No sabía a donde mirar. Delante de ella se
encontraba John Lewiston, con el rostro claro de estar muy enfadado, furioso, y
observándola de pies a cabeza como si estuviera inspeccionando su vestimenta, y
lo peor de todo, en completo silencio. Sentía como si el estómago se le fuera a
caer al suelo en cualquier momento, notaba un peso enorme en él, sus nervios la
estaban desbordando, sentía verdadero terror en esos momentos, una angustia
terrible acompañada de escalofríos por todo su ser. A muy su pesar, tenía aun
su trasero ardiendo, con un dolor terrible y que no la permitía apenas caminar
erguida. Tenía sus mejillas que las sentía arder de lo ruborizada que estaba,
era muy humillante que vinieran a su propia casa a aplicarle un correctivo,
solamente de pensar que en breve volvería a estar sobre sus rodillas de nuevo y
que ahora no habría nadie para detenerlo si se excedía en el castigo, le hacía
recordar cuando era más joven, y aquella profesora de gimnasia la perseguía por
el patio del instituto, cuando un joven profesor la había obstaculizado en su
huida, cayendo al suelo. Al levantarse para echar a correr de nuevo, cuando un
brazo la sujeto firme reteniéndola, lo que hizo que la profesora de gimnasia la
alcanzara, y comenzara a darle azotes en el trasero de un muy ajustado short
azul marino, con el cual sentía aquellos azotes como si la azotaran sobre el
culo desnudo, pero no los sentía. Estaba ensimismada observando aquel vello
rostro del joven profesor, mientras el en esos instantes la sujetaba de sus dos
manos, para que quedara bien expuesta a la vara que azotaba sus nalgas, pero
Sonia solo admiraba a aquel rostro con una sonrisa en sus labios, hasta que la
vara después de varios azotes la hiciera volver a la realidad, y se centrase en
menear su trasero, así como saltar sobre sus pies a cada azote que recibía, y a
tirar de aquellos fuertes brazos que la mantenían sujeta, tratando como fuera
de escapar de aquella tunda que estaba recibiendo, y que ya comenzaban a
arderle más de lo que ella deseara y sus lágrimas no tardaran en brotar…
Desde entonces estaba enamorada de ese
profesor, pero el, jamás le había prestado atención alguna o lo sorprendiera
mirándole el culo como hacían todos los demás profesores. Nada hacía que aquel
profesor hiciera que se fijara en ella, pero ella había ideado aquel retorcido
plan con sus nuevas amigas Laura e Elisabeth, para así caer sobre sus rodillas
y recibir una azotaina a manos de su amado profesor, y hacer que se fijara en
ella aunque para ello tuviera que sufrir, el severo castigo de esa jornada.
Puede que así se fijara en ella…
(John)-. Lamento enormemente la manera en que me he
presentado en tu casa, en otras circunstancias no estaría de menos avisar a la
policía, y que me llevaran arrestado por forzar tu cerradura, aunque no haya
sido así, pues en la universidad tenemos las llaves maestras de todas las
viviendas. Si cuando he llamado al
timbre hubieras abierto, nada de esto hubiera sucedido. Pero el conserje me
acompañaba por si esto sucedía, no sería la primera vez que una alumna
protegida en su vivienda, se negara a abrir la puerta. Un hecho nada
aconsejable, dices que te habías quedado dormida en el sofá, estando desnuda.
Veo que debe ser cierto, pues estas impecablemente vestida, de haber estado
sentada o tumbada, el uniforme estaría arrugado, además de impresentable. Por
lo tanto por esta vez voy a creerte y aceptar tu palabra, pero que esto no
vuelva a repetirse de nuevo o lo lamentaras de verdad. Dicho esto, deseo aclararte para tu
conocimiento, que después de clasificar todos los videos de las cámaras de
seguridad y visualizarlos repetidamente, hay en ellos ciertos detalles que ya
te iré informando cuando llegue su momento, durante esta semana vas a recibir
mi visita cada día al levantarte y al acostarte, por lo tanto te rogaría por tu
bien que no tardes tanto en abrirme la puerta, es más, deberías estar
esperándome en la puerta, en vez de llamar yo. Pero por el momento lo dejaremos
correr, como bien he dicho anteriormente durante esta semana. Aclarado ese tema, vamos a lo que nos
preocupa a ambos de verdad, el cual no es otro que tu castigo. Tu comportamiento de hoy ha sido
vergonzoso!, me has dejado en mal lugar y eso va a tener sus consecuencias
puedes estar segura e ello, nunca me habían hecho sentirme traicionado como
hoy, habíamos hablado sobre tu cita de hoy y como debías comportarte. No tengo
ni idea que se te ha pasado por tu cabecita, para comportarte como lo has hecho
hoy! Lo que debía de ser un simple trámite, tu misma lo has convertido en una
pesadilla, algo que vas a lamentar de verdad!!
… Entiendo que tienes el trasero muy
adolorido, algo que no debía de haber ocurrido. Pues todo estaba apalabrado por
mí mismo con la señora Parrish, para que únicamente fuera una azotaina
simbólica con el cepillo, cierto que te habrían dado duro para hacer creíble a
todos que era un castigo, y para ello debías llorar, Aston tenia esas
instrucciones que fuera duro contigo, pero que al hacerte llorar se detuviera
minutos después. Pues todos conocen a Aston,
tiene una reputación como pocos a la hora de aplicar castigos a las alumnas,
todos saben que no hay chica que no termine llorando cuando aplica un
correctivo, sea con el instrumento que utilice para ello, todas terminan igual.
Pero tu tenías que hacer tu numerito
verdad? Tenías que poner en tu contra a
toda la junta de accionistas, en que estabas pensando? Cualquiera que te hubiera visto, habría
pensado que estabas provocando
deliberadamente a toda la junta y que deseabas ese castigo. Tenías que
insultarles encima? No te bastaba con ser grosera? Tenías que sobarte el culo
delante de todo el mundo, mostrándoles esas ridículas bragas infantiles? Y la
manera que te has dirigido a toda la junta, cuando te han dado la palabra para
justificarte. No podías haberte limitado a agradecer que no te hubieran
despedido, y darte la oportunidad de reparar los males causados aceptando de
buen grado tu castigo? Agradeciendo permitirte acabar tu master en química sin
tacha alguna en tu expediente laboral!!!
Tenías que poner a todos en tu contra? En qué diablos estabas pensando?
Es que deseabas avergonzarme delante de todos para vengarte de mí? He hecho mucho más de lo que debía y me lo
pagas de esta forma? La señora Parrish me ha llamado la atención en su despacho,
en toda mi carrera, jamás había pasado tanta vergüenza, ha sido la primera vez
que he tenido que ir a su despacho, para que me hablen de mi honor como hombre,
y que donde se supone que esta esa palabra mía, palabra que yo he puesto en
riesgo por apoyarte e ayudarte a ti, desvergonzada!!!
Sonia se había puesto a llorar ante
semejante regañina, estaba acongojada, además de sentirse angustiada ya no solo
por el ser castigada en breve, se sentía muy mal. Su deseo de sentir una
azotaina sobre sus nalgas como cuando era niña, había ido demasiado lejos.
Ahora se percataba de la gravedad de los hechos, sabía que ese hombre jamás iba
a ser suyo como deseaba, lo había humillado ante todos, pero sobre todo le
había hecho faltar a su palabra. En un inglés, su honor y su palabra estaban
por encima de todo. Y ella lo había pisoteado con su comportamiento. En esos
momentos Sonia hubiera deseado que se la tragara la tierra, ella como mujer se
percataba lo lejos que había llegado. John jamás la perdonaría, y su amistad ya
no volvería a ser la misma. Sonia con la mirada fija en el suelo, ahora se
encontraba tremendamente mal y deseaba que la castigase cuanto antes, para al
menos dejar de sentirse tan avergonzada consigo misma. Quizás castigándola John
se sentiría mejor, aunque ello no fuera a hacerle sentirse mejor, un hombre si
tacha alguna durante toda su carrera, y ahora por una amistad con una amiga,
había dejado su palabra en entredicho… Y esa amiga era ella.
Mientras Sonia se lamentaba por su mal
comportamiento. John había dado unos pasos hasta el rincón donde había una
silla con respaldo alto, y sujetándola la coloco al lado de Sonia, sentándose
en la silla, y sin más palabras, agarro a Sonia de una de sus manos y la tiro
prácticamente sobre sus rodillas, aunque realmente fue Sonia la que se tumbó
apenas sintió el contacto de su mano y le miro, contemplando su cara de enfado
prefiriendo no resistirse, hiciera lo que John hiciera por castigarla, ella
aceptaba su castigo avergonzada por el mal que había causado a una de sus
mejores amistades. Sintió como su falda era alzada, y como el aire frio
acariciaba sus nalgas, revestidas por unas bragas blancas de algodón, con
florecillas de margaritas. Los primeros azotes no tardaron en llegar y empezar
a picar en sus nalgas.
Sonia se mantenía inmóvil en su posición,
sus piernas flexionadas colgaban a la derecha de John, y por la izquierda, su
cuerpo posado sobre los muslos de John, mientras su cabeza y brazos colgaban
por ese mismo lado tocando el suelo, mientras sus manos se agarraban a las
patas laterales de la silla. Sonia no paraba de sollozar moqueando por la
nariz, mientras los azotes caían y volvían a caer sobre sus desprotegidas
nalgas. Aunque Sonia sentía como sus
nalgas ardían como nunca, pues los azotes de John eran duros de verdad, azotes
secos y seguidos, que caían uno tras otro en el trasero de Sonia. Ahora ya
lloraba a todo llorar, pero seguía aceptando su castigo, sabía que se lo tenía
bien merecido y aunque aquel intenso dolor lo sentía como si tuviera un fuego a
llama viva sobre su trasero, siguió aceptando su castigo. No pataleaba, no
meneaba sus caderas, no movía su cuerpo, no intentaba protegerse sus ardientes
nalgas con sus manos, era tal su vergüenza por haber fallado a su buen amigo. Que
no deseaba poner dificultades a su azotador, estaba siendo castigada como se
merecía.
John admiraba a Sonia, la veía que estaba
muy arrepentida y eso en otro momento le hubiera enternecido parando el
sufrimiento a aquellas preciosas nalgas. Pero la gravedad de lo acontecido ese
día, era para que Sonia sintiera su enfado y hiciera meditar su mala cabeza una
vez más. John paro de azotarle el trasero, y su mano acaricio unos segundos a
aquellas redondeces tan esplendidas y tan calientes, que le hacían quemar su
mano. Pero estaba resignado a darle su merecido castigo, así que agarro el
elástico de la cinturilla de las bragas de Sonia, y se las fue bajando
lentamente hasta la altura de las rodillas. No sin observar antes el fondillo
de las bragas de Sonia, una mancha amarillenta ensombrecía esa zona, John no
pudo evitar el posar sus dedos sobre la prenda, comprobando que no era orina,
era otro fluido lo que humedecía a las braguitas de Sonia. Era claramente un
líquido abundante que había mojado considerablemente la prenda íntima de ella,
al palpar con sus dedos comprobó que era un fluido viscoso, blanquecino e
amarillento. Eso indigno a John, ya que si era cierto que se hallaba desnuda
cuando toco el timbre, y se acababa de vestir. Eso delataba a Sonia, estaba
claro que estaba disfrutando con la azotaina, y había ensuciado las bragas de
esa manera tan abundante en apenas unos minutos que hacía que se las había
puesto limpias. La idea que rondaba por su mente empezaba a tener forma, sin
darse cuenta posiblemente la había delatado esas humedeces. Como por arte de
magia, apareció en su mano derecha el feo cepillo de madera de fresno, con el
cual Sonia ya había sido castigada con el aquella mañana. Levanto su brazo todo
que pudo, y empuñando fuertemente el cepillo, lo dejo caer, pero aplicando mas
velocidad e incrementando la fuerza en el descenso hacia la nalga derecha de
Sonia, al caer sobre ella se pudo escuchar un fuerte sonido seco y opaco, casi
silencioso, si no fuera por el grito fuerte de Sonia, al sentir en sus
ardientes nalgas aquel contacto el cual la había hecho estremecer de dolor, y
la fuerte quemazón intensa que provoco en su nalga, algo que en breves segundos
se repitió en la nalga izquierda, con un impacto del misma intensidad. Los azotazos
del cepillo se fueron incrementando a más fuerza y más rapidez al golpear en
aquellas traviesas nalgas que se agitaban como desposeídas a cada nuevo impacto
del cepillo, las piernas de Sonia ya se balanceaban alocadas en cualquier
dirección posible, sus manos no tardaron en intentar cubrirse sus nalgas,
aquello era el mismísimo infierno, le ardían de tal manera que no se podía
mantener quieta una décima de segundo, todo su ser, se agitaba de manera
incontrolada. Sus piernas luchaban por librarse de la traba que las aferraban a
no poder separarse, más de unos centímetros, esa traba era sus propias
braguitas, que la impedían abrir y cerrar sus piernas, en busca de alivio por
pequeño que este fuera, así fue como dicha prenda fue descendiendo bruscamente
por sus pantorrillas, hasta llegar a sus tobillos, y llegado a ese punto
salieron disparadas hacia el techo, para luego posarse como una grácil mariposa
en el suelo. Ya liberadas sus piernas, ahora se agitaban independientemente en
cualquier dirección, abriéndolas o cerrándolas, dejando a la vista de John el
sexo rasurado de Sonia, del cual seguían emanando fluidos, los cuales ya
mojaban los muslos. A pesar de la severidad del castigo, Sonia se estaba
corriendo una y otra vez con el mismo, lo que hacía indignar más a John… lo cual hizo que detuviera el castigo, e
obligara a Sonia a ponerse de pie… asiéndola por el lóbulo de la oreja la
condujo hasta el rincón, obligándola a colocarse de rodillas con los brazos en
cruz, con las palmas hacia arriba… y prohibiéndole tocarse el culo… el cual se
veía todo un color morado con los bordes azulados…
John se encamino hacia la cocina volviendo
un par de minutos después con algo en la mano, era un paquete de hortalizas
secas, concretamente garbanzos, enfadado como estaba lo abrió y lo vacío en el
suelo, justo donde estaban apoyadas las rodillas de Sonia, y la obligo a
posarse de rodillas sobre ellos, luego se desplazó por el salón hasta una
estantería, escogiendo dos libros muy pesados y recios, colocándole un tomo en la
palma de cada mano, y así permaneció Sonia durante varios minutos, hasta que ya
no pudo soportar más, el cansancio de sus brazos unido al dolor de sus
rodillas, y así mismo el intenso ardor de sus nalgas. Entonces John permitió
que se levantara y asiéndola de nuevo por el lóbulo de la oreja, la condujo al
dormitorio, casi arrastras… la desprendió de la falda, así como de la blusa,
colocándola de nuevo sobre sus rodillas ahora el sentado sobre la cama, y ella
desnuda propinándola una nueva azotaina bien dura y severa con su mano derecha,
a lo que Sonia rompió de nuevo a llorar… minutos después Sonia permanecía
echada sobre las rodillas de John, mientras este le aplicaba una crema
refrescante sobre sus ardientes nalgas, que la hacían ronronear como una gatita
en celo… poco después la dejaba llorando aun boca abajo metida en la cama…
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