EL
CASO DE LAS AMAPOLAS Capitulo 2
Maggie Henderson a sus sesenta años salió del despacho del Sr.
Clark Miller, a pesar de su tempestuosa mañana en las oficinas, había logrado su
objetivo, que fuera su caso aceptado por la agencia de investigación. Se levantó del sillón con claras y dolorosas
molestias, era toda una Señora, pero recibir una azotaina a sus sesenta años no
había sido para desperdicio alguno. Su ropa interior parecía que eran de esparto, pues el roce que
producía al levantarse de la silla, llevaba el suficientemente tiempo sentada,
sus nalgas al liberarse de la presión
carcelaria de la falda, bajo el intenso calor concentrado, que ejercía su peso
sobre el asiento, al levantar su trasero lo hizo con parsimoniosa calma, una vez en pie, su falda quedo liberada de la
presión, en ese momento sintió la singularidad de sus bragas bajo su falda, estás le raspaban la piel de
sus nalgas como si se tratase papel de lijar madera, causando unos picores que
resultaban muy molestos en sus nalgas, sumado al intenso calor de la azotaina, unido al horno que había ese fuego acumulado
por la falda al mantener el calor concentrado. Desde el sillón en el cual había
estado sentada, hasta llegar a la puerta le resulto un verdadero suplicio, pues
no pretendía dar la impresión de que se había visto claramente afectada por la
azotaina que había recibido a manos de un hombre tan salvaje, no deseaba dar
muestras del intenso dolor que sentía en su trasero, salió llevando la cabeza
bien alta, orgullosa de sí misma, sin
mirar atrás ni una sola vez, ni tan siquiera al abrir la puerta, así como
traspasarla sin dar muestra alguna del dolor, y una vez hubo cerrado la puerta y estar afuera,
en el pasillo al ver que no había nadie, cogió aire llenando los pulmones y
expiro con suavidad. Sus manos se posaron en su trasero, frotándoselo con
fuerza por encima de la falda y dejándolas posadas sobre el culo, pudo sentir
como el intenso calor de sus nalgas doloridas por la azotaina con el cepillo,
traspasaban la tela de la falda, sintiendo el calor en las palmas de sus manos.
Se relajó, y empezó andar hacia la salida, sin poder evitar hacer alguna mueca
de dolor al andar, el culo le dolía más de lo que ella hubiera deseado, pero
quizás el Sr. Clark estaba en la razón, de que ella se podía haber excedido en sus críticas, teniendo en cuenta
que ella estaba en su despacho, y no era quien, para decirle aquellas palabras
fuertes y mal sonantes. Pero el caso es que el culo le dolía y de qué manera,
además de los terribles pinchazos a cada
paso que daba. Que al estar sola en el pasillo, a cada pinchazo que sentía se
sobaba el culo por encima de la falda con suavidad. Al llegar al final del
pasillo y llegar a otra puerta, al abrirla se encontró con Marie.
(Sra. Henderson) -. Marie!
Lamento mucho que se haya visto en esa situación complicada por mi culpa, su
padre es un verdadero salvaje…
(Marie Nelson) -. No se
preocupe Sra. Henderson. Ha sido muy divertido que alguien se haya atrevido a
decirle cuatro palabras bien dichas a ese viejo carcamal, aunque sea mi padre y
este mal el decirlo.
(Sra. Henderson) -. Ya! Pero te
ha castigado en exceso a mi parecer. Pero
debes tener el culo muy adolorido, te ha dado una azotaina de las buenas…
(Marie Nelson) -. Ya le digo
Sra. Henderson que la tunda bien ha valido la pena, con ver y escuchar a
alguien que se atreva a decirle la verdad, hasta ahora nadie le había puesto en
su sitio, a excepción de mi madre. Y…
Marie se calló en ese
momento…
(Sra. Henderson) -. Ella
tampoco saldría bien librada, me equivoco?
(Marie Nelson) -. Si a ella… Lo
hizo alguna vez, y le diera alguna azotaina, lo haría en privado, como a usted
señora. Mi padre puede ser un monstruo o estricto caballero ingles donde los
haya. No crea que no me di cuenta al entrar, cuando mi padre da una azotaina a
alguien esta es imposible que pueda disimularlo. A mi madre nunca he visto que
le haya puesto la mano encima, pero al día siguiente no podía disimular que no
tenía molestias al sentarse. Eso era obvio con solo apoyar el trasero en una
silla, a medida que me fui haciendo mayor, mi madre no se sentaba y permanecía
en pie para que no me diera cuenta de nada. Si señora. Mi padre no es ningún ángel,
también el servicio tenía que pasar por su despacho, e incluso cuando había
chicas jóvenes las castigaba delante de mí y de mi madre. Y aquí en la oficina,
no creo que haya más de cuatro que no lleven el culo colorado y dolorido.
(Sra. Henderson) -. Como he de
hacer para encontrar la salida…?
(Marie Nelson) -. Sígame
señora, yo la acompaño a la salida.
La Sra. Henderson
tampoco es que fuera un ángel precisamente, deseaba ver a la muchacha caminar
ante ella, le hacía gracia como andaban las chicas en aquella oficina con sus
uniformes laborales, aquella corta falda ondulada gris perla, con la blusa azul
turquesa, con las medias blancas por debajo de las rodillas, tenían cierta
gracia al verlas en su andares y como la corta falda se les levantaba con la
propia brisa de sus andares. Al ir Marie delante de ella, la falda ondulada
bailoteaba de manera graciosa, dejando entrever la parte baja de sus braguitas,
Marie caminaba tallándose la falda y así acariciarse su ardiente trasero,
tratando de evitar que la corta falda dejara a la vista sus braguitas, así como
su trasero colorado. Pero no lo lograba, la Sra. Henderson pudo verle las
braguitas, y comprobar que la chica se las había cambiado, pues ahora en vez de
las braguitas amarillas de algodón que llevaba puestas al recibir la severa
azotaina, ahora llevaba unas bragas de
color rosa de algodón, las cuales hacia resaltar la intensa rojez de sus nalgas
con el contraste rosa de sus braguitas.
Al llegar a la salida ambas se despidieron con afecto, Marie volvió a sus
tareas y la señora Henderson se subió en un taxi.
Marie volvió al despacho del señor Miller,
tal y como se le había ordenado que hiciera, una vez dentro de él.
(Clark Miller) -. Ah! Ya estás
de vuelta. A quien le vamos a dar este caso Marie? Va a ser un caso muy
complejo, así como muy complicado. No va a resultar fácil demostrar la corrupción
del Fiscal General, y posiblemente
podría deberse a un claro caso de prostitución, o trata de mujeres, secuestran
a las chicas para llevarlas a burdeles de lujo, de ahí que esté implicado un
personaje importante como el Fiscal. No, no va a resultar nada fácil, quien se
encargue de la investigación deberá ir con pies de plomo o podría echarlo todo
a perder y que no volvamos a saber nada de esas chicas, y que los culpables
queden inmunes.
(Marie Nelson) -. En estos
momentos están libres Rose Mery y Carmen, son dos de nuestras mejores
investigadoras con muy buenos resultados.
(Clark Miller) -. No me suenan
de nada esos nombres.
(Marie Nelson) -. Rose Mery
Anderson de veintiocho años, con ocho años de experiencia y Carmen López de veinticinco
años, con tres años de experiencia. Son buenas agentes, y si no las conoce será
porque nunca han pasado por este despacho…aún.
(Clark Miller) -. Bien, dáselo
a ellas y esperemos que no tengan que pasar por este despacho por cometer un
error. Pero te habrás dado cuenta de lo complicado y la complejidad del caso,
si meten la pata, te hare responsable a ti y ser mi hija no te librara de un
severo castigo, como a ellas mismas…
(Marie Nelson) -. No te
apresures en tus presunciones, parece que sigas sin aceptar que las agentes
puedan ser tan eficientes como los hombres.
(Clark Miller) -. Estas muy
arrogante hoy! Parece ser que he sido blando al darte una azotaina esta mañana,
más te vale que vayas más atenta a tu trabajo y no seas tan directa conmigo, o
no te vas poder sentar en una semana, de la azotaina que arreé en el trasero de
nuevo…
(Marie Nelson) -. Siempre estas
igual, no hay quien te soporte cuando estas de mal humor, pero ha resultado
gracioso como la Sra. Henderson te ha dicho la verdad y eso te molesta, es algo
que pocas veces sucede…ja ja ja…
(Clark Miller) -. Así…!!! Vas a
ver tu desvergonzada!!!
El señor Clark hizo
ademan de levantarse de su sillón e ir en busca de su hija Marie, pero esta,
más rápida hecho a correr hacia la puerta saliendo rápidamente como alma que
lleva el diablo. Nada más traspasar la puerta se detuvo y se introdujo las
manos bajo la corta falda, acariciándose el trasero sobre sus braguitas rosas
de algodón, de buena se había librado, aunque sabía que su padre estaba
bromeando, si hubiera estado serio, nada ni nadie la habría librado de una
azotaina por mucho que corriera.
….
Dos mujeres entraban en los juzgados de
la ciudad, llevaban las dos gabardinas que les cubría como iban vestidas, nadie
a pesar de ello noto con indiferencia tal vestimenta por la fresca mañana, era
una ciudad donde los transeúntes prácticamente llevaban gabardinas por el clima
frio y de niebla constante. Se dirigieron ambas al mostrador de información,
antes habían estado hablando con algunos agentes de policía que hacían guardia
en la entrada, haciéndoles preguntas. Algo que no pasó desapercibido por unos
hombres vestidos con traje negro que momentos después desaparecían en el
interior. Tuvieron que esperar varios minutos en el mostrador a que las
atendieran, no porque hubiera gente esperando, era porque no las atendían.
Pasaron varios minutos de espera, e incluso
dos horas esperando estuvieron, antes que las atendieran. Precisamente uno de
los que vestían de negro…
(Caballero) -. Si, señoras que
desean?
(Carmen López) -. Buenos días,
tenemos cita con el Fiscal General.
(Caballero 2) -. Eso no creo
que pueda ser, el señor Fiscal es un hombre muy ocupado y no concede citas a la
prensa.
(Rose Mery) -. Pues a nosotras
nos concedió una cita hable con él y lo comprobara.
En ese instante apareció
un caballero vestido con una toga…
(Fiscal) -. Que sucede aquí…?
(Caballero) -. Estas señoras
dicen que tienen una cita con usted señor Fiscal General.
(Fiscal) -. Y… porque están
aquí, que no las han puesto de patitas en la calle? Sras. Díganle a su jefe el Sr. Miller que si
desea preguntarme algo venga el en persona y no se escude en bellas damas para
hacer su trabajo.
(Rose Mery) -. No comprendo, de
que Sr. Miller nos habla usted Sr. Fiscal General, nos ha confundido con otras
personas…
(Fiscal) -. Díganle al Sr.
Clark Miller, de la agencia de detectives Miller SA, que el Fiscal General
también tiene investigadores que trabajan para la fiscalía, no ha resultado
difícil averiguar quiénes son ustedes señoras… Recibirá una queja del
departamento de estado de inmediato, ahora márchense de aquí!!!
Las dos mujeres fueron
expulsadas de inmediato, expulsándolas de muy malas formas, dejando claramente
que no eran bien recibidas. Una vez en el exterior se miraron entre si
preocupadas, como era posible que las hubieran descubierto con tanta rapidez.
Su caso se había acabado antes de comenzar, de camino hacia la oficina no
hablaron entre ellas en todo su trayecto, claramente preocupadas por la bronca
que les iba a caer. Sabían por experiencia de otras chicas investigadoras lo
que iba a sucederles, de ahí, su gran preocupación.
Al entrar al vestíbulo de la agencia
acudieron al despacho de Marie Nelson, el cual estaba en la séptima planta. Al
llegar la secretaria las hizo esperar a la entrada de su puerta, a los pocos
minutos salió una joven con los ojos bañados en lágrimas, y con sus manos
tallaba el vuelo de su falda acariciándose el trasero, en su mano derecha
llevaba un sobre azul.
Las dos mujeres entonces entraron al
despacho, intrigadas al ver a la joven salir, la habían reconocido. Era una
investigadora como ellas llamada Luisa y verla salir tan preocupada la lleno de
curiosidad a ambas.
(Carmen López) -. Buenos días,
Marie! Que le sucede a Luisa, la hemos
visto salir preocupada y llorando…
(Marie Nelson) -. Buenos días…
Que habéis hecho? Que parte de la misión no comprendisteis, debíais investigar
sin levantar sospechas. Luisa está implicada en vuestro caso por vuestra
incompetencia, y también me habéis implicado a mí misma por vuestra
incompetencia, debemos ir las tres, junto con Luisa al despacho del supervisor,
aquí están vuestros sobres azules y el mío. Vamos! No está esperando el Sr.
Adams. Vaya par de incompetentes…
Las tres chicas salieron juntas del despacho,
llevando en sus manos los sobres azules. Las demás chicas que estaban ocupadas
en sus respectivos puestos, así como hombres las vieron pasar mirándolas con
rostros de resignación, todos pudieron observar que las tres portaban en sus
manos sobres azules, sabían que significaba aquello. Carmen, Rose Mery y Marie,
pasaron por delante de las mesas de compañeros, entrando a una sala de espera
acristalada, desde fuera todos las podían ver una vez dentro, en dicha sala
habían dos puertas al fondo en la derecha ponía el letrero de “Supervisor Sr. Williams Adams” en la
izquierda “Supervisora Sra. Ingrid
Adams”. En la sala de espera aguardaba Luisa sentada, a su izquierda había
un hombre sentado de unos veintitrés años, con un sobre rojo en sus manos.
Pronto se abrió la puerta de la izquierda, saliendo de ella un chico de
diecinueve años, llevaba su rostro congestionado y se sobaba el trasero con su
mano derecha, salió de la sala de espera sin mirarlas. El hombre que aguardaba
entro al despacho de la puerta izquierda. Pronto llego a oídos de las jóvenes
chicas, unos sonidos secos del interior, y pocos minutos después el chico salía
del despacho, con el rostro congestionado de dolor, y sobándose el trasero con
sus dos manos. Salió de la sala de espera sin decir nada.
La puerta de la derecha se abrió de
improviso, apareciendo un hombre alto como de un metro noventa de unos cuarenta
y cinco años, con un portafolios, en su mano izquierda…
(Sr. Adams) -. Buenos días
chicas! Veamos! Luisa Fernández? .- La chica nombrada se puso en pie. -. Rose Mery Anderson? Carmen López? Y…
Marie Nelson? Bien, vayan entrando según salga la primera, bien Luisa hace el
favor de entrar…
El Sr. Adams volvió a entrar en su
despacho, tras el entro la llamada Luisa…
En voz baja Carmen López pregunto intrigada
a Marie en voz baja,…
(Carmen López) -. Que es lo que
ha hecho Luisa?
(Marie Nelson) -. Ha tratado de
encubriros, para que no fuerais descubiertas, pero desconocía la información
del caso que estáis, y más que encubriros lo que ha hecho ha sido lo contrario,
por su experiencia debía de haberse abstenido de dar datos, pero la culpa es
vuestra por usar vuestros nombres reales, es que no acudisteis a esa clase en
la universidad? Crear una personalidad falsa para no ser descubierta!!! Y
podéis dar gracias a que el Sr. Adams ha podido solucionar el problema, si esto
llega a más, visitaríamos el despacho del Sr. Clark. Y no saldríamos ninguna
muy bien libradas, por suerte ha podido desviar la atención argumentando que
investigabais el último caso de desaparición de una chica, y no así de todas
las desaparecidas, eso habría hecho que hubieran repercusiones mayores y
perdiéramos toda posibilidad de continuar la investigación. Solamente será
cuestión de enviar otros detectives, vosotras seréis traspasadas a trabajo de
despacho como represalia o castigo, como os guste más decirlo. Quitaos esas gabardinas, quiero veros el
trasero colorado cuando salgáis, ya que voy a recibir por vuestra culpa, por
ser la responsable del caso.
Al escucharse sonidos desde el interior del
despacho, guardaron silencio, escuchando como lastimeros sollozos provenían del
interior tras cada sonido seco y apagado. Momentos después Luisa salía del
despacho llorando y sobándose el culo sobre sus bragas de algodón blancas con
dibujos de frutas silvestres de multicolores, contrastando con la base de sus
nalgas muy coloradas.
A continuación entro Rose Mery por la puerta… previamente a disgusto se
había sacado la gabardina dejándola sobre la silla que había estado sentada. Al
entrar dentro se encontró con el Sr. Adams sentado en su sillón tras la
mesa. Rose Mery se situó delante de la
mesa, entregando el sobre azul al Sr. Adams el cual al abrirlo leyó su
contenido.
(Sr. Adams) -. Bien señorita Rose
Mery, inclínate sobre la mesa y separa las piernas en Angulo de treinta grados…
El Sr. Adams se levantó de su sillón,
bordeando su mesa se colocó tras Rose Mery, levantándole la falda y
introduciendo los dedos entre la cinturilla del elástico de sus braguitas
blancas de algodón con unos lunares de color naranja, se las bajo lentamente
hasta que se las dejo por debajo de las rodillas, ya que al tener las piernas
separadas, las bragas ya no bajaban más. Rose Mery tenía sus mejillas
completamente coloradas de la vergüenza, pues sabia por experiencia de la
universidad, que al ser castigada en esa posición, su sexo era completamente
visible destacando los labios del sexo quedando expuesto por completo. Pudo ver como el Sr. Adams volvía a pasar por
su izquierda hacia su sillón, pero deteniéndose justo a su altura, descolgando
de la pared una pala de madera de unos sesenta centímetros de larga, más unos
quince de mango, unos sesenta y cinco centímetros en total.
Sus ojos abiertos brillaban sus pupilas al
ver el instrumento, alguna lagrima se derramo por si sola, viendo lo que se le
venía encima, sabia por experiencia en la universidad que era terrorífico el
dolor que producía semejante instrumento. El Sr. Adams desapareció de su vista
colocándose detrás de ella, empezando a temblar sus nalgas y muslos como si
tuviera frio en ellos, pero era temor la sensación que expresaba. Sin mediar palabra alguna, sintió la pala
posarse en su culo desnudo, para segundos después sentir una leve brisa al ser
separada de su piel, para poco después sentir un tremendo sonido en sus nalgas
desnudas, que le dieron la impresión que se partían en dos, para a continuación
sentir un fuego abrasador en su culo, un gutural gemido salió de su garganta,
al tiempo que meneaba el culo de lado a lado, así como flexionando sus rodillas
se agacho poniéndose en cuclillas llevándose sus manos al dolorido culo.
(Sr.
Adams) -. Rose Mery!!! Adopte su
posición de nuevo, y procure no moverse en lo sucesivo durante el correctivo,
ya se ha ganado dos azotes extra por no mantener la compostura…
Con esfuerzo se puso en pie volviendo a
colocarse sobre la mesa, el separar las piernas le costó un poco más, sus
bragas se le habían bajado a sus tobillos dificultando el separarlas, quedando
no exactamente como debía, pero el Sr. Adams vio el problema y debió aceptar
pues volvió a colocar el temido paddle sobre el trasero apoyado, Rose Mery
temblando esperaba el siguiente azote en su trasero ardiente, en el cual había
aparecido una ancha franja roja que ardía como no hubiera podido imaginar y
temía el siguiente. La brisa leve al separar el paddle la volvió a sentir,
cuando volvió a estremecerse al sentir el fuertísimo azote en el culo, y antes
de que pudiera reaccionar uno y otro más siendo ambos seguidos, los cuales
abrasaron su trasero poniéndoselo en llamas, no pudiendo mantener la posición
levantando sus dos piernas, mientras el peso de su cuerpo se mantenía sobre la
mesa, sus bragas de algodón blancas con lunares naranjas salieron despedidas de
sus pies cayendo al suelo. Aun no habia adoptado su posición de nuevo, pues si
apoyaba sus pies, pero el intenso fuego en sus nalgas, como el fuerte dolor la hacía
menear sus caderas de un lado a otro, pero la experiencia del supervisor en
aplicar correctivos, le asesto tres nuevos fuertes azotes, que al menear su
trasero Rose Mery, estos impactaron en la base de sus nalgas e inicio de los
muslos. Rose Mery era una chica menudita y delgada, teniendo un trasero pequeño
por lo que sus nalgas aparecían claramente amoratadas ante los azotes de la
pala de madera utilizada o paddle grande. Como su pataleo era alocado meneando
sus caderas, así como sus piernas. El supervisor la sujeto por la cintura con
su brazo izquierdo, levantándola casi en volandas, y sin más, volviendo a darle
cuatro fuertes azotes seguidos, al soltarla esta se arrodillo en el suelo
sobándose a la desesperada el culo, el cual le abrasaba como el mismísimo
infierno.
El supervisor pasando por su lado volvió a
su sillón colgando el instrumento temido en la pared de nuevo, pasando a
sentarse en su sillón dejando a Rose Mery que se recuperase de los azotes
administrados de su correctivo. Durante
minutos estuvo Rose Mery recuperándose, sobándose el culo a la desesperada, se
levantó del suelo poniéndose en pie, sin dejar de sobarse el dolorido culo, haciendo
todo tipo de muecas con su rostro por el intenso dolor en el trasero.
(Sr. Adams) -. Has acabado ya!
Ponte tus bragas y sal afuera, pero no te vayas, aguarda afuera sentada, has
oído? Sen-ta-da…
Rose Mery mirando en
derredor de ella, busco sus braguitas en el suelo, hasta que las localizo en el
rincón opuesto, habían volado varios metros al salir de sus pies. Claramente
dolorida fue hasta ellas y se las puso como buenamente pudo hacerlo. Iba a
salir por la puerta…
(Sr. Adams) -. Un momento! Levántate
la falda. .- Sorprendida Rose Mery, no se hizo de rogar levantándose la
falda y girándose al ver que el Sr. Adams le hacia el gesto con el dedo índice
de su mano derecha, en signo claro que se volviera y mostrara el trasero,
teniendo que levantarse la falda y mostrar su dolorido trasero. .- Quítate las bragas, y te las vuelves a
poner del derecho, las llevas del revés.
Avergonzada como nunca
lo había estado, se bajó las bragas de nuevo quitándoselas y voltearlas después
y volvérselas a poner de nuevo. Una vez ajustadas a su cintura, se tallo la
breve falda y salió del despacho llorando así como sobándose el culo con
fricción. Al verla abrir la puerta y salir, Carmen se puso en pie entrando al
despacho…
Marie vio a Rose Mery que le daba la espalda
al dirigirse donde estaba su gabardina, viéndole desde su asiento lo colorado que
tenía el trasero, así como el inicio de sus muslos. Al darse la vuelta,
la falda se le levanto con la tenue brisa de sí misma, dejando claramente visible las bragas blancas
de algodón con lunares naranjas, así como lo colorado que asomaba por el ribete
de las perneras de sus braguitas. Así como media aureola violácea que asomaba
por dicho ribete y que el tejido de algodón de sus bragas cubría el trasero, el
cual debía tenerlo morado. Marie observo
como hacia las maniobras complicadas Rose Mery, para sentarse en la silla de
costado para no apoyar el culo dolorido sobre el asiento. A los pocos minutos se abrió la puerta,
minutos que a Marie se le hicieron interminables, y que temía que llegase su
turno de entrar, pues Marie tenía su trasero muy dolorido de la azotaina que
había recibido esa mañana, volver a recibir de nuevo no iba a ser nada grato.
Vio como Carmen salía llorando y sobándose
el culo por encima de sus bragas blancas de algodón, apenas pudo ver sus
dibujos coloridos, pues en ese instante se levantaba tallándose la falda y
acariciándose el culo sobre sus bragas rosas de algodón. Entraba al despacho
viendo al Sr. Adams en pie apoyándose con sus manos sobre el respaldo de su
sillón. Acercándose a su mesa, alargo el
brazo para entregarle el sobre azul. Abriéndolo el Sr. Adams lo miro y…
(Sr. Adams) -. Bien Marie!
Inclínate sobre la mesa y separa las piernas, sabes bien cómo va a ser esto, no
lo hagas difícil por ser hija de quien eres. .- Pasando el Sr. Adams junto
a Marie, se colocó tras ella levantándole la falda, e introduciendo los dedos
en la cinturilla de sus braguitas rosas de algodón, se las bajo hasta debajo de
las rodillas. -. Vaya… veo que hoy no es
la primera vez que recibes un correctivo…
Marie vio que el Sr.
Adams pasaba por su izquierda de nuevo, volviendo enseguida con el paddle largo
empuñado por su mano derecha, aunque en esta ocasión, Marie no deseo verle y
había cerrado los ojos, ella había puesto las notas en los sobres azules, y
sabía perfectamente que ponía en la nota de sus interior, pues lo había escrito
ella misma como responsable del caso, teniendo que poner el número de azotes
que debía recibir cada una de las chicas, y ella misma tuvo que hacer el suyo
propio, que como responsable seria mayor número de azotes que las agentes.
Sintió como los pasos se detuvieron a su
espalda, temía ese instante como cualquiera de las chicas, y sus nalgas
coloradas temblaban estremecidas y temor.
El primer azote fue terrible para ella, aguantando difícilmente el
intenso fuego en sus nalgas, y así se sucedieron uno tras otro hasta quince
fuertes azotes, sentía como sus nalgas le abrasaban como brasas al rojo vivo,
tras recibir los quince azotes con el paddle. Ella misma sabía que su castigo
había acabado, por lo que agachándose con mucha dificultad por el intenso dolor
en su culo, sujeto el borde del elástico de la cinturilla de sus bragas y se
las subió muy lentamente, sobre todo al pasárselas por sus muy doloridas
nalgas, una vez se las subió se acarició el culo con suavidad, pues al
contrario que las chicas, ella al tener el trasero dolorido de la mañana, le
dolía mucho más, así como mucho más molesta al acariciárselo después de haber recibido
quince buenos azotes con el paddle, lloraba desconsolada permaneciendo en pie.
Entre lágrimas y moqueando por la nariz se dirigió al Sr. Adams…
(Marie Nelson) -. Gracias, Sr.
Williams por ser comprensivo.
(Sr. Adams) -. Pequeña no
tientes demasiado a tu suerte, en esta ocasión aunque eres responsable de esa
metedura de pata de tus chicas, más vale que no se vuelva a repetir, me he
enterado que esta mañana has sido castigada por tu padre por culpa de una
clienta, y por ello no me he empleado a fondo, te he dado unos azotes con la
suficiente dureza para ponerte el culo morado, pero lo repito, no tientes
demasiado a tu suerte. Ahora sal fuera y siéntate con tus compañeras…
Marie no quiso hablar
más de lo debido, era cierto, el Sr. Adams no tenía fama de ser blando a la
hora de aplicar un correctivo, con ella aunque la había hecho ver las estrellas
y le abrasaba su trasero como si estuviera sentada en unas brasas al rojo
vivo, le conocía bien y ella sabía que
no se había empleado a fondo. No estaba de más, aunque le hubiera dolido
horrores los quince azotes con el paddle de madera, bien sabía que podía haber
sido mucho peor, por lo que no estaba de menos ser agradecida por ello. Salió del despacho como sus amigas, llorando
y sobándose el culo por encima de sus braguitas, sentándose al lado de Carmen,
colocándose en el asiento de costado como estaban ellas sentadas. Luisa que en
un primer momento se había ido, al salir Marie del despacho, la vio sentada al
lado de Rose Mery.
Durante una hora estuvieron las cuatro
chicas sentadas en sus asientos, durante ese tiempo tanto una como otra, habían
cambiado de posición su trasero varias veces, pues no había forma de permanecer
mucho tiempo en la misma posición.
Durante esa hora de espera, el Sr. y Sra. Adams recibieron tres chicas y dos chicos respectivamente que
necesitaban sus servicios, entrando las chicas con sus sobres azules y los
chicos con sus sobres rojos.
Poco después de una hora y media de espera,
aún permanecían sentadas las cuatro chicas y aun sollozaban por las
desmesuradas molestias en sus traseros, ya no sabían que postura adoptar, pues
sus traseros les dolían horrores, siendo más sensibles por el tiempo que
llevaban sentadas. Cuando la puerta se abrió saliendo el Sr. Adams, este se
dirigió a ellas…
(Sr. Adams) -. Ha llegado el
momento, síganme chicas, ustedes dos dejen ahí sus gabardinas, nadie las va a
tocar, vamos…
El señor Adams caminaba
encabezando a las chicas que caminaban tras sus pasos, de dos en dos. Ninguno
de los administrativas/os levanto sus cabezas para mirarles al pasar el
supervisor, luego una vez había pasado, miraban a las chicas como caminaban
sobándose sus traseros por encima de sus braguitas, todas y todos pudieron ver
los colores y dibujos varios de sus braguitas, así como sus muy colorados
traseros, y las muecas que hacían a cada paso que daban congestionando sus
rostros del dolor. Al llegar a uno de
los cuatro ascensores del vestíbulo de la planta, al abrirse sus puertas el Sr.
Adams hizo ademan de que entraran primero ellas, durante el tiempo que eran
observadas por el Sr. Adams esperando al ascensor, ninguna de ellas se atrevió
a sobarse el trasero, aunque las cuatro se estiraban sus cortas faldas, como un
auto reflejo por lo nerviosas que estaban, pues a donde las llevaran no tenía
pinta alguna de que fuera agradable para ellas.
Al entrar al ascensor, el Sr. Adams pulso
el botón del piso treinta. Al abrirse las puertas salió el señor Adams
acompañado detrás pos las cuatro chicas, que al no poder verlas, de nuevo se
sobaban el culo, aunque solo Marie utilizo sus dos manos , las otras tres
chicas solo utilizaron una mano, pues no deseaban arriesgarse a ser
sorprendidas, pues sabían bien que ello desagrada en extremo al Sr. Adams. El cual se detuvo al llegar a una puerta
amplia de buena madera, solo Marie sabia a quien pertenecía ese despacho, era
el de su padre. Marie hubiera deseado no entrar en él, a su padre no le iba a
gustar nada verla entrar con las culpables de la falta grave cometida por sus detectives. La puerta fue abierta por una de las
secretarias del Sr. Miller, entrando todas al despacho. Mientras al fondo
estaba la mesa del Sr. Miller, a su derecha había unos sofás y sillones para
recibir visitas, el sofá de cuatro plazas estaba ocupado por el propio Sr.
Miller, y dos caballeros más. En los sillones a derecha e izquierda del sofá,
estaban sentados una señora a la izquierda y en el de la derecha un caballero
más, además de cuatro hombres más que estaban detrás de sofá situados en pie,
llevando pinganillos en sus oídos y micrófonos en las solapas de sus trajes, al
verlos Marie dedujo que serían personal de seguridad. El Sr. Adams se sentó al lado derecho del
Sr. Miller, quedando en pie las cuatro chicas justo enfrente de los sofás
visibles claramente para todos los
presentes.
(Sr. Adams) -. Bueno Clark, aquí
las tienes a las responsables culpables de allanamiento en la oficina del
Fiscal General, han sido debidamente aplicados sus correctivos. .- Las
cuatro chicas sintieron que sus mejillas le ardían de la vergüenza. .- ahí están…
(Sr. Clark Miller) -. Así que
vosotras habéis invadido los juzgados de las oficinas del Fiscal General aquí
presente, Williams has averiguado el motivo que las ha llevado a cometer ese
acoso?
(Sr. Adams) -. Por supuesto que sí,
Clark. Las señoritas Rose Mery Anderson y Carmen López, están estudiando para
escribir su Tesis, para un Master de investigación y justicia, con una beca de
estudios otorgada por la oficina de la fiscalía, patrocinada por el Sr. Fiscal
General aquí presente. Las chicas debían hacer su Tesis sobre informes de casos
cerrados, en el departamento de archivos, por lo visto, ante las noticias
recientes de una chica desaparecida, han creído que podrían basar su Tesis
sobre ese caso, y por voluntad propia no teniendo autorización de estas
oficinas, han obrado por cuenta propia, algo que no deberían de haber hecho,
saltándose así varios artículos y violación de información bajo sumario, la
cual aún no se han pronunciado las autoridades, como puedes ver Clark, estas
osadas jovencitas se merecían un buen correctivo. El cual ya ha sido aplicado
severamente.
(Sr. Clark Miller) -. Y las
otras dos chicas, en que se han visto envueltas?
(Sr. Adams) -. Luisa Fernández. Ha tratado de encubrirlas cuando han llamado
de la fiscalía, al estar ella en recepción en esos momentos, por lo que he
descubierto, lo tenían todo bien estudiado, en caso de ser sorprendidas como
así ha sido.
(Sr. Clark Miller) -. Muy bien
Williams, como siempre no me has decepcionado, pero… Marie… en que está
envuelta en este problema?, no me hace ninguna gracia que mi propia hija esté
implicada en algo tan grave…
(Sr. Adams) -. Ella es la
responsable de los actos de estas jovencitas, y aunque no está implicada
directamente, debería de saber y haber averiguado que pensaban hacer sus
chicas, así como no haberlo permitido, aunque después de investigar
concienzudamente, ella no sabía nada de lo que pensaban hacer, pero es
responsable igualmente, al estar por encima de ellas, las chicas han de
informar a su delegada, que es ella. Por lo cual también, aunque siendo inocente,
se ha visto implicada, por ello ha sido castigada de manera conveniente y
eficaz.
(Sr. Clark Miller) -. Bien
Williams. Pero seguramente el señor Fiscal deseara ver que han sido corregidas,
tal como dices, verdad…
(Sr. Adams) -. Chicas!!! Daos la
vuelta!!! Bajaros las bragas!!! Y
levantad vuestras faldas que puedan juzgar el estado de vuestros traseros…
Las cuatro chicas terriblemente avergonzadas,
se dieron la vuelta, introduciendo sus manos bajo sus cortas faldas, se bajaron
las bragas para luego levantarlas dejando claramente visibles sus amoratados
traseros, pues las cuatro tenían el culo morado. Las cuatro deseaban que se las
tragase la tierra, estaban mostrando sus culos amoratados a nueve hombres
maduros y dos mujeres, resulto algo muy bochornoso para ellas. Pero no obedecer
hubiera sido peor…
(Sr. Clark Miller) -. Bien
Williams, como siempre tu trabajo es encomiable, buen trabajo. Que se arreglen
la ropa y te las llevas, mañana a primera hora deseo que les apliques un buen
mantenimiento a las cuatro sin excepción, esto no puede volver a repetirse, que
unas simples estudiantes hagan perder su valioso tiempo a un Fiscal
General.
(Continuará…)