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viernes, febrero 07, 2020

EL ABUELO MATERNO Capitulo 17


                                          EL ABUELO MATERNO   Capitulo 17


          Sonia terriblemente avergonzada se levantó de la cama, tras ponerle su tío el pañal limpio se encontraba mas cómoda, pues había dejado de escocerle la piel por haberlo llevado tanto tiempo mojado, siempre pasaba vergüenza cuando se lo cambiaban, pero más avergonzada estaba, el que fuera su tío quien se lo hubiera cambiado, además que a Sonia le recordaba por qué debía de llevarlo puesto las veinticuatro horas del día, como las tres semanas que ya llevaba padeciendo el no poder usar el servicio, para nada aunque tuviera que hacer aguas mayores, debía de hacerlo sobre su pañal resultando esos momentos muy duros para ella, a su edad.  El tener que hacerse pis encima en el pañal la avergonzaba terriblemente, pero con el tiempo que había ya pasado por tener que padecer ese castigo, se acababa haciendo a la idea, además en otras ocasiones había visto como su prima Susana también había tenido que pasar por esa vergüenza, incluso para la pequeña María lo había sufrido, pero en todas esas ocasiones para aguas mayores les permitían utilizar el baño, en cambio en este castigo a ella, no se le permitía por considerar ser una falta imperdonable la que había provocado su situación. 
      Pasándolo horriblemente mal sobre todo al tener que decirle a su tía que había ensuciado su pañal, pues para su mayor vergüenza ese era parte del castigo, tenía que pedir que le cambiaran su pañal sucio, pero al menos iba a poder sentarse cómoda a estudiar después de todo.   Sonia estaba sorprendida al ver a su tío Williams con el pantalón mojado en su pierna izquierda, pero no le fue necesario preguntarle qué le había pasado, había escuchado la azotaina que le había dado a la pequeña María con el cinturón, pues su sonido era inconfundible a esas alturas y el tiempo que llevaba viviendo en la casa.  Y no era de extrañar que a la pequeña se le escapara el pis, cuando su tío usaba su cinturón incluso a Sonia misma le ocurría a veces, pues le tenían todas  verdadero pánico a su cinturón por lo grueso y pesado que resultaba, siendo este muy doloroso escocia demasiado para cualquiera de ellas.
      Tío Williams refunfuñando, así como hablando solo por el disgusto, tuvo que subir a la tercera planta a su habitación a cambiarse de pantalones, minutos después volvía a bajar deteniéndose en las habitaciones de las chicas y observarlas, seguían sollozando en sus camas pero todo parecía estar normal, después de vigilar a Sonia como continuaba estudiando, bajo las escaleras  encaminándose a su despacho donde le debía estar esperando su esposa, tenía muchas ganas de llegar junto a ella.  El castigar a su esposa era todo un placer para él, con ella si disfrutaba calentándole el culo, al igual que el encargarse de las amigas de Sonia. Ya que con su hija, sobrina o su nieta, no experimentaba sensación alguna de placer, al tenerlas consideradas como sus hijas propias, para él castigarlas solo era disciplina que debía aplicarles, no disfrutaba con ello al tener que calentarles sus traseros.  Al bajar las escaleras vio a su hija Susana arreglando la cocina, sobre todo recogiendo del suelo el destrozo que había ocasionado una de las chicas, Laura.
(Sr. Adams)  -.  Susana!!!  Que haces aquí abajo?  No estabas castigada en tu habitación por tenerla desordenada?  O…  Te ha castigado ya tu madre por tener desordenada tu habitación?
      Susana negó con la cabeza estremeciéndose de temor, al tiempo que su mano derecha se sobaba el trasero, el preguntarle su padre tal cosa podía significar que la podía castigar él mismo, pues era una falta por la que era castigada con relativa frecuencia, sobre todo por su hija María que solía desordenarla para que castigasen a su madre, pero a menos que la sorprendieran haciéndolo, siempre se libraba la pequeña endiablada.  Susana suspiro y respiro tranquila al ver que su padre desaparecía dirigiéndose a su despacho.
     Williams Adams entraba en su despacho encontrándose con su esposa colocada de pie tal y como le había ordenado,  andando hacia ella dio un par de vueltas a su alrededor sin decirle nada, mientras ella con la bata abierta, las bragas solo bajadas por delante lo justo para verle el fondillo de sus bragas así como su rasurado sexo, manteniendo las manos sobre la cabeza tal como la había indicado su marido  que debía esperar a su llegada. 
(Sr. Adams)  -.  Como siempre tan traviesa como una chiquilla verdad?  Que pensabas que no lo iba a saber?  Puede que alguna ocasión te haya salido bien esa jugarreta tuya. Pero cuantas de ellas te he pillado infraganti?  Como para no pensar que fueras hacer hoy, alguna locura como esta, sobre todo teniendo en cuenta el cómo llevas todo el día excitada, tenías muy mojadas tus bragas cuando te he dado la azotaina con el cepillo, y estabas más húmeda que nunca, por lo bien que te lo has pasado con las chicas, son como un juguete nuevo verdad?   Aunque no solo tú estás disfrutando de ellas. Para mí también es todo un deleite el tenerlas en la casa, son las amigas de Sonia, pero sabiendo porque han venido y lo que vienen buscando con su visita, hace que sea muy placentera su visita.  Me encanta ver que seas tan traviesa como ellas, pero ya me imaginaba que lo ibas hacer.  Por ello esta mañana te he dado yo las bragas y te las he puesto yo!  Porque así sabias no te las podías cambiar durante la jornada sin mi permiso, pues conoces bien mis normas y sabes que cuando yo te las doy, es porque tengo intención de revisarte durante la jornada. Pues era de suponer que las chicas iban a organizar alguna de las suyas nada más llegar.   Ahora vas a recordar que sucede cuando te portas mal, hacía tiempo que no hacías alguna tontería como esta.  Así que ven aquí!   Te voy a enseñar que sucede si tratas de  desobedecerme!!!
    La Sra. Adams tras escuchar a su marido Williams, se iba a desnudar quitándose la bata nerviosa con sus dedos temblorosos, en su fuero interno deseaba ser castigada por su marido, pero el trasero le dolía bastante tras ser castigada con el cepillo, así que aunque lo deseaba no significaba que ignorase lo mucho que le iba a doler, era una mujer madura aunque no era tan mayor como todo el mundo podía pensar, era bastante más joven que Williams, ello no era para ignorar lo que le dolería ser castigada, pues conocía bien a su esposo, así como la fuerza que tenía a sus setenta años, así como que durante los últimos años el trabajar en el campo lo había curtido y parecía ser mayor de la edad real que tenía.  Se iba a quitar la bata ya desabrochada. Pero al ir hacerlo el marido la sorprendió agarrándola del lóbulo de la oreja izquierda, haciéndola trastabillar con sus pies pisándoselos ella misma, casi a punto de caerse al suelo. Cayendo en los brazos de su marido Williams que la sostuvo antes de desplomarse al suelo, manteniéndola entre sus brazos cargando con su peso, la llevo hasta donde permanecía aun la silla colocada, sentándose él en ella, al tiempo que colocaba a su esposa Ingrid sobre sus rodillas, levantándole la bata sin dificultad alguna al tener todos los botones desabrochados y la bata abierta, le coloco bien sus bragas ajustando el elástico de la cinturilla ribeteada de puntilla, así como estirarle las perneras cubriéndole bien su trasero, que tras el encaje transparente se apreciaba lo colorado que tenía el trasero, comenzando a darle una azotaina sobre las bragas a Ingrid.   Resultando para ella toda una sorpresa, pues hacia años desde que eran novios que no le daba una azotaina sobre las bragas.  Pues nada más casarse la primera vez que le hizo enfadar, ya le dejo claro que debía ser ella misma quien debía bajarse las bragas cuando le anunciara que iba a castigarla.   Aquella primera vez la recordaría toda la vida, pues a pesar de que llevaban seis meses casados, la última azotaina que recibió de su marido fue unas semanas antes de la boda aun siendo novios, dándole la azotaina sobre las bragas como era habitual, pues mientras fueron novios solo se las bajaba si la falta era muy grave, no podía decir lo mismo de sus suegros que se las bajaba siempre, algo que solo su madre solía hacer con ella, aunque poco podían protegerle las braguitas ante la manaza o el cinturón de su padre.
     Aquella vez jamás la olvidaría ella, en aquellos días aun no tenía nada claro que le gustara ser castigada cuando eran novios, por el que en esos momentos ya era su marido, pero siendo novios le gustaba de alguna manera que no llegaba a comprender el provocarle, así como el acabar a la más mínima oportunidad de quedarse a solas, que la atravesara sobre sus rodillas, le levantase la falda para darle una azotaina bien dada, a pesar que ella acabase llorando a mares, había algo en aquellas ocasiones que le hacía sentirse extrañamente bien, aunque luego estuviera unos días con serias molestias a sentarse.  Era rara la semana que no recibiera unos azotes, aunque de azotainas bien dadas solo por aquellos tiempos recibía una o dos al mes. Pues encontrarse en un lugar adecuado estando solteros viviendo con sus padres ambos, las situaciones idóneas no eran muchas, hasta que a la finca y la presento Williams a sus padres, a partir de ese momento la situación cambio, pues en su finca habían lugares para encargarse de ella. 
     En aquellos años el ganarse una azotaina era fácil, aunque no a todas sus amigas les sucedía lo que a ella, no todos los padres eran tan estrictos con la disciplina. Su padre la consentía mucho dándole sus caprichos, pero también era muy estricto con ella y con su hermana menor. El simplemente llevar un botón de la blusa desabrochado, cuando regresaba del cine era más que suficiente. Williams desde la calle la escuchaba llorar, a lo cual suponía que el padre la estaba castigando, por algo que él había hecho, pues cuando Ingrid se confiaba con las caricias de Williams y sus besos robados a escondidas en la última fila del cine, el sabia el resultado de aquella acción, así como lo que le iba a sucederle a su novia apenas entrara por la puerta, si no la sorprendía el padre, sería la madre pero en cualquier caso, no se libraba de una buena zurra.  Y Williams que ya en aquellos años sentía predilección por esos gustos, siempre que podía se las ingeniaba para meterla en problemas, luego al despedirse se quedaba en el portal esperando a escucharla llorar, en esas situaciones subía al rellano para escuchar mejor tras la puerta, y así poder escuchar el sonido de los azotes.    Por ello era raro el mes o la semana que ella al caminar se le notaran  ciertas dificultades, aprovechando Williams para hacer comentarios que la avergonzaban, poco tiempo después era propio Williams quien la daba una azotaina por llevar un botón desabrochado, o haciéndose el novio celoso por mostrarse demasiado coqueta con sus amigos.  Algunas veces recibía por partida doble, una azotaina de su novio Williams, y al llegar a casa, por llegar solo cinco minutos tarde ya significaba una buena azotaina con el cinturón de su padre, cuando estos hechos sucedían por llegar tarde, algunas veces su padre la aguardaba en la puerta de la calle con el cinturón en la mano, viéndola Williams desde la esquina escondido como el padre al verla llegar, salía  a su encuentro sin dejarla dar explicaciones, recibiendo buenos correazos en el culo sobre la falda, viendo a su novia Ingrid como el padre la sujetaba de un brazo manteniéndoselo en alto y dándole buenos azotes con su correa, una vez que entraban al portal, Williams corría hacia la puerta entrando al portal viendo como subía los escalones y su padre detrás dándole azotes, lógicamente en algún momento de la azotaina lograba soltarse de su padre, subiendo corriendo a la casa.  Algunas de esas situaciones, se escuchaba gritar a Ingrid en el rellano, mientras su padre aún estaba subiendo con la correa en la mano.  Esas veces era la madre quien la atrapaba en la puerta antes de entrar a la casa, era la zapatilla de la madre la que entraba en acción, eso sucedía si pasaba más de quince minutos de la hora que le tenían puesta sus padres de llegar a casa.  Resultaba curioso que de niña solo recibió unas dos azotainas de su padre, aunque por parte de la madre era frecuente que probara su zapatilla, una de las azotainas que le dio su padre fue por llegar a casa con el vestido sucio de barro por estar jugando, ella y su hermana recibieron las dos su correspondiente azotaina, aunque Ingrid se llevara la más severa por ser la mayor.  En una segunda vez por pegar a una compañera en el colegio, en la que fue castigada por su profesora con la regla, y luego al llegar a casa con una nota de la profesora, explicando por qué la habían castigado en clase delante de sus compañeras, dejándola con el trasero bien marcado por la regla de la profesora.  Ese día recibió por partida triple, en el colegio, en casa por su madre con la zapatilla, y al llegar su padre al enterarse, le diera otra azotaina sobre las rodillas su padre.
     Durante los seis meses de casados varias veces fue amenazada por Williams con darle una azotaina, y todas ellas le decía que tendría que bajarse las bragas ella misma y levantarse la falda, para sin reproches ponerse sobre las rodillas de su marido ella misma.  Esas veces ella se callaba para que pasara de una simple amenaza, guardando silencio o acercándose a él haciéndole caricias y darle besos para hacerle olvidar su enfado funcionándole a la perfección.   Su marido no es de extrañar que deseara castigarla, pero hasta la fecha eran siempre que la regañaba por cosas leves, no merecedoras de una azotaina sobre sus rodillas. Ingrid de novios hacia enfadar a Williams, pero él la había advertido en infinidad de ocasiones, que el día que estuvieran casados se iba arrepentir si le hacía enfadar, y aunque Ingrid tuviera en ciertos momentos deseos de que Williams la colocara sobre sus rodillas, tenía cierto temor a sus amenazas de novios.  Excepto esa primera vez, que discutían por unos vestidos que se había comprado. Ella tenía luz verde para ir de compras, pero con relativa moderación.  En cambio ese día había gastado más de lo habitual, sabiendo que Williams se enfadaría con ella seguro, costándole una azotaina ya que no se creía nada de sus amenazas fueran veladas, aunque siempre se libraba de ellas con sus caricias, sabía que si le hacía enfadar de verdad no se iba a librar ni con caricias.   Desde antes de la boda no había vuelto a darle una azotaina, el estar en casa sola gran parte del día haciendo las labores del hogar, en algún momento sus recuerdos de cuando eran novios los tenía muy presentes en su recuerdo, añorando en cierta manera que él la colocara sobre las rodillas, siendo novios disfrutaba provocándole para que le calentara el culo, aunque Ingrid temía a sus amenazas, el aburrimiento le hacía pensar más de lo que debiera, acabando con pensar en que podía hacer estando casada, pues siendo novios era fácil hacerle enfadar, con desabrocharse un botón de la blusa o subirse la falda más de lo debido, era motivo suficiente para acabar recibiendo una azotaina.    Pero desde la boda si se desabrochaba un botón, o iba por la casa solo en braguitas, a Williams no le parecía mal que fuera provocativa, acabando en esos casos siempre en la cama teniendo sexo o en el salón.  Así que pensó en algo que le hiciera perder la paciencia a Williams, así que salió de compras gastando más de lo aconsejable.
      Cuando Williams se enteró al día siguiente, tuvieron una fuerte bronca ese día, acabando con que esa misma  tarde iba a ir a devolverlos y no había más que hablar más del asunto.   Al llegar Williams a casa esa tarde, al entrar en el dormitorio a cambiarse de ropa, no solamente vio que Ingrid no le había obedecido, si no, que además había colocado los vestidos sobre la cama, siendo a ojos de Williams una clara provocación, por lo que enfadado salió directo hacia el servicio, Ingrid pudo verle que aún no se había cambiado de ropa, que solamente se había quitado la americana nada más, lo que le hizo a ella ponerse a temblar de temor a lo que se le venía encima, pues para ir al servicio tuvo que pasar por donde se encontraba ella, y lo hizo lanzándole una mirada como cuando eran novios y tenía intención de darle una azotaina. Al volver del servicio lo hizo con el cepillo de baño en la mano, un cepillo que ella no sabía para que lo había comprado él, pues al ducharse o bañarse ninguno de los dos lo utilizaban nunca.
     Nada más entrar al salón separo una silla de la mesa colocándola en el centro, tomo asiento haciéndole una señal con la mirada para que se le acercara a él, indicando con su cabeza a su costado derecho en el cual esperaba que ella se colocara.   Temiéndose lo peor pues estaba claro que intenciones tenía su marido Williams.  Ella camino en silencio colocándose a su costado derecho, con la mirada baja podía ver a Williams pues al estar sentado estaba más bajo que ella a pesar de su altura.  Ella se encontraba muy avergonzada de estar a su lado de pie, estaba claro que la iba a castigar por no haberle obedecido al no devolver los vestidos de más que se había comprado. Pero el estar a su costado inmóvil y él estar callado la hacía sentirse muy incómoda, incluso como una tonta.
(Sr. Adams)  -. A que estas esperando?  Espero por el bien de tu trasero, no me hagas repetirte que debes hacer, lo sabes muy bien!   Mi paciencia tiene un límite, yo de ti no jugaría a probar cuanto tiempo puedo tardar en enfadarme…  
    Ingrid no podía centrar sus pensamientos al tener su mente en blanco por completo, pero si podía ver como Williams le estaban cambiando sus facciones por segundos, cuando instintivamente Ingrid se subía su falda tableada de color marrón con cuadros estampados, la falda le bajaba unos veinte centímetros por debajo de la rodilla, por lo que para subírsela tuvo que ir recogiéndola enrollándola sobre si misma haciendo varios dobleces, hasta que el borde llego a la altura de sus manos, para así poder introducir sus manos bajo su falda subiéndosela por encima de su cintura, pues llevaba bragas altas comunes en esa época teniendo dificultades para bajárselas, pues eran de algodón muy ceñidas con dibujos de racimos de uvas con el fondo granate, se las bajo muerta de la vergüenza, a pesar de que Williams la había visto desnuda infinidad de veces desde el día que se casaron, así como en ropa interior.  La situación era muy diferente con el hecho de que su nieta, hija o sobrina las obligaban a utilizar esas prendas, así como a las amigas de Sonia  ellas si sentían vergüenza por llevarlas al ser anticuadas. Pero para Ingrid eran las bragas de la época, la gran mayoría de las mujeres eran las que usaban, por lo tanto el hecho de quedarse en bragas ante su marido no le daba vergüenza, pero si se la daba por el motivo que se las tenía que bajar ella misma, la iba a dar una azotaina, además tenía que tenderse ella misma sobre sus rodillas.   Pero en esos instantes había algo que la avergonzaba mucho más al permanecer en pie ante Williams,  su marido le había comentado en varias ocasiones que le gustaba verla desnuda, pero que le gustaría mucho más si llevaba el sexo rasurado, y esa mañana antes de salir de compras lo había hecho, por lo cual en esos instantes era la primera vez que se lo iba a ver, ella había pensado todo el día en el momento intimo con él, pensaba ponerse uno de los vestidos y con un bodi como ropa interior, ya que era la novedad  llegada de Paris, su deseo era darle una sorpresa. 
     Aun le quedaba lo más difícil para ella, colocarse ella misma sobre sus rodillas, por fortuna en los últimos momento tuvo ayuda, Williams se le había acabado la paciencia de esperar que ella obedeciera, y cuando se estaba inclinando para echarse sobre las rodillas, Williams la coloco él mismo al tiempo que empezaba a darle la azotaina con el cepillo de baño, en esos instantes Ingrid aprendió para que servía el cepillo, aunque fue poco el tiempo que pudo pensar por sí misma, en breve le ardía tanto el trasero que no hacía más que patalear alocadamente del terrible dolor en el culo, sus brazos los agitaba en el aire tratando de revolverse sobre sí misma, aferrándose a las patas de la silla y así forcejear para soltarse de la mano izquierda de Williams que la mantenía bien sujeta sobre sus rodillas. Llorando a la desesperada trataba de liberarse, pero nada hacía que el cepillo dejara de calentarle su trasero, aunque le rogaba que parase, Williams seguía dándole más azotes y más fuertes cada vez.  Cuando al fin se detuvo Ingrid quedo desmadejada llorando sobre las rodillas, hasta que Williams la levanto con sus fuertes brazos colocándola de pie, respondiendo ella abrazándose a  él quedando abrazados unos minutos, luego la agarro de la oreja derecha y la llevo a uno de los rincones del salón donde la hizo colocarse de cara a la pared, levantándole la falda sujetándola en la pretina de su falda, y para que no se pudiera sobar el dolorido trasero, ya  que lo tenía de un color colorado intenso, la obligo a colocar las palmas de sus manos sobre la cabeza.  Durante varios minutos no pudo pensar en nada más que en el intenso dolor de su culo, el cual lo sentía que le abrasaba como si tuviera brasas encendidas en él, aunque no se lo podía tocar con sus manos, según las instrucciones que le había dado Williams, pero fue totalmente incapaz de obedecer pues el trasero nunca le había dolido tanto, siendo novios le había dado azotainas en varias ocasiones, pero ninguna de ellas le había dolido tanto como la que acababa de recibir.
    Algo que hizo que fuera incapaz mantener la posición o de obedecer, y aunque se enfadase Williams se llevó las manos al trasero sobándoselo con fuerza, sintiendo un intenso calor que emanaban de sus nalgas en las palmas de sus manos.  A los pocos segundos recordó la advertencia de que no debía moverse o se iba arrepentir, pero con sus caricias había logrado un cierto alivio, a pesar del intenso dolor en el trasero el cual lo sentía en sus manos al acariciarse, podía sentirlo más hinchado e inflamado que otras veces, así como el centro notarlas más duras.  Aunque acababa de recibir la azotaina más severa de su vida, se sentía así misma extraña en su interior.  Durante los años que habían sido novios, no se podía decir que había sido un camino de rosas para ella, pues entre los castigos de sus padres en casa y los de Williams siendo novios, era rara la semana que no recibiera alguna azotaina, añadiendo poco después que sus suegros también tomaran medidas disciplinarias contra ella. Para ellos era solamente una chiquilla caprichosa y consentida, teniendo en cuenta que en esa época la mayoría de edad era los veintitrés años de edad, ella solamente tenía recién cumplidos los veinte cuando conoció a sus suegros de forma oficial, casándose con Williams pocos meses después de hacer los veintitrés años.  Ser castigada por sus suegros tanto si era la madre de Williams o su padre, tenía graves consecuencias para ella, pues después era acompañada a casa por ellos mismos, y al llegar a su casa, sus suegros relataban a sus consuegros por que la habían castigado a Ingrid, lo que le suponía recibir de nuevo una azotaina sobre las rodillas de su padre como si fuera una chiquilla sobre las bragas… Pero su suegra la primera ocasión que sucedió el recibir una azotaina sobre las rodillas de su padre sobre las bragas, esta aconsejo como debía hacerlo…
(Sra. Adams madre)  -.  Sr. Johnson!  A una muchacha a su edad es necesario bajarle las bragas, para que sienta la vergüenza intensamente de su error, y no vuelva a repetirse de nuevo!!!
      Esa sería la primera vez que le bajase su padre las bragas para castigarla, a partir de ese día se las bajaba siempre a pesar de sus veinte años, incluso si usaba el cinturón.
     Siendo novios ya había experimentado esa misma sensación, sintiendo en su anatomía más íntima, la humedad en sus bragas cuando sabía que iba a recibir, pero como cualquier chica de su edad, en esos tiempos aun no comprendía del porque le ocurría aquellas sensaciones, lógicamente se tenía que estar loca o faltarle el sentido común para experimentar tal excitación al calentarle el trasero.  Llegando incluso a provocar a su novio para recibir una azotaina, sobre todo con su novio Williams, luego con el tiempo incluso en casa de sus suegros, en cambio en su casa con sus padres no experimentaba tales sensaciones.  
     Sintiéndose turbada así misma por claramente haber desobedecido, giro muy despacio la cabeza a su izquierda buscando con la mirada a Williams, suspirando aliviada al no verle en el salón.  Pero todo cambio en un instante cuando escucho la voz de Williams detrás de ella, justamente a su derecha hacia donde no había mirado.
(Sr. Adams)  -.  Ya veo que no has aprendido todavía a obedecer!!!  Pero vas aprender ahora mismo!!!
       Williams de pie detrás ella a su derecha, agarro una silla que había arrimada a la pared detrás de él, con una sola mano la coloco frente a él, al mismo tiempo que la sujetaba del hombro a ella haciéndola girarse bruscamente hacia él, colocando su pie izquierdo sobre el asiento de la silla quedado su muslo ante ella, aterrorizada se vio izada del suelo por las dos fuertes manos de Williams, que la había agarrado de la cintura colocándola sobre su muslo, bien sujeta por la mano izquierda, mientras la derecha desabrochaba la hebilla del cinturón, de un solo tirón extrajo el cinturón de las presillas del pantalón, y ayudándose de la mano que la sujetaba firmemente por la cintura, lo doblo a la mitad enrollándoselo en su mano derecha, lo tenso bien tirando de ambos extremos, empezando una nueva azotaina con el cinturón…
      
      …En el despacho meneaba su trasero de un lado a otro, mientras recibía Ingrid una buena azotaina, con la mano derecha sobre las bragas de encaje, que a través del transparente tejido se apreciaba como sus nalgas se ponían por momentos más y más coloradas,  respondiendo ella agitando sus piernas en todas direcciones, por el intenso fuego que sentía en su trasero. Algo que aunque resultaba para ella nuevo, pues era novedoso en Williams que a ella no le bajase las bragas.  Al igual que para él,  verla agitar sus piernas de aquella manera sin control, pues por norma general solía soportar sin moverse cuando era castigada, pero esa tarde estaba claramente muy dolorida del cepillo de madera. Después de unos quince largos minutos, los cuales Ingrid desfruto de la azotaina con la mano que le estaba dando sobre las bragas, sobre todo por la situación inesperada para ella, porque incluso para ella se sentía rejuvenecer al patalear al recibir la azotaina, pues tenía claramente muy dolorido el culo. Pero después de calentarle el trasero a base de bien, incluso permitiendo a su esposa disfrutar varias veces, ya que ella no desaprovechaba la oportunidad con la inercia al recibir los azotes en su trasero, el frotar su sexo sobre el muslo de su marido, mojando sus bragas y traspasando la fina tela de encaje humedeciendo el pantalón de su marido.  Aunque apenas un instante después se vio sobre el muslo izquierdo de su marido, sintiendo como le bajaba las bragas de encaje, e al igual que en aquella primera azotaina que recibió de Williams teniendo que pasar por la vergüenza de bajarse ella misma las bragas, pudo sentir como el grueso y pesado cinturón de Williams caía una y otra vez sobre su trasero desnudo, pero ahora ya no tenía nada de placentera la azotaina como hacía unos segundos sobre sus rodillas, ahora la hacían menear sus caderas sin control, moviendo el culo de un lado a otro completamente a la desesperada.  Pues aunque llevaba toda una vida unida a su marido Williams y rara vez llorase al ser castigada por él, las azotainas siempre eran dolorosas para ella.  Siéndolo mucho más si en esas ocasiones había recibido varias veces, como esa tarde lo había sido con el cepillo. Con lo cual al sentir el cinturón en sus muy magulladas nalgas, no fue nada extraño que acabara llorando como solía hacer su nieta o cualquiera de las chicas al hallarse muy sensible.
      Al dejarla sobre el suelo sus manos se las llevó al trasero sobándoselo con vigor, respirando agitadamente agotada de moverse y patalear, mientras estaba sobre el muslo de la pierna de su marido, con medio cuerpo colgando con sus manos apoyadas sobre el suelo, su bata acabo en el suelo con lo que al incorporarla colocándola con los pies en el suelo, la bata quedo tirada en el suelo y Ingrid solamente en sujetador con las bragas en los tobillos, situación que Williams aprovecho para hacerla caminar hacia la mesa inclinándola sobre ella, a pesar que ella estaba sollozando aun, al tiempo que él se soltaba el botón del pantalón bajándoselo, poseyéndola sobre la mesa….
     Dos horas después ambos muy sonrientes aunque Ingrid se sobaba el trasero con ambas manos, se reunían en la cocina con su hija Susana que estaba acabando de recoger la cocina, teniendo ya la cena en el fuego preparándola. Al ver a su madre su rostro se congestiono aterrada, pues el verla entrar en la cocina significaba que le había llegado la hora de ser castigada, su madre no iba a perdonarla el tener su habitación hecha unos zorros, con todas las cosas desordenadas y tiradas por el suelo.  Hacia ella se dirigía con cara de enfado, al tiempo que se quitaba la zapatilla agachándose al suelo para recogerla, aunque no pudiendo evitar que su rostro se le congestionara por el dolor de su propio trasero, algo que aun la hizo que se enfadara más, no le gustaba que su hija la pudiera ver dolorida, aunque al ser castigada por su marido había disfrutado, algo que el fondillo de sus bragas recién puestas limpias y secas, ya se encontraban muy mojadas de nuevo.
(Sr. Adams)  -.  Detente Ingrid!  Susana no es la culpable del desorden de su habitación, ha sido María tu nieta la culpable, ya se ha llevado un buen anticipo antes, pero además se ha cambiado de bragas sin permiso, y va con ellas mojadas, pues se ha orinado cuando la he castigado.  No le he consentido que se cambie de bragas, y como tenía algo importante que hacer en mi despacho, la he mandado fuera a jugar hasta que te encargues de ella para bañarla y ponerle unos pañales como castigo por mearse encima de su abuelo.
Sra. Ingrid)  -. Ha sido ella de nuevo!!  Me temía que había sido ella la culpable…  Luego me encargare de ella, salimos Williams a dar un paseo?  Me apetece caminar un poco antes de subir arreglar a las chicas y encargarme de ese demonio!
(Sr. Adams)  -.  Susana!  Te quedas al cuidado de la casa!  Nosotros traeremos el pan de la panadería del pueblo, encárgate de tener la cena preparada.  Hoy te has librado de irte caliente a la cama!
     Susana desde la cocina vio como sus padres salían de la casa, debería mostrarse contenta de no ser castigada por su madre, después de todo, se había librado esa misma tarde en dos ocasiones de que le dieran una azotaina, una al no recibir de su madre en su habitación, cuando la mando ir arreglar la cocina, y en esos mismos instantes de había vuelto a librar, pero en vez de estar contenta de librarse, su rostro estaba blanco de preocupación.  Algo la preocupaba…
    Al salir al porche el matrimonio Adams vieron como la pequeña María al verles salir, salió corriendo a abrazarse a ellos muy contenta, pues la pequeña era muy picara sabiendo que si les hacía carantoñas, jugando con ellos tenía posibilidades y se libraría de recibir una azotaina por haberse cambiado de braguitas sin permiso, al ver a los abuelos que iban a pasear, ella iba tras ellos hablándoles como si nada hubiera ocurrido esa tarde, disimulando lo mucho que le dolía el culo tras la azotaina que le había dado el abuelo con el cinturón.  Pero en esos momentos lo que temía era la zapatilla de abuela, por ello procuraba no acercarse demasiado a ella, caminando al lado del abuelo que bromeaba con ella mientras paseaban en dirección al pueblo.   Tras varios minutos paseando llegaron a la plaza del pueblo, quedándose en un banco sentada la abuela, la cual tuvo que disimular al tomar asiento mientras María estaba a su lado, pues en la plaza del pueblo no corría riesgo que le diera la azotaina merecida, aunque la pequeña se le acerco confiada, y la abuela la agarró del brazo acercándola hacia ella, inclinándola sobre el muslo izquierdo, le bajo las bragas quitándoselas pues aun las llevaba mojadas, dándole unos buenos azotes ante unos chicos amigos de María que se reían con la escena, aunque desde donde estaban ellos solo pudieron ver, cómo le daba unos azotes su abuela sobre las bragas, y como poco después se las bajaba quitándoselas a su nieta, viendo  sacárselas por lo pies, no vieron nada más. Pero en cambio María si les podía ver a ellos sus caras sonriendo, mientras ella se ruborizaba de la vergüenza, pues los azotes si los escucharon viendo la mano de su abuela subir y bajar para milésimas después escuchar su sonido, así como a la abuela al referirse a sus bragas mojadas por haberse hecho pis.  María se alejó corriendo de la abuela, sujetándose la falda para que no se le levantara con la brisa al correr, y sus amigos pudieran verla sin bragas.

     Al poco tiempo el abuelo salía de la panadería con muy mala cara, llevando varias barras de pan en una bolsa. María al ver la cara de enfado del abuelo, temió que fuera por ella por lo que hecho andar de regreso a casa, mirando hacia atrás por si sus abuelos les alcanzaba, caminando a buen paso sin preocuparse que se le levantaba la falda, con lo que cualquiera que caminara detrás de ella como sus abuelos, le podían ver el culo colorado y marcado por la azotaina con el cinturón.  Llego a la casa entrando y subiendo a su habitación con rapidez, ante la sorpresa de su madre que la vio desaparecer escaleras arriba.   Poco después vio aparecer a sus padres, viéndoles a los dos muy enfadados.   En un primer momento pensó que era por María su enfado, pero cuando los dos se detuvieron en la cocina ante ella, se dio cuenta que no era así, que ese enfado era por ella, Susana.
(Sr. Adams)  -.  Ingrid.  Sube arriba a encargarte de tu nieta como es debido.  Luego arregla a las chicas para bajar a cenar.  Yo tengo muchas cosas de que hablar con esta desvergonzada!!!
     Susana vio cómo su madre se marchaba hacia el piso de arriba, y como su padre se acercaba a ella agarrándola del brazo izquierdo, llevándola con el hasta el sofá en el cual tomo asiento, sentando a su hija sobre sus rodillas, al hacerlo como era habitual al llevar la falda corta tableada, se acampano en el aire sentándose sobre sus bragas blancas de  algodón con florecillas, sobre las piernas de su padre muy preocupada al saber que la habían descubierto, de algo que había hecho ella y que tenía pensado solucionar pronto, pero el ir sus padres al pueblo la habían descubierto.  Susana se estremeció al escuchar los gritos que procedían del piso de arriba, era su hija María llorando, signo claro que su abuela la estaba dando una buena azotaina con la zapatilla, por la forma que la escuchaba llorar, así como el sonido de fondo de los zapatillazos que se escuchaban sobre el trasero de la pequeña María.
(Sr. Adams)  -.  Sabes Susana!   Cuando eras pequeña hiciste muchas tonterías, eras toda una pieza.  Eras muy traviesa, rebelde, caprichosa, consentida. Sabes eras la niña de mis ojos, te daba todos tus caprichos, y me reía de todas tus travesuras, ya que eras una autentica diablilla, no te podía regañar por mal que te portases, aunque tu madre te ponía firme y en contra de mis ruegos de que no te castigase, era raro el día que no te fueras a dormir bien caliente.  Con tu madre tenía muchas discusiones por darte aquellas azotainas con su zapatilla, y como ahora ya eres mayor, sabes bien que tu madre también dormía bien caliente.   Ella me decía porque te había castigado, pero no podía creer que mi pequeña hiciera todo lo que ella contaba.  Hasta que un día vino por primera vez tu prima Sonia a esta casa a pasar unos días, porque sus padres se habían tenido que marchar a un funeral, y durante una semana la dejaron en esta casa.  Aquella semana coincidió que yo tenía vacaciones en mi trabajo en la agencia de detectives.  Hacía años que yo no estaba contigo tanto tiempo, por ello te tenía tan consentida, porque apenas podía verte, cuando llegaba de trabajar ya estabas en la cama.   Esa semana que estuve contigo y tu prima, era raro el día que no tenía que ponerte sobre mis rodillas, y poneros el culo como un tomate a tu prima Sonia y a ti.  Hubo situaciones similares en otras ocasiones, tu prima venia bastante a menudo a esta casa, ya que os habíais hecho inseparables, y erais unas diablesas cuando estabais las dos juntas, cada noche os ibais a dormir con el culo bien caliente, y el dia que os portabais bien, os poníais a jugar en la habitación despertándonos de madrugada, acabando las dos sobre mis rodillas una y la otra sobre las rodillas de tu madre, siempre estabais jugando, sin importaros el momento.  Pero todas vuestras diabluras eran cosas clásicas en unas chiquillas de vuestra edad, tu madre y yo nos reíamos de lo traviesas que erais estando las dos juntas. Aunque nos viéramos obligados a calentaros el culo a las dos, eran travesuras de niñas con unos azotes bastaba para poneros en vuestro lugar. Hasta que cumpliste los catorce años que cambio todo, tus travesuras eran mucho más serias y sí, la verdad es que te teníamos que te castigar a menudo siendo más severos, era porque eras una buena pieza, te habías convertido en una adolescente que no hacía más que meterse en problemas. Según ibais creciendo vuestras travesuras eran más desmesuradas, como hacer novillos, romper cristales de los vecinos con los tirachinas, pero el día que te tuve que dar tu primera azotaina severa, fue el día que le robaste dinero a tu madre, el castigo fue aparte de una buena azotaina, el quedarte sin tu paga semanal para tus cosas durante tres meses.   Durante todo ese tiempo tú ibas al instituto estando castigada, ibas de casa al instituto y del instituto a casa, empezaste a sacar muy malas notas, y eso tenía de premio una buena zurra con el cinturón, hasta esos días el cinturón contigo solo lo había utilizado en contadas ocasiones, empecé a pillarte varias veces con cigarrillos e incluso fumando. Algo que sabes que no me gustaba que hicieras, así que te ibas a dormir bien caliente.  Entonces  a tus dieciséis años no te pudieras comprar tabaco, te quitamos la paga semanal de nuevo.   Pero a pesar de estar castigada sin paga, seguías teniendo dinero sin saber ni tu tía ni yo, de donde sacabas ese dinero.   El caso es que un día me pase por la panadería, y me informaron que debía una cantidad de dinero, que estaba a nombre de tu madre.  Pase ese día tanta vergüenza en la panadería, que apenas llegue a casa me lleve a tu madre arriba, y le di tal azotaina que se le iban a quitar las ganas de hacerme pasar esa vergüenza de nuevo.   Y aunque ella me rogo una y otra vez que no había sido ella, no le hice caso, porque no podía imaginar que se pudiera pasar tanta vergüenza como pase yo ese día, delante de todos los clientes de la panadería, salí de allí muy abochornado y avergonzado, tanto que no entraba en razón cuando tu madre me decía que ella no había hecho nada de eso.  Tu no lo sabes, pero tu madre cuando tú eras un bebe ya había ocasionado problemas de ese tipo, en la carnicería y en la tienda de comestibles, por eso no la creí cuando decía que ella no había sido. Al día siguiente obligue a tu madre que viniera conmigo a pedir perdón a la dueña, y sabes… La dueña al verla dijo… “Ella no es la que dejaba a deber el pan cada día, cuando la obligue a disculparse, en ese momento salió la hija de la panadera, diciendo que era nuestra hija Susana la que dejaba a deber el dinero en nombre de su madre”…  La panadera entro a la trastienda, volviendo con su marido, en el interior de la panadería ante los clientes que había a esa hora, agarro a su hija colocándola boca abajo sobre las rodillas con las bragas bajadas, viendo todos que la muchacha ya llevaba el culo como un tomate maduro, bastaron unos azotes para que acabase  confesando que lo dejabas tu a deber y luego las dos os gastabais el dinero.   Sabes Susana!   Hoy en la panadería ha pasado lo mismo, y sabes nunca me había encontrado tan avergonzado como aquel día, excepto hoy!  Que ha vuelto a suceder lo mismo, pero te voy a enseñar que eso no te vas atrever hacerlo de nuevo en la vida, aquella vez te llevaste una buena azotaina, castigándote durante una semana, sin poder salir un año entero de casa. Al cumplir los dieciocho años te fuiste de casa con el primer chico que conociste y en quince años no volvimos a verte, hasta que te viste sola y perdida pidiéndonos volver a casa.  Si Susana!  Te castigábamos a menudo en tu infancia, pero todos y cada uno de los castigos te los ganabas con creces tu sola, al igual que tu hija María, tu solías meter en muchos problemas a tu madre, no es de extrañar el comportamiento de María, lo ha heredado de su madre y hoy no te va a ir mucho mejor que aquella vez.
       El Sr. Adams con esas últimas palabras había hecho levantarse a Susana de su regazo, colocándola boca abajo sobre sus rodillas levantándole la falda, con las dos manos introdujo sus dedos en la cinturilla de sus bragas de algodón blancas con florecillas rojas, bajándoselas lentamente hasta las rodillas, tocando su costado derecho con una palmadita, le indicaba que debía acercarle su brazo derecho, haciéndolo obedeció a su padre ella sin necesidad de palabras, sintiendo como se lo ponía sobre su espalda bien sujeto con la mano izquierda de él, posando al mismo tiempo la palma de su mano derecha sobre su trasero, pudiendo sentir Susana la pesada mano de su padre en sus redondas y blancas nalgas pues llevaba unos días que no había sido castigada, al menos no como para dejarle marcas duraderas.
(Sr. Adams)  -. Me has vuelto a decepcionar Susana! Has vuelto a fumar a escondidas como cuando eras una niña? Para eso era el dinero?
(Susana)  -.  No papa!  Sonia y yo estamos juntando dinero para comprarte un regalo para tu cumpleaños, pero ninguna de las dos tenemos dinero…Sonia si tiene en su cuenta de ahorros, pero no le dejáis acceder a ella y pensábamos devolverlo pidiéndoselo a las amigas de Sonia, que ya lo habíamos hablado.
     En ese instante su padre recordó que había visto comentarios de Sonia a cierta cantidad de dinero, hablando con sus amigas y que tenían una cantidad ahorrada… Así que le subió las bragas a su hija…
(Sr. Adams)  -.  Susana!  Sube a tu cuarto y tráeme ese dinero!  Si la cantidad coincide con la que se debe en la panadería, te castigare por la travesura, y no por el dinero robado, tu prima también recibirá después de ti, así que llámala que baje contigo!
    Susana se levantó del regazo de su padre, corriendo subió a su habitación a buscar el dinero, a los pocos minutos bajaba de nuevo ella en compañía de Sonia, colocándose a medio metro escaso de su padre que continuaba sentado en el sofá esperándolas, Susana con la mano temblorosa le entrego el dinero que tenían.   El Sr. Adams conto el dinero viendo que no le habían engañado, se lo guardo en el bolsillo de la camisa.  Luego miro a las dos culpables, en su mirada se reflejaba decepción, pero las chicas vieron que su rostro de enfado había desaparecido. Seguidamente palmeo sus muslos indicando a Susana que se tendiera sobre sus rodillas boca abajo.  Susana obedeció colocándose sobre su regazo ya con lágrimas en sus ojos, su padre le levanto la falda y comenzó a darle una azotaina sobre las bragas, pronto a través del ribete de puntilla de las perneras de las braguitas de Susana, se apreciaba claramente lo colorado que tenía el culo, pues aunque no le bajase las bragas la azotaina fue dura y larga, hasta que Susana se puso a llorar, aun se prolongó la azotaina unos minutos más. Dejando levantar a Susana y ocupando su lugar Sonia a la cual la detuvo al estar frente a su tío. Levantándole la falda le bajo sus bragas a las rodillas, en ese instante la coloco sobre sus rodillas, una vez tumbada en su regazo le soltó los adhesivos laterales del pañal descubriéndole el trasero a Sonia, comenzando acto y seguido a darle la azotaina a Sonia la cual duro el mismo tiempo aproximado que a Susana, acabando llorando con el culo en llamas completamente colorado, le volvió a poner el pañal pegando a sus costados los adhesivos, haciéndola ponerse en pie y así poder subirle las bragas a Sonia ajustándoselas a su cintura.
(Sr. Adams)  -.  Por esta vez habéis tenido suerte!  Porque aunque está muy mal lo que habéis hecho, no me habéis mentido, pero la próxima vez que queráis dinero pedirlo antes, vuestras cuentas de ahorro no tenéis acceso a ellas, pero tenéis dinero en ellas, tanto a ti Susana como a María, tu madre y yo os ponemos dinero en ellas cada mes, a Sonia no le ponemos, porque ella tiene su dinero propio, así como el que le ingresa John cada mes.  Ahora poned la mesa para la cena las dos, yo voy a subir ayudar a tu madre arreglar a las chicas invitadas para que bajen a cenar.
      En media hora bajaban las tres muchachas vestidas igual que Sonia, Susana o María, con una blusa azul claro, falda tableada estampadas en cuadros marrones oscuros y otros en un marrón más claro, sus cortas falda apenas le cubrían sus braguitas en su trasero, siendo visibles el fondillo blanco, excepto a Sonia y María que llevaban pañal puesto y mostraban la parte baja de sus bragas y el abultado pañal.   Las tres muchachas Megan, Carolina y Laura se colocaron de pie imitando a Susana, Sonia y María que aguardaban en los respaldos de sus respectivas sillas la autorización de poder sentarse en ellas para cenar.  Una vez la cena estuvo servida por tía Ingrid, tomaron asiento los dos adultos autorizando a las chicas a sentarse.   A las seis muchachas al sentarse sus cortas faldas se acampanaron sentándose sobre sus braguitas en el frio y duro asiento de madera de sus sillas, las seis chicas hicieron todo tipo de muecas reflejados en sus rostros al tomar asiento, al sentir el contacto de sus traseros doloridos en el duro asiento, siendo las más acusadas las muecas de dolor en Laura, Megan, Carolina y María las que habían sido castigadas más severamente, Sonia con su pañal no acusaba tanto el dolor, al igual que Susana, pues ambas llevaban el culo ardiendo por la reciente azotaina, pero el resto de las chicas habían recibido de lo lindo en sus traseros, incluida la pequeña María que a pesar de llevar pañal, no amortiguaba casi nada su dolorido trasero, pues había recibido hacia tan solo unos minutos una severa azotaina con la zapatilla de su abuela, y estaba muy furiosa por lo de la panadería.  Aunque María no era la culpable, su abuela estaba muy enfadada y en esa ocasión fue María la que fue perjudicada por el estado de ánimo que había provocado su madre a la abuela, luego Williams le explicaría a Ingrid que no había habido malicia en la travesura de la panadería, pero para la pequeña María ya era tarde, pues ella pago el enfado de la abuela recibiendo una severa azotaina con la zapatilla. 
      Esa noche no hubo más problemas, siendo acostadas todas las chicas nada más acabar de cenar, aunque todas tuvieron que pasar la vergüenza de ser cambiadas de ropa por el matrimonio Adams, desnudándolas de su vestimenta de estar por casa, por sus camisones para dormir a excepción de María y Sonia que tuvieron que pasar la vergüenza añadida, de que les cambiaran sus pañales ya mojados, siendo ambas bañadas en la bañera antes de volverles a poner un pañal limpio y seco para luego meterlas en sus camas. Pero las que lo habían pasado peor en su primer día en la casa de los Adams habían sido las invitadas Carolina, Megan y Laura.  Como lo pasaran en su segundo día?... 

(Continuará…) 

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