miércoles, noviembre 01, 2017

EL SHERIFF DE SPANK CITY SPRING´S     CAPITULO  9


                                    EL SHERIFF DE SPANK CITY SPRING´S     CAPITULO  9



      Habían pasado unas dos horas.  Sarah, recibiera su castigo por el Sheriff de Spank City Spring´s. Seguía en la celda echada sobre su camastro, tal como la dejase  William el sheriff, permanecía de costado, se había podido subir las bragas blancas, aunque había tenido  serias dificultades para ponérselas bien, sin que el elástico hiciera presión sobre las nalgas doloridas siendo un calvario el llevar las bragas, pero debía cubrirse su desnudez de miradas indiscretas, como las de las hermanas Watson en la celda de enfrente, que no dejaban de mantener aquellas sonrisas socarronas en sus rostros, desistiendo en subirse los pantalones, sus nalgas estaban muy doloridas e inflamadas para intentar subírselos, el solo probar había sido demasiado molesto.  En la celda de enfrente estaban las hermanas Watson, no comprendían como había dado con ellas el salvaje sheriff de spank City Spring´s, estaban sumamente preocupadas las dos hermanas, angustiadas y temblorosas. Conocían bien al salvaje del sheriff, nunca amenazaba en balde. Si les había dicho que ellas eran las siguientes, estaban convencidas de que iba a ser así, salvo que ocurriera un milagro.

    El sheriff William estaba sentado en el despacho, había revisado los cajones en busca de una botella de whisky para echar un buen trago, estaba agotado del esfuerzo empleado, no hallando nada beber. Únicamente unos pasquines de delincuentes comunes para revisar, cuando alguien llamo a la puerta.

(Sheriff William)   -. Adelante, quién diablos sea…!

(Susan)  -. Buenas tardes Sheriff!

(Sheriff William)   -. Ah! Ya te recuerdo, tú y tu amigo habíais hecho algo que no está nada bien,… pero que nada bien! Y habíais sido castigados los dos, por cierto… Donde esta él? Y como se llama?

(Susan)  -. Esta aquí conmigo señor. Se llama Frank.

(Sheriff William)    -. Hazle pasar! y entrad los dos, he de hablar con vosotros! Así que tú eres Frank, verdad?  Bájate los pantalones y muestra el trasero que tal lo tienes, después de casi tres horas desde que te han dado una buena azotaina, veamos que tal esta? .- Colorado de vergüenza de tener que bajarse el pantalón ante una chica, aunque hacia tan solo unas horas había visto como le zurraban y un hombre desconocido para él, también había observado como la recibía sobre las rodillas de la ex-sheriff Sarah, resignándose hizo lo que se le ordeno,  se lo bajo dándose la vuelta mostrando el culo completamente morado. -. A ver tu muchacha, no me seas vergonzosa a estas alturas, súbete el vestido y bájate las bragas. .- La muchacha se dio la vuelta levantándose la falda del vestido y bajándose las bragas. -. Se puede saber porque tu solamente tienes el culo colorado, mientras tu amigo lo tiene morado?

     La muchacha iba a responder, pero Frank se le adelanto…

(Frank)   -. A ella solamente le había dado la Sra. Wilson una azotaina con la mano, iba a ser castigada con el cepillo después de castigarme a mí, señor!

(Susan)  -. Eso no es cierto sheriff!!! A mí me dio solamente una azotaina con la mano porque solamente acompañaba a Frank, y yo no había tenido nada que ver con tratar  buscar alguien para ayudar a las Watson a escapar, todo había sido idea de él.

(Frank)  -. Mentirosa!!! Tu madre te envió a ti a la cárcel a traerles de comer a las Watson, hablaron contigo y luego viniste a contármelo a mí, que nos podíamos ganar fácilmente cincuenta dólares cada uno a partes iguales, si buscábamos alguien para que fuera avisar a las indias que acampaban en la cabeza del Búfalo, y se lo dijimos a Alberta, ella se ofreció para ir avisarlas, la ayudaste a cortarse el cabello y poner vendas en sus pechos para parecer un chico y no ser descubierta…

(Alberta)  -. Chivato!!! Porque siempre tienes que hablar de más…?

    Alberta acababa de entrar tras escuchar  todo lo que Frank estaba contando y delatándola a ella, diciendo quien la había ayudado a cambiar de apariencia. Alberta acababa de llegar a la oficina desde su casa de arreglarse y ponerse un vestido color verde esmeralda, traía una maleta con ropa para su madre y ella misma.

(Sheriff William) -. Vaya! Esta sí que es buena!!! Quien te ha autorizado a entrar a esta oficina si se puede saber? Esta es la educación que tu madre te ha inculcado? Así que habéis sido vosotras dos las que habéis urdido ese plan descabellado, y por lo visto pensabais quedaros para vosotras los ciento cincuenta dólares y a este infeliz solo le dabais cincuenta de los doscientos dólares que os iban a pagar las Watson. Siempre he oído que las chicas os creéis demasiado listillas, tan listillas que no pedisteis el dinero por anticipado, de haberlo hecho, os hubiera ido mucho mejor. Pues estaríais enteradas que las Watson no llevaban un céntimo en sus bolsillos, pues tu madre, Alberta! las había registrado al detenerlas, para pagar los destrozos ocasionados en el salón, por ese motivo estaban encerradas, por no poder pagar el estropicio. Así, que mucho menos os podían pagar a vosotras… Ingenuas!!! Pero podéis estar tranquilas, porque cobrar, vais a cobrar y de lo lindo. Tu Frank puedes marcharte a casa, luego iré a contárselo todo a tus padres, seguramente a ellos le gustara saber tu travesura con tus amiguitas.

      El chico miro a las chicas con cara de desprecio, mientras se subía sus pantalones y salía corriendo del despacho del Sheriff. El agente de la ley sonreía como había salido el chico con tanta rapidez del despacho, a pesar de las molestias que debía sentir en su trasero, era una escena graciosa ver con qué rapidez había desaparecido. Pero dirigiendo su mirada hacia las chicas desapareció su sonrisa, por una cara que solo mirar asusto a las dos chicas. Y más aún, cuando levantándose de la silla, la separo de la mesa y la arrastro colocándola entre medias de las dos chicas, se sentó en ella sin mediar palabra alguna, agarro a Susan por la cintura levantándola del suelo, apenas tuvo tiempo de reaccionar, en volandas fue izada, la chica empezó a patalear con sus piernas, pero de nada le sirvió, el sheriff la coloco sobre su regazo boca abajo. Extrayendo un cepillo de madera de la caña de su bota derecha, fue tan rápido que parecía que hubiera aparecido en la mano por arte de magia. Los alaridos de dolor de la chica no se hicieron de rogar, con el primer azote del cepillo, grito de manera desesperada por el dolor, pero no hacía más que comenzar su canturreo, el cepillo caía implacable sobre su trasero desnudo, pues mantenía la falda subida y aun sujeta por sus manos, por orden del sheriff, mantenía las bragas bajadas por ella misma. Alberta paralizada y angustiada, aguardaba su turno en cuanto el sheriff acabase de calentarle el culo a su amiga, teniendo que ver como dicho trasero se debatía sobre las piernas del sheriff, que por más que pataleara alocadamente y agitase sus brazos intentando cogerse a algo, sin poder hacer nada más que aullar al sentir como sus nalgas iban ardiendo cada vez más y más, mientras el cepillo caía una y otra vez implacable sobre su ya muy ardiente trasero. Alberta tenía los ojos desorbitados viendo a una distancia de un metro, como recibía la azotaina Susan, no sabía qué hacer, si huir ahora que aun podía o permanecer y esperar su turno. Escapar sería una opción, pero tarde o temprano acabaría siendo cazada, y quien sabe cómo sería  su castigo despues, resolvió valientemente quedarse y recibir su merecido castigo. Veía aterrada como enrojecía el culo de Susan, y que en breves momentos seria el suyo propio el que estaría así de colorado. Instintivamente se llevó sus manos a su trasero, masajeándoselo, al tocarlo se dio cuenta que aún le dolía la azotaina recibida un día antes sobre el caballo, hasta ese momento no se había vuelto a recordar de ese dolor leve, mientras estaba de pie no le dolía apenas nada, pero ahora si pensaba en ello. En aquel momento absorta en sus pensamientos, no se percató que el sheriff había liberado a Susan, cuando se quiso dar cuenta de ello, ya se encontraba boca abajo sobre las rodillas del sheriff, y este le estaba levantando su falda del vestido verde que se había puesto, sus bragas blancas con florecillas silvestres cubría su redondo y pequeño trasero, Alberta era una chica muy delgada, muy al contrario a Susan que para ser una chica joven de unos veinte años, tenía un cuerpo más formado y su trasero era más robusto. Alberta estando sobre las rodillas, vio como el horrible cepillo el sheriff lo había devuelto a la caña de su bota derecha, al verlo trato con sus manos alcanzarlo, después de varios intentos lo consiguió agarrar por el mango y lo tiro lo más lejos posible de donde se encontraba el sheriff. Eso enfureció al sheriff de tal manera que le bajo las bragas tan bruscamente que se las arranco del tirón, estas fueron a parar al suelo extendidas al estar abiertas de sus perneras desgarradas. Pero pronto se dio cuenta Alberta de su error, pues el sheriff con algo de dificultad logro sacarse el cinturón, moviendo su pierna derecha hacia un lado, hizo que Alberta quedara solamente sobre su pierna izquierda, con lo que su cuerpo quedo apoyado en el suelo, y su culo en alto sobre la pierna izquierda, al tiempo que el sheriff cruzaba su pierna derecha por encima de las de ella, quedando inmovilizadas, expuestas e indefensas de ese modo a su trasero el cual quedo en una posición desfavorable, pues no tenía manera alguna de poder moverse, con lo cual, no iba a poder evitar de manera alguna la azotaina que ya había comenzado cruzándole el culo repetidamente. Intentaba a la desesperada llevarse sus manos hacia su trasero, para cubrir con sus manos, pero la forzada posición le impedía alcanzarlo. Pronto tuvo el culo ardiendo como brasas encendidas, le abrasaba! Su pequeño trasero indefenso nada podía hacer para evitar que el cinturón del sheriff siguiera cayendo sobre él. Deseaba que aquel bestia que la estaba dando aquella azotaina, se detuviera cuanto antes, no podía precisar cuántos azotes del cinturón le había dado, pero no cesaba de llorar desconsoladamente, le parecía que llevaba horas azotándola, que estaba recibiendo mucho más que su amiga Susan, y se maldecía así misma por haber hecho enfurecer al sheriff arrojando el cepillo lejos de su alcance.

(Sheriff William) -. Susan! Si no deseas que te de otra azotaina ahora mismo, tráeme el cepillo que ha lanzado tu amiguita allá al rincón…

(Alberta)  -. NOOOOOOOOOO…!!!

    Susan aun con las bragas bajadas sobándose el culo con delicadeza, fue hacia donde se hallaba el cepillo, con dificultad se agacho para recogerlo del suelo, luego con temor y con la mano que lo sostenía temblorosa se lo alcanzo al sheriff para entregárselo, manteniéndose ella a cierta distancia.

(Sheriff William)  -. Que te habías creído, eh? Que te ibas a librar? Vas a saber lo que es bueno por tu mala cabeza, vas a recibir el doble por espabilada…!!! Aprenderás que con el sheriff de spank City Spring´s no se juega… vas a estar sin poder sentarte dos semanas…!!!

     El cepillo ya en movimiento, azotaba las doloridas nalgas de Alberta. Esta,  solamente podía llorar y gritar del fuego intenso que tenía en su trasero. Pensaba que la haría sangrar por lo mucho que le dolía el culo, nunca había recibido una azotaina tan larga y continuada sin hacer descanso alguno, su madre la había castigado varias veces, pero cuando tenía que darle una azotaina severa, la dejaba descansar en el rincón y minutos después continuaba, pero así de seguido, era su primera vez y su primera azotaina. Cuando por fin se detuvo el sheriff, Alberta lloraba desconsolada, absorbiendo sus propias mucosidades de la nariz. El sheriff la obligo a ponerse en pie, cogiéndola de un brazo a ella con su mano izquierda, y a su amiga Susan con la derecha, las llevo por el pasillo hacia las celdas encerrando a cada una en una celda diferente, el sheriff pensó que de ponerlas juntas, Alberta sería capaz de arrancarle los pelos a Susan a tirones.

(Sra. Wilson)    -. Gracias sheriff William por castigar a mi hija como se merecía, lo hubiera hecho yo misma de estar en condiciones para hacerlo, y gracias por haber descubierto que la culpable de todo ha sido esa Susan, ya la arreglare yo cuando esta caiga en mis manos…

(Sheriff William)   -. Sra. Wilson! No he castigado a su hija por su comportamiento anterior, de esa circunstancia usted misma podrá ocuparse de ella. Haga el favor de arreglarse y súbase el pantalón, ya no es ninguna niña para estar en paños menores, le voy abrir su celda. Cuando esté arreglada salga y venga al despacho tenemos que hablar sobre algunos temas.

      Unos minutos después la Sra. Wilson aparecía por la puerta de acceso a la oficina, desde  el pasillo de las celdas, se la veía con algunas dificultades al andar, que lamentaba congestionando sus facciones del rostro y sobándose el culo con la mano derecha, ahora que se encontraba fuera de la vista de las chicas se podía masajear sin que escuchara susurros o risitas, dirigiéndose hacia la mesa del despacho la cual había sido su mesa, tan solo hacia unas horas antes.

     El sheriff William continuaba ensimismado en sus pensamientos, quien sabe que estaría pasando por su cerebro, si eran las hermanas Watson las que en la en mente, las cuales tenía pensado darles su merecido, pero no sin antes hacerlas esperar y que se pusieran nerviosas, eso es algo que tenía muy presente, el cocinarlas a fuego lento en su angustia y temor antes de dedicarse a ellas. Vio, que la señora Wilson o Sarah como la llamaba él, estaba ante su mesa, o mejor dicho la mesa que le perteneciera a ella.

(Sheriff William) -. Ah! Ya estás aquí…! .- El sheriff guardo los pasquines que estaba repasando en el cajón de donde los había sacado. -. Bien, seré rápido. Imagino que debes estar muy molesta permaneciendo de pie, puedes tomar asiento si lo deseas… 

(Sarah)   -. Gracias, sheriff. Pero si no le importa prefiero mantenerme de pie.

(Sheriff William) -. Suelo tomarme muy en serio cuando castigo a una chica o… mujer, entiendo que debes tener el trasero muy dolorido..- lo dijo sonriendo-. Pero así es una manera muy eficaz de aprender con rapidez, que es  lo que no se debe hacer, verdad?  

(Sarah)  -. Si, si usted lo dice, así debe ser.

(Sheriff William)  -. Desde luego que sí, es algo que podrás comprobar cada vez que resulte necesario.  De lo que deseaba hablarte! Es un asunto peliagudo, pero que por mi parte estoy dispuesto a colaborar. El caso es, que el Sr. Fiscal General cree que podrías ser una buena comisaria, ofreciéndote la oportunidad de poder continuar sirviendo a la ley, bajo la responsabilidad de una persona como el Marshall General del Estado. Te interesa el cargo? Lógicamente tendrías derecho a un o una ayudante, el cual se ocuparía de nombrar, permaneciendo dicha persona,  bajo tu responsabilidad y del susodicho Marshall General…

(Sarah)  -. El Fiscal General es muy amable en pensar en mí para ese puesto, después de mi desliz con los Henderson.

(Sheriff William)  -. Entonces aceptas el cargo? No deseas saber quién será tu nuevo jefe?

(Sarah)  -. La verdad es que si me gustaría saber de quién se trata, pero seguro que es mejor compañía que la de usted, el cual es un bestia…!!!

(Sheriff William) -. Esa boca te puede traer serios problemas, porque el nuevo Marshall general del estado, seré yo!!! Pero tranquila, por esta vez y solo por esta vez, hare que no he oído nada. No hay que decir que estarás bajo mi responsabilidad, y si tu trabajo es deficiente,  lo lamentarás…!!! Como mi comisaria, podrás tomarte la justicia por tu mano y disciplinar como desees, yo no me entrometeré en esas cuestiones y también podrás disciplinar a tu ayudante, a la cual conocerás en unos días, mañana por la mañana partiremos hacia Spank City Spring´s, este poblado se quedara sin autoridad por unos días, hasta que envíen al nuevo sheriff, desde este instante estas libre, sobre la mesa tienes la que fue tu placa, póntela. Imagino que desearas ocuparte de tu hija personalmente, aunque si esperas unos días estarás  en mejores condiciones. Aunque no debes tener prisa, tu hija y su amiga Susan, pasaran una temporada encerradas para que aprendan que no se debe jugar con la justicia, aunque no cursare denuncia alguna contra ellas, de hacerlo las encerrarían en la cárcel del estado de mujeres, pero imagino que tu sabrás como corregir su conducta e inculcarles que ese camino no es aconsejable para ellas, sí, creo que harás bien tu labor.

(Sarah)      -. Puedo hacerle una pregunta, Inspector?

(Marshall)   -. Desde luego.

(Sarah)      -. Que merito tan importante ha hecho para que le asciendan a ese cargo?

(Marshall)    -. Me encargue de la banda de los Henderson y capture a la tigresa.

(Sarah)      -. Ostras!!! Usted solo? Debe de ser un diablo con las armas, esos Henderson eran verdaderos monstruos.

(Marshall)    -. Tuve suerte! Y ellos muy mala suerte al cruzarse conmigo. Cambiando de tema. Las Watson te dieron problemas al capturarlas?

(Sarah)  -. No, ninguno. Habían tomado alguna zarzaparrilla de mas, y crearon un alboroto en el salón, cuando llegue el dueño las tenía encañonadas con su escopeta de dos cañones, solo tuve que llevármelas.

(Marshall)  -. Les diste su merecido?

(Sarah)   -. Desde luego, Marshall! Aún deben tener el trasero con molestias al sentarse…

(Marshall) -. Muy bien, si no te importa.  Me encargare de ellas, por su fuga de mi comisaría, luego podrás hacerlo tú misma si lo crees conveniente. Cuando puedas ocuparte de ellas y te puedas sentar por supuesto.

(Sarah)   -. La verdad Sr. Marshall, me gustaría encargarme de ellas, a pesar que este con molestias. Pero es mayor la humillación que me ha hecho usted pasar, y que esas mocosas se han comportado de manera poco educada, aprovechándose de mi estado, algo que no deberían de hacer  con la representante de la ley, no le parece?

(Marshall)   -. Tienes razón. Pero estas tentando demasiado a tu suerte, al referirte a mi persona, hablando de forma poco recomendable y me estas cansando! Primero tráeme a Penélope y luego me traes a Maggie, hablare con ellas antes de que te ocupes de ellas, tráemelas sin los pantalones, no les hará falta y de paso quítatelos tú también, pensándolo mejor a ti también te irán muy bien unos azotes extras, has jugado con fuego y te has quemado arriesgándote tanto, y cámbiate de bragas.

(Sarah)    -. Marshall!!!  No se atreverá usted a ponerme sus sucias manos encima de nuevo… Y quien se ha creído que es usted para decirme que ropa interior debo ponerme, eh? Soy una mujer adulta, y me debe tratar como tal…

(Marshall)  -. Tráemelas!!! Ahora!!! Primero a Penélope y cuando haya terminado con ella, me traes a Maggie, espero por tu bien! Que cuando haya acabado con esta última, tú te hayas cambiado de bragas y estés aquí dispuesta a recibir tu castigo por desacato a la autoridad, por tu propio bien. Espero no tener que recordártelo de nuevo, entendido?

(Sarah)   -. Una mierda!!! Ya puede olvidarse de eso, quien se ha pensado que es? No espere que haga tal cosa por mi propia voluntad… pero le traeré a esas chicas… SEÑOR MARSHALL…!!!

       Sin decir palabra alguna más, desapareció de su vista entrando en el pasillo de las celdas, en su mano derecha llevaba las llaves que abría estas. Se aproximó a la celda que estaba la pequeña de las Watson, mirando a la muchacha a los ojos.  A esta, al verla con la estrella en el pecho se le cayó el alma al suelo, temblaba aterrada. Pues la pequeña Penélope se imaginaba que venía a arreglarle las cuentas por haberse burlado de ella, cuando permanecía echada en el camastro y riéndose de ella, tanto su hermana Maggie y ella misma, al verla como tenía el trasero desnudo y colorado como un tomate.

(Sarah)    -. Bien Penélope! Ya veo que tiemblas de miedo al verme de nuevo con la estrella, y haces bien en hacerlo, quítate los pantalones quedándote únicamente en camisa y bragas! no me hagas que tenga que entrar a quitártelos yo!!!

     La chica temblando por la que estaba a punto de venírsele encima, prefirió obedecer. Era mejor ser obediente teniendo todas las de perder si se rebelaba, conocía bien a la Sheriff Wilson. Si por un simple altercado les había dado una severa azotaina a ella y su hermana con el trasero desnudo de ambas, no se podía imaginar que sería capaz de hacerles por burlarse de ella. Así que temblándole las manos se desabrocho el pantalón bajándoselo, sacándose las botas, se quitó los pantalones quedando solamente en bragas, unas bonitas bragas rosas con flores.

(Penélope)   -. Ya está, sheriff. Ya me los quite!

(Sarah)     -. Bien, sal de la celda y acompáñame. No me llames sheriff, no lo soy. Soy la ayudante del Marshall del estado y es quien desea verte. No sonrías! Créeme, preferirás no verle… camina delante de mí. Pon las manos sobre la cabeza y camina delante de mí!

      La detenida caminaba delante de la ayudante, al llevar sus manos sobre la cabeza, la camisa se le había alzado, dejando a la vista el pequeño trasero de la pequeña de las Watson. Su trasero se contoneaba de manera muy graciosa, con aquellas preciosas bragas rosas con flores. Sarah contemplaba su joven caminar por el pasillo, en otras circunstancias le resultaría gracioso ver como se agitaba el trasero a cada paso, pero lo que no sabía la muchacha era lo que la esperaba, más allá de la puerta de las celdas. Al traspasar la puerta todo cambio para la pequeña de las Watson. Su peor pesadilla la tenía ante ella en ese momento.

(Marshall)   -. Y bien… que tienes que decir Penélope? Vas a decirme donde se esconden el resto de tus hermanas y esas renegadas indias? Llevo días buscándolas, pero tranquila si no quieres hablar, las encontrare igualmente sin tu ayuda, pero ya que a ti ya te tengo, te voy a enseñar  a escaparte, ven aquí que te voy arreglar bien el trasero desvergonzada!!! Vas a venir o tendré que ir a buscarte?  

     La joven estaba atemorizada, no podía mover ni un pie. Tenía ante ella al salvaje, así le habían apodado sus hermanas. De atreverse lo habría llamado así, pero eso no habría mejorado su situación, aunque empeorarla tampoco. Algo sucedía, sus pies avanzaban hacia el Marshall, el cual permanecía sentado. Sus pies no la obedecían, ella deseaba retroceder, entonces se percató que era la ayudante del Marshall quien la arrastraba hacia él. Hasta colocarla a su alcance, algo que no omitió, pues la agarró del brazo colocándola a su costado derecho. Penélope miraba hacia las piernas del Marshall, ya que era donde en breve seria el lugar que ocuparía, tumbada sobre ellas.

(Marshall)   -. Bueno mi pequeña Watson, ya imagino que serás precavida y no delataras a tus hermanas, verdad que no? Ya me lo imaginaba… Pero al menos con tu hermana Maggie y contigo Penélope, me voy a encargar de que no olvidéis este día. Sabes? Estuvisteis a punto de meterme en un buen lio, estaba cerca de un ascenso a comisario del estado, por vuestra culpa al escapar ayudadas por unas indias, podía haber peligrado ese ascenso, pero… mira por donde aparecieron los Henderson, una banda de forajidos de verdad, no como vosotras que sois unas aprendices, para que el asunto mejorase, apareció la Tigresa. Eso sí fue un toque de suerte, pues capturarla y deshacerme de sus hermanos, eso fue un buen tanto a mi favor, y… he acabado siendo nombrado Marshall del estado, algo que supera en mucho el cargo de comisario del estado, como en parte ha sido por vuestra fuga, voy a ser benevolente con vosotras, pero eso no me impedirá daros una buena azotaina a las dos. Así como a tus hermanas y vuestras amigas indias. Huuummm bonitas braguitas… ahora haz los honores y colócate sobre mis rodillas… ha llegado el momento de ajustarte las cuentas.

     Penélope se acariciaba las manos anudando sus dedos temblorosos, debía pasar por la vergüenza de ser ella quien se pusiera sobre las rodillas, el macabro Marshall deseaba avergonzarla al máximo, no puede haber nada peor para una adolescente que va a recibir una azotaina, que tener que ser ella misma quien se eche sobre las rodillas del hombre que la va a dar una azotaina en el trasero, ella lo sabía por propia experiencia en su infancia, pues era el método que utilizaba tanto su padre y su madre, pero con ellos la preocupación era mayor por el castigo que iba a recibir, el tener que echarse sobre las rodillas de su padre o madre, no le preocupaba apenas la vergüenza que fuera a pasar, en ese tema la vergüenza la tenía por tener que hacerlo en presencia de sus hermanas, sobre todo cuando ella no había hecho nada malo, pero la que había sido pillada infraganti había sido ella, y no la culpable real. Pero entre hermanas siempre había habido el saber aceptar el castigo de una de sus hermanas, sobre todo estas sabían cómo liar a la pequeña, pues ella era la consentida de sus padres, y la azotaina seria mucho menor, que de ser otra de sus hermanas mayores.

     Pero en esta ocasión no era la misma situación, no eran de su padre  las rodillas que debía ponerse, esto era mucho más duro de acometer y más difícil de realizar.  Como tampoco se iba a escapar de rositas con una simple azotaina, ya tenía por desgracia experiencia de ser disciplinada por el Marshall, y sabía que iba a ser larga y prolongada azotaina, así como también sabía que iba a pasarlo muy mal… vio en la cara del Marshall que empezaba a impacientarse por la demora en obedecer, por lo que Penélope cerrando los ojos se armó de valor y su cuerpo se inclinó hacia adelante apoyando sus manos sobre el muslo izquierdo, flexionando sus brazos hasta que su pecho se acomodó sobre las piernas, retirando sus manos del muslo del Marshall, para depositarlas en el suelo inertes. Quedando su pequeño cuerpo echado sobre las piernas del Marshall, en una figura paternal de disciplina, sus piernas flexionadas sin llegar a rozar el suelo y sus manos tocándolo ligeramente. La camisa o blusa se le había subido dejando su trasero cubierto por unas deliciosas braguitas rosas con flores, unas bragas muy castas que le cubrían sus nalgas y que las perneras de las mismas realzaban los mofletes del culo. Pronto sintió la caricia de la mano derecha del Marshall, el cual trazaba círculos acariciando el saliente trasero respingón de Penélope, mientras su mano izquierda, le daba unos golpecitos en su costado derecho a la joven, dándole a entender que le tendiera su mano derecha para sujetársela e impidiera así, entorpecer interponiendo su mano a los azotes que en breve empezarían a caer. La joven obedeció de inmediato, aún mantenía sus braguitas subidas y temía que de demorarse se enfadara el Marshall y se las pudiera bajar descubriendo su trasero, sabía que poco o nada le iban a proteger sus bragas, pero si protegían su intimidad. Había presenciado  el castigo  de Susan cuando estaba sobre las rodillas de la sheriff Wilson, y cuando esta le había bajado las braguitas, la manera impúdica que esta había mostrado sus partes íntimas de manera indecorosa, y estaba esa visión la tenía muy presente en su mente.

     Pronto empezó a sentir como los azotes de la mano derecha del Marshall, caían implacables sobre su desprotegido trasero. Así mismo su cuerpo reaccionaba a cada uno de aquellos azotes, moviendo sus caderas a un lado o al otro, dependiendo en qué lado de sus nalgas cayera el siguiente azote. Sentía en sus oídos como resonaba el sonido que estos producían al impactar fuertes sobre su trasero, pronto empezó a arderle cada vez más, llegando a ser cada azote más molesto, con lo que sus piernas empezaban a moverse sin tener ella conciencia hacia qué lado o dirección iban estas.

      El Marshall, en cambio pensaba que la joven estaba disfrutando más de lo que debería. La estaba dando una azotaina por una falta que le podría haberle causado problemas serios, si no fuera por las circunstancias posteriores, y en cambio, en el fondillo de las bragas rosas estaba apareciendo por momentos una mancha oscura, estaba claro que el sexo de la joven la delataba, así como su ligero pataleo de sus piernas, estaba claro que lo que la joven estaba haciendo era frotar su sexo sobre su muslo para darse placer.  Había llegado la hora de hacérselo saber a la joven, esta sintió con un estremecimiento en su cuerpo al sentir los dedos introducirse entre el elástico de la cinturilla de sus braguitas, en ese instante la mancha en el fondillo de sus braguitas paso a ser más visible, y también más notable en su entrepierna, sus mejillas se tiñeron de color colorado, el mismo que imaginaba debía tener su culo, y que dicho color sobresaldría de las perneras de sus bragas, estaba claro que se había ruborizado de la vergüenza, la Sra. Wilson estaba justo enfrente suya, esta era difícil que no estuviera viéndola como sus mejillas habían cambiado su tono de color, y como en sus bragas se debía de ver a simple vista como las había humedecido, y ahora, en ese momento el Marshall se las iba a bajar. Fue demasiado para ella sentir como la tela de algodón se deslizaba por sus muslos, suspirando audiblemente, algo que no pasó desapercibido. Las bragas en ese instante, de hacerlas descender en el desbrague lentamente, el Marshall se las acabo de bajar de un tirón brusco a las rodillas.  La mano del Marshall reanudo la azotaina dándole azotes más seguidos e intensos, la muchacha Penélope sintió la brusquedad del cambio de ritmo, algo que comenzó acusar su trasero con rapidez, sus piernas sobre todo fueron las que anticipaban que se había acabado el juego, ahora los azotes dolían más de lo que la joven esperaba. Conocía al Marshall, ya la había zurrado antes viendo las estrellas, en cambio esta vez, había comenzado de manera diferente a aquellas otras azotainas, esta no picaba tanto desde un principio, quizás por ello la joven habituada a recibir azotainas en su infancia, ahora la había experimentado como algo no desagradable, más bien todo lo contrario. Se estaría volviendo loca? Pero no pudo seguir pensando en lo que le había ocurrido, la azotaina por momentos estaba resultando cada vez más dolorosa, el ardor intenso en sus denudas nalgas ya no resultaba de su gusto, ahora sentía fuego puro en su culo, de manera que su cuerpo se retorcía sobre las piernas del Marshall. Le resultaba imposible el agitarse y contonear sus caderas, intentaba escapar apoyando sus piernas en el suelo, pero apenas llegaba a rozarlo. Las lágrimas no se hicieron mucho más de rogar, pues emanaban de sus pupilas una tras otra. El Marshall ahora sonreía satisfecho, había llegado al clímax de la azotaina, ya no veía fluir líquido entre sus muslos, aunque estos claramente estaban muy mojados por la humedad de la joven.

     En cambio frente a la escena, estaba la Sra. Wilson en su nueva faceta de ayudante del Marshall como comisaria, en su rostro se dibujaba una tenue sonrisa era nuevo para ella, no podía definir lo que la estaba ocurriendo, pero estaba disfrutando de la escena y lo más inverosímil para ella, estaba deseando ocupar el lugar de la muchacha.   Veía anonadada como esta se debatía agitando sus piernas y brazos, las bragas de la joven ahora en sus tobillos, como estas se estiraban como si fueran de goma al abrir y cerrar las piernas, tensándose y encogiéndose haciendo unas figuras que la tenían hechizada, pero sobre todo, lo que más la hacía desear estar sobre las piernas en el lugar de la joven, era el ver cómo había cambiado de color el trasero de un color rosado a rosado oscuro, cambiando a colorado, para poco después volver a cambiar a un tono colorado más intenso. Ver el fondillo de las braguitas de la joven tan de cerca, la había debido trastornar, porque esa misma humedad era la que en esos momentos sentía ella en sus propias bragas. Estaba tan ensimismada mirando a la joven como se debatía recibiendo aquella azotaina, sobre todo mirándole el trasero pequeño y respingón, y que ambas redondeces estuvieran coloradas por igual, lo que hacía más tentador ocupar su lugar.  

(Marshall)   -. Sarah… Sarah… Sarah… es que no me oyes? Despierta!!!

     La comisaria totalmente absorta escucho que decían su nombre, en ese instante salió de su letargo…

(Sarah)    -.  Si…. Dígame… Señor… Digo, Sheriff… Perdón… Marshall… Decía usted? 

(Marshall)   -. Te decía que te llevases a Penélope a su celda y me traigas a Maggie…

(Sarah)    -. Súbete las bragas y vamos a tu celda…!!!

     Con dificultad, pero ayudada por el Marshall se levantó de su regazo, su primer instinto fue sobarse el trasero, mientras miraba a su interlocutora. Luego agachándose con serias molestias en su trasero, desenredo sus bragas liadas entre sí mismas en sus tobillos, una de las perneras se le había debido salir en su forcejeo, por lo que tuvo que abrir sus bragas con las manos, para así poder pasar su pie izquierdo para ponérselas, luego lentamente las hizo ascender por sus piernas hasta alcanzar la base de sus nalgas, el pasarlas por ellas lo hizo con parsimonia lentitud hasta lograr ajustárselas en su cintura, luego paso su dedo pulgar por el interior de sus perneras de arriba hacia abajo, aligerando así la presión del elástico de las perneras de sus bragas rosas con flores. Obedeciendo a la comisaria comenzó andar hacia la puerta que conducía a las celdas, con la mano izquierda se restregaba los ojos secándose las lágrimas de sus ojos, la derecha la llevaba sobre su trasero acariciándoselo con suavidad sobre sus braguitas rosas. Al llegar a la celda entro dentro escuchando como se cerraba la puerta, luego miro a su hermana Maggie que se hallaba con lágrimas en los ojos, pues había escuchado todo desde la celda, escuchar llorar a su hermana la había hecho sentirse mal por la impotencia de no poder ayudarla.

     Segundos después, Sarah la comisaria abría su celda. Maggie la miro sorprendida, se había quitado el pantalón y cambiado las bragas, ahora llevaba unas bonitas bragas amarillas de algodón con unos dibujos de frutas silvestres.

(Sarah)   -. Maggie! Quítate esos pantalones enseguida, ha llegado tu hora de salir hablar con el Marshall… Venga!!! No tenemos todo el día.

    Minutos después salía Maggie de la celda, simplemente con una camisa azul a cuadros verdes, y bragas blancas de algodón con unos simpáticos osos alegres. Toda seria, caminaba delante de la comisaria, con los dedos índice de ambas manos se estiro el elástico de sus braguitas, como si intentara tapar más la desnudez que la prenda íntima podía cubrir. En segundos estaban ante el Marshall, este apenas dijo palabra alguna. Agarro a Maggie de la muñeca derecha y tirando hacia él, la dejo caer sobre sus rodillas bajándole las bragas blancas de algodón con osos, dejándole el culo desnudo. El Marshall sin miramiento alguno, extrajo el cepillo que guardaba en la caña de su bota, sin palabra alguna comenzó a azotarle el culo con el cepillo, azotes rápidos y certeros. Maggie no tardo más que unos segundos en reaccionar, pues no esperaba una azotaina de buenas a primeras con el cepillo, había escuchado como había regañado a su hermana Penélope y luego escuchar los azotes propinados con la mano, ella esperaba algo similar, para nada había sospechado que con ella fuera diferente, pero así fue. Se revolvía sobre las piernas del Marshall, deseaba que acabara aquel intenso fuego que había empezado sin más, sus lágrimas no tardaron en derramarse mojando sus mejillas, sus bragas salieron despedidas de sus tobillos, de la fuerza que impulsaba estas. Con sus manos libres intentaba cubrirse el culo sin éxito, y cuando lograba cubrirse, el cepillo impactaba sobre estas, por lo que las retiraba rápidamente sintiendo nuevos azotes en sus maltrechas nalgas, la azotaina severa de verdad duro unos minutos que a ella le parecieron horas, pero fueron diez escasos minutos los que duro la zurra sobre su culo desnudo.

    La comisaria aterrada veía como se debatía fieramente Maggie, en esos momentos se arrepentía de haber hecho lo que había hecho. Con la pequeña Penélope se había excitado y mojado el fondillo de sus braguitas, deseando estar ocupar su lugar. Ahora en cambio estaba aterrada viendo como el culo de Maggie, como había cambiado en apenas una cuarentena de azotes, del rojo a muy rojo intenso, nada parecido a como había sido castigada su hermana, pero lo más incomprensible para ella misma era… que había vuelto a humedecer el fondillo de sus bragas amarillas, aunque ahora ya no deseara ocupar el lugar de Maggie, pero en su interior algo la hacía contradecirse a sí misma. Sus ojos no paraban de mirar a la pobre muchacha retorciéndose sobre sí misma, como sus piernas se levantaban frenéticamente y bajaban abriéndolas todo lo  que sus extremidades le permitían, así como a su nuevo jefe luchando por mantenerla sobre sus piernas. Cansado de forcejear con ella, retiro su pierna derecha dejando que Maggie quedara sobre su muslo izquierdo, de tal manera que trazando un semi circulo con la derecha, la paso por encima de las piernas de la desesperada joven logrando así, inmovilizar sus piernas de manera que con el cuerpo cayendo lateralmente manteniendo en alto el trasero sobre el muslo izquierdo y las piernas inmovilizadas, de tal manera que el cepillo ahora caía sobre el culo desprotegido, sin que esta pudiera hacer nada. Sarah se arrepentía de haber acabado obedeciendo quitándose las bragas, así como aparecer en la oficina preparada para ser castigada, tal y como le había sugerido que hiciera el Marshall, incluso se había cambiado de bragas, dando a entender al Marshall que aceptaba ser disciplinada, no comprendía como había podido hacerlo.

(Marshall)   -. Se puede saber qué diablos te ocurre hoy, no hago mas que hablarte y estas como en otro mundo!!! Sarah!!! Me escuchas?

(Sarah)   -. Per…Perdone no estaba por usted…

(Marshall)   -. Lleva a Maggie a su celda y vuelve rápido!!!

(Sarah)   -. Vamos Maggie!!!

      Maggie estaba acurrucada en el suelo, intentaba poner sus manos en su dolorido trasero, pero el solo roce era muy molesto, intento levantarse del suelo, pero era en ese instante imposible. Sarah viéndola supo que necesitaría su ayuda, por lo que se aproximó a ella, antes recogiendo sus bragas que salieran despedidas de sus tobillos, luego la ayudo a levantarse dándole las bragas blancas de algodón con osos. Con las bragas en la mano, Maggie avanzo lentamente hacia la puerta, ayudada por Sarah. Pero el orgullo de las Watson era fuerte en ellas, así que rechazo la ayuda y se encamino sola hacia el pasillo que daba a las celdas. Con la mano derecha sobre su cadera derecha y en la izquierda llevando sus propias bragas colgando de sus dedos. Quedo encerrada en su celda, aunque se dejó caer de costado con suavidad sobre el camastro, sus nalgas las tenía sumamente doloridas amenazando mentalmente con vengarse de aquel ser salvaje…

   Sarah salió del pasillo deteniéndose en la puerta, ella que creía haberlo visto todo en disciplina. Los años en que había sido ayudante del que fuese su marido y padre de Alberta, había sido en muchas ocasiones disciplinada por él, así como las azotainas que sus padres le habían dado en su infancia, ya que solía ser muy rebelde. En pocas horas había podido comprobar que aquellas zurras de sus padres y posteriormente su marido, no eran nada con las que solía castigar el Marshall William era un ser de otra galaxia. Y ese ser, estaba ante ella sentado en la silla con el cepillo de nuevo guardado en la caña de su bota derecha.



(Marshall)  -. Que voy a tener que hacer contigo, Sarah Wilson? Las autoridades me dieron la orden de enviarte a prisión, pero el Fiscal General y gran amigo de tu marido, pensó que a mi lado estarías mucho mejor, dado que yo también tenía gran amistad con tu marido, sabias que estuvimos juntos en la guerra de secesión? Albert era un verdadero diablo con un revolver en la mano, no es de extrañar que lo mataran por la espalda, cara a cara, no tenía rival. Él nos enseñó a disparar rápido y ser únicos, nos salvó la vida muchas veces, por ese motivo tanto el Fiscal como yo mismo, estamos en deuda con él, por ello estas aquí. Ni Johnny, ni yo mismo, jamás permitiríamos que ingresaras en prisión, pero nos encargaremos de ti y de tu hija, a la cual la consideramos como hija nuestra. A Johnny le conoces bien, es el padrino de Alberta, después de la guerra yo tome otro camino, por ese motivo tu y yo no nos conocíamos, pero ahora me vas a conocer! Johnny me recomendó la idea de utilizar tu experiencia de luchar por restablecer la ley, por tu marido el cual fue siempre un buen hombre, no merecía tener un final como el suyo. Ambos decidimos darte la opción de estar bajo mi tutela, hasta que Johnny acabe su mandato como Fiscal General y se haga cargo de vosotras dos. Hablándome mal, faltándome al respeto y no obedecer es algo que no te ayudara demasiado, por Johnny conozco bien como te disciplinaba frecuentemente Albert, decía que eras única metiéndote en problemas, que eras muy buena en tu trabajo, pero al mismo tiempo muy inocente, motivo por el cual tenías serios problemas, por lo visto tu ambición por el dinero siempre te ha cegado, con tu marido en vida, sabia como llevarte más derecha que una vela! El se encargaba de ti, no permitiéndote esa debilidad tuya. Pero apenas has estado sola unos meses, te metiste en serios problemas. Esta es tu manera de mostrar gratitud? Portándote arrisca conmigo? Con un comportamiento poco adecuado! Hablas sin ninguna educación hacia un superior! Te rebelas constantemente! Tienes un genio de mil diablos! Pero si no aprendes por las buenas, aprenderás pos las bravas!!! Sabes? No te imaginas lo tozudo que puedo llegar a ser, y no te voy a permitir ni el más mínimo error más! Ahora sinvergüenza! Ven y colócate sobre mis rodillas, te voy a enseñar que faltarme al respeto no te va a ser en el futuro, algo que puedas hacer sin que ello tenga serias consecuencias, he tratado de ser amable contigo, incluso el decirte que no iba a tomar tus palabras obscenas hacia mi persona en cuenta, que no habrían represalias tomando medidas contigo, pero no ha funcionado y has seguido en tus trece por seguir faltándome el respeto una y otra vez.  Vas a venir y echarte sobre mis rodillas? O me vas hacer levantarme? .- El Marshall al lanzar esa amenaza, haciendo ademan de levantarse de la silla, metiendo su mano en la caña de su bota derecha empuñando el mango del cepillo de madera, eso hizo que Sarah decidiera acercarse por sí sola, le tenía verdadero pánico aquel cepillo. Ya lo había probado hacia unas horas, y no le apetecía sentirlo de nuevo, por eso se colocó ella misma sobre las rodillas del Marshall..- Bien! Veo que sabes bien lo que te conviene, y ser obediente es muy imperativo para salvar tu trasero, de una azotaina mucho más severa!!! Veamos como tienes el culo, a ver qué color tiene. -. William, paso sus dedos por el interior del elástico ribeteado de puntilla de sus braguitas amarillas, estirando de la cinturilla para poder ver el estado del culo-. Lo tienes muy moradito, tiene que dolerte bastante, verdad? .- Sarah asintió con la cabeza en sentido afirmativo.-. No te voy a bajar las bragas! por esta vez!

      Sarah se vio en apenas un momento echada sobre el regazo boca abajo,  las nalgas aun la tenía muy adoloridas y mas solo el pensar  a que el Marshall utilizara el cepillo. Sarah se avergonzó hasta lo más hondo de su ser, cuando el Marshall estiro del elástico de sus braguitas para verle el estado de sus nalgas, el obsceno comentario sobre su estado, la humillo. Pero por otro lado le tranquilizo saber que no iba a bajarle las bragas, pero seguía temiendo que le diera la azotaina con el cepillo. Su cuerpo temblaba como los pétalos de una amapola a merced del viento. La azotaina dio comienzo. La mano del Marshall empezó a calentarle el trasero, ese hecho tranquilizo por el momento a Sarah, aunque por poco tiempo, pues la mano pesada dolía horrores al tener el culo dolorido, Sarah no sabía que sería peor en esos instantes, el culo le dolía cada vez más, sus piernas pronto empezaron a desobedecer a su mente, empezando estas a agitarse y como sus caderas se retorcían a cada azote que caía sobre su trasero recubierto por sus bragas amarillas de algodón. Estas eran unas bragas que cubrían su culo, en nada parecidas a las de las chicas más jóvenes, que apenas cubrían sus nalgas. A Sarah le cubrían todo el culo, dadas que eran de cintura alta, cubrían desde el inicio de sus muslos, hasta el límite de su espalda, vistas cuando estaba de pie frente al Marshall, cubría justo hasta el ombligo. La azotaina se prolongó durante varios minutos, las lágrimas llevaban desde el inicio de la azotaina bajando por sus mejillas, aunque ella no lloraba, pero le resultaba inevitable impedir que estas emanaran de sus pupilas, pues el ardor, así como el dolor de su culo era muy intenso. Fueron varias tandas de azotes las que el Marshall le propino en el dolorido y muy caliente trasero. entre tanda y tanda, este se entretenía en acariciar el culo a Sarah, bajando esas caricias por sus muslos, subiendo por el interior de los mismos hasta su entrepierna, la cual Sarah no debía imaginar como el fondillo de sus bragas destacaba una mancha de humedad considerable, en ese momento ella si se percató de esa humedad, pues el Marshall paso sus dedos por la zona más oscura, lo que hizo a la comisaria sentir la acaricia y que la humedad fuera muy palpable estremeciéndose de placer, hacía tiempo que no se sentía de ese modo, recordando los tiempos que la colocaba sobre sus piernas su marido. La mano derecha del Marshall hizo que Sarah sintiera una enorme vergüenza en sí misma, este de manera obscena había metido uno, dos, y luego tres dedos bajo el fondillo de la tela de algodón de sus bragas, sintiendo la caricia directa sobre su encharcado sexo, el cual hacia ruiditos al moverse los dedos bajo la prenda, sobre todo al sentir como estos no contentos con acariciar su sexo libre de vello rasurado, los introdujo en el sexo, lo justo para tocar el botón mágico, haciendo que Sarah se estremeciera con esa caricia intima. De su labios surgió de improviso un gutural gemido de placer, el cual hizo que la mujer se avergonzase de sí misma, enrojeciendo su rostro hasta las orejas, se acababa de correr estrepitosamente con los dedos del Marshall en su sexo, temía que hubieran podido escuchar su gemido en el pasillo de las celdas, no podría mirar a ninguna de las chicas a la cara, sobre todo a su hija. Algo que no pasó desapercibido por el Marshall, que extrayendo sus dedos continuo la azotaina ahora mucho más intensamente, haciéndola gritar de dolor, Sarah pensó que aquel horrible dolor solo podía tratarse que estuviera utilizando el terrible cepillo, pero no tardo en sentir que no era así, cuando la mano volvió acariciar su dolorido trasero, dando por acabada en ese instante la azotaina. Aun permaneció unos minutos más sobre sus rodillas, pues Sarah estaba ahora más calmada y relajada, aunque el trasero no dijera lo mismo, pues le dolía horrores. Cuando por fin se incorporó se acarició el culo con ambas manos muy suavemente, a pesar del dolor al pasar las palmas de sus manos sobándoselo. En ese instante se volvió hacia el hombre que le acababa de administrar una azotaina tan larga e intensa, pero este en su rostro no vio odio en él, lo que vio en ese rostro fue una angelical mirada de agradecimiento y una agradable sonrisa en sus labios, pero sin dejar de acariciarse las nalgas, el pasar las yemas de sus dedos por ellas, estas le dolían, pero a pesar de ello, sentía en sus manos el intenso fuego que sus nalgas desprendían, el Marshall se acercó a ella en ese instante, colocándose detrás de ella, paso sus dedos por la cinturilla de sus braguitas y se las bajo lentamente hasta colocárselas a la altura de medio muslo, mirándole el culo lo colorado que lo tenía… Estando así en pie, el Marshall abrió un frasco echando parte de su contenido en la palma de su mano derecha, luego se lo repartió uniformemente por sus nalgas rojas como tomates maduros, hasta que estas absorbieron el líquido aceitoso del producto. Algo que Sarah agradeció dándose la vuelta y abrazando a quien le había mondado el culo de aquella severa azotaina, abrazo que el Marshall amablemente devolvió a Sarah. Durante varios minutos estuvieron así abrazados, ella con la cabeza ligeramente apoyada sobre su pecho, y el con sus largos brazos acariciándole el trasero… cuando se separaron…

(Marshall)  -. Venga ves a mirar a las chicas que hacen, y toma este frasco, y se lo untas a Maggie, Penélope y tu hija Alberta además de su amiga Susan. -. Cuando Sarah se dio la vuelta para dirigirse a las celdas, una fuerte palmada sintió en sus nalgas, mirando hacia atrás pícaramente sonrió al Marshall, no había odio en aquella mirada, solo se veía agradecimiento… -. Venga, o voy y veras tú, la que te espera!!.- Sarah cómicamente le saco la lengua al Marshall echando a correr hacia las celdas, subiéndose las bragas al mismo tiempo que se alejaba…



      



    

1 comentario:

  1. Me gustaria poder saber vuestras impresiones sobre esta historia, Gracias!

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