EL SHERIFF DE SPANK CITY SPRING´S
CAP. 13
Betty Winston
dirigiéndole una sonrisa a su prima, se sobaba el trasero echada sobre la cama,
se había puesto de costado teniendo enfrente de ella a su prima Allison, al igual que ella de costado mirando a los
ojos de su recién llegada prima, las dos con sus traseros colorados, aunque el
de su prima Betty se le veía mucho más colorado, pues el Marshall había
demostrado claramente su fuerza. A pesar del calor que hacía en la habitación,
sintiendo el fuego en sus traseros se quedaron dormidas juntas.
El Marshall abandono el hotel en dirección
a su oficina, ante la puerta se encontraba de guardia Laura Sullivan, con un
rifle wínchester en sus brazos como si estuviera acunando a una criatura. Al verle que se acercaba hacia la cárcel
Laura se estremeció de la cabeza a los pies, cada vez que se le acercaba
irremediablemente se ponía a temblar, con su jefe siempre había tenido esa desazón
cuando se le acercaba o lo tenía presente ante ella, pues en la oficina había
mil motivos para llamarle la atención, pues durante el tiempo que había
permanecido fuera, ella no se había ocupado últimamente en ordenarla y tenerla
aseada.
El Marshall se la quedó mirando unos
segundos observando los ojos de preocupación de su ayudante, y como esta
acongojada bajaba su mano derecha llevándosela instintivamente a su trasero
sobándoselo, pero entrando en su oficina no le dijo nada. Observo el desastroso estado de la oficina al
entrar, llevándose su mano derecha a la hebilla del cinturón, por un momento le
dieron ganas de sacarse el cinturón saliendo a por Laura, por el estado de la
oficina. Pero debió pensar que debía
tener al menos a una de sus ayudantes operativa, ya que Sarah aun tardaría unas
horas en poder ocuparse de trabajar, ahora mismo dudaba de que pudiera
moverse. Entonces pensó en ella, había
llegado el momento de liberarla de “La educadora”, debía de estar cerca de
cumplirse la hora de penitencia, castigo impuesto a su falta de decoro. Iba a entrar al pasillo de las celdas, y al
entrar vio las bragas amarillas de encaje
de Sarah en el suelo, al recogerlas pudo sentir como el fondo de las
bragas, después de casi una hora aún se mantenían húmedas, negando con la
cabeza siguió avanzando hacia las celdas. Al entrar enseguida vio a Sarah con
su rostro congestionado del dolor en su trasero, aunque la congestión debía ser
por la incomodidad de estar en aquella silla sentada, de la cual no podía
soltarse y aliviar sus nalgas, al verla de cerca pudo ver como en sus preciosas
mejillas, las tenía mojadas de llorar por la forzada situación en la que se
encontraba.
(Marshall) -. Ya has aprendido la lección? Cuando te mande
cambiarte de ropa antes de salir a la calle, lo harás? .- Sarah asintió con
la cabeza con lágrimas que seguían brotando de sus pupilas. -. Que
te sirva de lección! Ahora te levanto de
tu castigo, pero que no vuelva a repetirse!!! Aquí están tus bragas, lávalas
cochina!!!
El Marshall se acercó a
ella, y tirando de un extremo de la cuerda con la que la mantenía sujeta a la
silla, sus brazos quedaron liberados al igual que sus piernas, pudiendo
levantarse. Pero sus piernas adormecidas no la obedecían, preciso ayuda del
Marshall para levantarse, apenas apoyo sus pies en el suelo, en unos segundos
ya sentía haber recuperado sus fuerzas, pero a pesar de ello su cuerpo se
mantenía encorvado hacia adelante, pues el culo le dolía horrores para
enderezar su espalda poniéndose erguida, bastaron dos fuerte azotes en el culo,
para erguirse al sentir el intenso dolor en su trasero.
(Marshall) -. Ahora
desvergonzada!!! Sal de la celda y vete
a cambiarte, tu hija te ha traído ropa para vestirte decentemente, acorde con
una ayudante del Marshall. Luego vas al
almacén general a encargarte de lo que te he pedido, saldremos al atardecer
cuando el sol caliente menos, pero tus armas las dejas en la oficina, no deseo
que le metas un balazo a quien se ría de ti al salir. Y procura que cuando te
masturbes no dejes huellas en tus bragas, dan asco verlas, si no fuera por como
tienes el culo de morado, y lo mucho que debe de dolerte, te daba otra azotaina
ahora mismo!!! Ves a vestirte o no respondo!!!
Al pasar Sarah por su
lado, le asesto un fuerte y muy sonoro azote en el centro del culo, el cual
hizo a Sarah soltar un grito de dolor, saltando hacia adelante llevándose sus
manos al trasero, así sobándose el culo con las dos manos, al volver sus pies a
pisar el suelo, giro su cabeza aterrada mirando a su jefe si iba detrás de
ella, tranquilizándose al verle en las celdas y a pesar del dolor en el culo,
avanzaba a buen paso hacia la oficina desnuda de cintura para abajo, pues
solamente llevaba la camisa puesta.
Sarah se vistió con serias dificultades,
sobre todo al ponerse las bragas blancas con dibujos de hojas verdes cubriendo
su maltrecho trasero, pero aun peor fue ponerse el ajustado pantalón tejano,
que tuvo serias dificultades para subírselo y pasarlo por sus piernas, al tener
que sentarse para pasarlo por sus piernas por lo ajustado que era, como si su
hija Alberta hubiera querido vengarse de su madre, al llevarle los pantalones
más ajustados te tenía en su armario.
Al salir para dirigirse hacia el almacén
general no lo paso muy bien, por el dolor en el culo tenía dificultades para
caminar con soltura, pareciendo un pingüino a cada paso que daba, teniendo que
aguantar las habladurías al pasar entre los vaqueros, y sus jocosas risas, como
susurros a sus espaldas, lo que de buena gana les hubiera pegar un tiro entre
ceja y ceja, pero su jefe temiendo esa reacción, no le había permitido salir
con armas a sus costados. Pero para ella aun resulto más duro tener que
preparar las monturas, tenía que ensillar dos caballos y preparar otros dos con
las alforjas con víveres, así como preparar tres caballos más para traer a las
Watson. Pasar la silla a los caballos fue tortuoso el lanzar la silla por el
lomo de los caballos, pues debía estirar sus brazos todo lo que estos daban, y
al hacerlo saltar al mismo tiempo, teniendo que llevarse sus manos al culo con
rapidez para mitigar sus molestias con pinchazos muy agudos, además tenía
publico observándola que se había congregado cerca, pues resultaba cómico verla
como se sobaba el culo con fuerza, y como su rostro se contraía del dolor. Así
como el mirarla con qué cara de odio les miraba, y no podía hacer nada para
dispersar a los mirones, el llamar la atención del Marshall para que se ocupase
de ellos, tampoco contemplaba esa opción pues podría ser mal interpretado por
su jefe, y la podría volver a zurrar, algo que no deseaba. Cuando tuvo a los animales preparados, entro
a la cuadra a coger un enorme cajón de madera, colocando al costado de su
caballo, lo utilizaría llegado el momento de la partida para subir al caballo,
al cual había atado dos almohadones e su silla, para cabalgar más cómoda.
Sobre las seis de la tarde montaban en
sus monturas el Marshall y Sarah, su
jefe había estado ocupado esa tarde, pues al final se vio obligado a castigar a
Laura Sullivan, por el mismo motivo que había sido regañada al mediodía, por el
desorden de la oficina pues desde que se lo había ordenado hacer, aun apenas
había arreglado nada, además la
sorprendió durmiendo en una de las celdas, sin haber hecho nada de la oficina,
como si hubiera hecho a propósito para que la zurrase, algo que era más que
posible. Laura había visto castigar a
Sarah, había tenido ella misma que castigar a Maggie por encargo de su jefe, y
también presencio la azotaina a Pluma Blanca, mientras ella se había masturbado
agazapada en otra dependencia, estaba claro que no deseaba ser menos que las
demás. Sarah desde las cuadras mientras
hacia los preparativos, pudo escuchar como la regañaba y poco después podía
escuchar perfectamente como el cinturón del Marshall azotaba a su compañera,
aunque todavía en su escasa relación no se habían hecho amigas, por lo tanto
escuchar como la castigaba el Marshall no sintió ninguna lastima por ella. Poco después escuchaba a Laura sollozando,
para Sarah era una satisfacción personal que toda una mujer, tan fuerte de
voluntad y carácter como ella misma, la escuchaba llorar cuando la castigaba el
Marshall. La hubiera encantado entrar desde las cuadras a la oficina, y verla
como la zurraba. Pero sus nalgas doloridas le decían que no cometiera aquel
error, pues de ser sorprendida espiando podría ser perjudicial para su trasero.
Al montar sobre su montura el Marshall,
observo como Sarah había puesto unos almohadones sobre su silla de montar.
Sarah iba a subir a su caballo utilizando el cajón que había colocado, para
serle más cómodo subirse al caballo. Vio como el Marshall con cara de disgusto
acercaba su montura a la de ella, y utilizando su cuchillo Bowie corto las
cuerdas con las que había sujetado los almohadones. Sarah al ver como cortaba
las ligaduras le miro con rostro airado, a su jefe no le gustó nada aquella
mirada de desprecio, acercándose a ella con su montura, colocándose justo entre
su propia montura y el cajón que había colocado Sarah, sobre el cual estaba
subida para montar a su caballo. Sarah
al verle cambio su semblante inmediatamente, pero ya era tarde, el Marshall
Williams se inclinó sujetándose de las riendas con la mano izquierda,
inclinando su cuerpo asegurándose de conservar su equilibrio con los talones de
sus pies sobre los estribos, agarrando a
Sarah por la cintura e izándola por su fuerte brazo colocándola cruzada sobre
sus piernas y el lomo del caballo boca abajo, acto seguido la fuerte mano y
pesada entro en acción azotándole el dolorido trasero, que tan dolorido como lo
llevaba por la severa azotaina con el cepillo, de aquella mañana por intentar
disparar contra los vaqueros, que enseguida su culo le abrasaba de nuevo y le dolía
hasta la exasperación, por lo que lloraba a los cuatro fuertes azotes que
recibió, de la azotaina que de nuevo su jefe le administraba en ese momento.
Poco después ayudándose de sus fuertes brazos la dejo, que se deslizara del
caballo bajándola al suelo poco a poco, al tocar sus pies en el suelo se puso
de cuclillas sobándose el culo que le dolía y le abrasaba.
(Marshall) -. Que no te vuelva a ver que me pones esas caras! Si te
duele el culo es por tu culpa y de nadie más. Haberme obedecido esta mañana
cuando te he mandado vestirte decentemente, y tu sinvergüenza has hecho la
tuya, además no contenta con desobedecerme, luego tratas de disparar sobre los
vaqueros, que solamente hacían lo que haría cualquier hombre, ante una mujer
desvergonzada que va mostrando sus esbeltas y preciosas piernas, por no decir que
ibas enseñando las bragas a todos. Y
ahora monta sobre tu caballo, como se debe de hacer, si te molesta el trasero
al cabalgar es solo culpa tuya, si no fuera por ello, y hubiera acabado castigándote
por otra falta no te haría venir conmigo, pero como te lo has ganado a pulso,
ahora cabalgaras sobre tu silla sin ningún almohadón, si te duele el culo? Te
aguantas!!!
El Marshall espoleo su
montura partiendo hacia el este, en dirección al campamento de Oso gris. Sarah
al verle que se alejaba solo sin esperarla, se montó en su caballo soltando
maldiciones al apoyar sus doloridas nalgas sobre la dura silla, aun con
lágrimas en sus ojos, de haber estado cerca su jefe, sin ninguna duda se habría
sacado el cinturón por lo insultos que brotaron de sus labios. Agarrando las riendas de los dos caballos de
carga, más los tres que llevaban para las prisioneras, salió al trote detrás
del Marshall, forzando así a los animales con lo que sus nalgas saltaban sobre
la silla de montar con el trotar del caballo, haciéndola hacer todo tipo de
guiños y gestos de dolor en sus nalgas.
El cabalgar montada sobre su caballo, sus nalgas explotaron como si la
estuvieran azotando de nuevo, cada zancada del animal era un movimiento
oscilante en sus maltrechas nalgas, la grupa del caballo la hacía bambolear el
trasero, golpeando así su dolorido trasero, con lo cual era una sensación como
si estuviera recibiendo de nuevo una azotaina en el culo, pero ese mismo bamboleo
del trasero que sus nalgas se aplastaban sobre si mismas contra su silla de
montar, hacía que el apretado pantalón se le incrustase la costura en el
fondillo de sus bragas, lo que todo en conjunto hacía sentir una sensación,
como si se estuviera tocando el sexo, a medida que la costura se tensaba más
mintiéndosele en su entrepierna, marcando así su sexo, acabando explotando en
un orgasmo bestial por el roce de su sexo, contra el fondillo de sus bragas, el
cual la costura del pantalón hacia presión en su entrepierna, y esta se le
hundía marcando más su sexo, que la hizo apoyar su cuerpo sobre el cuello del
animal, para así sostenerse sobre el caballo.
Después de dos horas cabalgando el Marshall
se detuvo ante un arroyo, debían abrevar a los caballos y dejarlos descansar un
tiempo antes de continuar la marcha aprovechando la luz diurna. Poco después se
detenía Sarah que había cabalgado todo el tiempo unos metros rezagada. Sarah al descender del caballo lo hizo muy
lentamente, y al tocar sus pies en el suelo, su primera acción fue llevarse las
manos al trasero frotándose un buen rato, tenía sus nalgas adormecidas de
cabalgar, a pesar del intenso fuego y dolor en el culo, para ella había sido
similar a dos horas recibiendo azotes en sus inflamadas nalgas. Al caminar para estirar sus piernas, lo hacía
con las piernas arqueadas como si aún continuara montada sobre el caballo.
Después de unos minutos ya podía estirar sus piernas, aunque aún se frotaba el
culo dolorido, el trotar no había sido buen bálsamo para sus inflamadas nalgas.
A la
media hora de la parada se volvieron a poner en marcha, y el suplicio
para las nalgas de Sarah volvió a comenzar de nuevo. Durante el tiempo que
estuvieron descansando, no hablaron nada entre ellos, el Marshall continuaba
disgustado con sus dos ayudantes, y Sarah estaba tan dolorida que no deseaba
hablar de nada. Ya estaba anocheciendo
cuando se acercaban al cañón del rio rojo, un estrecho desfiladero de unas dos
millas de largo, en el que el Marshall tenía pensado pasar la noche en la
protección del viento frio de la madrugada, el desierto era lo que tenía, mucho
calor durante el día, pero las noches eran frías. Ya había anochecido cuando entraron en el
cañón, en el cual había una cueva natural con un manantial de agua fresca en el
interior, dejaron los caballos fuera descargándolos entre ambos, metiendo las
provisiones dentro de la cueva. Una vez dejado a los caballos bien servidos y
seguros, el Marshall se preparó para encender fuego. Al iluminarse la cueva por el buen fuego, vio
el Marshall que había unos metros más adentro de la cueva, un grupo de piedras
en círculo, alguien había encendido fuego allí, al acercarse removiendo las
cenizas cubiertas por tierra, se dio cuenta que alguien había encendido fuego
hacia muy poco, por lo cual quien encendiera ese fuego debía de estar aun
dentro de la cueva. Cogiendo un palo
cercano, y desgarrando unos trapos sucios improviso una antorcha, adentrándose
cueva adentro con cuidado acabo descubriendo a cinco pieles rojas guarecidas
entre unas piedras, sacando el revolver las encañono saliendo todas de su
escondrijo con las manos en alto, una vez bajo la luz de la antorcha las reconoció
a las cinco…
(Marshall) -. Vaya que tenemos aquí!!! Pequeña Cierva! Luna Blanca! Flor de Primavera! Pluma Gris! Y Piedra
blanca! Bien muchachas podéis iros
preparando vais a dormir bien calentitas esta noche. Y tu sinvergüenza! Pequeña Cierva! Vas a ser la primera en recibir tu azotaina.
(Pequeña Cierva) -. Tu rostro
pálido no poder hacer eso! Mi padre
arrancar cabellera si tu tocar!!!
(Marshall) -. Tranquila Pequeña
Cierva. Tu padre Pequeño Cuervo! Se encuentra ahora mismo con Oso Gris, padre
de Pluma Blanca y de esa sinvergüenza de Pluma Gris su hermana, y mañana al
anochecer llegaremos a su poblado de caza donde se encuentra ahora, y al que
nos dirigimos. Mañana tu misma se lo
podrás decir, al igual que vosotras!!!
Agarro del brazo a
Pequeña Cierva y tirando de ella la llevo hacia una piedra saliente de la pared
de rocas, en la cual tomo asiento, colocando sobre su rodillas a la muchacha,
levantándole el corto vestido, comenzó
la azotaina con la mano en el culo de la piel roja, que en breve iba a tener el
culo más colorado que su piel, a cada azote que le daba saltaba polvo de las
bragas, pues debía de haber estado sentada sobre sus bragas, pero pronto iba
aparecer su color blanco, pues a cada azote que le daba una nubecilla de polvo
se desprendía de las braguitas. Pero el respirar el polvo al Marshall no le
debió de gustar demasiado, pues buscando la cinturillas de las braguitas se las
bajo dejando el colorado trasero al descubierto, Pequeña Cierva hacia honor a
su tribu de Sioux, por lo que el Marshall conocedor como nadie como disciplinar
a una jovencita orgullosa y rebelde, llevando su mano derecha a la caña de su
bota derecha, extrajo el cepillo de madera empleándose a fondo en darle su
merecido, la cual no tardo demasiado en resentirse del dolor en sus nalgas
desnudas, llorando como una damisela en apuros, y desde luego que estaba en
serios apuros. Una tras otra de las
chicas fue desfilando por sus rodillas, y las cinco muchachas indias acabaron
acurrucadas en un rincón durmiendo juntas y todas boca abajo, al igual e
incluida a ellas la ayudante Sarah
Wilson.
Por la mañana temprano al amanecer el
Marshall se tomaba su taza de café, su ayudante Sarah ya había ensillado los
caballos, así como repartido las alforjas de carga en los animales, así las
muchachas tendría montura para viajar, aun les quedaba una dura jornada de
viaje con suerte. Esa mañana aun dolorida monto en su caballo Sarah, después de
haber hecho subir a las muchachas a los caballos asignados debidamente con las
manos atadas, si decidían escapar no las podría el Marshall detener, las indias
a caballo eran esplendidas jinetes, a pesar de sus doloridas nalgas, hubieran
dificultado su fuga, pero su orgullo y carácter habrían dominado el dolor de
sus traseros. Pluma Gris hacia honor a
su tribu e intento escapar apenas se vio sobre el lomo del animal, con lo que
no contaba era que el Marshall la vigilaba en especial a ella, pues sabía que
de intentarlo seria ella la que lo probaría por ser la cabecilla del
grupo. Espoleo al caballo con sus
talones, a pesar de llevar las manos atadas se aguantaba firme sobre el animal,
como buena amazona que era. El Marshall salió
al galope tras de ella cortándole la fuga, con lo que el caballo freno de golpe
agachando su cabeza al detenerse, la amazona salió despedida sobre la cabeza
del animal, aterrizando contra el duro suelo boca abajo, el Marshall salto del
caballo enfurecido por su intento de fuga, con sus manos en la hebilla del
cinturón, que en breves movimientos aflojo el pistón que sujetaba prensado el
cinturón, y una vez extraído de la hebilla tiro del mismo con la mano derecha
saliendo con rapidez de las presillas del pantalón, doblándolo a la mitad y
agarrando los dos extremos hebilla y extremo unidos en uno, al estar ante ella
boca abajo se le había subido el corto vestido, quedando visibles sus bragas
rosas de algodón las cuales revestían su trasero expuesto, el cinturón rápido
restallo varias veces sobre las pequeñas nalgas de la muchacha india, que
solamente podía agitarse de un lado a otro arrastrándose por el suelo sin utilizar
sus manos atadas a su espalda, el cinturón continuaba cayendo una y otra vez
sobre el culo de la muchacha, llevaba cerca de cuarenta buenos azotes y la
muchacha berreaba como una chiquilla del ardor que le producían los azotes,
mientras que su sonido restallaban sobre el cañón del rio rojo, haciéndolos más
temerosos para el resto de las chicas indias que miraban aterradas como el
Marshall la castigaba con el cinturón severamente y como a cada azote que
recibía la chica brincaba con su cuerpo en el suelo, sin poder hacer nada por
escapar. Cuando considero que ya había
dado su merecido a Pluma Gris, dejo caer al suelo el extremos de la hebilla del
grueso cinturón, comenzando a pasarlo presilla por presilla hasta juntarlo con
la hebilla y tirando del extremo, ajusto el pistón de la hebilla al agujero
correspondiente, abrochándose el cinturón.
Entonces se agacho a recoger del suelo a la joven que lloraba
desesperada, y levantándola la cargo sobre su hombro izquierdo, dándole sonoros
azotes en el culo con su mano derecha mientras la regañaba severamente en su
lengua Sioux. Dirigiéndose hacia su propio caballo, la cargo entre la silla y
el cuello del animal, subiendo el posteriormente al caballo. Llevándola
echada boca abajo en su caballo, iniciaron la marcha mientras la seguía
regañando, y cuando se enfurecía por las respuestas soberbias de la joven, no
dudaba en bajarle las bragas rosas de algodón y darle unos buenos azotes, luego
se las volvía a subir de nuevo y cada tanto cuando le hacía enfadar por protestar
de la manera que la llevaba sobre el caballo, le volvía a bajar las bragas y
nuevos azotes hacían berrear a la joven india que llevaba el trasero que le
ardía considerablemente.
Sarah su ayudante que la tarde anterior
iba alejada varios metros del Marshall, esa mañana cabalgaba a su costado
derecho sin perderse detalle de cuando el Marshall le bajaba las bragas a Pluma
Gris, dándole una nueva azotaina en el trasero desnudo. Así como cuando creía
que no era observada, se agarraba la cintura de sus pantalones tejanos y tiraba
hacia arriba de ella, así la costura de su entrepierna se le introducía en su
sexo, lo que no podía ver Sarah, es que la humedad de su sexo no solo mojaba el
fondillo de sus bragas, ya traspasaba también la entrepierna del pantalón,
siendo visible la humedad de su sexo, ante las repetidas azotainas que recibió
la joven india, echada boca abajo sobre la montura de su jefe.
El sol comenzaba a ser molesto sobre las
nueve de la mañana, habían cabalgado con la fresca mientras duro, unas dos
horas. Luego aprovechando una gran roca
se detuvieron para descansar tras su sombra. Bajándose primero Sarah del
caballo mostrándose resuelta, pues no deseaba que las jóvenes la pudieran ver,
que como ellas iba dolorida en su retaguardia. Al cruzar tras su caballo, fuera
del ángulo de visión de las muchachas, aprovecho el momento para frotarse con
ambas manos, pues tras las dos horas y media que llevaban cabalgando, aunque
iban solamente al trote, con el bamboleo y el vaivén de sus nalgas al rebotar
una y otra vez sus nalgas, era como si hubiera ido recibiendo nuevos azotes. Luego una vez hubo apaciguado su trasero del
tremendo picor que llevaba horas sintiendo en sus nalgas, se dirigió hacia las
muchachas para ayudarlas a apearse de sus monturas, viéndolas como con las
manos atadas se sobaban el culo con vigor, aprovechando para estirar sus
piernas meneando sus caderas, por el intenso ardor y picor de sus pequeños
traseros doloridos.
El Marshall se ocupó personalmente de hacer
descender a Pluma Gris, primero bajándose él, y luego agarrando a la joven
poniéndole sus manos en la cintura sujetándola, la levanto en el volandas y la
deposito en el suelo, con sus manos se sobaba el culo con vigor, mientras
inclinaba su cintura doblando su cuerpo hacia adelante, y enderezándose varias
veces repitiendo el mismo gesto, pues sentía molestias en su barriga al haber
ido dos horas echada boca abajo sintiendo el pero de su cuerpo sobre la
montura, siendo su barriga la que había reposado su cuerpo. Pero demasiado
tiempo boca abajo sobre la montura, había ocasionado que el cuerpo de la joven
tuviera otras necesidades con cierta urgencia, no hacía más que mirar hacia
Sarah, y cruzar sus muslos con ímpetu quedándose parada…
(Marshall) -. Sarah!!! Suéltale las ligaduras a la pequeña
Pluma Gris y que vaya hacer sus necesidades, hay detrás del arbusto, luego
ayuda al resto de las chicas una a una!!!
Pues como se lo haga encima de las bragas, me sacare el cinturón y os
daré a las dos con él!!!
Mientras Sarah se ocupaba de las chicas,
el Marshall oteaba el horizonte en la ruta que debían de seguir, observando que
a unas millas se podían apreciar unas columnas de polvo, debiendo ser alguna
caravana o carros que viajaban rumbo norte, hacia Spanks City Spring´s. Pero
que pasarían de largo de su ruta a seguir.
Veinte minutos después proseguían su viaje hacia el punto donde había
divisado aquella columna de polvo. A las
chicas se las veía cabalgar inquietas sobre sus monturas, sobre todo Pluma Gris
era la que más dificultades tenia para sostenerse sobre la silla, cabalgando a
su lado Sarah por si se caía del caballo.
Una hora y media después llegaban a una hondonada, descubriendo uno de
los carros de la caravana, que se había quedado rezagado de forma muy
sospechosa, pues no era lógico que la caravana lo hubiera dejado a su suerte,
estaban en territorio indio, y aunque habían tribus amigas que habían aceptado
firmar un tratado, los jóvenes guerreros rebeldes no habían aceptado,
resultando muy peligrosos el encontrarse con ellos.
El Marshall se aproximó con mucha cautela,
mientras la ayudante y las jóvenes se habían quedado unos cientos de metros
atrás por precaución. Al bordear el carro habían cuatro chicas solas, jugando a
las cartas a la sombra del carro, al descubrir al Marshall acercándose se
pusieron en pie las cuatro mujeres, había una señora que rondaría los cincuenta
años y las otras tres más jóvenes entre los veinte a veinte seis años según
calculo el Marshall al verlas.
(Marshall) -. Buenos días
señora! Me pueden decir que diantres hacen aquí solas? Porque no han seguido a
la caravana en la que iban? Resulta
extraño encontrarlas aquí sola!!!
(Señora mayor) -. Buenos días
sheriff! No hemos tenido más remedio que quedarnos rezagadas, mi hija menor no
se encuentra muy bien, ayer por la mañana recibimos la visita en la caravana un
grupo de indios, los hombres hicieron un buen trabajo eliminando a todo el
grupo, después de dos horas de tiroteo con sus rifles, pero a mi hija la alcanzaron
con una flecha, la tiene alojada muy cerca del corazón y no llevábamos médico.
Por lo que nosotras aguardaremos a que nos envíen uno del pueblo más cercano…
soy Laurie Hanson por cierto.
(Marshall) -. Sra. Hanson, soy
el Marshall William de Spank City Spring´s y Marshall de este estado, si me lo
permite le echare una ojeada a esa flecha, tratare de sacársela si es posible.
Pues no esperen la llegada de ningún médico, el pueblo más cercano está a casi
una jornada a caballo, los carros no llegaran antes de un día y para entonces
venga el medico ya será tarde para su hija, eso con suerte que encuentren al
médico sobrio, pues es el borrachín del pueblo y no creo que pueda ayudarles.
.- En ese momento apareció Sarah en compañía de las cinco indias. -. Sarah!!! Es que no vas a obedecer nunca?
Te he dicho que esperaras a mi aviso, luego me ocupare de ti. Ahora tráeme mi maletín del caballo de Pluma
Gris, en el tengo útiles para atender a la joven herida. Ayuda a las prisioneras
a descender de los caballos, y átalas bien bajo el carro.
Sarah obedeció al
Marshall ayudando a las jóvenes prisioneras a atarlas bajo el carro, observando
la Sra. Hanson que tanto las jóvenes indias como la ayudante del sheriff se
sobaban el trasero muy seguido, viendo claramente que aquellas muchachas no se
acariciaban por nada, debían de llevar muy doloridos sus traseros.
(Sra. Hanson) -. Sheriff!
Perdón… Marshall. Parece que ha estado
muy ocupado con esas chicas y su ayudante!
(Marshall) -. Es una larga
historia Sra. Hanson, ahora lo que nos interesa es extraer esa flecha si es
posible, luego podrá comprobar por usted misma, como me encargo de mi ayudante,
para recordarle como se obedecen mis órdenes!!!
(Sra. Hanson) -. Si dispone de
tiempo, me gustaría que les pusiera principal atención a mis tres hijas
mayores, si estamos aquí es por su culpa, se alejaron de la caravana sin pedir
permiso al Sr. Johnson nuestro guía, él las hubiera dado su merecido pero
falleció, al ir a buscarlas al ver señales de humo en el horizonte, las muchachas
dispararon a un conejo y atrajeron la atención de los pieles rojas que nos
atacaron al ver a tres chicas solas, tuvieron todos los hombres que salir en su
rescate, murieron tres hombres e hirieron a cinco más, se hubiera quedado algún
hombre a protegernos, pero sus esposas después de lo que hicieron estas tres
granujas, no permitieron quedarse a ninguno, por ello estamos solas. Yo si no echaran a correr les habría dado una
buena azotaina, pero a mis años no puedo alcanzarlas…
(Marshall) -. Primero es lo
primero! Vamos a ver a esa niña! Luego me ocupare de sus hijas. Sarah!!!
Espósalas al carro para que no puedan huir, luego me encargare de las que se
hayan portado mal o desobedecido mis órdenes!!!
Entrando al carro había
echada una muchacha de dieciocho años, se la veía que tenía fiebre por su
sudorosa frente, aunque también era debido al calor que hacía ya a esas horas y
bajo la lona del carro. Al descubrirla retirando una sábana, vio a la joven con
una venda cubriéndola a la altura de los pechos, para no lastimarla al quitarle
las vendas, cogió su cuchillo y las corto retirando las vendas dejando a la
chica con medio cuerpo desnudo mostrando sus pequeños y turgentes pechos a esa
tierna edad.
(Marshall) -. Sra. Hanson ha
habido mucha suerte, no le ha llegado a la caja torácica, solamente la tiene
incrustada en el hueso de una costilla, será fácil extraerla. Para no causarle
dolor, le pondré un poco de anestesia y no sentirá nada cuando se la extraiga,
puede levantarle el vestido y bajarle la braguita un poco, bien, gírela un poco
para que le inyecte en la nalga.
(Sra. Hanson) -. Veo Marshall
que sabe lo que hace y que va bien preparado.
(Marshall) -. Serví como
voluntario en la guerra con el cargo de capitán, y se aprenden muchas cosas
cuando hay heridos.
(Sra. Hanson) -. Esas muchachas
indias son peligrosas?
(Marshall) -. Son muy buenas
chicas, sus padres a pesar de ser jefes indios las educaron muy bien, pero como
todas las adolescentes cometen serios errores, haciendo travesuras. Lo malo de
sus travesuras es que a quienes le hicieron la mala jugarreta fue a mí, por
ello llevan sus traseros doloridos, y más que los van a tener cuando me pueda
ocupar de ellas en mi oficina, ayer solamente recibieron un pequeño anticipo.
(Sra. Hanson) -. Y su ayudante?
Ella no es una adolescente ya!
(Marshall) -. Ella! Acabábamos de llegar del desierto de tratar
de capturar a unas jóvenes delincuentes, justamente las que esas muchachas
indias ayudaron a escapar, capturamos a dos de ellas, y después de pasar varios
días en el desierto, le consentí en llevar unos cortos shorts, que mostraban más
de lo que la decencia permite, pero como su trasero en ese trayecto se lo tuve
que calentar en varias ocasiones, en mi presencia no me molestaba que fuera
mostrando su ropa interior, pero al llegar al pueblo, le advertí que se
cambiara de ropa, que por el pueblo una ayudante del Marshall del estado, no
podía ir enseñando el culo rojo de la azotaina y al llevar el short introducido
en su culo, dejaba claramente el culo a la vista, como era de esperar unos
vaqueros la piropearon más abuso que otra cosa, pero ella se lo busco. Pero saco su arma con intención de utilizarla
contra los vaqueros, tuve que desarmarla de un disparo e encargarme de ella,
dejándole el culo en tal estado, que apenas puede cabalgar sin ver las
estrellas del dolor… Pero ella se lo ganó a pulso… Bueno esto ya está acabado,
se recuperara pronto no reviste de gravedad la herida.
(Sra. Hanson) -. Entonces usted
debe de ser, ese cerdo que llama el Yeti de Sprin….
El Marshall la miro con una cara que la
fulminaba con la mirada, sin dudar un solo segundo en sentarse en el carro y
atravesar sobre sus rodillas a la Sra. Hanson a sus cincuenta y dos años,
levantándole las faldas que le cubrían hasta los tobillos, echándosela por
encima de la cabeza, y de un solo tirón le bajo unas enormes bragas de encaje,
apareciendo desnudas unas redondas nalgas, de la caña de su bota, extrajo el
famoso cepillo, comenzando a darle una buena y fuerte azotaina, la mujer aguanto
durante los veinte minutos que duró la severa azotaina, dejándole sus blancas
nalgas completamente coloradas, concentrándose en los últimos azotes en la base
de sus nalgas en el inicio de sus muslos, ahí si la señora comenzó a agitar su
enorme trasero meneándolo de un lado a otro… Cuando la dejo levantarse de su
regazo, la mujer se sobaba el culo con vigorosidad, en sus ojos se le podían
apreciar en un estado vidrioso, así como un brillo especial, dejaba claro que
unos azotes más en su trasero y habría roto a llorar siendo toda una señora y
gran mujer.
(Marshall) -. Sra. Hanson ya es
usted muy mayor para no pensar las palabras que dice, a una joven se lo puedo
consentir, siempre y cuando no la consiga atrapar, pero si la agarro le pongo
el culo como un tomate maduro, o sea, por su bienestar no vuelva a decir tal
cosa…
(Sra. Hanson) -. Es usted una
bestia y un monstruo…
No pudo acabar la frase,
que ya la tenía colocada bajo su brazo izquierdo, habiéndola vuelto de nuevo a
levantarle las faldas, como aún no se había subido las bragas, en dos
movimientos rápidos, apareció su grueso cinturón doblado a la mitad, empezando
a darle de nuevo una azotaina, ahora agarrada por la cintura bajo el brazo del
Marshall, y cinturón en mano. Las nalgas
con los impactos del cinturón parecían como las olas del mar al romper, pues a
cada impacto las nalgas robustas el cinturón llegaba casi a desaparecer al
azotarla, por lo blandas que tenía las enormes nalgas, pero aunque estaba
empleando toda su fuerza para mantener a la mujer bajo su brazo, la mujer no
tardo en romper a llorar dando alaridos del dolor a cada nuevo azote que
recibía. Las hijas que se encontraban
esposadas al carro, durante la primera azotaina con el cepillo dudaban, de lo que sucedía dentro del carro, pero ahora
los aullidos de dolor en las nalgas de su madre, estaba claro que la estaban
zurrando con una buena zurra. Cuando la soltó, la mujer casi cayó sobre su
hija, a la cual ya le había extraído la flecha, antes de lo sucedido. La hija
sorprendida no perdió detalle alguno de las dos azotainas severas que había
recibido su madre, y con su rostro contraído por el temor y pánico permaneció
en silencio sin abrir la boca. Mientras observaba como su madre se sobaba el
trasero, que al volverse hacia el Marshall…
(Sra. Hanson) -. Es usted un…
(Marshall) -. Cuidado con lo que
vaya a decir… No me gustaría tener que volverla a castigar delante de su hija,
no soy partidario que una hija vea como es aplicado un correctivo a su madre,
aunque este sea muy merecido!!! No se
le puede faltar al respeto a una autoridad, por señora que usted sea, y tenga
un fuerte carácter… Pero no le voy a consentir que me falte de nuevo al
respeto. Por otro lado, ya podemos
emprender la marcha, usted y sus hijas nos acompañaran hasta que volvamos al
pueblo, cuando lleguemos al poblado de
Oso Gris enviare un hombre a dar aviso al pueblo, seguro que llegara al mismo
tiempo que su caravana. Ahora prepárense
para levantar el campamento que han montado y enganchar a los caballos…. Y tu pequeña!
Tranquila la herida no es nada importante por suerte, pero han hecho
bien en quedarse aquí. Y ahora Sra.
Hanson voy a ocuparme de sus hijas, van aprender a pedir permiso la próxima
vez…!!! Y para su información Sra.
Hanson, nadie se atrevería a llamarme como ha hecho usted, y mi sobrenombre es;
“El mastodonte de Spring´s” no el Yeti… pero no se le ocurra o le pongo el culo
morado con el cinturón…!!!
(Sra. Hanson) -. … tranquilo
Marshall ya he comprobado a fuerza de sus brazos, desde mi marido, usted es el
único que se ha atrevido a hacer algo similar, mi Jonathan era muy estricto en
la casa, no solo con mis hijas, la mayor es Lidia tiene veintidós años,
veintiuno Greta, luego esta Carla de diecinueve, hará veinte el mes que viene,
y la que usted ha atendido es la pequeña Jenny. Son buenas chicas, pero muy
desobedientes desde que falta su padre debido a un accidente estúpido de mala
suerte, se cayó del caballo golpeándose contra una piedra, desde entonces
cambiaron su conducta, se volvieron traviesas, rebeldes, y muy desobedientes.
El Marshall Williams
mientras se volvía a poner el cinturón
abrochando la hebilla, ajustándola correspondientemente, siempre con la mirada
fija en la Sra. Hanson que en ese instante se subía sus bragas ajustándoselas y
aprovechando para sobarse con fuerza el culo inflamado por el cinturón…
(Marshall) -. Mientras mi ayudante la ayuda a enganchar los
caballos al carro, y recogen todos sus bártulos. Sus hijas volverán a ser muy
obedientes, puede estar seguro de ello…
Bajando del carro el
Marshall fue hacia Sarah, esta al verle que iba hacia ella su cuerpo se le
estremeció desde la cabeza a los pies… Sobándose el culo, le vio acercarse a
ella con paso muy decidido.
(Marshall) -. Sarah!
Parece que vas a tener suerte por el momento, y te vas a librar por
ahora por desobedecerme, pero no cantes victoria aun! Ves esos arbustos con un tronco de árbol
abandonado, que está bajo la sombra de los arbustos, tráeme a las hijas de la
Sra. Hanson, primero me ocupare de Lidia, pero estate atenta a cuando termine
con ella, me acercas a Greta y por ultimo a Carla. Al parecer se han portado mucho peor que tu,
y se merecen según su madre una azotaina bien dada…
Sarah paso por el frente
de su jefe, recibiendo una fuerte palmada en el culo, haciéndola aligerar sus
pasos hacia las chicas, se sobaba el trasero con vigor tras recibir semejante
azote, pues el Marshall le había sacudido con todas sus fuerzas, pareciéndole
la mano una pala de madera por lo dura y fuerte. No tardando en volver con las tres chicas que
le miraban con descaro, con sus miradas altivas y fijas en aquel señor que
hacía llamarse Marshall. Con sus miradas despedían rayos por el desprecio que
se les veía que irradiaban hacia el Marshall, sabían que les iba a zurrar no
haciéndoles ninguna gracia lo que las esperaba.
(Marshall) -. Bien pequeñas! Vuestra madre me ha explicado
vuestra falta de disciplina, y que os habéis alejado de la caravana sin
consultar al responsable el señor Johnson, que por vuestra hazaña él y otros
perdieron la vida! Cual de vosotras es la mayor, Lidia? Que tienes que decirme
para convencerme que vuestra madre se equivoca, al concederme la autoridad de
daros una azotaina a cada una de vosotras tres.
Porque conociendo las normas de la caravana, salisteis sin pedir
permiso?
En ese instante la Sra. Hanson se acercaba
a donde se habían reunido a la sombra, quedándose al lado de sus hijas
escuchando lo que les decía el Marshall y esperando escuchar su respuesta.
(Sra. Hanson) -. A ver hijas!
Responderle al señor!!!
El rostro de las tres
chicas cambiaron en el acto, al parecer desconocían ese hecho de que hubieran
muerto hombres por culpa de ellas, al herir a su hermana se habían refugiado
dentro del carro haciéndole compañía a la pequeña, y por lo visto no escucharon
la acalorada discusión que hubo entre las esposas de los hombres de la
caravana, por culpa de ellas, su madre no les había querido decir nada.
(Lidia) -. No sabíamos nada de
eso…
(Marshall) -. Sra. Hanson! Puede explicarme porque ellas no
saben de lo ocurrido?
(Sra. Hanson) -. Después del
asalto, los ánimos del resto de la caravana, estaban demasiado exaltados, no
era el momento de informar que mis hijas habían sido las responsables,
posiblemente nos habrían linchado a todas, y les deje creer que había sido un
ataque fortuito, bastante mal ya se encontraban con estar su hermana pequeña
malherida, no era el momento adecuado.
Pero ahora al estar usted aquí, es diferente el momento. Son mis hijas, señor! Haría lo que fuera por mantenerlas a salvo,
una cosa es que las hubieran castigado a las tres, yo habría estado de
acuerdo. Pero las mujeres y resto de
hombres si hubieran sabido la verdad en ese momento tan caldeado, las hubieran
linchado a ellas y a mí también. Pero
eso no quita que se merezcan una buena azotaina, y aprovechando que está usted
aquí, es el momento de aplicarles una buena zurra en sus traseros.
(Marshall) -. Sarah!
Quítale las esposas a las chicas, solo hay que verlas para saber que
están aterradas. No irán a ninguna parte, se las ve muy arrepentidas, pero ello
no deja de no ser necesario aplicar disciplina, esta zona al haber un pequeño
bosque allá en las colinas, es zona de conejos, seguramente los vieron y
trataron de cazar uno, pero de haber pedido permiso al guía les habría
advertido del peligro, o no se lo hubiera permitido, esas colinas están
plagadas de indios rebeldes, si la caravana mato a todos, deberían ser los más
jóvenes e inexpertos, su jefe era Coyote Negro de los Sioux, si los eliminaron
los de la caravana, no habrán represalias, pues habían sido repudiados de su
tribu! veis aquellas volutas de humo en el horizonte? Es Oso Gris avisándoles
que estamos aquí, si nos atacan Oso Gris se encargara de ellos, a nosotros no
nos tienen miedo alguno, pero a su jefe Oso Gris si se lo tienen, no corremos
ningún peligro al estar aquí, así que Sarah puedes ayudar a enganchar los
caballos, por nada del mundo me gustaría hacer noche en esta zona. Y tu Lidia acércate tú serás la primera…por
ser la mayor…
Lidia se acercó hasta el Marshall
Williams, caminaba muy lentamente del temor que sentía por lo que iba a
sucederle, se sentía culpable al ser la mayor y no haber recordado los consejos
que su padre le había comentado muchas veces, “Lidia… si vas en la caravana,
debes obedecer siempre al guía, el conoce el terreno que pisa y tu no. Obedece
lo que él te diga…” esos consejos se lo había dado cuando Lidia contaba con
ocho años, viajando en una caravana hacia california la tierra soñada, pero al
llegar no había ya parcelas de terreno que valieran la pena explotar, a pesar
de haberlo intentado. Al fallecer su padre, habían tenido que vender lo que
tenían y dirigirse hacia el norte, al rancho de los abuelos. En cambio ahora
ahí se encontraba, a punto de ser castigada por no haber seguido los consejos
de su padre. El señor Johnson el guía, la había castigado a ella y sus hermanas
dos veces por rebelarse a su madre,
durante las cuatro semanas que llevaban de viaje y su madre estaba en
cierta forma encariñada con él, quizás por ello se preocupaba de ellas, más de
lo que su cargo como guía de la caravana reclamaba. Aunque tampoco no es que fuera muy severo con
ellas, cuando las castigo las dos veces, ella y sus hermanas lloraban
enseguida, y tras veinte o veinticinco azotes sobre sus faldas las dejaba
libres, saliendo corriendo hacia su madre a que las consolara, abrazándolas
fuerte. Su padre en vida cuando las
tenía que dar una azotaina, recibían unos azotes en su trasero sobre la ropa, y
aunque dolían siempre eran bien merecidos, ahora se veía así misma al costado
derecho del Marshall, tal y como él le había indicado que debía colocarse. Ese hecho hizo a Lidia preocuparse más de lo
debido, pues tanto su padre o el señor Johnson las agarraban allá donde
estuvieran y les daba la azotaina si más preparación, en cambio el Marshall no
actuaba igual, y eso la hacía avergonzarse más, pues estaban sus hermanas
delante, esperando su turno que llegaría después, a más su madre estaba también
contemplando la escena, algo que tampoco era habitual para ella o sus hermanas.
Lidia muerta de la vergüenza estaba de pie, al costado derecho de aquel hombre
que decía que era Marshall, que hacia tan solo unos minutos había podido
escuchar algo muy raro en su vida, como su madre emitía ruidos extraños para
ella y sus hermanas, poco después la escuchaban aullar de dolor, escuchando
unos chasquidos que no sabían de que podían ser.
Sin más, se vio como el señor Marshall la
agarraba de su mano derecha, tirando de ella haciéndola inclinarse hacia
adelante hasta tener que apoyar sus manos en los muslos del señor, para así
evitar caerse sobre sus rodillas, viéndose así misma echada sobre sus rodillas
boca abajo. Al estar así colocada sus
mejillas las sintió arder de la vergüenza, y más aún cuando el Marshall agarro
el borde de su falda del vestido azul celeste que llevaba puesto, y como sentía
sus piernas y muslos el frescor de la brisa, dejando su trasero al aire
solamente cubierto por unas bragas azules de algodón con lunares blancos que
resaltaban. Su cuerpo comenzó a temblar
del miedo, y más aún cuando unos dedos grandes hurgaban en la cinturilla
elástica de sus bragas, y como le eran bajadas hasta más debajo de medio muslo,
casi hasta las rodillas. Era la primera vez
en su vida que le levantaban la falda y le bajaban sus bragas, dejándola con el
trasero blanco desnudo.
Pero poco después ya no podía pensar en
nada, la azotaina acababa de comenzar con la mano derecha del señor Marshall,
que en breve ya lo sentía como le ardía como el mismísimo infierno, y
continuaba la azotaina en su trasero desnudo, a pesar que a partir del quinto
azote ya estaba llorando como una magdalena en el horno. Pero no paraban los azotes de caer en su culo
enrojecido, el cual le dolía como nunca le había dolido, pues nunca había
recibido más de veinticinco azotes, y en esta ocasión no sabía cuántos había
recibido pero eran muchos. Sus piernas pataleaban alocadamente, sus brazos se
agitaban en el aire como tratando de aferrarse a algo que pudiera cogerse sus
manos, pero aquel intenso ardor no cesaba, continuaba la azotaina con aquella
mano enorme y pesada, se agitaba sobre las rodillas moviendo sus caderas, pero
de nada le servían sus esfuerzos por liberarse. En ese momento cuando ya pensaba que no podía
haber nada peor, sintió como los azotes dolían mucho más, sintiendo un fuego
intenso con cada nuevo azote que recibía, no sabía porque pero el culo le dolía
demasiado intensamente, y aunque no paraba de decir que lo sentía y pedía perdón,
la azotaina no cesaba, seguía recibiendo más y más azotes sobre su culo
desnudo.
Lidia lloraba sin cesar, sentía como su
trasero la abrasaba. Era igual que si se hubiera sentado sobre una chimenea en
ascuas, con las brasas de estás al rojo vivo, le abrasaban el culo
terriblemente. En ese instante sintió como sus bragas le eran subidas de nuevo,
y la falda del vestido volvía a cubrir sus piernas. Y como las manos de alguien
la ayudaban a levantarse, entonces entre las lágrimas, vio la imagen borrosa de
su madre que la sujetaba de los hombros acurrucándola contra su pecho.
Cruzándose con su hermana menor Greta, que pasaba a su lado llorando. Abrazada a su madre, al poco escucho el
sonido que resonaban a su espalda, volviéndose a mirar, entonces vio a su
hermana Greta recibiendo la azotaina, con las faldas levantadas y sus bragas de
algodón rosas bajadas, y como aquella mano que la había dado a ella tan severa
azotaina, ahora la recibía su hermana la cual tenía el culo desnudo y muy
colorado. Miraba aterrada como era castigada su hermana, y como se retorcía de
dolor. Luego sintió de nuevo aquel sonido que había escuchado y que le abrasaba
el culo como un demonio, viendo que era lo que utilizaba el Marshall, era un
cepillo de madera que hacía que las nalgas al azotarlas se contrajeran del
impacto, en una y en otra nalga. Viendo como poco después sus bragas rosas de
algodón se las subía el propio Marshall y le bajaba el vestido verde de su
hermana Greta.
Al igual que había hecho su madre con ella,
fue ayudarla a levantarse del regazo llorando a lagrima viva, sobándose el culo
con las dos manos. Exactamente igual que había hecho Lidia minutos antes, y que
seguía sobándoselo sin poder de dejar de hacerlo, nunca habían sido castigadas
ninguna de ellas tan severamente, y Carla llorando pasaba por delante de ella,
se miraron y se abrazaron las tres hermanas juntas, teniendo que acudir su
madre a separar a Carla para llevarla ante el Marshall. Poco después eran sus hermanas las que veían
como su hermana Carla estaba boca abajo con la falda levantada de su vestido
marrón y sus bragas blancas de algodón bajadas a las rodillas, sintiéndola
llorar a la desesperada recibiendo como ellas mismas una larga azotaina, algo
que no estaban acostumbradas a recibir. Así como escucharla aullar del dolor
cuando era el cepillo de madera con lo que era castigada Carla, estremeciéndose
ambas al ver como se revolvía sobre las rodillas del Marshall sin éxito alguno,
e igual que ellas sus bragas blancas fueron subidas y su vestido bajado. No
tardando en estar las tres hermanas abrazadas llorando del dolor de sus
azotainas, nada comparadas a las que habían recibido hasta ese día.
Las tres consolándose una a la otra
lloraban sin cesar, pues sus traseros les dolían y les ardían como nunca les
había ocurrido, pues nunca habían sido tan severamente castigadas. Caminaban abrazadas trastabillando con sus
propios pies, pues ninguna de ellas deseaba separarse, aunque si lo hacían para
sobarse sus traseros doloridos y ardientes, subiendo las tres al carro se
acomodaron echadas boca abajo a los pies de su hermana pequeña Jenny, que no
las había visto como recibían sus azotainas, pero si las había escuchado como
habían llorado y aullado del dolor al recibirlas, pero no sentía más allá que
cierta melancolía por ellas como sus hermanas mayores que eran, pero ninguna
lastima por haber sido castigadas. Pues
también había escuchado los motivos por lo que estaban siendo castigadas, y
sentía por ellas una especie de sensación agridulce, pues habían fallecido
hombres por su culpa, hombres como el Sr. Johnson que cuidaba de ellas, y que
Jenny las había advertido que no salieran de la caravana sin consultar, algo
que como siempre no la hicieron caso. Mientras Jenny se comportaba como una
señorita de su edad, sus hermanas siempre estaban metidas en problemas, y había
visto como Johnson las había castigado a las tres por ser rebeldes y
desobedientes.
A la media hora el carro se ponía en
movimiento, las hermanas dentro de carromato y su madre llevando las riendas en
el pescante. Mientras detrás del carro iban en sus caballos las indias
vigiladas de cerca por Sarah la ayudante, que gracias a las hermanas Hanson se
había librado ella de ser castigada. Aunque bien sabía que solo sería hasta más
tarde, puede que a la hora de comer, o por la noche antes de acostarse, pero sabía
perfectamente que no se iba a librar de ninguna de las maneras. Si algo tenía
de ejemplar el Marshall, era que jamás olvidaba una afrenta cuando se la
hacían, y de ser así, el castigo era inevitable aunque pasaran horas. Pero en cierta forma deseaba ser castigada,
pues esa mañana ya se había tenido que
cambiar dos veces de bragas, al poco después de salir esa mañana y Pluma Gris
fuera castigada, al detenerse a descansar y abrevar a los caballos, se las
había cambiado por unas limpias, y antes de partir hacia unos minutos, se las
había vuelto a tener que cambiar, pues presenciar el castigo de las muchachas
aunque fuera desde unos metros, no había perdido detalle alguno, y las que llevaba
ahora en esos instantes, con solo recordar las azotainas de las chicas, así
como verlas en el carro echadas boca abajo y que a cada momento se estaban
sobando sus traseros, se habían levantado sus faldas y se habían bajado las
braguitas las tres, el verlas con sus culos tan rojos desde su caballo, así
como el vaivén de sus nalgas, como el repiqueo de las nalgas sobre sus silla,
era como estar recibiendo una azotaina leve constante. Con las consecuencias de que sus braguitas ya
las volvía a tener de nuevo mojadas.
(Continuará…)
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