EL
ABUELO MATERNO CAPITULO 8
Sonia había pasado una mala noche, el
día anterior no había resultado ser su mejor día para ella. La vergüenza que paso no la había
logrado conciliar el sueño en toda la noche, así como las molestias que tenía
en el trasero, el cual le molestaba horrores solo sentía arder sus nalgas. La
azotaina que le había propinado su tío con el cepillo, había sido inolvidable
para ella, solo era comparable a la azotaina que recibió sobre las rodillas del
Director Aston, cuando recibió su castigo aprobado por la junta de la
universidad. Pero no por ello no había sido una azotaina para no tenerla muy
presente, como spankee reconocida, que se decía así misma serlo. Por lo tanto
la tenía muy presente en su mente, a su edad, ya no era obviado que ella fuera
tratada como una adolescente, y mucho menos vivir aquellas sensaciones que la
hacían vibrar. Que su tío no dudara en colocarla sobre sus rodillas y le bajase
sus bragas para calentarle el culo, era una experiencia que jamás hubiera
imaginado tener esa suerte a sus treinta
y dos años. Así como sentir en la
entrepierna aquella humedad, sintiendo en su rasurado sexo reciente la humedad de sus bragas.
En su mente no dejaban de pasar aquellas
imágenes, de cómo había ido andando al restaurante, sintiendo arder sus nalgas
por la zapatilla de su tía, un hecho que hacía que sus manos se introdujeran
bajo el corto vestido azul, y se pasara con descaro la palma de sus manos
sobándose el trasero descaradamente, siendo regañada por su tía que andaba tras
ella, observada cómo se las sobaba por todo aquel que al cruzarse escuchaba el
regaño e hiciera que sus cabezas mirasen a Sonia, y le vieran como llevaba el
culo de rojo. Solo recordarlo le hacía que sus mejillas ardieran de la
vergüenza, también tenía muy presente la azotaina a la entrada del restaurante,
la cual había sido colocada bajo el brazo de su tía y esta le daba una azotaina
con la mano, sonreía de imaginar la escena con vergüenza mientras sus nalgas
eran azotadas. Durante la comida no había podido levantar la cabeza y mirar a
las personas que comían a su alrededor, esas mismas personas que la habían
visto sobarse el culo, mientras iba pasando por delante de sus mesas. En aquellos momentos la vergüenza que paso
fue enorme, más de lo que hubiera podido imaginarse. Pero lo peor de todo fue
el camino de regreso a casa, no se atrevió a mirar a su tío en todo el
trayecto, pues cuando levantaba la cabeza podía ver como la observaba su tío a
través del espejo retrovisor, veía como
no la perdía de vista y sus ojos destellaban fuego, el mismo que luego iba a
sentir en breve en su trasero, podía verle la cara de enfado que llevaba, temía
el momento en el que entraran a la casa. El quedarse a solas en su cuarto,
sabía lo que iba a suceder en cuanto entrara a su habitación. Por ese motivo espero a la tía para pedirle
permiso de hacer pis, momento que su rostro estaba ardiendo de la vergüenza, de
tener que pedir que la acompañase al servicio, para que le bajase sus
braguitas, no es que tuviese muchas
ganas, pero en su interior algo le decía que era mejor hacer pis, seria mucha
su vergüenza si se hiciera pis cuando subiera su tío a su habitación. Había
recordado como María había comentado que por ese motivo, durante días había
tenido que llevar pañales su madre, y lo mucho que su hija se había reído de
ella, conociendo a la pequeña, no podía imaginar cómo sería pasar la vergüenza
de llevar pañales a sus treinta y dos años ante una chiquilla de dieciocho años.
Recordaba la angustia de saber lo que
la esperaba en breve, lo mal que lo había pasado durante aquellos minutos que a
ella le parecieron horas, esperando que su tío entrara a la habitación, esos
minutos fueron eternos. Esperaba que entrase por la puerta sacándose el
cinturón, o que ya lo llevara en la mano, como solía ser habitual en él.
Recordaba como temblaba su cuerpo, pero fue mucho peor cuando lo vio entrar
empuñando en su mano derecha, el cepillo de baño. Se había hecho a la idea, de
lo mucho que le iba arder el culo con el cinturón, pero al ver entrar con el
cepillo, su cuerpo temblaba como gelatina, el cepillo era un instrumento que
siempre había temido mucho, conocía muy bien sus efectos, y lo abrasador que
podía llegar a ser, así como lo doloroso que era. Al verlo entrar, casi se mea
en las bragas, lo hubiera hecho de no haber hecho pis minutos antes.
Escucho como su tío la regañaba por su
comportamiento, pero ella no prestaba atención a sus palabras, sus ojos
aterrados solo veían el cepillo, temía el momento de que la pusiera boca abajo
sobre sus rodillas, y su trasero quedase expuesto, pues la corta falda de su
vestido azul, sabía que se le levantaría por si sola dejando expuestas sus
bragas de margaritas cubriendo su trasero, pero también sabia, que iba a ser
por poco tiempo, si su tío decidiera bajárselas como así fue. En breves minutos se vio sobre las rodillas
de su tío, y sintió como sus dedos se introducían en el elástico de la
cinturilla de su prenda íntima, para bajar sus bragas a sus rodillas. Lo
siguiente que recordaba, era… como enseguida estaba llorando como una chiquilla,
pataleando con sus piernas en el aire, recordaba ahora como en ese momento de
la noche anterior, su culo le ardía horrores mientras el cepillo impactaba sin
misericordia en su trasero, el tiempo que estuvo sobre sus rodillas le
parecieron horas, pues los azotes con el cepillo apenas la dejaban pensar en
nada, solo deseaba que aquel fuego tan intenso acabase pronto. Pero no tendría
esa suerte, en su momento no pudo precisar cuánto duro la azotaina, pues su
preocupación estaba en otras cosas en esos momentos, el intenso ardor de su
trasero no la dejaba pensar en nada, solo lloraba y lloraba, recordaba lo mucho
que lloro.
Temía el momento de tener que levantarse
de la cama, pero debía hacerlo y pronto. No era muy aconsejable permanecer en
la cama, en cualquier momento podía hacer acto de presencia su tía. No deseaba
ser sorprendida aun echada en la cama, estando boca abajo era algo que su tía podía
aprovechar para darle unos azotes, en esos momentos su culo le dolía demasiado
como para incentivar a recibir una nueva azotaina. A pesar de lo excitada que
estaba, y el estado del fondillo de sus bragas, algo que su tía si las llegase
a ver en ese estado, no sería algo que
resultara muy agradable, por eso decidió levantarse rauda, a pesar del dolor
que iba a suponer. Pero debía cambiarse de bragas cuanto antes.
Algo hizo que no dudase ni un segundo
el levantarse de la cama, la habitación contigua era la de Susana, su prima. De
la cual venía a sus oídos el ruido característico de la zapatilla de su tía,
también podía escuchar como la regañaba, por lo visto la había encontrado
haciendo algo que tenían prohibido, tocarse... Minutos después se abría la
puerta de la habitación de Sonia, está ya se había levantado y cambiado las
bragas, poniéndose unas braguitas limpias con lunares de colores sobre un fondo
blanco sobre el tejido de algodón.
(Sra. Adams) -. Sonia! baja a
desayunar, ponte el vestido rosa, el del borde de puntilla blanco… Y lleva las
bragas que te has quitado y el vestido de ayer a la lavadora, no quiero ni ver
el estado tus bragas que te has quitado, cochina!!! Seguro que tendría que
darte una azotaina con la zapatilla… Baja de inmediato!!! No vaya a ser que me
lo piense mejor… Ya escuche ayer como llorabas, tu tío te caldeo bien el
trasero, verdad!!! Solo hay que verte como andas de encorvada. Te lo pensaras
la próxima vez que hagas que tu tío se avergüence en público, la vergüenza que
le hiciste pasar no lo olvidara fácilmente, y tú tampoco lo harás, mira que
eres su sobrina favorita… Ah! Estás castigada hasta nuevo aviso… Luego te
pondré deberes, tu tío quiere que recuerdes muy bien lo que hiciste…
(Sonia) -. Si, tía.
Sonia bajo a desayunar saliendo de su
habitación, se había puesto el vestido tal y como su tía le había mandado
hacerlo, el vestido rosa con el ribeteado de la falda y mangas de
puntilla blanca, ese vestido le encantaba ponérselo, se sentía preciosa con él.
Como en todo su vestuario en casa de sus tíos, la falda corta la hacía que diera un aspecto más juvenil, era
como si hubiera regresado a su infancia, aunque el llevarla así de corta
resultaba ser muy cómoda, sobre todo para acariciarse el trasero y en esos
momentos agradecía que la brisa de la corriente de aire, proveniente de las
ventanas de la casa, pues todas las ventanas estaban abiertas para ventilarse
las habitaciones, una brisa fresca que
acariciaba su dolorido y ardiente trasero. A cada paso que daba sentía como sus
nalgas tuviesen vida propia, pues sentía como calambres a cada paso, resultaba muy doloroso para ella el andar, por
eso ahora que nadie la veía, arrastraba sus pies, llego al borde de la escalera bajando escalón por escalón,
primero un pie y esperaba a tener el otro pie en el mismo, para bajar el
siguiente. En esos momentos odiaba llevar puestas aquellas braguitas que tanto
le gustaba usar, muy despacio se agacho lo justo para mirar al piso de abajo, a
ver si su tía merodeaba en el salón o en
la cocina, pero no la vio por parte alguna. Se incorporó despacito, el trasero
le dolió más de lo que ella hubiera deseado, pero bien había valido la pena el
esfuerzo, pues con el dedo pulgar de ambas manos lo introdujo con delicadeza por
el elástico de las perneras de sus
bragas con lunares de colores de algodón, tirando del elástico ahuecando sus
bragas y al llegar al fondillo de sus nalgas, tiro de ellas hacia abajo, y así
aflojar la tensión de sus bragas las cuales oprimían sus nalgas. Respiro al
sentir un gran alivio en sus nalgas, al sentirlas libres de aquella presión que
las oprimía.
Pero algo no había captado, su tía no
se hallaba en el piso de abajo, estaba tras ella observándola. Se percató de
ello demasiado tarde al sentir unos azotes bien dados…
(Sra. Adams) -. Esas tenemos
jovencita!!! -. Varios azotes más en el culo, sorprendieron a Sonia. Y como
las manos de su tía se metían bajo su falda del vestido, sintió como mil avispas
que se le habían introducido entre sus bragas y sus nalgas, al sentir de nuevo la presión de
las bragas, la sorpresa la hizo imaginar quien le había subido sus bragas e iba a bajar las escaleras con rapidez para
escapar a los azotes de su tía, cuando sintió que la sujetaban de su cintura y
como las manos de su tía le volvía a sujetar de la cinturilla de las bragas, sintió como sus pies dejaran de
tocar el suelo cuando su tía volvió a ajustarle las bragas, ahora mucho más
tensas..- que te has creído tú! Te
molestan las bragas, eh? Y te duele el culo, verdad? Pues eso te enseñara a
comportarte como es debido…-. La sorprendió la rapidez de su tía al sentir
las manos de nuevo de su tía, así como
la presión en el lóbulo de su oreja
izquierda, y como su tía le tiraba de ella con la mano izquierda haciéndola
bajar las escaleras un escalón tras otro, Sonia llevo sus manos a su trasero al arderle de nuevo, así como nuevos
azotes en sus muslos, por cubrirse el culo que tal como iba bajando, la tía le
iba asestando azotes con la mano derecha, ahora con un intenso hormigueo por
los azotes recibidos..- Ya te estas
sentando a desayunar!!!
En el rellano le soltó de la opresión
de su oreja, pero aunque Sonia avanzo a paso ligero hacia la silla, aun sintió
en su trasero varias palmadas fuertes. Hasta que logro sentarse con rapidez,
pero sin poder evitar exclamar un aullido de dolor al sentir el tacto del duro
asiento de madera en su trasero, sus muecas de dolor eran visualizadas por sus
primas, las cuales habían visto toda la escena, Susana también hacia muecas
similares a Sonia, aunque acababa de recibir una azotaina antes de bajar, pero
no se podía comparar al estado de su trasero, al de su prima Sonia. En cambio
María sonreía al ver a su prima haciendo aspavientos de dolor, y a su mama, que
también hacia muecas claras de molestias. No fue fácil desayunar con el trasero
dolorido, pero tanto Susana y Sonia tuvieron que permanecer sentadas ante la
atenta mirada de la Sra. Adamas. Que no las dejaba de observar, para que no
levantaran sus traseros de la silla.
(Sra. Adams) -. En cuanto
acabéis vuestro desayuno vais a ir las tres a casa de Luisa, como no tiene
teléfono vais vosotras y la avisáis que venga a casa a probarse el vestido que
me encargo. Apresuraos a desayunar! Si
os dais prisa estaréis de vuelta en una hora, y sabéis que tenéis deberes que
hacer antes de comer, tu padre Susana ya sabes que le gusta que estéis sentadas
a la mesa, cuando el venga del trabajo os corregirá vuestros deberes, hoy iba a
podar los cerezos con el señor Elías.
Al terminar el desayuno salían las
tres de casa dirección a la casa de la Sra. Luisa, María y Susana se
adelantaron a Sonia, esta se quedó rezagada pues le resultaba muy molesto el
caminar. Fue Susana cuando estaban a mitad de camino al pasar el puente de San
Marcos la que se le ocurrió bañarse en la riera del mismo nombre, para refrescar sus traseros, y que María se
les adelantara y fuese ella a darle el mensaje a la Sra. Luisa. Para no ser
vistas se quitaron el vestido bajo el puente y que nadie las viera bañarse quedándose solo en braguitas. Estuvieron
bastante tiempo refrescando sus traseros en el agua fresca de la riera,
justamente bajo el puente había una balsa no muy profunda, metidas en el agua
pisaban el fondo llegándoles el agua al cuello, por ese mismo motivo cuando
paso la Sra. Luisa de camino a casa de los Adams, no las vio bañarse, como
tampoco las chicas la pudieron ver.
Luisa se había apresurado al saber que
la reclamaba Ingrid, la verdad es que siempre deseaba estar con su buena amiga,
era la única persona que conocía su secreto. Desde ciertos hechos acontecidos hacía
muchos años, su cuerpo ardía en deseos de ciertos tratamientos. Ya en su
juventud de soltera, Ingrid y Luisa solían salir juntas a todas partes, pasaban
largas temporadas viviendo en casa de sus suegros cuando Williams y Ingrid eran
novios. Su confianza era plena, incluso con Williams tenía mucha confianza.
Ingrid era una joven que siempre solía ser entrometida, sobre todo en los
asuntos de Williams. Algo que a este no le gustaba nada que lo hiciera, cuando
Íngrid tenia arrebatos de celos solía insultar a Williams, y este no dudaba un
solo segundo en colocarla sobre sus rodillas, levantarle la falda y darle una
azotaina sobre las bragas. Aunque su amiga Luisa estuviera presente, Williams
no se cortaba ni lo más mínimo cuando tenía que darle unos azotes a su novia.
Era tal la confianza que tenían ambos con Luisa, que esta le solía insultar a
Williams… “Eres un bestia!!! Vaya hombre
eres que pega a su novia tan cobardemente”… en esas ocasiones Williams acababa
regañando a Luisa y amenazándola con darle una azotaina a ella también si
continuaba. Entre Ingrid y Luisa luego solían bromear entre ellas, y muchas
veces Ingrid se había bajado las bragas, levantado su falda y mostrado su culo
colorado a su amiga. Esas veces Luisa se
había mostrado muy interesada en ver el trasero de su amiga. Y su amiga en
cierta manera le gustaba tener alguien con quien poder compartir aquello… Por
eso muchas veces Ingrid le contaba sus accidentes… “Ayer me volvió a dar…” Y la respuesta de su amiga era…”Cuéntame…cuenta cuenta…” “Cómo
fue?” Así entre esas confesiones de amigas, Ingrid acabo por reconocer que
le gustaba recibir azotainas sobre las rodillas de su novio, y Luisa respondió
algo similar a esto… “que suerte tienes
guapa, como me gustaría tener un novio que me tratara así…” hasta que uno
de esos días Ingrid le preparo una encerrona a Luisa, estaban en una terraza de
un bar, Williams dejo su cartera sobre la mesa y fue a saludar a los amigos de
una mesa contigua, y Luisa también se levantó para ir al servicio, momento que
aprovecho Ingrid para cogerle la cartera y meterla en el bolso de Luisa. Cuando
volvió Luisa, aún no había regresado Williams. Cuando este regreso era la hora
de marchar a casa, Williams busco su cartera por todas partes, pero no la
encontraba y regaño a Ingrid, pues era una de sus bromas pesadas que siempre
acababa sobre sus rodillas, pero esta le abrió el bolso para demostrar que ella
no había sido. Williams se vio en un buen aprieto con el camarero, al final
tuvo que pedir dinero a los amigos para pagar sus consumiciones. De regreso a
casa, Williams iba muy enfadado. Había pasado mucha vergüenza en la terraza, en
esos momentos pasaban por un paseo poco frecuentado a esas horas del medio día
por el calor. … “Esta vez te has pasado
Ingrid” a lo que ella respondió “Porque
no le miras el bolso a Luisa, porque tengo que ser yo siempre” era tal su enfado que miro a Ingrid y
luego a Luisa. Esta al verse observada respondió… “ Toma mira mi bolso y veras como no está!” Al decir esto, Luisa
abría el bolso y al mostrárselo a Williams, su cartera cayó al suelo. Al ver
como su cartera salía de su bolso cayendo al suelo, no dudo en recoger su
cartera, y agarrar a Luisa de un brazo llevándola casi arrastras hacia uno de
los bancos del parque, se sentó y puso a Luisa sobre sus rodillas levantándole
la falda y sin reparo alguno, le bajo las bragas dándole una severa azotaina a
Luisa poniéndole el culo como un tomate maduro de colorado. Ese día al quedarse a solas Ingrid con su
novio, le reconoció que fue cosa suya, ya que Luisa le había confesado que le
gustaría ser tratada igual que ella, de tener novio. Esa confesión le costó a
Ingrid una buena azotaina sobre las rodillas de su novio. Desde ese día, era
raro la semana que no recibían las dos a la vez o una sola de ellas
indistintamente. Con el paso del tiempo Luisa conoció a su actual marido, que
para desgracia de Luisa jamás le puso la mano encima, aunque le provocaba de
todas las formas imaginables, pero la quería tanto, que ni siquiera se enfadaba
con ella. Por lo tanto el único consuelo que tenía
Luisa, era que con el paso de los años, Ingrid había tenido una hija. Tuvieron
que pasar veinticinco años y que esta hija volviera a casa con sus padres y les
trajera la nieta. Volviendo a casa bajo la estricta disciplina de estos. En
esos días Luisa volvió al pueblo también, pues había pasado los últimos años
viviendo en Europa por el trabajo del marido, y ahora habían decidido volver, y
su marido pasaba muchos días fuera dejando a su esposa sola en casa. Así fue
como Ingrid recupero a su vieja amiga de juegos, pero ahora la diferencia era
que Ingrid se había transformado en una abuela muy estricta, y su buena amiga
Luisa. No tardó mucho en darse cuenta que esta disfrutaba zurrando traseros,
pero hasta el día anterior no había encontrado ocasión de sacar a relucir el
tema. Por ese motivo al amenazarla Williams, miro a su amiga, y esta capto
enseguida aquella mirada. Después de muchos años, Luisa había vuelto a probar
las mieles de recibir una azotaina.
La mañana anterior había recibido su
primera azotaina en años, y al ser llamada por Ingrid se apresuró en ir a
visitarla esperando que volviera a suceder…
(Sra. Luisa) -. Ingrid! Estas
en casa?
Al escuchar voces a
la entrada, la Sra. Adams salió enfadada pensando que eran las chicas que
volvían, al pasar por delante de la habitación de Sonia, vio el cepillo sobre
la mesita de noche, ni se lo pensó dos veces, entro a cogerlo ya que tenía la
intención de utilizarlo con las chicas por haberse retrasado tanto. Cuando al
bajar las escaleras se encontró con Luisa, su buena amiga.
(Sra. Adams) -. Ya estás aquí? Las chicas han venido contigo?
Eso las va a salvar de que no les caliente el culo, si te han estado esperando
a que te arregles para venir con ellas, eso les va a librar de recibir una
buena azotaina… No te haces idea de lo indignada que estoy con ellas, sobre
todo con Sonia.
(Sra. Luisa) -. Que estás
diciendo? A casa solo ha venido María, a tu hija y sobrina no las he visto.
(Sra. Adams) -. Como…? Como
dices que no las has visto!!! Si iban las tres juntas!!! Las he mandado después
de desayunar que fueran avisarte, justamente las he enviado como castigo, sobre
todo a Sonia!!! Que lleva el culo hecho unos zorros!!! De la azotaina que le
dio Williams ayer cuando te fuiste… Que por cierto podías haberte esperado a
que me despidiera de ti, no? Sabes! Ha alguien he de calentarle el culo y
sabes! Va a ser a ti!!! Ya estas viniendo aquí!!! Que te creías? Que te podías reír
ayer en el restaurante? Ya escuche tus habladurías con los vecinos del pueblo,
ya!!! Estaba deseando llegar a casa y ajustarte las cuentas antes de irte… Pero
al parecer te oliste que alguien iba a recibir, y decidiste marcharte no fuera
a ser que se escapase algo para ti… bien sabias tú, que así iba a ser!! Por mis
miradas, que te fulminaba con ellas o te piensas que no te vi cómo te sobabas
el culo, cuando yo te miraba? Mira!!! Mejor sube arriba al cuarto de costura,
veras tu vestido en la silla, te lo pones y bajas! Pero rapidito que no tenga
que subir a buscarte… entendido!!!
(Sra. Luisa) -. No digas
tonterías… Si hubiera sospechado que tenías intención de calentarme el trasero,
ten por seguro que me hubiera quedado. Sabes cómo me encanta que me des…
azotainas…desde que éramos unas adolescentes y tú siempre has tenido la mano
muy ligera, igual que tu marido Williams. Pero una cosa es que me calientes el culo a
mí, y otra cosa muy diferente es ver como otras reciben y lloran a lágrima
suelta, aunque ya no sean tan niñas. Eso sí me echa hacia atrás, es superior a
mis fuerzas ver esos castigos, no puedo… Ayer a Sonia la azotaina que le diste
tú, la tenía bien merecida, pero ya fue castigada, no veía vínculo alguno para
que recibiera otra azotaina aún más severa por parte de tu marido. Si al menos
le gustase recibir como a mí, pues lo vería bien que se la castigase…
(Sra. Adams) -. Sabes porque
Sonia está viviendo con nosotros?
(Sra. Luisa) -. Bueno… algo
escuche que la obligaron a pedir un año de excedencia laboral, por aquel
problema que tuvo con unas alumnas que le estropearon su vehículo privado.
(Sra. Adams) -. La verdadera
razón, Luisa. Es que aquellas chicas y mi sobrina que era su profesora, idearon
un plan para ser castigadas las tres. Por suerte para ellas, la junta no llego
nunca a sospechar la verdad, pero no así, el Decano y el Director de la
universidad que descubrieron la verdad. Ahora el Decano es el novio de Sonia, y
hablo con mi marido para someterla a castigos frecuentes a la más mínima falta
en su comportamiento. Dices de la azotaina de ayer te ponía los pelos como
escarpias el escucharla, debías de haber visto como llevaba de mojadas sus
bragas ayer cuando llegamos que la lleve al baño para hacer pis, solamente de
pensar en la azotaina que iba a recibir ya tenía las bragas empapadas mucho más
de lo que tú las sueles mojar. Y mi hija es más de lo mismo, igual que la
pequeña María. De tal palo, tal astilla. Porque te crees, que a la salida del
restaurante su novio la coloco sobre sus rodillas? Porque le estuvo provocando
toda la tarde y noche. Por ese motivo las hacemos ir con esos vestidos tan
cortos, para que pasen vergüenza cuando salen a la calle o estando en casa ante
invitados. Porque estando en casa, las tendrías que ver como se miran al espejo
cada vez que tienen oportunidad de hacerlo, aún siguen dándote lastima?
(Sra. Luisa) -. Siendo así,
ni lo mas mínimo! De haberlo sabido me habría quedado a ver como la recibía
Sonia. Debió resultar muy excitante verla… y ese vestido que me has hecho a mí,
es como el que ellas llevan verdad? Pero si sabíais que era así, Sonia. A que venía ayer lo de llevarla al restaurante…
eso no lo comprendo!
(Sra. Adams) -. Las spankee´s
Luisa son algo enrevesadas, aunque ellas no tengan la plena certeza de que
sabemos que lo son, para toda spankee lo que más le aterra de todo es la
vergüenza que se le pueda hacer pasar, aunque realmente sea algo que les
encanta, pero una cosa es pasar vergüenza de manera figurada, y otra muy
distinta que esta sea real. Igual ocurre cuando las castigamos con una severa
azotaina, ellas creen que no lo sabemos qué son spankee´s, aunque en el caso de
Sonia si lo sabe. Cuando se les da una azotaina con la mano, cualquiera de
ellas la aguanta perfectamente sin derramar una lágrima, pero ya cuando es un
instrumento el que utilizamos para castigarlas, la cosa cambia por completo.
Las lágrimas hacen acto de presencia enseguida, porque los castigos no son para
que los disfruten, son para que estos sean muy dolorosos y se retuerzan cuando
las colocamos sobre las rodillas. A esta
práctica se le denomina Disciplina real y pocas chicas las pueden soportar sin
llorar. Y cuando la soporta, horas después se le administra lo que llamamos en
el lenguaje spanko, azotaina de mantenimiento al tener las nalgas doloridas, su
aguante mengua por completo y a los pocos azotes ya están llorando como unas
chiquillas, sin tener que ejercer mucho esfuerzo para un resultado muy eficaz.
En ese estado, incluso con la mano únicamente es superior a ellas, no pudiendo
aguantar la azotaina.
(Sra. Luisa) -. Y ellas tienen
conocimiento de esta estrategia? O método?
(Sra. Adams) -. Por supuesto
que no. Y así debe ser. Para ellas la sorpresa es nuestra mejor arma como sus
Tutores en Disciplina que somos. De saberlo nos estarían provocando
continuamente para ser castigadas, por eso quienes ejercemos como spankers,
tenemos nuestra baza bajo la manga, ellas pueden sospecharlo seguramente, pero
no estaría bien que lo conocieran a ciencia cierta. Nos perderían el respeto y
eso acabaría siendo perjudicial para ellas mismas, convirtiéndose en castigos
monótonos. Porque a la hora de ser castigada, esos momentos deben temerse, para
que disfruten de las sensaciones que estas experiencias les proporcionan. Es lo
que te sucede a ti prácticamente, no temes mis castigos, todo lo contrario, los
deseas y aprovechas cualquier circunstancia para provocarme. Y no lo disfrutas
plenamente como hacen ellas, ahora sube arriba y cámbiate, por tu bien no me
hagas subir a buscarte… o veras…
Luisa subió las escaleras meneando sus
caderas, y sobándose el culo para enfurecer a su amiga Ingrid. Desde el salón
de pie, Ingrid la observaba dándose golpecitos con el cepillo que aún no había
soltado, sobre su muslo derecho.
… “Atrévete
a hacerme esperar y veras si vas a temer la próxima azotaina que te ganes”…
Recordaba la
conversación que habían mantenido unos minutos antes, así como el regaño tras
descubrirla en la entrada, pensando que eran las chicas. En su rostro se
apreciaba que estaba muy enfadada y la amenaza a Luisa de ser la que cobrase
por ellas, eso la había excitado considerablemente. El subir por la escalera
había hecho humedecer sus bragas blancas de encaje, al entrar en el cuarto de
costura vio el vestido sobre la silla, le pareció ser demasiado pequeño para
ella, pero aun así se desnudó. Tenía muchas ganas de ponerse aquel vestido azul
marino, la falda tableada lisa cuando se contempló ante el espejo la hizo sonreír,
como un simple vestido así, podía hacerla rejuvenecer varios años. Solamente
cuando se miró el trasero en el espejo había algo que desentonaba, sus bragas
de encaje transparentes, con aquel vestido de adolescente en problemas,
aquellas bragas no encajaban, así que rápidamente se las bajo quitándoselas.
Luego busco por entre la ropa que había en el cuarto, en alguna parte deberían
haber unas bragas de algodón, ella era una mujer robusta, pero no gorda, su
apenas metro sesenta la hacía verse juvenil con aquel vestido, debía encontrar
unas bragas que fueran acorde al vestido. En alguna parte debían de haber unas bragas,
al final en uno de los estantes vio ropa sin planchar todavía, y hurgando con
cuidado entre ella, vio que habían varias bragas de algodón, justamente las que
andaba buscando. Pero aquellas bragas no podían ser de las chicas, eran
demasiado grandes incluso para ella. Entre ellas dio con unas que en apariencia
no eran tan grandes, de algodón blanco y ramilletes de flores de espliego, lo
que para entendidos serian flores de lavanda. Se las puso en un abrir y cerrar
de ojos, mirándose en el espejo el trasero, ahora si se veía juvenil. Pero
llevaba unas medias hasta las rodillas que todavía desentonaba en ella, por lo
que decidió que era mejor quitárselas. En esa labor estaba cuando la puerta se
abrió de manera inesperada, era Ingrid con cara de pocos amigos.
Estaba claramente enfurecida,
solamente había que verla. Y vaya si Luisa la vio! Esta se hallaba sacándose la
última media de su pierna izquierda, con la pierna flexionada y el trasero en
pompa, mostrando sus bragas de algodón blancas con flores de lavanda. Estaba en
una posición forzada, con la pierna izquierda semiflexionada, su cuerpo
inclinado ligeramente hacia adelante y su cabeza mirando hacia atrás, justo al
umbral de la puerta donde una mujer alta de un metro noventa, tenía sus brazos
en jarras mirándola con el rostro desencajado por el enfado que la embargaba,
sobre todo al ver a Luisa en aquella posición mostrando al completo su trasero.
En el cual aún eran visibles las marcas de la azotaina que recibiera la mañana
del día anterior, en la parte baja de las nalgas, parte que dejaban al
descubierto las perneras de sus bragas. Luisa una vez se sacó la media se incorporó,
dándose la vuelta mirando hacia su amiga.
(Sra. Adams) -. Es que no me
has escuchado!!! No te he dicho que no me hicieras subir a buscarte? Es que
siempre vas a estar jugando conmigo? Cuando te vas a dar cuenta que ya no eres
aquella adolescente insolente que provocaba a Williams siempre que te era
posible! Que ahora eres una señora casada, pero te aseguro que te vas
arrepentir el haberme provocado! Por muy buena amiga que seas, no te voy a
consentir que hablaras mal de mí ayer en el restaurante, sabias que estaba muy
enfadada por lo de Sonia! y a pesar de ello te codeaste con las personas que
peor me caen del pueblo! Para más enfurecerme y hacerme enfadar me mirabas
sacando la lengua pasándola por tus labios con lascivia!!! Pero ya te voy a dar
yo… lascivia!!!
Ingrid con los brazos
en jarras se acercaba a pasos cortos hacia su buena amiga, Luisa en ese momento
se percató que había ido demasiado lejos haciendo enfadar a su amiga. Se había
acercado en el restaurante a los Harrison, era un matrimonio de su edad, en su
infancia Margaret Sullivan con el apellido de sus padres, le había causado
muchos quebraderos de cabeza. Así Luisa recordó, como había sido castigada Ingrid por los
padres de Williams, cuando estos aún eran novios, la acusaron de soltar unos
caballos de raza que sus futuros suegros ya habían vendido. Que lo había hecho
por un enfado de Williams con su novia Ingrid, cuando la verdad era que
Margaret aprovechando que se habían
enfadado entre ellos, esperaba a Williams
desnuda en las cuadras ya que se le quería insinuar a él, Margaret vio a Ingrid
iba hacia las cuadras y que iba a ser descubierta, Ingrid en ese momento
entraba en las cuadras, sorprendiendo
desnuda a Margaret y dedujo porque estaba allí, pero no tuvo tiempo apenas de
reacción, pues Margaret entonces soltó
los caballos de raza que sabía que los habían vendido, sabía que Ingrid se lo contaría a sus suegros como la había
encontrado, para que no la descubriera ante los padres de Williams, libero a
los caballos. Ingrid salió tras ellos corriendo para impedir que escaparan, Margaret aprovecho
esta circunstancia y se escondió en el altillo de las cuadras, para la mala
suerte de Íngrid, en esos momentos se dirigían hacia las cuadras el padre de
Williams con los compradores. Esta se quedó parada ante su suegro y sin
palabras… A su suegro no le hicieron falta palabras, para él, estaba claro lo que
había sucedido, Ingrid había soltado a los animales. Sin dudarlo un instante cogió
a Ingrid de la mano, el Sr. Adams apoyo una rodilla en tierra, con su pierna
izquierda flexionada sobre la que puso a Ingrid sobre su muslo y comenzó a
asestarle una azotaina sobre sus ajustados pantalones de montar en presencia de
los compradores, Ingrid no se resistió, estaba confundida y rabiosa con aquella
chica que nunca le había caído bien. El suegro se levantó con agilidad y
cargando con Íngrid sobre su hombro izquierdo se la llevo hacia la casa, los
compradores fueron detrás de ellos, Ingrid pudo ver sus rostros serios al ir
cargada como un fardo sobre el hombro de su suegro, al entrar en la vivienda, en el salón estaban
las esposas de los compradores, en conversación con la señora Adams, su suegra.
Se quedaron atónitas cuando vieron entrar al Sr. Adams con la novia de su hijo Ingrid, sobre su hombro, y que con su mano derecha le
iba asestando sonoros azotes en el culo bien marcado en aquellos pantalones de
montar. Cuando llegaron a la altura del
sofá, la deposito en el suelo. Le desabrocho el botón de la cinturilla del
pantalón, bajo la cremallera y tiro de los pantalones hacia abajo, dejando a
Íngrid en bragas blancas inmaculadas. La obligo a tumbarse sobre el respaldo
del sofá, mirando de reojo vio cómo su suegro se desabrochaba el cinturón y de
un tirón de su mano derecha, este salió liberado de las presillas de su pantalón
tejano, doblándolo a la mitad con gran maestría. La Sra. Adams fue informada por uno de los
compradores, y enfadada fue hacia Ingrid, la cual al estar tras ella, le bajo
las bragas dejando al descubierto el rojo trasero de la muchacha, las bragas
las bajo hasta dejarlas unidas con sus pantalones en sus rodillas. Su marido le
indico con una mirada que hacia bien, en desnudar el culo a la novia de su
hijo, la azotaina dio comienzo con aquel grueso y pesado cinturón de piel de
cocodrilo, Ingrid intento cubrirse con sus manos su trasero. Pero la reacción
de la Sra. Adams fue apoyar sus rodillas en el asiento del sofá, sujetando así
las manos de la infortunada novia de su hijo. La paliza que recibió fue al más
puro estilo de Texas de donde eran procedentes los Adams. Aquella azotaina dejo
a Ingrid dolorida durante días, durante tres de ellos no salió de su habitación
en parte porque no era capaz de dar un solo paso con lo dolorido que le quedo
el trasero, y en parte porque no la dejaron salir de su habitación durante esos
tres días, durante tres días, su suegro entraba para darle una azotaina por la
mañana y otra por la noche, hasta que a los tres días recuperaron los caballos
extraviados, fue cuando su suegro se calmó de su enfado. Pero entonces fue su
suegra la que entraba en su habitación, y la que le caldeaba el trasero con
sonoras azotainas durante días, Ingrid conoció de primera mano lo que era una
buena azotaina al más puro estilo de Texas. Williams, su novio. Durante las
semanas posteriores no pudo ver a su novia, ya que el castigo duro varias
semanas, en aquella época una chica debía aprender que no debe jugar con las
cosas de hombres.
Por esa razón estaba tan furiosa
Ingrid, la cual desde esa ocasión que fue tan terriblemente castigada sin haber
hecho nada para merecerla, no había vuelto a hablar, ni dirigirle la mirada a
Margaret. Y su amiga, Luisa conociendo la historia. Pues presencio tan terrible
azotaina, pues Luisa era la hija de los compradores de caballos. Fue cuando
Ingrid y Luisa se conocieron por primera vez, ya que Luisa iba cada día a
visitarla, una vez que su suegra permitió que Ingrid saliera de la casa.
Ingrid se iba acercando a su amiga,
cuando estuvo apenas a dos metros. Con una maestría envidiable novio su pie
derecho hacia atrás lo justo para que su zapatilla de paño azul a cuadros
entrecruzados rojos y negros en relieve sobre el azul, dejara suelto su pie,
luego empujando la zapatilla hacia adelante quedo en el suelo separada de este,
como si quedara huérfana de pie, no
tardo en agacharse para recogerla del suelo por el talón, acabando de acercarse
a Luisa. Que miraba como hipnotizada
aquella zapatilla, que Ingrid blandía en su mano derecha. Cuando Luisa quiso
volver a la realidad, se vio que estaba sobre las rodillas de su amiga, pudo
notar como su trasero había quedado desprotegido de la corta falda, pues esta
había quedado formando una corona en su cintura, lo siguiente que sintió. Fue
como la zapatilla impactaba sobre las bragas que cubrían su trasero, y como este
rápidamente lo sintió que se le iba caldeando, la zapatilla caía muy seguida en
sus nalgas, aunque su trasero era robusto, se notaba que Ingrid era toda una
mujer diestra a la hora de calentar el culo a una joven, y aunque Luisa ya no
era para nada tan joven, la zapatilla caía en una zona diferente del trasero,
hasta que llegó un momento que sintió que este le ardía por igual en toda su
superficie, aunque aún conservaba las bragas puestas, aquellas bragas que la
hacían sentirse como una adolescente que se había portado muy mal, y su mama la
estaba dando una buena zurra. Fueron muchos los zapatillazos que cayeron en el
culo de Luisa, aquella zapatilla de suela de goma blanca sin dibujo visible ya
que esta era lisa.
Luisa sentía como su trasero le abrasaba,
en esta ocasión no gemía de placer como en la mañana anterior, pero se sentía
perdonada por una mujer como su
amiga la Sra. Adams. En el fondo
sabia y reconocía que no había hecho bien, ella conocía mejor que nadie el
rencor hacia la señora Harrison, antes Margaret Sullivan. La azotaina
continuaba resultando muy ardiente en sus nalgas, el perdón de su mejor amiga
bien valia aquel resquemor en su trasero. Cuando la zapatilla dejo de sentirla
arder en su trasero, pensó que su amiga había sido benevolente con ella. Cuanto
se equivocaba Luisa…
(Sra. Adams) -. Levanta!!! Levántate de mis rodillas ahora te
colocaras en aquel rincón cara a la pared. Deja de sobarte el culo, aun no
tienes motivos para hacerlo. Me avergonzaste al hablar con esa arpía. Sabías
que yo la odio después de lo que me hizo, cierto que fue cuando éramos solo
unas chiquillas adolescentes, pero cada vez que me siento en una silla, aun me
duele el trasero de la azotaina que me dieron por su culpa. Sabes? No puedes
imaginar la vergüenza que pase esa tarde cuando me bajo mis pantalones mi
suegro, y cuando su esposa se acercó a bajarme las bragas, quedando con el
trasero desnudo ante tus padres y ante ti misma, así como los otros dos
matrimonios que acompañaban a tus padres. Aun siento como aquel cinturón
atravesaba mis nalgas. No puedo dejar de olvidar los días que estuve sin poder
apoyar mi trasero en silla o cama alguna, sin sentir unos terribles aguijonazos
en mi trasero. Además, las azotainas posteriores fueron terribles, primero mi
suegro y luego su esposa, durante semanas fui castigada por ella, por haberme
atrevido a dar problemas a su marido. Sabes, durante todas las veces que yo
misma me tuve que bajar mis bragas y colocarme sobre sus rodillas para que me
diera la azotaina, no paraba de rogarle que me perdonara, que yo no había
provocado aquella estampida de los caballos, sabes qué hizo? A partir de
entonces utilizaba el cepillo para calentarme el culo, no te puedes hacer idea
de lo que dolía aquel cepillo, pero lo vas a saber…
La Sra. Adams se
levantó de la silla, observando como Luisa obedecía y caminaba hacia el rincón,
arqueando sus piernas al tiempo que se sobaba el trasero de arriba abajo, con
las manos de manera muy graciosa, lo que
hizo sonreír de manera maléfica a
su amiga. Minutos después volvía a entrar a la habitación de costura, había
bajado al salón a buscar el cepillo de baño de
madera, momento que aprovecho para salir al porche y mirar si volvían
las chicas, “Os vais a enterar cuando
aparezcáis…” volviendo a entrar a la casa. Subió las escaleras con
parsimonia y lentitud, dándose tiempo a sí misma para coger aliento, Luisa se
iba arrepentir de haberla traicionado. Pues así lo veía ella en su interior,
como una traición a su amistad, pero dadas las circunstancias iba a saber lo
disgustada que estaba con ella, la pequeña Luisa iba a conocer cuan enfadada
estaba…
(Sra. Adams) -. Luisa! Sabes.
Jamás me habría creído que alguien llamase a mi puerta, para decirme que mi
mejor amiga, había estado codeándose con la persona que más daño me ha causado
en la vida. A mis suegros a pesar del daño que me hicieron al castigarme de
aquella manera tan severa, no les puedo culpar a ellos, se limitaron hacer lo
que era mejor para mí, cualquiera en su posición habría obrado de igual manera,
yo, estaba en el lugar equivocado y el momento erróneo. Si no me hubieran
encontrado saliendo de las cuadras tras los caballos, habrían entrado y
descubierto a la verdadera culpable. Aunque a ella no la hubieran castigado, se
la habrían llevado a sus padres y que estos tomaran sus medidas disciplinarias
en consecuencia. En cambio, yo era como una hija para ellos, desde mi infancia
me habían criado como una más de la familia. Era la novia de su hijo e íbamos a
casarnos, por lo tanto no puedo tenerles rabia o rencor alguno hacia ellos, yo
en su situación habría obrado de igual forma. Ellos tenían el derecho de
castigarme, esa no era ni la primera vez que lo hacían, ni fue la última
azotaina que me dieron, pues me gane más de una por mi rebeldía. Aparte de que muchas de aquellas azotainas me
las buscaba yo sola, a sabiendas de lo que me sucedería si me descubrían, y
puedes estar segura Luisa, que procuraba que me descubrieran, mis braguitas
estaban muy mojadas todo el tiempo hasta que era descubierta, cuando me
descubrían… se acumulaban todos mis miedos y temblaba esperando que vinieran a
castigarme. Sobre todo cuando escuchaba los pasos en el pasillo si eran muy pesados, eso significaba que era mi
suegro quien venía, y eso si me hacía temblar como gelatina. El, no usaba su
mano para darme una azotaina, él se sacaba el cinturón, y no te haces ni idea
lo que duele cuando lo hace, por ese motivo no vamos demasiado a visitarles
Williams y yo, desde que se volvieron a su rancho de Texas, es un viaje
demasiado largo para venir en avión tantas horas sentada, a pesar de la edad
que tienen están muy en forma, aunque pensamos ir a visitarles para que
conozcan a su biznieta y su nieta Sonia, junto a su prima Susana, nuestra
hija. Más les valdrá no hacer travesuras
y no solo ellas, yo tampoco me escaparía muy bien. Pero… ahora quien va a
recibir vas a ser tú, Luisa! Y no solamente me voy a dedicar a calentarte el
culo como ayer, esta vez vas a probar una azotaina que no vas a olvidar con
facilidad… Ven! Ha llegado el momento de ajustarte las cuentas, bueno…
Suponiendo que solo fuera un desplante hacia mí, para que yo te pusiera sobre
mis rodillas y te caldease el culo, a base de bien! Si de verdad hablabas con ella por amistad,
ignorando que yo me iba a molestar por hacerlo, y que eso no te importase lo más
mínimo, prefiriendo su amistad a la mía…
(Sra. Luisa) -. Ingrid! Hemos
sido amigas desde hace años. Sentí mucho
de verdad que los padres de Williams te castigaran en el salón. En aquellos
momentos aun no éramos muy amigas, pero ver como fuiste castigada, no puedo
hablar de esos momentos, ahora no lo recuerdo con exactitud. Pero tenía la
necesidad de hablar con mi única amiga, cuando vi cómo te zurraba tu suegro con
el cinturón, sentía una opresión en el estómago, la garganta la tenía seca, mis
manos temblaban, y aunque retiraba la mirada para no ver como se te iba
poniendo el trasero cada vez más colorado, me resultaba superior a mis fuerzas
volver a mirar. De alguna manera no podía evitar el ir a verte, aunque me
decían que estbas castigada y no podías salir, en esas visitas averigüe cuando te solían dar aquellas
azotainas, y solía ir justo a esas horas para escuchar como las recibías. Se me
mojaban mis braguitas al escuchar el sonido de los azotes y tus aullidos, así
como tu forma desesperada de llorar… En casa empecé a portarme mal, a llegar
tarde fuera de horas, incluso hacer travesuras para que me castigaran. Pero mis
padres no eran como tus suegros, aunque me castigaban sin salir o no darme mi
asignación semanal para mis gastos, otras veces me encerraban en mi habitación,
pero jamás logre de ellos una azotaina como era mi deseo. Luego nuestra amistad surgió, y con el paso
del tiempo nos hicimos amigas inseparables, recuerdas que me solía invitar yo
misma a quedarme a dormir en vuestra casa, esperaba que tus suegros me trataran
igual que a ti, logre ver como más de una ocasión te daban una azotaina en mi presencia,
por el hecho de ser chica, no se retiraban al despacho o te mandaban a tu
habitación, y te daban la azotaina ante mí, excepto si estaban los amigos de
Williams, entonces te enviaban al despacho, o a tu habitación. A veces trate de
inculparme de las travesuras, pero por eso mismo que dices que para ellos eras
como su hija, en cambio yo no lo era, y conmigo aunque algún regaño me lleve,
solo lograba que llegara a oídos de mis padres y estos me castigaban durante un
tiempo sin poder ir a tu casa. Luego
nuestra amistad fue a más y con tu novio también se hizo más íntima, y
pude ver que él también te solía dar azotainas, aunque no eran ni por asomo tan
severas como las que te daban sus padres. El día que escondiste su cartera en
mi bolso, y me dio Williams aquella azotaina, la disfrute como no podía
imaginar. Aunque dolió lo suyo la verdad, menudas manos que tenía ya entonces
Williams. En definitiva, ayer cuando me
amenazaste con darme una azotaina, vamos… no puedes hacerte idea como sentí de
nuevo aquellas sensaciones, y luego que me enviases arriba y me dieras la
azotaina con la zapatilla fue… electrizante para mí. Por lo tanto al entrar al
restaurante y después de ver cómo le diste una azotaina a tu sobrina, se me
acerco Jack y hablábamos de la azotaina, entonces se acercó Margaret. Yo no le dirigí
la palabra a ella, pero en cambio sí hablaba con su marido Jack, este hizo
avergonzar a Margaret diciéndome que a su mujer también era necesario darle
unos azotes de vez en cuando, en ese momento te vi, que me mirabas y seguí
hablando con Jack, Margaret le recrimino a su marido que me hablara de que a
ella, le daba azotainas cuando se las merecía, algo que era a menudo. Yo al
escuchar eso me reí de buena gana, pero te miraba a ti, pues sabía que aquello
te haría enfadar… pero que te gustaría saber que Jack Harrison corrige a su esposa Margaret.
(Sra. Adams) -. O sea que no hablabas con ella! No puedo
saber si dices la verdad o no! Pero si puedo asegurarme que no lo vuelvas hacer
de nuevo, me sentí herida en mis sentimientos por ti, mi pequeña Luisa. Siempre
hemos sido muy buenas amigas y cómplices al mismo tiempo. Nunca ha habido
secretos entre nosotras y nos hemos respetado mutuamente, pero ahora ha llegado
el momento de que aprendas una lección. Ven, te voy a colocar sobre mi regazo, ha llegado el momento de ponerle remedio a tu
falta de lealtad a nuestra amistad, aunque solamente haya sido de pensamiento y
no de actos.
Luisa se acercó a Ingrid lentamente,
Ingrid se desesperó de su parsimonia al acercarse levantándose y sujetándola de la mano la tumbo sobre sus
rodillas, doblo su mano derecha sobre su espalda, para evitar que se pudiera
cubrir el culo, luego introduciendo sus dedos entre la cinturilla del elástico
de sus bragas, se las fue bajando lentamente hasta acomodarlas a la altura de
sus rodillas, sus manos subieron por entre
sus muslos hasta rozar su entrepierna la cual estaba muy mojada… El cepillo no tardo en caer con
rapidez sobre su trasero descubierto de prenda alguna, estaba bastante
colorado, pero el cepillo hizo que en pocos minutos Luisa sintiera en su culo
sus efectos, sus nalgas le abrasaban de manera que no hubiera podido sospechar
que doliera tanto el cepillo, Ingrid deseaba que sintiera con rapidez su amiga,
lo que es una buena disciplina, pero sobre todo lo que es una azotaina como
castigo, y ella se disponía a hacérselo saber, por ello centro la azotaina en
la base de sus nalgas, no tardando apenas en brotar lágrimas de sus ojos, que
en pocos azotes más, fueron algo más que unas lágrimas, pronto parecieron ser
las cataratas del Niágara. En ese momento la azotaina paro.
La Sra. Adams bajaba las escaleras,
tras ella la acompañaba su gran amiga Luisa, ya se había ataviado su ropa con
la que había llegado. Pero se acariciaba su trasero con suavidad, pues apenas
podía apoyar sus manos sobre él. Se la podía contemplar sus gestos claros de
dolor en su trasero, en sus ojos habían surcos entre su maquillaje, era
relativa claridad que habían bajado lagrimas por sus mejillas. Mientras bajaban
las escaleras, Ingrid miraba en todas direcciones por si hubieran llegado las
chicas, pero no había ni rastro de ellas… Su marido Williams no tardaría en
llegar a comer, más les valía a las chicas aparecer antes de que llegara el… En
ese momento…
(Sr. Adams) -. Hola, esto no
me lo esperaba Luisa! Que haces de nuevo por aquí? De visita?
(Sra. Adams) -. No
exactamente, cariño! Como puedes ver la cara de Luisa expresa a que ha venido…
(Sr. Adams) -. Ya veo! Por la
manera de sobarte el trasero debe de picarte de lo lindo! Cariño! Sabes lo que
te tengo dicho respecto a las niñas, ellas no deben sospechar estas cosas,
luego hablaremos tu y yo!!!
(Sra. Adams) -. Sabes que
esta mañana te lo he comentado, lo que iba a pasarle a Luisa apenas la tuviera
a mi alcance, se iba a enterar del desplante que me hizo ante los Harrison. Y
por las niñas… Las he enviado esta mañana que fueran a decirle a Luisa que se
acercase por casa. Esta descarada! Ha venido… Pero tu hija, nieta y sobrina, aún
no han aparecido..- En esos momentos sonó el timbre de la puerta..- deben de ser ellas… se van a enterar
estas sinvergüenzas!!!
La señora Adams salió
abrir la puerta.
(Sra. Adams) -. Cariño!! Es
mejor que vengas a la puerta…
(Sr. Adams) -. Que sucede ahora…
En la puerta había
dos agentes de la policía del pueblo…
(Agente 1) -. Señor Adams? Hemos encontrado a una chica
cogiendo melocotones, dice ser María Adams. Está en el coche, quiere venir a
ver si la conoce, como va sin documentación no sabemos más de ella. -. Williams Adams acompaño al agente al
vehículo, el agente abrió la puerta, pues desde fuera no se podía ver quien
había dentro al llevar los cristales oscuros. .- La reconoce usted?
(Sr. Adams) -. Si, para
desgracia para ella! Si la conozco es mi nieta… ya estas entrando en casa y
sube a tu habitación, ahora iré yo hablar
contigo…!!! Lo lamento señores! Y gracias por habérmela traído, pueden estar
ustedes tranquilos que va a ser castigada y esto no se repetirá de nuevo…
(Agente 2) -. Lo lamento Sr.
Adams. Pero no va a ser tan sencillo, debe usted acompañarnos a comisaria a
formalizar la denuncia que ha puesto el dueño, el cual pretendía cobrarse en
especias, hemos escuchado unos gritos y al acudir, ya la tenía a la muchacha
sobre las rodillas y le había bajado la ropa interior. Por lo tanto, si tiene
la documentación de su nieta, deben acompañarnos a la comisaria, su nieta y
usted si es responsable de ella, sus padres viven con usted?
(Sr. Adams) -. Su madre vive
con nosotros, pero por el momento no está en casa, a decir vedad no sabemos
dónde están ella, y mi sobrina que también vive en esta casa temporalmente.
Sabes tú!!! Donde están tu madre y tu prima?
(María) -. Si, abuelo. Se han
quedado en la balsa que hay bajo el puente de San Marcos, en la riera
bañándose.
(Agente 1) -. Sr. Adams. Puede
recoger la documentación de su nieta y imagino que su hija y sobrina, tampoco
llevaran documentación. Puede traerla también, pues como usted sabe está
prohibido bañarse en el cauce de la riera. Debemos ir rápido a buscarlas, antes
que habrán, las compuertas del embalse
que se halla a cinco kilómetros, por eso está prohibido el baño, por el cambio
de cauce. Por suerte aun tardaran dos horas en abrir las compuertas hoy. Van a
tener que pagar una multa.
Como un torbellino
entro en la casa el Sr. Adams, no abrió la boca al pasar por delante de su
esposa y de la amiga Luisa. Subió al piso de arriba a las habitaciones de las
chicas buscando la documentación de cada una, minutos después bajaba y entraba
en su despacho para coger dinero de la caja fuerte, poco después salía de la
casa subiendo a su coche, en la ranchera. La policía ya había salido hacia el
lugar donde debían de estar Susana y Sonia, menuda sorpresa las esperaba…
Susana y Sonia, escucharon a lo lejos
una sirena, se escondieron bajo el puente para no ser vistas, pues eran mujeres
adultas aunque por su manera de vestir no lo pareciesen, pues justo en la misma
orilla estaba la placa de “peligro
meterse en el cauce, por cambios de nivel del agua”. Pero al escuchar que
la sirena se paraba justo antes de pasar el puente, se preocuparon de que
alguien las hubiera visto bañarse y hubieran avisado. Luego se detuvo otro vehículo,
ese motor Susana lo reconoció en el acto…
(Susana) -. Es mi padre!
(Sonia) -. No jodas!
Los agentes fueron los primeros
en encontrarlas, haciéndolas salir bajo el puente, estaban muy asustadas y
avergonzadas, pues tuvieron que salir caminando delante de los dos policías, y
sabían que estos les verían sus bragas, pero a Sonia además se le veía
claramente como llevaba el culo de marcado, pues aunque intento tirar del
elástico de sus braguitas hacia abajo, por las perneras asomaba claramente la
parte baja de sus nalgas moradas, al
salir al camino vieron la ranchera del padre de Susana, y como a las dos chicas le temblaban las piernas,
tuvieron que ser ayudadas por los dos agentes que las hicieron subir al coche
oficial. Al entrar al asiento trasero
vieron a María sentada que sollozaba. Su
miedo era tal, que no se atrevieron hablar ninguna de ellas.
Treinta minutos después se detenía el
vehículo de la policía en la comisaria, haciendo bajar a las tres. El Sr. Adams
se unió a ellas entrando todos en la comisaria. Dentro de la comisaria se
sentaron en la sala de espera, incluso Sonia con su maltrecho trasero se sentó
al lado de su tío, este ni las miraba avergonzado de estar en esa situación por
su hija, nieta, sobrina. Vecinos del
pueblo que estaban allí por gestiones privadas lo miraban como si fuera un
delincuente, aunque ninguno de ellos sabia el motivo del porque estaban allí.
Durante varios minutos el Sr. Adams estuvo dentro del despacho del Jefe de Policía,
mientras las chicas aguardaban afuera de pie en la puerta, allí estaban ellas,
Susana y Sonia sobándose sus traseros, Susana se acariciaba el trasero con su
mano en el interior de sus braguitas blancas con lunares de colores, estaba
apoyada con su espalda en la pared, así nadie la podía ver lo que hacía su
mano, excepto Sonia y María que si la veían.
María apenas tenía molestias de la breve azotaina que había recibido,
los agentes llegaron a tiempo de impedir que el granjero le diera su merecido.
Entre ellas no hablaban, su preocupación estaba con lo que sucedería en cuanto
su tío saliera de aquel despacho y volvieran a casa. Después de una hora volvían a salir de la
comisaria, los azotes no se hicieron de esperar. Al salir por la puerta, el Sr
Adams agarro a la más cercana a él, Sonia. Poniéndola bajo su brazo izquierdo
le dio una veintena de azotes bien administrados, teniendo el culo dolorido de
la azotaina del cepillo la noche anterior, a los cinco azotes ya lloraba,
quizás del temor, quizá por el dolor, pero lo cierto es que lloro desconsolada
con cada azote que recibió. Luego le tocó el turno a María, de igual manera,
colocándola bajo su brazo izquierdo en segundos cayeron sobre su trasero la
veintena de azotes, Susana intento escapar, pero antes de que pudiera dar tres
pasos, ya estaba bajo el brazo de su padre recibiendo su veintena de
azotes. Subiendo a la ranchera, las tres iban
sollozando pues se podían imaginar lo que sucedería al llegar a casa, los
azotes recibidos ante las pocas personas que pasaban a esas horas.
El camino a casa fue en silencio, solo
roto por el ruido del motor. Hasta que el señor Adams no pudo por más tiempo
permanecer callado, su ira, debía salir…
(Sr. Adams) -. Pero en qué
demonios estabais pensando!!! Es que… es que no puedo imaginar que tres mujeres
como vosotras hagáis o podáis hacer estas cosas… Ya no sois unas niñas
pequeñas!!! Sois mujeres hechas y derechas!!! Como se os pueden ocurrir meteros
en estos problemas!!! Joder!!! Es que
no lo puedo comprender!!! María! Con tus diecinueve años en que piensas? Tú,
Susana con tus treinta y cinco años? Y tú! Sonia con treinta y dos años? Me
podéis explicar en qué diablos pensáis cuando os levantáis por la mañana? De
qué manera puedo joder a vuestro tío,
padre y abuelo? Joder!!! Sois mujeres, no unas niñas!!! Qué debo hacer para que
os comportéis como mujeres? Dejaros el culo morado? Es que os voy a tener que
estar dando azotainas cada día? Lo de hoy es imposible de comprender!!! Después
de la vergüenza que me hizo pasar Sonia ayer, hoy os habéis puesto de acuerdo
para avergonzarme las tres? Lo de hoy, es que no lo comprendo!!! La vergüenza
que he pasado viniendo la policía a casa, y por si fuera poco, he tenido que ir
a la comisaria y aguantar que me sermoneen! En el despacho del Jefe de policía,
me han puesto de todos los colores, por vuestra culpa! He tenido que pagar una
multa de quinientos euros por vosotras dos, por cada una quinientos…!!! Por ti…
he tenido que pagar mil euros de daños que has causado al árbol, al romper las
ramas, porque no alcanzabas a los melocotones!!! Cuando lleguemos a casa ya os podéis ir
preparando, porque os espera una azotaina a cada una que nunca vais a
olvidar!!!!!
Al dejar la carretera
y entrar en el camino que conducía a la casa, la ranchera se detuvo. El Sr.
Adams se bajó de la ranchera bloqueando las puertas traseras, para que no las
pudieran abrir desde dentro. Primero hizo salir a Susana, la agarro de un brazo
la llevo atrás abriendo el maletero, se sentó en el, poniendo a Susana sobre su
rodilla izquierda, la ranchera al ser alta, quedo sentado dada su estatura,
pero para poder darle una buena azotaina, la coloco sobre su pierna izquierda, así
no le impediría nada hacerlo como se merecía. Las bragas de algodón con lunares
de colores sobre fondo blanco, se las bajo por debajo de sus muslos, lo justo
para que su entrepierna quedara apoyada en su muslo, apenas podía forcejear
Susana de esa posición. La azotaina no se hizo esperar, la mano caía muy
ruidosa en el culo desnudo, sus manos al tenerlas bajo su cuerpo no podía
moverlas, y mucho menos dado el espacio del maletero, sacar sus manos y
proteger su culo, que en breve estuvo ardiéndole como no podía imaginar, la
azotaina o el temor en sí mismo, la hizo ponerse a llorar cuando llevaba unos
veinte minutos de azotaina sobre el culo desnudo. En ese momento, retiro su
rodilla dejándola apoyada en el maletero, entonces se desabrocho la hebilla del
cinturón, y con su mano derecha lo extrajo de un simple movimiento, doblándolo
a la mitad. No tardo el cinturón en restallar con su sonido sobre el culo
desnudo de Susana. Una treintena de azotes que hacían estremecer a la mujer, el
culo pronto adquirió un color rojo intenso y brillante. Llegado el momento, la
saco del maletero, apenas se sostenía de pie, con sus bragas en los tobillos.
Trastabillando la llevo a la puerta derecha abriéndola, en ese momento saco a
Sonia del coche, haciendo que Susana entrara quedando sentada sobre su trasero
desnudo, sus bragas aun las tenía en sus tobillos. En breve Sonia estaba sobre su pierna izquierda, y el sentado en
el maletero. La azotaina comenzó sobre las bragas de lunares de colores, la
corta falda rosa del vestido, quedo en su cintura como doblada sobre su
espalda, la azotaina a Sonia fue larga e intensa, pero comenzó a llorar con el
primer azote, mas quizás por miedo después de lo que había escuchado llorar a
su prima. A Sonia no le bajo sus bragas, sabía muy bien su tío que no era
necesario, pues con la azotaina de la noche anterior que fue muy estricta,
sabia como debía de tener el culo de dolorido, pero si con Susana fueron veinte
minutos de azotaina con la mano, con Sonia fue casi unos treinta minutos de
azotaina únicamente utilizando su mano. Igual que hiciera con Susana, a Sonia
la introdujo por la puerta izquierda, primeramente haciendo salir a María. El Sr. Adams se volvió a sentar en el
maletero, colocando a su nieta sobre su rodilla izquierda, primeramente le bajo
las bragas de lunares de colores, sobre fondo blanco, tuvo que levantarle la
falda, pues esta no se levantó por si sola. La azotaina con la mano no se hizo
de rogar, sobre el culo desnudo de María. Este era más pequeño que el de su
madre el cual era abultado y salido o su
prima Sonia, culo bien curvado con forma insinuante y respingon, en cambio el
de María era pequeño, pero salido como el de su madre, la azotaina también fue
larga e intensa, aunque al ser más menuda, ella si se meneaba y contorsionaba
sus caderas, no así sus piernas que permanecían trabadas, al tener su
entrepierna en la de su abuelo, y las bragas en sus rodillas, mantenían las
piernas inmovilizadas, apenas fueron quince minutos de azotaina, pero en cambio
ella si probo el cinturón echada sobre el maletero, pero tenía una sorpresa
para ella, tenía las ramas que había roto del melocotonero, le quito las hojas
y utilizo las varas unidas para darle la azotaina con un haz de varas, le
quedaron las nalgas bien surcadas por las varas. Luego la introdujo en el
asiento trasero, con las bragas en sus rodillas, el abuelo arranco de nuevo la
ranchera de camino a casa.
Al llegar a la casa la ranchera aparco
en la misma puerta, abriendo la puerta derecha las hizo bajar, Susana con las
bragas en los tobillos aun y llorando trastabillando entro en la casa, seguida
de Sonia, que andaba con mucha dificultad a pesar de llevar sus bragas puestas
y sus piernas arqueadas, para así intentar evitar el roce de sus nalgas,
después de ella paso María con las braguitas en sus rodillas, andando a pasos
cortos, así pasaron las tres entre su madre, tía y abuela, además de la Sra.
Luisa que aun permanecía en la casa. Una vez dentro de la casa, Susana se subió
sus bragas ajustándoselas levantando la falda, dejando expuesto por unos
segundos su coloradísimo trasero… Sonia tras ella intentaba sobarse el culo,
pero solo el roce de las palmas de sus manos ya le parecía imposible de hacer,
María al igual que su madre, se las subió, también dejando su marcado trasero
por las varas…. Con muchas dificultades subieron las escaleras, sus traseros
estaban bien calentados, desde abajo la Sra. Adams las observaba subir. En su
rostro se veía una imagen de satisfacción, a su manera de verlo, las chicas
habían recibido su merecido castigo. Pero aún no había terminado en ese día…
Para empezar estaban castigadas sin comer a permanecer en sus habitaciones. En cambio para la cena, les tenían una
sorpresa desagradable para las tres.
A media tarde subió a las habitaciones
la Sra. Adams en compañía de la Sra. Luisa. Primero atendieron a Sonia, le
quitaron las bragas y el vestido, dejándola desnuda como vino al mundo. Entre
las dos la llevaron al baño, primero hacer sus necesidades y luego la bañaron
con delicadeza. La llevaron una vez seca a la cama, dejándola desnuda boca
abajo, tenía las nalgas amoratadas y la piel oscura… le pusieron crema hidratante
para refrescar el trasero, y hidratar la piel del trasero. Luego fue el turno
de Susana, con la cual hicieron lo mismo, y por ultimo María.
Faltaba una hora para la cena, cuando
subieron de nuevo a curar a las tres traviesas mujeres. Primero fue Sonia, que
agradeció los cuidados, la pusieron en pie, pasándole un camisón blanco que
apenas llegaba a su cintura, luego la echaron sobre la cama boca arriba, su
trasero se estremeció al sentir el contacto con la sabana. Pero más se
estremeció al sentir como le levantaban sus piernas entre las dos señoras, y
como bajo su culo extendían un pañal, el cual al bajar sus piernas, vio con
espanto que le estaban colocando un pañal. Cuando fijaron el adhesivo a sus
caderas la levantaron poniéndola de pie, y fue enviada al rincón cara a la
pared. De igual manera arreglaron a Susana y María. A la hora de cenar, las
fueron a buscar y las hicieron bajar a cenar…
Sonia… Susana… María… las tres, estaban
en el salón, de pie esperando que bajase su tío, padre y abuelo a cenar. A cada
una por encima del pañal le habían puesto unas bragas de plástico para en caso
que sus pañales tuvieran fugas durante la noche. Cuando viéndolas así,
apareció…
(Sr. Adams) -. Bueno niñas!!! Como no sabéis comportaros
como las mujeres que sois. He decidido que a partir de ahora seréis tratadas
como niñas pequeñas, a ver si esto funciona mejor con vosotras. No me habéis
dejado otra salida, esto es lo que os merecéis. Ya veo vuestros rostros de
vergüenza!!! Haceros a la idea, esa misma vergüenza es la que me habéis hecho
pasar a mi hoy, no os podéis hacer idea de lo que me habéis hecho sentir en la
comisaria. Me han hablado como nunca nadie me había hablado antes, por ese
motivo vais a saber lo que es pasar vergüenza… ahora me da igual si os duele el
culo, sentaos a cenar y pobre de la que se atreva a levantar el culo de la
silla.
Deseando leer el siguiente capítulo
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