MI ABUELO
MATERNO (II)
…Aun hoy día, recuerdo como
fueron aquellos primeros días y las tremendas azotainas que recibía mi mama, y
yo misma. Al día de hoy, han pasado tres
años y cinco meses por lo que ahora a mis dieciocho años recién cumplidos, y
ser mayor de edad creí que todo ese sufrimiento habría acabado, que ya no
recibiría más azotainas de mis abuelos. Había terminado el curso en el
instituto y regresaba a casa después de haber estado todos aquellos meses en
una residencia de estudiantes. Después de unas horas de autobús desde la
capital, Madrid. Llegaba aquella pensión donde nos recogieron los abuelos la
primera vez, al llegar el autobús, pude observar con alegría que mi madre ya me
estaba esperando en la parada, en seguida agarre mi maleta y baje corriendo
abrazarla. La abuela estaba dentro del auto, abrí la puerta del conductor para
darle dos besos a mi abuela, y fue como si besara a una figura de mármol, ni
siquiera me miro a la cara, solamente me hablo para decirme.
-. Sube al coche
inmediatamente! En casa ya hablaremos!
-. Pero… Abuelita
acabo de llegar…
-. Es que no he
hablado claro? Sube al coche y no empeores más la situación!
Cerré la puerta y
volviendo hacia donde estaba mama, la vi que me miraba con tristeza y me abría
la puerta de atrás para que subiera.
-. Sube hija, y
mejor que no hables hasta que se te mande, si no deseas empeorar las cosas…
Subí al coche sin decir nada más, pude observar como mi madre se subía
delante con la abuela, y vi en ella los mismos gestos que aquel día que
vinieron los abuelos a recogernos, hasta la casa de los abuelos tardamos casi
dos horas en llegar, en mi mente volvió aquella imagen cuando era niña, que
durante todo el trayecto fui sobre las rodillas de la abuela, recibiendo mi
primera azotaina que me dolió horrores, ya que fue mi primera vez, hasta ese
día nunca había recibido un solo azote.
Al llegar mi madre bajo del auto, me abrió la puerta y solo me dijo…
-. Sube a tu
habitación y espérame, que subiré a vestirte en breves minutos.
-. Pero mama! Acabo
de llegar, tenía muchas ganas de verte a ti y a los abuelos.-.entonces vi bajar
a la abuela y me hablo.
-. Niña, sube a tu
habitación como dice tu madre, si no quieres que me quite la zapatilla!!!
Entonces me di cuenta de lo que ocurría, o
de lo que podría ocurrirme en breve. Entonces me recordé que habrían recibido
por correo mis notas, pero no entendía porque de aquellas caras largas, había
aprobado el curso con buenas notas. Si de algo no tenía ninguna duda, es que si
hubiera suspendido por el camino seguro que me habría castigado la abuela, pero
había tenido que estudiar de firme y esforzarme todo lo posible para no
suspender ninguna asignatura, pues conocía muy bien cuál hubiera sido mi castigo. No tuve otro remedio que callar y subir a mi
habitación sin decir absolutamente nada más.
Una vez en mi habitación me senté en mi cama a esperar, pocos minutos
después entraba mi madre en la habitación, y sin decirme nada. Empezó a
desnudarme como cuando era niña, cuando estuve como vine al mundo, me observo y
me hizo tumbar en la cama boca arriba. Ella se giró y salió de la habitación
tal y como había venido sin decirme nada. Pude ver con espanto que mi mama, se
había cambiado de ropa y que aparte de la blusa gris perla, llevaba una falda
tableada de cuadros negros y aristas blancas, pero lo que me dejo estupefacta
es que la falda apenas le cubría las bragas blancas seguramente de algodón,
pero lo que me espanto fue que por los bordes de las bragas, se veían
claramente unas marcas azuladas del cinturón del abuelo, de eso no había duda
alguna, pero eran marcas de unos días, pero se le veían la parte baja de las
nalgas que estaban muy rojas, así como el inicio de sus muslos, estaba muy
claro que habían castigado a mama, esa mañana antes de ir a recogerme, de ahí,
que la viera hacer muecas de congestión en su rostro, cuando se sentó al subir
al auto.
A los pocos minutos volvió a entrar en la
habitación, portando una palangana pequeña como una cubeta, extrajo una esponja
con jabón y me empezó a lavar el pubis con delicadeza, dejándolo bien enjabonado,
me temí en esos momentos lo que iba a continuación, y así fue. De la cubeta
extrajo una maquinilla de depilar las piernas, y apenas unos minutos ya no
tenía nada de vello ahí abajo, a medida que iban transcurriendo los minutos lo
veía cada vez más oscuro para mí. Aquello tenía muy mala apariencia y pude
imaginar que no había cambiado nada desde mi marcha al instituto. Una vez volví
a estar seca mama, extrajo del cajón de la cómoda unas bragas blancas con
pequeños racimos de uvas violetas, y me las fue pasando por los pies y las
subió hasta mis rodillas, entonces me permitió incorporarme y me acabo de poner
las bragas. Eran horribles me cubrían totalmente el culo, y me llegaban justo
por debajo el ombligo. Debían de ser igual que las que llevaba mamá, e igual
que las había llevado desde el fatídico día que llegamos a esa casa.
-. Mamá. Porque
te ha castigado el abuelo hoy?
-. No, hija. No
ha sido el abuelo, ha sido tu abuela esta mañana con la zapatilla.
-. Porque mamá?
-. Ya sabes cómo es tu abuela, no se le
puede contradecir y menos replicarle.- diciéndome esto vi cómo se sobaba el
culo-. No veas como me duele. A más mayor es, parece que más fuerza tiene,
uuuuffff… no veas hija, que tunda me ha dado antes de salir de casa, he visto
las estrellas de todo el firmamento…
-. Porque lo has
hecho, sabes muy bien como es.
-. Que quieres hija. Cuando íbamos a salir
de casa para ir a buscarte, tu abuela me ha comentado que debía hacerte nada
más llegar a casa, o sea esto que acabo de hacer y vestirte con un vestido como
cuando eras una niña. La he contrariado al decirle que ya eras una mujer adulta
y mayor de edad. No veas como se ha puesto, estábamos en el porche, ya habíamos
salido de casa. Y en el mismo porche, me ha bajado los pantalones que me había
puesto y las bragas con ellos, y ya ves hija como me ha dejado con esa dichosa
zapatilla. Cualquier día le voy a pegar fuego, uuuuffff no veas como ardeeee…
bueno hija déjame que acabe de vestirte y bajas a saludar a los abuelos, antes
de que suban ellos a por nosotras y las dos acabemos con el culo ardiendo.
La madre sobándose el culo sobre las
bragas, pues la falda apenas se las cubría por detrás, y no le importaba
hacerlo delante de su hija, pues esa misma acción había sido algo muy habitual,
en ellas dos desde el fatídico día que llegaron a ella. Fue hacia el armario y
extrajo un vestido rosa, volvió al lado de la hija e hizo que metiera los pies
y le subió el vestido, al tiempo que la hija introducía sus brazos por las
mangas, y este era ajustado a sus hombros y luego abotonado por la espalda,
como los clásicos trajes de los bebes. Luego unos calcetines blancos y unos
zapatos de charol modelo Merceditas, sin tacón apenas. Luego dedico unos minutos a cepillar el cabello
de la hija y hacerle unas coletas, ambas al acabar se miraron al espejo. La
madre con esa falda y la hija el vestido rosa, se giraron para mirarse por
detrás y daban la impresión de ser dos niñas de 12 años, pues ambas llevaban
las bragas a la vista, pues ambos modelos, solo les cubría hasta la mitad del
trasero, dejando la parte baja de sus bragas claramente a la vista.
-. No veas como
llevas el culo de marcado, mamá! Esas marcas parecen de días, no de hoy.
-. Estas,
dices? Estas me las hizo tu abuelo hace una semana con su cinturón, ya sabes tú lo rápido que se lo saca por
cualquier motivo.
-. Si, mamá. Lo
sé muy bien. Porque...?
-. Te estas volviendo muy preguntona
últimamente. Y muy descarada, no te da vergüenza preguntarle a tu madre porque
le han pegado en el culo, a mis treinta y dos años? conoces de sobra que
mientras estemos bajo su mismo techo, viviendo en su casa, tenemos que vivir
bajo sus estrictas normas y eso significa, irnos a dormir calentitas si el encuentra
cualquier causa para bajarnos las bragas y azotarnos el culo hasta que el
considere que ya vamos bien servidas, más te valdría en pensar en bajar rápido
a saludarles o las dos seremos castigadas, y a mí ya me duele el culo
demasiado, como para que me den una segunda azotaina en el mismo día.
-. Si mama pero la curiosidad... Ya
sabes... Es más fuerte que yo, mientras he estado en el instituto, hasta he
echado de menos sus azotainas... Y más de una mañana me despertaba con mis
braguitas... Ya sabes...
-. Hija!!! Eres una cochina!! Mira que
decir que te mojas las braguitas soñando con las azotainas de los abuelos, no
te da vergüenza desvergonzada?
-. Mira mamá....- María se levantó la
falda de su vestido y mostró una mancha de humedad en sus bragas blancas con
aquellos simpáticos racimos de uva violeta-. Solo de sentirme el Chichi así
depilado rozarme en las braguitas, ya se me han humedecido, así como el hecho
de tener que llevar estas horribles bragas con estos dibujitos clásicos de
chiquillas, tan grandes, solo de la vergüenza ya me vienen ganas de tocarme...
Y si mamá, me muero de ganas que el abuelo me ponga sobre sus rodillas....-
entonces le levanto la falda a su madre con todo descaro.- Y tu mira cómo vas!
también las llevas manchadas de la humedad, mamá!.
-. María, estas segura de pensar lo que me
imagino? Quieres que les hagamos esperar, para que nos castigue el abuelo?.-
María hizo un gesto afirmativo con su cabeza, con una picará sonrisa en sus
labios-. Los sacrificios que tiene que hacer una madre! Por su hija.
Porque a ti, el abuelo te dará una azotaina con la mano seguramente,
pero a mí, cuando vea como llevo el culo de rojo, sabrá porque me ha castigado
hoy tu abuela y a mí, me azotara con ese viejo cinturón, bueno niña bajemos ya,
o nos ira mucho peor a las dos.
-. Porque te
fuiste de esta casa mamá? Es algo que siempre me pregunto.
-. Hija! Porque entonces yo desconocía por
completo, lo que estoy disfrutando de sus azotainas desde que volvimos a esta casa y al poco de nacer tú,
entonces me di cuenta de que algo me faltaba y desconocía lo que era. Hasta que
descubrí por internet páginas de relatos sobre spanking, que es como lo llaman
los aficionados a los azotes, entonces empecé añorar las azotainas de los
abuelos, incluso probé de buscar un spanker, que es como llaman a los que les
gusta azotar a mujeres sobre sus rodillas, pero no funciono. Tú entonces tenías
unos seis años, eras muy pequeña para traerte a esta casa, pues el abuelo a mí
me azotaba desde que tengo memoria, y para mi entonces eran verdaderos
suplicios aquellos dolorosos castigos, hasta que al quedarme en estado de ti,
vi que era el momento de marcharme y vivir mi propia vida. Lo que jamás
sospeche ni en mis más horribles pesadillas, que echaría de menos aquellas
palizas tan tremendas, o eso era lo que
me parecían. Pero con el paso del tiempo
me dedique a ti en cuerpo y alma, aunque de vez en cuando me volvían deseos de
ser castigada, pero estabas tú. En aquellos momentos pensaba por ti, no podía
traerte a esta casa. A ti yo nunca te tuve quedar unos azotes, eras un trozo de
pan. Hasta que los señores me comunicaron que deseaban volver a ver a sus
hijos, me avisaron con varios meses de antelación, pero por más que busque un
trabajo, no encontré ninguna casa que necesitara una mujer para doncella, o para servicio. Por lo tanto, cuando los
señores se marcharon, nos quedamos en la calle y solo tenía unos ahorros, que
nos permitieron vivir una temporada, pero al final no tuve más remedio que
llamar a tu abuela, y rogarle si podíamos volver a casa, tuve que suplicarles a
los dos que al menos lo hicieran por su nieta, si por mí no lo querían hacer,
al menos que no dejaran a su nieta viviendo bajo un puente.
Entonces fue cuando me lo dijeron sin
ningún tipo de tapujos, si me aceptaban debía aceptar mi castigo y no sería una
simple azotaina. Casi me da un vuelco el corazón en ese momento, pues era lo
que más deseaba yo, ser castigada de nuevo por mis padres y sentir arder mi
trasero como nunca lo habría sentido. Si
recuerdas cuando vinieron a buscarnos, al salir tú yo ya me estaba quitando la
falda y bajándome las bragas yo misma, pues era las instrucciones que me habían
proporcionado, primero me azoto padre, poniéndome inclinada hacia adelante bajo
su brazo izquierdo con ese feo cinturón que siempre lleva, fue terrible para
mí. Me castigo muy duro y madre, me sujetaba las manos por detrás de él para
que no pudiera interponerlas entre su cinturón y mis doloridas nalgas, después
fue madre, quien aprovechando que padre me tenía firmemente sujeta, me azoto
con la vara de avellano hasta que esta se partió a la mitad, solo entonces me
dejaron subir mis bragas de nuevo y volver a ponerme la falda.
Después durante el tiempo que duro el
trayecto a casa de mis padres, fue horrible el escucharte llorar, muchas veces
he podido disfrutar de la mano de mi madre, durante estos últimos tres años.
Parece que sea de cemento, es muy pesada y dura. Nunca he comprendido como
puede tener esas manos tan fuertes o ese cuerpo tan corpulento y fuerte, es tan
alta como el abuelo superan con creces ambos el metro noventa, y ese corpachón
que poseen, no comprendo cómo puedo ser su hija, ellos con esa altura y fuertes
como robles, yo no les llego apenas al pecho con mi metro sesenta y cinco, como
tú más o menos, nos parecemos mucho en estatura, no me extraña que nos hagan
vestir como a niñas de diez años, para ellos es como si lo fuéramos, pues nos
manejan a placer sin podernos escapar de sus rodillas como si fuéramos
chiquillas.
Fue horrible escuchar cómo se escuchaban
los azotes caer sobre tus pequeñas nalguitas, y escuchar como berreabas como
una bebe, mi pobre niña. Por eso no
quería hacerte pasar por todo lo que tuve que pasar yo en mi infancia, intente
por todos los medios posibles evitarte esos sufrimientos, pero al final no pudo
ser. Además por otro lado creí necesario que un poco de disciplina te iría muy
bien, últimamente apenas podía contigo. Estabas en la clásica edad que las
niñas se rebelan, por creerse mayores porque su cuerpo se esté desarrollando, y
empezaste a suspender y faltar a clase a menudo, así como a contestarme de muy
malas formas. Yo había pasado una infancia horrible y fui incapaz de enseñarte
la disciplina que estabas pidiendo a gritos, y sabía que con los abuelos eso
iba a cambiar, y vaya si cambiaste… Bueno pequeña bajemos al salón y no les
hagamos esperar más.
Salieron de la habitación y empezaron
a bajar las escaleras lentamente, María iba dos pasos por detrás de su madre,
le encantaba mirar cómo se iba sobando el culo sobre sus bragas blancas, con su
mano derecha, mientras la izquierda la llevaba apoyada en el reposa manos de la
baranda de la escalera. Apenas habían bajado una docena de escalones, y
comenzaron a divisar las piernas de los abuelos, seis peldaños después ya veían
a la pareja de ancianos sentados en unas sillas con respaldo alto, uno frente
al otro sobre la mesa, ya habían comenzado a comer, algo que no sería un buen
presagio. Estaba claro que no las estaban esperando a las dos, para sentarse a
comer. Los platos humeaban ya puestos en su lugar donde debían sentarse ellas,
el enfado por la tardanza era obvio en sus rostros. Estaban muy enfadados, pues
era una norma inviolable estar a la mesa todos sentados a la hora designada y
bajaban diez minutos tarde, por menos tiempo ya hubieran sido caldeados sus
traseros cualquier día de la semana.
Al estar frente a la mesa, se quedaron
esperando que las autorizaran a
sentarse, pero las miradas de ambos ancianos estaban en ellos mismos, hablaban
entre ellos como si ellas no estuvieran allí. Su tono de voz, hizo que ambas
empezaran a preocuparse. María ya no estaba tan segura de que desease recibir
una azotaina, ahora sus sentimientos la traicionaban y sus deseos primitivos,
se habían convertido en un claro temor a lo que se presagiaba.
Entonces fue cuando se dieron cuenta, a su
izquierda había una silla colocada aislada de todo mueble, sobre todo algo que
había sobre el asiento de la silla, las dejo a ambas estupefactas. Allí estaba
el viejo cepillo de baño de mango largo, de madera. Apoyado sobre su parte
plana, con sus cedras para arriba. Susana, con cara de espanto se llevó sus
manos a su trasero, lo acaricio con suavidad, y estiro hacia abajo el elástico
de sus bragas blancas, como si pretendiera asi cubrir más superficie de sus
nalgas, y que estas, quedaran más protegidas para lo que en breve espacio de
tiempo, iba a suceder. Miro a su hija María, pudo leer en sus ojos el miedo que
sentía. Sus miradas se cruzaron observando la madre, que su hija ya no mostraba
su seguridad de momentos antes en la habitación, ahora era una mirada de
preocupación y de miedo. Igual que hiciera la madre, María por instinto se
cubrió su trasero con las manos, ella al estar a la derecha de su madre, tenía
enfrente de ella al abuelo. Sin que el abuelo la pudiera ver, muy
disimuladamente estiro el elástico de sus bragas, bajándolas un par de dedos y
cubriera más sus nalgas. Pero este hecho no pasó desapercibido como esperaba y
el abuelo les dirigió la mirada a ambas.
-. Que María! Esta es la manera de
saludar a tu abuelo, después de todo este tiempo sin verme? Crees que es la
manera apropiada de presentarte en esta casa! Y por si fuera poco, el hecho que
no hayas venido a darme un par de besos, nada más bajar por esa escalera. Qué
ocurre? Que sabes que has cometido una imprudencia al no bajar antes? Tu abuela
y yo hemos estado esperando que bajaras a saludarnos, y en vez de eso. Te has
quedado arriba en tu habitación hablando con tu madre, por lo visto tenías
mucho que contarle. Aun conociendo la disciplina de esta casa, y lo importante
que es la buena educación. Esa conducta no es la que has aprendido en esta
casa, nosotros siempre te hemos dado el trato que se debe, para que una
adolescente se comporte como es debido ante sus mayores, cierto que somos muy
estrictos aplicándoos los castigos pero es por vuestro propio bien, para vuestra
buena conducta, si no os comportáis como se espera de vosotras no se os va a
permitir esa falta de educación y mal comportamiento con vuestros mayores, y eso puedes estar segura
jovencita que en esta casa no se te va a tolerar. No puedo imaginar que educación
te han dado allá a dónde has ido a formarte, para tener un futuro con más
seguridad, por lo visto no te han enseñado a respetar a quienes se ha
preocupado por ti.
En la regañina del
abuelo, se entrometió la esposa, madre, y abuela;
-. Y tú! Susana que te había mandado
yo que hicieras? Que subieras para
arreglar a tu hija, para que estuviera presentable para bajar a saludar a su
abuelo, y que es lo que haces desvergonzada! Quedarte hablando, y desobedeciendo.
Y tú, sabes muy bien qué ocurre si no estáis en la mesa a la hora de comer. Esa
desobediencia vuestro abuelo os va informar sobre ello cuando terminemos de
comer, ahora desvergonzadas, que ya hemos visto como os cubrís el culo con
vuestras bragas, sabed, que seréis castigadas con las bragas bajadas las dos,
así que… quiero ver vuestras bragas bajadas por encima de vuestras rodillas,
ya!!!
Madre e hija, introdujeron sus manos bajo
sus faldas, levantándose las mismas, ya que para poder coger el elástico de la
cinturilla de sus bragas, al ser de cintura alta, ambas pasaron la vergüenza de
mostrar sus bragas unos instantes, hasta que las hicieron descender por sus
muslos hasta dejarlas sobre sus rodillas.
-. Bien niñas! Ahora daos la vuelta
para dejarnos comer tranquilos, y poned vuestras manos sobre vuestra cabeza…
-. Veo que a tu hija las has calentado
el culo hoy, que ha hecho esa desvergonzada esta vez…?
-. Tu hija aún no ha aprendido que es
una falta muy grave, contradecir a sus mayores, cuando se le manda que haga una
tarea…
-. Ya veo que le has puesto el culo
como se merece, nada comparado con la que le voy a dar yo en breve… aprenderá
que se debe respetar las normas de esta casa, y que a su madre no se le falta
el respeto, aunque yo no esté presente para castigarla, debe obedecer a su
madre siempre.
A Susana sin atreverse a girarse, las lágrimas
le descendían por sus mejillas. Había hecho mal, no debía haber hecho caso a su
hija, ahora se arrepentía. Pues con sus padres no se podía jugar, siempre han
sido muy rigurosos a la hora de aplicar la disciplina, y si no la hubiera hecho
caso, no estaría ahora en serios problemas.
Madre e hija se miraron, ambas tenían los
ojos llorosos. María, miraba a su madre con compasión, la había metido en un
buen lio. Y se sentía culpable por ello, pues esto no era lo que hubiera
deseado, y menos aún, hacer que castiguen a su madre por su culpa, pues ella la
había advertido. Que si el abuelo averiguaba que le había contestado a la
abuela, por esa indisciplina seria castigada más severamente. Pero el cinturón
hubiera sido aceptable, duele por supuesto, pero no había comparación con lo
que puede resultar una azotaina con el cepillo…
Habían terminado de comer y hecho el café.
El abuelo había subido con la abuela a su habitación, a dormir la siesta.
Mientras ellas continuaban en el centro del salón, de pie con las manos sobre
la cabeza. No sentían ya sus piernas del tiempo que llevaban así castigadas y
expuestas, sus brazos estaban cansados y aunque sabían que estaban solas, no se
dirigieron palabra alguna, pues no había palabras que pudieran expresar como se
sentían. Solo pensaban en lo que les esperaba en pocos minutos, pues ya no
podía tardar en bajar el abuelo a ocuparse de ellas como había prometido hacer.
El abuelo era así, sabía que estarían
apesadumbradas, y que la espera para que les llegase el turno de ser
castigadas, las tendría en vilo todo el tiempo. Sabía que no había peor castigo
que hacerlas esperar, por eso habría la puerta de la habitación saliendo al
pasillo del piso de arriba, caminando por él, de un extremo a otro. Ellas en
sus cerebros se activaba la extrema preocupación, pues pensaban que había
llegado el momento y sus nervios se erizaban el vello de sus brazos, así como
en otras partes que llevaban horas al aire, si los hubieran tenido. Y al poco
tiempo volvía a encerrarse en la habitación. Al poco escucharon de nuevo abrir
la puerta, los pasos se escuchaban por el pasillo del piso de arriba, luego
bajaban las escaleras, esta vez si había llegado el momento de que el abuelo
las colocara sobre sus rodillas, los pasos los escuchaban detrás de ellas, pero
se mantenían impasibles con la mirada al frente, si hubieran girado sus cabezas
no hubiera sido nada agradable para ellas, y lo sabían.
-. Lleváis mucho tiempo con las nalgas
al aire, vais a coger frio.- era la voz de la abuela, y le subió las bragas a
su nieta, ajustándoselas en la cintura. Y dándole un cariñoso azote en el culo,
la hizo darse la vuelta.- no vas a dar un beso a tu abuelita pequeña? Perdona
lo de esta mañana, estaba enfadada por lo de tu madre.
Se abrazaron las dos efusivamente, y le dio
varios besos a su nieta, la cual con una gran sonrisa se abrazó a la
abuela. Entonces después de tan intenso
abrazo, ambas se separaron, mientras la abuela le ponía las manos sobre los hombros,
y su alegre rostro cambio por un semblante muy serio.
-. Bien mi pequeña, ahora sube a tu
cuarto. Tu abuelo te está esperando.- soltó a la nieta y esta se dirigió hacia
las escaleras, cuando sintió en sus bragas un fuerte azote en el culo propinado
por su abuela.- ves rápidamente, mejor que no le hagas esperar está muy
enfadado porque ya, en tu primer día, te tenga que pegar en el culo tu primera
azotaina el mismo día que has llegado.
Desde las escaleras María se detuvo un
segundo para mirar, y vio a su abuela que la seguía con la mirada, mientras su
madre continuaba en la misma posición, con las manos sobre la cabeza y las
bragas bajadas por encima de las rodillas. Desapareció escaleras arriba y poco
después se escuchaban unas voces que regañaban a la pequeña, poco después desde
abajo se escuchaban azotes, eran muy fuertes pues se escuchaban perfectamente
desde abajo en el salón, y con un sonido muy nítido de que la azotaba en el
trasero desnudo, unos segundos bastaron para oír como rompía a llorar
desesperadamente, sus gritos de dolor se escuchaban después de cada azote,
desde abajo madre y abuela no podían ver nada, pero el ruido de lo que sucedía
en la habitación de María, era tan nítido y claro, que parecía que estuviera en
el mismo salón. Poco después solo se escuchaba llorar desconsoladamente, pero
ya no se percibían el sonido de los azotes. Unos pasos rompieron el sonido de
fondo de los lloriqueos de María, cuando estos se escuchó que bajaban la
escalera, Susana se puso a temblar, los gritos de su hija la habían hecho
mella, ahora al escuchar los pasos detrás de ella hizo que sus sentidos
estuvieran al acecho.
-. Ahora vamos a ajustarte las cuentas
a ti desvergonzada.- al oír esto, sintió Susana como era agarrada por el lóbulo
de su oreja derecha, y tiraban de ella en dirección donde había visto la silla
con el cepillo. Trastabilló un par de veces hasta verse arrojada sobre las
rodillas de su padre.- te voy a enseñar yo cuando se come en esta casa!!! Y
donde debe estar tu culo sentada a esa hora, que te has creído desvergonzada,
que puedes hacernos esperar en la mesa a que tú y tu hija, bajéis a comer
cuando queráis!!!
Los azotes del cepillo no tardaron en caer
con fuerza sobre sus nalgas desnudas, al colocarla sobre sus rodillas, su falda
se le había levantado por sí sola, dejando su culo desnudo bien expuesto al
severo castigo. Los azotes caían implacables, en el mismo centro de cada nalga,
las lágrimas descendían por sus coloradas mejillas, antes ya de sentirse así
misma sobre el regazo de su padre, la espera la había sensibilizado tanto, que
al sentir el dolor en el lóbulo de su oreja, ya se puso a llorar, por lo tanto
al sentir los cepillazos en su culo, solo la hicieron llorar con más ímpetu, en
apenas un minuto habían caído en sus nalgas alternativamente, mas de cuarenta o
cincuenta azotes…
-. Basta padre!!! Basta padre!!! No lo
volveré hacer… Basta padre!!! .- llorando sin tregua, consiguió dejar salir de
su garganta esas palabras pidiendo que parase de azotarla, era tal el ardor de
su trasero, que ya no pudo suplicar más, y solo llorar…
Sus brazos suspendidos en el aire aleteando
sin control, buscaban la forma de llevar sus manos a su trasero, pero los
azotes tan seguidos en su ya maltrecho trasero, apenas podía intentar aferrarse a lo que fuera… sus piernas por el
contrario se arqueaban en cualquier dirección sin rumbo fijo, sus bragas
blancas habían bajado por sus piernas hasta sus tobillos y se aferraban a
estos, enganchadas en la pequeña hebilla de sus zapatos, de tal forma que no la
dejaban separar sus piernas, ya que parecía que hacían de fuelle, y le
resultaba imposible separarlas, por lo cual sus muslos semi abiertos, mostraban
su sexo mojado, al igual que sus piernas también mojadas, como la pierna
derecha del pantalón de su padre, pues su vejiga al llevar tanto tiempo parada,
tener sus piernas casi dormidas, apenas pudo dominar su control, por lo que
acabo haciéndose pis.
-. Será sinvergüenza!!! Mira a tu hija! Se
ha meado la muy cochina, mira como me ha puesto el pantalón, ahora veras
marrana!!! Te voy a dejar el culo en carne viva por esto… no podías haberle
pedido a tu madre, que te dejara ir al baño? Si tenías que ir!!!
Los azotes siguieron cayendo sobre su pobre
culo indefenso, la vergüenza de haberse orinado sobre las rodillas de su padre,
fue tan grande que se quedó quieta de la vergüenza, si hacer nada por escapar a
la terrible azotaina, la azotaina aún se prolongó unos veinte minutos más,
cuando por fin el padre se detuvo, sus nalgas estaban muy maltrechas, había
sido la peor azotaina de su vida, pues en esos momentos no pensaba en otra
cosa, que en el intenso ardor de sus nalgas, que se encontraban en un estado
lamentable, muy muy rojas, un rojo morado intenso, muy intenso.
Con la indignación del padre, la llevo
arrastras hasta el rincón, donde la hizo colocarse de rodillas y las manos
sobre la cabeza. Pero apenas la dejo, cayo hecha un ovillo de costado en el
suelo, no cesaba de llorar del intenso dolor en su pobre trasero. Aunque el
padre la vio que no mantenía la posición, no hizo nada por que ocupase la
posición de castigo de nuevo. Se hacía cargo de lo mucho que debía de dolerle
el trasero, había sido una azotaina de las más severas que le había dado en la
vida, el hecho de que se orinara encima, le hizo perder el control. Se acercó a su esposa…
-. Llévala a
su habitación.
(Continuara…)
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