miércoles, octubre 02, 2019

EL SHERIFF DE SPANK CITY SPRING´S Capitulo 13


                             EL SHERIFF DE SPANK CITY  SPRING´S     CAP.    13


       Betty Winston dirigiéndole una sonrisa a su prima, se sobaba el trasero echada sobre la cama, se había puesto de costado teniendo enfrente de ella a su prima Allison,  al igual que ella de costado mirando a los ojos de su recién llegada prima, las dos con sus traseros colorados, aunque el de su prima Betty se le veía mucho más colorado, pues el Marshall había demostrado claramente su fuerza. A pesar del calor que hacía en la habitación, sintiendo el fuego en sus traseros se quedaron dormidas juntas.
    El Marshall abandono el hotel en dirección a su oficina, ante la puerta se encontraba de guardia Laura Sullivan, con un rifle wínchester en sus brazos como si estuviera acunando a una criatura.  Al verle que se acercaba hacia la cárcel Laura se estremeció de la cabeza a los pies, cada vez que se le acercaba irremediablemente se ponía a temblar, con su jefe siempre había tenido esa desazón cuando se le acercaba o lo tenía presente ante ella, pues en la oficina había mil motivos para llamarle la atención, pues durante el tiempo que había permanecido fuera, ella no se había ocupado últimamente en ordenarla y tenerla aseada.
     El Marshall se la quedó mirando unos segundos observando los ojos de preocupación de su ayudante, y como esta acongojada bajaba su mano derecha llevándosela instintivamente a su trasero sobándoselo, pero entrando en su oficina no le dijo nada.  Observo el desastroso estado de la oficina al entrar, llevándose su mano derecha a la hebilla del cinturón, por un momento le dieron ganas de sacarse el cinturón saliendo a por Laura, por el estado de la oficina.  Pero debió pensar que debía tener al menos a una de sus ayudantes operativa, ya que Sarah aun tardaría unas horas en poder ocuparse de trabajar, ahora mismo dudaba de que pudiera moverse.  Entonces pensó en ella, había llegado el momento de liberarla de “La educadora”, debía de estar cerca de cumplirse la hora de penitencia, castigo impuesto a su falta de decoro.   Iba a entrar al pasillo de las celdas, y al entrar vio las bragas amarillas de encaje  de Sarah en el suelo, al recogerlas pudo sentir como el fondo de las bragas, después de casi una hora aún se mantenían húmedas, negando con la cabeza siguió avanzando hacia las celdas. Al entrar enseguida vio a Sarah con su rostro congestionado del dolor en su trasero, aunque la congestión debía ser por la incomodidad de estar en aquella silla sentada, de la cual no podía soltarse y aliviar sus nalgas, al verla de cerca pudo ver como en sus preciosas mejillas, las tenía mojadas de llorar por la forzada situación en la que se encontraba.
(Marshall)  -.  Ya has aprendido la lección? Cuando te mande cambiarte de ropa antes de salir a la calle, lo harás? .- Sarah asintió con la cabeza con lágrimas que seguían brotando de sus pupilas.  -. Que te sirva de lección!  Ahora te levanto de tu castigo, pero que no vuelva a repetirse!!! Aquí están tus bragas, lávalas cochina!!!
    El Marshall se acercó a ella, y tirando de un extremo de la cuerda con la que la mantenía sujeta a la silla, sus brazos quedaron liberados al igual que sus piernas, pudiendo levantarse. Pero sus piernas adormecidas no la obedecían, preciso ayuda del Marshall para levantarse, apenas apoyo sus pies en el suelo, en unos segundos ya sentía haber recuperado sus fuerzas, pero a pesar de ello su cuerpo se mantenía encorvado hacia adelante, pues el culo le dolía horrores para enderezar su espalda poniéndose erguida, bastaron dos fuerte azotes en el culo, para erguirse al sentir el intenso dolor en su trasero.
(Marshall)  -. Ahora desvergonzada!!!  Sal de la celda y vete a cambiarte, tu hija te ha traído ropa para vestirte decentemente, acorde con una ayudante del Marshall.  Luego vas al almacén general a encargarte de lo que te he pedido, saldremos al atardecer cuando el sol caliente menos, pero tus armas las dejas en la oficina, no deseo que le metas un balazo a quien se ría de ti al salir. Y procura que cuando te masturbes no dejes huellas en tus bragas, dan asco verlas, si no fuera por como tienes el culo de morado, y lo mucho que debe de dolerte, te daba otra azotaina ahora mismo!!! Ves a vestirte o no respondo!!!
     Al pasar Sarah por su lado, le asesto un fuerte y muy sonoro azote en el centro del culo, el cual hizo a Sarah soltar un grito de dolor, saltando hacia adelante llevándose sus manos al trasero, así sobándose el culo con las dos manos, al volver sus pies a pisar el suelo, giro su cabeza aterrada mirando a su jefe si iba detrás de ella, tranquilizándose al verle en las celdas y a pesar del dolor en el culo, avanzaba a buen paso hacia la oficina desnuda de cintura para abajo, pues solamente llevaba la camisa puesta.
     Sarah se vistió con serias dificultades, sobre todo al ponerse las bragas blancas con dibujos de hojas verdes cubriendo su maltrecho trasero, pero aun peor fue ponerse el ajustado pantalón tejano, que tuvo serias dificultades para subírselo y pasarlo por sus piernas, al tener que sentarse para pasarlo por sus piernas por lo ajustado que era, como si su hija Alberta hubiera querido vengarse de su madre, al llevarle los pantalones más ajustados te tenía en su armario.
    Al salir para dirigirse hacia el almacén general no lo paso muy bien, por el dolor en el culo tenía dificultades para caminar con soltura, pareciendo un pingüino a cada paso que daba, teniendo que aguantar las habladurías al pasar entre los vaqueros, y sus jocosas risas, como susurros a sus espaldas, lo que de buena gana les hubiera pegar un tiro entre ceja y ceja, pero su jefe temiendo esa reacción, no le había permitido salir con armas a sus costados. Pero para ella aun resulto más duro tener que preparar las monturas, tenía que ensillar dos caballos y preparar otros dos con las alforjas con víveres, así como preparar tres caballos más para traer a las Watson. Pasar la silla a los caballos fue tortuoso el lanzar la silla por el lomo de los caballos, pues debía estirar sus brazos todo lo que estos daban, y al hacerlo saltar al mismo tiempo, teniendo que llevarse sus manos al culo con rapidez para mitigar sus molestias con pinchazos muy agudos, además tenía publico observándola que se había congregado cerca, pues resultaba cómico verla como se sobaba el culo con fuerza, y como su rostro se contraía del dolor. Así como el mirarla con qué cara de odio les miraba, y no podía hacer nada para dispersar a los mirones, el llamar la atención del Marshall para que se ocupase de ellos, tampoco contemplaba esa opción pues podría ser mal interpretado por su jefe, y la podría volver a zurrar, algo que no deseaba.  Cuando tuvo a los animales preparados, entro a la cuadra a coger un enorme cajón de madera, colocando al costado de su caballo, lo utilizaría llegado el momento de la partida para subir al caballo, al cual había atado dos almohadones e su silla, para cabalgar más cómoda.
      Sobre las seis de la tarde montaban en sus monturas el Marshall y  Sarah, su jefe había estado ocupado esa tarde, pues al final se vio obligado a castigar a Laura Sullivan, por el mismo motivo que había sido regañada al mediodía, por el desorden de la oficina pues desde que se lo había ordenado hacer, aun apenas había arreglado nada, además  la sorprendió durmiendo en una de las celdas, sin haber hecho nada de la oficina, como si hubiera hecho a propósito para que la zurrase, algo que era más que posible.  Laura había visto castigar a Sarah, había tenido ella misma que castigar a Maggie por encargo de su jefe, y también presencio la azotaina a Pluma Blanca, mientras ella se había masturbado agazapada en otra dependencia, estaba claro que no deseaba ser menos que las demás.  Sarah desde las cuadras mientras hacia los preparativos, pudo escuchar como la regañaba y poco después podía escuchar perfectamente como el cinturón del Marshall azotaba a su compañera, aunque todavía en su escasa relación no se habían hecho amigas, por lo tanto escuchar como la castigaba el Marshall no sintió ninguna lastima por ella.  Poco después escuchaba a Laura sollozando, para Sarah era una satisfacción personal que toda una mujer, tan fuerte de voluntad y carácter como ella misma, la escuchaba llorar cuando la castigaba el Marshall. La hubiera encantado entrar desde las cuadras a la oficina, y verla como la zurraba. Pero sus nalgas doloridas le decían que no cometiera aquel error, pues de ser sorprendida espiando podría ser perjudicial para su trasero.
    Al montar sobre su montura el Marshall, observo como Sarah había puesto unos almohadones sobre su silla de montar. Sarah iba a subir a su caballo utilizando el cajón que había colocado, para serle más cómodo subirse al caballo. Vio como el Marshall con cara de disgusto acercaba su montura a la de ella, y utilizando su cuchillo Bowie corto las cuerdas con las que había sujetado los almohadones. Sarah al ver como cortaba las ligaduras le miro con rostro airado, a su jefe no le gustó nada aquella mirada de desprecio, acercándose a ella con su montura, colocándose justo entre su propia montura y el cajón que había colocado Sarah, sobre el cual estaba subida para montar a su caballo.   Sarah al verle cambio su semblante inmediatamente, pero ya era tarde, el Marshall Williams se inclinó sujetándose de las riendas con la mano izquierda, inclinando su cuerpo asegurándose de conservar su equilibrio con los talones de sus pies sobre los estribos,  agarrando a Sarah por la cintura e izándola por su fuerte brazo colocándola cruzada sobre sus piernas y el lomo del caballo boca abajo, acto seguido la fuerte mano y pesada entro en acción azotándole el dolorido trasero, que tan dolorido como lo llevaba por la severa azotaina con el cepillo, de aquella mañana por intentar disparar contra los vaqueros, que enseguida su culo le abrasaba de nuevo y le dolía hasta la exasperación, por lo que lloraba a los cuatro fuertes azotes que recibió, de la azotaina que de nuevo su jefe le administraba en ese momento. Poco después ayudándose de sus fuertes brazos la dejo, que se deslizara del caballo bajándola al suelo poco a poco, al tocar sus pies en el suelo se puso de cuclillas sobándose el culo que le dolía y le abrasaba.
(Marshall) -. Que no te vuelva a ver que me pones esas caras! Si te duele el culo es por tu culpa y de nadie más. Haberme obedecido esta mañana cuando te he mandado vestirte decentemente, y tu sinvergüenza has hecho la tuya, además no contenta con desobedecerme, luego tratas de disparar sobre los vaqueros, que solamente hacían lo que haría cualquier hombre, ante una mujer desvergonzada que va mostrando sus esbeltas y preciosas piernas, por no decir que ibas enseñando las bragas a todos.  Y ahora monta sobre tu caballo, como se debe de hacer, si te molesta el trasero al cabalgar es solo culpa tuya, si no fuera por ello, y hubiera acabado castigándote por otra falta no te haría venir conmigo, pero como te lo has ganado a pulso, ahora cabalgaras sobre tu silla sin ningún almohadón, si te duele el culo? Te aguantas!!!
    El Marshall espoleo su montura partiendo hacia el este, en dirección al campamento de Oso gris. Sarah al verle que se alejaba solo sin esperarla, se montó en su caballo soltando maldiciones al apoyar sus doloridas nalgas sobre la dura silla, aun con lágrimas en sus ojos, de haber estado cerca su jefe, sin ninguna duda se habría sacado el cinturón por lo insultos que brotaron de sus labios.  Agarrando las riendas de los dos caballos de carga, más los tres que llevaban para las prisioneras, salió al trote detrás del Marshall, forzando así a los animales con lo que sus nalgas saltaban sobre la silla de montar con el trotar del caballo, haciéndola hacer todo tipo de guiños y gestos de dolor en sus nalgas.  El cabalgar montada sobre su caballo, sus nalgas explotaron como si la estuvieran azotando de nuevo, cada zancada del animal era un movimiento oscilante en sus maltrechas nalgas, la grupa del caballo la hacía bambolear el trasero, golpeando así su dolorido trasero, con lo cual era una sensación como si estuviera recibiendo de nuevo una azotaina en el culo, pero ese mismo bamboleo del trasero que sus nalgas se aplastaban sobre si mismas contra su silla de montar, hacía que el apretado pantalón se le incrustase la costura en el fondillo de sus bragas, lo que todo en conjunto hacía sentir una sensación, como si se estuviera tocando el sexo, a medida que la costura se tensaba más mintiéndosele en su entrepierna, marcando así su sexo, acabando explotando en un orgasmo bestial por el roce de su sexo, contra el fondillo de sus bragas, el cual la costura del pantalón hacia presión en su entrepierna, y esta se le hundía marcando más su sexo, que la hizo apoyar su cuerpo sobre el cuello del animal, para así sostenerse sobre el caballo.
      Después de dos horas cabalgando el Marshall se detuvo ante un arroyo, debían abrevar a los caballos y dejarlos descansar un tiempo antes de continuar la marcha aprovechando la luz diurna. Poco después se detenía Sarah que había cabalgado todo el tiempo unos metros rezagada.  Sarah al descender del caballo lo hizo muy lentamente, y al tocar sus pies en el suelo, su primera acción fue llevarse las manos al trasero frotándose un buen rato, tenía sus nalgas adormecidas de cabalgar, a pesar del intenso fuego y dolor en el culo, para ella había sido similar a dos horas recibiendo azotes en sus inflamadas nalgas.  Al caminar para estirar sus piernas, lo hacía con las piernas arqueadas como si aún continuara montada sobre el caballo. Después de unos minutos ya podía estirar sus piernas, aunque aún se frotaba el culo dolorido, el trotar no había sido buen bálsamo para sus inflamadas nalgas.
      A la  media hora de la parada se volvieron a poner en marcha, y el suplicio para las nalgas de Sarah volvió a comenzar de nuevo. Durante el tiempo que estuvieron descansando, no hablaron nada entre ellos, el Marshall continuaba disgustado con sus dos ayudantes, y Sarah estaba tan dolorida que no deseaba hablar de nada.   Ya estaba anocheciendo cuando se acercaban al cañón del rio rojo, un estrecho desfiladero de unas dos millas de largo, en el que el Marshall tenía pensado pasar la noche en la protección del viento frio de la madrugada, el desierto era lo que tenía, mucho calor durante el día, pero las noches eran frías.  Ya había anochecido cuando entraron en el cañón, en el cual había una cueva natural con un manantial de agua fresca en el interior, dejaron los caballos fuera descargándolos entre ambos, metiendo las provisiones dentro de la cueva. Una vez dejado a los caballos bien servidos y seguros, el Marshall se preparó para encender fuego.  Al iluminarse la cueva por el buen fuego, vio el Marshall que había unos metros más adentro de la cueva, un grupo de piedras en círculo, alguien había encendido fuego allí, al acercarse removiendo las cenizas cubiertas por tierra, se dio cuenta que alguien había encendido fuego hacia muy poco, por lo cual quien encendiera ese fuego debía de estar aun dentro de la cueva.  Cogiendo un palo cercano, y desgarrando unos trapos sucios improviso una antorcha, adentrándose cueva adentro con cuidado acabo descubriendo a cinco pieles rojas guarecidas entre unas piedras, sacando el revolver las encañono saliendo todas de su escondrijo con las manos en alto, una vez bajo la luz de la antorcha las reconoció a las cinco…
(Marshall)  -.  Vaya que tenemos aquí!!!   Pequeña Cierva! Luna Blanca!  Flor de Primavera! Pluma Gris! Y Piedra blanca!  Bien muchachas podéis iros preparando vais a dormir bien calentitas esta noche.   Y tu sinvergüenza! Pequeña Cierva!  Vas a ser la primera en recibir tu azotaina.
(Pequeña Cierva)  -. Tu rostro pálido no poder hacer eso!  Mi padre arrancar cabellera si tu tocar!!!
(Marshall)  -. Tranquila Pequeña Cierva. Tu padre Pequeño Cuervo! Se encuentra ahora mismo con Oso Gris, padre de Pluma Blanca y de esa sinvergüenza de Pluma Gris su hermana, y mañana al anochecer llegaremos a su poblado de caza donde se encuentra ahora, y al que nos dirigimos.  Mañana tu misma se lo podrás decir, al igual que vosotras!!!
     Agarro del brazo a Pequeña Cierva y tirando de ella la llevo hacia una piedra saliente de la pared de rocas, en la cual tomo asiento, colocando sobre su rodillas a la muchacha, levantándole el corto vestido,  comenzó la azotaina con la mano en el culo de la piel roja, que en breve iba a tener el culo más colorado que su piel, a cada azote que le daba saltaba polvo de las bragas, pues debía de haber estado sentada sobre sus bragas, pero pronto iba aparecer su color blanco, pues a cada azote que le daba una nubecilla de polvo se desprendía de las braguitas. Pero el respirar el polvo al Marshall no le debió de gustar demasiado, pues buscando la cinturillas de las braguitas se las bajo dejando el colorado trasero al descubierto, Pequeña Cierva hacia honor a su tribu de Sioux, por lo que el Marshall conocedor como nadie como disciplinar a una jovencita orgullosa y rebelde, llevando su mano derecha a la caña de su bota derecha, extrajo el cepillo de madera empleándose a fondo en darle su merecido, la cual no tardo demasiado en resentirse del dolor en sus nalgas desnudas, llorando como una damisela en apuros, y desde luego que estaba en serios apuros.  Una tras otra de las chicas fue desfilando por sus rodillas, y las cinco muchachas indias acabaron acurrucadas en un rincón durmiendo juntas y todas boca abajo, al igual e incluida  a ellas la ayudante Sarah Wilson.
    Por la mañana temprano al amanecer el Marshall se tomaba su taza de café, su ayudante Sarah ya había ensillado los caballos, así como repartido las alforjas de carga en los animales, así las muchachas tendría montura para viajar, aun les quedaba una dura jornada de viaje con suerte. Esa mañana aun dolorida monto en su caballo Sarah, después de haber hecho subir a las muchachas a los caballos asignados debidamente con las manos atadas, si decidían escapar no las podría el Marshall detener, las indias a caballo eran esplendidas jinetes, a pesar de sus doloridas nalgas, hubieran dificultado su fuga, pero su orgullo y carácter habrían dominado el dolor de sus traseros.  Pluma Gris hacia honor a su tribu e intento escapar apenas se vio sobre el lomo del animal, con lo que no contaba era que el Marshall la vigilaba en especial a ella, pues sabía que de intentarlo seria ella la que lo probaría por ser la cabecilla del grupo.  Espoleo al caballo con sus talones, a pesar de llevar las manos atadas se aguantaba firme sobre el animal, como buena amazona que era.  El Marshall salió al galope tras de ella cortándole la fuga, con lo que el caballo freno de golpe agachando su cabeza al detenerse, la amazona salió despedida sobre la cabeza del animal, aterrizando contra el duro suelo boca abajo, el Marshall salto del caballo enfurecido por su intento de fuga, con sus manos en la hebilla del cinturón, que en breves movimientos aflojo el pistón que sujetaba prensado el cinturón, y una vez extraído de la hebilla tiro del mismo con la mano derecha saliendo con rapidez de las presillas del pantalón, doblándolo a la mitad y agarrando los dos extremos hebilla y extremo unidos en uno, al estar ante ella boca abajo se le había subido el corto vestido, quedando visibles sus bragas rosas de algodón las cuales revestían su trasero expuesto, el cinturón rápido restallo varias veces sobre las pequeñas nalgas de la muchacha india, que solamente podía agitarse de un lado a otro arrastrándose por el suelo sin utilizar sus manos atadas a su espalda, el cinturón continuaba cayendo una y otra vez sobre el culo de la muchacha, llevaba cerca de cuarenta buenos azotes y la muchacha berreaba como una chiquilla del ardor que le producían los azotes, mientras que su sonido restallaban sobre el cañón del rio rojo, haciéndolos más temerosos para el resto de las chicas indias que miraban aterradas como el Marshall la castigaba con el cinturón severamente y como a cada azote que recibía la chica brincaba con su cuerpo en el suelo, sin poder hacer nada por escapar.  Cuando considero que ya había dado su merecido a Pluma Gris, dejo caer al suelo el extremos de la hebilla del grueso cinturón, comenzando a pasarlo presilla por presilla hasta juntarlo con la hebilla y tirando del extremo, ajusto el pistón de la hebilla al agujero correspondiente, abrochándose el cinturón.  Entonces se agacho a recoger del suelo a la joven que lloraba desesperada, y levantándola la cargo sobre su hombro izquierdo, dándole sonoros azotes en el culo con su mano derecha mientras la regañaba severamente en su lengua Sioux. Dirigiéndose hacia su propio caballo, la cargo entre la silla y el cuello del animal, subiendo el posteriormente al caballo.  Llevándola  echada boca abajo en su caballo, iniciaron la marcha mientras la seguía regañando, y cuando se enfurecía por las respuestas soberbias de la joven, no dudaba en bajarle las bragas rosas de algodón y darle unos buenos azotes, luego se las volvía a subir de nuevo y cada tanto cuando le hacía enfadar por protestar de la manera que la llevaba sobre el caballo, le volvía a bajar las bragas y nuevos azotes hacían berrear a la joven india que llevaba el trasero que le ardía considerablemente.
     Sarah su ayudante que la tarde anterior iba alejada varios metros del Marshall, esa mañana cabalgaba a su costado derecho sin perderse detalle de cuando el Marshall le bajaba las bragas a Pluma Gris, dándole una nueva azotaina en el trasero desnudo. Así como cuando creía que no era observada, se agarraba la cintura de sus pantalones tejanos y tiraba hacia arriba de ella, así la costura de su entrepierna se le introducía en su sexo, lo que no podía ver Sarah, es que la humedad de su sexo no solo mojaba el fondillo de sus bragas, ya traspasaba también la entrepierna del pantalón, siendo visible la humedad de su sexo, ante las repetidas azotainas que recibió la joven india, echada boca abajo sobre la montura de su jefe.
     El sol comenzaba a ser molesto sobre las nueve de la mañana, habían cabalgado con la fresca mientras duro, unas dos horas.  Luego aprovechando una gran roca se detuvieron para descansar tras su sombra. Bajándose primero Sarah del caballo mostrándose resuelta, pues no deseaba que las jóvenes la pudieran ver, que como ellas iba dolorida en su retaguardia. Al cruzar tras su caballo, fuera del ángulo de visión de las muchachas, aprovecho el momento para frotarse con ambas manos, pues tras las dos horas y media que llevaban cabalgando, aunque iban solamente al trote, con el bamboleo y el vaivén de sus nalgas al rebotar una y otra vez sus nalgas, era como si hubiera ido recibiendo nuevos azotes.  Luego una vez hubo apaciguado su trasero del tremendo picor que llevaba horas sintiendo en sus nalgas, se dirigió hacia las muchachas para ayudarlas a apearse de sus monturas, viéndolas como con las manos atadas se sobaban el culo con vigor, aprovechando para estirar sus piernas meneando sus caderas, por el intenso ardor y picor de sus pequeños traseros doloridos.
    El Marshall se ocupó personalmente de hacer descender a Pluma Gris, primero bajándose él, y luego agarrando a la joven poniéndole sus manos en la cintura sujetándola, la levanto en el volandas y la deposito en el suelo, con sus manos se sobaba el culo con vigor, mientras inclinaba su cintura doblando su cuerpo hacia adelante, y enderezándose varias veces repitiendo el mismo gesto, pues sentía molestias en su barriga al haber ido dos horas echada boca abajo sintiendo el pero de su cuerpo sobre la montura, siendo su barriga la que había reposado su cuerpo. Pero demasiado tiempo boca abajo sobre la montura, había ocasionado que el cuerpo de la joven tuviera otras necesidades con cierta urgencia, no hacía más que mirar hacia Sarah, y cruzar sus muslos con ímpetu quedándose parada…
(Marshall)  -.  Sarah!!! Suéltale las ligaduras a la pequeña Pluma Gris y que vaya hacer sus necesidades, hay detrás del arbusto, luego ayuda al resto de las chicas una a una!!!   Pues como se lo haga encima de las bragas, me sacare el cinturón y os daré a las dos con él!!!
     Mientras Sarah se ocupaba de las chicas, el Marshall oteaba el horizonte en la ruta que debían de seguir, observando que a unas millas se podían apreciar unas columnas de polvo, debiendo ser alguna caravana o carros que viajaban rumbo norte, hacia Spanks City Spring´s. Pero que pasarían de largo de su ruta a seguir.   Veinte minutos después proseguían su viaje hacia el punto donde había divisado aquella columna de polvo.   A las chicas se las veía cabalgar inquietas sobre sus monturas, sobre todo Pluma Gris era la que más dificultades tenia para sostenerse sobre la silla, cabalgando a su lado Sarah por si se caía del caballo.  Una hora y media después llegaban a una hondonada, descubriendo uno de los carros de la caravana, que se había quedado rezagado de forma muy sospechosa, pues no era lógico que la caravana lo hubiera dejado a su suerte, estaban en territorio indio, y aunque habían tribus amigas que habían aceptado firmar un tratado, los jóvenes guerreros rebeldes no habían aceptado, resultando muy peligrosos el encontrarse con ellos.
     El Marshall se aproximó con mucha cautela, mientras la ayudante y las jóvenes se habían quedado unos cientos de metros atrás por precaución. Al bordear el carro habían cuatro chicas solas, jugando a las cartas a la sombra del carro, al descubrir al Marshall acercándose se pusieron en pie las cuatro mujeres, había una señora que rondaría los cincuenta años y las otras tres más jóvenes entre los veinte a veinte seis años según calculo el Marshall al verlas.
(Marshall)  -. Buenos días señora! Me pueden decir que diantres hacen aquí solas? Porque no han seguido a la caravana en la que iban?  Resulta extraño encontrarlas aquí sola!!!
(Señora mayor)  -. Buenos días sheriff! No hemos tenido más remedio que quedarnos rezagadas, mi hija menor no se encuentra muy bien, ayer por la mañana recibimos la visita en la caravana un grupo de indios, los hombres hicieron un buen trabajo eliminando a todo el grupo, después de dos horas de tiroteo con sus rifles, pero a mi hija la alcanzaron con una flecha, la tiene alojada muy cerca del corazón y no llevábamos médico. Por lo que nosotras aguardaremos a que nos envíen uno del pueblo más cercano… soy Laurie Hanson por cierto.
(Marshall)  -. Sra. Hanson, soy el Marshall William de Spank City Spring´s y Marshall de este estado, si me lo permite le echare una ojeada a esa flecha, tratare de sacársela si es posible. Pues no esperen la llegada de ningún médico, el pueblo más cercano está a casi una jornada a caballo, los carros no llegaran antes de un día y para entonces venga el medico ya será tarde para su hija, eso con suerte que encuentren al médico sobrio, pues es el borrachín del pueblo y no creo que pueda ayudarles. .- En ese momento apareció Sarah en compañía de las cinco indias. -. Sarah!!! Es que no vas a obedecer nunca? Te he dicho que esperaras a mi aviso, luego me ocupare de ti.  Ahora tráeme mi maletín del caballo de Pluma Gris, en el tengo útiles para atender a la joven herida. Ayuda a las prisioneras a descender de los caballos, y átalas bien bajo el carro.
    Sarah obedeció al Marshall ayudando a las jóvenes prisioneras a atarlas bajo el carro, observando la Sra. Hanson que tanto las jóvenes indias como la ayudante del sheriff se sobaban el trasero muy seguido, viendo claramente que aquellas muchachas no se acariciaban por nada, debían de llevar muy doloridos sus traseros.
(Sra. Hanson)  -. Sheriff! Perdón… Marshall.  Parece que ha estado muy ocupado con esas chicas y su ayudante!
(Marshall)  -. Es una larga historia Sra. Hanson, ahora lo que nos interesa es extraer esa flecha si es posible, luego podrá comprobar por usted misma, como me encargo de mi ayudante, para recordarle como se obedecen mis órdenes!!!
(Sra. Hanson)  -. Si dispone de tiempo, me gustaría que les pusiera principal atención a mis tres hijas mayores, si estamos aquí es por su culpa, se alejaron de la caravana sin pedir permiso al Sr. Johnson nuestro guía, él las hubiera dado su merecido pero falleció, al ir a buscarlas al ver señales de humo en el horizonte, las muchachas dispararon a un conejo y atrajeron la atención de los pieles rojas que nos atacaron al ver a tres chicas solas, tuvieron todos los hombres que salir en su rescate, murieron tres hombres e hirieron a cinco más, se hubiera quedado algún hombre a protegernos, pero sus esposas después de lo que hicieron estas tres granujas, no permitieron quedarse a ninguno, por ello estamos solas.  Yo si no echaran a correr les habría dado una buena azotaina, pero a mis años no puedo alcanzarlas…
(Marshall)  -. Primero es lo primero! Vamos a ver a esa niña! Luego me ocupare de sus hijas. Sarah!!! Espósalas al carro para que no puedan huir, luego me encargare de las que se hayan portado mal o desobedecido mis órdenes!!!
    Entrando al carro había echada una muchacha de dieciocho años, se la veía que tenía fiebre por su sudorosa frente, aunque también era debido al calor que hacía ya a esas horas y bajo la lona del carro. Al descubrirla retirando una sábana, vio a la joven con una venda cubriéndola a la altura de los pechos, para no lastimarla al quitarle las vendas, cogió su cuchillo y las corto retirando las vendas dejando a la chica con medio cuerpo desnudo mostrando sus pequeños y turgentes pechos a esa tierna edad.
(Marshall)  -. Sra. Hanson ha habido mucha suerte, no le ha llegado a la caja torácica, solamente la tiene incrustada en el hueso de una costilla, será fácil extraerla. Para no causarle dolor, le pondré un poco de anestesia y no sentirá nada cuando se la extraiga, puede levantarle el vestido y bajarle la braguita un poco, bien, gírela un poco para que le inyecte en la nalga.
(Sra. Hanson)  -. Veo Marshall que sabe lo que hace y que va bien preparado.
(Marshall)  -. Serví como voluntario en la guerra con el cargo de capitán, y se aprenden muchas cosas cuando hay heridos.
(Sra. Hanson)  -. Esas muchachas indias son peligrosas? 
(Marshall)  -. Son muy buenas chicas, sus padres a pesar de ser jefes indios las educaron muy bien, pero como todas las adolescentes cometen serios errores, haciendo travesuras. Lo malo de sus travesuras es que a quienes le hicieron la mala jugarreta fue a mí, por ello llevan sus traseros doloridos, y más que los van a tener cuando me pueda ocupar de ellas en mi oficina, ayer solamente recibieron un pequeño anticipo.
(Sra. Hanson)  -. Y su ayudante? Ella no es una adolescente ya!
(Marshall)  -. Ella!  Acabábamos de llegar del desierto de tratar de capturar a unas jóvenes delincuentes, justamente las que esas muchachas indias ayudaron a escapar, capturamos a dos de ellas, y después de pasar varios días en el desierto, le consentí en llevar unos cortos shorts, que mostraban más de lo que la decencia permite, pero como su trasero en ese trayecto se lo tuve que calentar en varias ocasiones, en mi presencia no me molestaba que fuera mostrando su ropa interior, pero al llegar al pueblo, le advertí que se cambiara de ropa, que por el pueblo una ayudante del Marshall del estado, no podía ir enseñando el culo rojo de la azotaina y al llevar el short introducido en su culo, dejaba claramente el culo a la vista, como era de esperar unos vaqueros la piropearon más abuso que otra cosa, pero ella se lo busco.  Pero saco su arma con intención de utilizarla contra los vaqueros, tuve que desarmarla de un disparo e encargarme de ella, dejándole el culo en tal estado, que apenas puede cabalgar sin ver las estrellas del dolor… Pero ella se lo ganó a pulso… Bueno esto ya está acabado, se recuperara pronto no reviste de gravedad la herida.
(Sra. Hanson)  -. Entonces usted debe de ser, ese cerdo que llama el Yeti de Sprin….
    El Marshall la miro con una cara que la fulminaba con la mirada, sin dudar un solo segundo en sentarse en el carro y atravesar sobre sus rodillas a la Sra. Hanson a sus cincuenta y dos años, levantándole las faldas que le cubrían hasta los tobillos, echándosela por encima de la cabeza, y de un solo tirón le bajo unas enormes bragas de encaje, apareciendo desnudas unas redondas nalgas, de la caña de su bota, extrajo el famoso cepillo, comenzando a darle una buena y fuerte azotaina, la mujer aguanto durante los veinte minutos que duró la severa azotaina, dejándole sus blancas nalgas completamente coloradas, concentrándose en los últimos azotes en la base de sus nalgas en el inicio de sus muslos, ahí si la señora comenzó a agitar su enorme trasero meneándolo de un lado a otro… Cuando la dejo levantarse de su regazo, la mujer se sobaba el culo con vigorosidad, en sus ojos se le podían apreciar en un estado vidrioso, así como un brillo especial, dejaba claro que unos azotes más en su trasero y habría roto a llorar siendo toda una señora y gran mujer.
(Marshall)  -. Sra. Hanson ya es usted muy mayor para no pensar las palabras que dice, a una joven se lo puedo consentir, siempre y cuando no la consiga atrapar, pero si la agarro le pongo el culo como un tomate maduro, o sea, por su bienestar no vuelva a decir tal cosa…
(Sra. Hanson)  -. Es usted una bestia y un monstruo…
     No pudo acabar la frase, que ya la tenía colocada bajo su brazo izquierdo, habiéndola vuelto de nuevo a levantarle las faldas, como aún no se había subido las bragas, en dos movimientos rápidos, apareció su grueso cinturón doblado a la mitad, empezando a darle de nuevo una azotaina, ahora agarrada por la cintura bajo el brazo del Marshall, y cinturón en mano.  Las nalgas con los impactos del cinturón parecían como las olas del mar al romper, pues a cada impacto las nalgas robustas el cinturón llegaba casi a desaparecer al azotarla, por lo blandas que tenía las enormes nalgas, pero aunque estaba empleando toda su fuerza para mantener a la mujer bajo su brazo, la mujer no tardo en romper a llorar dando alaridos del dolor a cada nuevo azote que recibía.   Las hijas que se encontraban esposadas al carro, durante la primera azotaina con el cepillo dudaban, de  lo que sucedía dentro del carro, pero ahora los aullidos de dolor en las nalgas de su madre, estaba claro que la estaban zurrando con una buena zurra. Cuando la soltó, la mujer casi cayó sobre su hija, a la cual ya le había extraído la flecha, antes de lo sucedido. La hija sorprendida no perdió detalle alguno de las dos azotainas severas que había recibido su madre, y con su rostro contraído por el temor y pánico permaneció en silencio sin abrir la boca. Mientras observaba como su madre se sobaba el trasero, que al volverse hacia el Marshall…
(Sra. Hanson)  -.  Es usted un…
(Marshall)  -. Cuidado con lo que vaya a decir… No me gustaría tener que volverla a castigar delante de su hija, no soy partidario que una hija vea como es aplicado un correctivo a su madre, aunque este sea muy merecido!!!   No se le puede faltar al respeto a una autoridad, por señora que usted sea, y tenga un fuerte carácter… Pero no le voy a consentir que me falte de nuevo al respeto.     Por otro lado, ya podemos emprender la marcha, usted y sus hijas nos acompañaran hasta que volvamos al pueblo,  cuando lleguemos al poblado de Oso Gris enviare un hombre a dar aviso al pueblo, seguro que llegara al mismo tiempo que su caravana.   Ahora prepárense para levantar el campamento que han montado y enganchar a los caballos….  Y tu pequeña!  Tranquila la herida no es nada importante por suerte, pero han hecho bien en quedarse aquí.    Y ahora Sra. Hanson voy a ocuparme de sus hijas, van aprender a pedir permiso la próxima vez…!!!     Y para su información Sra. Hanson, nadie se atrevería a llamarme como ha hecho usted, y mi sobrenombre es; “El mastodonte de Spring´s” no el Yeti… pero no se le ocurra o le pongo el culo morado con el cinturón…!!!
(Sra. Hanson)  -. … tranquilo Marshall ya he comprobado a fuerza de sus brazos, desde mi marido, usted es el único que se ha atrevido a hacer algo similar, mi Jonathan era muy estricto en la casa, no solo con mis hijas, la mayor es Lidia tiene veintidós años, veintiuno Greta, luego esta Carla de diecinueve, hará veinte el mes que viene, y la que usted ha atendido es la pequeña Jenny. Son buenas chicas, pero muy desobedientes desde que falta su padre debido a un accidente estúpido de mala suerte, se cayó del caballo golpeándose contra una piedra, desde entonces cambiaron su conducta, se volvieron traviesas, rebeldes, y muy desobedientes.
     El Marshall Williams mientras se volvía a poner  el cinturón abrochando la hebilla, ajustándola correspondientemente, siempre con la mirada fija en la Sra. Hanson que en ese instante se subía sus bragas ajustándoselas y aprovechando para sobarse con fuerza el culo inflamado por el cinturón…
(Marshall)  -.  Mientras mi ayudante la ayuda a enganchar los caballos al carro, y recogen todos sus bártulos. Sus hijas volverán a ser muy obedientes, puede estar seguro de ello…
     Bajando del carro el Marshall fue hacia Sarah, esta al verle que iba hacia ella su cuerpo se le estremeció desde la cabeza a los pies… Sobándose el culo, le vio acercarse a ella con paso muy decidido.
(Marshall)  -.  Sarah!  Parece que vas a tener suerte por el momento, y te vas a librar por ahora por desobedecerme, pero no cantes victoria aun!  Ves esos arbustos con un tronco de árbol abandonado, que está bajo la sombra de los arbustos, tráeme a las hijas de la Sra. Hanson, primero me ocupare de Lidia, pero estate atenta a cuando termine con ella, me acercas a Greta y por ultimo a Carla.  Al parecer se han portado mucho peor que tu, y se merecen según su madre una azotaina bien dada…
     Sarah paso por el frente de su jefe, recibiendo una fuerte palmada en el culo, haciéndola aligerar sus pasos hacia las chicas, se sobaba el trasero con vigor tras recibir semejante azote, pues el Marshall le había sacudido con todas sus fuerzas, pareciéndole la mano una pala de madera por lo dura y fuerte.  No tardando en volver con las tres chicas que le miraban con descaro, con sus miradas altivas y fijas en aquel señor que hacía llamarse Marshall. Con sus miradas despedían rayos por el desprecio que se les veía que irradiaban hacia el Marshall, sabían que les iba a zurrar no haciéndoles ninguna gracia lo que las esperaba.
(Marshall)  -.  Bien pequeñas! Vuestra madre me ha explicado vuestra falta de disciplina, y que os habéis alejado de la caravana sin consultar al responsable el señor Johnson, que por vuestra hazaña él y otros perdieron la vida! Cual de vosotras es la mayor, Lidia? Que tienes que decirme para convencerme que vuestra madre se equivoca, al concederme la autoridad de daros una azotaina a cada una de vosotras tres.  Porque conociendo las normas de la caravana, salisteis sin pedir permiso?
     En ese instante la Sra. Hanson se acercaba a donde se habían reunido a la sombra, quedándose al lado de sus hijas escuchando lo que les decía el Marshall y esperando escuchar su respuesta.
(Sra. Hanson)  -.  A ver hijas!  Responderle al señor!!!
     El rostro de las tres chicas cambiaron en el acto, al parecer desconocían ese hecho de que hubieran muerto hombres por culpa de ellas, al herir a su hermana se habían refugiado dentro del carro haciéndole compañía a la pequeña, y por lo visto no escucharon la acalorada discusión que hubo entre las esposas de los hombres de la caravana, por culpa de ellas, su madre no les había querido decir nada.
(Lidia)  -. No sabíamos nada de eso…
(Marshall)  -.  Sra. Hanson! Puede explicarme porque ellas no saben de lo ocurrido?
(Sra. Hanson)  -. Después del asalto, los ánimos del resto de la caravana, estaban demasiado exaltados, no era el momento de informar que mis hijas habían sido las responsables, posiblemente nos habrían linchado a todas, y les deje creer que había sido un ataque fortuito, bastante mal ya se encontraban con estar su hermana pequeña malherida, no era el momento adecuado.  Pero ahora al estar usted aquí, es diferente el momento.  Son mis hijas, señor!  Haría lo que fuera por mantenerlas a salvo, una cosa es que las hubieran castigado a las tres, yo habría estado de acuerdo.  Pero las mujeres y resto de hombres si hubieran sabido la verdad en ese momento tan caldeado, las hubieran linchado a ellas y a mí también.  Pero eso no quita que se merezcan una buena azotaina, y aprovechando que está usted aquí, es el momento de aplicarles una buena zurra en sus traseros.
(Marshall)  -.  Sarah!  Quítale las esposas a las chicas, solo hay que verlas para saber que están aterradas. No irán a ninguna parte, se las ve muy arrepentidas, pero ello no deja de no ser necesario aplicar disciplina, esta zona al haber un pequeño bosque allá en las colinas, es zona de conejos, seguramente los vieron y trataron de cazar uno, pero de haber pedido permiso al guía les habría advertido del peligro, o no se lo hubiera permitido, esas colinas están plagadas de indios rebeldes, si la caravana mato a todos, deberían ser los más jóvenes e inexpertos, su jefe era Coyote Negro de los Sioux, si los eliminaron los de la caravana, no habrán represalias, pues habían sido repudiados de su tribu! veis aquellas volutas de humo en el horizonte? Es Oso Gris avisándoles que estamos aquí, si nos atacan Oso Gris se encargara de ellos, a nosotros no nos tienen miedo alguno, pero a su jefe Oso Gris si se lo tienen, no corremos ningún peligro al estar aquí, así que Sarah puedes ayudar a enganchar los caballos, por nada del mundo me gustaría hacer noche en esta zona.  Y tu Lidia acércate tú serás la primera…por ser la mayor…
     Lidia se acercó hasta el Marshall Williams, caminaba muy lentamente del temor que sentía por lo que iba a sucederle, se sentía culpable al ser la mayor y no haber recordado los consejos que su padre le había comentado muchas veces, “Lidia… si vas en la caravana, debes obedecer siempre al guía, el conoce el terreno que pisa y tu no. Obedece lo que él te diga…” esos consejos se lo había dado cuando Lidia contaba con ocho años, viajando en una caravana hacia california la tierra soñada, pero al llegar no había ya parcelas de terreno que valieran la pena explotar, a pesar de haberlo intentado. Al fallecer su padre, habían tenido que vender lo que tenían y dirigirse hacia el norte, al rancho de los abuelos. En cambio ahora ahí se encontraba, a punto de ser castigada por no haber seguido los consejos de su padre. El señor Johnson el guía, la había castigado a ella y sus hermanas dos veces por rebelarse a su madre,  durante las cuatro semanas que llevaban de viaje y su madre estaba en cierta forma encariñada con él, quizás por ello se preocupaba de ellas, más de lo que su cargo como guía de la caravana reclamaba.  Aunque tampoco no es que fuera muy severo con ellas, cuando las castigo las dos veces, ella y sus hermanas lloraban enseguida, y tras veinte o veinticinco azotes sobre sus faldas las dejaba libres, saliendo corriendo hacia su madre a que las consolara, abrazándolas fuerte.  Su padre en vida cuando las tenía que dar una azotaina, recibían unos azotes en su trasero sobre la ropa, y aunque dolían siempre eran bien merecidos, ahora se veía así misma al costado derecho del Marshall, tal y como él le había indicado que debía colocarse.  Ese hecho hizo a Lidia preocuparse más de lo debido, pues tanto su padre o el señor Johnson las agarraban allá donde estuvieran y les daba la azotaina si más preparación, en cambio el Marshall no actuaba igual, y eso la hacía avergonzarse más, pues estaban sus hermanas delante, esperando su turno que llegaría después, a más su madre estaba también contemplando la escena, algo que tampoco era habitual para ella o sus hermanas. Lidia muerta de la vergüenza estaba de pie, al costado derecho de aquel hombre que decía que era Marshall, que hacia tan solo unos minutos había podido escuchar algo muy raro en su vida, como su madre emitía ruidos extraños para ella y sus hermanas, poco después la escuchaban aullar de dolor, escuchando unos chasquidos que no sabían de que podían ser.
     Sin más, se vio como el señor Marshall la agarraba de su mano derecha, tirando de ella haciéndola inclinarse hacia adelante hasta tener que apoyar sus manos en los muslos del señor, para así evitar caerse sobre sus rodillas, viéndose así misma echada sobre sus rodillas boca abajo.  Al estar así colocada sus mejillas las sintió arder de la vergüenza, y más aún cuando el Marshall agarro el borde de su falda del vestido azul celeste que llevaba puesto, y como sentía sus piernas y muslos el frescor de la brisa, dejando su trasero al aire solamente cubierto por unas bragas azules de algodón con lunares blancos que resaltaban.  Su cuerpo comenzó a temblar del miedo, y más aún cuando unos dedos grandes hurgaban en la cinturilla elástica de sus bragas, y como le eran bajadas hasta más debajo de medio muslo, casi hasta las rodillas.  Era la primera vez en su vida que le levantaban la falda y le bajaban sus bragas, dejándola con el trasero blanco desnudo.
     Pero poco después ya no podía pensar en nada, la azotaina acababa de comenzar con la mano derecha del señor Marshall, que en breve ya lo sentía como le ardía como el mismísimo infierno, y continuaba la azotaina en su trasero desnudo, a pesar que a partir del quinto azote ya estaba llorando como una magdalena en el horno.  Pero no paraban los azotes de caer en su culo enrojecido, el cual le dolía como nunca le había dolido, pues nunca había recibido más de veinticinco azotes, y en esta ocasión no sabía cuántos había recibido pero eran muchos. Sus piernas pataleaban alocadamente, sus brazos se agitaban en el aire como tratando de aferrarse a algo que pudiera cogerse sus manos, pero aquel intenso ardor no cesaba, continuaba la azotaina con aquella mano enorme y pesada, se agitaba sobre las rodillas moviendo sus caderas, pero de nada le servían sus esfuerzos por liberarse.  En ese momento cuando ya pensaba que no podía haber nada peor, sintió como los azotes dolían mucho más, sintiendo un fuego intenso con cada nuevo azote que recibía, no sabía porque pero el culo le dolía demasiado intensamente, y aunque no paraba de decir que lo sentía y pedía perdón, la azotaina no cesaba, seguía recibiendo más y más azotes sobre su culo desnudo.
     Lidia lloraba sin cesar, sentía como su trasero la abrasaba. Era igual que si se hubiera sentado sobre una chimenea en ascuas, con las brasas de estás al rojo vivo, le abrasaban el culo terriblemente. En ese instante sintió como sus bragas le eran subidas de nuevo, y la falda del vestido volvía a cubrir sus piernas. Y como las manos de alguien la ayudaban a levantarse, entonces entre las lágrimas, vio la imagen borrosa de su madre que la sujetaba de los hombros acurrucándola contra su pecho. Cruzándose con su hermana menor Greta, que pasaba a su lado llorando.  Abrazada a su madre, al poco escucho el sonido que resonaban a su espalda, volviéndose a mirar, entonces vio a su hermana Greta recibiendo la azotaina, con las faldas levantadas y sus bragas de algodón rosas bajadas, y como aquella mano que la había dado a ella tan severa azotaina, ahora la recibía su hermana la cual tenía el culo desnudo y muy colorado. Miraba aterrada como era castigada su hermana, y como se retorcía de dolor. Luego sintió de nuevo aquel sonido que había escuchado y que le abrasaba el culo como un demonio, viendo que era lo que utilizaba el Marshall, era un cepillo de madera que hacía que las nalgas al azotarlas se contrajeran del impacto, en una y en otra nalga. Viendo como poco después sus bragas rosas de algodón se las subía el propio Marshall y le bajaba el vestido verde de su hermana Greta.
    Al igual que había hecho su madre con ella, fue ayudarla a levantarse del regazo llorando a lagrima viva, sobándose el culo con las dos manos. Exactamente igual que había hecho Lidia minutos antes, y que seguía sobándoselo sin poder de dejar de hacerlo, nunca habían sido castigadas ninguna de ellas tan severamente, y Carla llorando pasaba por delante de ella, se miraron y se abrazaron las tres hermanas juntas, teniendo que acudir su madre a separar a Carla para llevarla ante el Marshall.  Poco después eran sus hermanas las que veían como su hermana Carla estaba boca abajo con la falda levantada de su vestido marrón y sus bragas blancas de algodón bajadas a las rodillas, sintiéndola llorar a la desesperada recibiendo como ellas mismas una larga azotaina, algo que no estaban acostumbradas a recibir. Así como escucharla aullar del dolor cuando era el cepillo de madera con lo que era castigada Carla, estremeciéndose ambas al ver como se revolvía sobre las rodillas del Marshall sin éxito alguno, e igual que ellas sus bragas blancas fueron subidas y su vestido bajado. No tardando en estar las tres hermanas abrazadas llorando del dolor de sus azotainas, nada comparadas a las que habían recibido hasta ese día.
     Las tres consolándose una a la otra lloraban sin cesar, pues sus traseros les dolían y les ardían como nunca les había ocurrido, pues nunca habían sido tan severamente castigadas.  Caminaban abrazadas trastabillando con sus propios pies, pues ninguna de ellas deseaba separarse, aunque si lo hacían para sobarse sus traseros doloridos y ardientes, subiendo las tres al carro se acomodaron echadas boca abajo a los pies de su hermana pequeña Jenny, que no las había visto como recibían sus azotainas, pero si las había escuchado como habían llorado y aullado del dolor al recibirlas, pero no sentía más allá que cierta melancolía por ellas como sus hermanas mayores que eran, pero ninguna lastima por haber sido castigadas.  Pues también había escuchado los motivos por lo que estaban siendo castigadas, y sentía por ellas una especie de sensación agridulce, pues habían fallecido hombres por su culpa, hombres como el Sr. Johnson que cuidaba de ellas, y que Jenny las había advertido que no salieran de la caravana sin consultar, algo que como siempre no la hicieron caso. Mientras Jenny se comportaba como una señorita de su edad, sus hermanas siempre estaban metidas en problemas, y había visto como Johnson las había castigado a las tres por ser rebeldes y desobedientes.
    A la media hora el carro se ponía en movimiento, las hermanas dentro de carromato y su madre llevando las riendas en el pescante. Mientras detrás del carro iban en sus caballos las indias vigiladas de cerca por Sarah la ayudante, que gracias a las hermanas Hanson se había librado ella de ser castigada. Aunque bien sabía que solo sería hasta más tarde, puede que a la hora de comer, o por la noche antes de acostarse, pero sabía perfectamente que no se iba a librar de ninguna de las maneras. Si algo tenía de ejemplar el Marshall, era que jamás olvidaba una afrenta cuando se la hacían, y de ser así, el castigo era inevitable aunque pasaran horas.  Pero en cierta forma deseaba ser castigada, pues  esa mañana ya se había tenido que cambiar dos veces de bragas, al poco después de salir esa mañana y Pluma Gris fuera castigada, al detenerse a descansar y abrevar a los caballos, se las había cambiado por unas limpias, y antes de partir hacia unos minutos, se las había vuelto a tener que cambiar, pues presenciar el castigo de las muchachas aunque fuera desde unos metros, no había perdido detalle alguno, y las que llevaba ahora en esos instantes, con solo recordar las azotainas de las chicas, así como verlas en el carro echadas boca abajo y que a cada momento se estaban sobando sus traseros, se habían levantado sus faldas y se habían bajado las braguitas las tres, el verlas con sus culos tan rojos desde su caballo, así como el vaivén de sus nalgas, como el repiqueo de las nalgas sobre sus silla, era como estar recibiendo una azotaina leve constante.  Con las consecuencias de que sus braguitas ya las volvía a tener de nuevo mojadas.



(Continuará…)



  




    

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