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jueves, marzo 15, 2018

EL SHERIFF DE SPANK CITY SPRING´S CAP. 10


                            EL SHERIFF DE SPANK CITY SPRING´S    CAP. 10

         Amaneció el nuevo día en Spank Silver Red. En las celdas de la comisaria todas dormían, excepto la comisaria Sarah del nuevo Marshall William. Esta había madrugado más de lo habitual, debía preparar todo lo que sería necesario para el traslado a Spank City Spring´s. Vestía únicamente la camisa a cuadros azules con los bordes ribeteados de verde esmeralda, y las braguitas amarillas con dibujos de frutas silvestres. Cuando tenía que agacharse para recoger algún objeto necesario para el viaje, lo hacía muy despacio, esos instantes era cuando se acentuaba el dolor en su trasero, el andar con el trasero en tal estado tenia serias molestias y los pinchacitos en sus nalgas eran muy acentuados, pero el curvar su espalda para inclinarse o agacharse, resultaba una ardua tarea, por lo que lo hacía muy lentamente, entonces sentía como miles de avispas estuvieran picoteando con sus afilados aguijones sobre sus nalgas, era una sensación agridulce, por un lado lo detestaba, pero pasados unos segundos resultaba muy agradable, lo cual repercutía en el fondillo de sus braguitas, las cuales ya las volvía a tener muy mojadas. Cuando pasaba por delante de las celdas, se detenía a observar como dormían las chicas. Penélope en su camastro dormía de costado echa un ovillo, debía tener cierto calor, pues de cintura para abajo estaba destapada mostrando sus bragas, y se le había introducido una de las perneras en su media luna, pero aun en la penumbra se observaba su trasero con un tono oscurecido, la escasa luz, no dejaba divisar la rojez del mismo. Maggie dormía atravesada sobre su camastro, posando sobre el su cuerpo, mientras sus piernas se apoyaban en el frio suelo con las rodillas, su trasero en pompa si se podía ver lo colorado e incluso morado, pues tenía bajadas las bragas a medio muslo, en algún momento de la noche debía habérselas bajado, para así aliviar la presión que estas debían hacer sobre sus doloridas nalgas.  Alberta dormía abrazada a Susan, pues habían unido sus camastros para estar juntas, ellas estaban tapadas por la manta.
    Las horas pasaron…
      Sarah Wilson la comisaria, ultimaba los preparativos para salir hacia su nuevo destino, Spank city Spring´s.  En la parte de atrás de la oficina había un carro entoldado con lona blanca, en el cual había preparado con provisiones para el viaje, a caballo sería un viaje de cinco jornadas, en un carro teniendo que ir por caminos, no lo harían en menos de siete días. Su hija Alberta únicamente ataviada con una camisa a cuadros azules ribeteados de verde, la cual apenas cubría sus bragas blancas, ayudaba a su madre a colocar las cosas en unos arcones dentro del carro, dichos arcones serian el asiento de las pasajeras, Susan, la amiga de Alberta le pasaba los bultos en camisa blanca, sus braguitas azul celeste las mostraba sin pudor, ya que en la puerta poyado en el marco la observaba el Marshall.
(Sarah Wilson)  -. Marshall ya está todo preparado, cuando guste podemos salir.
      Sarah vestía una camisa azul y unos shorts tejanos negros, el Marshall ensimismado mirándole el trasero, pues los shorts ajustados mostraba su voluptuoso trasero, las perneras eran de lo más atrevido pues asomaban los ribetes de puntilla en blanco que resaltaba con el color  de sus bragas amarillas.
(Marshall)   -. Decías…? Así, bien. Puedes traer a las prisioneras y que suban al carro.- Al pasar por su lado la comisaria, le susurro…-. No deberías haberte cambiado de bragas? cochina!!!
(Sarah Wilson)  -. Eso mirabas? Te estas convirtiendo en un viejo verde…
(Marshall)   -. Hablándome de esa manera te puedes ganar una azotaina antes de salir…
(Sarah Wilson)   -. Nooo!!! Me duele demasiado, como para tener que viajar sentada, si no, no me molestaría sentir esa mano de nuevo…
(Marshall)  -. Entra a por las Watson, y deja de provocarme meneando el culo de esa manera o no respondo…
      Al pasar por delante del Marshall, este le dio una buena palmada en el trasero sobre los ajustados shorts. Poco después salía llevando delante de ella a las Watson esposadas. Penélope aun ataviada con su camisa blanca y bragas rosas con flores, Maggie en camisa a cuadros verdes y bragas blancas con osos alegres. Las dos caminaban con dificultad, pero Maggie era la que más le costaba caminar.
(Maggie)  -. Sheriff… podía al menos dejarnos ponernos los pantalones, no podemos ir exponiendo nuestros cuerpos…
(Sarah Wilson)  -. Maggie! Ya no es el Sheriff, ahora tenéis delante de vosotros al Marshall general del estado…
(Maggie)   -. Sheriff o Marshall, que más nos da! Nos va a dejar que nos cubramos?
(Marshall)   -. No! He sido claro? Vais a viajar tal y como estáis, no me fio de vosotras o de vuestras amigas indias o hermanas, si intentáis escapar, lo tendréis que hacer desnudas… ahora subid al carromato inmediatamente… o queréis una azotaina extra? Para tener un viaje más ameno… Ya os va a ser duro tal como vais!
(Penélope)   -. Cerdo!!!
(Sarah Wilson)   -. Con su permiso, Marshall me voy a encargar de esa lengua viperina…
      Sarah avanzo ligera hacia Penélope, la menor de las hermanas Watson. Aunque la joven intento subir al carromato rápidamente, de nada le sirvió. Pues la comisaria subió detrás de ella ágilmente, aunque algo encorvada hacia delante al sentir punzadas en su trasero, pero ello no entorpeció a la comisaria subirse al carromato.  Una vez adentro, se sentó al lado derecho del carro, sobre uno de los arcones predispuestos como asientos, Penélope en el arcón de enfrente sentada, sonreía victoriosa, el espacio era reducido, ello le daba a la joven tranquilidad, aunque aquella sonrisa de triunfo se le fue borrando, al ver como la comisaria movía su pie derecho unos centímetros. Algo que la joven observaba con espanto, sobre todo al ver que calzado llevaba la comisaria.
     La joven no salía de su asombro, ahora se arrepentía de haber sido tan bocazas. Sarah, al mover ligeramente el pie hacia adelante, de su pie salió rápidamente del calzado, luego con el mismo, debido a la estrechez, desplazo empujándolo hacia su derecha unos centímetros, los necesarios para poder inclinarse hacia adelante y agarrar el calzado por el talón. El inclinarse la forzó a realizar un esfuerzo no esperado, sus labios se unieron más de lo debido, al apretar los dientes al sentir un horrible pinchazo en sus nalgas, sensación que desapareció al enderezar la espalda de nuevo. Con gesto en su rostro de pocos amigos miro a Penélope, a esta esa mirada casi la hace orinarse en las bragas, de hecho una pequeña mancha de  humedad apareció en el fondillo de sus braguitas rosas con dibujos de flores, unas gotas de orina se le debió escapar. La comisaria empuñaba fuertemente el calzado en su mano derecha, desde luego la imagen del mismo resultaba aterradora, era un Zueco.  Una zapatilla de suela fina de madera, en la parte delantera superior era de piel de cuero negro, con una floritura de un fino contrachapado en su costura lateral plateado, forrando así el zueco de madera, haciéndolo algo encantador, en su interior estaba forrado por piel de zorro rojo fuego, el cual sobresalía hacia el talón, el cual era a pie descubierto, con un cómodo y pequeño tacón de apenas un centímetro, lo cual debía de ser muy cómodo para estar por casa teniendo el pie calentito. Pero la suela de madera, resultaba terrorífica en manos de la comisaria.
    Sin mediar o decir esta boca es mía, la comisaria deposito la zapatilla o Zueco sobre el arcón, haciendo un fuerte sonido por su peso y al impactar madera sobre madera, ya su mano libre, sin que la joven lo esperase, está la asió por el lóbulo de su oreja izquierda tirando hacia sí misma, lo que obligo a la joven a levantarse precipitadamente sin apenas tener estabilidad su cuerpo y trastabillando con sus torpes pies que tropezaban entre ellos, con lo cual, acabo viéndose echada sobre los muslos descubiertos de la comisaria boca abajo, quedando su trasero bien expuesto cubierto por las braguitas rosas con dibujos de flores, sintió como los dedos de la comisaria se introducían entre el elástico de la cinturilla de las bragas, y como estas le fueron bajadas hasta las rodillas de un brusco tirón. Aunque la azotaina que recibiera la tarde noche anterior, no fuera excesivamente severa como a su hermana Maggie, sus nalgas aún se las veía algo enrojecidas y con algunas zonas el tono violáceo era patente.
    Afuera a pie de carromato, Maggie, Alberta y Susan se miraban entre ellas intrigadas pues todas ellas conocían bien al sheriff.  Maggie y Penélope del día que fueron arrestadas ambas recibieron la caricia de sus manos expertas a la hora de zurrar un trasero, pero Alberta y Susan, eran castigadas por la madre de Alberta con frecuencia, siendo castigadas en varias ocasiones juntas o por separado, ya que ambas eran amigas desde que tenían conocimiento siendo muy pequeñas. No se oía nada, hasta que en un momento dado, el sonido característico de los azotes llego a sus oídos. Ninguna se atrevió asomarse al interior del carromato, aunque sus miradas de intriga era clara, pues no podían deducir con que le estaba dando la azotaina a Penélope, el cepillo de madera no podía ser, pues lo tenía el Marshall en el interior de la caña de su bota derecha, Alberta bien sabía que no podía ser, al igual que Susan, la cual se veía sorprendida, pero sabían que la sheriff no disponía de cepillo de madera en esos momentos, pues iba en la maleta con el equipaje y lo tenían a sus pies. Los gritos de la menor de las Watson no se hicieron de rogar, durante varios minutos la estuvieron escuchando llorar de manera descompuesta. A Maggie en ese momento estremeció  su cuerpo, aunque Penélope siempre la hacía rabiar y se peleaban a menudo, el escuchar sus lamentos, y escucharla llorar a su hermana pequeña, hizo que unas lágrimas rebeldes bajaran por sus mejillas. Luego solamente se escuchaba sollozar, ya no se oían sonidos de azotes. La comisaria apareció en el pescante del carromato sentándose y agarrando las riendas, llevando aun su pie derecho descalzo.
(Sarah Wilson)  -. Podéis subir al carro chicas y subid esa maleta!. .- Entonces todas la vieron calzarse la zapatilla en el pie derecho, vieron entonces aterradas los Zuecos de suela de madera que calzaba y con qué era lo que producía aquel sonido seco en el trasero de la joven Watson. -.  O… Queréis probar la zapatilla en vuestros traseros también?
     No tuvo que volver a repetírselo dos veces, las tres subieron con rapidez al carromato. Incluso Maggie subió rápidamente, a pesar de lo muchísimo que le dolía el culo. Pero más le dolió ver a su hermanita con las bragas bajadas y con el culo más colorado que un tomate maduro.
     Cuando hubieron subido el carromato enganchado a cuatro briosos caballos se puso en marcha, sin darles tiempo a las muchachas a que se acomodaran en el interior, suponiendo que se pudieran acomodar, pues las cuatro llevaban e iban bien servidas con sus traseros ardientes y maltrechos. La jornada para las muchachas fue dura, el viaje estaba resultando de lo más incómodo, pues los baches así como los vaivenes del camino, les hacían que sus traseros  resultase para ellas la peor de las pesadillas. Maggie llevaba a su hermana pequeña Penélope, sentada sobre sus muslos, y así misma, la pequeña iba sentada sobre sus muslos quedando así su trasero suspendido de tal manera que aliviaba sus rojas nalgas, aun a pesar de las horas transcurridas llevaba sus braguitas bajadas en sus tobillos.
(Sarah Wilson)  -. Marshall!  Ha visto allá abajo en el valle? porque revolotearan aquellos buitres en círculos…
(Marshall)  -. Alguien debe estar agonizando o algún animal herido, echare un vistazo por si acaso. Ves aquella cañada, Sarah? Esperadme en ella, hay un pequeño torrente con agua fresca, abrevad a los caballos y preparad algo para comer, estamos en territorio indio no enciendas fuego o tendréis problemas si yo no estoy, a las Watson espósalas a las ruedas del carro, no quiero disgustos. Las dejas que se vistan con unas faldas, no vaya haber alguna visita inesperada, si las ven así, tendríais  problemas en mi ausencia…
    El Marshall se separó del carro bajando hacia el valle, necesito casi una hora para llegar al valle, pues tuvo que vadear una pendiente pronunciada, la cual podría haber causado una lesión al caballo de bajar por ella y no había porque correr riesgos innecesarios. Cuando tuvo visible el motivo porque los buitres acechaban volando en círculo, se apresuró en acercarse, solamente visualizaba una silueta de ser un ser humano atrapado en una ciénaga con arenas movedizas, fuera quien fuera estaba atrapado.  En unos minutos estaba ante la víctima, rompiendo a reír a carcajadas el Marshall…
(Marshall)  -.  Vaya… Vaya… Que pequeño es el mundo. Mira a quien tenemos aquí! Si es la pequeña, hija de Oso Gris. Pluma Blanca. A ti tenía ganas de verte, justamente iba a ver a tu padre a su poblado para hablar con él, sobre tu proeza de liberar a las Watson. Ya no tendré necesidad de ir a su poblado. Quieres que te saque de ahí? O prefieres quedarte en ese barrizal atrapada, esos que sobre vuelan sobre tu cabeza, no tardaran en acercarse más.
     La chica al ver a quien tenía ante ella,  intento moverse para salir. Pero solamente logro hundirse más en el fango…
(Pluma Blanca)  -. Tú!!! Hijo de una Hiena!!! Dejar aquí, preferir morir que caer en  tus manos sucias, hijo de una Zorra…!!!
(Marshall)  -. Esa lengua afilada! Pequeña en cuanto te haya sacado de ahí, y te hayas aseado, te voy hacer arrepentirte de esos insultos, mi cinturón sonara muy bien en tu trasero… Tenemos cuentas pendientes, entrar en mi oficina y liberar a mis detenidas Watson te va a salir muy caro, te voy a dejar el culo en carne viva.
  El Marshall de su silla de montar soltó la cuerda que llevaba enrollada y sujeta, una herramienta imprescindible en el lejano Oeste. Hizo que el caballo vadeara la ciénaga o barrizal donde no comprendía como una india podía haber caído en ella. Seguramente estaría huyendo de algo para ir a caer dentro de la ciénaga, era la única explicación que se daba así mismo. Deslió la cuerda haciendo un lazo con ella, y así colocado a la espalda de Pluma Blanca le lanzo el lazo para que ella no viera cuando lo lanzaba y así evitar ser lazada, rápidamente tenso el lazo y haciendo avanzar al caballo extrajo del cenagal a la joven india, a la cual arrastro hasta un charco de agua limpia que se había formado con las ultimas lluvias, que estaba apenas  unos metros para que se lavase, la india se resistió revolviéndose y se sacó la cuerda de encima en cuanto la noto que se destensaba esta.
(Marshall) -. Báñate bien pequeña salvaje! Toma aquí tienes jabón.
     Le lanzo una pastilla de jabón que Pluma Blanca cazo al aire con una sola mano, en unos minutos se habría aseado de desearlo, pero lo que hizo fue lanzarle la pastilla de jabón a la cabeza del Marshall. Solamente sus buenos reflejos evitaron que Pluma Blanca acertase, pero no pudo evitar que su sombrero saliera volando de su cabeza por el impacto. El Marshall preso de furia se apeó de un salto del caballo, de su alforja extrajo una nueva pastilla de jabón y se dirigió hacia Pluma Blanca, la cual intento echar a correr, pues presa de pánico al ver como William se desabrochaba su grueso cinturón y de un rápido movimiento salió con rapidez de las presillas de su pantalón, doblándolo a la mitad en su mano derecha, Pluma Blanca trato de huir, pero había estado demasiadas horas atrapada en el cenagal, y sus piernas no la obedecieron cayendo al mismo borde de la charca de agua boca abajo, su corta falda o pareo indio al caer, se le subió dejando su trasero expuesto. En dos largas zancadas el Marshall llego a ella poniéndole el pie izquierdo sobre la parte baja de su espalda, delimitando así sus movimientos, así como evitando que corcoveara meneando sus caderas, quedando expuesto su trasero sin ropa interior, aunque eso sorprendió al Marshall. Conocía a Pluma Blanca y su buena convivencia con los rostros pálidos,  con los cuales tenia lazos muy apegados por lo que solía utilizar ropa interior de rostro pálido. Con rapidez el cinturón cayo por varias veces consecutivas sobre el denudo y embarrado  trasero de Pluma Blanca, la cual berreaba como si la estuvieran desollando el trasero, al oír como protestaba la joven india, dejo de azotarle el trasero. Sujeto bien a la joven y la baño el mismo, Pluma Blanca se quejaba cuando le pasaba la pastilla de jabón, era muy rugosa  pareciendo que le estuviera pasando una lija por el cuerpo, pero al pasarle el jabón por el trasero aún se quejaba con más intensidad poniéndose las manos, para evitar que se lo volviera a tocar de nuevo. En ese momento el Marshall le levanto el pareo y le aclaro las nalgas cubiertas con la espuma de jabón. En ese instante vio como llevaba el trasero, con razón se quejaba la joven india, lo tenía surcado de haberla azotado con una vara.
(Marshall)  -. Vaya… Ahora comprendo cómo has podido caer en ese cenagal, no era lógico que una india pudiera ser tan torpe, incluso a oscuras no hubieras caído nunca en ese cenagal. Pero ibas huyendo de alguien, verdad? Tu madre… me equivoco. Oso Gris no ha sido nunca de azotarte el mismo, por ser su preferida, siempre te enviaba con tu madre, para que ella se encargase de ti, y así ha sido esta vez…
(Pluma Blanca)  -. Rostro pálido tener razón. Madre, mi castigar y Pluma Blanca huir de noche del poblado de caza, detrás de montaña de piedra, no mirar y caer en cenagal de noche mientras escapaba, llevar horas ahí atrapada.
(Marshall)  -. Bien como no tienes a donde huir, pues no creo que pretendas volver al poblado. Conociendo a Flor Amarilla, tu madre.  Aunque tardaras una semana en volver, seguiría esperándote para acabar de zurrarte, no es mujer que olvide una afrenta. Así que acaba de bañarte tu sola, luego me acompañaras al campamento  donde me esperan mi comisaría y parte de las Watson que están de nuevo detenidas, como ves a pesar de tu intervención y de tus amigas pieles rojas, en cuanto tengas el trasero en condiciones te ajustare las cuentas, en el estado en que lo tienes no sentirías nada y espero que cuando yo me encargue de ti, sea difícil de olvidarte el cruce de nuestros caminos.
     Minutos después montaban en el alazán del Marshall, Pluma Blanca iba a la grupa del caballo, lamentaba haber sido apresada, no por la angustia de lo que le deparara el futuro, mucho peor le estaba resultando ir a la grupa, mientras el Marshall cabalgaba a buen paso, por lo que las posaderas de Pluma Blanca iban levantándose de la grupa y al no tener sujeción por brida alguna, su cuerpo se bamboleaba a cada momento sobre la grupa, resultando aquel trotar sobre la grupa como si le estuvieran dando una nueva azotaina, a pesar de que pidió ir más despacio, el Marshall sonreía y sin dar respuesta alguna, mantenía cabalgando a la misma marcha. Después de una hora de trotar llegaron al campamento donde habían preparado la comida.   El Marshall pasando la pierna derecha por delante de él flexionando la rodilla, se bajó del caballo. Por la marcha que había llevado durante una hora sin descanso, imaginaba que Pluma Blanca no podría bajar por sí misma, y así debió ser, pues una vez que rodeo a la joven india con sus manos agarrándola por la cintura la bajo del animal.
    Al sentir sus pies en el suelo, Pluma Blanca contoneaba sus caderas de manera muy acentuada, así mismo se sobaba el trasero con fuerza a pesar de lo que le dolía, de la azotaina con vara de la noche anterior, más le molestaba en esos momentos el golpear de sus nalgas desnudas sobre la grupa del alazán del Marshall durante el trayecto.
(Maggie)  -. Vaya… Pluma Blanca ya veo que te ha capturado ese cerdo del sheriff, y que no ha perdido el tiempo, no ha podido esperar y te ha dado una azotaina… ese animal…
(Marshall)  -. Alguien debería lavarte esa boca, Maggie…   Sarah!!! Dónde estás?
   Bajando del interior del carromato el cual se mantenía estacionado a la entrada de la cañada, mientras los caballos de tiro pastaban libremente el pasto verde.
(Sarah)  -. Me llamaba Marshall?
(Marshall)  -. Sí que te estaba llamando… Aquí te traigo a Pluma Blanca, hija de Oso Gris, proporciónale ropa mientras ponéis a secar sus ropas, era ella la que estaba atrayendo a los Buitres, estaba atrapada en un cenagal. Hoy acamparemos aquí, esta cañada es un buen lugar para establecer el campamento.  Que Alberta y Susan recojan leña seca para encender un fuego y que este no haga humo, estamos en territorio indio no quiero atraer a todos los indios de la zona.
     El Marshall William soltó las cinchas del alazán, quitando así la silla de montar del cuadrúpedo, dando una palmada en su grupa el animal avanzo al trote a donde estaban pastando los otros animales  pastando libremente.  Se encamino hacia la rueda del carro a donde permanecían esposadas las hermanas Watson.
(Marshall)  -. Y tu pequeña Maggie siempre tan elocuente con tus palabras, te crees que puedes hablarme de esas malas maneras sin que sufras sus consecuencias… Antes era el Sheriff, ahora soy el Marshall del estado y me debes más respeto, el cual me voy a encargar ahora mismo que aprendas a respetarme…
    El Marshall se fue acercando lentamente hacia las prisioneras, al tiempo que se desabrochaba el cinturón y lo extraía de las presillas del pantalón, doblándolo a la mitad sosteniéndolo con su mano derecha los dos extremos. Penélope al verlo como se acercaba dirigiéndose hacia ellas, se metió bajo el carro de inmediato, lo que no se dio cuenta fue, que al hacerlo forzaba a su hermana a estirar el brazo del que estaban unidas a las esposas, de tal forma que Maggie quedo arrodillada a cuatro patas, con su mano derecha entre los radios de la rueda del carro, forcejeando con su mano izquierda para así liberar su brazo derecho y poder sentarse en la tierra para proteger su expuesto trasero. Pero Penélope asustada y con su trasero aún muy dolorido, por la terrible azotaina que recibiera en la mañana en el interior del carro, con lo cual aterrada de que el cinturón pudiera darle a ella por error, se mantenía también forcejeando con su hermana, para así permanecer bajo el carro lugar en el que se encontraba a salvo. Lo que resulto para su hermana una situación peliaguda, pues el cuero del cinturón ya estaba lacerando sobre su trasero expuesto, aunque fuera por encima del pantalón que le había proporcionado Sarah, la comisaria. Maggie no pudiendo aguantar el intenso ardor de sus nalgas, estiro sus piernas, quedando en el suelo echada boca abajo, algo que no impidió que la azotaina continuara el cinturón grueso y pesado del Marshall lacerando su trasero, el cual no cesaba de azotarla en el culo a la joven. Cuando el Marshall creyó oportuno volvió a ponerse el cinturón dejando a Maggie llorando a lágrima viva.
    Durante esa jornada no sucedió nada destacable, aparte que la comisaria, Sarah. Iba y venia del interior del carro a cada momento, llevándose a una de las chicas a las cuales les iba poniendo un ungüento para aliviar sus traseros…

(Continuará…)