EL SHERIFF
DE SPANK CITY SPRING´S CAPITULO 9
Habían pasado unas dos horas. Sarah, recibiera su castigo por el Sheriff de
Spank City Spring´s. Seguía en la celda echada sobre su camastro, tal como la
dejase William el sheriff, permanecía de
costado, se había podido subir las bragas blancas, aunque había tenido serias dificultades para ponérselas bien, sin
que el elástico hiciera presión sobre las nalgas doloridas siendo un calvario
el llevar las bragas, pero debía cubrirse su desnudez de miradas indiscretas,
como las de las hermanas Watson en la celda de enfrente, que no dejaban de
mantener aquellas sonrisas socarronas en sus rostros, desistiendo en subirse
los pantalones, sus nalgas estaban muy doloridas e inflamadas para intentar
subírselos, el solo probar había sido demasiado molesto. En la celda de enfrente estaban las hermanas
Watson, no comprendían como había dado con ellas el salvaje sheriff de spank
City Spring´s, estaban sumamente preocupadas las dos hermanas, angustiadas y
temblorosas. Conocían bien al salvaje del sheriff, nunca amenazaba en balde. Si
les había dicho que ellas eran las siguientes, estaban convencidas de que iba a
ser así, salvo que ocurriera un milagro.
El sheriff William estaba sentado en el
despacho, había revisado los cajones en busca de una botella de whisky para
echar un buen trago, estaba agotado del esfuerzo empleado, no hallando nada
beber. Únicamente unos pasquines de delincuentes comunes para revisar, cuando
alguien llamo a la puerta.
(Sheriff William) -. Adelante,
quién diablos sea…!
(Susan) -. Buenas tardes
Sheriff!
(Sheriff William) -. Ah! Ya te recuerdo, tú y tu amigo habíais
hecho algo que no está nada bien,… pero que nada bien! Y habíais sido
castigados los dos, por cierto… Donde esta él? Y como se llama?
(Susan) -. Esta aquí conmigo
señor. Se llama Frank.
(Sheriff William) -. Hazle
pasar! y entrad los dos, he de hablar con vosotros! Así que tú eres Frank,
verdad? Bájate los pantalones y muestra
el trasero que tal lo tienes, después de casi tres horas desde que te han dado
una buena azotaina, veamos que tal esta? .- Colorado de vergüenza de tener
que bajarse el pantalón ante una chica, aunque hacia tan solo unas horas había visto
como le zurraban y un hombre desconocido para él, también había observado como
la recibía sobre las rodillas de la ex-sheriff Sarah, resignándose hizo lo que
se le ordeno, se lo bajo dándose la
vuelta mostrando el culo completamente morado. -. A ver tu muchacha, no me seas vergonzosa a estas alturas, súbete el
vestido y bájate las bragas. .- La muchacha se dio la vuelta levantándose
la falda del vestido y bajándose las bragas. -. Se puede saber porque tu solamente tienes el culo colorado, mientras
tu amigo lo tiene morado?
La muchacha iba a
responder, pero Frank se le adelanto…
(Frank) -. A ella solamente le había dado la Sra.
Wilson una azotaina con la mano, iba a ser castigada con el cepillo después de
castigarme a mí, señor!
(Susan) -. Eso no es cierto
sheriff!!! A mí me dio solamente una azotaina con la mano porque solamente
acompañaba a Frank, y yo no había tenido nada que ver con tratar buscar alguien para ayudar a las Watson a
escapar, todo había sido idea de él.
(Frank) -. Mentirosa!!! Tu madre
te envió a ti a la cárcel a traerles de comer a las Watson, hablaron contigo y
luego viniste a contármelo a mí, que nos podíamos ganar fácilmente cincuenta
dólares cada uno a partes iguales, si buscábamos alguien para que fuera avisar
a las indias que acampaban en la cabeza del Búfalo, y se lo dijimos a Alberta,
ella se ofreció para ir avisarlas, la ayudaste a cortarse el cabello y poner
vendas en sus pechos para parecer un chico y no ser descubierta…
(Alberta) -. Chivato!!! Porque
siempre tienes que hablar de más…?
Alberta acababa de entrar tras escuchar todo lo que Frank estaba contando y
delatándola a ella, diciendo quien la había ayudado a cambiar de apariencia.
Alberta acababa de llegar a la oficina desde su casa de arreglarse y ponerse un
vestido color verde esmeralda, traía una maleta con ropa para su madre y ella
misma.
(Sheriff William) -. Vaya! Esta sí que es buena!!! Quien te ha
autorizado a entrar a esta oficina si se puede saber? Esta es la educación que
tu madre te ha inculcado? Así que habéis sido vosotras dos las que habéis
urdido ese plan descabellado, y por lo visto pensabais quedaros para vosotras
los ciento cincuenta dólares y a este infeliz solo le dabais cincuenta de los
doscientos dólares que os iban a pagar las Watson. Siempre he oído que las
chicas os creéis demasiado listillas, tan listillas que no pedisteis el dinero
por anticipado, de haberlo hecho, os hubiera ido mucho mejor. Pues estaríais
enteradas que las Watson no llevaban un céntimo en sus bolsillos, pues tu madre,
Alberta! las había registrado al detenerlas, para pagar los destrozos
ocasionados en el salón, por ese motivo estaban encerradas, por no poder pagar
el estropicio. Así, que mucho menos os podían pagar a vosotras… Ingenuas!!!
Pero podéis estar tranquilas, porque cobrar, vais a cobrar y de lo lindo. Tu
Frank puedes marcharte a casa, luego iré a contárselo todo a tus padres,
seguramente a ellos le gustara saber tu travesura con tus amiguitas.
El chico miro a las
chicas con cara de desprecio, mientras se subía sus pantalones y salía
corriendo del despacho del Sheriff. El agente de la ley sonreía como había
salido el chico con tanta rapidez del despacho, a pesar de las molestias que
debía sentir en su trasero, era una escena graciosa ver con qué rapidez había
desaparecido. Pero dirigiendo su mirada hacia las chicas desapareció su sonrisa,
por una cara que solo mirar asusto a las dos chicas. Y más aún, cuando
levantándose de la silla, la separo de la mesa y la arrastro colocándola entre
medias de las dos chicas, se sentó en ella sin mediar palabra alguna, agarro a
Susan por la cintura levantándola del suelo, apenas tuvo tiempo de reaccionar,
en volandas fue izada, la chica empezó a patalear con sus piernas, pero de nada
le sirvió, el sheriff la coloco sobre su regazo boca abajo. Extrayendo un
cepillo de madera de la caña de su bota derecha, fue tan rápido que parecía que
hubiera aparecido en la mano por arte de magia. Los alaridos de dolor de la
chica no se hicieron de rogar, con el primer azote del cepillo, grito de manera
desesperada por el dolor, pero no hacía más que comenzar su canturreo, el
cepillo caía implacable sobre su trasero desnudo, pues mantenía la falda subida
y aun sujeta por sus manos, por orden del sheriff, mantenía las bragas bajadas
por ella misma. Alberta paralizada y angustiada, aguardaba su turno en cuanto
el sheriff acabase de calentarle el culo a su amiga, teniendo que ver como
dicho trasero se debatía sobre las piernas del sheriff, que por más que
pataleara alocadamente y agitase sus brazos intentando cogerse a algo, sin
poder hacer nada más que aullar al sentir como sus nalgas iban ardiendo cada
vez más y más, mientras el cepillo caía una y otra vez implacable sobre su ya
muy ardiente trasero. Alberta tenía los ojos desorbitados viendo a una
distancia de un metro, como recibía la azotaina Susan, no sabía qué hacer, si
huir ahora que aun podía o permanecer y esperar su turno. Escapar sería una
opción, pero tarde o temprano acabaría siendo cazada, y quien sabe cómo sería su castigo despues, resolvió valientemente
quedarse y recibir su merecido castigo. Veía aterrada como enrojecía el culo de
Susan, y que en breves momentos seria el suyo propio el que estaría así de
colorado. Instintivamente se llevó sus manos a su trasero, masajeándoselo, al
tocarlo se dio cuenta que aún le dolía la azotaina recibida un día antes sobre
el caballo, hasta ese momento no se había vuelto a recordar de ese dolor leve,
mientras estaba de pie no le dolía apenas nada, pero ahora si pensaba en ello. En
aquel momento absorta en sus pensamientos, no se percató que el sheriff había
liberado a Susan, cuando se quiso dar cuenta de ello, ya se encontraba boca
abajo sobre las rodillas del sheriff, y este le estaba levantando su falda del
vestido verde que se había puesto, sus bragas blancas con florecillas
silvestres cubría su redondo y pequeño trasero, Alberta era una chica muy
delgada, muy al contrario a Susan que para ser una chica joven de unos veinte
años, tenía un cuerpo más formado y su trasero era más robusto. Alberta estando
sobre las rodillas, vio como el horrible cepillo el sheriff lo había devuelto a
la caña de su bota derecha, al verlo trato con sus manos alcanzarlo, después de
varios intentos lo consiguió agarrar por el mango y lo tiro lo más lejos
posible de donde se encontraba el sheriff. Eso enfureció al sheriff de tal
manera que le bajo las bragas tan bruscamente que se las arranco del tirón,
estas fueron a parar al suelo extendidas al estar abiertas de sus perneras
desgarradas. Pero pronto se dio cuenta Alberta de su error, pues el sheriff con
algo de dificultad logro sacarse el cinturón, moviendo su pierna derecha hacia
un lado, hizo que Alberta quedara solamente sobre su pierna izquierda, con lo
que su cuerpo quedo apoyado en el suelo, y su culo en alto sobre la pierna
izquierda, al tiempo que el sheriff cruzaba su pierna derecha por encima de las
de ella, quedando inmovilizadas, expuestas e indefensas de ese modo a su
trasero el cual quedo en una posición desfavorable, pues no tenía manera alguna
de poder moverse, con lo cual, no iba a poder evitar de manera alguna la
azotaina que ya había comenzado cruzándole el culo repetidamente. Intentaba a
la desesperada llevarse sus manos hacia su trasero, para cubrir con sus manos,
pero la forzada posición le impedía alcanzarlo. Pronto tuvo el culo ardiendo
como brasas encendidas, le abrasaba! Su pequeño trasero indefenso nada podía
hacer para evitar que el cinturón del sheriff siguiera cayendo sobre él.
Deseaba que aquel bestia que la estaba dando aquella azotaina, se detuviera
cuanto antes, no podía precisar cuántos azotes del cinturón le había dado, pero
no cesaba de llorar desconsoladamente, le parecía que llevaba horas azotándola,
que estaba recibiendo mucho más que su amiga Susan, y se maldecía así misma por
haber hecho enfurecer al sheriff arrojando el cepillo lejos de su alcance.
(Sheriff William) -. Susan! Si no deseas que te de otra azotaina ahora
mismo, tráeme el cepillo que ha lanzado tu amiguita allá al rincón…
(Alberta) -. NOOOOOOOOOO…!!!
Susan aun con las bragas
bajadas sobándose el culo con delicadeza, fue hacia donde se hallaba el
cepillo, con dificultad se agacho para recogerlo del suelo, luego con temor y
con la mano que lo sostenía temblorosa se lo alcanzo al sheriff para entregárselo,
manteniéndose ella a cierta distancia.
(Sheriff William) -. Que te habías
creído, eh? Que te ibas a librar? Vas a saber lo que es bueno por tu mala
cabeza, vas a recibir el doble por espabilada…!!! Aprenderás que con el sheriff
de spank City Spring´s no se juega… vas a estar sin poder sentarte dos
semanas…!!!
El cepillo ya en movimiento, azotaba las
doloridas nalgas de Alberta. Esta,
solamente podía llorar y gritar del fuego intenso que tenía en su
trasero. Pensaba que la haría sangrar por lo mucho que le dolía el culo, nunca
había recibido una azotaina tan larga y continuada sin hacer descanso alguno,
su madre la había castigado varias veces, pero cuando tenía que darle una
azotaina severa, la dejaba descansar en el rincón y minutos después continuaba,
pero así de seguido, era su primera vez y su primera azotaina. Cuando por fin
se detuvo el sheriff, Alberta lloraba desconsolada, absorbiendo sus propias
mucosidades de la nariz. El sheriff la obligo a ponerse en pie, cogiéndola de
un brazo a ella con su mano izquierda, y a su amiga Susan con la derecha, las
llevo por el pasillo hacia las celdas encerrando a cada una en una celda
diferente, el sheriff pensó que de ponerlas juntas, Alberta sería capaz de
arrancarle los pelos a Susan a tirones.
(Sra. Wilson) -. Gracias
sheriff William por castigar a mi hija como se merecía, lo hubiera hecho yo
misma de estar en condiciones para hacerlo, y gracias por haber descubierto que
la culpable de todo ha sido esa Susan, ya la arreglare yo cuando esta caiga en
mis manos…
(Sheriff William) -. Sra.
Wilson! No he castigado a su hija por su comportamiento anterior, de esa
circunstancia usted misma podrá ocuparse de ella. Haga el favor de arreglarse y
súbase el pantalón, ya no es ninguna niña para estar en paños menores, le voy
abrir su celda. Cuando esté arreglada salga y venga al despacho tenemos que
hablar sobre algunos temas.
Unos minutos después la Sra. Wilson
aparecía por la puerta de acceso a la oficina, desde el pasillo de las celdas, se la veía con
algunas dificultades al andar, que lamentaba congestionando sus facciones del
rostro y sobándose el culo con la mano derecha, ahora que se encontraba fuera
de la vista de las chicas se podía masajear sin que escuchara susurros o
risitas, dirigiéndose hacia la mesa del despacho la cual había sido su mesa,
tan solo hacia unas horas antes.
El sheriff William continuaba ensimismado
en sus pensamientos, quien sabe que estaría pasando por su cerebro, si eran las
hermanas Watson las que en la en mente, las cuales tenía pensado darles su
merecido, pero no sin antes hacerlas esperar y que se pusieran nerviosas, eso
es algo que tenía muy presente, el cocinarlas a fuego lento en su angustia y
temor antes de dedicarse a ellas. Vio, que la señora Wilson o Sarah como la
llamaba él, estaba ante su mesa, o mejor dicho la mesa que le perteneciera a
ella.
(Sheriff William) -. Ah! Ya estás aquí…! .- El sheriff guardo los
pasquines que estaba repasando en el cajón de donde los había sacado. -. Bien, seré rápido. Imagino que debes
estar muy molesta permaneciendo de pie, puedes tomar asiento si lo deseas…
(Sarah) -. Gracias, sheriff. Pero si no le importa
prefiero mantenerme de pie.
(Sheriff William) -. Suelo tomarme muy en serio cuando castigo a una
chica o… mujer, entiendo que debes tener el trasero muy dolorido..- lo dijo
sonriendo-. Pero así es una manera muy
eficaz de aprender con rapidez, que es
lo que no se debe hacer, verdad?
(Sarah) -. Si, si usted lo dice,
así debe ser.
(Sheriff William) -. Desde luego
que sí, es algo que podrás comprobar cada vez que resulte necesario. De lo que deseaba hablarte! Es un asunto
peliagudo, pero que por mi parte estoy dispuesto a colaborar. El caso es, que
el Sr. Fiscal General cree que podrías ser una buena comisaria, ofreciéndote la
oportunidad de poder continuar sirviendo a la ley, bajo la responsabilidad de
una persona como el Marshall General del Estado. Te interesa el cargo?
Lógicamente tendrías derecho a un o una ayudante, el cual se ocuparía de
nombrar, permaneciendo dicha persona, bajo tu responsabilidad y del susodicho
Marshall General…
(Sarah) -. El Fiscal General es
muy amable en pensar en mí para ese puesto, después de mi desliz con los
Henderson.
(Sheriff William) -. Entonces
aceptas el cargo? No deseas saber quién será tu nuevo jefe?
(Sarah) -. La verdad es que si
me gustaría saber de quién se trata, pero seguro que es mejor compañía que la
de usted, el cual es un bestia…!!!
(Sheriff William) -. Esa boca te puede traer serios problemas, porque
el nuevo Marshall general del estado, seré yo!!! Pero tranquila, por esta vez y
solo por esta vez, hare que no he oído nada. No hay que decir que estarás bajo
mi responsabilidad, y si tu trabajo es deficiente, lo lamentarás…!!! Como mi comisaria, podrás
tomarte la justicia por tu mano y disciplinar como desees, yo no me entrometeré
en esas cuestiones y también podrás disciplinar a tu ayudante, a la cual conocerás
en unos días, mañana por la mañana partiremos hacia Spank City Spring´s, este
poblado se quedara sin autoridad por unos días, hasta que envíen al nuevo
sheriff, desde este instante estas libre, sobre la mesa tienes la que fue tu
placa, póntela. Imagino que desearas ocuparte de tu hija personalmente, aunque
si esperas unos días estarás en mejores
condiciones. Aunque no debes tener prisa, tu hija y su amiga Susan, pasaran una
temporada encerradas para que aprendan que no se debe jugar con la justicia,
aunque no cursare denuncia alguna contra ellas, de hacerlo las encerrarían en
la cárcel del estado de mujeres, pero imagino que tu sabrás como corregir su
conducta e inculcarles que ese camino no es aconsejable para ellas, sí, creo
que harás bien tu labor.
(Sarah) -. Puedo hacerle una
pregunta, Inspector?
(Marshall) -. Desde luego.
(Sarah) -. Que merito tan importante ha hecho para que
le asciendan a ese cargo?
(Marshall) -. Me encargue de
la banda de los Henderson y capture a la tigresa.
(Sarah) -. Ostras!!! Usted
solo? Debe de ser un diablo con las armas, esos Henderson eran verdaderos
monstruos.
(Marshall) -. Tuve suerte! Y
ellos muy mala suerte al cruzarse conmigo. Cambiando de tema. Las Watson te
dieron problemas al capturarlas?
(Sarah) -. No, ninguno. Habían
tomado alguna zarzaparrilla de mas, y crearon un alboroto en el salón, cuando
llegue el dueño las tenía encañonadas con su escopeta de dos cañones, solo tuve
que llevármelas.
(Marshall) -. Les diste su
merecido?
(Sarah) -. Desde luego, Marshall! Aún deben tener el
trasero con molestias al sentarse…
(Marshall) -. Muy bien, si no te importa. Me encargare de ellas, por su fuga de mi
comisaría, luego podrás hacerlo tú misma si lo crees conveniente. Cuando puedas
ocuparte de ellas y te puedas sentar por supuesto.
(Sarah) -. La verdad Sr.
Marshall, me gustaría encargarme de ellas, a pesar que este con molestias. Pero
es mayor la humillación que me ha hecho usted pasar, y que esas mocosas se han
comportado de manera poco educada, aprovechándose de mi estado, algo que no
deberían de hacer con la representante
de la ley, no le parece?
(Marshall) -. Tienes razón.
Pero estas tentando demasiado a tu suerte, al referirte a mi persona, hablando
de forma poco recomendable y me estas cansando! Primero tráeme a Penélope y
luego me traes a Maggie, hablare con ellas antes de que te ocupes de ellas,
tráemelas sin los pantalones, no les hará falta y de paso quítatelos tú
también, pensándolo mejor a ti también te irán muy bien unos azotes extras, has
jugado con fuego y te has quemado arriesgándote tanto, y cámbiate de bragas.
(Sarah) -. Marshall!!! No se atreverá usted a ponerme sus sucias
manos encima de nuevo… Y quien se ha creído que es usted para decirme que ropa
interior debo ponerme, eh? Soy una mujer adulta, y me debe tratar como tal…
(Marshall) -. Tráemelas!!! Ahora!!!
Primero a Penélope y cuando haya terminado con ella, me traes a Maggie, espero
por tu bien! Que cuando haya acabado con esta última, tú te hayas cambiado de
bragas y estés aquí dispuesta a recibir tu castigo por desacato a la autoridad,
por tu propio bien. Espero no tener que recordártelo de nuevo, entendido?
(Sarah) -. Una mierda!!! Ya
puede olvidarse de eso, quien se ha pensado que es? No espere que haga tal cosa
por mi propia voluntad… pero le traeré a esas chicas… SEÑOR MARSHALL…!!!
Sin decir palabra
alguna más, desapareció de su vista entrando en el pasillo de las celdas, en su
mano derecha llevaba las llaves que abría estas. Se aproximó a la celda que
estaba la pequeña de las Watson, mirando a la muchacha a los ojos. A esta, al verla con la estrella en el pecho
se le cayó el alma al suelo, temblaba aterrada. Pues la pequeña Penélope se
imaginaba que venía a arreglarle las cuentas por haberse burlado de ella,
cuando permanecía echada en el camastro y riéndose de ella, tanto su hermana Maggie
y ella misma, al verla como tenía el trasero desnudo y colorado como un tomate.
(Sarah) -. Bien Penélope! Ya
veo que tiemblas de miedo al verme de nuevo con la estrella, y haces bien en
hacerlo, quítate los pantalones quedándote únicamente en camisa y bragas! no me
hagas que tenga que entrar a quitártelos yo!!!
La chica temblando por
la que estaba a punto de venírsele encima, prefirió obedecer. Era mejor ser
obediente teniendo todas las de perder si se rebelaba, conocía bien a la
Sheriff Wilson. Si por un simple altercado les había dado una severa azotaina a
ella y su hermana con el trasero desnudo de ambas, no se podía imaginar que sería
capaz de hacerles por burlarse de ella. Así que temblándole las manos se
desabrocho el pantalón bajándoselo, sacándose las botas, se quitó los
pantalones quedando solamente en bragas, unas bonitas bragas rosas con flores.
(Penélope) -. Ya está, sheriff.
Ya me los quite!
(Sarah) -. Bien, sal de la
celda y acompáñame. No me llames sheriff, no lo soy. Soy la ayudante del
Marshall del estado y es quien desea verte. No sonrías! Créeme, preferirás no
verle… camina delante de mí. Pon las manos sobre la cabeza y camina delante de
mí!
La detenida caminaba
delante de la ayudante, al llevar sus manos sobre la cabeza, la camisa se le
había alzado, dejando a la vista el pequeño trasero de la pequeña de las
Watson. Su trasero se contoneaba de manera muy graciosa, con aquellas preciosas
bragas rosas con flores. Sarah contemplaba su joven caminar por el pasillo, en
otras circunstancias le resultaría gracioso ver como se agitaba el trasero a
cada paso, pero lo que no sabía la muchacha era lo que la esperaba, más allá de
la puerta de las celdas. Al traspasar la puerta todo cambio para la pequeña de
las Watson. Su peor pesadilla la tenía ante ella en ese momento.
(Marshall) -. Y bien… que
tienes que decir Penélope? Vas a decirme donde se esconden el resto de tus
hermanas y esas renegadas indias? Llevo días buscándolas, pero tranquila si no
quieres hablar, las encontrare igualmente sin tu ayuda, pero ya que a ti ya te
tengo, te voy a enseñar a escaparte, ven
aquí que te voy arreglar bien el trasero desvergonzada!!! Vas a venir o tendré
que ir a buscarte?
La joven estaba atemorizada, no podía
mover ni un pie. Tenía ante ella al salvaje, así le habían apodado sus
hermanas. De atreverse lo habría llamado así, pero eso no habría mejorado su
situación, aunque empeorarla tampoco. Algo sucedía, sus pies avanzaban hacia el
Marshall, el cual permanecía sentado. Sus pies no la obedecían, ella deseaba
retroceder, entonces se percató que era la ayudante del Marshall quien la
arrastraba hacia él. Hasta colocarla a su alcance, algo que no omitió, pues la
agarró del brazo colocándola a su costado derecho. Penélope miraba hacia las piernas
del Marshall, ya que era donde en breve seria el lugar que ocuparía, tumbada
sobre ellas.
(Marshall) -. Bueno mi pequeña
Watson, ya imagino que serás precavida y no delataras a tus hermanas, verdad
que no? Ya me lo imaginaba… Pero al menos con tu hermana Maggie y contigo
Penélope, me voy a encargar de que no olvidéis este día. Sabes? Estuvisteis a
punto de meterme en un buen lio, estaba cerca de un ascenso a comisario del
estado, por vuestra culpa al escapar ayudadas por unas indias, podía haber
peligrado ese ascenso, pero… mira por donde aparecieron los Henderson, una
banda de forajidos de verdad, no como vosotras que sois unas aprendices, para
que el asunto mejorase, apareció la Tigresa. Eso sí fue un toque de suerte,
pues capturarla y deshacerme de sus hermanos, eso fue un buen tanto a mi favor,
y… he acabado siendo nombrado Marshall del estado, algo que supera en mucho el
cargo de comisario del estado, como en parte ha sido por vuestra fuga, voy a
ser benevolente con vosotras, pero eso no me impedirá daros una buena azotaina
a las dos. Así como a tus hermanas y vuestras amigas indias. Huuummm bonitas
braguitas… ahora haz los honores y colócate sobre mis rodillas… ha llegado el
momento de ajustarte las cuentas.
Penélope se acariciaba
las manos anudando sus dedos temblorosos, debía pasar por la vergüenza de ser
ella quien se pusiera sobre las rodillas, el macabro Marshall deseaba
avergonzarla al máximo, no puede haber nada peor para una adolescente que va a
recibir una azotaina, que tener que ser ella misma quien se eche sobre las
rodillas del hombre que la va a dar una azotaina en el trasero, ella lo sabía
por propia experiencia en su infancia, pues era el método que utilizaba tanto
su padre y su madre, pero con ellos la preocupación era mayor por el castigo
que iba a recibir, el tener que echarse sobre las rodillas de su padre o madre,
no le preocupaba apenas la vergüenza que fuera a pasar, en ese tema la
vergüenza la tenía por tener que hacerlo en presencia de sus hermanas, sobre
todo cuando ella no había hecho nada malo, pero la que había sido pillada
infraganti había sido ella, y no la culpable real. Pero entre hermanas siempre
había habido el saber aceptar el castigo de una de sus hermanas, sobre todo
estas sabían cómo liar a la pequeña, pues ella era la consentida de sus padres,
y la azotaina seria mucho menor, que de ser otra de sus hermanas mayores.
Pero en esta ocasión no era la misma situación,
no eran de su padre las rodillas que
debía ponerse, esto era mucho más duro de acometer y más difícil de
realizar. Como tampoco se iba a escapar
de rositas con una simple azotaina, ya tenía por desgracia experiencia de ser
disciplinada por el Marshall, y sabía que iba a ser larga y prolongada azotaina,
así como también sabía que iba a pasarlo muy mal… vio en la cara del Marshall
que empezaba a impacientarse por la demora en obedecer, por lo que Penélope
cerrando los ojos se armó de valor y su cuerpo se inclinó hacia adelante
apoyando sus manos sobre el muslo izquierdo, flexionando sus brazos hasta que
su pecho se acomodó sobre las piernas, retirando sus manos del muslo del
Marshall, para depositarlas en el suelo inertes. Quedando su pequeño cuerpo
echado sobre las piernas del Marshall, en una figura paternal de disciplina,
sus piernas flexionadas sin llegar a rozar el suelo y sus manos tocándolo
ligeramente. La camisa o blusa se le había subido dejando su trasero cubierto
por unas deliciosas braguitas rosas con flores, unas bragas muy castas que le
cubrían sus nalgas y que las perneras de las mismas realzaban los mofletes del
culo. Pronto sintió la caricia de la mano derecha del Marshall, el cual trazaba
círculos acariciando el saliente trasero respingón de Penélope, mientras su
mano izquierda, le daba unos golpecitos en su costado derecho a la joven,
dándole a entender que le tendiera su mano derecha para sujetársela e impidiera
así, entorpecer interponiendo su mano a los azotes que en breve empezarían a
caer. La joven obedeció de inmediato, aún mantenía sus braguitas subidas y
temía que de demorarse se enfadara el Marshall y se las pudiera bajar descubriendo
su trasero, sabía que poco o nada le iban a proteger sus bragas, pero si
protegían su intimidad. Había presenciado el castigo
de Susan cuando estaba sobre las rodillas de la sheriff Wilson, y cuando
esta le había bajado las braguitas, la manera impúdica que esta había mostrado
sus partes íntimas de manera indecorosa, y estaba esa visión la tenía muy
presente en su mente.
Pronto empezó a sentir como los azotes de
la mano derecha del Marshall, caían implacables sobre su desprotegido trasero.
Así mismo su cuerpo reaccionaba a cada uno de aquellos azotes, moviendo sus
caderas a un lado o al otro, dependiendo en qué lado de sus nalgas cayera el
siguiente azote. Sentía en sus oídos como resonaba el sonido que estos
producían al impactar fuertes sobre su trasero, pronto empezó a arderle cada
vez más, llegando a ser cada azote más molesto, con lo que sus piernas
empezaban a moverse sin tener ella conciencia hacia qué lado o dirección iban
estas.
El Marshall, en cambio pensaba que la
joven estaba disfrutando más de lo que debería. La estaba dando una azotaina
por una falta que le podría haberle causado problemas serios, si no fuera por
las circunstancias posteriores, y en cambio, en el fondillo de las bragas rosas
estaba apareciendo por momentos una mancha oscura, estaba claro que el sexo de
la joven la delataba, así como su ligero pataleo de sus piernas, estaba claro
que lo que la joven estaba haciendo era frotar su sexo sobre su muslo para
darse placer. Había llegado la hora de
hacérselo saber a la joven, esta sintió con un estremecimiento en su cuerpo al
sentir los dedos introducirse entre el elástico de la cinturilla de sus
braguitas, en ese instante la mancha en el fondillo de sus braguitas paso a ser
más visible, y también más notable en su entrepierna, sus mejillas se tiñeron
de color colorado, el mismo que imaginaba debía tener su culo, y que dicho
color sobresaldría de las perneras de sus bragas, estaba claro que se había
ruborizado de la vergüenza, la Sra. Wilson estaba justo enfrente suya, esta era
difícil que no estuviera viéndola como sus mejillas habían cambiado su tono de
color, y como en sus bragas se debía de ver a simple vista como las había
humedecido, y ahora, en ese momento el Marshall se las iba a bajar. Fue
demasiado para ella sentir como la tela de algodón se deslizaba por sus muslos,
suspirando audiblemente, algo que no pasó desapercibido. Las bragas en ese
instante, de hacerlas descender en el desbrague lentamente, el Marshall se las
acabo de bajar de un tirón brusco a las rodillas. La mano del Marshall reanudo la azotaina
dándole azotes más seguidos e intensos, la muchacha Penélope sintió la
brusquedad del cambio de ritmo, algo que comenzó acusar su trasero con rapidez,
sus piernas sobre todo fueron las que anticipaban que se había acabado el
juego, ahora los azotes dolían más de lo que la joven esperaba. Conocía al
Marshall, ya la había zurrado antes viendo las estrellas, en cambio esta vez,
había comenzado de manera diferente a aquellas otras azotainas, esta no picaba
tanto desde un principio, quizás por ello la joven habituada a recibir
azotainas en su infancia, ahora la había experimentado como algo no
desagradable, más bien todo lo contrario. Se estaría volviendo loca? Pero no
pudo seguir pensando en lo que le había ocurrido, la azotaina por momentos
estaba resultando cada vez más dolorosa, el ardor intenso en sus denudas nalgas
ya no resultaba de su gusto, ahora sentía fuego puro en su culo, de manera que
su cuerpo se retorcía sobre las piernas del Marshall. Le resultaba imposible el
agitarse y contonear sus caderas, intentaba escapar apoyando sus piernas en el
suelo, pero apenas llegaba a rozarlo. Las lágrimas no se hicieron mucho más de
rogar, pues emanaban de sus pupilas una tras otra. El Marshall ahora sonreía
satisfecho, había llegado al clímax de la azotaina, ya no veía fluir líquido
entre sus muslos, aunque estos claramente estaban muy mojados por la humedad de
la joven.
En cambio frente a la escena, estaba la
Sra. Wilson en su nueva faceta de ayudante del Marshall como comisaria, en su
rostro se dibujaba una tenue sonrisa era nuevo para ella, no podía definir lo
que la estaba ocurriendo, pero estaba disfrutando de la escena y lo más
inverosímil para ella, estaba deseando ocupar el lugar de la muchacha. Veía anonadada como esta se debatía agitando
sus piernas y brazos, las bragas de la joven ahora en sus tobillos, como estas
se estiraban como si fueran de goma al abrir y cerrar las piernas, tensándose y
encogiéndose haciendo unas figuras que la tenían hechizada, pero sobre todo, lo
que más la hacía desear estar sobre las piernas en el lugar de la joven, era el
ver cómo había cambiado de color el trasero de un color rosado a rosado oscuro,
cambiando a colorado, para poco después volver a cambiar a un tono colorado más
intenso. Ver el fondillo de las braguitas de la joven tan de cerca, la había
debido trastornar, porque esa misma humedad era la que en esos momentos sentía
ella en sus propias bragas. Estaba tan ensimismada mirando a la joven como se
debatía recibiendo aquella azotaina, sobre todo mirándole el trasero pequeño y respingón,
y que ambas redondeces estuvieran coloradas por igual, lo que hacía más
tentador ocupar su lugar.
(Marshall) -. Sarah… Sarah…
Sarah… es que no me oyes? Despierta!!!
La comisaria totalmente
absorta escucho que decían su nombre, en ese instante salió de su letargo…
(Sarah) -. Si…. Dígame… Señor… Digo, Sheriff… Perdón…
Marshall… Decía usted?
(Marshall) -. Te decía que te
llevases a Penélope a su celda y me traigas a Maggie…
(Sarah) -. Súbete las bragas y
vamos a tu celda…!!!
Con dificultad, pero ayudada por el Marshall
se levantó de su regazo, su primer instinto fue sobarse el trasero, mientras
miraba a su interlocutora. Luego agachándose con serias molestias en su
trasero, desenredo sus bragas liadas entre sí mismas en sus tobillos, una de
las perneras se le había debido salir en su forcejeo, por lo que tuvo que abrir
sus bragas con las manos, para así poder pasar su pie izquierdo para
ponérselas, luego lentamente las hizo ascender por sus piernas hasta alcanzar
la base de sus nalgas, el pasarlas por ellas lo hizo con parsimonia lentitud
hasta lograr ajustárselas en su cintura, luego paso su dedo pulgar por el
interior de sus perneras de arriba hacia abajo, aligerando así la presión del
elástico de las perneras de sus bragas rosas con flores. Obedeciendo a la
comisaria comenzó andar hacia la puerta que conducía a las celdas, con la mano
izquierda se restregaba los ojos secándose las lágrimas de sus ojos, la derecha
la llevaba sobre su trasero acariciándoselo con suavidad sobre sus braguitas
rosas. Al llegar a la celda entro dentro escuchando como se cerraba la puerta,
luego miro a su hermana Maggie que se hallaba con lágrimas en los ojos, pues
había escuchado todo desde la celda, escuchar llorar a su hermana la había
hecho sentirse mal por la impotencia de no poder ayudarla.
Segundos después, Sarah la comisaria abría
su celda. Maggie la miro sorprendida, se había quitado el pantalón y cambiado
las bragas, ahora llevaba unas bonitas bragas amarillas de algodón con unos
dibujos de frutas silvestres.
(Sarah) -. Maggie! Quítate esos
pantalones enseguida, ha llegado tu hora de salir hablar con el Marshall… Venga!!!
No tenemos todo el día.
Minutos después salía Maggie de la celda,
simplemente con una camisa azul a cuadros verdes, y bragas blancas de algodón
con unos simpáticos osos alegres. Toda seria, caminaba delante de la comisaria,
con los dedos índice de ambas manos se estiro el elástico de sus braguitas,
como si intentara tapar más la desnudez que la prenda íntima podía cubrir. En
segundos estaban ante el Marshall, este apenas dijo palabra alguna. Agarro a
Maggie de la muñeca derecha y tirando hacia él, la dejo caer sobre sus rodillas
bajándole las bragas blancas de algodón con osos, dejándole el culo desnudo. El
Marshall sin miramiento alguno, extrajo el cepillo que guardaba en la caña de
su bota, sin palabra alguna comenzó a azotarle el culo con el cepillo, azotes rápidos
y certeros. Maggie no tardo más que unos segundos en reaccionar, pues no
esperaba una azotaina de buenas a primeras con el cepillo, había escuchado como
había regañado a su hermana Penélope y luego escuchar los azotes propinados con
la mano, ella esperaba algo similar, para nada había sospechado que con ella
fuera diferente, pero así fue. Se revolvía sobre las piernas del Marshall,
deseaba que acabara aquel intenso fuego que había empezado sin más, sus
lágrimas no tardaron en derramarse mojando sus mejillas, sus bragas salieron
despedidas de sus tobillos, de la fuerza que impulsaba estas. Con sus manos
libres intentaba cubrirse el culo sin éxito, y cuando lograba cubrirse, el
cepillo impactaba sobre estas, por lo que las retiraba rápidamente sintiendo
nuevos azotes en sus maltrechas nalgas, la azotaina severa de verdad duro unos
minutos que a ella le parecieron horas, pero fueron diez escasos minutos los
que duro la zurra sobre su culo desnudo.
La comisaria aterrada veía como se debatía
fieramente Maggie, en esos momentos se arrepentía de haber hecho lo que había hecho.
Con la pequeña Penélope se había excitado y mojado el fondillo de sus
braguitas, deseando estar ocupar su lugar. Ahora en cambio estaba aterrada
viendo como el culo de Maggie, como había cambiado en apenas una cuarentena de
azotes, del rojo a muy rojo intenso, nada parecido a como había sido castigada
su hermana, pero lo más incomprensible para ella misma era… que había vuelto a
humedecer el fondillo de sus bragas amarillas, aunque ahora ya no deseara
ocupar el lugar de Maggie, pero en su interior algo la hacía contradecirse a sí
misma. Sus ojos no paraban de mirar a la pobre muchacha retorciéndose sobre sí
misma, como sus piernas se levantaban frenéticamente y bajaban abriéndolas todo
lo que sus extremidades le permitían,
así como a su nuevo jefe luchando por mantenerla sobre sus piernas. Cansado de
forcejear con ella, retiro su pierna derecha dejando que Maggie quedara sobre
su muslo izquierdo, de tal manera que trazando un semi circulo con la derecha,
la paso por encima de las piernas de la desesperada joven logrando así,
inmovilizar sus piernas de manera que con el cuerpo cayendo lateralmente
manteniendo en alto el trasero sobre el muslo izquierdo y las piernas inmovilizadas,
de tal manera que el cepillo ahora caía sobre el culo desprotegido, sin que
esta pudiera hacer nada. Sarah se arrepentía de haber acabado obedeciendo
quitándose las bragas, así como aparecer en la oficina preparada para ser
castigada, tal y como le había sugerido que hiciera el Marshall, incluso se
había cambiado de bragas, dando a entender al Marshall que aceptaba ser
disciplinada, no comprendía como había podido hacerlo.
(Marshall) -. Se puede saber qué
diablos te ocurre hoy, no hago mas que hablarte y estas como en otro mundo!!!
Sarah!!! Me escuchas?
(Sarah) -. Per…Perdone no
estaba por usted…
(Marshall) -. Lleva a Maggie a
su celda y vuelve rápido!!!
(Sarah) -. Vamos Maggie!!!
Maggie estaba
acurrucada en el suelo, intentaba poner sus manos en su dolorido trasero, pero
el solo roce era muy molesto, intento levantarse del suelo, pero era en ese
instante imposible. Sarah viéndola supo que necesitaría su ayuda, por lo que se
aproximó a ella, antes recogiendo sus bragas que salieran despedidas de sus
tobillos, luego la ayudo a levantarse dándole las bragas blancas de algodón con
osos. Con las bragas en la mano, Maggie avanzo lentamente hacia la puerta,
ayudada por Sarah. Pero el orgullo de las Watson era fuerte en ellas, así que rechazo
la ayuda y se encamino sola hacia el pasillo que daba a las celdas. Con la mano
derecha sobre su cadera derecha y en la izquierda llevando sus propias bragas
colgando de sus dedos. Quedo encerrada en su celda, aunque se dejó caer de
costado con suavidad sobre el camastro, sus nalgas las tenía sumamente
doloridas amenazando mentalmente con vengarse de aquel ser salvaje…
Sarah salió del pasillo deteniéndose en la puerta, ella que creía
haberlo visto todo en disciplina. Los años en que había sido ayudante del que
fuese su marido y padre de Alberta, había sido en muchas ocasiones disciplinada
por él, así como las azotainas que sus padres le habían dado en su infancia, ya
que solía ser muy rebelde. En pocas horas había podido comprobar que aquellas
zurras de sus padres y posteriormente su marido, no eran nada con las que solía
castigar el Marshall William era un ser de otra galaxia. Y ese ser, estaba ante
ella sentado en la silla con el cepillo de nuevo guardado en la caña de su bota
derecha.
(Marshall) -. Que voy a tener
que hacer contigo, Sarah Wilson? Las autoridades me dieron la orden de enviarte
a prisión, pero el Fiscal General y gran amigo de tu marido, pensó que a mi
lado estarías mucho mejor, dado que yo también tenía gran amistad con tu
marido, sabias que estuvimos juntos en la guerra de secesión? Albert era un
verdadero diablo con un revolver en la mano, no es de extrañar que lo mataran
por la espalda, cara a cara, no tenía rival. Él nos enseñó a disparar rápido y
ser únicos, nos salvó la vida muchas veces, por ese motivo tanto el Fiscal como
yo mismo, estamos en deuda con él, por ello estas aquí. Ni Johnny, ni yo mismo,
jamás permitiríamos que ingresaras en prisión, pero nos encargaremos de ti y de
tu hija, a la cual la consideramos como hija nuestra. A Johnny le conoces bien,
es el padrino de Alberta, después de la guerra yo tome otro camino, por ese
motivo tu y yo no nos conocíamos, pero ahora me vas a conocer! Johnny me
recomendó la idea de utilizar tu experiencia de luchar por restablecer la ley,
por tu marido el cual fue siempre un buen hombre, no merecía tener un final como
el suyo. Ambos decidimos darte la opción de estar bajo mi tutela, hasta que
Johnny acabe su mandato como Fiscal General y se haga cargo de vosotras dos.
Hablándome mal, faltándome al respeto y no obedecer es algo que no te ayudara
demasiado, por Johnny conozco bien como te disciplinaba frecuentemente Albert,
decía que eras única metiéndote en problemas, que eras muy buena en tu trabajo,
pero al mismo tiempo muy inocente, motivo por el cual tenías serios problemas,
por lo visto tu ambición por el dinero siempre te ha cegado, con tu marido en
vida, sabia como llevarte más derecha que una vela! El se encargaba de ti, no
permitiéndote esa debilidad tuya. Pero apenas has estado sola unos meses, te
metiste en serios problemas. Esta es tu manera de mostrar gratitud? Portándote
arrisca conmigo? Con un comportamiento poco adecuado! Hablas sin ninguna
educación hacia un superior! Te rebelas constantemente! Tienes un genio de mil
diablos! Pero si no aprendes por las buenas, aprenderás pos las bravas!!!
Sabes? No te imaginas lo tozudo que puedo llegar a ser, y no te voy a permitir
ni el más mínimo error más! Ahora sinvergüenza! Ven y colócate sobre mis
rodillas, te voy a enseñar que faltarme al respeto no te va a ser en el futuro,
algo que puedas hacer sin que ello tenga serias consecuencias, he tratado de
ser amable contigo, incluso el decirte que no iba a tomar tus palabras obscenas
hacia mi persona en cuenta, que no habrían represalias tomando medidas contigo,
pero no ha funcionado y has seguido en tus trece por seguir faltándome el
respeto una y otra vez. Vas a venir y
echarte sobre mis rodillas? O me vas hacer levantarme? .- El Marshall al
lanzar esa amenaza, haciendo ademan de levantarse de la silla, metiendo su mano
en la caña de su bota derecha empuñando el mango del cepillo de madera, eso
hizo que Sarah decidiera acercarse por sí sola, le tenía verdadero pánico aquel
cepillo. Ya lo había probado hacia unas horas, y no le apetecía sentirlo de
nuevo, por eso se colocó ella misma sobre las rodillas del Marshall..- Bien! Veo que sabes bien lo que te
conviene, y ser obediente es muy imperativo para salvar tu trasero, de una
azotaina mucho más severa!!! Veamos como tienes el culo, a ver qué color tiene.
-. William, paso sus dedos por el interior del elástico ribeteado de
puntilla de sus braguitas amarillas, estirando de la cinturilla para poder ver
el estado del culo-. Lo tienes muy
moradito, tiene que dolerte bastante, verdad? .- Sarah asintió con la
cabeza en sentido afirmativo.-. No te
voy a bajar las bragas! por esta vez!
Sarah se vio en apenas
un momento echada sobre el regazo boca abajo,
las nalgas aun la tenía muy adoloridas y mas solo el pensar a que el Marshall utilizara el cepillo. Sarah
se avergonzó hasta lo más hondo de su ser, cuando el Marshall estiro del
elástico de sus braguitas para verle el estado de sus nalgas, el obsceno
comentario sobre su estado, la humillo. Pero por otro lado le tranquilizo saber
que no iba a bajarle las bragas, pero seguía temiendo que le diera la azotaina
con el cepillo. Su cuerpo temblaba como los pétalos de una amapola a merced del
viento. La azotaina dio comienzo. La mano del Marshall empezó a calentarle el
trasero, ese hecho tranquilizo por el momento a Sarah, aunque por poco tiempo,
pues la mano pesada dolía horrores al tener el culo dolorido, Sarah no sabía
que sería peor en esos instantes, el culo le dolía cada vez más, sus piernas
pronto empezaron a desobedecer a su mente, empezando estas a agitarse y como
sus caderas se retorcían a cada azote que caía sobre su trasero recubierto por
sus bragas amarillas de algodón. Estas eran unas bragas que cubrían su culo, en
nada parecidas a las de las chicas más jóvenes, que apenas cubrían sus nalgas.
A Sarah le cubrían todo el culo, dadas que eran de cintura alta, cubrían desde
el inicio de sus muslos, hasta el límite de su espalda, vistas cuando estaba de
pie frente al Marshall, cubría justo hasta el ombligo. La azotaina se prolongó
durante varios minutos, las lágrimas llevaban desde el inicio de la azotaina
bajando por sus mejillas, aunque ella no lloraba, pero le resultaba inevitable
impedir que estas emanaran de sus pupilas, pues el ardor, así como el dolor de
su culo era muy intenso. Fueron varias tandas de azotes las que el Marshall le
propino en el dolorido y muy caliente trasero. entre tanda y tanda, este se
entretenía en acariciar el culo a Sarah, bajando esas caricias por sus muslos,
subiendo por el interior de los mismos hasta su entrepierna, la cual Sarah no
debía imaginar como el fondillo de sus bragas destacaba una mancha de humedad
considerable, en ese momento ella si se percató de esa humedad, pues el
Marshall paso sus dedos por la zona más oscura, lo que hizo a la comisaria
sentir la acaricia y que la humedad fuera muy palpable estremeciéndose de
placer, hacía tiempo que no se sentía de ese modo, recordando los tiempos que
la colocaba sobre sus piernas su marido. La mano derecha del Marshall hizo que
Sarah sintiera una enorme vergüenza en sí misma, este de manera obscena había
metido uno, dos, y luego tres dedos bajo el fondillo de la tela de algodón de
sus bragas, sintiendo la caricia directa sobre su encharcado sexo, el cual
hacia ruiditos al moverse los dedos bajo la prenda, sobre todo al sentir como
estos no contentos con acariciar su sexo libre de vello rasurado, los introdujo
en el sexo, lo justo para tocar el botón mágico, haciendo que Sarah se
estremeciera con esa caricia intima. De su labios surgió de improviso un
gutural gemido de placer, el cual hizo que la mujer se avergonzase de sí misma,
enrojeciendo su rostro hasta las orejas, se acababa de correr estrepitosamente
con los dedos del Marshall en su sexo, temía que hubieran podido escuchar su
gemido en el pasillo de las celdas, no podría mirar a ninguna de las chicas a
la cara, sobre todo a su hija. Algo que no pasó desapercibido por el Marshall,
que extrayendo sus dedos continuo la azotaina ahora mucho más intensamente,
haciéndola gritar de dolor, Sarah pensó que aquel horrible dolor solo podía
tratarse que estuviera utilizando el terrible cepillo, pero no tardo en sentir
que no era así, cuando la mano volvió acariciar su dolorido trasero, dando por
acabada en ese instante la azotaina. Aun permaneció unos minutos más sobre sus
rodillas, pues Sarah estaba ahora más calmada y relajada, aunque el trasero no
dijera lo mismo, pues le dolía horrores. Cuando por fin se incorporó se
acarició el culo con ambas manos muy suavemente, a pesar del dolor al pasar las
palmas de sus manos sobándoselo. En ese instante se volvió hacia el hombre que
le acababa de administrar una azotaina tan larga e intensa, pero este en su
rostro no vio odio en él, lo que vio en ese rostro fue una angelical mirada de
agradecimiento y una agradable sonrisa en sus labios, pero sin dejar de
acariciarse las nalgas, el pasar las yemas de sus dedos por ellas, estas le
dolían, pero a pesar de ello, sentía en sus manos el intenso fuego que sus
nalgas desprendían, el Marshall se acercó a ella en ese instante, colocándose
detrás de ella, paso sus dedos por la cinturilla de sus braguitas y se las bajo
lentamente hasta colocárselas a la altura de medio muslo, mirándole el culo lo
colorado que lo tenía… Estando así en pie, el Marshall abrió un frasco echando
parte de su contenido en la palma de su mano derecha, luego se lo repartió
uniformemente por sus nalgas rojas como tomates maduros, hasta que estas
absorbieron el líquido aceitoso del producto. Algo que Sarah agradeció dándose
la vuelta y abrazando a quien le había mondado el culo de aquella severa
azotaina, abrazo que el Marshall amablemente devolvió a Sarah. Durante varios
minutos estuvieron así abrazados, ella con la cabeza ligeramente apoyada sobre
su pecho, y el con sus largos brazos acariciándole el trasero… cuando se
separaron…
(Marshall) -. Venga ves a mirar
a las chicas que hacen, y toma este frasco, y se lo untas a Maggie, Penélope y
tu hija Alberta además de su amiga Susan. -. Cuando Sarah se dio la vuelta
para dirigirse a las celdas, una fuerte palmada sintió en sus nalgas, mirando
hacia atrás pícaramente sonrió al Marshall, no había odio en aquella mirada,
solo se veía agradecimiento… -. Venga, o
voy y veras tú, la que te espera!!.- Sarah cómicamente le saco la lengua al
Marshall echando a correr hacia las celdas, subiéndose las bragas al mismo
tiempo que se alejaba…