miércoles, junio 27, 2018

EL CASO DE LAS AMAPOLAS Capitulo 1


                                          EL CASO DE LAS AMAPOLAS   Capitulo  1


       Thomas Miller redactor jefe del periódico de la ciudad, leía en su despacho el periódico del día, donde se destacaba uno nuevo caso de desaparición de una mujer de veinticinco años, en la noticia se destacaba que ya eran diez las mujeres de edades  comprendidas entre los veinte años y los veintiocho años, las que en tres meses habían desaparecido, la policía no avanzaba en los casos de las desapariciones, resultaba algo sospechoso y nada común en ellos, por algún problema burocrático las denuncias de las desapariciones eran desestimadas, como si alguien quisiera que no avanzaran las pesquisas de investigación. El fiscal encargado de llevar la investigación, dado el número de desapariciones, parecía no encontrar pruebas, por lo que desestimaba toda investigación. Era demasiado raro y extraño que toda información, toda prueba, fuera extraviada sin más explicación…
     
      …En la oficina se desarrollaba el trabajo como un día cualquiera, las empleadas ejercían sus labores yendo y viniendo de un lado para otro, todas las empleadas no estaban pendientes de nada que no fuera su trabajo, aunque tuvieran motivos para mirar hacia sus compañeras. Pero cualquiera de los motivos que pudieran darse, era algo habitual en la oficina, por lo tanto no prestaban atención fuera de aquellas funciones ordinarias en un día normal de trabajo.  En el vestíbulo acababa de entrar una señora mayor, parecía perdida o que no sabía muy bien donde estaba, debería rondar los sesenta años vestida de manera sencilla con una blusa blanca, falda negra lisa por debajo de las rodillas, zapatos negros, con unas medias color beige  o  color carne. Miraba en todas direcciones a ver si alguien aparecía para atenderla, habían pasado algunas chicas por su lado, sin prestarle atención alguna, vestían de manera muy peculiar o al menos para la señora así le pareció, pues todas eran chicas y todas vestían igual, pero no le dio mayor importancia, pues debía de ser el uniforme de trabajo, aunque sintiera cierto rubor al mirarlas pues veía en ellas algo no habitual, sus uniformes eran demasiado escandalosos a sus ojos.  Aguardaba ser recibida por el jefe de la agencia de detectives Miller S.A.  Que debía estar su oficina en el edificio. Una chica joven de unos veinticinco años salía de un despacho, vistiendo el mismo uniforme que las demás chicas, iba vestida con una falda corta ondulada de color gris perla, y una blusa azul turquesa, medias blancas transparentes por debajo de la rodilla y zapatos modelo Merceditas sin tacón, en la blusa llevaba una tarjeta identificativa con el nombre de la muchacha, al verla esperando en la entrada la chica se dirigió hacia ella  para atenderla. Al acercarse a la señora, esta pudo ver que la chica se llamaba Helen Smith.
(Helen Smith)   -. Espera a alguien señora? O desea algo.
(Señora)   -. Estoy citada con un tal, Sr. Clark Miller. La agencia de detectives Miller S.A. debe estar en el edificio según me han indicado en recepción. Es mi primera vez y no sé a dónde debo dirigirme.
(Helen Smith)    -. Esta usted en la agencia señora, Acompáñeme si me hace el favor de seguirme…?   La llevare a la sala de espera, enseguida la atenderá el Sr. Miller.
(Sra. Henderson)    -. Mi nombre es, Maggie Henderson.
(Helen Smith)    -. Sra. Henderson si hace el favor de seguirme.
    La señora Henderson avanzo tras la muchacha, viendo que la joven caminaba con cierta dificultad, así como se llevaba la mano derecha al trasero de su falda, pero que trataba de ocultar algo a la señora.  Entonces fue cuando su mirada se centró, en mirarle  los  muslos, pues prácticamente al caminar se le veían las bragas blancas  a la muchacha, a pesar de que intentaba cubrirse sujetando el dobladillo de su falda con su mano derecha, algo que hizo a la señora llamarle su atención, fijándose más atentamente en el trasero de su falda corta ondulada de color gris perla, a pesar de llevar su mano derecha sujetando el dobladillo de su corta falda, en sus andares le era imposible ocultar lo que la escasez de su falda no podía cubrirle, lo que bajo el dobladillo  dejaba entrever claramente la parte baja de sus braguitas blancas, y que en los bordes del elástico de sus perneras, destacaban las nalgas de la chica bastante  coloradas.
     Después de pasar por un pasillo, llegaron a una pequeña sala de espera. La chica se giro hacia la señora, esta pudo ver que a la chica se ruborizaban sus mejillas.
(Helen Smith)   -. Espere aquí señora, enseguida la atenderá el Sr. Miller.
     La chica se dio la vuelta, al hacerlo sin la sujeción de su mano derecha, el dobladillo de la falda se levantó por la brisa más de lo debido, mostrando la mitad de su trasero cubierto por unas  braguitas blancas de algodón con unos dibujos de ramilletes de flores verdes. La señora quedo intrigada por lo que acababa de ver, aunque las chicas jóvenes solían vestir a la moda, y las minifaldas estaban comenzando a ser habituales en la época, pero el ser tan cortas que fueran mostrando la ropa interior era descarado para ella.
    La señora se encontraba algo incomodada por la coquetería del personal femenino, y empezaba a tener ganas de salir de aquel lugar cuanto antes. Cuando vio aparecer a otra joven, vestía de igual forma que la anterior chica que la atendiera hacia unos breves minutos. También llevaba en el pecho izquierdo una etiqueta identificativa con el nombre.
(Marie Nelson)   -. Señora Henderson? -. La señora movió la cabeza en sentido afirmativo.-. Hace el favor de seguirme, gracias.
    La chica espero que la señora estuviera a su lado, y abriendo de nuevo la puerta por la que había aparecido, la mantuvo abierta hasta que la señora paso a su lado. Luego colocándose delante de ella, andando a buen paso caminaba por un largo pasillo. La llamada Marie Nelson, caminaba con cierta gracia en el contoneo de sus caderas, por lo visto a esta otra chica no le producía ningún rubor el andar mostrando sus braguitas bajo su corta falda ondulada gris perla, la señora pudo ver claramente que llevaba la joven unas braguitas de algodón amarillas, pero esta llevaba las nalgas asomando sobre el borde de las perneras de sus braguitas, dejando entrever unas nalgas blanquitas en el tono de su piel. La señora se la podía ver nerviosa y contrariada por aquella desfachatez de las chicas en su forma de vestir, demasiado descaradas para ella. En cuanto estuviera con el señor Miller iba a decirle cuatro palabras al respecto…  Llegaron al final del pasillo, la chica abrió una puerta entrando por ella, unos segundos después volvía a salir…
(Marie Nelson)   -. Puede usted entrar… el Sr. Miller la espera en su despacho!
     La señora entro por la puerta, una vez entro la señora,  la joven la cerró a su vez la puerta  quedándose dentro de pie al lado de la puerta. Un hombre de unos setenta años poniéndose en pie bordeando su mesa de despacho, salió al encuentro de la señora.
(Clark Miller)   -. Buenos días, debe ser usted la señora Maggie Henderson, verdad? La estaba esperando… Acompáñeme y siéntese, así hablaremos más cómodamente sobre el caso que la trae a esta agencia.
    Thomas Miller le indico la silla a la que acomodarse sujetando la silla por el respaldo, luego el, volvió sobre sus pasos bordeando su mesa y sentándose en su sillón.
(Clark Miller)   -. Usted dirá señora, aún no he podido estudiar su caso, a primera hora he tenido que encargarme de un serio caso de indisciplina por una de mis secretarias, la cual creo que habrá conocido, ruego disculpe si se ha visto usted algo indispuesta al ver cómo nos ocupamos en esta empresa de las faltas de nuestras empleadas. La disciplina es algo importante para esta empresa, y como tal, nos ocupamos asegurándonos que no vuelva a suceder. De haber realizado su trabajo como debía, yo habría tenido el expediente de usted sobre mi mesa y lo habría leído poniéndome en antecedentes, algo que ahora nos evitaría pérdida de tiempo innecesario.
(Sra. Henderson)   -. Debo reconocer que el vestuario me ha resultado indecoroso, pero como usted, pienso que las faltas de disciplina deben ser corregidas en el momento, y aunque me ha extrañado en extremo, y me ha molestado, imagino que tendrá una explicación de ese descaro de uniformes.
(Clark Miller)   -.  No puedo refutar su opinión sobre el vestuario escandaloso, porque lo es. Pero a pesar de ello, y que usted tiene toda la razón. El vestuario de las empleadas es el adecuado cuando se requiere disciplina. No únicamente son cómodos a la hora de aplicar correctivos, también les recuerda en todo momento que corren el riesgo de ser disciplinadas, lo que hace que sean mucho más eficientes en sus trabajos, pues saben lo que les deparará si no es así. 
(Sra. Henderson)   -. En mi familia Sr. Miller durante años se ha disciplinado a las mujeres, y  hemos sido disciplinadas pero nunca hemos ido medio desnudas. Aunque para disciplinarnos se nos pusiera el trasero al aire para hacerlo, no es que nos parezca lógica esa manera de actuar cuando se comete un error, pero está visto que las mujeres británicas tenemos que pasar por esa vieja e anticuada costumbre anglo sajona. Pero ese no es el tema que me ha traído a su oficina, imagino que aunque no haya leído el expediente informativo, si tendrá datos facilitados por su hermano Thomas. Verdad?
       Clark Miller estaba cambiando su semblante afectivo por momentos, la señora Henderson le estaba comenzando a resultar molesta, le estaba dando lecciones de moralidad y eso no le gustaba nada, era un hombre de carácter arrogante y varonil como todo buen inglés, y que le estuvieran soltando un sermón en su propia oficina no le estaba gustando nada. En el fondo de la oficina permanecía inmóvil de pie su secretaria personal, la cual poniéndose la mano derecha cerrada con el puño para no ser vista, trataba de no reírse de las protestas de la Sra. Henderson. Pero su jefe la había visto y ese era el principal motivo de que estuviera perdiendo su británica buena educación, perdiendo la paciencia, ya que la Sra. Henderson continuaba en sus trece. En el hombre se apreciaba que iba a estallar en cualquier momento, aquello era intolerable.
(Clark Miller)   -. Sra. Henderson!!! Usted está aquí para exponerme un caso de desaparición, no está aquí para decirme como debo hacer vestirse a mis secretarias y resto del personal femenino…!!! Y mucho menos, para exponer su manera de opinar sobre la disciplina británica o anglo sajona, ha entendido? Por su manera de hablarme en mi propia oficina, es algo que su familia no creo que le hayan enseñado esa educación, más bien habrá recibido múltiples azotainas en su vida privada, por su arrogancia y atrevimiento por esa desfachatez impropia de una dama británica. Sra. Henderson!!! Su atrevimiento hacia mi persona es inapropiado, y no estoy dispuesto a tolerárselo, por lo tanto debería disciplinarla aquí y ahora!!! Usted!!! Vaya pensándose si desea mis servicios, porque para que me encargue de su caso exijo una compensación que satisfaga mi honor puesto por usted en duda. Sabe Sra. Henderson que ha conseguido? Que tenga que disciplinar a mi secretaria personal Marie, sabe lo que significa usted? Es una gran chica y muy eficiente en su trabajo, rara es la vez que debo colocarla sobre mis rodillas y darle una azotaina en el trasero, hasta dejárselo colorado como las aristas coloradas de nuestra bandera, pero las palabras subidas de tono que usted ha pronunciado en este despacho, ha hecho que la pequeña Marie me pierda el respeto y se haya reído de sus improperios que me ha referido con su habladuría engreída. -. Marie al escuchar su nombre se puso seria en el acto, su cuerpo se estremecía temblando como gelatina, el saber que iba a ser castigada la provoco una preocupación y temor por las consecuencias, era verdad que se había reído de su jefe, aunque había intentado disimular y no ser vista, pero el atrevimiento de la señora Henderson no era para menos, nadie conociendo al Sr. Clark se habría atrevido a hablarle de esa forma, y mucho menos en su oficina. Marie se encontraba desconcertada, era la primera vez que le faltaba al respeto a su jefe, temía que pudiera reparar tal falta. -. Ahora Marie ven aquí!!!  Estará usted contenta… Ve usted a lo que me obliga hacer, ahora me veo obligado a disciplinar a mi secretaria por su culpa señora!!!
     Marie acatando las órdenes de su jefe el Sr. Clark Miller se acercó caminando lentamente, estaba contrariada consigo misma, no comprendía como había podido ocurrirle a ella. Tenía la formación adecuada para hacer el trabajo de secretaria personal, se había formado en una academia privada, donde lo primero que le enseñaban era a no interferir escuchara lo que escuchara, por lo tanto ella debía de haber hecho caso omiso a las palabras de la Sra. Henderson, y sobre todo no haberse comportado de esa manera descortés. Unos años atrás al conocer que puesto iba a ocupar en la empresa, se le advirtió como a cualquier empleada que era una empresa británica con costumbres ancestrales, y que corrían el riesgo de ser disciplinadas mediante castigos corporales, por ese motivo es por lo que acudió a una academia privada pagada por la empresa, debía aprender sobre todo a comportarse cuando hubiera una visita, y aunque esta contara un chiste gracioso, no debía interactuar de manera alguna, a no ser que alguien tanto la visita o su jefe la instaran a participar, de lo contrario, debía comportarse como si fuera un simple adorno u objeto, cuando su jefe o para quien fuera a atender, como secretaria personal no debía destacar su presencia, ni hacer  interpretación alguna o simplemente, no mostrarse afectada de lo que pudiera escuchar, en otros términos debía no interferir de ninguna manera, y estaba muy claro, que no solo había interferido, si no, que además se había burlado de su jefe perdiendo la compostura al reírse, algo que le podía costar incluso el puesto y ser despedida. Marie siendo claramente conocedora de su falta, se acercaba nerviosa y temblorosa, no deseaba dar muestra alguna de estar claramente afectada, pero sabiendo que la iban a dar una buena azotaina, por su indiscreción no pudo evitar llevarse una de sus manos al trasero y tallarse la falda con suavidad disimuladamente, aunque no logro que la señora Henderson, no advirtiera esa acción, con una sonrisa dibujada en sus labios, mientras aterrada miraba a su jefe como se levantaba de su sillón e se dirigía a una silla del siglo XVIII de madera de nogal, con respaldo con adornos de la época trazando curvas engalanadas que hacían imposible de admirar su belleza, pero su jefe el Sr. Miller la tenía en su despacho para otros fines, dada su altura poco convencional al ser más alta en sus patas, y un respaldo alargado y muy destacado por sus medidas fuera de lo común, pues una persona puesta de pie al lado, el respaldo resaltaba en altura siendo más alta que una persona que pudiera medir el metro setenta, ya que la altura de dicho respaldo alcanzaba el metro ochenta de altura.
      Clark Miller se sentó en dicha silla, era de complexión fuerte, su estatura de un metro noventa y cinco, al sentarse en la silla, dada su corpulencia quedaba mermada, destacando claramente la silla por el alto respaldo. Marie se acercó a él, al estar a su lado la muchacha estaba aterrada aún mucho más, dada la altura de la silla y el corpulento cuerpo del Sr. Clark, al estar ante tal silla con semejante altura, el regazo de su jefe quedaba a la altura de su pecho, y en breve debería estar boca abajo sobre sus rodillas, pero para ella, le resultaría difícil ponerse por sus medios, tendría que auparla su jefe levantándola de la cintura. La silla era muy acorde a la altura del Sr. Clark, él al sentarse no tuvo que hacer más que acomodarse.
     Marie con apenas su metro sesenta y cinco, con un peso que apenas llegaría a los cuarenta y ocho kilos, era delgada, puede que unos kilitos de mas no estarían mal, se veía así misma más pequeña de lo que era en realidad, le daba verdadero pavor estar al costado derecho de su jefe, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse de su comportamiento. No iba a ser su primera azotaina, ya había tenido otras situaciones en que se había visto ante esa enorme silla, pero algo en su interior le decía que esta ocasión no iba a ser igual, solamente era un presentimiento que tenía ella. Pero dada la situación delicada que se encontraba, cualquier chica en su lugar tendría esos mismos pesares.
(Clark Miller)   -. Señora Henderson!!! Quiere hacer el favor de levantarse de ese cómodo sillón y venir ante mi presencia, colóquese aquí delante a unos metros para no perder detalle alguno de lo que ha provocado usted, sepa que esta muchacha es una secretaria muy eficiente, pero ha cometido una serie de errores indignos de su puesto, pero nada que no tenga solución con una buena azotaina en el CULO!!! .- El Sr. Clark enfatizo las silabas CU-LO, las cuales hicieron sus efectos deseados, al mencionarlas después de “azotaina”. La señora Henderson se levantó del cómodo sillón y girándose hacia el lugar de la estancia amplia del despacho, la impresiono  al ver la estampa del Sr. Clark, se quedó perpleja, viéndolo sentado y como su secretaria aparentaba no tener más de doce años al permanecer a su costado derecho, por lo pequeña que se la veía. La falda ondulada gris perla, como la blusa azul turquesa, y aquellas medias blancas por debajo de la rodilla, hacía que viera a la joven secretaria, como una colegiala a punto de recibir unos azotes por su profesor. Su rostro cambio de color carne a un tenue color rojizo, claramente se sintió avergonzada de lo que había provocado y se apiadaba de la joven. -. Marie Nelson! Tu conducta es totalmente intolerable en una secretaria que ocupa tu posición,  tu negligencia de comportamiento resulta algo preocupante, cuando has sido adiestrada e instruida  en la mejor academia de protocolo al más alto nivel. Pero todo en esta vida tiene la corrección adecuada, y eso justamente es lo que sigue a continuación, tu corrección!!!
      El Sr. Clark Miller ya no continuo hablando, mirando a la Sra. Henderson con la vista fija en ella, vio como la señora intimidada por su mirada bajo la cabeza mirando al suelo. Entonces desvió la mirada hacia Marie, la chica sabía que había llegado el momento. Así fue, posando el Sr. Clark sus enormes manos en la cintura de la secretaria, a la cual levanto como si fuera una ligera pluma, colocándola sobre sus rodillas boca abajo. Volviendo a dirigir su firme mirada a la Sra. Henderson, le levanto la corta falda ondulada gris perla a Marie, e introduciendo sus dedos por la cinturilla de las braguitas amarillas que llevaba puestas su secretaria, se las bajo lentamente hasta casi a las rodillas. Las manos de la muchacha se asieron a las patas de la silla, ya que quedaban a pocos centímetros del suelo sin llegar a tocarlo, mientras sus piernas las mantenía semi flexionadas, sus rodillas permanecían a unos veinte centímetros de suelo, aunque se removía sobre las rodillas del Sr. Clark, su jefe, no lograba su propósito de sentirse acomodada y poder tocar el suelo con sus pies, se sentía como una chiquilla a punto de recibir una azotaina en su trasero desnudo. Y así fue como sucedió, en breve los primeros azotes comenzaron a resonar en el silencio del despacho, y aunque Marie intento en un primer momento levantarse del regazo, la fuerte mano izquierda de su jefe posada sobre su cintura donde acababa la espalda e iniciaba su trasero la mantuvo firmemente sujeta. Los azotes fuertes y sonoros resonaban una y otra vez, su pequeño trasero  saltaba a cada azote que recibía, lo que hacía costarle en el instante que sus pulmones cogían aire, al tiempo que de su garganta surgían “aiyes” lastimeros de dolor. Llevaría como una treintena de buenos azotes en su trasero desnudo, sentía como sus rodillas había algo que las atenazaba, que imposibilitaba poder moverlas con libertad, sus pequeñas bragas amarillas de algodón apenas le permitían separar sus rodillas o abrir sus muslos, el único movimiento que tenía la libertad de moverse eran sus pantorrillas, así como sus pies. Así que intentando mover a la desesperada  sus rodillas, separándolas lo mínimo que el elástico de las perneras de sus braguitas, daban de sí mismas que eran bien poco, lo justo y limitado que el fondillo de sus bragas daba de sí mismo, mientras las perneras si se abrían algo más. El trasero le ardía de tal manera, que sentía que en cualquier momento podían brotar llamas de él, hasta tal punto o extremo que la hacía forcejear, intentando mover o menear sus caderas, un esfuerzo que resultaba infructuoso. La  cabeza parte del cuerpo que tenía libre, la giraba de un lado, a otro descontrolada por el ardor y dolor que sentía en el culo, haciendo que su hermosa cabellera rubia se balanceara en el aire, de manera que según para que lado la movía, su rostro era cubierto por la melena rubia. La azotaina se prolongó por varios minutos, para Marie le parecieron horas que su culo ardiente y abrasador no cesaba de arder ni un momento, pero en cambio no fueron horas, en realidad fueron unos treinta largos minutos de duración de la  azotaina. Ella no se lo podía ver como es natural, pero para la señora Henderson sí que podía observar como el trasero de la chica fue pasando del blanco, cuando las bragas amarillas le fueron bajadas, y como la chica protestaba a medida que arreciaban los azotes y el calor de la azotaina, y como las pequeñas nalgas redondeadas y de preciosa redondez, iban cambiando de tono del blanco al rosado, para unos minutos después, pasar del rosado al rojo, y luego del rojo, al rojo brillante. Vio como la chica se desgañitaba gritando de lo muchísimo que le debía de doler el culo, la manera de llorar descontrolada, la forma que se removía sobre las rodillas de su jefe, y como las piernas pataleaban en el aire lo poco que le era permitido por la presión que ejercían sus propias braguitas amarillas en su rodillas.  Así como cuando liberada una vez acabo la dura azotaina y depositada en el suelo, pudo ver la cariñosa imagen del Sr. Clark que tenía a la joven entre sus piernas, y se abrazaba a él como si fuera su padre, aunque simplemente era una clara acción de afecto, ya que después de la terrible azotaina que acababa de recibir, la muchacha necesitaba consuelo, y el Sr. Clark no se lo negó, durante varios minutos se mantuvo la secretaria llorando sobre el pecho de su jefe.
    La Sra. Henderson sonreía al ver la escena de afecto, Marie en pie entre las rodillas de su jefe, la falda color gris perla arrugada aun permanecía sobre la cintura, el culo completamente colorado de la muchacha, mientras su mano derecha se posaba en su ardiente trasero, las bragas amarillas de algodón bajadas a la altura de sus rodillas, su mano izquierda abrazada al hombro del hombre que la acababa de mondar el culo poniéndoselo bien colorado, mientras el Sr. Clark la abrazaba afectuosamente acariciándole la espalda con la mano izquierda y la derecha acariciando la nalga izquierda de la joven, que se dejaba mimar y acariciar el culo dolorido. Era un bonito cuadro para la visión de la Sra. Henderson que se sintió conmovida.
    Pasados unos minutos Marie se fue recuperando, y se separó ella misma del  afectuoso abrazo, dolorida y aun sollozando se inclinó lo mínimo posible para subirse las bragas, ajustándoselas a la cintura y bajándose la falda arreglándola dentro de lo poco que se podía arreglar, pues lógicamente estaba arrugada.
(Clark Miller)   -. Bien Marie… Puedes retirarte al servicio para adecentarte, luego vuelve al despacho.
     Con pasos cortos y pausados por el dolor e intenso ardor que procedía de su trasero, ya que sentía un picor intenso en él, era incapaz de dar pasos más largos,  se retiró Marie con una mano secándose las lágrimas, y con la otra sobándose el trasero dolorido por la azotaina recibida, ni siendo una niña, recordaba una azotaina tan amarga y dolorosa para ella. Cuando desapareció tras cruzar la puerta…
(Clark Miller)   -.  Bueno…Bueno… Sra. Henderson ha llegado el momento de la verdad, desea realmente que lleve su caso?
     La Sra. Henderson había captado el mensaje del Sr. Clark. Por un lado deseaba que llevara el caso su agencia de detectives, pues era la mejor de la ciudad y de más renombre. Pero recordaba la amenaza velada si deseaba que llevase su caso, debía mostrarse más amable y rendirse a las exigencias. Y estas habían sido muy claras…
(Sra. Henderson)   -. Si! Deseo que usted y su agencia se encarguen de llevar mi caso, pero no pienso tolerarle…
      El Sr. Clark la corto en la retahíla de palabras que iniciaba la Sra. Henderson…
(Clark Miller)    -. Si desea que lleve su caso… Lo que necesita esta en aquella especie de caja de puros habanos, ábrala y tráigame lo que hay dentro, luego quítese la falda y venga aquí… Ha comprendido?
    La Sra. Henderson se quedó sin palabras, para nada le hacia ninguna ilusión recibir una azotaina a sus sesenta años, pero después de rogarle a su ex-marido que intercediera por ella, pagando la investigación de su hija, una hija fruto de su pareja actual y no de él, algo que no le había perdonado a pesar de los años que habían trascendido, la agencia Miller fue la que descubrió que tenía un amante ella, y  le pidió el divorcio por ese motivo, por infidelidad. Ahora veintiséis años después, volvía a ver al detective que la investigo y que le arruino su vida. Quizás él no la recordase, la verdad que habían cambiado ambos, por aquellos entonces ella tenía la edad de treinta años más o menos y el Sr. Miller estaría entre los cuarenta años, ella entonces su apellido de casada era Wilson, Maggie Wilson. Viendo que ella meditaba que hacer… El Sr. Clark la saco de su pesadumbre…
(Clark Miller)  -. Sra. Henderson! No piense usted que no la he reconocido al verla, me ha contrariado que no llevara el apellido del hombre con el cual fue investigada por esta agencia, creo que yo mismo si no recuerdo mal, lleve su caso. Cuando mi hermano me llamo la semana pasada para que me encargase de este caso, y que me ocupara yo mismo en llevar la investigación, algo que es obvio hará uno de mis mejores agentes, porque yo ya estoy retirado de realizar esos trabajos de campo. Me hablo de uno de sus inversores, el que le había pedido que intercediera en este caso y que era algo imprescindible llevar con discreción, dado que la policía podría estar implicada, por la desaparición de pruebas, algo que la verdad complica bastante la investigación. Aún recuerdo sus improperios e insultos a esta agencia, al asistir al juicio exponiendo las pruebas de un claro caso de adulterio. Pero que conste que no se lo tengo en cuenta, eso son gajes del oficio, en mi época de investigador privado, me llamaron cosas peores. Por lo tanto señora!!! Lo que va a suceder en este despacho, aquí y ahora, es por lo que acaba de hacer y lo que es peor, por su culpa he tenido que aplicar un severo correctivo a mi secretaria, si se pregunta si soy un animal por ser tan estricto, y que me he sobrepasado acariciándola, sepa señora que esa joven es mi hija, lo que sucede es que las juventudes de hoy día, es que son orgullosas y quieren llegar a sus expectativas de futuro por ellas mismas, algo que es muy de admirar que no pretenda subir por el apellido de quien es su padre, si no por méritos propios algo que hace que me sienta muy orgulloso de ella, pero no por ello, le voy a consentir privilegios si comete una falta, es castigada al igual que el resto de mis empleadas. Por ello usa el apellido de mi esposa de soltera, Nelson.   
    Ante tal declaración vio en él, que no era tan mala persona como se había pensado en un primer momento, y que lo había juzgado sin conocer sus motivos.  Así que procedió a obedecer, fue hacia la mesa y abrió la caja de madera alargada, era muy similar a una caja de puros, pero al abrirla y ver su contenido se quedó perpleja. En su interior había un feo cepillo de madera de baño, lo extrajo temblándole la mano, de hecho le temblaba todo su cuerpo como un flan. Dándose la vuelta camino hacia el Sr. Clark que la esperaba aun sin levantarse de aquella silla, al llegar a su lado pudo imaginar cómo debía haberse sentido la muchacha, la verdad que imponía muchísimo verlo sentado. Le entrego el cepillo que el agarro con firmeza con su mano derecha, bajándolo a continuación sosteniéndolo por el mango, estirando el brazo hacia abajo, quedando su brazo en perpendicular al respaldo de  la silla en modo de espera para colocarla sobre sus rodillas, pero antes debía quitarse la falda.
     Colocando sus dedos en el broche que llevaba a su derecha, desabrocho el mismo y haciendo descender la cremallera, la falda negra quedo suelta, por lo que procedió a bajársela y sacando primero el pie derecho, luego el izquierdo se quedó de cintura para abajo solamente en bragas y medias.  Llevaba unas bragas blancas de encaje de talle alto, clásicas en mujeres de su edad, aunque la señora pudo ver que la tal Marie, e hija como acababa de descubrir, las bragas eran también de talle alto justo por debajo del ombligo, similares a las que ella llevaba puestas, pero las suyas no eran de algodón, si no de encaje de nylon. Con la falda en sus manos, miro en derredor suyo donde poder dejarla, al no haber donde cerca, se encamino hacia el sillón dejando la falda sobre el respaldo. Se giró y se dirigió de nuevo hacia el Sr. Clark, mientras caminaba hacia él, se llevó ambas manos a su trasero introduciendo los dedos índice y anular de cada mano, entre el elástico de las perneras de sus bragas, haciendo bajar los dedos a la forma circular de dichas perneras y luego en sentido inverso ajustándose bien las perneras y estirando bien las bragas, luego hizo lo propio sobre la cintura de las bragas subiéndoselas al máximo de sí mismas, para acabar pasándose las palmas de sus manos por encima de las bragas tallándose el trasero a modo de caricia.
      El Sr. Clark cuando la tuvo a su costado derecho, la acomodo sobre sus rodillas boca abajo, y nada más tenerla firmemente sujeta por la cintura con la mano izquierda, la derecha fue alzada, dejándola caer con fuerza sobre su trasero revestido únicamente por las bragas blancas de nylon. La azotaina fue rápida y consecuente, por ser una mujer de sesenta años no mostro ninguna piedad con ella, y cada azote era más fuerte que el anterior, o eso le parecía a ella. Pero en realidad los azotes del cepillo eran inflexibles e igual de intensos uno que otro. Pero para ella no le parecía para nada así. Pues cada nuevo azote en su trasero le parecía que era más duro, no tardó mucho en comenzar a patalear con sus piernas, abriéndolas y cerrándolas todo lo que estas le permitían, sus caderas se removían e incluso trataba de levantarlas, pero se encontraba firmemente sujeta, lo cual le impedía menear el culo que cada vez lo tenía más y más ardiente, en realidad le abrasaba todo el culo de manera que ya no podía soportar más, pero trataba a pesar del intenso dolor, mantenerse serena y aguantar la severa azotaina. Pero llego un momento que ya fue demasiado para ella, cuando sintió que los dedos de las manos del Sr. Clark se introducían por la cinturilla de sus bragas, y que se disponía a bajárselas, algo que trato de impedir con sus manos que lo hiciera, pero no lo logro y sus bragas acabaron por debajo de sus rodillas. Eso fue demasiado para ella, ahora su vergüenza era tal, que no pudo mantener su serenidad para no ponerse a llorar, a pesar de lo muchísimo que le dolía el culo, pero ahora los azotes sobre su piel directamente no es que dolieran más, pues las bragas nada podían menguar el dolor o hacer de protección,  pero si cubrían su pudor, tenía la noción de que le había bajado las bragas y continuado la azotaina sobre el culo desnudo. La vergüenza de saber que tenía el culo al aire y que la estaba viendo desnuda, fue más fuerte para ella, era como una barrera que mantenía su orgullo al mantener las bragas puestas, en cambio ahora a pesar del horrible dolor en el trasero, el tener las bragas bajadas hizo que la barrera invisible  que existía desapareciera, por lo que no pudiendo aguantar más el terrible ardor debido a la azotaina que estaba recibiendo, ya no pudo mantener la serenidad  y la vergüenza de saber que tenía el culo desnudo a sus sesenta años fue lo que sobrepaso la barrera, esa vergüenza fue mucho mayor, no pudiendo evitar el ponerse a llorar de lo que dolía el dichoso cepillo. El culo de la Sra. Henderson no es que fuera grande o carnoso, para su edad aún estaba de buen ver, pues era una mujer que claramente se mantenía sana haciendo deporte.  Cuando ceso la azotaina, al no sentir la presión en su cintura sujetándola, se levantó del regazo como pudo, poniéndose de pie, lo primero que hizo fue subirse las bragas, luego fue hacia el sillón en el cual había estado sentada y arrodillándose en el suelo, se echó sobre el asiento del sillón a llorar, tenía el culo ardiéndole en llamas. Así pasaron varios minutos, hasta que en un momento dado dejo de llorar. Levantándose y poniéndose en pie, se sobaba el trasero con fricción debido al intenso picor que sentía en él, así como un ardor que le abrasaba, como si se hubiera sentado en unas brasas al rojo vivo. Pero ahora ya más tranquila, lo que más le acuciaba era ponerse la falda de nuevo, no deseaba estar por más tiempo mostrando sus bragas y el culo completamente colorado y con marcas moradas en él. Recogiendo la falda del respaldo del sillón, el trasero le dolía demasiado, pero le molestaba más en su pudor el estar desnuda en bragas. Con gran dificultad logro ponerse la falda, dificultad porque el tener que agacharse para pasar sus pies y subirse la falda, ello acentuaba el dolor en el culo acentuándose más. En cuanto se vio con la falda puesta, su entereza volvió a ella, en pocos minutos más había dejado de llorar, aunque seguía ardiéndole el trasero.
    El Sr. Clark la sostuvo del brazo y la condujo a un servicio que había dentro del despacho, para que se aseara y arreglase el maquillaje que se le había corrido todo por sus mejillas, de llorar.  Minutos después salía del servicio como si nada hubiera ocurrido, Marie la secretaria había vuelto. La Sra. Henderson se acercó al sillón y para asombro del Sr. Clark tomo asiento en el sillón, aunque unas muecas en su rostro al sentarse demostraban lo que le debía de doler el culo, pero el orgullo ante una chica que podría ser su hija, era mucho mayor, por lo que a pesar de lo que le dolía el trasero, tomo asiento en el sillón.
(Clark Miller)   -. Bien señora, mientras ha permanecido en el servicio he podido leer por encima su caso, muy gustosamente nos encargaremos de él, sepa usted que será difícil y ardua su investigación, no será nada fácil para mi agente ocuparse de él, pero haremos todo lo posible por aclarar esta delicada situación. Marie! Puedes hacer el favor de traerme un café, gracias… .- Para Marie no resulto sorpresivo el enviarla a por café, sabía que eso lo hacía cuando pretendía quedarse a solas con un cliente, de hecho espero su jefe a que saliera del despacho antes de seguir hablando. -. Ahora que estamos a solas podemos hablar del caso. Veo según el expediente que son diez chicas las desaparecidas, y que por alguna causa que no sabemos, el Fiscal general del estado, no hace nada por que se avance en la investigación, ya que las pruebas desaparecen antes de que lleguen a sus manos. Según ha hecho público en sus declaraciones, esto es algo completamente anormal, no tiene lógica alguna para que se sostenga va a ser complicado, muy complicado… Por alguna razón que desconocemos, alguien pretende que las investigaciones no vayan más allá. Eso nos deja poco margen para poder investigar, le aconsejo Sra. Henderson que no hable de esto con nadie, ni siquiera en privado, pues alguien se está tomando muchas molestias para que no sepa o conozca lo que ocurre, y está claro que para ello, quien está obstaculizando todo debe ser alguien importante, lo que nos lleva a que habría el riesgo de que si descubren que alguien está realizando una investigación, podrían haber más desapariciones… empezaremos con investigar a esas chicas desaparecidas y ver qué es lo que tienen en común, si es que hay algo en común. Pues son como amapolas en el prado, que crecen separadas o en grupos, pero es necesario esclarecer esa vinculación de haberla. Toda investigación se le da un nombre clave, con respecto al cliente, o clienta. Por lo tanto cuando nos pongamos en contacto con usted para tenerla informada, nos referiremos como “Las amapolas” así usted sabrá que debemos ponernos en contacto para darle información de nuestros avances, que mientras no hayan cambios, le daremos el lugar donde encontrarnos, yo seré su contacto, por lo tanto no hable con nadie más que no sea yo, si alguien se pusiera en contacto con usted, debido a las circunstancias de los hechos, no podemos confiar en nadie, ha entendido? Nuestro próximo encuentro teniendo en cuenta que ya sabrán que alguien está investigando, porque cuando hay peces grandes en la pecera, estos lo saben todo, gracias a los peces pequeños. Por lo tanto no correremos ningún riesgo, nuestro encuentro será justamente en una semana, en el café de la calle catorce, lo conoce? Bien pues en él nos veremos, ahora puede marcharse. Para decirle la hora del encuentro, recibirá una llamada mía, recuerde nadie más podrá ponerse en contacto con usted, que no sea yo. La hora será en clave, “Amapolas 15” querrá decir que quedaremos a las quince horas en el café referido, puede irse, la mantendré informada, el día de la cita siguiente le informare en nuestro próximo encuentro, por discreción siempre cambiaremos de lugar, el cual solamente conocerá usted. Si alguien descubre el lugar de encuentro, será porque usted no ha sido discreta y se lo habrá contado a alguien, si fuéramos descubiertos, no volverá a tener noticias mías, dado el peligro que con lleva esta investigación. Hemos terminado, puede marcharse…


(Continuara…) 

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