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lunes, junio 11, 2018

EL ABUELO MATERNO Capitulo 11


                                          EL ABUELO MATERNO     Capitulo 11

        Sonia no podía dejar de pensar en cómo se la había jugado a ella y su prima la pequeña María. Como se la había podido jugar de aquella mala manera…? Era un verdadero diablillo la pequeña, pero ya no era tan niña, era toda una jovencita de casi veinte años, no era lógico aquel comportamiento. Pero sobre todo lo que más le molestaba de todo, es que ella, podía moverse por la casa como si tal cosa. En cambio tanto ella y su prima, tenían que esperar por las mañanas a que subiera su tía y madre de Susana a cambiarles el pañal. O peor aún, que ella estuviera ocupada y subiera su tío. Aquello sí que la avergonzaba de verdad, aunque fuera como un padre para ella, no dejaba de estar a punto de cumplir los treinta y tres años, y tener que pasar por aquella vergüenza era superior a ella. No dejaba de ser un hombre maduro, el cual la dejaba sobre la cama echada desnuda después de sacarle el pañal mojado de orina de la noche, así como volver momentos después y llevarla desnuda al baño para asearla, teniendo que sentir como le pasaba la esponja con jabón y pasársela por sus zonas intimas, así como tener que ver como después la hacía poner de pie en la bañera y aclararle el jabón. Por si fuera poco, luego se tenía que dejar secar con la toalla… Pero la primera semana fue mucho peor, pues según su tío o su tía, no podían entender que tanto su hija o su sobrina, la cual era como su propia hija, hubieran sido capaces de hacerle algo tan descabellado a la pequeña María. Y abandonarla de aquella forma tan ruin, por lo tanto, la primera semana tenían que ir por la casa con el pañal puesto a todas horas, no dejándoles utilizar el servicio ni para aguas mayores, pasando por aquella vergüenza de tener que hacer sus necesidades. Aquello si fue para ellas ir demasiado lejos, y siempre que se cruzaban con la pequeña, le daba la espalda. Pero tenían que ir con cuidado que no les vieran hacerlo su tío o tía, pues si las pillaban, acababan con el culo caliente y en el rincón toda la mañana o tarde.
      Recordaba cuando estaba sola echada en su cama, la primera vez que se vio en pañales. Al ser por primera vez, sentía sensaciones inenarrables cuando era su tío el que subía a cambiarla, incluso si lo hacia su tía, aquellas sensaciones le gustaban. Aunque la vergüenza que pasaba era demasiada para ella, en aquella primera vez, le resulto agradable de alguna manera. Pero la última vez que sucedió vivir esa situación fue algo horrible para ella, pues fueron varias semanas. Y en esta ocasión, después de la jugarreta de la niña, ya llevaba tres semanas sufriendo esa misma vergüenza, ya no le resultaba una novedad o juego divertido. Sobre todo por la causa que no era realmente tan grave, porque ella no había cometido falta alguna. Porque si pasaba por un castigo así, pero por descuido de ella misma o una falta, así como una travesura, pues le gustaba hacer travesuras como a cualquier chica spankee, aunque luego recibiera una soberana azotaina y prolongación de su castigo teniendo que dormir con pañales durante un tiempo determinado. Pero en esos casos había sido ella quien se lo había buscado, o había sido la culpable de ello. Por lo tanto, tener que pasar por aquella vergüenza, no era tan vergonzoso para ella.
      Pero esta vez, ella no había hecho nada de nada para merecer ese castigo. Y las veces que había intentado hablar con su tía sobre ello, había acabado sobre sus rodillas con las bragas bajadas y le había tocado recibir otra dolorosa azotaina en el trasero. Durante la primera semana, había intentado hablar con su tía. Y cada vez que sacaba el tema, acababa con el culo ardiendo, y a veces por partida doble. Pues su tía al llegar su marido le contaba como había intentado recriminar y culpar a su nieta. El Sr. Adams enfadado subía las escaleras desabrochándose el cinturón, entraba en la habitación con el cinturón ya doblado a la mitad, regañándola severamente por su intento de culpar a prácticamente una chiquilla, Sonia le veía aterrada al traspasar el umbral de la puerta con el cinturón colgando de su mano derecha, mientras la regañaba retiraba las sabanas y de un tirón le bajaba las bragas hasta dejarle el culo al aire o el pañal si ya llevaba este colocado,  sin dejar de regañarla con el cinturón le ponía el culo ardiendo como un volcán.
     Sonia durante todas las veces que fue castigada aquella semana, al fin tuvo que resignarse y  que sería mejor no volver a sacar ese tema a relucir, pues las veces que lo había hecho, no había salido nada bien parada. En cambio su prima Susana, los tres primeros días también probo de explicárselo a su madre, pero acabo esos días con el culo como un tomate maduro con la zapatilla y al igual que con Sonia, luego recibía la visita de su padre lo que empeoraba su situación. Dejando el tema por imposible, y ceso en sus intentos, no así Sonia, que más cabezota siguió intentándolo pues ella era inocente de aquella travesura de María, la cual las había implicado a cosa hecha, pero después de varios días de verse castigada, no tuvo más remedio que dejar de probarlo, pues el solo mencionárselo a la tía, el resultado era terminar con el culo bien caliente y en la cama castigada sin cenar. Algunos de esos días, llego a estar castigada sin poder levantarse de la cama todo el día, y al llegar su tío, al enterarse de lo sucedido, subía a por ella cinturón en mano.
     Las últimas tres semanas habían sido una auténtica pesadilla para Sonia, no así para Susana, la cual hablaba con su hija como si nada hubiera sucedido. Quizás fuera que al fin y al cabo era su madre, y aunque pudiera tenerle en cuenta lo sucedido, no se lo parecía para nada a Sonia. Por esa razón entre Susana y Sonia, se echaban miradas que fulminaban.
     Sonia en su habitación aguardaba que subiera su tía a quitarle el pañal, igual que había estado haciendo esas semanas. A pesar de los días que habían trascendido, aun le costaba mantener la mirada a su tía, de la vergüenza que le daba tener que esperar a ser cambiada. Así un día más apareció su tía por la puerta, pero no sola, iba acompañada por su tío, Sonia cerró los ojos al verles. Sintió como eran retiradas las sabanas, y su tía procedió a desabrocharle los laterales adhesivos del pañal, por fortuna esa noche había bebido poco agua antes de acostarse y su pañal estaba seco. La dejaron desnuda de cintura para abajo sobre la cama, y escucho como varios pasos se retiraban hasta salir de la habitación.  Abrió los ojos, viendo solamente a su tía Ingrid…
(Sra. Adams)   -. Sobre la cómoda te dejo ropa para vestirte, más te vale ser buena chica o volverás a estar castigada de nuevo… vístete y baja a desayunar, apresúrate o subiré a por ti para que bajes, y lo harás calentita…!!! Ha sido tu tío! Él te ha levantado el castigo, yo te habría dejado unos días más…
      Sonia no daba crédito, la habían levantado el castigo. Podía asearse sola por primera vez en tres semanas… Salió rauda de la cama a asearse al baño, solamente vestía un corto camisón que usaba para dormir, aunque apenas le cubría el trasero, el cual aún llevaba visible las marcas moradas del cinturón de su tío de la última azotaina, de la cual solo hacía unos días que la había recibido. Esta había sido por no querer comer durante la cena, verdura.  Algo habitual en Sonia el que no quisiera comerse la verdura, desde niña había resultado difícil para sus tíos hacérsela comer, pero al retirar el plato hacia el centro de la mesa apartándolo de ella, su tía se lo volvía a poner, en ese instante hubo un pequeño forcejeo entre tía y sobrina, acabando el plato volcado sobre la mesa, su tía se levantó furiosa de su silla yendo hacia Sonia, pero al hacerla levantar de la silla, Sonia echo a correr en sentido contrario acabando chocando contra su tío, que ante la escena también se había levantado enfadado porque cada vez que había verdura de cena o comida, Sonia acababa liándola de alguna manera, Sonia sin ver cómo, acabo inclinada y bajo el brazo izquierdo de su tío, y con una sola mano, la derecha se desabrocho el cinturón extrayéndolo de las presillas del pantalón y arreglándoselas para doblarlo a la mitad, dando una vuelta a su muñeca, para luego asirlo fuertemente con la palma de su mano derecha. Empezó a darle con el cinturón en el culo aun cubierto por sus braguitas blancas de algodón con unos lunares de colores, amarillo, azul, verde, rojo, negro.  Fueron muchos los azotes que recibió pataleando con sus piernas en el aire, ya que su tío por su alta estatura, la mantenía a varios centímetros del suelo. Pero… para Sonia aún se llevaría la sorpresa de sentir como alguien le bajaba sus bragas hasta las rodillas, era su tía Ingrid que colocada tras ella con su rostro de indignación miraba como su marido la zurraba bien zurrada, ese día no acabo ahí la cosa, su tía al soltarla el marido, viendo como Sonia daba saltitos del intenso ardor del trasero, está, la agarro del lóbulo de la oreja y se la llevó al piso de arriba a su habitación, con los problemas de ir entre dando pequeños saltos y trastabillando al llevar sus bragas trabándole sus piernas, al entrar en su habitación Sonia seguía llorando ante el intenso ardor de su culo, había sido una severa azotaina con el cinturón, pero para ella aún no había acabado, en la habitación la tía furiosa la tumbo sobre sus rodillas, y continuo la azotaina con la mano, durante varios minutos hasta que se detuvo está, al tener la mano dolorida, aunque Sonia tenía su culo, mucho más dolorido…. Sonia mientras se dirigía al baño a asearse, acariciándose el culo aun con molestias que la hacían caminar meticulosamente, pues solo hacía unos días que la recibiese, pero recordaba esa azotaina como si acabase de recibirla… al contrario que la recibida por culpa de su pequeña primita, esta última azotaina la había provocado ella, y esta, si la recordaba con cierta melancolía. Sobre todo tenía el momento grabado en su mente cuando sintió que mientras era castigada por el cinturón a manos de su tío, tía Ingrid le bajase las braguitas en el momento en el que más le estaba doliendo la azotaina, y una vez las bragas bajadas, el dolor era el mismo, pero los azotes de cinturón los sentía más intensos… teniendo ese recuerdo entraba al baño, haciendo sus necesidades y lavándose la cara, así como peinar su preciosa cabellera. Al acabar volvió a su habitación para vestirse con rapidez, se había entretenido más de lo debido en el baño. Así que se puso la blusa azul celeste que había dejado sobre la cómoda su tía, luego se puso las bragas blancas con flores de colores, la falda blanca tableada que como siempre apenas le cubría el trasero, dejando la parte baja de sus braguitas claramente a la vista, y unos calcetines azules celestes, así como unas zapatillas de deporte blancas, se miró al espejo viéndose esplendorosa, así como darse la vuelta y levantándose la falda, revisarse que las braguitas las llevase bien tensas y colocadas correctamente. Sabía que su tía aun  andaba bastante quisquillosa con ella, y le valdría una azotaina si le diera por revisárselas, era algo que últimamente no solía hacer su tía, pero con ella nunca se sabía que podía ocurrir.  
    Saliendo de la habitación a buen paso, bajo las escaleras dando saltando de dos en dos, pero lo que no esperaba es que su tía estuviera abajo en el rellano de las mismas esperándola a que bajara.  Estaba visto que no iba a ser un buen día para ella, al bajar el último escalón sujetándola del brazo izquierdo a la altura del ante brazo  tía Ingrid, con la derecha iba dándole azotes de abajo a  arriba, con lo que cada azote lo recibió sobre sus bragas, al compás su falda corta tableada a cada azote, esta se le levantaba por la inercia a cada azote dejándola con el trasero al aire, revestido por su bonitas braguitas de algodón con lunares de colores, Sonia se cubría con su mano derecha, pero esta solo alcanzaba a taparse el culo en su nalga derecha,  por lo que los azotes se repetían una y otra vez sobre su nalga izquierda, hasta que llego a su silla destinada para desayunar sobándose el trasero… miraba de reojo a su tía… Mientras era regañada por su tío que ya se hallaba sentado a la mesa…
(Sr. Adams)   -. Es que no vas aprender nunca a comportarte!!!  Te crees que siempre vas a ser una niña para hacer lo mismo? Siempre igual contigo…
     Sonia desayunando no dejaba de observar a su prima María, esta sonreía mirándola, mientras mantenía su mano derecha bajo la mesa, Sonia vio que era el momento que había estado esperando, que su primita del diablo cometiera un error…
(Sonia)   -. Tía Íngrid mira que hace María con su mano… .- lo dijo mirando a la pequeña María, con una sonrisa de triunfo -. Se está tocando la cochina, tía!
      Tía Íngrid desde la cocina, miro a la pequeña, esta se encogió de hombros mientras su sonrisa desaparecía de sus labios, lo que indicaba que era cierto, María viendo la mirada de su abuela comenzó a temblar, está, desde donde se hallaba se sacó la zapatilla con el clásico movimiento dando un paso hacia adelante, María solo de ver como se agachaba a recoger la zapatilla y que al hacerlo la estaba viendo donde tenía su mano,  la vería que tenía  la mano dentro de sus braguitas. María temía a su abuela, sabía que no le gustaba nada que se tocaran y menos aún, estando en la mesa.
     Ahora era Sonia la que sonreía al ver como su primita estaba como un  flan temblando… tenía en su rostro una sonrisa de triunfo, por fin veía a su primita de apenas veinte años preocupada y metida en serios problemas, pues se le avecinaba una buena azotaina. Eso no hacía a Sonia sentirse bien, pero necesitaba una buena lección la pequeña engreída, y así era pagarle con su misma moneda. Pero incluso Sonia temblaba cuando tía Ingrid paso por el otro extremo de la mesa, blandiendo en su mano derecha la zapatilla. Esa mañana no llevaba las clásicas zapatillas de siempre, por lo visto ese día tía Ingrid tenía pensado ir a la huerta, y llevaba puestas las zapatillas tipo espardeña de tejido de ropa, con la temida suela de esparto. Esa zapatilla era más pesada, y tanto Sonia como Susana habían recibido en su infancia terribles azotainas con ella, sabían ambas muy bien lo mucho que dolía esa zapatilla con su endiablada suela de esparto. María era más joven, pero no iba a ser la primera vez que sintiera en el culo esa zapatilla, habían sido varias veces, y por ello sabía bien lo mucho que dolía, ver como se le aproximaba su abuela la hacía temblar de miedo, al verla venir había sacado su mano del interior de sus braguitas blancas de algodón con dibujos de frutas, fresas, plátanos, y piñas. Con sus colores que hacían que las braguitas fueran muy visibles, por esos colores vivos.
     Su abuelo sentado al frente de la mesa tenia a María a su lado como de costumbre, siempre se sentaba a su izquierda, solo tuvo que alargar el brazo y agarrarle del lóbulo de la oreja derecha, así la hizo levantarse de la silla, llevaba un cortito vestido de flores blancas con el fondo verde turquesa, con una pretina a la espalda a la altura de la cintura se estrechaba y  marcaba el inicio, donde la corta falda se tableaba acampanándose dejando como de costumbre sus braguitas a la vista, aunque en su despiste al ser descubierta, no se había dado cuenta que sus braguitas al extraer la mano, la falda había quedado por dentro de sus braguitas de algodón, con aquellos graciosos dibujos de frutas, ahora muy visibles, dejando visible la parte derecha de sus braguitas, así como su entrepierna clara y visiblemente húmeda. Aunque en sus últimos años residiendo en casa de los abuelos, era algo obvio que había estado desnuda ante ellos, en infinidad de veces,  ello no restaba que se sintiera avergonzada y que sus mejillas se ruborizaran muy coloradas de la vergüenza.
    En ese instante su abuela ya estaba a su lado, con la zapatilla en su mano derecha, ni tan siquiera la miro. La cogió de la mano derecha tirando de ella para llevársela arriba, a su habitación cuando…
(Sr. Adams)   -. Toma querida! aquí tienes donde acomodarte para calentar el culo a esta desvergonzada! No la lleves arriba, ya que tanto disfruta tocándose, la muy cochina!!! .- Levantándose de su silla, la retiro de la mesa colocándola en el centro del salón. -. Aquí tienes…
    La pequeña al ver levantar a su abuelo, en un momento llego a pensar que iba a ser el quien la diera la azotaina, pero en breves segundos se vio acomodada sobre las rodillas de su abuela, con la corta falda tableada que prácticamente se le había levantado por sí misma, únicamente tuvo la abuela que acomodársela sobre su cintura para dejarle el trasero bien predispuesto para aplicarle la azotaina que se merecía, quedando su trasero expuesto únicamente cubierto por sus bragas blancas de algodón con aquellos dibujos de frutas, que hacían resaltar su salido y abultado trasero. María era una chica delgada y bien desarrollada, pero en esa posición sobre el regazo de la abuela, su trasero redondo sobresalía graciosamente resaltándolo sobremanera. Y más, cuando sin preámbulos sus nalgas aunque tensas por sus bragas, la zapatilla con la temible suela de esparto comenzó a hacerlas bailar, las braguitas tensas por el elástico de sus perneras, marcaban deliciosamente el culo. Pero a los pocos azotes las piernas de María empezaron a agitarse en el aire, luchando frenéticamente por evitar que la zapatilla de la abuela continuara dándole aquellos terribles azotes.
      Susana embelesada sentada en el mismo lado de la mesa que ocupaba la pequeña María, vestía un vestido similar al de su hija María. Con solamente mirar a su derecha, tenía plena visión de su hija echada boca abajo sobre las rodillas de su madre. Para ella era una visión muy sugestiva y agradable, para cualquier madre debería ser algo horrible ver como su hija recibía una azotaina en el trasero, pero para Susana, no solamente era su hija, era como una compañera más, como cuando iba al colegio. María la había metido en tantos problemas a su madre, acabando siempre ella o madre e hija, con el culo más colorado que un tomate maduro y dolorido por varios días. Así que ahora en vez de lastima, solo sentía ganas de hallarse en su lugar y ser ella la que sintiera la zapatilla en su trasero. Viendo como su pequeña diablilla era castigada, en esos momentos por su cabeza solamente tenía pensamientos de cómo había sido duramente castigada tan solo hacia unas semanas, y que desde esa vez, la pequeña había sido la buena niña que no había roto un plato, mientras que ella y su prima Sonia, tenían que esperar a su madre y tía a que entrara a la habitación a cambiarles el pañal, algo que la mayoría de los días acababan recibiendo una azotaina.
     En varias semanas desde el día fatídico que salieran para ir al cine, María no había sido castigada ni una sola vez, siempre iba con la abuela a todas partes, así como estar presente en gran parte de las azotainas que habían recibido Sonia y Susana, su madre. Estar ahora disfrutando con la agradable visión de ver a la pequeña sobre las rodillas de su madre, y ver como los mofletes tensados por las perneras del elástico de las braguitas que permanecían a la vista, y disfrutar viendo cómo se iban enrojeciendo a cada azote más y más colorados, con lo que le era fácil de imaginar cómo tendría la parte del redondo trasero, que aún le cubría sus braguitas. Ver como la pequeña movía sus piernas agitándose alocadamente en todas direcciones posibles, era todo un deleite para sus ojos a pesar de ser su hija, no sentía lastima alguna por ella. Es más, su mano derecha la mantenía sobre la mesa, pero la izquierda no se había podido resistir la tentación de llevársela a su entrepierna y acariciarse con el dedo índice y anular por encima de sus braguitas sobre su fondillo. En su rostro se reflejaba claramente el resultado de sus mágicos deditos, el mismo que tenía la misma Sonia, pues disimuladamente se miraban entre ellas, viéndose la una a la otra con su mismo rostro, ya que también Sonia se acariciaba sin perder detalle de cómo recibía la azotaina María, así como las dos miraban a su padre y tío, que les daba la espalda por si se giraba y las pillase infraganti. Susana tuvo que ponerse la mano izquierda tapándose la boca, cuando con sus ojos abiertos como platos de deseo, en el instante que  vieron como su madre introducía sus dedos por el interior del elástico de la cinturilla de las bragas de María, el ver como las braguitas le eran bajadas a María, apareciendo su rojo e inflamado trasero, Susana se tuvo que morder su mano izquierda al sentir como los fluidos inundaban en ese preciso instante el fondillo de sus braguitas blancas, que al igual que su hija, eran también de frutas con vivos colores. La humedad desbordo la tela de sus braguitas, mojando claramente sus dedos a través del tejido de algodón, incluso llegando a mojar el asiento de madera de la silla, por la intensidad del orgasmo.
    En otro momento le habría preocupado, pero en ese momento solo prestaba atención a la manera que María seguía removiéndose sobre el regazo de su abuela, mientras está le bajaba sus bragas de algodón hasta las rodillas. En ese momento de tregua en el cual su abuela había dejado de asestarle los buenos zapatillazos en el culo, este aun le abrasaba como si los azotes no se hubieran detenido, intento por todos sus medios el remover las caderas, dificultándole a su abuela el bajarle las bragas, a pesar de realizar todo tipo de argucias  para soltarse, pero si había algo que indignara a su abuela, era que sus chicas, y al decir sus chicas, también se refería a su sobrina Sonia.  Para tía Ingrid era como si fuera su propia hija, por ese motivo cuando hacia una trastada se encargaba de que se acordara durante días de haberse portado mal.   Así mismo si algo podía hacer enfurecer a su abuela, era el verlas o pillarlas tocándose, bien sobre sus braguitas, o teniendo la mano en el interior de estás. Eso era algo que la indignaba sobre manera, y pobre de la que fuera sorprendida haciéndolo… Y Sonia lo sabía, vaya si lo sabía…
     Sonia desde el día que fuera castigada por la mala jugada de su primita, María. Había intentado de todo para cobrarse en especias de su primita la azotaina tan severa que había recibido, y lo peor de todo, sin tener culpa de nada. Sonia sabia por Susana, que la pequeña se las componía sola, para meter en problemas a su madre. Que en más de una ocasión había hecho que su abuelo castigara a su madre, y para este, aun con el paso de los años no había olvidado su falta al irse de casa y tener en la distancia a su nieta, pasaron años hasta que Susana tuvo serios problemas económicos y se viera en la necesidad de volver a casa. Hasta ese momento sus abuelos no habían tenido noticias de su hija Susana, y menos aún que tuvieran una nieta, algo que aun con el paso de los años, su padre lo tenía bien presente, pues no lo olvidaba ni le perdonaba que no les hubiera tenido al corriente de su existencia.
     Sonia, durante días había estado buscando la forma de vengarse. Era una profesora universitaria, la cual había urdido un arriesgado plan para ser castigada a sus treinta y dos años, corriendo el grave riesgo de perder no solo su puesto de trabajo, si no, también su carrera, urdiendo un plan descabellado para ser castigada como cuando era una niña, junto a dos de sus mejores amigas y que resultaban que eran sus alumnas, algo que hacía casi imposible que su argucia tuviera las consecuencias deseadas. Pero le salió a la perfección su maquiavelo plan. En cambio, ahora no encontraba la manera de que su prima María fuera castigada, cuando vivía en un ambiente y en un hogar, donde ella misma era colocada sobre las rodillas y con sus bragas bajadas, bien a las manos de su tía o tío con una endiablada facilidad, a pesar de tener casi los treinta y tres años. Pero no hallaba la forma de devolverle la mala jugada, una mujer como ella y lo mucho que había arriesgado, y en cambio ahora era totalmente incapaz de lograr que una niñata le dieran su merecido y le mondaran el culo.
     Pero Sonia no pensaba en rendirse  de ninguna de las maneras, aunque tuviera que hacer de carabina para lograr su objetivo, arriesgando su propio trasero en lograrlo. Le había dado mil y una vueltas al asunto. Tratando de arriesgarse ella misma en su objetivo, sí, el fin valía la pena consiguiendo su deseo de venganza. Durante unos días estuvo interrogando a su prima Susana, de manera disimulada, pretendía sonsacarle alguna idea para lograr su objetivo de venganza.
… “Susana, sabes que haría enfadar a tu madre, más que nada en este mundo, más que cualquier otra cosa o motivo”…?
… “ Parece mentira que no conozcas aun a mi madre? Es que piensas en provocarla para que te zurre”?...
… “Ya me conoces, me encanta cuando me pone sobre sus rodillas y por algo que yo me haya buscado… O es que, a ti no”?...
… “Oh!... Sí que me encanta… algo que yo jamás haría, seria tocarme estando ella presente, o sabiendo que ella vaya a revisar mis braguitas, si hay algo que la enfurece es justamente eso, no sé por qué… pero eso es lo peor que no nos tolera a ninguna de las tres… deberías de saberlo, pues nos ha castigado muchas veces a las tres por ese motivo”…
     Sonia se golpeó en la frente con la palma de su mano al quedarse a solas…
… “que tonta que he sido! Lo tenía todo el tiempo delante mía, y no había pensado en ello”… “María!!! Ya te puedes preparar…”
    Sonia había dejado pasar varios días, desde la conversación con su prima Susana… No quería que Susana pudiera sospechar que lo había ideado ella, al fin y al cabo María era su hija. No podía imaginar cómo respondería Susana al enterarse de su mala jugada ideada para hacer comprometer a su hija María. Tenía que dar apariencia de no estar ella implicada. María era demasiado picara para hacer algo así en su contra, y que esta, se enterase de ello. Porque era fijo que encontraría algo o manera  para hacer castigar su prima mayor. Incluso a su madre si era necesario… La pequeña no tenía escrúpulos a la hora de hacer una de las suyas. Por lo tanto su plan debía ejecutarlo a la perfección, para que no hubiera sospechas de que ella estaba implicada.
     Durante toda la semana anterior, Sonia se había estado portando de manera perfecta, como no beber nada antes de irse a dormir, para así amanecer el nuevo día con su pañal seco, por ello la habían incluso levantado sus tíos su castigo. El volver a poder dormir con bragas, fue una sensación muy agradable y deseada. Sus pensamientos durante aquellas noches era el cómo iba a disfrutar, viendo como zurraban a la pequeña María. Lo peor de esos pensamientos era el no poder tocarse durante esas noches, pues ello habría hecho mojar el fondillo de sus braguitas, algo que cada amanecer era revisada cada mañana por su tía. Teniendo que levantarse de la cama, mientras tía Ingrid se sentaba en la cama, y ella misma tenía que acercarse y colocarse entre sus rodillas en pie, teniendo que soportar que su tía le bajase las bragas hasta medio muslo, lo suficiente para poder revisar no únicamente el fondillo de sus braguitas, si no, también pasarle la mano por la entrepierna y comprobar que no estaba mojada, algo que la hacía morirse de la vergüenza.
    Ahora en cambio estaba disfrutando de su anhelada venganza, viendo como María se debatía sobre las rodillas de la abuela, al igual que Susana tuvo que morderse su muñeca, pues Sonia era la muñeca lo que había utilizado para cubrirse y no ser descubierta. Aunque su calentura era tal, que no le hubiera importado ser la siguiente. Pero tenía que regocijarse viendo a la pequeña María de apenas veinte años, como era severamente castigada por la abuela. Ahora ya con sus bragas bajadas, sus pataleos eran más forzados, pues el algodón de la tela de sus braguitas, le trababan sus piernas. Algo que hacía que la zapatilla hiciera que sus nalgas fueran cambiando de tono, pasando de un color rojo intenso y brillante, a un tono más oscuro amoratado.
     La abuela después de varios minutos aplicándole a su nieta María la severa tunda en el culo desnudo, la mantuvo sobre sus rodillas echada boca abajo, pero no la soltó, la mantenía firmemente sujeta, eso extraño tanto a Susana como a la propia Sonia.
(Sra. Adams)   -. Ahora tu abuelo te va a arreglar bien sinvergüenza!!! Vas a aprender que está muy feo en una chica el tocarse ahí, porque a tu prima se haya ganado unos azotes por saltar al bajar las escalaras…!!!
      Sonia exclamo con un “OooohhH” ahogado al cubrirse la boca, nunca hubiera podido imaginar que su plan fuera a salir tan redondo, y más cuando vio que su tío se desabrochaba el cinturón, y cogiéndolo por la hebilla lo extrajo de un fuerte tirón de las presillas de su pantalón. Luego acercándose a su esposa, tía Ingrid. Junto ambos extremos en su mano y dando una vuelta a su muñeca derecha, para luego pasarlo sobre la palma de su mano derecha y así sujetarlo con fuerza. Acabo de acercarse a su esposa, colocándose a su derecha con el cinturón colgando de su mano. María mirando hacia atrás, al tiempo que apoyaba las palmas de sus manos sobre el muslo izquierdo de su abuela, forcejeando con ella que la tenía firmemente sujeta por sus caderas, pudo mirar por detrás de la espalda y ante la mirada de su abuela fija en la suya, pudo ver en ella lo enfadada que estaba y  como el abuelo se ponía a su costado derecho, justamente detrás de ella. María aterrada con lágrimas en sus ojos descendiendo por sus mejillas y observando a su abuelo cinturón en mano, solamente pudo ver como lo alzaba, lo siguiente que sintió, fue como el cinturón laceraba su ya muy dolorido culo por la azotaina recibida por la zapatilla.  Se debatió agitando sus caderas de un lado a otro, pero solamente fue un reflejo lo que logro, pues su abuela la mantenía firmemente. Sus rodillas las intento separar una de la otra, pero sus bragas blancas de algodón las mantenía trabadas, logrando solamente separarlas lo que la elasticidad del algodón de sus braguitas le permitió, actuando como un resorte sobre sus rodillas, el cual la obligo a juntarlas de nuevo, cuando otro azote volvía a lacerar su trasero, ahora en la parte baja de sus nalgas, al sentir esa quemazón resulto ser horriblemente doloroso en extremo, lo que la impulso de nuevo a separar sus piernas levantando la derecha y bajando la izquierda, con lo que sus braguitas se estiraron el máximo de sí mismas alargándose dos veces su medida, así como las perneras donde sujetaba sus rodillas, el elástico se estiro debido a su forcejeo pudiendo introducir dos veces sus piernas por las perneras, aunque solamente fueron unos segundos el tiempo que mantuvo sus piernas separadas estirando al máximo sus braguitas blancas de algodón, con esos dibujos de frutas de colores vivos, que al estirarse el tejido, estos se deformaron dada su elasticidad de la tela de algodón, pero de nuevo actuando como un resorte hizo que sus piernas volvieran a juntarse y entrecruzarlas entre sí mismas, con lo cual el elástico de sus braguitas al volver a su tamaño original y al haberse estirado tanto de sí mismas, estás, por su ligero peso, y que el elástico de las perneras aun tardo unos segundos en volver a su posición,  se deslizaron por sus pantorrillas hasta quedar paradas en sus tobillos, los azotes del cinturón eran continuados, tanto en la zona superior de sus nalgas, en el centro, en una nalga únicamente, en las dos cruzando ambas, como devolviendo a los anteriores azotes en la base de sus nalgas, como el inicio de sus muslos, sus piernas continuaban pataleando alocadamente abriéndose y cerrándose, ahora con las bragas en sus tobillos se estiraban aún más y más, mientras sus caderas las intentaba retorcer sobre si mismas sin éxito alguno.
     Sonia no había perdido detalle alguno de la severa azotaina que había recibido María, viendo como al acabar su tío de azotarla con el cinturón, se volvió a poner el mismo, pasándolo por cada una de las presillas de su pantalón. Cuando María quedo liberada pudiendo levantarse de las rodillas de la abuela, ayudada por está a incorporarse abrazándose a su abuela, muy a pesar de lo mucho que le ardía el trasero. Se abrazó a su abuela, para luego está, le subiera sus braguitas ajustándoselas en su cintura. Aun estando abrazada a ella. Cuando María dejo de llorar, aun sollozando y secándose las lágrimas con sus manos, la abuela la condujo al rincón del fondo del salón donde la coloco de cara a la pared, le sujeto la falda en la pretina de su cintura, dejando claramente expuesto el culo de María. Está suspiro al sentir la brisa fresca refrescar su dolorido culo, ya que la abuela introduciendo sus manos por la cinturilla de sus braguitas blancas de algodón, con los dibujos de frutas se las bajo a las rodillas, dejándola en el rincón castigada.
    Sonia al ver como ponía la tía Ingrid a María en el rincón, y como la dejaba con el culo morado en él, dejándola con las bragas bajadas a la altura de las rodillas, aprovechando que estaba de espaldas su tía, se removió en el asiento de la silla removiendo bien el culo, con ello lo que hizo fue secar el asiento de la silla con sus bragas blancas de algodón con flores de colores, las cuales se mojaron bastante de los fluidos que habían traspasado la tela de sus bragas mojando la silla, pudo sentir a través de la tela la humedad en sus culo, pero sobre todo no podía dejar esos restos de fluidos en su silla. Pues la siguiente habría sido ella, y aun así, si su tía le revisaba sus braguitas estaría en serios problemas de nuevo. Algo que no deseaba Sonia, pues si a la nieta la habían castigado tan severamente, a ella siendo mayor, no saldría mucho mejor librada.
     Sonia se levantó de su silla, no sin antes mirar bien el asiento y que lo hubiera dejado bien seco, aunque había sido una marranada secar sus fluidos frotando el culo y removiendo su trasero para que sus bragas secaran el rastro dejado. De pie, al ver que su tía Ingrid volvía hacia el centro del salón…
(Sonia)   -. Tía Ingrid… Puedo subir a mi habitación?
(Sra. Adams)   -. Podéis subir las dos a vuestras habitaciones, pero no creáis que no vaya a subir luego a revisar vuestras braguitas… y pobre de vosotras como las encuentre mojadas…
     Sonia se apresuró a subir a su habitación, tras ella Susana hizo lo propio, una tras la otra subieron las escaleras, no sin ir preocupadas. Sonia al entrar en su habitación cerró la puerta nada más pasar el umbral, y apoyando su espalda en la puerta, estiro su puño cerrado en alto con una sonrisa de triunfo en sus labios. Su venganza había sido un hecho real, lo había logrado.
     Sonia se acercó al espejo dándose la vuelta levantándose la falda, mirando asustada la mancha húmeda de sus bragas en el mismo centro del culo, que dejaba claramente visible la humedad de sus braguitas blancas de algodón, con flores de colores.  Con lo cual sabía que la siguiente seria ella, pues su habitación era la primera puerta después de subir las escaleras, por lo que a no ser que ocurriera un milagro, ella sería la primera en ser revisada sus braguitas. Y por lo tanto la siguiente en ser castigada. Sabía que sus tíos estaban muy enfadados, por lo cual iba a recibir una azotaina memorable…  “Pero sucedió el milagro”… Pudo escuchar los gritos que procedían del piso de abajo desde el salón, era la voz de tía Ingrid que llamaba a gritos a su hija.  Como había descubierto un pequeño charco de fluidos en la silla de Susana…
(Sra. Adams)   -. SUSANAAAA…. Trae tu culo aquí abajo, AHORA MISMO!!!


(Continuará…)

   

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