CAPITULO 9
Sonia y Laura
colgaron el teléfono después de escuchar como su amiga Elisabeth, era castigada
por su madre. Nadie nombro que usaba el cepillo para la azotaina, pero lo
rápido del ruido de los azotes, así como su sonido, como lo rápido que
Elisabeth rompió a llorar, enseguida lo pensaron ambas; es el cepillo de
madera. Sonia y Laura pensaron que sería muy excitante escuchar como su amiga
era castigada, e imaginar cómo iba meneando su trasero, o lo rojo que le lo
pondrían, pero no fue así y Sonia colgó la llamada del teléfono de Elisabeth,
para luego despedirse de Laura, lamentando la mala idea que había sido. Pues
las dos estaban muy apenadas al escuchar a su amiga ser castigada, no resulto
ser lo que esperaban.
Permaneciendo
en su habitación, Sonia se desnudó no sin serios problemas, cada vez que debía
encorvar su cuerpo para dejar las prendas sobre la cama, ya que en pocas horas
se la tendría que volver a poner, por lo tanto hasta que no tuviera otro
uniforme universitario, debería utilizar este mismo. Se metió en la ducha una vez que el agua
alcanzo la temperatura idónea, y se dejó que el agua cayera sobre su cuerpo,
agarro el bote del gel de baño, y dejando caer unas gotas sobre una esponja, se
enjabono todo su cuerpo, cuando le llegó el turno a sus nalgas, paso la esponja
con mucha delicadeza, su rostro era como un concierto de muecas de dolor, a
cual más expresiva. Al momento abriendo de nuevo la ducha se aclaró toda la
espuma de su cuerpo, una vez acabado. Descolgó el teléfono de la ducha y
apuntando al suelo, quito el agua caliente, para dejar nada más la fría. Una
vez que salía fría, enfoco el agua a sus doloridas nalgas, pensó que le
aliviaría el agua fría, y así fue, pero también los chorrillos de agua que al
ser fría, salía con más presión, sobre sus nalgas eran como agujas clavándosele
en ellas, lo que pensó que sería un alivio enfriar el intenso fuego de sus
nalgas, se convirtió en todo un martirio. Pero a pesar del dolor que le
producía el agua, al tiempo sentía que sus nalgas ya no le quemaban tanto, al
poco rato aquellos pinchacitos se convirtieron en todo un placer, lo que la
llevo a acariciarse inconscientemente la entre pierna, y breves minutos después
sintió su sexo como un volcán de puro fuego, explotar en un intenso orgasmo.
Salió de la ducha una vez que se había
secado con la toalla, desnuda. Pues vivía sola en la casa enfrente de la
universidad Lewiston y las viviendas adosadas pertenecían a la universidad,
pero eran los pabellones destinados a los chicos, por lo tanto, los pabellones
de las chicas quedaban bastante retirados para ir andando en el estado que se
encontraba, hubiera sido un verdadero infierno. Ya en su habitación de nuevo se
acercó al armario y saco una blusa blanca, se la puso abotonándola despacio,
solo con la blusa se la veía muy sugerente, con el contraste del color rojo
intenso de sus nalgas. En esos momentos le vino a la mente la manera que se
había dejado convencer por dos chicas, para llevar a cabo la locura de ser
disciplinada como a una vulgar alumna.
Lo cierto es que
de siempre le habían atraído los azotes, desde jovencita con apenas trece años
ya había fantaseado muchas veces con ser castigada con una buena azotaina, e
incluso las había llegado a provocar para ser castigada, en aquellos años no
resultaba nada difícil ganarse una azotaina, sobre todo el ser una chica hacia
que tanto en la escuela como en casa, no le resultase difícil que se fuera a
dormir con el trasero en llamas. Cualquier motivo por tonto que fuese. Una
chica no se podía comportar según de que maneras, y ya no digamos si traía
algún suspenso, o una nota del profesor para que sus papas fueran hablar con
él. Así como una queja de un vecino, eso ya era sinónimo de una azotaina
ejemplar. En esos años el honor y el orgullo de un padre era algo con lo que no
se podía jugar, y que le llamasen los vecinos la atención por un mal
comportamiento de la niña, eso era algo impensable. Así como estar en el parque con las amigas y
que se sentara con las rodillas separadas enseñando la ropa interior, hasta
hacia poco tiempo, siendo una chica de doce años, era síntoma de inocencia de
las niñas enseñar la blancura de su ropa interior, y se tomaba como algo
gracioso y que no tenía malicia alguna, teniendo simplemente trece años, era
síndrome era de vulgaridad y obscenidad. Si algún vecino o amistad de la
familia pasaba en esos momentos, la chica ya se podía preparar al llegar a
casa, porque su mama ya estaba en la puerta esperándola, zapatilla en mano. Ni
tan siquiera se podía estar sentada con sus amigas, sin que sus nalgas
corrieran serio peligro al llegar a casa más tarde, y que no fuera más tarde de
la hora fijada, porque un solo minuto ya era sinónimo de azotaina de la madre y
cinturoniza del padre cuando llegara del trabajo. Así eran de difíciles aquellos años para
algunas chicas, otras tenían la fortuna de que sus padres fueran más liberales,
pero aun siendo liberales, los castigos en sus traseros era frecuentes.
(Por algo
se le dio en nombre de spanking a este juego entre adultos, mientras años atrás, en los países vecinos, era conocido
como “el vicio ingles”.)
Sonia se
sonreía recordando la primera vez que hablo por un chat con una chica sobre el
tema, mintiendo sobre su edad y su estado ocasional, decía que era alumna de un
colegio, en cual solían castigarla con frecuencia. Esa chica era Laura, y pocos
días después se incorporaba una nueva chica Elisabeth, todas ellas usaban un
Nick falso para chatear y no ser reconocidas, por lo cual charlaban con plena
libertad de expresión. Su sorpresa fue mayúscula el dia que se citaron para
conocerse realmente, pues con el tiempo habían hecho muy buena amistad, y no se
tenían ningún secreto entre ellas, hablaban de todo con naturalidad. Sonia recordando aquella escena se reía abiertamente….
(Laura)-. Eyyy chicas mejor
quedamos en otro lugar, yo ya he llegado y hay una compañera de clase, además
de una de mis profesoras…. Qué hacemos?
(Elisabeth)-. Como dices! Solo estamos tres personas en el bar…
Sonia con el rostro completamente colorado
se levantó y fue hacia ellas…
(Sonia)-. Tú debes de ser…
Niña dulce, no? Y tu Carita de ángel,
yo… soy… Chica traviesa…
Las tres se
sentaron juntas echándose a reír abiertamente, se miraban, y continuaban
riendo.
Con el tiempo se
hicieron buenas amigas, pero siempre quedaban al otro extremo de la ciudad,
para que nadie las relacionara o pudieran enterarse que eran amigas. En la
universidad cuando estaban en clase simulaban no conocerse, pero cuando nadie
las miraba se lanzaban miraditas sonrientes y picaras.
Laura y
Elisabeth le contaban a Sonia cuando sus padres las castigaban, con todo tipo
de detalles y Sonia siempre les decía,…” que envidia me dais, lo que yo daría
por estar en vuestro lugar”. Así fue
como Laura e Elisabeth empezaron a idear un plan, para que Sonia cumpliera sus
fantasías de ser castigada de nuevo. Pero era un plan algo arriesgado y muy
peligroso si no salía bien, sobre todo para Sonia… le podría costar su carrera,
su trabajo y no poder mirar a la cara a sus amigos, en la vida. Por eso habían
ideado que Laura debía hacer travesuras a todos los vehículos posibles, y Sonia
cuando todo estuviera en marcha, debía exigir mirar los videos de las cámaras
de seguridad, de esa forma pondría a la Junta en una posición incómoda para
ellos, y siempre sería una buena baza para lograr su empeño. En cambio
Elisabeth se negó hacer lo mismo que Laura, pues conocía a su madre y sabía que
podría ser muy severa con ella, en cambio Laura asumió que su padre le daría la
paliza de su vida, y dijo; “ si sale bien nuestro plan, eso bien vale una
severa paliza de mi padre”.
Y asi fue como
habían organizado su plan, Sonia estaba
tan ensimismada en esos recuerdos que no pensó cuando su cuerpo hizo por
sentarse en el sofá, y se dejase caer como hacia siempre, sin tener en cuenta
como tenía su trasero recién castigado, colorado y dolorido.
Aaaaayyyyyy Uuuuyyyyy
Aaaaaayyyy Mierda! Mierda! Mierda!… Joderrrrr!!!…. Como dueleeeee!!!
Rápidamente se colocó de costado y luego poco
a poco, boca abajo sobre el sofá, y sobándose el costado de sus caderas, pues
sus nalgas era imposible el acariciarlas o pasar sus manos por ellas… cuando
hubo remitido un poco el intenso dolor que le había provocado sentarse sin
recordar su estado, se fue quedando dormida…
… unas horas de
sueño después, la despertó una llamada de teléfono. Era Elisabeth, que ya le
habían levantado el castigo…
(Elisabeth)-. Buenas
noches Sonia, que tal esos nervios…?
(Sonia)-. Nervios…
porque iba a tener nervios, Eli? Que tal
te fue con tu madre, fue muy estricta?
Perdona es que me he quedado dormida en el sofá…
(Elisabeth)-. No me
digas que aún no estas preparada? John no tardará mucho en llegar o … se te ha
olvidado que debe castigarte antes de irte a dormir…? Son las 20,30 no puede tardar mucho en
llegar, conociéndole sabes que es muy puntual…
(Sonia)-. Uuuupsss,
lo había olvidado…. Te dejo Eli, tengo que vestirme…. Ostras!!! Ya está aquí!!!
Acaba de sonar el timbre de la puerta… adiós…
Sonia se levantó
del sofá y corrió a su habitación a vestirse, a pesar de las punzadas de su
trasero, llego a su cuarto. Se dirigió a la cómoda y extrajo las primeras
bragas que encontró, unas blancas con flores de margaritas y se las puso
rápidamente, aunque al subírselas ajustándoselas a su cintura, debió hacerlo
muy despacio. Se contempló en el espejo observándose que las tuviera bien
colocadas pasando los dedos por las perneras estirando el elástico desde la
base de sus muslos, hasta su cadera y ajustándoselas en sus nalgas bien tensas.
Luego unos calcetines blancos que se los puso de pie, apoyándose en la cómoda
para no caerse, y se los ajusto a la altura de sus rodillas. Volvió a
observarse en el espejo que estuvieran ambos a la misma altura, y luego se
acercó a la cama donde había dejado su falda de alumna tableada, y se la puso.
Cogió de la cama el corbatín y volvió frente al espejo a ponérselo. El timbre de la puerta seguía sonando, ahora
de manera insistente. Sonia se contempló en el espejo, repaso su falda y su
blusa que estuvieran bien, se levantó la falda y reviso sus braguitas que
estuvieran bien, dejo caer la falda alisándola en su trasero…. UUUfff Jo! Como
duele… una última mirada al espejo y salió de su habitación.
Sonia estaba muy
nerviosa, sentía como en su estómago la estuvieran dando pequeños mordiscos en
su interior, lo sentía vacío, la angustia ahora era constante unido al terror
que se le sumo a su estado de nervios, y lo peor… en la puerta estaba su
verdugo, que ya no paraba de llamar al timbre, solo de pensar lo enfadado que
debía de estar, le hacía que sus piernas temblaran así como sus manos
sudorosas, estaba junto a la puerta, debía abrirla o seria mucho peor para sus
nalgas. Pero Sonia se había quedado
inmóvil, petrificada, su miedo a lo que se le estaba viniendo encima era
superior a sus fuerzas, pero si no abría la puerta seria mucho peor para ella.
La puerta se
abrió sola, Sonia no daba crédito a que la puerta se hubiera abierto sin haberlo
hecho ella, en el rellano del portal estaba John muy enfadado, y a su lado el
conserje de la universidad con un manojo de un montón de llaves en la mano.
Escucho Sonia hablar…
(Conserje)-. Ya la
tiene abierta señor Lewiston…
(John)-. Gracias puede
retirarse, y recuerde que mañana sin falta quiero una copia de la llave maestra
en mi despacho, adiós y gracias de nuevo…
Sonia seguía
sin dar crédito a sus ojos, como se habían atrevido abrir la puerta de su
hogar, sin tener su consentimiento, aunque fuera una vivienda de la
universidad, ella tenía sus derechos y los habían violado, estaba muy enfadada.
Pero también muy preocupada, ahora estaba con muchas sensaciones que circulaban
rápidamente por su cabeza, no sabía claramente que debía de hacer, si mostrarse
enfadada o como debía interpretar aquella intrusión a su intimidad… Pero una
cosa lo tenía claro, mostrar su enfado en esos momentos no era lo más adecuado,
el hombre que estaba ante el umbral de su puerta, no estaba ahí para nada, había
ido para cumplir la sentencia a su castigo, dado por la Junta de accionistas y
dueños de su casa en la cual ella vivía, no…no estaría bien el mostrarse
enfurecida en esos momentos, y menos aún, no le convenía hacer enfadar más a
John, eso ultimo podría resultar muy incómodo en unos minutos para sus nalgas,
que ahora se sobaba con vigor, a pesar del dolor que sentía en su trasero al
sobarse así, pero era como un auto reflejo el hacerlo, no podía pensar en nada
en esos momentos, sus manos actuaban por si mismas que seguían frotándose ahora
más suavemente el trasero de su falda, mientras Sonia seguía como petrificada
de terror, ante la persona que tenía delante de ella, la cual ya había entrado
y cerrado la puerta. Y ahora estaba delante de ella observándola, sin decir
nada.
Segundos después
Sonia parecía que había vuelto al mundo de los vivos, y bajando su rostro lleno
de vergüenza, solo pudo decir balbuceando unas palabras en un susurro…
(Sonia)-. Lo
siento… me quede dormida en el sofá y no estaba vestida…
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