
acabaron bajadas a sus rodillas aunque con bastante esfuerzo, ya que se
contraían al bajárselas por la elasticidad.
Otra característica de aquella silla, era
que la mujer quedaba sobre las rodillas como si estuviera arrodillada a gatas
en el suelo, pues sus rodillas tocaban el suelo, mientras su cuerpo descansaba
sobre los muslos de Sir John, así como sus brazos tocaban el suelo con los
codos. Cuando por arte de magia apareció
el cepillo en su mano, la Sra. Bradford era imposible que pudiera ver con que
iba a ser disciplinada, sintiendo los primeros azotes caer en su hermoso y
redondo trasero en el cual rápidamente se coloreo de un color rosado,
aumentando el tono a colorado, ya que Sir John claramente estaba con cierta
ofuscación por la osadía de la mujer, no
solamente por ser desobediente, algo que constaba en su expediente
repetidamente, y además claramente se había revelado al castigo al llevar
aquellas bragas elásticas, que había dificultado en demasía el bajárselas,
siendo claramente otra clara rebeldía más por su parte. Por ello se empleaba a fondo en el uso del
cepillo, el cual estaba haciendo que la mujer estuviera sintiendo sus terribles
efectos, tratando de patalear con sus piernas, pero pese a sus esfuerzos al
tener sus propias bragas bajadas a sus rodillas y siendo tan elásticas, no le
permitían ni el más mínimo movimiento, o sea que sus propias bragas y que eran
las que se había puesto para proteger sus nalgas, pues al ser elásticas en el
mismo tejido también era más grueso, por
lo que aun recibiendo con la vara de avellano que es una de las varas más
dolorosas, con esas bragas no hubiera sentido nada, aunque dolieran los
varazos, sería mucho menos doloroso. Pero lo que no hubiera imaginado ella, es
que para el casting le fueran a bajar sus bragas, y que utilizaran el cepillo
de madera para castigarla, sus efectos disciplinarios no tardaron en hacerse
valer, y acabo en breves minutos llorando como una muchacha, al estar
prácticamente inmovilizada por sí misma, por aquellas bragas no pudo menear sus
caderas, como tampoco llevarse sus manos al culo para protegerse. Cuando Sir
John dio por acabado el castigo de prueba, aunque de prueba no tuvo nada, fue
un castigo de lo más real. Al detenerse solo tuvo que hacerla levantar el
cuerpo, quedando arrodillada junto a él, llevándose sus manos al culo al
momento sobándoselo con fuerza, Sir John se levantó de la silla y una vez en
pie tendiéndole sus brazos a ella ofreciéndole sus manos para incorporarse,
correspondiendo agarrándose a ellas la levanto de estar arrodillada del suelo,
ella intento en ese momento el acabar de bajarse las bragas para quitárselas al
no haberle valido de nada ponérselas, pero Sir John al ver sus intenciones no
se lo consintió y el las agarro subiéndoselas con mucho esfuerzo, por lo
prietas que eran, pero logro subírselas y ajustárselas a su cintura, de manera
inmediata las manos de ella las llevo al trasero sobándose con fuerza, pues el
culo dolorido como lo tenía, ahora con la presión de sus bragas elásticas le
dolía mucho más, y al mismo tiempo el intenso ardor lo retenía bajo sus bragas,
algo que Sir John sabía muy bien que le estaba sucediendo. Por lo que mientras
la tuvo sobre sus rodillas dándole la azotaina, aquellas bragas la mantenían
inmovilizada, y en cambio ahora, esas bragas eran una verdadera pesadilla al
tenerlas puestas, pues mantenían el intenso fuego, y al mismo tiempo le
presionaban el culo inflamado, que al tenerlo algo hinchado por la azotaina
recibida, la presión de sus bragas era mucho mayor. Bajándole la falda la llevo
de la mano hacia su mesa, y al estar próxima a su asiento anterior, la hizo
sentarse en la silla viendo en su rostro como hacia todo tipo de gestos de
dolor, teniendo que levantarse varias veces al no soportar estar sentada, pero
Sir John la obligo a permanecer sentada, haciéndolo llorando sin cesar por las
molestias en el culo.
(Sir John) -. Bien Sra.
Bradford! Le parece correcto su comportamiento? Cuando o en qué momento ha pensado que venir a esta
entrevista, debía interpretar esta comedia?
Usted ha valorado en algún momento en tomarse en serio esta entrevista?
Solamente requerimos una prueba de estar dispuesta, a serle aplicado un
correctivo en el caso de ser necesario en la escuela, para nada el que monte
una escena, como si la fueran a castigar por haber cometido una grave falta.
(Sra. Bradford) -. Sir John! Me
puedo poner en pie? Por favor, me duele muchísimo el…culo.
(Sir John) -. Sra. Bradford, de ser necesaria una simple
prueba. Me he sentido burlado por usted al desobedecer, no está usted en edad
escolar para comportarse como una niña, se cree que por un momento, no podría
haberse comportado de otra forma?
(Sra. Bradford) -. Sir John como ha podido ver usted, soy una
mujer que entiendo el uso de la disciplina como algo necesario, y así evitar un
mal mayor, si previamente se disciplina de forma conveniente. Pero el que crea que es necesaria, no quiere
decir que deba gustarme, porque la verdad. No me gusta nada, y no soporto el
dolor, seré demasiado cobarde Sir John. Puede que al protegerme el trasero con
una faja al ser más gruesa, no fuera una gran idea, pero no soporto el dolor,
usted ha visto que he llorado en seguida, cualquiera de las muchachas de la
escuela, aguantaría más que yo, solamente me he protegido, no hecho mal a nadie
por hacerlo.
(Sir John) -. Es cierto! Sra.
Bradford. No ha hecho daño a nadie. Pero
si alguien de su círculo de conocidos, conocen ese hecho, su osadía seria
interpretada como una simple protección, pero yo la conozco? Nos conocemos de
algo? Puedo adivinar que usted no es tolerante al dolor? Responda?
(Sra. Bradford) -. No, Sir John,
no podía usted saberlo pues no nos hemos visto nunca.
(Sir John) -. Puede usted
indicarme como caballero y Sir de este país ostentando tal título de nobleza,
puede usted decirme como debería interpretar su rebeldía, su osadía, su falta
de decoro, su total desobediencia, y por si fuera poco llevando esa ropa
interior, no la consideraría usted una grave ofensa?
(Sra. Bradford) -. Si,… creo…que
si… Sir John es una conducta errónea por
mi parte.
(Sir John) -. El castigarla
severamente lo encuentra excesivo, o proporcional a su conducta? Por lo tanto
necesaria el aplicársela? Aun desea levantarse de esa dura silla?
(Sra. Bradford) -. No lo veo
excesivo Sir John, es más, dado que usted no podía conocer mi terror al castigo,
el castigo ha sido proporcional, y entiendo mi error, siendo el castigo
necesario aplicar…me…lo. Entiendo que usted desee que el estar sentada, es
parte de mi casti..go, por lo tanto por obedecerle a usted, permaneceré
sentada, aunque me duele horrores el…cu…lo…y me que…ma!
(Sir John) -. Bien! Como
reconocer un error la honra, no formara esta información parte en el expediente
de su entrevista, por lo cual estará usted admitida como profesora de gimnasia,
pero procure añadir a su currículum que tiene pánico al dolor, creo que esa
información me habría ayudado a comprender su comportamiento. Puede levantarse
y retirarse. Recibirá noticias en breve para su incorporación. Cuando salga
afuera haga entrar a la Srta. Riggs por favor.
Al sentarse tuvo serios
problemas, pero el levantarse no le fue mejor.
Sentía verdadero fuego en su trasero, comenzando por el ardor que
desprendían sus nalgas, pero al llevar esas bragas elásticas, no solamente el
calor no salía de ellas, si no, que además ejercía como una caldera manteniendo el calor y
aumentando por dos. El caminar hacia la puerta del despacho no le fue muy
cómodo que pudiera decirse, agitaba sus caderas de un lado a otro,
balanceándose su falda circular ondulada, tratando de mitigar el ardor intenso,
pero lo que lograba solamente era que el roce de las bragas en sus nalgas, era
nulo su movimiento ya que esa braga se le apretaba al moverse ciñéndose más al
trasero, haciendo acopio de fuerza de voluntad salió del despacho, nada más
cerrarse la puerta, introdujo sus manos bajo su falda y se bajó las bragas
hasta lograr sacárselas, respirando aliviada al poder sentir el frescor en su
trasero dolorido. Entonces vio que
bajaba las escaleras la Srta. Riggs, la espero y le comunico que la estaba
esperando Sir John en el despacho. Entonces se marchó saliendo de la casa
acariciándose el trasero por encima de la falda y con las bragas en su mano
colgando.
Penélope ese día se encontraba muy feliz,
hacía apenas un día había conocido al hombre de sus sueños, y encima la había
aceptado como su spankee, que más se podía pedir… Llamando a la puerta la abrió lentamente
asomando la cabeza, su spanker Sir John al verla la hizo entrar con una
sonrisa. Sir John la veía como avanzaba
sonriente, alrededor de su angelical rostro irradiaba un aura de felicidad.
(Sir John) -. A ver mi pequeña diablilla quien toca recibir
para la entrevista ahora? Que tal te ha ido con Rose Mery, no te ha dado una
azotaina? Porque en sus ojos se la veía claramente que tenía pensado dártela,
aunque no es algo que me resulte extraño, a mí también me apetecería hacerlo,
tienes un culito encantador hecho para darle unos buenos azotes.
(Srta. Riggs) -. No. Pero no me
ha dejado cambiarme yo sola, me las ha quitado ella, y me ha puesto unas de
limpias, hacía tiempo que no sentía tanta vergüenza.
(Sir John) -. Pues vete haciendo
a la idea, te bañara ella, te vestirá, te peinara, y pobre de tu trasero como
la desobedezcas, no sabes todavía como sacude con la zapatilla cuando está
enfadada, la de esta mañana estaba de buen humor, y ya has experimentado lo
severa que es, pues si la haces enfadar pobre de ti. Es una gran mujer, pero es
muy maternal te va a mimar mucho, no se lo tomes a mal que te arregle y te
vista ella, siempre deseo tener una hija para vestirla a su estilo. Y ahora me
quieres decir quien toca ahora hacerle la entrevista? O prefieres que te
caliente el culo por no obedecerme?
Sobándose el culo sobre
sus bragas se aproximó a Sir John, y muy coqueta se giró para que le pudiera
ver las braguitas y como se lo sobaba pues sabía que eso le encantaba a él,
sobre todo mostrarle las bragas que a ella le habían encantado por lo monas que
eran, ya que llevaba unas bragas de encaje rosas y se le podía ver entre el
encaje lo colorado que llevaba el culo, por eso le gustaban tanto. Sir John estiro sus brazos agarrándola por la
cintura atrayéndola hacia él, la puso boca abajo sobre sus rodillas,
levantándole la falda dejo al descubierto su precioso trasero, retirándole sus
manos a ella, empezó el a acariciarle el culo sobre sus bragas rosas de encaje.
(Sir John) -. Sabes debería
darte una azotaina aprovechándome como te tengo sobre mis rodillas, no te la
doy porque no hay motivo para hacerlo, porque estas muy descarada por lo feliz
que estas, de que te haya aceptado como mi spankee, pero no juegues demasiado
con fuego o te vas acabar quemándote, mi paciencia tiene un límite, solo hay
que tocarte el culo, para sentir lo caliente que lo tienes. Y si quieres un consejo mi pequeña, procura
no excitarte y mojar el fondillo de tus braguitas, tu estas muy feliz, y muy
contenta por esas braguitas tan monas que llevas, porque no son las permitidas,
las que debes de llevar y tú lo sabes, que solo te está permitido usar bragas
de algodón de talle alto y perneras bajas, y no estas que son de pernera alta y
talle normal. Pero crees que la Sra. Freyre te las ha puesto por lo guapa que
estas con ellas y los sexy que estas? Pero
te las ha puesto de ese color, porque si mojas la entrepierna, se ven a la
legua que están mojadas, y eso para ella es muy grave, cuando te vayas a la
cama, te va a acostar ella y cuando te revise las braguitas y las vea
mojaditas, no pasaras nada de frio esta noche, y… ya las llevas húmedas…por si
no te has dado cuenta… aunque ahora las has mojado por culpa mía, por
acariciarte el culo, pero eso no te librara de una buena azotaina. Y ahora
levántate y dime a quien le toca ahora de una vez…
Antes de consentir que se levantara de su
regazo, le dio dos fuertes azotes en el culo que resonaron en las paredes del
despacho, la muchacha al sentir como le ardían se llevó las manos al trasero
frotándoselo, al tiempo que con su angelical rostro hacia un mohín tras otro,
simulando estar disgustada, pero luego sonreía sobándose.
(Srta. Riggs) -. Ahora debería de haber llegado ya, la Sra.
Amelia Davies ella está especializada en disciplina a hombres, aunque también
se encarga de las chicas, su preferencia son chicos, es la profesora de
ciencias, tiene un carácter de mil demonios. Su fama la precede al encantarle romper culos de hombres literalmente,
según dicen, siempre lleva colocado un monstruo arnés con un miembro de látex
descomunal entre sus piernas, para penetrar a hombres.
(Sir John) -. Vaya! Y tenemos a
alguien para que nos muestre su arte, será interesante ver cómo nos demuestra
su valía, tengo curiosidad por ver ese miembro y como lo utiliza.
(Srta. Riggs) -. No Sir John, no
disponemos de ningún chico para hacer de cobaya. Solo tenemos al Sr. Lexington
pero desconozco si se prestaría a ello. Por su experiencia sé que es bisexual
pero…le gusta castigar a chicos y no hay otros informes sobre él, en el otro
sentido
(Sir John) -. Hazle entrar para
entrevistarle, estate atenta al timbre del vestíbulo, si lo hago sonar dos
veces, haces entrar a la Sra. Davies.
Penélope salió del
despacho andando con presteza, hecho que hacía que su falda se balanceara en un
vaivén dejando ver la parte baja de sus braguitas rosas, poco después entraba
en el despacho el Sr. Lexington avanzando hacia la mesa, tomando asiento tras
saludar inclinando la cabeza, sentándose en la silla al ser autorizado hacerlo.
(Sir John) -. Buenas tardes de
nuevo, Sr. Lexington, como bien sabe usted. Debía hacerle la entrevista mañana
a primera hora, pero nos ha surgido un pequeño problema. Ahora debo recibir a
una señora, y no disponemos de un chico para que sea probada la destreza, de m
próxima entrevista, por lo que conozco
por hablarme de usted mi asesora es spanker, pero como bien sabe usted, también
es necesario comprobar si está dispuesto a ser disciplinado, las profesoras
todas sin excepción han de pasar por esta prueba, no sería correcto que
usted fuera una excepción por ser
hombre. Al igual que conocer un poco su historia, del como ha llegado al día de
hoy.
(Sr. Lexington) -. Sir John como
habrá visto por mi expediente, soy el menor de diez hermanos todos chicos, la
disciplina en casa era muy habitual para conservar el orden, tanto mi padre o
mi madre, utilizaban una gruesa correa de tractor para mantener la disciplina,
las que usan esas máquinas hoy día son más finas, pero hace cuarenta años eran
de diez centímetros por dos de grosor y muy pesadas, dolía como mil demonios.
Soy spanker, pero si se tercia la oportunidad, no desaprovecho la oportunidad
de ser disciplinado, en un club al que suelo acudir, disponen de
todo tipo de servicios habiendo toda una mujer, que me hace recordar a
mi madre, y entre otros servicios es que le encantaba perforar a los chicos por
decirlo suavemente, les castiga muy severamente y quien gusta del servicio, les
abre el culo.
(Sir John) -. Veo que alguna
ocasión ha estado con señoras disfrutando de esa experiencia? Porque creo que una señora con costumbres
similares voy a entrevistarla ahora, y necesito un voluntario para que le
castigue, y comprobar ese arte oculto de la señora. Es una tal Sra. Davies… Por
cómo se le ha enrojecido las mejillas ruborizándose, parece que la conoce
usted?
(Sr. Lexington) -. Si, la
conozco! Y debo reconocer que me hace
estremecer solo imaginarme volver a ser disciplinado por ella. Tengo que prestarme
a ese arte oculto, Sir John?
(Sir John) -. Es usted libre de decidir como es natural,
pero tengo claro que ayer se tomó
ciertas libertades, reconozco que a la mujer que castigo, lo hizo usted muy
eficazmente siendo diestro en el uso de la vara, hubieron unos hechos que no
habíamos tratado con ella del tema, pues
no era necesario hablarlo, porque no existía una cláusula que así lo
advirtiera. Usted la penetro analmente, estoy seguro que un miembro de menos
diámetro, no le habría causado mal alguno, pero usted está muy bien dotado, y
al no tener instrucciones de ello, no se debía de haber tomado esa libertad,
que a ella le debió sorprender por el aullido de dolor que dio, por lo cual voy
a solicitar a mi próxima entrevista, la Sra. Davies que la prueba que debe
realizar, y que usted habría sido puesto a prueba mañana, le aplique un
correctivo por su conducta desleal, porque no tenía instrucciones para tomarse
la libertad de penetrar de forma anal. En
cuanto a que le penetre ella con su instrumento por el culo, formara parte del
correctivo que le impongo, pero…si usted acepta voluntariamente lógicamente.
(Sr. Lexington) -. Tiene usted
razón, no debí tomarme esa licencia, pero no podía desaprovechar ese momento,
tiene un culo muy tentador.
(Sir John) -. Sr. Lexington! Si algo me gusta de los
hombres, es que reconozcan sus errores. Pero espero que comprenda, que si algo
así sucediera en la escuela y no estuviese en las cláusulas de consenso fijadas
por nuestros clientes. Ese hecho seria
de una gravedad incalificable, no puedo tolerar que ello suceda, aunque sea con
una sexóloga y profesora de la escuela de disciplina. Mi deseo es que esa falta
sea subsanada de inmediato, y a la escuela de disciplina, nos viene esta
entrevista con la Sra. Davies como caída del cielo, para que usted reciba
disciplina y pague las consecuencias con la misma moneda de cambio. No tenemos
más que hablar, si no está de acuerdo solo tiene que salir de este despacho!
Sir John acababa de
pulsar dos veces el botón de aviso a Penélope, la cual entraba poco después
acompañada por la Sra. Amelia Davies. Sir John se quedó boquiabierto al ver la
altura de la mujer, pues debían de haber pocas mujeres con su estatura, rozaba
muy posiblemente a simple vista el metro noventa de estatura, con unos brazos
musculosos y bíceps muy desarrollados, claramente debía visitar a menudo el
gimnasio, pues daba la apariencia de visitar con frecuencia el gimnasio, con un
aspecto que aterraba a cualquiera al tener un rostro serio, era una mujer que
se podía apreciar que de joven debía ser muy guapa, porque aún se conservaba
muy bien, una melena rubia caía por sus hombros a media espalda, vestía una
blusa verde esmeralda sin mangas, así como unos pechos pronunciados pero en su
justa medida, ni descomedidos, ni exuberantes para su edad, llevaba una falda tableada
gris perla por debajo de sus rodillas. Solamente había que tomar como
referencia a Penélope que caminaba a su lado, pareciendo una niña de catorce
años pues apenas le llegaba a los pechos.
Al acercarse a la mesa del despacho, Sir John se levantó de su sillón
para saludarla, el metro noventa de él no desentonaba al estar frente a ella
por estatura.
(Sir John) -. Buenas tardes Sra.
Davies! Es un placer saludarla, está usted esplendida, debe tener muchas horas
de gimnasio, pues no es nada fácil tener un cuerpo así de vibrado en una mujer.
.- Se saludaron estrechándose la mano.
(Sra. Davies) -. Buenas tardes
Sir John… Tiene fuerza usted, es el primer hombre que no se rinde al estrechar
mi mano, aprieta con fuerza ya lo creo. Sus brazos se aprecian fuertes, señor.
(Sir John) -. Puede tomar asiento Sra. Davies. No debería preguntarle por su experiencia en
la disciplina, salta a la vista que despide una aura que aterraría al más bravo.
Pero he de hacer las entrevistas sin excepción, espero que lo comprenda usted,
cuando quiera la escucho…
(Sra. Davies) -. Pues que quiere
que le diga, una mujer de mi edad con sesenta años. En casa mis padres eran
fieles a las tradiciones, como hija única estaba demasiado mimada y muy
caprichosa, siempre me salía con la mía. Pero a mis padres no se le caían los
anillos cuando me tenían que disciplinar, al ser hija única hacia como todas
las niñas, consentidas y mimadas unos berrinches apoteósicos, y la mayoría de las
veces me salía con la mía, pero otras acababa sobre las rodillas de mi madre,
con las bragas bajadas poniéndome el culo colorado con la zapatilla, mi padre
en esos casos, después se encargaba de mí, por haber hecho un berrinche a mi
madre, el faltarle al respeto a mi madre, era lo que más le molestaba y aunque
mi madre me hubiera puesto culo colorado, él no me perdonaba esa falta de
respeto, acabando sobre la cama tumbada boca abajo, bragas bajadas y con el
cinturón me mondaba el culo a correazos, eran muy cariñosos conmigo, pero
severos y estrictos, incluso hoy en día a mis sesenta años y ellos a sus
ochenta, aun me ponen sobre sus rodillas, aunque mi madre aun usa la zapatilla,
si no, un pesado cepillo de madera de dos centímetros de grosor, y le puedo
garantizar estoy casi quince días sin poder sentarme. Mi padre a sus ochenta años mide dos metros y
mi madre el metro noventa. Me case con veintidós años, descubriendo que mi
marido perdía aceite al poco de casados, pero aprendí a encargarme de taponar esas
pérdidas de aceite y me seguía encargando de hacerlo, con el tiempo me acabo
gustándome, una mujer se siente poderosa al poseer a todo un machito. No creo
necesario decir quien lleva los pantalones en mi casa, y quien recibía
disciplina doméstica en el hogar, no solamente por mí, mis padres también se
encargan de él, ya que era afeminado lo hacía vestir de mujer interiormente,
aunque en casa solo llevaba un delantal, así solo había que bajarle las bragas
y sacudirle fuerte. No tengo hijos dado que mi marido no funcionaba, ni en la
noche de bodas, ósea como era natural me case siento virgen, y la perdí a los
cuarenta años con un spankee que tuve hace años atras. Como profesora de ciencias, mis alumnos
siempre se comportaban muy bien, por ello decidí emplearme en escuelas donde la
disciplina se aplicaba con frecuencia. Debido a mi experiencia con mi pareja,
decidí ocuparme de chicos que aparte de disciplina, buscaban ser sometido por
un mujer, y en según qué clubes soy lo que se dice una Domina, pero prefiero
ser una Lady Spanker, me gusta más
azotar traseros. Así hasta el día de
hoy, si me pregunta si estoy dispuesta a ser castigada, mi respuesta es sí! Me
enorgullece decir que me encanta que me azoten, pero me gusta mucho más el
zurrar la badana a chicos u hombres.
(Sir John) -. Bien Sra. Davies… Como puede imaginarse, debo
comprobar lo que me acaba de referir y me encargare personalmente de ello,
luego aquí tiene a un machito como dice usted, al cual es necesario disciplinar
seriamente, ósea que su prueba de disciplina será real, con estas palabras
puede imaginar lo que espero de usted, y luego nos haga el favor de quitarle
esas ansias de machito, pero antes debo hacer una pequeña gestión si me lo permite Sra. Davies.
(Sra. Davies) -. Por supuesto Sir John, esta es su casa, usted
es quien manda!
Presionando el botón bajo su mesa de la
derecha, fijo su mirada en la Srta. Riggs con cara de pocos amigos, Penélope se
dio cuenta de que algo sucedía, por la forma en que la miraba cambiando su rostro
de felicidad, por el de preocupación ya que algo le decía que estaba en serios
problemas, y se miró así misma viendo cual era el problema. Lo cual la preocupo
tanto como para no saber cómo reaccionar, su rostro de felicidad, así como su
sonrisa había desaparecido por completo, pues estaba en serios problemas y no
sabía cómo salir airosa de ellos.
En breve entraba por la
puerta la Sra. Freyre, muy intrigada al
haber sido llamada, pues al pulsar el timbre Sir John lo había mantenido
pulsado más tiempo del necesario, lo que indicaba claramente que algo muy grave
había sucedido, avanzando hacia la mesa se detuvo a unos metros, justo al lado
de Penélope Riggs.
(Sra. Freyre) -. Si! Sir John.
Que desea?
(Sir John) -. Cuando te has
llevado a cambiarle las bragas a la Srta. Riggs, la falda se la ha dejado usted
así subida como la lleva, siendo una
falta imperdonable, ya que ayer fue castigada por esa misma falta?
(Sra. Freyre) -. Por supuesto
que no, la llevaba perfectamente colocada, como debe llevarla una señorita…
(Srta. Riggs) -. Sir John… Por
favor…puedo explicarlo, ha ocurrido sin darme cuenta, deje usted que le
explique, por favor…
(Sir John) -. Venga usted
aquí! Ahora!!! No quiero escuchar excusas… Ayer noche
jovencita fue castigada por ese mismo motivo, por ir enseñando las bragas de
manera indecorosa! Como caballero y un
Lord Sir de este país al cual tanto le debo, el cual me obsequia con una
respetable cantidad económica, no puedo devolverle el favor que me otorga con
un escándalo público, por ello no consiento esa forma de vestir, no es por
machismo me encanta verte coqueta, como le puede gustar a cualquier hombre. Antes al salir de este despacho ya la llevabas
subida, no le he dicho nada jovencita en ese momento, porque se le ha subido al
colocarla sobre mi regazo, creyendo que al ser una señorita refinada, se daría
cuenta de ello arreglándose la falda antes de salir al vestíbulo, pero no ha
sido así, ha estado todo este tiempo que lleva fuera enseñando sus bragas,
teniendo invitados esperando fuera, esto es una vergüenza y resulta indignante que suceda, pero no volverá a
suceder, a partir de este momento le aseguro jovencita que va a mirarse su
atuendo a cada momento, como debe de hacer toda una señorita educada… Es esta es la burda explicación que me iba a
dar? Para explicar su indumentaria poco
apropiada? Como se puede explicar una falta asi!!! En una niña de ocho años, ni me molestaría
por su inocencia, pero usted jovencita tiene veintitrés años y resulta
inconcebible!!!
Separando un metro y medio su sillón de la
mesa, espero a que la Srta. Riggs llegase junto a él, la cual ya sollozaba de
puro temor a la azotaina que le iban a dar, pues como había escuchado no había
excusa posible. Aunque ya se hubiera bajado su falda, tomándola de la mano la
aproximo hacia así mismo, pasándole sus
manos por las piernas de Penélope como una caricia, pero deslizando las palmas
de sus manos hacia arriba, por sus muslos subiéndolas bajo su falda tableada, hasta sentir en las
yemas de sus dedos la puntilla elástica de las perneras de sus bragas rosas que
se las bajo a los tobillos, acompañando las braguitas hasta posarlas en sus
pies, y coloco a Penélope sobre entre su muslo izquierdo, al tiempo que le
levantaba la falda y pasándole entre su entrepierna su rodilla, de tal forma,
que el sexo rasurado de Penélope quedo expuesto y posado sobre la rodilla de
él, al quedar echada sobre su muslo, su cuerpo colgaba por el lateral del
sillón, apoyando sus manos en el suelo. Para que no pudiera mover sus piernas,
la pierna derecha de Sir John, se la cruzo por encima de sus tobillos. Penélope se encontraba en esos momentos, muy
angustiada por la vergüenza que la embargaba, sabía muy bien por lo sucedido la noche anterior, lo que su falta disgustaba
a su spanker, aunque ella no se había dado cuenta de que la llevaba subida, se
encontraba muy cómoda al llevarla así, pues la brisa fresca le refrescaba su
dolorido trasero, pero no se había parado a pensar del porque aquel
frescor. Aunque el primer azote que
recibió la hizo dejar de pensar, solo sintió una enorme picazón en su
coloradísimo trasero sollozando, y al siguiente ya estaba llorando por lo mucho
que le dolía el culo, estaba recibiendo una azotaina con el instrumento que más
odiaba, y lo odiaba justamente por ello, por lo mucho que dolía al ser
castigada con él. Era el cepillo de madera con el cual la había amenazado con
azotarla en broma. Y apenas una hora después lo estaba sintiendo como dolía, y
sus razones de temerlo tanto.
(Sir John) -. Te puedo
garantizar pequeña sinvergüenza!!! Que vas aprender a obedecer a tu spanker,
cuando te diga que la falda la tienes que llevar como una princesa!!! Que
es lo que eres!!! Mi princesa!!!
Y mi princesa no va por ahí…enseñando las
bragas!!! Y si te veo, te pongo el
culo ardiendo como un volcán en erupción!!!
De lo caliente que te lo voy a dejar!!! Te aseguro que te vas a revisar mucho más tu
forma de vestir a partir de ahora!!! Ten en cuenta desvergonzada!!! Que
no te voy a tolerar esta conducta!!! Eres
mi spankee y como tal me debes el respeto a mi persona!!! Un
hombre de mi altura no puedo consentir este tipo de desobediencia en mi
spankee!!! Te aseguro que no te vas atrever de nuevo a llevar
la falda subida!!! Y mucho
menos vas a ir enseñando las bragas!!!
Mientras la regañaba la
iba dando azotes en el culo con el cepillo, se podía asegurar que cada tres o
cuatro palabras era un fuerte azote en el culo, por lo que no recibió menos de
cuarenta fuertes azotes del cepillo, durante el tiempo que duro el regaño a su
spankee. Al acabar de regañarla la levanto de su muslo poniéndola en pie,
comprobando el estado de la rodilla de su pantalón, pues la muy cochina al
rozar su sexo contra su rodilla, se había mojado e incluso por la viscosidad se
había corrido la muchacha, aunque ese orgasmo no debió saborearlo por lo que
berreaba llorando. El mismo le subió
las braguitas y le bajo la falda, mientras ella se restregaba los ojos llenos
de lágrimas, le dio la vuelta y haciéndola caminar le asesto otro fuerte azote
en el culo con el cepillo por encima de la falda…
(Sir John) -. Sra. Freyre! Llévesela y la sienta en la mesa de la
cocina, y la hace copiar quinientas veces como debe llevar la falda, cuando yo
baje a la cocina quiero verlas acabadas, y bien escritas. Por supuesto nada de
almohadones bajo su culo, es más, le baja las bragas y que permanezca sentada
en la silla con el culo desnudo!!! Llévesela!!! Si acaba antes de que yo baje, la pone en el
rincón cara a la pared!!! Y si desobedece, use la zapatilla con ella!!! Cuando baje y no haya acabado, lo
lamentara!!!
La Sra. Freyre agarrándola de la mano se la
llevo del despacho llorando y con la
mano libre posada en el culo sobre su falda tableada azul marino, claramente
iba caminando muy dolorida, pero en ningún momento hizo nada por librarse de la
mano de la Sra. Freyre que la llevaba de la mano y regañándola!
(Sir John) -. Perdone por esta
interrupción, pero ya sabe usted cómo debe de ser la disciplina y cuando debe
ser aplicada, cada circunstancia tiene su momento adecuado, no pudiéndola
posponer para otro momento. Empecemos con usted veamos como acepta la
disciplina, está preparada?
(Sra. Davies) -. Cuando usted
desee, pero me gustaría pedirle un favor antes, pues si luego he de disciplinar
a este joven apuesto, podría salir fuera y entrar después cuando deba ocuparme
de él? Lo comprenderá enseguida usted, el porqué de mi ruego…
(Sir John) -. Sr. Lexington nos disculpa por favor, cuando
oiga el timbre en el vestíbulo, puede usted entrar.
Con claro gesto de
disgusto el Sr. Lexington salió del despacho, a paso firme pues había creído
tener la satisfacción de ver aquella gran mujer ser castigada.
(Sir John) -. Imagino que ha
tenido usted, en cuenta el ruego que me ha pedido, verdad? Pues resulta una clara rebeldía por su parte,
el no obedecerme cuando ha llegado su turno.
(Sra. Davies) -. Sí señor, me
hago cargo de que le he desobedecido, y estoy dispuesta, tengo un cuerpo enorme
Sir John… pero no es oro todo lo que reluce.
(Sir John) -. Vayamos al sofá! Será más cómodo colocarla
sobre mis rodillas, que colocarla estando en una silla sentado!
Sir John dejo el
cepillo que había utilizado para castigar a su spankee, abriendo el tercer
cajón extrajo un cepillo de madera más grueso y pesado, al contrario que el
anterior este era con mango largo. La Sra. Davies al ver como se levantaba de
su sillón con el cepillo de madera en su mano derecha, se la podía ver como
estremecía de temor. Sentándose en el sofa,
espero que la propia Sra. Davies se acomodara sobre su regazo, siéndole
levantada la falda depositándola sobre su espalda, apareciendo unas bragas
blancas de algodón con bordados. Introduciendo los dedos entre la puntilla
elástica, le bajo las bragas descubriendo un trasero precioso para una mujer
con su cuerpo musculoso, así como de una edad determinada. Bajándole las bragas
hasta las rodillas comenzó a azotarle el culo con fuerza con el cepillo de
madera, a los pocos azotes ya estaba llorando como una chiquilla de diez años,
incluso Penélope quizás hubiera aguantado más que ella, aunque la muchacha había
roto a llorar al segundo azote, alegando en su defensa se podría tener en
cuenta, lo dolorido que ya tenía el culo la joven, en cambio la Sra. Davies
lloraba desde el octavo a décimo azote del cepillo y ella no tenía su trasero
dolorido, viendo como lloraba así como berrear a cada azote que recibía, al
llegar a la treintena ya tenía las nalgas oscurecidas de un color escarlata
brillante, y por como lloraba desesperada decidió que por seguridad debía
detenerse, no fuera a darle un infarto o algo similar. Subiéndole las bragas
ajustándoselas a la cintura, le bajo la falda dejándola incorporarse.
(Sir John) -. Puede usted
levantarse Sra. Davies, no quisiera que le pudiera dar un sincope a su edad,
por la manera de llorar…
(Sra. Davies) -. Si usted
considera que debe castigarme más… puede… usted hacerlo… .- Mientras
hablaba se sobaba el culo, al tiempo que se cogía las nalgas restregándose las
manos, con claro vigor. -. Es simplemente que no soporto el dolor,
siempre he sido muy llorona y berreo como si me fueran a degollar, pero soy así,
soy muy grande de cuerpo, pero no tengo ningún aguante al dolor…
La volvió a hacerla tumbar boca abajo, levanto
su falda y sin bajarle las bragas continuo dándole la azotaina con el cepillo,
a pesar de tener la protección de las bragas, volvió a ponerse a llorar de
nuevo durante toda la azotaina que le dio, berreando como una niña de ocho
años, a sus sesenta años de edad. Al dar
por terminada la azotaina le bajo las bragas blancas de algodón con los bonitos
bordados, para ver como tenía el culo, estando este, completamente con marcas
del cepillo y aureolas moradas donde había azotado repetidamente. Mirándole el
fondillo de las bragas, lo tenía completamente mojado, ante tal descubrimiento
le volvió a subir las bragas. Ahora si
se levantó poniéndose en pie, mientras permanecía entre sollozos sobándose el
culo con las dos manos.
(Sir John) -. Bien Sra. Davies… veo que a pesar de todo, es
usted un caso verdaderamente especial, cualquier spanker la aceptaría como
spankee, incluso yo.
(Sra. Davies) -. Sir John…Auch!
Como duele! Nunca he tenido spanker,
porque todos se ahuyentan ante una mujer como yo, por lo que hace años deje de
buscarme un spanker, ojala fuera cierta su proposición, la aceptaría con los
ojos vendados.
(Sir John) -. Sra. Davies!!! Me
indigna y me siento gravemente ofendido, que dude de mi palabra, si yo he dicho
que la aceptaría como spankee, mía!!! Es
porque lo haría y el afortunado seria yo!!! Lo único que le exigiría es que
viniera a vivir a esta casa, si estuviera soltera claro, en cuanto sus otras
tendencias yo no me opondría a que las siguiera teniendo, mientras conmigo se
comportase como una spankee!!!
(Sra. Davies) -. Le ruego que me
perdone, Sir John. No era mi deseo
ofenderle a usted,. Y estoy sola, quiero
decir que vivo sola, soy viuda. Mi marido viajaba en el mismo avión que sus
padres, viajaba a enterrar a un familiar suyo, y yo no pude acompañarle. No es que pretendiera ofenderle, es que a mi
edad no me esperaría ser tan afortunada, señor!
No tengo el cuerpo precioso como su spankee, Penélope.
(Sir John) -. El deseo que un spanker puede tener para
aceptar a una spanke, no es su físico Amelia. Si no, el comportamiento de la
spankee y sus sentimientos que expresa.
Como spanker me fijo más en la mente abierta de una mujer, el ser ella
misma, la sinceridad, compartir el placer por este mundo del spanking, pero
sobre todo la persona en sí misma. Bien volviendo a tu ofensa, debes saber que te voy a castigar por tu error,
pero ahora tienes otra labor que ocuparte!!!
(Sra. Davies) -. Perdone de
nuevo, pero puedo ir al servicio a adecentarme?
Si el Sr. Lexington me ve así, viéndome que he llorado con esta pinta,
no habría valido de nada hacerle salir antes, y la severa azotaina que me he
ganado, habría sido por nada… Que respeto puede tenerme si averigua que con una
azotaina me pongo a llorar como una niña de diez años.
(Sir John) -. No comparto esa
opinión, pues el único que puede opinar soy yo!
En este despacho no hay servicio, pero si abre ese armario hay un lavabo
empotrado para asearse, y un espejo para arreglarse.
Mientras se aseaba la
Sra. Davies, Sir John caminaba hacia su mesa para sentarse en su sillón tras su
mesa, mientras la Sra. Davies ya se había aseado volviendo a parecer la misma,
excepto por las molestias que se le notaban al caminar, la cual sentía la
imperiosa necesidad de sobarse el trasero, pues estaban claramente magulladas
tras la azotaina que acababa de recibir. Pero cogiendo aire llenando sus
pulmones, estaba preparada. Al verla Sir
John pulso el Timbre del vestíbulo, entrando poco después en el despacho el Sr.
Lexington con la cara de preocupación, pues iba a ser disciplinado por aquella
mujer e iba a tener… no quería pensar en ello.
(Sir John) -. Sr. Lexington haga
el favor de acercarse, Sra. Davies! Lo que está buscando está en el armario que
está enfrente de usted en ese armario, hallara una correa de tractor con un
mango reformado, para empuñar bien la correa por ser ancha, gruesa y pesada.
La Sra. Davies se dirigió hacia donde le
indicaba Sir John, andando con paso firme y segura hacia el armario, tratando
de que no se le notara lo dolorida que estaba, intentando el no sobarse el
culo, al abrirla portezuela vio la correa que colgaba por el mango por una
cadenilla, que lo sujetaba un gancho por el agujero del mango, agarrando la
correa desprendió del gancho que la mantenía colgada, y la extrajo cogiéndola
por el mango con su mano derecha, y el otro extremo lo posaba en su mano
izquierda para sopesar su peso, al soltarla retirando su mano izquierda, cayo
por su propio peso quedando rígida tras
balancearse hasta quedar inerte colgando
de su mano derecha, al andar hacia el Sr. Lexington la correa ni se balanceaba
por su rigidez. El Sr. Lexington
temblaba solo con verla, como la Sra. Davies se acercaba a él. Conocía muy bien los efectos de aquella
correa, era con lo que le azotaba su padre y siempre la había temido. Ella al estar a su costado le agarro del
lóbulo de la oreja derecha, tirando hacia abajo, haciéndole agachar la cabeza
hacia ese lado, y seguirla al avanzar hasta la silla que había visto al entrar
al despacho. Tomo asiento soltándole el
lóbulo de la oreja que se le había puesto colorado, con sus manos le desabrocho
la hebilla del cinturón, así como el botón y bajarle la cremallera, acto
seguido le bajo los pantalones hasta los tobillos, y luego los calzoncillos.
Apareciendo el miembro de considerable tamaño erecto manteniéndose erguido,
ella sin inmutarse le agarro de la mano tirando hacia ella, colocándolo boca
abajo sobre sus piernas, comenzando a darle una azotaina con la mano, el sonido
de los azotes resonaban por las paredes del despacho.
Sir John desde su sillón con los brazos
apoyados en su mesa, no perdía detalle alguno de la azotaina que le estaba
dando al jovencito como le había llamado al Sra. Davies, pues por la edad ella
podría ser su madre perfectamente. Y por
los efectos caloríficos que estaba sintiendo el muchacho, por la forma en como
cerraba los ojos a cada azote que recibía, debían de doler bastante. Al tiempo
que observaba como la Sra. Davies, como apretaba sus labios con fuerza, y no
tenía la pinta que fuera por utilizar la fuerza para dar la azotaina, tenía más
posibilidades que estuviera haciendo valer sus posibilidades, teniendo que
tener que aguantar el cuerpo del hombre, estando ella sentada en una silla con
asiento de madera, con lo dolorido que ella misma tenía su trasero. Para sorpresa de Sir John el muchacho comenzó
a gemir de dolor, lo que claramente indicaba que aquella mano, era toda una
experta en azotar un culo, y los efectos que estaban teniendo así lo indicaban. Pues el Sr. Lexington estaba ya meneando su
trasero a cada nuevo azote que recibía, en un momento dado, empezó a utilizar
su mano con más vigorosidad y con más rapidez, durante diez intensos minutos
estuvo dándole tal azotaina, que ya pataleaba y gesticulaba con sus brazos
moviéndolos, sus pantalones salieron despedidos al igual que sus calzoncillos,
pataleando como lo haría un crio de ocho años.
Al parecer ya había conseguido lo que
deseaba ella, así que se levantó de la silla dejando caer al joven al suelo de
rodillas, a sus cuarenta y cinco años que se sobaba el culo con fuerza
permaneciendo arrodillado, mientras su miembro lanzaba su esperma al suelo, quedando
poco después flácido, la Sra. Davies le hizo levantar cogiéndolo de la mano,
llevándolo a la camilla que estaba situada al otro extremo del despacho,
colocándolo inclinado sobre el lateral largo de la camilla, quedando su cuerpo
echado sobre ella, y sus pies en el suelo.
En ese momento ella fue hacia la entrada del despacho, en la cual había
dejado su bolso al entrar. Con sumo
cuidado girándose introdujo sus manos bajo su falda, bajándose las bragas
quitándoselas. Y metiendo la mano en su
bolso extrajo unas bragas o pantaloncito de cuero, del cual pendía un miembro
enorme y otro pequeño por dentro de la braga de cuero, se las puso
introduciéndose el pequeño en su sexo, en ese instante se desabrocho la falda
cayendo esta al suelo.
Acercándose hacia el Sr. Lexington este no
la podía ver, como iba hacia él con el miembro de cuarenta centímetros
colgando, y la correa de tractor empuñada por el mango en su mano derecha. Sir
John desde su sillón no perdía detalle alguno, así como se le balanceaba el
miembro que debía de ser de látex colgando entre sus piernas, era realmente un
espectáculo el contemplar a la señora lo poderosa que se la veía, así como su
seguridad al colocarse detrás del que llamaba muchacho, que solo podía escuchar
los pasos de ella, sabiendo que la tenía detrás de él. La correa de tractor
hizo un restallido brutal al impactar sobre las coloradas nalgas, así como el
culo se agitaba de un lado a otro ante el tremendo fuego, una y otra vez la
correa restallaba entre las paredes del despacho, así como lo aullidos de dolor
al impactar con fuerza la correa pesada de tractor, que debía de hacer efectos
tremendos en la nalgas, pues todo un hombre estaba llorando a lagrima
viva. Sir Jon podía ver como las nalgas
se oscurecían de color, pasando del colorado a un rojo escarlata intenso y
brillante, para poco después de un tono violáceo. Sir John iba a levantarse para detener el
fuerte castigo, pues ya era suficiente por el estado de sus nalgas. Pero la Sra. Davies también debió pensar lo
mismo, pues se detuvo en ese preciso momento.
Dejo la correa sobre la camilla y
acariciaba las castigadas nalgas, así como con su mano derecha se sujetaba el
miembro enorme, posándolo sobre el trasero del hombre que aun sollozaba del
dolor de la zurra, moviéndolo de adelante y hacia atrás a todo lo largo que era
el tremendo mástil. Sujetándolo con
ambas manos rodeo la camilla, y colocándose frente al Sr. Lexington se lo puso
entre sus labios, el cual abrió su boca e introduciéndoselo hasta la garganta
lenta y suavemente, deseaba que con su propia saliva lubricara el miembro de
látex. Luego de unos momentos volvió a colocarse tras él, y agarrando un
botecito que llevaba en uno de los bolsillos del pantaloncito de cuero,
embadurno bien el miembro y luego el culo del muchacho, colocándoselo a la
entrada del culo presionando suavemente, entro la cabeza del prepucio simulado,
haciendo el característico mete y saca fallándole el culo, con escasos diez
centímetros del monumental miembro, a medida que se le iba dilatando el culo,
se lo iba introduciendo un poco más, tardando unos cinco minutos en dilatarse
bien, y una vez dilatado, se lo metió lentamente hasta el fondo los cuarenta
centímetros, al hacerlo el pene erecto de nuevo del muchacho, volvió a correrse
manchando el suelo demostrando que no le había disgustado que se lo follase por
el culo una mujer.
Poco después la Sra. Davies se retiró
claramente dolorida, teniendo el culo como lo tenía de dolorido, tuvo que hacer
mucho esfuerzo para terminar. Caminando
hacia la entrada, se puso la falda de nuevo, e introduciendo sus manos bajo la
falda se bajó el pantaloncito de cuero, extrayéndose el pequeño miembro de su
sexo, completamente mojado, cogiendo de nuevo sus bragas se las puso de nuevo,
pero claramente estas era otras de limpias que llevaba de repuesto, unas
bonitas bragas blancas con dibujos de flores diversas, pero muy coloridas de
varios colores, pero se as supo componer para que no se las vieran poner.
El Sr. Lexington una vez se hubo relajado,
aunque el culo le dolía horrores por el castigo, aunque Sir John esperaba que
tuviera problemas al caminar, tras haberle dado por el culo la Sra. Davies,
pero no parecía nada molesto por ello, si un caso avergonzado de que hubiera
habido un espectador observándolo todo.
Fue a por sus pantalones y sus calzoncillos, al poco estaba vestido como
si nada hubiera sucedido, excepto por el dolor de sus nalgas por la forma que
se sobaba.
(Sir John) -. Sr.
Lexington! Mañana por la mañana tendré
nuevas entrevistas, cree usted que puedo contar con usted por si fuera
necesario su ayuda?
(Sr. Lexington) -. Puede contar
conmigo, estaré aquí sin falta a la hora que usted diga.
(Sir John) -. Pues entonces
hasta mañana a las nueve de la mañana, que descanse…
Tras quedarse a solas
en el despacho, Amelia Davies se levantó la falda por detrás sobándose el
trasero con vigor, se bajó las bragas para poder sobarse sus doloridas nalgas,
tras tener al muchacho sobre su regazo, el dolor en su trasero se había
amplificado siendo muy molesto para ella, al hacerlo no se había fijado que Sir
John la estaba mirando, pues antes de subirse la falda lo había visto abrir una
carpeta de un expediente, y luego hacer unas anotaciones en él.
(Sir John) -. Cuando la
desvergonzada de la Sra. Amelia Davies crea conveniente que ya se ha sobado
bastante, tenga en cuenta que estoy en este despacho, y la he observado cómo se
ha subido la falda para sobarse el culo, podría mostrar más respeto y educación
no le parece? Súbase las bragas y acérquese a mi mesa inmediatamente!!!
Trato de subirse las bragas sin que se
notara que lo hacía, pero al avanzar hacia la mesa y utilizar sus manos para
subírselas tuvo que levantarse la falda mínimamente, siendo observada como se
las ajustaba a su cintura. Luego dejando caer su falda siguió sobándose el
trasero deteniéndose ante Sir John que la observaba sonriendo. Aunque el verle
sonreír no hacía que se tranquilizara ella demasiado, pues conocía las
consecuencias de ser descubierta sobándose con las bragas bajadas.
(Sir John) -. Desvergonzada!!! Debería levantarme y agarrar esa correa de
tractor para darte unos buenos azotes con ella, es la primera vez que veo
utilizarla y… tiene un sonido que hace estremecer, por lo que te iría muy bien
unos buenos azotes con ella. Pero comprendo que después de tener sobre sus
rodillas a un hombre de unos ochenta kilos, debes tener el trasero muy
dolorido, y no te lo voy a tener en cuenta por esta vez. .- Al escucharle
decir esas palabras, respiro tranquila más aliviada, pues se temía lo peor. En
ese instante entraba en el despacho la Sra. Freyre. .- Sra. Freyre puede acompañar al baño de arriba a la Sra. Davies para
darse un baño, prepárele una de las habitaciones, será su habitación cuando
traiga sus cosas a esta casa.
(Sra. Freyre) -. Muy bien John,
por cierto la cena estará preparada cuando desees, cuantos vamos a ser?
(Sir John) -. Seremos usted, la
Srta. Elisabeth Braun, la Srta. Penélope Riggs, la Sra. Amelia Davies, y yo por
supuesto, ha acabado su castigo la pequeña Penélope?
(Sra. Freyre) -. Debería estar
terminando en estos momentos, espero por su bien!
(Sir John) -. Cuando tenga a las muchachas preparadas me avisa, a
las tres! Supervise a Amelia como a las demás, si tiene usted que usar la
zapatilla tiene libertad para emplearla. Mientras estemos solos en la casa,
ella será la Srta. Amelia. Ahora llévesela! Amelia! Te aconsejo que seas
obediente con Rose Mery, pierde la paciencia con facilidad. Y Rose Mery como no
creo que disponga de ropa para cambiarse, facilítele lo necesario después de la
cena subiré a su habitación antes de acostarse!!! Tenemos una cuenta pendiente!
Sir John vio como ambas
salían de su despacho, tras verlas cerrar la puerta. Tenía sobre su mesa los
expedientes de las tres profesoras entrevistadas, como la última carpeta del
Sr. Lexington sonriendo satisfecho de tal y como había ido esa tarde siendo
gratificante con las señoritas y señoras, Srta. Elsa Palmer, Srta. Anna
Bradford, Sra. Amelia Davies, y Sr. Frank Lexington, así como con su Spankee
Penélope Riggs. Sir John miraba el reloj de pared al ser las seis de la tarde,
espera la visita del Sr. Harrison y se estaba retrasando. En ese instante se
abrió la puerta entrando una jovencita no mayor de veinte años, con el uniforme
de doncella un vestido azul cielo, con la falda circular por encima de las
rodillas, y con delantal blanco, zapatos negros sin tacón.
(Sir John) -. Quien es usted jovencita? Que formas son
estas de entrar en un despacho sin llamar antes y pedir permiso!
(Doncella Kathy) -. Soy Kathy
señor, la doncella he comenzado esta tarde.
(Sir John) -. Que deseas?
(Doncella Kathy) -. Ha venido un
señor y me ha entregado esta carpeta para usted.
(Sir John) -. No ha entrado él?
(Doncella Kathy) -. Iba a
entrar, pero no lo he dejado, no le conozco de nada y le he cerrado la puerta.
Sir John se levantó de
su sillón andando hacia la puerta saliendo al vestíbulo, dirigiéndose hacia la
puerta de entrada, viendo que el Sr. Harrison se iba en su vehículo no pudiendo
detenerle, entrando de nuevo a su despacho, miraba a la joven claramente muy
disgustado, al pasar por su lado la agarró del brazo con fuerza, haciéndola
avanzar hacia su mesa, en la cual se apoyó teniendo a la muchacha sujetada por
el brazo.
(Sir John) -. A ver Kathy te llamas, verdad? Quien te ha
autorizado abrir la puerta de la casa? Ta ha mandado la Sra. Freyre que la
abras? Es una de tus funciones en la
casa abrir la puerta a las personas que vienen a ella?
(Doncella Kathy) -. No señor.
Pero han llamado y he abierto, es lo que suelo hacer en casa cuando llaman…
Sir John estaba aún más enfadado tras
sus palabras, no pudiendo contenerse ni un minuto más, la atrajo hacia el
colocándola bajo su brazo, le levanto su falda circular y comenzó dándole una
azotaina sobre sus bragas blancas de algodón con dibujos de frutas
multicolores, le daba fuerte y rápidos azotes en el culo de la joven, que se
puso a llorar de inmediato por la fuerza con la que le aplicaba la azotaina,
como por la sorpresa de la chica que no se esperaba, esa acción por parte del
señor de la casa, luego de una treintena de fuertes azotes la hizo
incorporarse, y agarrándola de la oreja se la llevo saliendo del despacho,
saliendo hacia la puerta del servicio bajo las escaleras, mientras la chica
llorando se sobaba el culo con sus manos, bajando a las dependencias de la
cocina donde la Sra. Freyre supervisaba como se preparaba la cena.
(Sir John) -. Sra.
Freyre!!! Se puede saber qué diablos
hace esta muchacha en esta casa? Y como no se ha explicado sus funciones y que
trabajos debe y no realizar…!!!
(Sra. Freyre) -. Kathy! Que es
lo que has hecho si puede saberse? Como has podido abrirle la puerta a alguien
si aún no has hablado conmigo de tu trabajo, solo debías ponerte tu uniforme y
venir hablar conmigo. Perdona John! Pero
a la muchacha la he llevado arriba a su cuarto y le he dado su uniforme,
debiendo bajar hablar conmigo para comenzar a trabajar en la casa, aun no la
había informado de nada, excepto de la estricta disciplina de esta casa, a la
que estaría sometida como las demás chicas…
(Sir John) -. Así? Pues lo primero que va a hacer es
aprender disciplina, e informarse antes de sus quehaceres!!!
Sir John agarro una
silla de la cocina sentándose en ella, colocando a la muchacha sobre sus
rodillas, le levanto su falda del vestido de su uniforme, así como agarrando la cinturilla de sus
braguitas de algodón blancas con dibujos de frutas de varios colores, y tirando
de la puntilla elástica bajándoselas a las rodillas, comenzando a darle una nueva azotaina con la mano, la muchacha no
hacía más que llorar mientras los azotes resonaban en la cocina, al tener el
culo completamente colorado paro de castigarla, levantándose y llevándola a un
rincón donde la dejo castigada, levantándole la falda sujetándosela en la pretina
del vestido, quedándose en aquel rincón sobándose el culo con las bragas
bajadas.
Estaba furioso como nunca antes se hubiera
podido enfadar tanto con alguien, y posiblemente alguien más podía pagar el que
le hubieran hecho enfurecerse de aquella manera. Pues al ver a Penélope sentada
a la mesa de la cocina haciendo las copias, fue hacia ella a comprobar si había
acabado el castigo. Por fortuna para la joven lo acababa de terminar en ese
momento, y tras comprobar las varias hojas que había escrito, las conto que no
faltara ninguna, era como si deseara que faltase alguna para desfogarse
castigándola a ella también, al estar todas y correctas siendo aún pronto para
la cena, la hizo levantar de la silla cogiéndola del brazo llevándola al
rincón, donde acaba de dejar a la nueva doncella con el culo como un tomate
maduro, dejando a su lado a Penélope castigada cara a la pared. Luego salió de
la cocina muy malhumorado hacia arriba dirigiéndose a su despacho, al llegar al
despacho tras cerrar la puerta, sonrió para sí mismo… “vaya
con Kathy, si empieza bien su primer día…”.
(Continuará…)