DISCIPLINA EN LA UNIVERSIDAD
.EL CASO DE SONIA.
... El largo pasillo acababa en el vestíbulo amueblado con
dos sofás de cuero color negro, ambos con unos cojines a sus extremos. En el
centro del vestibulo, un banco de doble asiento por ambos lados, con respaldo
angular de roble, que se le apreciaba que era muy antiguo. Dos chicas de 19
años estaban sentadas una a cada lado, prácticamente espalda contra espalda,
vestidas con el clásico uniforme de la universidad femenina londinense, blusa
blanca de manga larga, falda gris tableada hasta unos diez centímetros por
encima de la rodilla, (que al estar sentadas, quedaban a la altura de medio
muslo) con calcetines blancos largos, justo debajo de la rodilla, y unos
zapatos negros sin tacón, (modelo Merceditas).
Las dos chicas
permanecían sentadas, con la mirada perdida, sus manos apoyadas en el borde del
asiento pegadas a sus rodillas y moviendo los pies adelante y atrás, dada la
altura del antiguo banco, uno y otro, o cruzándolos sobre sus tobillos, algo las tenía en tensión.
El techo de la estancia era muy alto, algo muy habitual en
edificios antiguos, y este lo era. Al iniciar el curso, era habitual que el
Decano de la universidad hiciera un discurso extendido de su historia como de
los heroicos grandes hombres, que impartieron clases en esta universidad, y que
habían dado su vida por su país, en la Primera Guerra Mundial del 1914-1918, y
en la Segunda Guerra Mundial 1940-1945. Así como sus retratos estaban colgados
en las cuatro paredes, como a todo lo largo del pasillo, al lado de las puertas
que habían sido sus despachos, y en el vestíbulo, estaban los más ilustres, así
como dos despachos. El del Decano y el del Director.
Las chicas no
miraban hacia los cuadros con fotografías y retratos de los hombres más
ilustres, todos y cada uno de ellos con semblantes serios que harían temblar a
sus enemigos en el combate, y ya no digamos a sus alumnas, sobre todo la que
ocupaba el lugar de honor, que era un retrato de cuerpo entero, un personaje de
enorme envergadura y rostro temible, debajo en letras doradas en oro
General Sir George Lewiston.
Una de las
asideras de una de las dos puertas chirrió al moverse hacia abajo, las chicas
rápidamente como un resorte se pusieron rígidas apoyando su espalda en el
respaldo, y estiraron por instinto sus faldas para luego posar sus manos
entrelazadas sobre sus muslos y la mirada al frente. La puerta se acabó por
abrir, y salió por ella la profesora de ambas alumnas, con el semblante serio
del más característico enfado, y con una mirada penetrante miró a las dos alumnas,
salió y cerró la puerta que figuraba el nombre del Decano, Sr. Lewiston.
Iba vestida con
blusa gris perla, y un pantalón tejano desgastado de tejido elasticidad que se
le ajustaba como una segunda piel. Para ser una mujer cercana a los 32 años, vestía muy coqueta y ningún hombre
le pondría más de 24 años. Echo andar por el pasillo dejando atrás el
vestíbulo.
... Unas horas
antes...
Había gran
movimiento de alumnas y profesores que acababan de dejar sus vehículos en el
parking, dentro del recinto de la universidad Lewiston de las afueras de la
ciudad de Londres. Al fondo se contemplaba el enorme edificio de tres plantas,
reformado por la familia de Sir Lewiston en el siglo XVIII. Antiguo castillo en
ruinas de nombre desconocido. Las malas lenguas lo situaban en la época de la
inquisición, un lugar donde el Obispo Borja tenía sus orgias antes de ser
elegido Papa, aunque nadie había situado en Londres tal hecho. Otros databan
que debió ser de un Noble. Se suponía
que debía de ser de un Noble Ingles de baja estofa, que lo había heredado por
favores poco favorecidos por el mismísimo rey Ricardo VIII, pero que pocos años
después, dicho Noble cayó en desgracia y fue decapitado por orden del mismo rey
Ricardo. Lo único cierto, es que Sir Albert Lewiston I, compro dichas tierras
que rodeaban las ruinas, y en ellas construyo una hermosa mansión o castillo,
de piedra traída de tierras italianas de la comarca de Ferrara. Se acabó a
finales del siglo XVIII en el año 1898, tardaron cerca de veinte años en
terminarla dada la complejidad de su construcción. Acabada con un estilo más
propio del inglés, que del italiano ya que su constructor era de la ciudad del
arte, Florencia, pero afincado en Inglaterra por problemas políticos y
artísticos, fue uno de los arquitectos más famosos de Italia. La fachada imponente con cuatro torres con
sus torreones de estructuras circular típica,
que resaltaba aún más su aspecto de castillo, siendo estas de hasta
cinco plantas que se sobre elevan sobre el resto del edificio. Mas una quinta
torre en el centro de la construcción y parte más elevada de hasta siete
plantas, desde donde se contemplan unas vistas fantásticas.
… Las alumnas y
profesorado se dirigían hacia la entrada principal, cuando un hecho atrajo la
atención de algunas estudiantes y profesores. Una profesora estaba increpando a
dos de las estudiantes de la universidad, sobre todo, la profesora que debía de
dar las notas a sus alumnas, en esos instantes era ella, la que estaba dando la
nota, y de qué manera. Empujaba a las dos chicas que hacían claros gestos de no
entender lo que le hablaba, llegando incluso a hacerlas caer al suelo y
levantando su bolso por encima de su cabeza para golpearlas. En ese instante,
una mano sujeto el brazo de la profesora en alto, ella se giró sobre sus pies
con la mano derecha abierta y dando una fuerte bofetada a quien se había
atrevido a sujetarle el brazo.
La profesora se
quedó blanca al ver a quien tenía detrás
de ella, y que acababa de asestarle una
tremenda bofetada, sus ojos cambiaron de expresión en el acto. No le salía
ninguna palabra con sentido alguno, tartamudeaba e intentaba como enhebrar, una
frase coherente pero no lo consiguió hasta pasados unos segundos.
(Sonia)-. Señor
Lewiston! Cuanto lo lamento, no le había visto. Usted perdone…
(John)-.
Profesora Sonia me puede explicar que ocurre….No, mejor vayamos a un
lugar menos concurrido y me explica que es todo esto. Ustedes dos levántense del suelo y acompáñennos
creo que van a ser necesarias muchas explicaciones, para aclararme esta
situación incomprensible, al menos para mí.
Ustedes que hacen ahí mirando? No tienen unas clases a las que acudir?
Pues despliéguense, aquí no sucede nada importante que ver.
El Decano Sr. Lewiston andaba por el pasillo que conducía a
los despachos, acompañado a su costado derecho, por la profesora la cual el se
había referido, como profesora Sonia. Las dos alumnas caminaban detrás de ellos
con claro gesto de no saber porque estaban allí, y mucho menos que es lo que
iba a acontecer.
(John)-. Señorita
Sonia entre en mi despacho para aclarar todo esto, ustedes dos esperen sentadas
en el vestíbulo hasta que me reúna con ustedes dos.
En breve se
presentó el conserje con las llaves para abrir el despacho, y entraron dentro.
Una vez cerrada la puerta el Sr. Lewiston dejo su maletín encima de su mesa y
se sentó en su cómodo sillón de piel.
(John)-. Y bien
Sonia puedes explicarme que ha ocurrido ahí fuera, resultaba un acto muy
bochornoso!
(Sonia)-. Señ…
Señor Lewiston. Yo…
(John)-. Sonia
ahora estamos a solas, no hay alumnas delante. Llámame como siempre me llamáis
todos los profesores en privado…
(Sonia)-. Bueno…
John es muy embarazoso para mí explicar esto...
(John)-. Desde
luego, que has montado todo un circo ahí fuera y deseo una explicación más convincente, ha sido una escena reprobable y
que te va acarrear consecuencias nada halagüeñas, aunque tengas la razón de lo
cual estoy seguro de ello. Pero agredir a dos alumnas en plena calle, no es lo
que se dice lo más razonable para el buen nombre de esta universidad. En qué
diablos pensabas Sonia! para abalanzarte así ante todo el alumnado? Los padres
de esas dos alumnas a estas horas ya deben de haberse enterado de todo lo
ocurrido y no tardaran en presentarse a pedirme explicaciones, y algo debo
tener en mi mesa para poder excusarme. Aunque no va a ser nada sencillo, mucho
me temo que antes o después deberás acudir a este despacho para ser sancionada
debidamente, y despedida. A no ser que aceptes tu responsabilidad y pongas
sobre mi mesa tú renuncia inmediata. Si este hecho hubiera sido en privado, lo
podría solucionar de un modo más personal, pero más de trescientos alumnos lo
han visto todo, no hay forma posible de ocultar este hecho… totalmente inaceptable.
(Sonia)-. ¿No
podrás prestarme ayuda cuando conozcas mis razones? , algo debes de poder
hacer! Sabes que estoy a punto de
terminar mi doctorado en química, y que para mí es muy importante hacer mis
prácticas en esta universidad, luego me iré presentando mi renuncia. Pero con
las prácticas de doctorado debo
acabarlas, realizadas en esta universidad me abrirán muchas puertas en otras
universidades de prestigio. Una de esas dos lagartas me puso pegamento rápido
en la cerradura de mi coche la semana pasada, y estoy segura que la otra me
desinflo las cuatro ruedas de mi coche, ayer por la tarde. Me lo dijo el
conserje que las había visto merodear por el parking.
(John)-. Sonia
eso que dices no tiene por donde sujetarlo, no digo que esas dos alumnas no
hicieran lo que dices, pero no tienes ninguna prueba convincente. Y en lo
referente a esas prácticas, que valor tendrán si se te abre un expediente por
maltrato físico a dos alumnas. Ninguna!!! No habrá universidad del estado que te aceptase ni siquiera de friegaplatos en la cocina. Ya no
estamos en el 2004 en donde aún impartíamos castigos corporales a las alumnas
díscolas, y necesitadas de disciplina. Y conozco el historial de esas dos
alumnas, y en el colegio fueron disciplinadas en innumerables ocasiones con
severos correctivos, pero hoy día, han de ser faltas muy graves para que unas
alumnas puedan ser disciplinadas como es debido en el día de hoy, y sabes, que
solo es posible con aprobación de los padres. Estoy con las manos atadas, compréndelo!
Sonia te has extralimitado en tus funciones. Eres una mujer muy eficiente, y
con un gran futuro en esta universidad como profesora, ese doctorado en química
debías de haberlo hecho hace años, y no ahora. Como profesora doctorada en
química de prácticas, solamente hay una solución para que no se te habrá un
expediente, y es ser sometida ante la junta de socios, y que ellos decidan si
es menester abrirte ese expediente. Además de tener un excelente historial como
profesora de esta universidad, si aceptas que
la junta de socios investigue lo sucedido y no te será nada agradable su
resolución, sabes como yo que son muy anticuados, además de ideas fijas y
recibir una sanción juzgada por esos carcamales, no será nada agradable para
una mujer de treinta y dos años, pero por estar en prácticas de tu doctorado,
se te tratara como una estudiante más en prácticas, de eso si me puedo encargar
yo de que lo acepten, pero el resultado que puedan aprobar, los de la junta de
socios, me temo lo peor, y que no te será nada agradable su dictamen. Es más,
no podré hacer nada por ti, llevas muchos años de profesora en esta
universidad, y has visto otros casos parecidos verdad? Recuerdas como acabaron,
y que castigo recibieron, hoy día aún deben tener problemas para sentarse cuando
recuerdan el castigo. Pero ellas eran estudiantes al fin y al cabo, y estábamos
en una época que era habitual el uso de la vara, tu caso es diferente, aunque
tengas aspecto de no tener más de veinticinco años.
Lo de esas dos
alumnas, hablare con ellas a ver si puedo hacer algo para que sus padres paguen
esos desperfectos en tu vehículo, pero no puedo garantizar que pueda hacer algo
más por ti. Expondré este asunto a la
junta de socios para que sea estudiado, ya veremos que deciden, pero no te puedo
prometer nada.
Un mes después…
Sonia abrió la puerta para salir a correr un poco, dado que no tenía
nada que hacer, aprovechaba por las mañanas para hacer un poco de deporte, y
así, olvidarse de sus quebraderos de cabeza, como la tensión y los nervios en
la espera de que la junta de accionistas o socios de la universidad, se
reunieran y dieran su veredicto sobre su agravio a dos alumnas, que según había
oído hablar a compañeras que la habían visitado, ni siquiera habían sido
castigadas o sancionadas por los daños en su vehículo. Y eso que las cámaras de
seguridad desvelaban sin lugar a dudas que los daños en su vehículo particular,
lo habían captado como realizaban sus fechorías, quedando indemnes a castigo de
su falta.
Llevaba una camiseta blanca y unos shorts elásticos que realzaban su
figura, destacando en su retaguardia un firme y prieto trasero, que hacía que
los hombres se
No hay comentarios:
Publicar un comentario