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viernes, junio 07, 2019

EL CASO DE LAS AMAPOLAS Capitulo 6





                                      EL CASO DE LAS AMAPOLAS     Capitulo 6

    
      Marie  junto a su amiga Vanessa, como su pequeña hermana Yuni Lee, las tres habían escuchado de fondo aquel sonido característico, una de las chicas de la casa estaba siendo castigada, es lo que pensaron en un primer instante, aunque las sospechas recaían sobre la Sra. Myers.   Por la forma como había sido  increpada por el Sr. Fiscal General llamándole la atención  con  voz  grave  y fuerte, incluso las chicas se habían quedado al escucharle de piedra paralizadas, siendo incapaces de moverse, por si ellas  habían podido ser las causantes de alguna torpeza. Sobre todo la forma que hablaba el Sr. Fiscal General, demostrando claramente estar irritado dada su voz enérgica, que haría estremecerse a cualquiera, el enviar al despacho a la Sra. Myers, diciéndole que la aguardaba en él, el  Sr. Charlton, había sido muy explícito en aquella frase.
     Poco después salía de la habitación la Sra. Myers sin mostrar ningún reflejo de preocupación o intriga en su rostro, tras dejar a las chicas en la habitación con sus pijamas puestos preparadas para meterse en la cama. Minutos después se escuchaban  aquellos sonidos inconfundibles,  les hizo temerse lo peor a las tres.   Pero la  más preocupada era Marie, ella era la única que conocía lo que iba acontecer al día siguiente, el Fiscal General había sido muy claro al hablar con ella, estarían en manos de aquella señora desconocida para ella, pero de la cual había escuchado hablar a su madre y el que posiblemente estuviera siendo castigada con un correctivo por culpa de ellas, hizo pensar a Marie que iban a tener serios problemas, así como temer sus consecuencias o  sus represalias en el caso, de que aquel correctivo que estaba siendo aplicado, fuera a ella.
      La sola idea de pensarlo la hizo estremecer todo su cuerpo, viéndose en la necesidad de introducir sus manos entre la cinturilla del pantalón del pijama, y acariciarse el trasero por encima de las braguitas blancas de algodón, con aquellos ramilletes de florecillas de lavanda con el fondo de color lila, que claramente se transparentaban a través del pijama. En las palmas de sus manos aun sentía claramente el intenso ardor que emanaba de su trasero, incluso a través del tejido de algodón de sus braguitas. No pudiendo evitar exclamar un “AY” al suave contacto de las palmas de sus manos al sobarse con suavidad el culo inflamado. Pero aun sintiendo un intenso dolor, sus labios mostraban una tenue sonrisa al recordar cómo se había sentido, cuando se encontraba sobre las rodillas del Sr. Charlton echada boca abajo, y como sus manos le subían su corta falda dejando sus bragas cubriendo su espléndido trasero al descubierto para recibir una azotaina, al tiempo que una enorme angustia, como vergüenza pues ella sentía como el elástico de las perneras de sus braguitas, la molestaban al tener el culo dolorido e inflamado, y que las marcas del cinturón de su padre tras la azotaina dentro del ascensor, debían ser claramente visibles. Con esos pensamientos en su mente, así como el intenso fuego que irradiaba su trasero, pudo sentir como el fondillo de sus braguitas se humedecían, sintiendo la ansiada necesidad de llevarse su mano derecha a su entrepierna, pero la vergüenza de hacerlo ante Vanessa y Yuni Lee, la paralizaron dejándola con unas ganas locas de tocarse de manera intima, tras lo cual decidió pensar en otra cosa y se dio la vuelta para mirar hacia ellas.
      Marie se volvió hacia su compañera Vanessa para mirarla, sorprendiéndola con la mano derecha metida bajo sus braguitas, la muy cochina, se había bajado el pantalón del pijama a medio muslo e introducido su mano derecha moviéndola en su entrepierna, con los ojos cerrados y suspirando de placer.  A su lado Yuni Lee la observaba, quedándose paralizada por la vergüenza al ver como Marie miraba hacia ellas, pues Yuni Lee se había limitado a imitar a Vanessa, pero moviendo su mano en su entrepierna por encima del pijama.  Al quedarse paralizada, Yuni Lee retiro su mano intentando ser disimulada, pero la humedad del fondillo de sus braguitas había traspasado el fondillo del pijama, apareciendo una mancha en tono más oscuro, claramente de la humedad.
(Marie)  -. Seréis cochinas! Al menos podíais meteros en la cama para tocaros desvergonzadas!!!  Es que no os duele el culo?  Cualquiera diría que deseáis que os vuelvan a vapulear…
(Vanessa)  -. Jodeer!  Buuff… no te imaginas las ganas que tenia de hacerlo… Nunca lo había hecho teniendo mi culo ardiéndome así… y de fondo escuchando como alguna chica está siendo castigada, estando en la misma casa que yo… Y… el solo imaginarme que me pueden dar otra azotaina en cualquier momento, es un subidón de adrenalina que no veas… además estando junto a vosotras, solo de imaginar lo colorado que tenéis que tener el culo las dos, guauuu… es la hostia!!!
     En ese instante Marie se bajó el pantalón del pijama, y con él, al mismo tiempo sus bragas a las rodillas. Acercándose lentamente hacia Vanessa, mientras la mano izquierda se acariciaba el culo dolorido, y con la derecha se acariciaba su entrepierna con el dedo anular, destacando su movimiento circular sobre los labios superiores del sexo, el cual mantenía abierto con el dedo índice. Yuni Lee al ver a su hermana, la imito bajándose el pantalón del pijama y después hizo lo propio con sus braguitas. Las tres se fundieron en un cálido contacto de sus cuerpos, la mano izquierda de Marie  acariciaba el culo ardiente de Vanessa, mientras la derecha seguía acariciándose, suspirando de placer… Vanessa al contrario, con la mano izquierda  acariciaba el culo ardiente a Yuni Lee, así su mano derecha se acariciaba su entrepierna,  mientras Yuni Lee acariciaba con su mano izquierda el culo a Marie, las tres se fundieron en una serie de orgasmos que las dejo desmadejadas, acabando echadas en una de las camas las tres abrazadas, quedándose dormidas agotadas, hasta media noche que alarmada se despertó Marie, despertando a Yuni Lee como a Vanessa yendo cada una a sus camas. No porque desearan separarse de estar acurrucadas, si no, por las graves consecuencias que podrían verse, de ser sorprendidas desnudas de cintura para abajo, y en la misma cama.

       
     Se las escuchaba gemir mientras dormían, sobre todo cuando sus molestias se acentuaban al llevar un cierto tiempo en una misma posición, sus gemidos eran producidos al cambiar de postura  o posición. Durante la noche  apenas habían podido dormir algo por el intenso dolor, pero el agotamiento al fin pudo con ellas, había resultado ser un día complejo al igual como complicado y sus molestias  no las dejaron apaciguar el sueño, recordaban como había transcurrido el día, así como el tener en sus mentes un pensamiento de confortabilidad,  las imágenes  de las últimas horas las tenían grabadas a fuego, pues así  sentían sus traseros, les ardía y escocía con un fuego intenso, así como un picor que no acababa de desaparecer, se podían acariciar sus inflamados traseros con suavidad por encima incluso de sus braguitas, aunque estás les molestaban, pero con el paso de las horas la inflamación se mantenía, resultándoles  muy complicado mantenerse en la misma postura, sus manos aunque buscaban mitigar aquel terrible escozor, ni tan solo rozando al acariciarse el culo inflamado podían hacerlo sin lanzar una exclamación de dolor, sin experimentar un dolor terrible para ellas con solo rozar con las yemas de sus dedos. Sus traseros  inflamados y el paso de las horas, sentían como sus cuerpos  ya no les obedecían, llegando hasta el punto que ya no soportaban la presión o roce mínimo del tejido de algodón de sus bragas, intentar frotarse el culo o acariciárselo, resultaba muy doloroso para cualquiera de ellas, el sobarse el culo por encima de sus bragas al pasar sus manos, acababa resultando muy molesto al mínimo roce de la piel, aun manteniendo puestas sus  propias braguitas, ya no sentían alivio alguno al sobarse el culo, ni el intenso picor desaparecía, y si lo hacía, solo era por unos segundos. 
       Les costó bastante poder dormirse, de niñas Yuni Lee y Marie solían hablar estando en su habitación hasta quedarse dormidas, pero esa noche a pesar de llevar unos días sin haberse podido ver, y sus ganas de contarse sus cosas, las mantuvo el silencio, era difícil hablar cuando se encontraban aun sollozando al acostarse, sus traseros les dolían  a cualquiera de ellas, por lo que el hablar no las hubiera confortado, a pesar de sus mutuas caricias llegando las tres a un intenso orgasmo.
      Al conciliar el sueño se quedaron dormidas, y aunque estuvieran muy adoloridas,  en sus sueños seguramente serian dulces y agradables como en un cuento feliz.   Recreándose muy posiblemente en  cómo habían vivido y experimentado el día.   Aunque entre ellas no  habían tenido tiempo para haber comentado, aparte de unas frases,  por  su estado lógico de ánimo tras haber sido castigadas, así como tampoco sacado el tema entre ellas, sus molestias se acentuaban aun estando echadas boca abajo, habían recibido un severo correctivo, pero tras la azotaina a pesar del dolor sabían que habían hecho mal, el Sr. “C” o “Charlton” las había castigado con estricta severidad, tal  y como requería su falta, cualquiera de las tres muchachas después de ver a las gemelas, se habían dado cuenta de la gravedad de su error, habían actuado de buena fe, aunque su investigación no la habían planteado de manera correcta o profesional, dándose cuenta de su terrible error, pero se habían equivocado debiendo reconocer que habían ido demasiado lejos, comprendiendo que su azotaina, aunque había resultado  dolorosa en extremo, reconocían que habían sido  castigadas de manera justa.
     Durmiendo se las escuchaba gemir cuando, en sueños trataban de moverse. Las tres  dormían boca bajo, a veces se las podía ver colocarse de costado, pero solo unos minutos después, el intentar moverse no resultaba agradable por su estado  y  gemían de dolor, aunque en su profundo sueño no se despertaban.  Sus parpados se agitaban nerviosos y temblorosos como si quisieran abrirse en cualquier momento, pero solamente  estaban soñando, debiendo ser un sueño con algo agradable, pues mientras dormían mantenían  una leve sonrisa, que  podía verse en la comisura de sus labios, fuera lo que fuera, no era una pesadilla para ninguna de  ellas.  Marie dormía en la cama más cercana a la puerta, entre cama y cama las separaba una pequeña mesita de noche, con una lámpara en cada una, siendo la cama de Vanessa la que estaba más alejada y bajo la única ventana de la habitación. Vanessa dormía destapada como Marie y Yuni Lee, al acostarse la cama estaba fría, pero a los pocos minutos la sabana y manta pesaba demasiado para ellas, no porque fueran pesadas, si no, porque dormían boca abajo y el peso aunque fuese ligero, para sus traseros inflamados y doloridos no resultaba nada ligera aquella presión.  Minutos después de retirarse la manta, Vanessa se bajó el pantalón del pijama, pues incluso el ligero pantalón del pijama le resultaba molesto, echada boca abajo se acariciaba el culo por encima de sus braguitas blancas de algodón con florecillas  azules, mientras mantenía esa caricia sus braguitas no la molestaban en exceso, pero cada vez que movía sus caderas al lograr dormirse, se volvía a despertarse por el picor, así como el ardor intenso en su trasero. Poco después se bajaba las bragas  a medio muslo, consiguiendo por fin conciliar el sueño.
      Yuni Lee dormía en la cama del centro, quiso dormir al lado de su hermana Marie. Ellas dos dormían destapadas de cintura para abajo, pero conservaban puesto el pijama. En casa de sus padres dormir después de ser castigada con el trasero al aire, significaba que en medio de la noche su madre pudiera entrar y sorprenderlas, ello les costaba una nueva azotaina. Por lo que habían aprendido a dormir conservando puestas sus bragas, aunque en casa no utilizaban pijama, si no, un camisón. Pero aun así no quisieron arriesgarse a ser despertadas con un sobresalto y acabar sobre las rodillas de su madre.  No conocían a la Sra. Myers pero sabían por lo escuchado que había estado en un internado para señoritas, junto a la Sra. Ingrid Adams, y a ella sí que la conocían, sabían que si las sorprendía teniendo el fondillo de sus braguitas mojadas, ello significaba ir a la sala de supervisores, lo que representaba acabar con el culo bien colorado y bien caliente tras  recibir una azotaina.
     Tanto Marie como Yuni Lee trataron de persuadir a Vanessa que no se bajase las bragas, pero ella no creyó que fuera a suceder nada, y a pesar de sus ruegos, no les hizo caso alguno. Pero durante la noche no sucedió nada en absoluto, por lo que al entrar luz por las rejas de la persiana de la ventana, tanto Yuni Lee y Marie imitaron a Vanessa bajándose los pijamas y con él, sus braguitas. Quedándose dormidas a los pocos minutos.

     Marie  al despertarse podía ver a su amiga Vanessa y Yuni Lee echadas en sus camas, al igual que ella misma estaban echadas boca abajo,  habían podido dormir al haberse bajado sus pijamas, así como sus bragas. Al parecer no era ella la única a la que le molestaban  para dormir, al acostarse la noche anterior se había destapado de las sabanas, así como de la manta, su peso sobre ella le resultaba doloroso.  Por fortuna sus temores no se habían hecho realidad, aunque  ya debía ser la hora de levantarse e irse de aquella casa por el momento. Aún no había querido hablarles  a Vanessa o ha Yuni Lee lo que le había comunicado el Sr. Fiscal General, esperaba un mejor momento, o estar reunidas todas en su despacho para hacerlo, no iba a ser fácil decirles que iban vivir en la mansión del Fiscal General y estar bajo la tutela de la Sra. Myers, algo que no le gustaba nada en absoluto, aunque tenía cierta nostalgia al recordar un libro que había leído, donde una institutriz se encargaba de la educación de las chicas, castigándolas a la mínima falta, y la Sra. Myers le recordaba a una severa institutriz.
    Marie ensimismada en sus pensamientos, pensando de qué manera seria mejor hablarles, en cómo iba a hacer para darles a sus chicas la noticia, ya que confiaban en ella y no las había sabido defender  como su  delegada, por su error habían sido castigadas justamente, aunque ella  era quien debía de haber sido castigada y no ellas, pero comprendía que a ojos de su Padre y el mismo Fiscal General, eran culpables todas ellas por no haber obrado como debían haberlo hecho, estando bajo su cargo todas ellas. La puerta de la habitación se abrió inesperadamente entrando una de las gemelas, Keith. Cuando las vio destapadas y con sus traseros al aire con las bragas bajadas…
(Keith)  -. Sra. Myers venga!!! Rápido!!! Mírelas como están esas chicas, duermen con el culo al aire…
     La Sra. Myers apareció al instante en el umbral de la puerta, las miro con una severa mirada que a las tres les helo la sangre de temor, sobre todo Yuni lee y Marie estaban paralizadas del terror. No podía resultar nada bueno su presencia, Marie miraba a Keith con los ojos de ira, había sido esa gemela la que había alertado a la Sra. Myers, ello solo significaba que iban a recibir una azotaina por estar en la cama destapadas y con sus bragas bajadas.
(Sra. Myers)  -.  Esas no son maneras de estar acostadas unas señoritas!!!  No os da vergüenza permanecer destapadas así?  Estar de esa manera con los culos al aire, desvergonzadas!!! Levantaros de las camas y arreglaros para bajar a desayunar. Podéis vestiros con ropa limpia, ahí sobre la cómoda la hallareis, así como vuestros uniformes para ir a la oficina. Hoy vais a tener suerte, no estáis bajo mi cargo, aun… de haberlo estado, habríais dormido bien calentitas, ya he visto esta mañana como dormíais las tres con el culo al aire y con las bragas bajadas, cuando he dejado vuestras ropas. Pero aunque en este momento no tengo autoridad sobre vosotras, por ese motivo tenéis suerte  y no me ocupe de vosotras, podéis estar bien seguras que os ajustare las cuentas dentro de poco, ahora  lavaros, luego vestiros las tres… Rápido!!! El Sr. Fiscal las aguarda en el salón y no le gusta que le hagan esperar.
     La Sra. Myers se retiró cerrando la puerta dejando a las chicas en sus camas, llevándose con ella a Keith. Al cerrarse la puerta pudieron escuchar como sus pasos se alejaban por el pasillo. Mientras Marie y Vanessa se levantaron de sus camas, con mucho cuidado de no apoyar sus traseros sobre la cama, o no apoyarlos demasiado tiempo.
(Marie)  -. Yuni cómo estás? Has podido dormir algo.
(Yuni Lee)  -. Bueno…Bien… Ese Sr. “C” sabe cómo tratar a una chica, ufff no veas como arrea el condenado, pero… Si no fuera por cómo me duele el culo, ahora mismo haría cualquier cosa para estar sobre sus rodillas de nuevo, acabo de subirme las bragas y ya las tengo mojadas solo de pensarlo.
(Marie)  -. No has cambiado nada, renacuaja… siempre serás la misma, piensas con el culo en vez de con la cabeza.  Pero tienes razón de eso, el Sr. Charlton sabe cómo calentarnos el culo, a mí me dio una azotaina en sus rodillas sobre mis bragas sin bajármelas, los primeros azotes los disfrute, pero papa me dio una buena con el cinturón en el ascensor, después de darte a ti pequeñaja, y me dolía el culo demasiado para disfrutar bien, tiene guasa la cosa, nunca me habían dado una azotaina en un ascensor… Como te decía renacuaja, la azotaina del Sr. Charlton la disfrute mientras pude, pero luego me dolió de lo lindo la y el bajarme las bragas o no lo hiciera, dolía igual que si lo hubiera hecho y me las hubiera bajado dándome la azotaina en el culo desnudo. Después me dio otra buena azotaina  con el cinturón y me hizo que viera las estrellas…
(Yuni Lee)  -. A mi si me bajo las bragas, me dio una azotaina con la mano y luego el cepillo de madera…. Y a ti Vanessa cómo fue?
(Vanessa)  -. Azotaina con la mano y las bragas bajadas, luego cepillo también…yo si disfrute la azotaina con la mano, fue súper… que una persona desconocida y  que no conocía de nada, me colocase sobre sus rodillas y me bajase las bragas, casi me corro cuando me las bajo hasta mis rodillas, y al poco de comenzar a zurrarme me fui como nunca, pero “BUUUFFF!” que pesada tiene la mano el condenado, luego dolía una barbaridad, su mano parecía ser de granito al azotarme.
(Marie)  -. Por el bien de vosotras espero que no probéis el cinturón. El de mi padre o del Sr. Adams es  pesado y duele como mil demonios, lo conocéis muy bien las dos, pero el del Sr. Charlton es terrible, duele y te abrasa como el doble.  Aun lo siento como me abrasa el culo…  mejor será que nos arreglemos, o esa bruja aparecerá de nuevo, nos tiene ganas de verdad, es mejor que no le demos motivos, aunque solo sea por el momento, debe ser única dándonos una buena azotaina, pero ahora mismo no me apetece nada ganarme una azotaina.  O sea que será mejor no provocarla, bastante duro va a resultar trabajar hoy con el culo tan dolorido e inflamado como los tenemos las tres.
(Vanessa)   -. Lo que no comprendo es porque ha dicho que por el momento no tiene autoridad sobre nosotras, pero que ya nos ajustara las cuentas… Es como si esperase ocuparse de nosotras en el futuro… Me hace pensar…
(Marie)  -. Si parece raro…Si…
    Se tomaron el tiempo justo y necesario para asearse, al volver a la habitación encontraron bragas limpias y su ropa lavada en la cómoda.   Se cambiaron de braguitas con algunos problemas para ponérselas, quitárselas resulto fácil solamente dejándolas caer al suelo,  pero meter sus pies por las perneras y subírselas fue horrible, pero no se las veía amargadas o apesadumbradas por el estado lamentable de sus traseros, entre ellas se sorprendían  acariciándose el culo a la más mínima oportunidad, mirándose entre ellas con sonrisas picaras y con complicidad en sus rostros. Se acabaron de vestir con sus uniformes de la agencia, al igual que se miraban en el espejo una vez vestidas, sobre todo levantándose la falda y verse el trasero con sus bragas, que resulto para su sorpresa que eran similares a las que se habían cambiado, les gustaba verse una a la otra permaneciendo delante del espejo y mirándose si sus bragas las llevaban bien colocadas, al mirárselas no lo hacían por estar guapas o atractivas, se miraban para verse lo inflamado que lo tenían o bajárselas para verse el culo aun marcado.  En breve estuvieron listas para bajar a desayunar  dejando de mirarse y  bajando a desayunar al salón. Mientras caminaban por el pasillo hacia las escaleras, de haber estado alguien observándolas, las habrían visto como caminaban con lentitud, y como sus manos no paraban de alisar el trasero de sus cortas faldas, o verles la parte baja de sus braguitas al andar, así como menear sus caderas de un lado a otro a cada paso que daban, se las podía ver como andaban doloridas, pues a cada paso que daban, aunque no eran pasos normales, se las veía que el culo les debía de doler de lo lindo a las tres.
       Al entrar al salón se encontraron con la sorpresa de ver a otras chicas sentadas a la mesa, en uno de los extremos sentado  el Sr. Charlton, y sirviendo la mesa las gemelas Keith y Lauren Riggs, y una señora de unos cincuenta y cinco años que las supervisaba e indicaba que debían servir. Se encontraron en el dilema de no saber dónde debían colocarse o que sillas estaban destinadas para ellas.  La señora avanzo hacia ellas al verlas entrar…
(Lady Margaret)   -. Buenos días señoritas, soy la Institutriz de las hijas del Sr. Fiscal, Lady Margaret y supervisora cuando la Sra. Myers está ocupada, podéis tomar asiento en esas sillas al lado derecho de la mesa, justo enfrente de las hijas del Sr. Fiscal.
     Las tres pasaron por delante de la mesa siguiendo a Lady Margaret, pasando por detrás del Sr. Charlton bordeando la mesa, hasta que la señora se detuvo. Vanessa, Marie y Yuni Lee tomaron asiento en sus respectivas sillas, descubriendo al sentarse que el asiento de sus sillas era de madera, al contrario que las de las hijas o el resto de sillas que eran acolchadas, al sentarse sintieron en sus traseros el contacto con la fría madera,  sus cortas faldas de vuelo se alzaron al tomar asiento, sentándose en el rígido y duro asiento en contacto con sus braguitas. Las tres hicieron claros gestos de dolor al apoyar sus traseros, aunque por vergüenza trataron de disimular, pero sus rostros contraídos por las molestias hablaban por si solos.

   Pocos minutos después apareció el Fiscal General en el salón, iba en camisa y pantalón tejano, dando una vuelta alrededor de la mesa, saludando con un beso a cuatro de las chicas que estaban sentadas, con edades entre los veinticuatro, veintitrés, veinte y dieciocho años.
(Fiscal General)  -. Buenos días mis pequeñas… Habéis dormido bien, no escuche regañaros a vuestra madre  anoche.  Ayer no tuvo que ocuparse de vosotras, parece que al final habéis aprendido la lección, es lo que ocurre si no respetáis los horarios, si os dice vuestra madre que a las siete debéis estar de vuelta en casa, es a las siete en casa!!!   No a las diez de la noche!!!  Habéis visto que tenemos chicas nuevas en la casa?  Tenemos  a Yuni y Marie Miller, Vanessa Rodríguez.     Estas cuatro damiselas son mis hijas, Montse, Carol, Elisabeth, y la pequeña Patty. Ah!  Mi esposa Jessica, que no tardara en unirse a nosotros. La Sra. Myers me ha informado  de cierto comportamiento, la verdad es que no suelo entrometerme en cómo se duerma en esta casa, pero sois señoritas y espero que el decoro y la buena educación al estar invitadas en esta casa, sea el mínimo exigido,  por esta vez lo he pasado por alto al desconocer las normas básicas, pero no habrá próxima vez, espero que no vuelva a repetirse  esa situación tan desagradable. Si, os molestan vuestras braguitas al dormir, eso teníais que haberlo pensado antes de portaros de manera indebida, que no vuelva a repetirse en lo sucesivo.   Pero no deseo hablar de eso en este momento, la Sra. Myers me ha informado que en  una habitación, la ha encontrado desordenada y  con la ropa tirada por el suelo. Si algo me disgusta es el desorden, la disciplina es necesaria para corregir ciertos comportamientos, por lo que una vez informado de esa situación, he revisado yo mismo otras habitaciones antes de bajar al salón, me he encontrado una más, también con desorden aunque no era algo a destacar, no está bien dar trabajo extra a la Sra. Myers, ya tiene muchas responsabilidades como para darle el trabajo de arreglar lo que otras han dejado en desorden. Lauren y Keith, venid las dos aquí! .- Las dos chicas dejaron las bandejas con pastas para el desayuno sobre el carro de servir, y con sus rostros sobre cogidos fueron hacia el Fiscal General con paso lento, se acariciaban el trasero con las dos manos por encima de sus faldas tableadas de color negro, y estiraban hacia abajo el dobladillo de sus cortas faldas, llevaban su uniforme de servir, calcetines blancos, unos zapatos tipo Merceditas abrochados con una correílla en el empeine de sus pies, sin apenas tacón, falda tableada negra, blusa azul marino y un delantal blanco con los ribetes de puntilla fina, en su cabello para sujetarles el pelo, una cofia blanca. -. Que tenéis que decir vosotras dos? Ya es la tercera vez en lo que va de mes, que dejáis vuestra habitación hecha una leonera, toda desordenada y con vuestra ropa tirada por el suelo. Es que no vais aprender la lección nunca?  Ven aquí Lauren! Tu serás la primera…
     Lauren se le acerco despacio apenas el metro y medio de distancia, cuando el Fiscal General la tuvo a su lado la agarro del lóbulo de su oreja izquierda, tirando de ella la llevo hasta el sofá que estaba situado al fondo del salón, tomo asiento y tirándole de la oreja, hizo que la chica se tumbase sobre su regazo, la acomodo sobre sus rodillas para luego levantarle la falda, llevaba puestas unas bragas blancas de algodón con dibujos de arbustos en relieve verde, lo que hacía que resaltaran sobre su braguita, la cual le fue bajada en el acto a medio muslo dejando su trasero a la vista al resto de chicas, la azotaina comenzó al instante. Marie pudo ver que lo que había escuchado del Fiscal General no era totalmente cierto, pues si, tenía al Sr. Charlton para aplicar disciplina, pero también el mismo la aplicaba si era  necesario, y por lo que podía ver como la gemela Lauren Riggs se retorcía sobre sus rodillas, la azotaina que le estaba propinando era con la suficiente contundencia, para comportarse como era debido.   Cuando libero a la gemela, esta se incorporó con lágrimas en sus ojos y se subió las bragas. Luego fue Keith después de acercarse mientras el Sr. Fiscal daba una azotaina a su hermana. Una vez a su lado,  fue colocada sobre sus rodillas, de igual manera que a su hermana, le levanto la falda y le bajo sus bragas, ella las llevaba blancas de algodón con dibujos de arbolitos en verde. Enseguida su amoratado trasero volvía a ponerse colorado, contrastando con su azulado trasero por la azotaina recibida la tarde anterior. Al liberarla se subió las bragas como su hermana encaminándose al igual que Lauren a recoger de nuevo sus bandejas, al dirigirse hacia ella, las chicas pudieron ver como meneaba el culo de lado a lado, mientras se lo sobaba  con las dos  manos frotándose y sujetándose la parte baja del culo.
(Fiscal General)  -. Sabéis que es lo que más me molesta? En cada una de las habitaciones hay un cesto de mimbre blanco, en el cual dispone de un letrero que indica “Ropa a lavar” al cual está destinada la ropa sucia, y una de vosotras ha dejado sus bragas tiradas en el suelo, si estuviera junto al cesto de mimbre, diría que se le ha caído fuera y no se ha dado cuenta, lo que puede suceder a cualquiera, pero la chica descuidada las dejado tirada al lado de su cama, en donde debe de habérselas quitado y las ha dejado en el suelo.  He preguntado a la Sra. Myers quien duerme en esa habitación.  La respuesta que me ha dado, me ha sorprendido en extremo, pues jamás me hubiera imaginado de ella, un descuido como este.  Pero aunque me haya sorprendido en extremo, no puedo dejarlo pasar por alto, si castigo a dos chicas por ser desordenadas, he de castigarla también a ella, aunque sea su primera falta en esta casa, me estoy refiriendo a usted Srta. Lady Margaret, por lo visto ha dejado tirada sus bragas en su habitación, y como consta en su contrato debe ser castigada por ello.
     Lady Margaret sonrojada por la vergüenza se acercó hacia el señor Fiscal General…
(Lady Margaret)  -. Sr. Fiscal… Le aseguro que no comprendo que broma es esta! Ya que eso es completamente imposible que haya podido suceder, yo soy muy meticulosa con mis cosas, y sobre todo con mi ropa íntima, debe haber un error Sr. Fiscal…
(Sr. Fiscal)  -. Srta. Lady Margaret… me está usted llamando bromista y embustero, cree que yo bromearía con algo así, usted es la que mejor conoce la disciplina en esta casa, porque es la encargada de disciplinar a mis hijas como institutriz de ellas, al igual que la responsable de que ellas sean más aplicadas en su comportamiento. Sus bragas Srta. Lady Margaret, las he recogido yo mismo del suelo y depositadas en el cesto indicado.
(Lady Margaret)  -. Yo jamás me atrevería a llamarle a usted embustero o bromista, pero estoy completamente segura de que esa acusación es infundada, y una dama no habla entre caballeros de sus prendas íntimas, me molesta en extremo que usted se dirija a las prendas de mi intimidad de esa manera, tengo una edad suficiente para que se tenga en cuenta el no hablar de esos temas con caballeros y unas chicas en la adolescencia.
(Sr. Fiscal)   -. Me está usted incomodando Srta. Lady Margaret, tiene alguna prueba que pueda aportar para que un hecho de esta índole, sea una acusación infundada? Puede demostrar que las bragas de seda blancas con encaje no sean de usted? Ninguna de mis hijas las usan de seda, la Sra. Myers dudo que se pueda permitir lencería tan fina con su sueldo, y mi esposa le garantizo que aunque usa bragas de seda, no le consiento llevar ropa interior con transparencias, por lo cual la única que podría utilizar lencería tan fina es usted. Tenía pensado que el Sr. Charlton se la llevase al despacho para aplicarle un correctivo mínimo, pues teniendo en cuenta que es su primera falta en esta casa, en los años que lleva en ella. pero el responderme ante mis hijas de esa forma, como faltar a mi moralidad por hablar de sus prendas íntimas, encuentro que eso es de una gravedad sin precedentes y que no voy a tolerar, así que ya se está quitando esa falda y prepárese para ser castigada en el acto.     Charlton amigo mío, lo que necesitas está en el primer cajón de mi mesa, en mi despacho.
      La institutriz se había quedado sin palabras, en su rostro se le podía ver la rojez de sus mejillas de la vergüenza,  a sus cincuenta y cinco años había sido reprendida, e iba a ser castigada ante sus pupilas a las que había dado azotainas cuando se habían portado mal, y ahora ella se veía en su situación.   Tenía plena certeza que había sido acusada sin existir motivo alguno para ello, pues ella sabía perfectamente que no podía ser cierta aquella acusación, y estaba segura que alguna de las chicas las debía haber dejado de manera expresa, para que ella fuera acusada, una de las hijas debía de tenerle rencor, tenía la certeza que debía de ser  Montse la hija mayor.  Pues tan solo hacía unos días fue castigada por su padre, al ser delatada por ella, al sorprenderla en los jardines abrazada y besando a un chico, como era una causa grave, en vez de castigarla ella misma, la llevo al despacho de su padre el Sr. Fiscal  y le conto lo que estaba haciendo con un chico, escondidos tras unos arbustos explicándole como la había encontrado,  echada sobre la hierba y con las bragas a medio bajar a la altura de sus rodillas, mientras el chico tenía su mano tocándola el sexo.  La azotaina que recibió Montse con el cinturón fue muy severa, estando varios días no pudiendo ponerse una falda por las marcas que le habían quedado en sus muslos.   
     Lady Margaret se mantenía en pie ante el Sr. Fiscal General, mientras este la observaba claramente disgustado.  Ella desviaba su miraba al suelo pensativa, en su mente solo rondaba la imagen de como Montse había podido ser tan vengativa, pues solo ella la había podido meter en esos problemas, no llegaba a considerar otra opción posible, y en un momento dado, se armó de valor para darse la vuelta y mirar a Montse.  Al verla como la miraba con lastima, y con lágrimas en sus pupilas, pensó en el cinismo de la joven. Desviando su mirada hacia sus hermanas las vio igual de preocupadas por lo que iba a suceder a su Institutriz, excepto en el rostro de Carol que mostraba una sonrisa socarrona y maléfica clavando sus ojos negros en Lady Margaret.
    Estaba en sus pensamientos cuando el Sr. Charlton regreso del despacho, llevando en su mano derecha un viejo cepillo de madera, por lo oscura que era la superficie plana del cepillo, claramente podría ser de madera de fresno, pero en este caso, era de otro tipo de madera por los numerosos nudos que se dibujaban ante una buena capa de barniz, claramente debía de ser cerezo, resultando menos pesado que el fresno, pero en cambio al tener su base plana más delgada, resultaba lo suficientemente aterrador.  El portador de semejante instrumento hizo que al pasar por detrás de las detectives Vanessa, Marie, Yuni Lee, estas se estremecieron de pavor por los hechos que se iban a desarrollar en breves momentos.  Sobre todo Vanessa tembló de miedo al sentir la presión de la mano del Sr. Charlton en su hombro derecho, haciéndola volverse hacia él, y más cuando con la mano izquierda le indicaba que se levantara de su silla.  Temerosa obedeció en silencio poniéndose en pie y quedándose a la derecha del Sr. Charlton.  Al dejar la silla libre Vanessa se aliso el ondulado de su falda desde la cintura, hasta el borde del dobladillo estirándolo hacia abajo.  En ese instante su silla fue volteada y colocada apenas a dos metros de la mesa, donde la Institutriz estaba en pie inmóvil observando como el Sr. Charlton tomaba asiento.
       Lady Margaret vestía un conjunto compuesto por una blusa blanca de manga larga, en el cuello portaba un precioso pañuelo anudado de color turquesa de seda, el cual hacia resaltar su precioso cabello rubio alisado el cual descendía por su hombros a media espalda, llevaba una falda negra de tubo que la cubría por debajo de las rodillas, y ceñía su cintura y caderas, moldeando sus muslos, la cual destacaba claramente su cuerpo esbelto, todo su conjunto destacaba su rostro dulce de ojos azules, una mujer que a cualquiera mostraba su candidez y hacia confiar en ella al instante. Su dulzura en su descompuesto rostro por lo que la iba a suceder, hacía que sus pupilas brillaran a punto de brotar sus lágrimas, sus mejillas sonrosadas de la vergüenza que sentía en esos momentos, conocía al Sr. Fiscal General y nada iba a hacerle cambiar de actitud.  Viendo a su derecha al corpulento Sr. Charlton sentado en la silla, y con aquel horrible cepillo en su mano derecha apoyado sobre su muslo derecho, se percató que había llegado el momento trágico, debía quitarse la falda antes de que volviera a ser regañada, lo cual solamente habría empeorado su situación.
       Llevando sus manos a su espalda y soltó el corchete clásico  en la cintura, procediendo a bajarse la cremallera de unos veinte centímetros justo en donde marcaba su inicio el espléndido trasero, bajándose la falda dejándola caer a sus pies, agachándose y ponerse en cuclillas para recogerla del suelo, la doblo entregándosela a Vanessa, que se mantenía detrás de ella.  Cubriéndose la entrepierna con sus manos, se quedó de cintura para abajo únicamente en bragas negras de talle alto de encaje de seda, y unas medias negras sujetas con unas ligas mismo color.
      Su mirada observaba al Sr. Fiscal General como si le estuviera rogando que acabase aquella situación, se sentía terriblemente avergonzada de mantenerse en pie desnuda, deseaba que aquello acabase cuanto antes, pues su vergüenza de estar en bragas la hacía sentirse intimidada ante dos hombres, sobre todo por el motivo el cual se encontraba semi-desnuda, para nada menos que ser castigada en el culo como una veinteañera a sus cincuenta y cinco años de edad.
(Sr. Fiscal)   -. Srta. Lady Margaret quiere hacer el favor de retirar esas manos de su entrepierna, y colocarlas en sus caderas.  Va a ser usted disciplinada por su indiscreción, por lo tanto no voy a consentir de ningún modo, que pueda cubrirse sus vergüenzas, ello hará que en el futuro sea más atenta a sus obligaciones, al igual que mostrar una conducta digna e intachable en una educadora como usted.  Jamás hubiera podido imaginar que toda una señorita educada como usted, pudiera tener dicho comportamiento, y mucho menos que me viera en la obligación de hacerla aplicarle una disciplina, que debía de ser usted quien se ocupase de disciplinar y no ser la disciplinada.   Por lo tanto, usted mejor que cualquier otra persona, ha sido aleccionada de la importancia que tiene que una muchacha, el pasar la consabida vergüenza hará que su castigo sea harto más efectivo, que el recibir un correctivo, y consentir que este, el menos tiempo posible mostrando la calidez de su desnudez.   Si usted no se hubiera mostrado del modo de clara rebeldía hacia mi persona, claramente faltándome al respeto, su error cometido habría sido castigada en sus aposentos, o en mi despacho reservándole el derecho de ser disciplinada de forma que se respetara su intimidad, y que solamente usted fuera la que tuviera que ser informada, de manera que nadie más lo hubiera sabido.   Pero dados los hechos acontecidos,  y las acusaciones a mi persona de estar cometiendo un error, cuando dicho error solamente hay una culpable, la cual usted ha cometido al dejar sus bragas tiradas en el suelo de la habitación, es posible que haya olvidado el recogerlas y depositarlas en el cesto, una falta de claro desorden en su habitación, pero los errores se pueden dar.   Pero acusarme a mí de cometer un error, de haber hechos infundados y sus últimas palabras de insinuar que miento.   Solamente puede ser disciplinada de una forma, y esa no es otra, que su castigo sea ante testigos.- Lady Margaret estaba muy avergonzada al permanecer ante las chicas, las hijas del Sr. Fiscal General de la ciudad. Era la primera vez que la estaban viendo en ropa interior, aunque las bragas negras de talle alto de encaje negras de seda, asi como las perneras cubrían su trasero, pero el encaje transparentaba la blancura de sus nalgas, sus medias de igual color sujetas mediante unas ligas, se mantenían firmes a escasos centímetros de su entrepierna, lo cual dejaba encuadrado su trasero destacando entre el faldón de su blusa blanca que cubría escasamente la cinturilla de sus bragas, así como sus medias, y entre el faldón de la blusa, como sus medias negras destacaba claramente su trasero cubierto por las bragas.  Obligada a tener que colocar sus manos en sus caderas perpendiculares a su cuerpo, el Sr. Fiscal tenia plena visión de su entrepierna, dejando entrever entre sus bragas de encaje negro claramente su entrepierna depilada, pues no se apreciaba vello alguno, lo cual la hacía sentirse mucho más desnuda.  Aunque su deseo era que cuanto antes fuera colocada echada sobre las rodillas del Sr. Charlton, no deseaba el ser castigada en su trasero y menos con el cepillo de madera, ella misma había aplicado el cepillo a las chicas en más de una ocasión, y conocía bien lo doloroso que era, por cómo se debatían las chicas echadas boca abajo sobre sus rodillas, mientras ella se encargaba de calentarles el culo con el cepillo. No, no deseaba ser castigada.  Pero si deseaba dejar de mostrar su desnudez, y la única manera que contemplaba era ser echada boca abajo sobre el regazo, aunque ello significaría que la azotaina diera comienzo, temiendo ese instante que comenzaría a dolerle el culo, pero al menos estaría a cubierto la desnudez de mostrar su entrepierna, ante dos caballeros -. Puedo apreciar que está usted muy pensativa Srta. Lady Margaret, estoy seguro que debe de estar muy arrepentida de no haber pensado mejor sus palabras, puede estar segura que después de ser disciplinada como corresponde, tendrá tiempo para recapacitar su comportamiento, así como de disculparse.   Amigo Charlton no hagamos esperar más tiempo…
      Sorprendiendo a Lady Margaret, se vio a sí misma como su cuerpo era atraído hacia el Sr. Charlton, así como perder el equilibrio y verse caer como catapultada hacia él, acabando echada de bruces sobre sus rodillas, así como apoyando sus manos sobre el muslo izquierdo, sintiendo como el propio Sr. Charlton le retiraba sus manos, haciéndola apoyar su pecho sobre el muslo izquierdo, sintiendo como su estómago quedaba retenido sobre el muslo derecho, así como sus piernas quedaban flexionadas por las rodillas quedando suspendidas en el aire, sintiéndose a sí misma como su trasero quedaba claramente expuesto para ser castigada.  Al menos respiraba agitadamente pero relajada en cierta manera, la desnudez de su intimidad ya no estaba a las miradas, y el mostrar su trasero era claramente algo que consideraba que no iba a evitar.  Su cuerpo se tensó al notar que el cepillo había sido puesto sobre su espalda, y que la mano que lo sujetaba se había posado en su trasero expuesto, acariciándoselo trazando unos círculos sobre él, por encima de sus bragas.   Ante esas caricias en su expuesto trasero, sintiendo la extremada suavidad del contacto de aquella mano enorme, acariciándole todo su trasero, así como descender a sus muslos, sintiéndola subir entre ellos rozándole el fondillo de sus bragas, así como los dedos gruesos se ocultaban entre sus muslos, acariciándole sobre el fondillo de sus bragas, y como los dedos sobre la fina tela de seda, rozaba los labios de su sexo comprobando el Sr. Charlton claramente que notaba cierta humedad al presionar sobre el fondillo de las braguitas y que el sexo cubierto delataba a la Srta. Lady Margaret, la cual sentía cierta humedad.  Ante aquella invasión de su intimidad, Lady Margaret se retorció levemente sobre el regazo, para tratar de que aquellos perversos dedos dejaran de presionar su intimidad, avergonzada hasta sus orejas de haberlas podido ver, estaban rojas de la vergüenza que experimentaba, que de forma caprichosa, en contra de sus propios deseos de no delatarse a sí misma, de que aquellas caricias, así como el hecho de ser castigada en breve en cierta forma estaba excitada y deseosa de sentir el fuego producido por el cepillo en el culo.
    Aquella mano invasora en su entrepierna, con dulzura y suavidad acaricio osadamente el fondillo de sus bragas, subiendo lentamente a acariciar de nuevo sus nalgas, ahora Lady Margaret estaba en un estado de embriaguez sintiéndose transportada a un placer que hacía años no experimentaba de nuevo, desde su época en la academia para señoritas, donde se impartía una férrea disciplina.
     Aquella mano invasora acariciaba su trasero, haciéndola ronronear de placer, aunque todas y cada una de aquellas caricias solamente fueran en un breve espacio tiempo de unos segundos, un tiempo que se detuvo en un instante, cuando sintió que aquella mano enorme y pesada que le acariciaba su trasero tan suave y dulcemente, se había parado en la cinturilla de sus braguitas, justo debajo del faldón de su blusa blanca, sintiendo como aquellos dedos, se habían sumado los dedos de la mano izquierda, rebuscando la cinturilla elástica de sus bragas, y sintió como se introducían bajo el interior de su banda elástica, asi como los dedos estiraban de la cinturilla de sus bragas, así como sentir como se deslizaban sus braguitas por sus nalgas, y milésimas después como rozaban sus muslos, para su vergüenza le estaba bajando sus bragas dejando expuesto su redondo y precioso trasero desnudo, apareciendo la blancura oculta de sus nalgas. Lady Margaret se creyó morir de la vergüenza al mostrar la desnudez del trasero, pero su mayor vergüenza fue el sentir como a pesar de mantener juntos sus muslos, su sexo sentía la fría brisa al quedar expuesto, así como expuesta su excitación dada su humedad claramente visible en sus labios exteriores del sexo, que dada su postura y muslos prietos y juntos, los labios de su sexo se insinuaban abultados.
      Lady Margaret rompió a llorar de la vergüenza de verse desnuda, hacia años desde que le bajasen sus bragas por última vez para darle una azotaina. Fue durante sus estudios de capacitación de Institutriz, y la castigo la preceptora en su despacho con una vara, eso fue unos días antes de graduarse para Institutriz.   En aquellos años tenía a sus compañeras de la academia, que siempre la metían en problemas y así eran castigadas, ya entonces sus compañeras disfrutaban recibiendo una buena azotaina, bien cuando era administrada sobre las rodillas, o inclinadas sobre la mesa y con las bragas bajadas, Margaret por si misma jamás había tenido el valor necesario para meterse en problemas, por ello desde su graduación no había vuelto a ser castigada en ninguna de las casas donde había trabajado, aunque en la mayoría de aquellas casas la disciplina a las mujeres estaba a la luz del día, así como el fuerte carácter de los señores, que no dudaban en aplicar disciplina al servicio femenino, o esposa e hijas, en cambio con los varones no sucedía nada, si era del servicio, se le despedía o se le confiscaban sus bienes, en casos tenían que trabajar sin cobrar su sueldo. A las mujeres se les ponía la misma pena, trabajar sin cobrar  el sueldo y además ser castigada con una severa azotaina. Lady Margaret nunca volvió a ser disciplinada en ninguna de las casas, siempre era muy cauta con sus obligaciones y no cometía ningún error. No era porque no sintiera el deseo de ser castigada, porque todos los días en la intimidad de su habitación se dormía acabando con el fondillo de sus bragas empapadas de fluidos, pues sentía la necesidad de tocarse de manera intima para darse placer, en los últimos cuatro años al servicio del Sr. Fiscal  solía dejar sus bragas impregnadas de sus fluidos en el cesto de mimbre, con la esperanza de que como cuando era adolescente, revisaran su ropa más íntima y la encontraran. Pero en esos cuatro años, no había sucedido nada al respecto. La Sra. Myers era la encargada de llevar a la lavandería, pero jamás molesto Lady Margaret a pesar de que hubiera descubierto ese desliz, Lady Margaret apesadumbrada de no conseguir su deseo más íntimo, solamente le quedaba fantasear en su intimidad.  Pues no tenía el valor suficiente para cometer un error, aunque lo deseaba.   Por ello era imposible que ella hubiera dejado sus bragas olvidadas en su habitación, tiradas en el suelo.  Era una causa fácil para conseguir ser castigada, y ella lo sabía perfectamente. Pero era incapaz de reunir el suficiente valor para dejarlas, algo que hubiera sido muy sencillo, pero en su cobardía no tenia precedentes.
    En innumerables ocasiones ella misma había colocado sobre sus rodillas a las hijas del Sr. Fiscal, justamente por ese motivo de dejar tiradas sus braguitas, las había castigado dándoles una severa azotaina a pesar de que rompieran a llorar cuando el culo les abrasaba, las seguía dando la azotaina hasta que ella consideraba que el castigo había sido justo. Dejando a la chica llorando a mares y con el culo más colorado que un tomate maduro, y no satisfecha la obligaba a permanecer sentada durante horas en una silla con una moqueta de púas de goma endurecidas bajo sus traseros doloridos, que resultaba un suplicio para las chicas.
    Ahora era ella la que se encontraba boca abajo echada sobre las rodillas, y con sus bragas bajadas hasta sus rodillas, la azotaina que iba a recibir era inminente, y por primera vez en años anhelaba que comenzase a arderle el trasero, aunque su cobardía, así como su vergüenza resulto superior a sus fuerzas,  llorando desconsolada con lágrimas que descendían por sus mejillas avergonzada.
    El Sr. Charlton no dudo en recoger el cepillo con su mano derecha, el que hubiera dejado sobre la espalda de la Institutriz, empuñándolo con la mano derecha con fuerza, comenzó la azotaina a la mujer. Aunque su trasero automáticamente comenzara a arderle intensamente al recibir los primeros treinta azotes, fuertes y sin pausa alguna, sentía como sus nalgas le abrasaban cada vez más y más, sus lágrimas descendían por sus mejillas deslizándose por su rostro hasta su barbilla, para cuando una lagrima se unía a la predecesora, caía esta al suelo llegando a formar varias gotas en una mayor. Pero a pesar de lo que le dolía el trasero, no emitió quejido alguno, ni gemido producido por el intenso ardor del trasero, podía sentir que por el dolor tan intenso debía tenerlo muy colorado, el cepillo dolía de lo lindo a cada azote que recibía, pero era mayor su vergüenza al recibir una azotaina a sus cincuenta y cinco años, que el terrible ardor que experimentaba en sus inflamadas nalgas.  Es posible que ella asi misma se tuviera muy poca estima, considerándose una cobarde sin valor para provocar aquello que tanto anhelaba como recibir una azotaina en su culo desnudo, pero estaba demostrando tener un valor y valentía que no dejaba lugar a dudas, así mismo su coraje de mujer o su orgullo, quizás su honor  destacaba su gran estima así misma, al no mostrar que el culo le abrasaba y ardía de tal manera que resultaba un dolor casi insoportable.  Pero ella a pesar de sus lágrimas, estas descendían y brotaban de sus pupilas por la vergüenza que la embargaba, pues había empezado a llorar antes de que el primer azote lo sintiera en su trasero desnudo, y aunque como ser humano que era, sentía plenamente el enorme ardor intenso en su trasero, así como un dolor inenarrable.  Pero a pesar de ese intensísimo dolor en su trasero, ni un gemido o un simple “AY” logro el Sr. Charlton que surgiera de sus labios, aunque claramente llevaba varios minutos dando a la madura mujer una severa azotaina, que al no lograr hacer sentir mella a la Institutriz, a pesar de lo dura que estaba siendo la azotaina, arrecio con más rapidez los azotes sobre el culo de la mujer, levantando el cepillo estirando su brazo en alto todo lo que este podía dar de si mismo, consiguiendo que la barrera puesta por la Srta. Lady Margaret acabara cediendo y acabando gritando “AYEES” de dolor, pero la Institutriz aunque ahora sus gemidos de dolor brotaban uno tras otro, la azotaina continuo, pero lo que no aguanto semejante azotaina fue el cepillo de madera, el cual acabo por romperse saliendo la base despedido tras el último azote, y el mango quedara en su mano.
    El Sr. Charlton sorprendido de que hubiera cedido el cepillo partiéndose en dos, dio por finalizada la severa azotaina a la Institutriz, a la cual libero permitiéndola levantarse con su ayuda de sus rodillas, la cual al estar de pie se llevó sus manos a su dolorido trasero, ahora sí, llorando del intensísimo dolor en su trasero.  Solo había que mirarla como se sobaba el culo, debía de abrasarle y dolerle una barbaridad, de ahí sus lágrimas descendían por sus mejillas una tras otra. En su rostro se divisaba el dolor acumulado en su trasero, pues sus gestos cambiaban continuamente por el dolor, al igual que sus labios dibujaban el dolor reflejados, pero dado el estado de su trasero no podía ser menos, pues tenía el culo sus redondeces completamente oscurecidas con un color rojo intenso, o incluso más que colorado, lo tenía claramente en un tono escarlata.
   La Srta. Lady Margaret sentía tal intenso ardor en el culo, que se había olvidado que se encontraba desnuda de cintura para abajo, sus bragas continuaban bajadas en sus rodillas, su sexo claramente visible y aunque ella misma ni pensaba en ese hecho, sus muslos estaban claramente húmedos de fluidos, y gotas que se deslizaban por ellos bajando por sus piernas hasta sus bragas donde esa humedad era absorbida. Fue el propio Sr. Charlton que viéndola tan dolorida, fue el quien se apiado de ella, y cogiendo la cinturilla de sus braguitas negras de seda, el mismo se encargó de subírselas y ajustárselas a su cintura. Lady Margaret le sonrió con una sonrisa forzada de agradecimiento, para luego mostrar de nuevo sus labios contraídos por el intenso dolor del trasero. quedándose en pie al costado derecho de quien la acababa de dar la azotaina más severa de su vida.
(Sr. Fiscal)  -. Espero Lady Margaret. Que lo sucesivo sea usted más cautelosa con sus palabras, y mida cada una de ellas, así como las consecuencias que le pueden acarrear disgustos por su indiscreción.  Puede retirarse a su habitación, donde permanecerá hasta nueva orden.  Las chicas de la agencia pueden retirarse también, el chofer las espera en la puerta para conducirlas a su trabajo, vosotras hijas a vuestra habitación, hoy no tendréis clases por hallarse indispuesta vuestra institutriz, pero la Sra. Myers supervisara vuestros deberes de ayer, y corregirá vuestros ejercicios. A que esperáis?



(Continuará…)