domingo, julio 26, 2015

DISCIPLINA EN LA UNIVERSIDAD CAPITULO 9


                                                                      CAPITULO  9

 

       Sonia y Laura colgaron el teléfono después de escuchar como su amiga Elisabeth, era castigada por su madre. Nadie nombro que usaba el cepillo para la azotaina, pero lo rápido del ruido de los azotes, así como su sonido, como lo rápido que Elisabeth rompió a llorar, enseguida lo pensaron ambas; es el cepillo de madera. Sonia y Laura pensaron que sería muy excitante escuchar como su amiga era castigada, e imaginar cómo iba meneando su trasero, o lo rojo que le lo pondrían, pero no fue así y Sonia colgó la llamada del teléfono de Elisabeth, para luego despedirse de Laura, lamentando la mala idea que había sido. Pues las dos estaban muy apenadas al escuchar a su amiga ser castigada, no resulto ser lo que esperaban.

       Permaneciendo en su habitación, Sonia se desnudó no sin serios problemas, cada vez que debía encorvar su cuerpo para dejar las prendas sobre la cama, ya que en pocas horas se la tendría que volver a poner, por lo tanto hasta que no tuviera otro uniforme universitario, debería utilizar este mismo.   Se metió en la ducha una vez que el agua alcanzo la temperatura idónea, y se dejó que el agua cayera sobre su cuerpo, agarro el bote del gel de baño, y dejando caer unas gotas sobre una esponja, se enjabono todo su cuerpo, cuando le llegó el turno a sus nalgas, paso la esponja con mucha delicadeza, su rostro era como un concierto de muecas de dolor, a cual más expresiva. Al momento abriendo de nuevo la ducha se aclaró toda la espuma de su cuerpo, una vez acabado. Descolgó el teléfono de la ducha y apuntando al suelo, quito el agua caliente, para dejar nada más la fría. Una vez que salía fría, enfoco el agua a sus doloridas nalgas, pensó que le aliviaría el agua fría, y así fue, pero también los chorrillos de agua que al ser fría, salía con más presión, sobre sus nalgas eran como agujas clavándosele en ellas, lo que pensó que sería un alivio enfriar el intenso fuego de sus nalgas, se convirtió en todo un martirio. Pero a pesar del dolor que le producía el agua, al tiempo sentía que sus nalgas ya no le quemaban tanto, al poco rato aquellos pinchacitos se convirtieron en todo un placer, lo que la llevo a acariciarse inconscientemente la entre pierna, y breves minutos después sintió su sexo como un volcán de puro fuego, explotar en un intenso orgasmo.

      Salió de la ducha una vez que se había secado con la toalla, desnuda. Pues vivía sola en la casa enfrente de la universidad Lewiston y las viviendas adosadas pertenecían a la universidad, pero eran los pabellones destinados a los chicos, por lo tanto, los pabellones de las chicas quedaban bastante retirados para ir andando en el estado que se encontraba, hubiera sido un verdadero infierno. Ya en su habitación de nuevo se acercó al armario y saco una blusa blanca, se la puso abotonándola despacio, solo con la blusa se la veía muy sugerente, con el contraste del color rojo intenso de sus nalgas. En esos momentos le vino a la mente la manera que se había dejado convencer por dos chicas, para llevar a cabo la locura de ser disciplinada como a una vulgar alumna.

     Lo cierto es que de siempre le habían atraído los azotes, desde jovencita con apenas trece años ya había fantaseado muchas veces con ser castigada con una buena azotaina, e incluso las había llegado a provocar para ser castigada, en aquellos años no resultaba nada difícil ganarse una azotaina, sobre todo el ser una chica hacia que tanto en la escuela como en casa, no le resultase difícil que se fuera a dormir con el trasero en llamas. Cualquier motivo por tonto que fuese. Una chica no se podía comportar según de que maneras, y ya no digamos si traía algún suspenso, o una nota del profesor para que sus papas fueran hablar con él. Así como una queja de un vecino, eso ya era sinónimo de una azotaina ejemplar. En esos años el honor y el orgullo de un padre era algo con lo que no se podía jugar, y que le llamasen los vecinos la atención por un mal comportamiento de la niña, eso era algo impensable.  Así como estar en el parque con las amigas y que se sentara con las rodillas separadas enseñando la ropa interior, hasta hacia poco tiempo, siendo una chica de doce años, era síntoma de inocencia de las niñas enseñar la blancura de su ropa interior, y se tomaba como algo gracioso y que no tenía malicia alguna, teniendo simplemente trece años, era síndrome era de vulgaridad y obscenidad. Si algún vecino o amistad de la familia pasaba en esos momentos, la chica ya se podía preparar al llegar a casa, porque su mama ya estaba en la puerta esperándola, zapatilla en mano. Ni tan siquiera se podía estar sentada con sus amigas, sin que sus nalgas corrieran serio peligro al llegar a casa más tarde, y que no fuera más tarde de la hora fijada, porque un solo minuto ya era sinónimo de azotaina de la madre y cinturoniza del padre cuando llegara del trabajo.  Así eran de difíciles aquellos años para algunas chicas, otras tenían la fortuna de que sus padres fueran más liberales, pero aun siendo liberales, los castigos en sus traseros era frecuentes.

           (Por algo se le dio en nombre de spanking a este juego entre adultos, mientras años  atrás, en los países vecinos, era conocido como “el vicio ingles”.)

        Sonia se sonreía recordando la primera vez que hablo por un chat con una chica sobre el tema, mintiendo sobre su edad y su estado ocasional, decía que era alumna de un colegio, en cual solían castigarla con frecuencia. Esa chica era Laura, y pocos días después se incorporaba una nueva chica Elisabeth, todas ellas usaban un Nick falso para chatear y no ser reconocidas, por lo cual charlaban con plena libertad de expresión. Su sorpresa fue mayúscula el dia que se citaron para conocerse realmente, pues con el tiempo habían hecho muy buena amistad, y no se tenían ningún secreto entre ellas, hablaban de todo con naturalidad.   Sonia recordando aquella escena se reía abiertamente….

             (Laura)-.    Eyyy chicas mejor quedamos en otro lugar, yo ya he llegado y hay una compañera de clase, además de una de mis profesoras…. Qué hacemos?

             (Elisabeth)-.   Como dices!   Solo estamos tres personas en el bar…

     Sonia con el rostro completamente colorado se levantó y fue hacia ellas…

             (Sonia)-.     Tú debes de ser… Niña dulce, no?  Y tu Carita de ángel, yo… soy… Chica traviesa…

   Las tres se sentaron juntas echándose a reír abiertamente, se miraban, y continuaban riendo.

      Con el tiempo se hicieron buenas amigas, pero siempre quedaban al otro extremo de la ciudad, para que nadie las relacionara o pudieran enterarse que eran amigas. En la universidad cuando estaban en clase simulaban no conocerse, pero cuando nadie las miraba se lanzaban miraditas sonrientes y picaras.

      Laura y Elisabeth le contaban a Sonia cuando sus padres las castigaban, con todo tipo de detalles y Sonia siempre les decía,…” que envidia me dais, lo que yo daría por estar en vuestro lugar”.  Así fue como Laura e Elisabeth empezaron a idear un plan, para que Sonia cumpliera sus fantasías de ser castigada de nuevo. Pero era un plan algo arriesgado y muy peligroso si no salía bien, sobre todo para Sonia… le podría costar su carrera, su trabajo y no poder mirar a la cara a sus amigos, en la vida. Por eso habían ideado que Laura debía hacer travesuras a todos los vehículos posibles, y Sonia cuando todo estuviera en marcha, debía exigir mirar los videos de las cámaras de seguridad, de esa forma pondría a la Junta en una posición incómoda para ellos, y siempre sería una buena baza para lograr su empeño. En cambio Elisabeth se negó hacer lo mismo que Laura, pues conocía a su madre y sabía que podría ser muy severa con ella, en cambio Laura asumió que su padre le daría la paliza de su vida, y dijo; “ si sale bien nuestro plan, eso bien vale una severa paliza de mi padre”.

      Y asi fue como habían organizado su plan,  Sonia estaba tan ensimismada en esos recuerdos que no pensó cuando su cuerpo hizo por sentarse en el sofá, y se dejase caer como hacia siempre, sin tener en cuenta como tenía su trasero recién castigado, colorado y dolorido.

 Aaaaayyyyyy Uuuuyyyyy Aaaaaayyyy Mierda! Mierda! Mierda!… Joderrrrr!!!…. Como dueleeeee!!! 

    Rápidamente se colocó de costado y luego poco a poco, boca abajo sobre el sofá, y sobándose el costado de sus caderas, pues sus nalgas era imposible el acariciarlas o pasar sus manos por ellas… cuando hubo remitido un poco el intenso dolor que le había provocado sentarse sin recordar su estado, se fue quedando dormida…

     … unas horas de sueño después, la despertó una llamada de teléfono. Era Elisabeth, que ya le habían levantado el castigo…

(Elisabeth)-.   Buenas noches Sonia, que tal esos nervios…?

(Sonia)-.     Nervios… porque iba a tener nervios, Eli?  Que tal te fue con tu madre, fue muy estricta?   Perdona es que me he quedado dormida en el sofá…

(Elisabeth)-.   No me digas que aún no estas preparada? John no tardará mucho en llegar o … se te ha olvidado que debe castigarte antes de irte a dormir…?  Son las 20,30 no puede tardar mucho en llegar, conociéndole sabes que es muy puntual…

(Sonia)-.   Uuuupsss, lo había olvidado…. Te dejo Eli, tengo que vestirme…. Ostras!!! Ya está aquí!!! Acaba de sonar el timbre de la puerta… adiós…

     Sonia se levantó del sofá y corrió a su habitación a vestirse, a pesar de las punzadas de su trasero, llego a su cuarto. Se dirigió a la cómoda y extrajo las primeras bragas que encontró, unas blancas con flores de margaritas y se las puso rápidamente, aunque al subírselas ajustándoselas a su cintura, debió hacerlo muy despacio. Se contempló en el espejo observándose que las tuviera bien colocadas pasando los dedos por las perneras estirando el elástico desde la base de sus muslos, hasta su cadera y ajustándoselas en sus nalgas bien tensas. Luego unos calcetines blancos que se los puso de pie, apoyándose en la cómoda para no caerse, y se los ajusto a la altura de sus rodillas. Volvió a observarse en el espejo que estuvieran ambos a la misma altura, y luego se acercó a la cama donde había dejado su falda de alumna tableada, y se la puso. Cogió de la cama el corbatín y volvió frente al espejo a ponérselo.   El timbre de la puerta seguía sonando, ahora de manera insistente. Sonia se contempló en el espejo, repaso su falda y su blusa que estuvieran bien, se levantó la falda y reviso sus braguitas que estuvieran bien, dejo caer la falda alisándola en su trasero…. UUUfff Jo! Como duele… una última mirada al espejo y salió de su habitación.

    Sonia estaba muy nerviosa, sentía como en su estómago la estuvieran dando pequeños mordiscos en su interior, lo sentía vacío, la angustia ahora era constante unido al terror que se le sumo a su estado de nervios, y lo peor… en la puerta estaba su verdugo, que ya no paraba de llamar al timbre, solo de pensar lo enfadado que debía de estar, le hacía que sus piernas temblaran así como sus manos sudorosas, estaba junto a la puerta, debía abrirla o seria mucho peor para sus nalgas.  Pero Sonia se había quedado inmóvil, petrificada, su miedo a lo que se le estaba viniendo encima era superior a sus fuerzas, pero si no abría la puerta seria mucho peor para ella.

     La puerta se abrió sola, Sonia no daba crédito a que la puerta se hubiera abierto sin haberlo hecho ella, en el rellano del portal estaba John muy enfadado, y a su lado el conserje de la universidad con un manojo de un montón de llaves en la mano. Escucho Sonia hablar…

(Conserje)-.   Ya la tiene abierta señor Lewiston…

(John)-.     Gracias puede retirarse, y recuerde que mañana sin falta quiero una copia de la llave maestra en mi despacho, adiós y gracias de nuevo…

       Sonia seguía sin dar crédito a sus ojos, como se habían atrevido abrir la puerta de su hogar, sin tener su consentimiento, aunque fuera una vivienda de la universidad, ella tenía sus derechos y los habían violado, estaba muy enfadada. Pero también muy preocupada, ahora estaba con muchas sensaciones que circulaban rápidamente por su cabeza, no sabía claramente que debía de hacer, si mostrarse enfadada o como debía interpretar aquella intrusión a su intimidad… Pero una cosa lo tenía claro, mostrar su enfado en esos momentos no era lo más adecuado, el hombre que estaba ante el umbral de su puerta, no estaba ahí para nada, había ido para cumplir la sentencia a su castigo, dado por la Junta de accionistas y dueños de su casa en la cual ella vivía, no…no estaría bien el mostrarse enfurecida en esos momentos, y menos aún, no le convenía hacer enfadar más a John, eso ultimo podría resultar muy incómodo en unos minutos para sus nalgas, que ahora se sobaba con vigor, a pesar del dolor que sentía en su trasero al sobarse así, pero era como un auto reflejo el hacerlo, no podía pensar en nada en esos momentos, sus manos actuaban por si mismas que seguían frotándose ahora más suavemente el trasero de su falda, mientras Sonia seguía como petrificada de terror, ante la persona que tenía delante de ella, la cual ya había entrado y cerrado la puerta. Y ahora estaba delante de ella observándola, sin decir nada.

      Segundos después Sonia parecía que había vuelto al mundo de los vivos, y bajando su rostro lleno de vergüenza, solo pudo decir balbuceando unas palabras en un susurro…

(Sonia)-.    Lo siento… me quede dormida en el sofá y no estaba vestida…

      

 

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