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miércoles, marzo 27, 2019

EL CASO DE LAS AMAPOLAS Capitulo 2


                                            EL CASO DE LAS AMAPOLAS      Capitulo 2


           Maggie Henderson  a sus sesenta años salió del despacho del Sr. Clark Miller, a pesar de su tempestuosa mañana en las oficinas, había logrado su objetivo, que fuera su caso aceptado por la agencia de investigación.  Se levantó del sillón con claras y dolorosas molestias, era toda una Señora, pero recibir una azotaina a sus sesenta años no había sido para desperdicio alguno. Su ropa interior  parecía que eran de esparto, pues el roce que producía al levantarse de la silla, llevaba el suficientemente tiempo sentada, sus nalgas al liberarse  de la presión carcelaria de la falda, bajo el intenso calor concentrado, que ejercía su peso sobre el asiento, al levantar su trasero lo hizo con parsimoniosa calma,  una vez en pie, su falda quedo liberada de la presión, en ese momento sintió la singularidad de sus bragas  bajo su falda, estás le raspaban la piel de sus nalgas como si se tratase papel de lijar madera, causando unos picores que resultaban muy molestos en sus nalgas, sumado al intenso calor de la azotaina,  unido al horno que había ese fuego acumulado por la falda al mantener el calor concentrado. Desde el sillón en el cual había estado sentada, hasta llegar a la puerta le resulto un verdadero suplicio, pues no pretendía dar la impresión de que se había visto claramente afectada por la azotaina que había recibido a manos de un hombre tan salvaje, no deseaba dar muestras del intenso dolor que sentía en su trasero, salió llevando la cabeza bien alta, orgullosa de sí  misma, sin mirar atrás ni una sola vez, ni tan siquiera al abrir la puerta, así como traspasarla sin dar muestra alguna del dolor, y  una vez hubo cerrado la puerta y estar afuera, en el pasillo al ver que no había nadie, cogió aire llenando los pulmones y expiro con suavidad. Sus manos se posaron en su trasero, frotándoselo con fuerza por encima de la falda y dejándolas posadas sobre el culo, pudo sentir como el intenso calor de sus nalgas doloridas por la azotaina con el cepillo, traspasaban la tela de la falda, sintiendo el calor en las palmas de sus manos. Se relajó, y empezó andar hacia la salida, sin poder evitar hacer alguna mueca de dolor al andar, el culo le dolía más de lo que ella hubiera deseado, pero quizás el Sr. Clark estaba en la razón, de que ella se podía haber  excedido en sus críticas, teniendo en cuenta que ella estaba en su despacho, y no era quien, para decirle aquellas palabras fuertes y mal sonantes. Pero el caso es que el culo le dolía y de qué manera, además de los  terribles pinchazos a cada paso que daba. Que al estar sola en el pasillo, a cada pinchazo que sentía se sobaba el culo por encima de la falda con suavidad. Al llegar al final del pasillo y llegar a otra puerta, al abrirla se encontró con Marie.
(Sra. Henderson)   -. Marie! Lamento mucho que se haya visto en esa situación complicada por mi culpa, su padre es un verdadero salvaje…
(Marie Nelson)    -. No se preocupe Sra. Henderson. Ha sido muy divertido que alguien se haya atrevido a decirle cuatro palabras bien dichas a ese viejo carcamal, aunque sea mi padre y este mal el decirlo.
(Sra. Henderson)   -. Ya! Pero te ha castigado en exceso a  mi parecer. Pero debes tener el culo muy adolorido, te ha dado una azotaina de las buenas…
(Marie Nelson)   -. Ya le digo Sra. Henderson que la tunda bien ha valido la pena, con ver y escuchar a alguien que se atreva a decirle la verdad, hasta ahora nadie le había puesto en su sitio, a excepción de mi madre. Y…
     Marie se calló en ese momento…
(Sra. Henderson)    -. Ella tampoco saldría bien librada, me equivoco?
(Marie Nelson)  -. Si a ella… Lo hizo alguna vez, y le diera alguna azotaina, lo haría en privado, como a usted señora. Mi padre puede ser un monstruo o estricto caballero ingles donde los haya. No crea que no me di cuenta al entrar, cuando mi padre da una azotaina a alguien esta es imposible que pueda disimularlo. A mi madre nunca he visto que le haya puesto la mano encima, pero al día siguiente no podía disimular que no tenía molestias al sentarse. Eso era obvio con solo apoyar el trasero en una silla, a medida que me fui haciendo mayor, mi madre no se sentaba y permanecía en pie para que no me diera cuenta de nada. Si señora. Mi padre no es ningún ángel, también el servicio tenía que pasar por su despacho, e incluso cuando había chicas jóvenes las castigaba delante de mí y de mi madre. Y aquí en la oficina, no creo que haya más de cuatro que no lleven el culo colorado y dolorido.
(Sra. Henderson)   -. Como he de hacer para encontrar la salida…?
(Marie Nelson)    -. Sígame señora, yo la acompaño a la salida.
     La Sra. Henderson tampoco es que fuera un ángel precisamente, deseaba ver a la muchacha caminar ante ella, le hacía gracia como andaban las chicas en aquella oficina con sus uniformes laborales, aquella corta falda ondulada gris perla, con la blusa azul turquesa, con las medias blancas por debajo de las rodillas, tenían cierta gracia al verlas en su andares y como la corta falda se les levantaba con la propia brisa de sus andares. Al ir Marie delante de ella, la falda ondulada bailoteaba de manera graciosa, dejando entrever la parte baja de sus braguitas, Marie caminaba tallándose la falda y así acariciarse su ardiente trasero, tratando de evitar que la corta falda dejara a la vista sus braguitas, así como su trasero colorado. Pero no lo lograba, la Sra. Henderson pudo verle las braguitas, y comprobar que la chica se las había cambiado, pues ahora en vez de las braguitas amarillas de algodón que llevaba puestas al recibir la severa azotaina, ahora  llevaba unas bragas de color rosa de algodón, las cuales hacia resaltar la intensa rojez de sus nalgas con el contraste  rosa de sus braguitas. Al llegar a la salida ambas se despidieron con afecto, Marie volvió a sus tareas y la señora Henderson se subió en un taxi.
     Marie volvió al despacho del señor Miller, tal y como se le había ordenado que hiciera, una vez dentro de él.
(Clark Miller)   -. Ah! Ya estás de vuelta. A quien le vamos a dar este caso Marie? Va a ser un caso muy complejo, así como muy complicado. No va a resultar fácil demostrar la corrupción del Fiscal General, y  posiblemente podría deberse a un claro caso de prostitución, o trata de mujeres, secuestran a las chicas para llevarlas a burdeles de lujo, de ahí que esté implicado un personaje importante como el Fiscal. No, no va a resultar nada fácil, quien se encargue de la investigación deberá ir con pies de plomo o podría echarlo todo a perder y que no volvamos a saber nada de esas chicas, y que los culpables queden inmunes.
(Marie Nelson)   -. En estos momentos están libres Rose Mery y Carmen, son dos de nuestras mejores investigadoras con muy buenos resultados.
(Clark Miller)   -. No me suenan de nada esos nombres.
(Marie Nelson)   -. Rose Mery Anderson de veintiocho años, con ocho años de experiencia y Carmen López de veinticinco años, con tres años de experiencia. Son buenas agentes, y si no las conoce será porque nunca han pasado por este despacho…aún.
(Clark Miller)   -. Bien, dáselo a ellas y esperemos que no tengan que pasar por este despacho por cometer un error. Pero te habrás dado cuenta de lo complicado y la complejidad del caso, si meten la pata, te hare responsable a ti y ser mi hija no te librara de un severo castigo, como a ellas mismas… 
(Marie Nelson)   -. No te apresures en tus presunciones, parece que sigas sin aceptar que las agentes puedan ser tan eficientes como los hombres.
(Clark Miller)   -. Estas muy arrogante hoy! Parece ser que he sido blando al darte una azotaina esta mañana, más te vale que vayas más atenta a tu trabajo y no seas tan directa conmigo, o no te vas poder sentar en una semana, de la azotaina que arreé en el trasero de nuevo…
(Marie Nelson)   -. Siempre estas igual, no hay quien te soporte cuando estas de mal humor, pero ha resultado gracioso como la Sra. Henderson te ha dicho la verdad y eso te molesta, es algo que pocas veces sucede…ja ja ja…
(Clark Miller)   -. Así…!!! Vas a ver tu desvergonzada!!!
     El señor Clark hizo ademan de levantarse de su sillón e ir en busca de su hija Marie, pero esta, más rápida hecho a correr hacia la puerta saliendo rápidamente como alma que lleva el diablo. Nada más traspasar la puerta se detuvo y se introdujo las manos bajo la corta falda, acariciándose el trasero sobre sus braguitas rosas de algodón, de buena se había librado, aunque sabía que su padre estaba bromeando, si hubiera estado serio, nada ni nadie la habría librado de una azotaina por mucho que corriera.

….
       Dos mujeres entraban en los juzgados de la ciudad, llevaban las dos gabardinas que les cubría como iban vestidas, nadie a pesar de ello noto con indiferencia tal vestimenta por la fresca mañana, era una ciudad donde los transeúntes prácticamente llevaban gabardinas por el clima frio y de niebla constante. Se dirigieron ambas al mostrador de información, antes habían estado hablando con algunos agentes de policía que hacían guardia en la entrada, haciéndoles preguntas. Algo que no pasó desapercibido por unos hombres vestidos con traje negro que momentos después desaparecían en el interior. Tuvieron que esperar varios minutos en el mostrador a que las atendieran, no porque hubiera gente esperando, era porque no las atendían.
    Pasaron varios minutos de espera, e incluso dos horas esperando estuvieron, antes que las atendieran. Precisamente uno de los que vestían de negro…
(Caballero)   -. Si, señoras que desean?
(Carmen López)  -. Buenos días, tenemos cita con el Fiscal General.
(Caballero 2)   -. Eso no creo que pueda ser, el señor Fiscal es un hombre muy ocupado y no concede citas a la prensa.
(Rose Mery)  -. Pues a nosotras nos concedió una cita hable con él y lo comprobara.
     En ese instante apareció un caballero vestido con una toga…
(Fiscal)   -. Que sucede aquí…?
(Caballero)  -. Estas señoras dicen que tienen una cita con usted señor Fiscal General.
(Fiscal)  -. Y… porque están aquí, que no las han puesto de patitas en la calle?  Sras. Díganle a su jefe el Sr. Miller que si desea preguntarme algo venga el en persona y no se escude en bellas damas para hacer su trabajo.
(Rose Mery)   -. No comprendo, de que Sr. Miller nos habla usted Sr. Fiscal General, nos ha confundido con otras personas…
(Fiscal)   -. Díganle al Sr. Clark Miller, de la agencia de detectives Miller SA, que el Fiscal General también tiene investigadores que trabajan para la fiscalía, no ha resultado difícil averiguar quiénes son ustedes señoras… Recibirá una queja del departamento de estado de inmediato, ahora márchense de aquí!!!
    Las dos mujeres fueron expulsadas de inmediato, expulsándolas de muy malas formas, dejando claramente que no eran bien recibidas. Una vez en el exterior se miraron entre si preocupadas, como era posible que las hubieran descubierto con tanta rapidez. Su caso se había acabado antes de comenzar, de camino hacia la oficina no hablaron entre ellas en todo su trayecto, claramente preocupadas por la bronca que les iba a caer. Sabían por experiencia de otras chicas investigadoras lo que iba a sucederles, de ahí, su gran preocupación.
     Al entrar al vestíbulo de la agencia acudieron al despacho de Marie Nelson, el cual estaba en la séptima planta. Al llegar la secretaria las hizo esperar a la entrada de su puerta, a los pocos minutos salió una joven con los ojos bañados en lágrimas, y con sus manos tallaba el vuelo de su falda acariciándose el trasero, en su mano derecha llevaba un sobre azul.
    Las dos mujeres entonces entraron al despacho, intrigadas al ver a la joven salir, la habían reconocido. Era una investigadora como ellas llamada Luisa y verla salir tan preocupada la lleno de curiosidad a ambas.
(Carmen López)  -. Buenos días, Marie!  Que le sucede a Luisa, la hemos visto salir preocupada y llorando…
(Marie Nelson)  -. Buenos días… Que habéis hecho? Que parte de la misión no comprendisteis, debíais investigar sin levantar sospechas. Luisa está implicada en vuestro caso por vuestra incompetencia, y también me habéis implicado a mí misma por vuestra incompetencia, debemos ir las tres, junto con Luisa al despacho del supervisor, aquí están vuestros sobres azules y el mío. Vamos! No está esperando el Sr. Adams. Vaya par de incompetentes…
     Las tres chicas salieron juntas del despacho, llevando en sus manos los sobres azules. Las demás chicas que estaban ocupadas en sus respectivos puestos, así como hombres las vieron pasar mirándolas con rostros de resignación, todos pudieron observar que las tres portaban en sus manos sobres azules, sabían que significaba aquello. Carmen, Rose Mery y Marie, pasaron por delante de las mesas de compañeros, entrando a una sala de espera acristalada, desde fuera todos las podían ver una vez dentro, en dicha sala habían dos puertas al fondo en la derecha ponía el letrero de “Supervisor Sr. Williams Adams” en la izquierda “Supervisora Sra. Ingrid Adams”. En la sala de espera aguardaba Luisa sentada, a su izquierda había un hombre sentado de unos veintitrés años, con un sobre rojo en sus manos. Pronto se abrió la puerta de la izquierda, saliendo de ella un chico de diecinueve años, llevaba su rostro congestionado y se sobaba el trasero con su mano derecha, salió de la sala de espera sin mirarlas. El hombre que aguardaba entro al despacho de la puerta izquierda. Pronto llego a oídos de las jóvenes chicas, unos sonidos secos del interior, y pocos minutos después el chico salía del despacho, con el rostro congestionado de dolor, y sobándose el trasero con sus dos manos. Salió de la sala de espera sin decir nada.
    La puerta de la derecha se abrió de improviso, apareciendo un hombre alto como de un metro noventa de unos cuarenta y cinco años, con un portafolios, en su mano izquierda…
(Sr. Adams)  -. Buenos días chicas! Veamos! Luisa Fernández? .- La chica nombrada se puso en pie. -. Rose Mery Anderson? Carmen López? Y… Marie Nelson? Bien, vayan entrando según salga la primera, bien Luisa hace el favor de entrar…
     El Sr. Adams volvió a entrar en su despacho, tras el entro la llamada Luisa…
    En voz baja Carmen López pregunto intrigada a Marie en voz baja,…
(Carmen López)  -. Que es lo que ha hecho Luisa?
(Marie Nelson)  -. Ha tratado de encubriros, para que no fuerais descubiertas, pero desconocía la información del caso que estáis, y más que encubriros lo que ha hecho ha sido lo contrario, por su experiencia debía de haberse abstenido de dar datos, pero la culpa es vuestra por usar vuestros nombres reales, es que no acudisteis a esa clase en la universidad? Crear una personalidad falsa para no ser descubierta!!! Y podéis dar gracias a que el Sr. Adams ha podido solucionar el problema, si esto llega a más, visitaríamos el despacho del Sr. Clark. Y no saldríamos ninguna muy bien libradas, por suerte ha podido desviar la atención argumentando que investigabais el último caso de desaparición de una chica, y no así de todas las desaparecidas, eso habría hecho que hubieran repercusiones mayores y perdiéramos toda posibilidad de continuar la investigación. Solamente será cuestión de enviar otros detectives, vosotras seréis traspasadas a trabajo de despacho como represalia o castigo, como os guste más decirlo.  Quitaos esas gabardinas, quiero veros el trasero colorado cuando salgáis, ya que voy a recibir por vuestra culpa, por ser la responsable del caso.
     Al escucharse sonidos desde el interior del despacho, guardaron silencio, escuchando como lastimeros sollozos provenían del interior tras cada sonido seco y apagado. Momentos después Luisa salía del despacho llorando y sobándose el culo sobre sus bragas de algodón blancas con dibujos de frutas silvestres de multicolores, contrastando con la base de sus nalgas muy coloradas.
   A continuación entro Rose Mery por la puerta… previamente a disgusto se había sacado la gabardina dejándola sobre la silla que había estado sentada. Al entrar dentro se encontró con el Sr. Adams sentado en su sillón tras la mesa.  Rose Mery se situó delante de la mesa, entregando el sobre azul al Sr. Adams el cual al abrirlo leyó su contenido.
(Sr. Adams)  -. Bien señorita Rose Mery, inclínate sobre la mesa y separa las piernas en Angulo de treinta grados…
    El Sr. Adams se levantó de su sillón, bordeando su mesa se colocó tras Rose Mery, levantándole la falda y introduciendo los dedos entre la cinturilla del elástico de sus braguitas blancas de algodón con unos lunares de color naranja, se las bajo lentamente hasta que se las dejo por debajo de las rodillas, ya que al tener las piernas separadas, las bragas ya no bajaban más. Rose Mery tenía sus mejillas completamente coloradas de la vergüenza, pues sabia por experiencia de la universidad, que al ser castigada en esa posición, su sexo era completamente visible destacando los labios del sexo quedando expuesto por completo.  Pudo ver como el Sr. Adams volvía a pasar por su izquierda hacia su sillón, pero deteniéndose justo a su altura, descolgando de la pared una pala de madera de unos sesenta centímetros de larga, más unos quince de mango, unos sesenta y cinco centímetros en total.
    Sus ojos abiertos brillaban sus pupilas al ver el instrumento, alguna lagrima se derramo por si sola, viendo lo que se le venía encima, sabia por experiencia en la universidad que era terrorífico el dolor que producía semejante instrumento. El Sr. Adams desapareció de su vista colocándose detrás de ella, empezando a temblar sus nalgas y muslos como si tuviera frio en ellos, pero era temor la sensación que expresaba.  Sin mediar palabra alguna, sintió la pala posarse en su culo desnudo, para segundos después sentir una leve brisa al ser separada de su piel, para poco después sentir un tremendo sonido en sus nalgas desnudas, que le dieron la impresión que se partían en dos, para a continuación sentir un fuego abrasador en su culo, un gutural gemido salió de su garganta, al tiempo que meneaba el culo de lado a lado, así como flexionando sus rodillas se agacho poniéndose en cuclillas llevándose sus manos al dolorido culo.
 (Sr. Adams)  -. Rose Mery!!! Adopte su posición de nuevo, y procure no moverse en lo sucesivo durante el correctivo, ya se ha ganado dos azotes extra por no mantener la compostura…
    Con esfuerzo se puso en pie volviendo a colocarse sobre la mesa, el separar las piernas le costó un poco más, sus bragas se le habían bajado a sus tobillos dificultando el separarlas, quedando no exactamente como debía, pero el Sr. Adams vio el problema y debió aceptar pues volvió a colocar el temido paddle sobre el trasero apoyado, Rose Mery temblando esperaba el siguiente azote en su trasero ardiente, en el cual había aparecido una ancha franja roja que ardía como no hubiera podido imaginar y temía el siguiente. La brisa leve al separar el paddle la volvió a sentir, cuando volvió a estremecerse al sentir el fuertísimo azote en el culo, y antes de que pudiera reaccionar uno y otro más siendo ambos seguidos, los cuales abrasaron su trasero poniéndoselo en llamas, no pudiendo mantener la posición levantando sus dos piernas, mientras el peso de su cuerpo se mantenía sobre la mesa, sus bragas de algodón blancas con lunares naranjas salieron despedidas de sus pies cayendo al suelo. Aun no habia adoptado su posición de nuevo, pues si apoyaba sus pies, pero el intenso fuego en sus nalgas, como el fuerte dolor la hacía menear sus caderas de un lado a otro, pero la experiencia del supervisor en aplicar correctivos, le asesto tres nuevos fuertes azotes, que al menear su trasero Rose Mery, estos impactaron en la base de sus nalgas e inicio de los muslos. Rose Mery era una chica menudita y delgada, teniendo un trasero pequeño por lo que sus nalgas aparecían claramente amoratadas ante los azotes de la pala de madera utilizada o paddle grande. Como su pataleo era alocado meneando sus caderas, así como sus piernas. El supervisor la sujeto por la cintura con su brazo izquierdo, levantándola casi en volandas, y sin más, volviendo a darle cuatro fuertes azotes seguidos, al soltarla esta se arrodillo en el suelo sobándose a la desesperada el culo, el cual le abrasaba como el mismísimo infierno.
    El supervisor pasando por su lado volvió a su sillón colgando el instrumento temido en la pared de nuevo, pasando a sentarse en su sillón dejando a Rose Mery que se recuperase de los azotes administrados de su correctivo.  Durante minutos estuvo Rose Mery recuperándose, sobándose el culo a la desesperada, se levantó del suelo poniéndose en pie, sin dejar de sobarse el dolorido culo, haciendo todo tipo de muecas con su rostro por el intenso dolor en el trasero.
(Sr. Adams)  -. Has acabado ya! Ponte tus bragas y sal afuera, pero no te vayas, aguarda afuera sentada, has oído? Sen-ta-da…
     Rose Mery mirando en derredor de ella, busco sus braguitas en el suelo, hasta que las localizo en el rincón opuesto, habían volado varios metros al salir de sus pies. Claramente dolorida fue hasta ellas y se las puso como buenamente pudo hacerlo. Iba a salir por la puerta…
(Sr. Adams)  -. Un momento! Levántate la falda. .- Sorprendida Rose Mery, no se hizo de rogar levantándose la falda y girándose al ver que el Sr. Adams le hacia el gesto con el dedo índice de su mano derecha, en signo claro que se volviera y mostrara el trasero, teniendo que levantarse la falda y mostrar su dolorido trasero. .- Quítate las bragas, y te las vuelves a poner del derecho, las llevas del revés.
     Avergonzada como nunca lo había estado, se bajó las bragas de nuevo quitándoselas y voltearlas después y volvérselas a poner de nuevo. Una vez ajustadas a su cintura, se tallo la breve falda y salió del despacho llorando así como sobándose el culo con fricción. Al verla abrir la puerta y salir, Carmen se puso en pie entrando al despacho…
    Marie vio a Rose Mery que le daba la espalda al dirigirse donde estaba su gabardina, viéndole desde su asiento lo  colorado que  tenía el trasero, así como el inicio de sus muslos. Al darse la vuelta, la falda se le levanto con la tenue brisa de sí misma,  dejando claramente visible las bragas blancas de algodón con lunares naranjas, así como lo colorado que asomaba por el ribete de las perneras de sus braguitas. Así como media aureola violácea que asomaba por dicho ribete y que el tejido de algodón de sus bragas cubría el trasero, el cual debía tenerlo morado. Marie  observo como hacia las maniobras complicadas  Rose Mery, para sentarse en la silla de costado para no apoyar el culo dolorido sobre el asiento.  A los pocos minutos se abrió la puerta, minutos que a Marie se le hicieron interminables, y que temía que llegase su turno de entrar, pues Marie tenía su trasero muy dolorido de la azotaina que había recibido esa mañana, volver a recibir de nuevo no iba a ser nada grato.
    Vio como Carmen salía llorando y sobándose el culo por encima de sus bragas blancas de algodón, apenas pudo ver sus dibujos coloridos, pues en ese instante se levantaba tallándose la falda y acariciándose el culo sobre sus bragas rosas de algodón. Entraba al despacho viendo al Sr. Adams en pie apoyándose con sus manos sobre el respaldo de su sillón.  Acercándose a su mesa, alargo el brazo para entregarle el sobre azul. Abriéndolo el Sr. Adams lo miro y…
(Sr. Adams)  -. Bien Marie! Inclínate sobre la mesa y separa las piernas, sabes bien cómo va a ser esto, no lo hagas difícil por ser hija de quien eres. .- Pasando el Sr. Adams junto a Marie, se colocó tras ella levantándole la falda, e introduciendo los dedos en la cinturilla de sus braguitas rosas de algodón, se las bajo hasta debajo de las rodillas. -. Vaya… veo que hoy no es la primera vez que recibes un correctivo…
     Marie vio que el Sr. Adams pasaba por su izquierda de nuevo, volviendo enseguida con el paddle largo empuñado por su mano derecha, aunque en esta ocasión, Marie no deseo verle y había cerrado los ojos, ella había puesto las notas en los sobres azules, y sabía perfectamente que ponía en la nota de sus interior, pues lo había escrito ella misma como responsable del caso, teniendo que poner el número de azotes que debía recibir cada una de las chicas, y ella misma tuvo que hacer el suyo propio, que como responsable seria mayor número de azotes que las agentes.
    Sintió como los pasos se detuvieron a su espalda, temía ese instante como cualquiera de las chicas, y sus nalgas coloradas temblaban estremecidas y temor.  El primer azote fue terrible para ella, aguantando difícilmente el intenso fuego en sus nalgas, y así se sucedieron uno tras otro hasta quince fuertes azotes, sentía como sus nalgas le abrasaban como brasas al rojo vivo, tras recibir los quince azotes con el paddle. Ella misma sabía que su castigo había acabado, por lo que agachándose con mucha dificultad por el intenso dolor en su culo, sujeto el borde del elástico de la cinturilla de sus bragas y se las subió muy lentamente, sobre todo al pasárselas por sus muy doloridas nalgas, una vez se las subió se acarició el culo con suavidad, pues al contrario que las chicas, ella al tener el trasero dolorido de la mañana, le dolía mucho más, así como mucho más molesta al acariciárselo después de haber recibido quince buenos azotes con el paddle, lloraba desconsolada permaneciendo en pie. Entre lágrimas y moqueando por la nariz se dirigió al Sr. Adams…
(Marie Nelson)  -. Gracias, Sr. Williams por ser comprensivo.
(Sr. Adams)  -. Pequeña no tientes demasiado a tu suerte, en esta ocasión aunque eres responsable de esa metedura de pata de tus chicas, más vale que no se vuelva a repetir, me he enterado que esta mañana has sido castigada por tu padre por culpa de una clienta, y por ello no me he empleado a fondo, te he dado unos azotes con la suficiente dureza para ponerte el culo morado, pero lo repito, no tientes demasiado a tu suerte. Ahora sal fuera y siéntate con tus compañeras…
     Marie no quiso hablar más de lo debido, era cierto, el Sr. Adams no tenía fama de ser blando a la hora de aplicar un correctivo, con ella aunque la había hecho ver las estrellas y le abrasaba su trasero como si estuviera sentada en unas brasas al rojo vivo,  le conocía bien y ella sabía que no se había empleado a fondo. No estaba de más, aunque le hubiera dolido horrores los quince azotes con el paddle de madera, bien sabía que podía haber sido mucho peor, por lo que no estaba de menos ser agradecida por ello.   Salió del despacho como sus amigas, llorando y sobándose el culo por encima de sus braguitas, sentándose al lado de Carmen, colocándose en el asiento de costado como estaban ellas sentadas. Luisa que en un primer momento se había ido, al salir Marie del despacho, la vio sentada al lado de Rose Mery.
     Durante una hora estuvieron las cuatro chicas sentadas en sus asientos, durante ese tiempo tanto una como otra, habían cambiado de posición su trasero varias veces, pues no había forma de permanecer mucho tiempo en la misma posición.  Durante esa hora de espera, el Sr. y Sra. Adams recibieron  tres chicas y dos chicos respectivamente que necesitaban sus servicios, entrando las chicas con sus sobres azules y los chicos con sus sobres rojos.
    Poco después de una hora y media de espera, aún permanecían sentadas las cuatro chicas y aun sollozaban por las desmesuradas molestias en sus traseros, ya no sabían que postura adoptar, pues sus traseros les dolían horrores, siendo más sensibles por el tiempo que llevaban sentadas. Cuando la puerta se abrió saliendo el Sr. Adams, este se dirigió a ellas…
(Sr. Adams)  -. Ha llegado el momento, síganme chicas, ustedes dos dejen ahí sus gabardinas, nadie las va a tocar, vamos…
    El señor Adams caminaba encabezando a las chicas que caminaban tras sus pasos, de dos en dos. Ninguno de los administrativas/os levanto sus cabezas para mirarles al pasar el supervisor, luego una vez había pasado, miraban a las chicas como caminaban sobándose sus traseros por encima de sus braguitas, todas y todos pudieron ver los colores y dibujos varios de sus braguitas, así como sus muy colorados traseros, y las muecas que hacían a cada paso que daban congestionando sus rostros del dolor.  Al llegar a uno de los cuatro ascensores del vestíbulo de la planta, al abrirse sus puertas el Sr. Adams hizo ademan de que entraran primero ellas, durante el tiempo que eran observadas por el Sr. Adams esperando al ascensor, ninguna de ellas se atrevió a sobarse el trasero, aunque las cuatro se estiraban sus cortas faldas, como un auto reflejo por lo nerviosas que estaban, pues a donde las llevaran no tenía pinta alguna de que fuera agradable para ellas.
    Al entrar al ascensor, el Sr. Adams pulso el botón del piso treinta. Al abrirse las puertas salió el señor Adams acompañado detrás pos las cuatro chicas, que al no poder verlas, de nuevo se sobaban el culo, aunque solo Marie utilizo sus dos manos , las otras tres chicas solo utilizaron una mano, pues no deseaban arriesgarse a ser sorprendidas, pues sabían bien que ello desagrada en extremo al Sr. Adams.  El cual se detuvo al llegar a una puerta amplia de buena madera, solo Marie sabia a quien pertenecía ese despacho, era el de su padre. Marie hubiera deseado no entrar en él, a su padre no le iba a gustar nada verla entrar con las culpables de la falta grave cometida por sus detectives.  La puerta fue abierta por una de las secretarias del Sr. Miller, entrando todas al despacho. Mientras al fondo estaba la mesa del Sr. Miller, a su derecha había unos sofás y sillones para recibir visitas, el sofá de cuatro plazas estaba ocupado por el propio Sr. Miller, y dos caballeros más. En los sillones a derecha e izquierda del sofá, estaban sentados una señora a la izquierda y en el de la derecha un caballero más, además de cuatro hombres más que estaban detrás de sofá situados en pie, llevando pinganillos en sus oídos y micrófonos en las solapas de sus trajes, al verlos Marie dedujo que serían personal de seguridad.   El Sr. Adams se sentó al lado derecho del Sr. Miller, quedando en pie las cuatro chicas justo enfrente de los sofás visibles  claramente para todos los presentes.
(Sr. Adams)  -. Bueno Clark, aquí las tienes a las responsables culpables de allanamiento en la oficina del Fiscal General, han sido debidamente aplicados sus correctivos. .- Las cuatro chicas sintieron que sus mejillas le ardían de la vergüenza. .- ahí están…
(Sr. Clark Miller)  -. Así que vosotras habéis invadido los juzgados de las oficinas del Fiscal General aquí presente, Williams has averiguado el motivo que las ha llevado a cometer ese acoso? 
(Sr. Adams)  -. Por supuesto que sí, Clark. Las señoritas Rose Mery Anderson y Carmen López, están estudiando para escribir su Tesis, para un Master de investigación y justicia, con una beca de estudios otorgada por la oficina de la fiscalía, patrocinada por el Sr. Fiscal General aquí presente. Las chicas debían hacer su Tesis sobre informes de casos cerrados, en el departamento de archivos, por lo visto, ante las noticias recientes de una chica desaparecida, han creído que podrían basar su Tesis sobre ese caso, y por voluntad propia no teniendo autorización de estas oficinas, han obrado por cuenta propia, algo que no deberían de haber hecho, saltándose así varios artículos y violación de información bajo sumario, la cual aún no se han pronunciado las autoridades, como puedes ver Clark, estas osadas jovencitas se merecían un buen correctivo. El cual ya ha sido aplicado severamente.
(Sr. Clark Miller)  -. Y las otras dos chicas, en que se han visto envueltas?
(Sr. Adams)  -. Luisa Fernández.  Ha tratado de encubrirlas cuando han llamado de la fiscalía, al estar ella en recepción en esos momentos, por lo que he descubierto, lo tenían todo bien estudiado, en caso de ser sorprendidas como así ha sido.
(Sr. Clark Miller)  -. Muy bien Williams, como siempre no me has decepcionado, pero… Marie… en que está envuelta en este problema?, no me hace ninguna gracia que mi propia hija esté implicada en algo tan grave…
(Sr. Adams)  -. Ella es la responsable de los actos de estas jovencitas, y aunque no está implicada directamente, debería de saber y haber averiguado que pensaban hacer sus chicas, así como no haberlo permitido, aunque después de investigar concienzudamente, ella no sabía nada de lo que pensaban hacer, pero es responsable igualmente, al estar por encima de ellas, las chicas han de informar a su delegada, que es ella.   Por lo cual también, aunque siendo inocente, se ha visto implicada, por ello ha sido castigada de manera conveniente y eficaz.
(Sr. Clark Miller)   -. Bien Williams. Pero seguramente el señor Fiscal deseara ver que han sido corregidas, tal como dices, verdad…
(Sr. Adams)  -. Chicas!!! Daos la vuelta!!! Bajaros las bragas!!!   Y levantad vuestras faldas que puedan juzgar el estado de vuestros traseros…
     Las cuatro chicas terriblemente avergonzadas, se dieron la vuelta, introduciendo sus manos bajo sus cortas faldas, se bajaron las bragas para luego levantarlas dejando claramente visibles sus amoratados traseros, pues las cuatro tenían el culo morado. Las cuatro deseaban que se las tragase la tierra, estaban mostrando sus culos amoratados a nueve hombres maduros y dos mujeres, resulto algo muy bochornoso para ellas. Pero no obedecer hubiera sido peor…
(Sr. Clark Miller)  -. Bien Williams, como siempre tu trabajo es encomiable, buen trabajo. Que se arreglen la ropa y te las llevas, mañana a primera hora deseo que les apliques un buen mantenimiento a las cuatro sin excepción, esto no puede volver a repetirse, que unas simples estudiantes hagan perder su valioso tiempo a un Fiscal General.  

(Continuará…)





   

martes, marzo 26, 2019

EL SHERIFF DE SPANK CITY SPRING´S Capitulo 12


                             EL SHERIFF DE SPANK CITY SPRING´S         CAPITULO   12


    …En el pasillo hacia las celdas había un silencio espectral, cuando la comisaria Sarah abrió la puerta llevando a Pluma Blanca de vuelta a su celda,  sujeta del brazo izquierdo la acompaño a su celda. La muchacha piel roja apenas levantaba los pies del suelo, así que,  casi iba arrastrándolos para no tener que levantarlos del suelo, pues de levantarlo sentía un fuerte pinchazo en el culo.   Sus manos las mantenía a su espalda sobándose el trasero, el cual lo sentía que ardía muy intensamente, acababa de recibir una azotaina a manos del Marshall con el cinturón.
    Penélope y Maggie la observaban en silencio viendo como llegaba su joven amiga, sus ojos tristes por la suerte que había corrido la amiga por su culpa, por ayudarlas a escapar de la cárcel. Desde sus celdas habían podido escuchar el sonido del cinturón del Marshall, y como resonaban sobre el trasero de Pluma Blanca, al igual que escuchaban como la regañaba el Marshall por lo mal que le habían hecho quedar, estaba muy ofendido por las burlas y risas que había tenido que aguantar. La comisaria Sarah, la acomodo en su camastro, la joven se dejó que Sarah la sostuviera para no tener que sentarse, para luego poder colocarse de costado echada, sollozando sobre la almohada.  Penélope y Maggie se miraban entre ellas intrigadas, ahora una de ellas sería la siguiente, ya no se mostraban tan altivas o descaradas dirigiéndose hacia la comisaria Sarah con insultos, así como sus bravatas como habían hecho durante la ruta.  Ahora estaban angustiadas en silencio  temían que el Marshall fuera muy severo con ellas.  Después de ocuparse de la infeliz Pluma Blanca, se retiró hacia el pasillo para coger las llaves de las celdas, volviendo aparecer a los pocos segundos y abría la celda de Penélope Watson.
(Sarah)  -. Vamos Penélope!  El Marshall te está esperando en su despacho, vamos ponte en pie… no te hagas la remolona ahora!  No me apetece recibir  por tu culpa,  aun recuerdo de la última que me dio, y si me demoro demasiado así será como acabare, vamos…!
      Sarah se acarició el culo con la mano izquierda, pasando la palma de su mano de arriba abajo, pasándosela por su nalga izquierda, aunque hacía ya unos días que había recibido la azotaina, aun la recordaba al tenerla grabada en su mente y aun tenia leves molestias. Deteniéndose unos segundos al abrir la celda, recordó lo severo que fue con ella el Marshall, la dejo con el culo ardiendo en llama viva! Pero acabo la azotaina con la mano, haciéndola disfrutar como hacía años que no disfrutaba con una buena azotaina, cuando su marido aún vivía. Sintió como su entrepierna se humedecía con el grato recuerdo.
     Penélope se levantó lentamente sobándose el culo con las dos manos, aun sentía dolor,  tras la azotaina de días atras, estiro del borde de su conjunto bajándose la falda, pero poco podía estirar dada su brevedad.  Salió de la celda mirando al suelo, Sarah volviendo a la realidad dejo de soñar despierta, haciendo salir a la joven de su celda.  Una vez en el pasillo…
(Sarah)  -. Veamos si vas correctamente… levántate la falda. .- Penélope la miro extrañada, se preguntaba a que venía aquello, pero una palmada en el culo, la hizo obedecer. -. Ajústate bien las braguitas, no puedes presentarte ante el Marshall con las bragas metidas en el culo, cochina!!   O quieres que te dé yo encargue de darte una azotaina ahora mismo?
(Penélope)  -. Lo va hacer tu p…
      Penélope no pudo acabar el insulto dirigido a la comisaria, Sarah.  En el pasillo había una pequeña banqueta, que servía para encender el farol para iluminar el pasillo. Sarah apoyo en ella su pie izquierdo, y agarrando a la joven Penélope la coloco boca abajo sobre su muslo izquierdo, la corta falda gris, al quedar inclinada hacia adelante exponiendo así el trasero, quedo por encima de su cintura dejando sus braguitas a la vista, al tenerlas entre sus nalgas, la azotaina  comenzó a dársela  la comisaria, directamente sobre sus nalgas desnudas, la firme mano de la agente de la ley pronto caldeo el trasero de la joven,  dada la sensibilidad de su trasero al permanecer aun con  marcas, así como tener el culo morado  y a los pocos azotes  esta se puso a llorar, deteniendo su mano dejando que fuera su jefe quien se encargase de ella.  Así que  introduciendo sus dedos entre el ribete de las perneras de las braguitas las cuales esa mañana se las había cambiado limpias, siendo como era habitual blancas y con unos  dibujos  en color verde en relieve de flores,  ella misma se las coloco bien tensas cubriéndole el colorado trasero, y el elástico ribete de las ajustadas perneras mordiendo sobre la base de sus nalgas.
     La comisaria jadeo agotada después de calentarle el culo, o eso pensó Maggie desde su celda, que no perdió detalle alguno de cómo su hermanita recibía una azotaina. Pero la realidad solo la sabia la comisaria, del porqué.  Sus cortos shorts tejanos, al colocar el pie sobre la banqueta, la costura gruesa del fondillo del corto short, se le había introducido en su entrepierna, al igual que sus braguitas marcando así, más pronunciado su sexo, como sus labios abultados del mismo. Como resultado de esa presión sobre su sexo, cada vez que estiraba su brazo derecho y ladeaba su cintura para que su mano tuviera más impulso, el fondillo de sus shorts se le introducían más, causándole un roce delicioso en su sexo, le propino en el trasero de la joven una buena y bien administrada cuarentena de azotes, lo que significaba para Sarah, que sus shorts le rozaron su entrepierna unas cuarenta veces, las cuales bastaron para que tuviera un intenso orgasmo, no pudiendo evitar su jadeo final.  Al soltar a la joven, rauda se llevó sus manos al culo para sobárselo, la comisaria Sarah, aprovecho que no era observada por la joven, para introducir sus dedos pulgares bajo sus shorts y estirarlos, al igual que sacarse el fondillo de sus braguitas introducido en su sexo, comprobando que  tenía muy mojadas sus bragas, y que el Marshall podría darse cuenta de su humedad.
     La comisaria la sujeto del brazo, tirando de ella  la condujo al despacho de su jefe.  Al entrar al despacho, este leía en ese momento una carta que le habían entregado en la oficina de telégrafos, Sarah se detuvo sosteniendo a Penélope del brazo ante su mesa, esperando instrucciones.  Pero el Marshall ni levanto su vista para mirarlas, siguió leyendo como si ellas no estuvieran allí ante él.
    Como la comisaria la mantenía sujeta del brazo izquierdo a la joven, con la mano derecha se acariciaba el culo por encima de sus braguitas, que le ardía bastante después de la reciente azotaina, así como aligerando la presión del elástico de la pernera de las braguitas, aprovechando para acariciarse el culo bajo sus bragas, pasando los dedos bajo el elástico que presionaba sobre su nalga derecha, sintiendo alivio al no sentir  por un instante la presión del ribete ondulado con su  elasticidad, que la incomodaba bastante.
     Sarah, la comisaria observaba de reojo a Penélope como se sobaba el culo bajo sus braguitas, ella hubiera hecho lo mismo de poder hacerlo, de no llevar unos ajustados shorts, aunque apenas sentía molestias desde que recibiera su última azotaina, su jefe el Marshall le había dejado claro que con él no se juega, sus leves molestia aún se lo recordaban.  Así pasaron varios minutos, esperando ante el Marshall que se dignara a mirarlas, pero este no les prestaba atención alguna, le daba la vuelta a la carta una y otra vez, ya no estaba leyéndola, solo la observaba de una cara y otra, moviendo su cabeza negativamente.  Pero sin decirles a ellas ni palabra, la comisaria Sarah trataba de averiguar qué era lo que su jefe tramaba, o solo deseaba  poner más nerviosa a la joven creándole angustia ante la espera.  Y lo estaba logrando, Penélope estaba por perder la poca serenidad que tenía, la comisaria la vio  que en cualquier momento  la joven podía romper a llorar,  de los nervios así como por el brillo de sus pupilas, así como la enorme angustia que sentía, o su temor a ser castigada en breves momentos. Hasta que el Marshall se dignó a levantar su mirada hacia las dos mujeres, observándolas  desde sus piernas levantando la mirada a sus ojos,  con una sonrisa socarrona en sus labios.
     Este, se levantó de su silla, levantándola del suelo cargo con ella agarrándola del respaldo,  la llevo entre su mesa y hacia la ventana, colocándola justo delante, y a la izquierda de la puerta. Las dos mujeres se mantenían en pie delante de la mesa, Penélope a su derecha y Sarah a la Izquierda quedando así de costado hacia el Marshall, que estaba a la izquierda de Sarah, su comisaria.  El Marshall anduvo apenas los tres metros que le separaba de las chicas, observando como temblaba la joven Penélope al escuchar sus pasos tras ella, asi como se colocaba entre las espaldas de ambas mujeres.
     La sorpresa fue para Sarah al notar como el Marshall la agarraba de la cintura de sus shorts tejanos, al sentir que tiraba hacia arriba de ellos desde la cintura, los cortos shorts se le introdujeron entre sus nalgas, asomando claramente las perneras de sus bragas amarillas de encaje. Sarah estaba sorprendida, pero su sorpresa duro poco, pues el Marshall levantándola del suelo al tirar de la cintura de sus shorts, quedo suspendida en el aire en volandas con su cuerpo curvado como una “U” a la inversa, así cargando con su comisaria la llevo suspendida en el aire hasta la silla, el cual al sentarse sobre la silla, dejo a Sarah depositada sobre sus rodillas boca abajo, empezando a darle una azotaina con su mano derecha, manteniendo los dedos de la mano juntos y rígidos, así le estaba propinando una fuerte azotaina con la palma de su mano derecha, que más que ser una mano, para Sarah parecía ser un gran paleta de madera. Al tener los shorts introducidos entre sus dos redondas medias lunas, la azotaina la estaba recibiendo en su trasero recubierto por las bragas amarillas de encaje, las cuales pronto transparentaba entre el encaje lo coloradas de sus nalgas, la azotaina fue breve apenas una cincuentena de fuertes azotes, que la hicieron durante la azotaina menear sus caderas, así como retorcer sus piernas la una contra la otra. Cuando la soltó permitiendo levantarse, al estar en pie se sobaba el culo con fuerza, pues le ardía como brasas al rojo vivo.
(Marshall)  -. Bien, Sarah!  Te he advertido esta mañana sobre esos ridículos pantaloncitos, como te vuelva a ver con ellos te vas a enterar de lo que es bueno, ahora me he lastimado la mano, pero si te vuelvo a ver con ellos, te aseguro que no me dolerá la mano!!! .- Sarah miraba hacia su jefe con los ojos encendidos en sangre de la rabia, no le había gustado nada recibir esa azotaina delante de la joven Penélope, y el culo lo sentía que le abrasaba por la azotaina, sobándose por encima de las bragas, pues sus shorts todavía los llevaba incrustados entre sus nalgas, le había parecido que la mano de su jefe era de piedra de granito por su dureza. -.  Ves preparando los caballos vamos a salir tú y yo de batida, acabo de recibir esta nota, me notifican  que las hermanas Watson se encuentran en el campamento de Oso Gris retenidas. Así que prepara víveres para cuatro jornadas, ten en cuenta que el regreso seremos cinco bocas que alimentar.  Así que ponte algo más acorde para cabalgar varios días…Estas muy atractiva con esos shorts, pero si no deseas sentir el cinturón en él culo, más te vale vestir de manera más acorde a una agente de la ley, ahora no estamos en el árido desierto solos, estamos en la ciudad por lo que puede ocasionar problemas que una agente de la ley, se vista tan descaradamente.    Entendido!!! -. Sin dejar de sobarse el culo, Sarah asentía con la cabeza. -. En esta nota encontraras lo que debes preparar, para nuestro viaje, repásalo bien antes de salir por esa puerta...   Bien, cámbiate de ropa y sal inmediatamente a hacer las tareas encomendadas, y directa al almacén general sin entretenerte.    Y tu Penélope ha llegado tu turno!!!   Ahora vamos a hablar detenidamente tú y yo…
      Sarah al salir de la oficina se quedó tras la puerta, no tardó mucho en escuchar sonidos procedentes del interior de la oficina, así como llorar a la pequeña Penélope. Entonces emprendió camino al almacén general para realizar los preparativos para el viaje. El andar hacia el almacén fue lento, pues no podía caminar a un paso más ligero por las molestias en sus nalgas.  Mentalmente maldecía al degenerado del Marshall por la azotaina que le acababa de calentar el culo. Tal y como aconsejo el Marshall abrió la nota y la leyó con calma.  Varios vaqueros le silbaron a su paso, al ir vestida tan provocativa llevando aun sus shorts introducidos entre sus nalgas mostrando no solo sus bragas amarillas, si no, también el culo colorado  y con sus torneadas piernas luciendo su cuerpo, así como al darles la espalda volvían a silbarla por como marcaba su trasero en los ajustados shorts. Respondiendo ella dándose la vuelta y colocando su mano derecha sobre la culata de su revólver, iba a tirar de él para disparar a los rudos vaqueros y darles una lección. Cuando sonó un disparo proveniente de la puerta de la cárcel.  Los vaqueros ante la clara amenaza miraron de donde había provenido el disparo, la vieron muy decida a desenfundar su arma si la provocaban, pero su revolver salió despedido limpiamente de entre sus dedos.  Miro su mano sorprendida de que ni le hubieran rozado ninguno de sus dedos por la bala al desarmarla.
      Pero su sorpresa fue mayúscula al  volverse para ver de dónde había partido aquel disparo, viendo a su jefe que avanzaba hacia ella con su rostro congestionado de la ira, y empuñando en su mano derecha un cuchillo modelo Bowie.  Sarah se quedó inmovilizada entre sorprendida y aterrada al verle llegar ante ella, y más aún, cuando paso el cuchillo entre su muslo izquierdo y el short cortándolo de un solo tajo, e hizo lo mismo con su entrepierna cayendo este al suelo, quedando en medio de la calle en bragas.  Sarah se cubrió su desnudez cruzando sus manos en su entrepierna, cuando sintió en sus caderas la presión de las fuertes manos de su jefe, que la izaron del suelo bruscamente colocándosela sobre su hombro izquierdo, así cargando con su peso, se agacho para recoger el revolver de la comisaria de entre el polvo de la calle, e introduciéndolo en su cintura, con la mano izquierda sujetaba a Sarah por debajo de las rodillas para que no pudiera patalear, golpeándole en el estómago a patadas, y con la mano derecha la iba dando sonoros azotes en el culo por encima de sus bragas amarillas de encaje,  el rostro Sarah estaba colorado de la vergüenza por las risotadas de vaqueros y transeúntes que al ver  como la había puesto sobre sus hombros, y  como se dirigía a su oficina, iban andando riéndose tras el Marshall quedándose reunidos en la calle, al entrar el Marshall en su oficina cargando sobre su hombro a su ayudante.   Nada más entrar, sin cerrar la puerta dejándola abierta de par en par, desde la calle pudieron ver como el Marshall se apoyaba sobre su mesa quedando semi sentado sobre ella, bajando a Sarah de su hombro, la cual  quedo sobre su muslo  izquierdo echada boca abajo  y apoyando su pecho sobre la mesa, el Marshall viendo a todo el pueblo reunido ante la puerta, sin dudarlo un instante le bajo las bragas a su ayudante hasta las rodillas, exponiendo su colorado trasero a todos los ciudadanos congregados a la puerta de la oficina. Metiendo la mano en la caña de su bota derecha, extrajo un viejo cepillo de madera, comenzando acto seguido a calentar el culo desnudo a su ayudante.  
    Sarah sentía como el cepillo azotaba sus desnudas nalgas, ya en esos momentos lo sentía que ardía horrores, pero entre la indignación de dejarla en bragas en plena calle, así como ver en el rincón acurrucada en cuclillas  a Penélope que se sobaba el colorado trasero, ello le daba coraje para aguantar la azotaina que estaba recibiendo, aunque el culo ya lo tenía en llama viva y cada nuevo azote del cepillo le hacía ver las estrellas, pero aun así el orgullo podía más que el castigo en sus nalgas desnudas. Sus piernas estiradas se movían de derecha a izquierda, las separaba hasta que sentía que ya no las podía separar más por la traba de sus bragas bajadas a sus rodillas, a cada nuevo azote de cepillo de su garganta brotaba un lastimero gemido, aunque con su fuerza de coraje estaba aguantando bien “entre comillas” la severa azotaina. Escuchaba susurrar en la calle a ciudadanos de fondo, pero el culo le abrasaba de tal manera que no podía saber que le estaban viendo recibir la azotaina, pues para poder tolerar la azotaina estoicamente cerraba los ojos con fuerza, ello la ayudaba a concentrarse en no ponerse a llorar, algo que dado el fuego intenso que sentía en el culo, cada nuevo azote tenia que hacer esfuerzos para no llorar del intenso dolor, pues su jefe el Marshall, se estaba empleando a fondo en darle una buena lección.
      Pero los minutos iban pasando, y el intenso ardor en su trasero iba en aumento a cada minuto, continuaba con sus piernas moviéndolas lentamente de un lado a otro, así como las abría hasta que la traba de sus propias bragas hacían de tope y ya no le era posible abrirlas más, entonces las cruzaba izquierda sobre la derecha, una contra la otra estirándolas hasta que de nuevo sus bragas trababan de nuevo sus piernas, pero a partir de cierto momento, sus piernas ya no la obedecían pasando a patalear de manera alocada hasta que la traba de sus bragas que se estiraban dada su elasticidad, llegaban a un punto que ya no cedían más, y con el alocado movimiento de piernas sus bragas amarillas de encaje salieron despedidas de sus pies, cayendo en la misma puerta de la cárcel, las cuales las recogió un vaquero del suelo, haciendo comentario soez del estado de humedad que tenían sus bragas.
     Sarah alarmada por aquellas palabras, hizo el esfuerzo de girarse sobre sí misma para mirar tras ella, logrando a pesar del intenso dolor en su culo desnudo, mirar por detrás de la espalda del Marshall, solamente durante un par de segundos consiguió mirar, suficientes para ver que la puerta de la cárcel estaba abierta y ver la multitud congregada viéndola recibir la azotaina con el cepillo.  En ese momento se sintió avergonzada desde la cabeza a los pies, de tal manera que bajo la guardia, rompiendo a llorar desesperadamente, tanto por el intenso fuego que sentía desbordado en su trasero, como por la vergüenza e impotencia de ser observada por los ciudadanos de Spanks City Spring´s, que la podían ver como abría y cerraba sus piernas mostrando así toda su más íntima intimidad, la vergüenza resulto  tal,  que lloraba y berreaba a cada nuevo azote en el culo, mucho más por abatimiento personal como de  su vergüenza.
     En ese momento el Marshall  dejo de calentarle  el culo, soltándola su mano izquierda de  la cintura que la mantenía bien sujeta y con firmeza sobre sus rodillas. Sarah al quedar libre, cayó al suelo al dejándose caer hecha un ovillo cubriendo así su desnudez, y con sus manos posadas sobre su trasero, ella no se lo podía ver, pero tenía un color colorado intenso lo que resultaba en el aura alrededor de sus nalgas, mientras el centro del trasero se mostraba claramente color morado por la severa azotaina que había recibido con el cepillo….
    El Marshall dio por acabado el espectáculo que Sarah había dado, cerrando la puerta, pero para Sarah aún no había acabado. El Marshall la levanto del brazo izquierdo haciéndola poner en pie, y se la llevo hacia el pasillo de las celdas encerrándola en una celda.  En la cual solamente había una silla de madera, en la cual se sentó el Marshall y coloco sobre sus rodillas a su comisaria boca abajo, continuando la azotaina ahora solo con la mano, pero para Sarah aquello resulto inesperado, pues creía que había terminado con ella, pero su trasero le abrasaba como mil demonios  recibiendo otra azotaina con el culo desnudo, la mano del Marshall volvía a demostrar lo dura que era, Sarah solo hacía que mearse sobre el regazo, mientras su jefe continuaba la azotaina. Cuando dio por acabada la azotaina, se levantó de la silla, pero a su vez la hizo sentar a ella sobre la dura silla de madera, no tardando en sentir en su desnudo trasero que aquella silla no era como las demás, el asiento de la misma pellizcaba sus nalgas de forma insospechada causándole la  sensación de estar sentada sobre un hormiguero, a los pocos minutos solo hacía que sollozar y en ese momento tuvo la posibilidad de mirar entre sus piernas, viendo el porqué de aquel hormigueo tan molesto, el asiento de la silla no era de dura madera, si no, de flexible mimbre por ello si movía el culo, parecía que la estuvieran pellizcando las nalgas, entonces fue colocar sus manos sobre el asiento para así levantar el culo, pero para su sorpresa tenia los brazos sujetos por las muñecas con unas correas al respaldo, de forma que sus brazos colgaban de sus hombros rígidos y rectos a sus costados, impidiendo poder moverlos. La silla era lo suficientemente alta, para que sus pies no tocaran el suelo, por lo que cualquier movimiento hacia que tuviera la impresión que le estaban dado pequeños mordiscos en sus doloridas nalgas.
      Desde el amanecer de su llegada, tenía la incertidumbre de para que servía esa celda sin camastro, y con solo una silla alta por mueble, ahora lo estaba comprobando y lo estaba haciendo de la manera menos sospechada por ella, siendo ella la protagonista de averiguar su uso.
(Marshall)  -. Así aprenderás a obedecerme cuando te diga que has de vestir de manera acorde al puesto que ocupas. Ya te he advertido que no te quería volver a ver con esos ridículos pantalones, y para colmo ibas a disparar contra unos vaqueros, por ir medio desnuda por la calle, porque se burlaban de ti, pues ahora se han burlado y reído mucho más… Cuando yo te diga cámbiate de ropa, iras rauda y ha velocidad del rayo a cambiarte, o te daré tal azotaina que no olvidaras en mucho tiempo…. Y puedes estar bien segura de que esta la vas a recordar, cuando lleves una hora ahí sentada vas a saber lo que es bueno, en la capital le llaman “La educadora”… Es idónea para chicas que no se saben comportar como es debido.   En el tiempo que la tengo, nunca he creído que la tuviera que utilizar, pero ya ves lo que son las cosas…  Ahora puedo encargarme de las chicas sin preocuparme que la vuelvas a armar parda….!!!   Dentro de una hora vendré a sacarte de ahí, espero que para entonces hayas aprendido la lección…

     Sarah se quedó en la celda encerrada, apenas llevaba unos minutos y ya deseaba que la sacaran de esa silla endiablada… Nunca hubiera imaginado que una simple silla de mimbre podría ser aquel suplicio.   Estando vestida sería una de las sillas mas cómodas, pero teniendo el culo ardiendo como  brasas al rojo vivo, sumado a la inflamación del culo, estar sentada en esa silla parecía tener el culo en un avispero.

     El Marshall Williams volvió a su oficina encontrando a Penélope de pie en el rincón, lugar donde la había dejado al tenerse que ocupar urgentemente de su comisaria. La muchacha al verle aparecer de nuevo en la oficina su cuerpo se estremeció temblando de terror, ante la severísima azotaina que había presenciado que le daba a su ayudante, solo de pensar la que iba a darle a ella, hacía que su cuerpo temblara como un flan.  Antes de verse obligado a abandonar la oficina, la había colocado sobre sus rodillas y le dio una azotaina por encima de las braguitas blancas y con dibujos en relieve de plantas en color verde. Viendo cómo se acercaba a ella, se acurruco apretando sus muslos, de no hacerlo se hubiera hecho pis encima. El Marshall la vio que iba a tener un accidente por como juntaba sus muslos, por lo que con rapidez…
(Marshall)  -. Penélope! En esa puerta tienes una letrina, ves y haz tus necesidades!

     Tras varios minutos Penélope volvió a la oficina, el Marshall la esperaba sentado en la silla, en la cual le había dado una breve azotaina, teniendo que dejarla y salir en busca de su ayudante. Resignada a su suerte, fue hacia el Marshall colocándose a su costado derecho, complacido por la obediencia de la joven, la coloco sobre sus rodillas empezando a darle una azotaina con la mano sobre sus braguitas. Durante varios minutos aunque no se esmeró demasiado al castigarla, sabía que la joven estaba aún muy dolorida, la cual lloraba desconsolada prácticamente desde los primeros azotes. Con el culo más colorado que un tomate maduro, la dejo levantarse de sus rodillas, sujetándola del brazo la llevo el mismo a su celda, dejándola entrar a su celda y se acurruco en su camastro sollozando boca abajo.
Cerrando la celda de Penélope, luego abrió la de Maggie dirigiéndose a ella…
(Marshall)  -. Maggie ha llegado tu hora, vamos…
     Maggie salió de su celda delante del Marshall, al pasar por delante hizo ademan de escupirle al rostro, pero una bofetada con la mano abierta le hizo desistir su intento, pasaban por delante de la celda en la que estaba Sarah sentada, pudo ver su rostro congestionado por el dolor del trasero, no imaginaba que la congestión de su rostro además de tener el culo ardiendo y muy dolorido, sentía pinchacitos horribles al permanecer sentada sobre aquella silla de mimbre.  Maggie continuo andando hacia la oficina sonriendo al haber visto  como la ayudante, congestionaba su rostro del dolor en su trasero,  sonrisa que no permaneció mucho tiempo en sus labios, el Marshall caminaba tras de ella, en cuanto se quedaba atrás Maggie. El Marshall  Williams le daba un buen azote  en el trasero sobre corta la falda de su conjunto gris, haciéndola aligerar su paso. Una vez en la oficina Laura acababa de entrar en la comisaria portando una bolsa, en la cual llevaba ropa para Sarah.
(Laura)  -. Buenos días Marshall, aquí traigo lo que me ha encargado para Sarah, su hija Alberta me la entregado… Ah! Veo que tiene aquí a la más sinvergüenza de las Watson aquí, con todos los problemas que nos ha ocasionado, de buena gana me encargaba yo de ella de calentarle el culo… Se merece una buena azotaina con el cinturón…
(Marshall)  -. Ya que lo dices Laura! Encárgate tú misma de ella, yo debo ir a hacer una visita a la tía de Allison, a ver si es cierto lo que me han dicho de esa familiar que ha venido en su lugar. Tengo que reconocer que el culo de Sarah es más duro de lo que pensaba, si no fuera tan cabezota sería una gran mujer, no me ha gustado tener que darle tan severa azotaina, pero se la buscado ella.
     El Marshall Williams abandono la oficina, apenas había andado unos cincuenta metros que escuchaba a su espalda los sonidos característicos de azotes, provenientes del interior de su oficina, Laura estaba cumpliendo sus órdenes al pie de la letra.  En pocos minutos estuvo en la entrada del hotel, en recepción no había nadie, por lo que llamo pulsando la campanilla golpeando sobre el pulsador.
    Un hombre bajito y trajeado salió poniéndose detrás del mostrador…
(Recepcionista) -.  Que desea sheriff?
(Marshall)  -. Marshall,… Marshall del estado, recuérdelo para una próxima vez, quisiera ver a la mujer que ha venido a buscar a Allison, me han dicho que se hospeda en este hotel…
(Recepcionista)  -. Debe referirse a la Sra. Winston llego hace unos días, está en la… habitación ocho, primer piso.
    El Marshall subió las escaleras hasta el rellano del primer piso, no tardando en encontrar la habitación indicada, se podían escuchar gritos a través de la puerta, una voz de mujer desconocida para el Marshall en el interior.  Llamo a la puerta con los nudillos de su mano derecha, y segundos después se abría…  apareció una señora entre los cuarenta o cuarenta y cinco años, vestida únicamente con un albornoz.
(Sra. Winston)  -. Qué!!! -. La mujer estaba claramente enfadada al abrir la puerta, pero cambio su tono de voz, al ver al de la estrella en el pecho. -. …Perdón Sheriff pero esta niña me saca de mis casillas, que desea usted?
(Marshall)  -. Hola… Esta perdonada, vengo a cerciorarme de que la pequeña Allison está bien, y usted es, quien dice ser… Tiene documentos que acrediten quien es usted, y por supuesto ver a Allison que confirma quien es usted… .- Al fondo de la habitación vio a Allison en camisón. -. Allison! Quieres acercarte… Quieres decirme quien es esta señora?
(Allison)  -. Hola sheriff Williams, es mi prima Betty Winston es hija de mi tía, la conocí siendo una niña, ese ella, no es una farsante, pero es una bruja…!!! Y no me voy a poner ese vestido!!!
(Betty Winston)  -. Te he comprado varios vestidos y te lo vas a poner!!!   Perdone usted Sheriff, esta niña esta endiablada, no sé dónde ha aprendido esos modales?
(Marshall)   -. Sra. Winston soy el nuevo Marshall del estado, no el sheriff… Y si Allison la reconoce, no tengo nada que añadir, salvo que la pequeña Allison solo entiende la mano dura, con unos buenos azotes lo solucionara en un momento, la joven se ha criado sin unos padres que la pongan en su lugar, y servir durante años de camarera, ha hecho que sus modales sean muy deficientes…
(Betty Winston)  -. Srta. Winston, Marshall! Perdone mi error… en cuanto a ti pequeña sabandija!!! Marshall, voy a seguir su consejo…
     Allison caminaba hacia atrás viendo que su prima se acercaba hacia ella, con  rostro que no le gustó nada a la pequeña Allison. Tropezando al andar hacia atrás con la cama, cayo tumbada boca arriba, viendo como su prima se sentaba a su lado sobre la cama, al hacerlo se le abrió el albornoz mostrando la belleza de sus piernas al Marshall, la mujer enfrascada en su labor, no se dio cuenta que enseñaba más de lo que el pudor de una dama debe mostrar, enseñando no solo sus piernas, si no, sus muslos abiertos y su entrepierna al no llevar bragas. Betty Winston inclinándose de costado hacia Allison la agarro de la muñeca izquierda y tirando de ella coloco a la muchacha sobre sus rodillas boca abajo, con esfuerzos le subió el camisón hasta poder descubrir sus braguitas blancas de lunares verdes, rojos y amarillos, e inmediatamente empezaron a sonar unos buenos azotes sobre el culo de la joven Allison. Pataleando con sus piernas y golpeando con sus manos sobre la cama de la rabia, la azotaina se prolongó varios minutos, hasta que Allison se mostró bastante más dócil, soltándola permitiendo que se levantara de su regazo, al ponerse en pie, Allison se sobaba con fuerza el trasero con sus manos. Mientras con una sonrisa de triunfo aparecía en el rostro de Betty Winston.
(Betty Winston)  -. Gracias, Marshall tenia usted razón, es lo que le hacía falta…
(Marshall)   -. No es por nada señorita Winston, pero debería usted cubrirse un poco y ponerse algo debajo, no le parece…
    Al escuchar sus palabras se miró a sí misma, viéndose que el albornoz lo tenía abierto y se le había subido, mostrando no únicamente sus piernas, si no, su desnudez del ombligo hacia abajo y al abrirse el albornoz con el esfuerzo de darle la azotaina a su prima, mostraba también sus pechos al aire.
(Betty Winston)  -. Será cerdo!!! Hijo de mala madre!!! Cabron!!! No le da vergüenza estar ahí parado mirándome, sooo cerdo!!! Puerco!!! 
     Al tiempo que le maldecía andaba hacia él con el albornoz abierto, al tenerle cerca empezó a aporrearle con los puños sin apuntar a donde golpeaba, dándole en los brazos, pecho y con las piernas dándole patadas en las espinillas hasta una patada subió a su entrepierna, que por fortuna para el Marshall pudo detener a tiempo. Hasta que se le acabo la paciencia…
(Marshall)  -.  Señorita Winston!!!  Está visto que a usted le hacen falta buenos modales, para empezar quien ha abierto la puerta en paños menores ha sido usted! La desvergonzada que ha permitido que se le habrá el albornoz ha sido usted, la que no lleva bragas eres usted!, la que ha mostrado el cuerpo desnudo desvergonzada es usted!, la cual en vez de cubrirse, sigue con el albornoz abierto es usted!, así que ahora voy a ser yo quien la de señorita una buena azotaina… porque ha faltado gravemente el respeto a la autoridad!!!
    Betty Winston no hizo nada por escapar, estaba amedrentada por la amenaza del Marshall, la cual consintió que el agente de la ley la colocara boca abajo sobre sus rodillas, al sentarse previamente sobre la cama, retirando el albornoz le dejo con el culo al aire comenzando una fuerte y sonora azotaina sobre su trasero desnudo, en pocos minutos tuvo el trasero colorado como un tomate maduro, mientras los azotes resonaban por todo el hotel, cuando acabo de darle la merecida azotaina en el trasero dejándola echada sobre la cama sobándose el culo a dos manos, el Marshall abandono la habitación cerrando la puerta.
    Allison se acercó a su prima tumbándose a su lado boca abajo sobándose el culo por encima de sus braguitas, y alargando su mano derecha la puso sobre el ardiente trasero de su prima acariciándoselo.
(Allison)  -. Que calentito tienes el culo prima!
(Betty Winston)  -. Tenías razón! El Marshall es un hombre con poca paciencia, y  tiene una mano dura como el granito, tendremos que quedarnos una temporada por esta ciudad, hay que probar más esa mano…”AYY” Como duele…  No te parece?


(Continuará…)