Soraya y su nuevo hogar
Capítulo 1
Soraya sale del armario.
El día había amanecido despejado con
un cielo azul, pero para Soraya el día parecía lúgubre y nublado, era el día
señalado en el calendario con un círculo rojo, el cual al pasar solamente en
ropa interior por la cocina, cogiendo un rotulador negro le puso una equis, una
hoja del calendario que pendía sujeta
con un tomate colorado, adjunto a un pequeño imán metálico en la puerta de la
nevera.
Se
acababa de vestir como cada día debía salir para el trabajo. Era una chica de
veintidós años, una melena color castaño que le sobre pasaba hombros abajo casi
hasta la cintura, un metro sesenta de estatura, no pesaría mucho más de unos
cuarenta y ocho kilos, muy bien formada con unos pechos erectos por su
juventud, cadera estrecha, un trasero pequeño pero bien formado, respingón. Ese
día vestía pantalón vaquero ajustado, un suéter verde esmeralda que hacia
resaltar sus preciosos ojos azules. Antes de salir de casa se contempló en el
espejo, se debía de ver bien, por su simpática sonrisa. Aunque esta, se borró
de su rostro al rondarle algo que la preocupaba en su mente. Tan solo hacía unos días había acudido a una
cita en un céntrico restaurante de Barcelona. Desde ese día no había vuelto a
ser la misma, se mostraba nerviosa y torpe desde entonces. En el trabajo la
habían llamado la atención varias veces por pillarla con la mente en blanco,
desatendiendo sus labores en el centro. Incluso había sido llamada al despacho
del jefe de sección, siendo regañada por desatender su trabajo.
Podía tener serios problemas, si no se
mostraba más atenta. Apenas llevaba cuatro meses trabajando en ese puesto, le
había costado muchos quebraderos de cabeza el conseguirlo, era una empresa farmacéutica
de gran estatus en la cual se realizaban medicamentos especiales o llamados por
algunos laboratorios como fórmulas magistrales, las cuales eran de una
cuantiosa cantidad económica, así como tener que mantener la seriedad y
discreción necesaria. Desde el día que tuviera la cita en el restaurante,
varios de los ensayos de esas fórmulas, no habían pasado el nivel requerido,
teniendo que desechar componentes, que no hay que añadir tenían un precio
considerable, de ahí que fuese requerida su presencia al despacho del jefe.
Ese era el día señalado, recogió una
pequeña maleta con ruedas y salió de la casa. Era viernes, debía presentarse en
una dirección que le habían proporcionado en aquella cita. Pero eso sería a la
tarde, después del trabajo. Esa mañana intento pasar desapercibida en su
puesto, realizando pequeños trabajos que no requerían tenerles una gran
atención. La mañana se hizo eterna, no hacía más que mirar el reloj de la
pared, este parecía que no se moviese, pero logro mantenerse serena y fueron
pasando las horas, a pesar de sus nervios a flor de piel, llego la hora de
salir. Debía presentarse a eso de las cuatro de la tarde en la dirección, aún
faltaban dos horas, por lo que tenía tiempo sobrado para comer, aunque sentía
un nudo en la garganta y no creía que pudiera probar bocado alguno.
Al salir pensando en que disponía de
tiempo suficiente, decidió ir hasta las cercanías de donde debía ir caminando.
Total, eran solo unas manzanas no tardaría demasiado en llegar. Se detenía en
los escaparates de tiendas de ropa, así como superficies de muebles. Viendo
muebles soñaba en cómo podría acomodar el pequeño piso que había mirado hacia
unos días y que pensaba en comprar cuando dispusiera de ahorros suficientes. Si
conseguía que prosperase el asunto que la preocupaba, era algo que le había
costado mucho tomar la decisión. Desde que apenas era una adolescente había
frecuentado foros de las redes sociales, sobre todo de determinado gremio como
solía decirles ella, había hecho amistades en ellos, así como incluso llegar a
quedar en persona con algunas chicas que los frecuentaban, llegando incluso a
intimar con una de ellas. Sonia era una de esas amigas, con la cual solía
chatear con frecuencia por WhatsApp. Pensando en ella sintió que en el bolsillo
trasero del pantalón vibraba el móvil, lo extrajo y miro, era Sonia.
(…Hola Soraya!...)
Sonriendo miro el
mensaje…
(…Hola Sonia, que tal tía…?)
(…Como te fue en tu cita?...)
(…Bien, he quedado para hoy…)
(…Que guayyy, me alegro que por fin te hayas decidido…)
(…No veas que nervios…)
(…Uy… te tengo que dejar Soraya, ya me contaras como te ha ido…)
(…Hasta luego… Sonia…)
Sonriendo apago el
móvil…
Mirando el reloj, su pulso se aceleró de
golpe. Faltaban apenas treinta minutos y aún estaba a tres manzanas llevaba
tiempo sobrado para llegar. Pero debía caminar a buen paso, no sabía que
sucedería si llegaba tarde su primera cita, pero tampoco deseaba averiguarlo,
así que acelero su ritmo de caminar. En apenas quince minutos estaba frente a
la puerta de entrada, estaba más nerviosa de lo que había estado jamás. Permanecía
en la puerta mirando hacia la calle, de espaldas a la entrada, cuando sintió
que una mano palmeaba su hombro. Sobresaltada se dio la vuelta, ante ella tenía
a una señora mayor de unos sesenta años, alta, altísima, con un cuerpo
corpulento para ser el de una mujer, vestía un traje azul marino compuesto de
chaqueta y una falda por encima de la rodilla, con una blusa blanca. Llevaba
gafas de montura de pasta con las cuales, le daba el aspecto de una profesora
de colegio, con un rostro tan serio que hacía temblar solo estar ante ella.
Señora: Soy la señora Stuart, tú debes de ser Soraya, verdad?
Acompáñame te están esperando.
Soraya caminaba tras
ella, no podía imaginar que pudiera haber una mujer con aquella altura, ella
apenas le llegaba al ombligo. Entro en el ascensor tras aquella mujer, la cual
al entrar se volvió hacia ella, quedando una enfrente de otra, escucho como las
puertas del ascensor se cerraban a su paso. No era capaz de mirar a los ojos a
aquella mujer, ahora que estaba más cerca de ella, pudo apreciar mejor la
estatura de esa torre de mujer, apenas llegaba ella a la altura de sus pechos.
Tras subir varios pisos Soraya pudo
escuchar la voz automática del ascensor que indicaba el piso que se había
detenido el ascensor… “planta veinticinco”… se apresuró a salir, para permitir
a la Sra. Stuart que pudiera salir, esta sin mediar palabra se dirigió a la
puerta del rellano que permanecía abierta, entrando dentro. Al traspasar la puerta,
vio que la aguantaba abierta una chica vestida de doncella de su edad, la cual
se apresuró a cerrar una vez hubieron entrado la señora y Soraya. Soraya se giró
hacia la chica, apenas tuvo tiempo de mirarla, pero le pareció ver que la falda
del uniforme no le cubría demasiado, pues por un momento le dio la impresión de
ver que llevaba unas bragas blancas. Al volver la cabeza, vio que la mujerona
se había alejado unos pasos de ella, por lo que se apresuró para alcanzarla,
esta caminaba por un largo pasillo, al llegar al fondo a la derecha había una
puerta, por la cual la señora entro, entrando Soraya tras ella. Una vez adentro
la mujer se detuvo, permitiendo que ella entrase y cerrar la puerta a su paso.
(Sra. Stuart) -. Desnúdate!
Intimidada ante la presencia de aquella
mujer, empezó a desabrocharse el pantalón y bajárselo, se quitó los zapatos
para poder sacarse los pantalones, luego se sacó el jersey verde esmeralda
dejándolo doblado sobre la cama, recogiendo del suelo los pantalones hizo lo mismo,
quedándose en braguitas rosas y sujetador a juego.
(Sra. Stuart) -. Las bragas y el
sujetador también! Venga! No tengo todo el día…
Roja de la vergüenza se
desabrocho el broche del sujetador, luego sin mirar a ninguna parte se bajó las
braguitas rosas, sacándoselas primero el pie derecho e izquierdo, dejándolas
encima de su ropa.
(Sra. Stuart) -. Bien, ahora
déjame verte, date una vuelta…. Bien veo que has obedecido las reglas, ahora
hay que vestirte de la manera que lo harás de ahora en adelante, de quedarte en
esta casa, claro está. Los señores te aleccionaran convenientemente de las
reglas de esta casa, y una de ellas es no hacer esperar. Hay que vestirte
rápidamente o no comenzaras muy bien tu primer día… .- Diciendo estas
últimas palabras, la Sra. Stuart se dirigió a la cómoda, extrajo unas bragas
blancas con dibujos de flores silvestres azules. -. Ponte las bragas…
Soraya las cogió de la
mano enorme de la Sra. Stuart, al desdoblar las braguitas y ver lo grandes que
eran se las quedo mirando como asqueada, eran horribles y lo peor de todo,
debía ponérselas. Se agacho lo justo y necesario para pasar sus pies por las
perneras, se las subió lentamente ajustándoselas a su cintura, le quedaban
justo por debajo del ombligo, casi tapando este. Se veía ridícula así misma,
con gusto habría salido de allá con rapidez, pero en cierta forma, ya se
esperaba algo así. Su amiga Sonia se lo había advertido,… “Soraya, en este mundo descubrirás cosas que no te van a gustar, pero
otras, que serán como estar en el séptimo cielo”… Luego la Sra. Stuart le
dio una blusa azul celeste, sin decir nada, se la puso y abotono los botones,
una vez puesta espero sin decir nada. La Sra. Stuart le dio una falda. Esta sin
abrir la boca se la puso, era una falda tableada gris claro, con unos tirantes,
vio que la falda apenas no le cubrían las bragas por detrás, dejando a la vista
la parte baja de las braguitas, en una de las paredes había un espejo de cuerpo
entero, se miró en él, viendo lo mona que estaba con el modelito, al darse la
vuelta y mirarse el trasero, vio lo que ya había presentido, la falda dejaba a
la vista parte de las perneras que cubrían su trasero. Entonces la Sra. Stuart
le dio unos calcetines blancos que le cubrían los tobillos, y acto seguido unos
zapatos negros tipo Merceditas sin tacón. Luego sintió que la agarraban de la
mano y tiraban de ella, saliendo de la habitación al pasillo. Entrando por otra
puerta que al entrar por ella y encenderse la luz daba al baño, en el. Sintió
como su cabello era cepillado con esmero, en unos minutos la Sra. Stuart le
había hecho unas trenzas.
(Sra. Stuart) -. Bien preciosa!
Ya estas preparada para salir a presentarte a los señores, vamos… no les
hagamos esperar más! Vamos…
Salieron del baño, una
vez fuera. La Sra. Stuart la cogió de la mano, haciéndola caminar a su lado,
tenía que dar zancadas largas para poder ir a su paso, sentía como la falda a
cada paso se le levantaba dejando expuesto su trasero a miradas, por el pasillo
se volvieron a cruzar con la doncella, está la miro con desprecio, algo que
extraño a Soraya, la cual giraba la cabeza hacia ella sacándole la lengua,
entonces más extrañada aun, Soraya giro su cabeza hacia atrás, mientras sentía
que la Sra. Stuart tiraba de ella. Entonces vio como la doncella iba sobándose
el culo por encima de sus bragas blancas, lo que más la extraño fue que la doncella
llevaba el trasero colorado como un tomate maduro.
(Sra. Stuart) -. Vamos niña!!!
No te distraigas mirando a la doncella, o vas a ir a presencia de los señores,
llevando el culo como ella de colorado.
Esas palabras hicieron
que Soraya dejara de distraerse y a saltos se pusiera al lado de la alta mujer
que la conducía ante lo señores. Algo que sucedió rápido, ya que sin darse
apenas cuenta, entraban en el salón donde permanecían sentados en sendos
sillones el señor y su señora esposa, la pareja con la que había tenido una
cita hacia unos días, y que le habían causado a Soraya una buena impresión, de
ser las personas adecuadas que ella buscaba.
(Sr. John) -. Hola pequeña
Soraya! Ya veo que conoces a nuestra Ama de Llaves. A mi esposa ya la conoces,
por el momento deberás llamarla Sra. Abba. Y a mí, Sr. John. Si pasas este fin
de semana pasando la prueba y tú decides quedarte con nosotros, pasaras a
llamarnos mamá y papá, entendido? Estás de acuerdo.
(Soraya) -. Sí, señor John.
(Sr. John) -. Tal y como habías
visto en nuestro anuncio en la red social del club spankilandia, somos un
matrimonio que ambos somos spankers, por lo cual serás sometida a una estricta
disciplina. Como habíamos hablado, de pasar esta prueba de este fin de semana.
Nuestro chofer será el encargado de llevarte al trabajo e irte a recoger, para
no llamar la atención, lo hará en un vehículo normal e utilitario, ya que
llevarte en limusina sería muy sospechoso para una trabajadora, y no queremos
que en tu puesto de trabajo piensen lo que no es, verdad? Viviendo en esta
casa, no tendrás gastos, pero como toda hija tendrás una asignación semanal,
excepto cuando estés exenta de esta, por hallarte castigada sin paga. Eso es
algo que sucedería si por ejemplo, en tu día libre no regresas dentro de tu
horario pactado o te presentas en un estado poco… digamos poco aceptable. Una
de las normas de esta casa, la cual es algo que no aceptaremos de ninguna de
las maneras, es la impuntualidad a la hora de presentarte, tanto al desayuno,
comida o cena. O como puedes ver, mejor dicho como vas a poder comprobar de
manera inmediata por tu tardanza en vestirte. No te preocupes, ahora vas a ser
castigada, pero tu tardanza es una mera excusa para que puedas comprobar como serás
castigada en esta casa. Conocemos por ti, que nunca has sido castigada antes,
ni de niña. No te debes preocupar, muchas spankee´s como tú se ven en tu misma
situación. Nosotros hemos tenido otras chicas como tú, que no han sido
castigadas nunca, y otras que si han vivido esa experiencia desagradable, pues
en la infancia no resulta nada agradable. Pero en cambio una vez que son
adultas, recuerdan con cierta nostalgia esa época de su vida y otras… como tú,
tienen el morbo por conocer que se habría sentido de haberlo vivido, aunque de
adulta resulta muy distinto y estimulante, solamente habría que ver el estado
de tus braguitas en este preciso instante, que sabes vas a ser castigada. Ya
has podido ver, pues debes de haber visto a Carmen cierto? Ella también es una
spankee, pero en ella su fantasía es de servir de doncella, bajo una estricta
disciplina. Sobre gustos no hay nada escrito como puedes ver, tu caso buscas un
papá y una mamá, los cuales sean estrictos contigo…. Nos habíamos quedado en…
que vas a ser castigada por tu tardanza al vestirte. Como será tu primera
azotaina será ante mi esposa y yo presentes, la Sra. Stuart además de Ama de Llaves de la casa, es la encargada
de la disciplina en esta casa, cuando yo o mi esposa estamos ausentes para
aplicarla, ella se encargara de darte tu primera azotaina. Sra. Stuart cuando
este usted dispuesta puede empezar con la muchacha.
La Sra. Stuart no se hizo de rogar, caminando
hacia el rincón fue en busca de una de las sillas de respaldo recto, era una
silla rustica del siglo XVIII. La pesada silla fue levantada con una sola de
sus manos, como si resultara ligera como una pluma. La llevo hasta el centro
del salón colocándola a solamente unos metros de los anfitriones y señores. Se
sentó en ella acomodando la falda con sus manos asiéndola a la altura de los
muslos y subiéndola lo justo para poder sentarse cómodamente, mirando a Soraya
se palmeo el muslo derecho, indicándole que debía colocarse sobre sus rodillas.
Soraya no sabía a donde centrar su mirada,
hacia el Sr. John, hacia la Sra. Abba o la Sra. Stuart la cual la esperaba que
comenzara a andar hacia ella. Por fin iba a hacer realidad su sueño, la de
veces que había pensado como sería el tener que tenderse boca abajo sobre las
rodillas de otra persona, para recibir una azotaina en el trasero. En esos
instantes no sabía qué hacer. Por un lado deseaba con locura ir corriendo a
tumbarse sobre las rodillas, por otro lado, temía tener que hacerlo y ser ella
misma quien lo hiciera. No era como lo había imaginado que sucediera, siempre
se había pensado, que sería la otra persona quien la iría a buscar y de la
oreja la condujera hacia el lugar donde recibiría el castigo. El Sr. John había
hablado que debía tener las braguitas mojadas, pero la verdad era que no se
había parado a pensar en ello, hasta en ese instante. Ya que ahora era
diferente la situación, sin duda alguna si le eran bajadas las bragas, todos
iban a poder ver que las llevaba empapadas, eso si la hacía quedarse en babia
sin saber que debía hacer con exactitud, la vergüenza que sentía en esos
instantes era tal, que no se atrevía a dar un solo paso adelante. Era como si
tuviera los pies clavados en el suelo, por si fuera poca la vergüenza que
sentía, se acababa de recordar lo horteras que resultaban las bragas que había
tenido que ponerse. Sin darse cuenta alguna de ello, sus manos estaban tratando
de estirar el borde de su corta falda, para cubrir esa prenda que resultaba
visible apenas se diera la vuelta y comenzase andar hacia la Sra. Stuart. Solo
de pensar que aquel matrimonio que unos días atrás tan solo había estado con
ellos de manera desenvuelta y cómoda, estando vestida de manera normal. Ahora
era totalmente distinto, iba vestida como una niña de once años, cuando ella
era una adolescente de veintidós años, el solo estar así vestida ya le producía
una angustia, así como una vergüenza que no llegaba a comprender, pero que en
su interior era una sensación nueva, y por increíble que pudiera parecer, era
una sensación agradable, nunca se lo había planteado, aunque el día de la cita
se lo habían planteado, aunque no de manera directa… “Experimentaras todo tipo de experiencias que no puedes ni plantearte…”
pero está en concreto jamás lo habría imaginado. Desde que conociera al
matrimonio de spankers, en esos días se había imaginado infinidad de veces
tumbada sobre las rodillas del hombre, en cambio, jamás se hubiera imaginado
una situación así. No, esto no se lo podía esperar, pero así iba a suceder en
breve. Cada vez que levantaba su mirada
hacia la Sra. Stuart, la veía como la observaba en silencio, al mirarla
directamente sus miradas se cruzaron, viendo como la Sra. Stuart volvía a
palmearse el muslo derecho, ahora de manera sonora y repetidamente. Aquel sonido
acompañado del gesto firme y de su mirada penetrante hizo que Soraya empezara a
caminar lentamente hacia ella, no podía explicarse por qué lo hacía, porque
avanzaba… pero algo en su interior le
decía que debía ir, ahora su mirada no se apartaba de aquel rostro
impenetrable, serio, sin mostrar ninguna señal visible que Soraya pudiera ver.
Andaba lentamente… se había girado hacia
ella, hacia la Sra. Stuart, ya no le importaba que el matrimonio pudiera verle
la parte baja de sus bragas, así como ver la horterada de sus dibujos de flores
silvestres azules, ahora se masajeaba el trasero introduciendo su mano
izquierda bajo su falda, acariciando el
culito respingón por encima de aquella horterada de braguitas, en las yemas de
sus dedos podía sentir el relieve de aquellos dibujos de flores silvestres
azules, parecía absurdo, pero de alguna manera el tacto de aquella tela de
algodón de sus bragas en las yemas de sus dedos era agradable.
A medida que se acercaba hacia la
inmutable Sra. Stuart, Soraya apenas estaba a unos metros, de buena gana
hubiera echado a correr saliendo de aquella casa, pero las sensaciones que
estaba experimentando eran superiores a ella. La angustia de sentir que nada
que hiciera podría cambiar el destino, desear que todo ya hubiera acabado, no
teniendo que seguir pasando aquella vergüenza, pero al mismo tiempo el deseo de
verse sobre las rodillas de aquella montaña de huesos, ahora se sentía culpable
de pensar así, debería decírselo? Que la había llamado en sus pensamientos “montaña
de huesos”. Solo con verle aquel rostro serio e impenetrable se respondió así
misma, “ni hablar”. Aunque una tenue
sonrisa apareció en sus labios, algo que creyó había pasado desapercibido.
Pero no fue así…
La montaña de huesos… se levantó de la
silla con un aireado enfado, sobre todo en los aspavientos que hacía con sus
brazos y en la forma en que movía sus labios. Soraya apenas escucho sus
palabras, solamente vio la mole del cuerpo de la Sra. Stuart acercándose hacia
ella, lo siguiente que sintió, fue un intenso dolor en el lóbulo de su oreja
izquierda…
(Sra. Stuart) -. Se puede saber
de qué demonios te estas riendo? Ahora te voy a enseñar yo a reírte de una
servidora…
(Soraya) -. No señora, no me
reía de usted, de verdad!
Su disculpa no debió
ser muy convincente, quizás, porque se tapó con su mano derecha la boca para
que no la viera sonreír de nuevo…
(Sra. Stuart) -. Con que no, eh!
Te estas riendo de mi persona? Ahora vas aprender a respetar a quienes están en
esta casa para enseñarte modales… .- El enfado de la señora era
considerable, hasta ese momento había hablado en un perfecto castellano, pero
al estar enfadada y furiosa, su vocabulario había aireado un claro acento
inglés. Con su mano derecha había sorprendido a Soraya agarrándola del lóbulo
de su oreja izquierda, conduciéndola
hacia donde había ubicado la silla momentos antes. -. Te voy a enseñar a respetarme…
Soraya se vio en un
momento de pie, parada ante la mujer que se la veía contrariada por el enfado,
la cual seguía retorciéndole el lóbulo de su oreja izquierda. Soraya se había
llevado su mano izquierda a la oreja, tratando de que le soltara la oreja, no
lo logro. Pero sintió como la presión en el lóbulo de la oreja desaparecía,
para a continuación sentir como la mano derecha de la Sra. Stuart descendía por
su espalda, hasta posarse en su cintura. Entonces Soraya sintió que la mano
izquierda de la Sra. Se había posado en su cadera derecha, sintiéndose izada
del suelo, lo siguiente que sintió fue los muslos de la Sra. Stuart a ser
posada sobre ellos boca abajo, era una sensación agradable. Pero al estar sobre
las rodillas, sentía como la brisa enfriaba su trasero, no lo podía ver, pero
descubrió que su corta falda se le había levantado por sí sola, dejando expuesto
su trasero y aquellas horteras bragas bien expuestas a la vista de todos.
Aquello la hizo ruborizarse por la vergüenza, aunque fue poco el tiempo que
tuvo para pensar en esa cuestión, algo la hizo volver a la realidad. En su
trasero sintió por primera vez un buen azote en su culo, tuvo tiempo de
saborear el momento, la Sra. Stuart era una consumada spanker, sabía que era la
primera vez de la chica, era algo psicológico dejarla tiempo antes de empezar
la azotaina de manera eficiente, el segundo y tercer azote fueron seguidos uno
tras otro, luego la mano de la mujer trazo unos círculos sobre el trasero de
Soraya, por encima de sus bragas. Algo
que Soraya agradeció ronroneando como una gatita, su mano derecha fue a su
trasero frotándoselo suavemente. Su cuerpo sintió como una sacudida leve, y sus
piernas temblaron esporádicamente al mismo tiempo las dos, se acababa de correr
sintiendo su primer orgasmo a través del spanking habían sido demasiadas
emociones en tan breve espacio de tiempo.
Soraya estaba muy avergonzada, se acababa
de correr escandalosamente ante tres personas, pero al mismo tiempo se
encontraba muy agradecida, Sonia, su amiga tenía razón iba a sentir sensaciones
sublimes, “pero otras no lo serán
tanto…créeme”. Esta última frase la mantenía intrigada, pronto iba
averiguarlo…
Sintió como su mano derecha se la cogía
por la muñeca, retorciéndosela sin forzarla, pero posándola sobre su espalda
doblada sobre ella. Sintió al instante un fuerte azote en el culo, seguido de
otros tan fuertes y seguidos, la azotaina acababa de comenzar, esta no era de
broma. Enseguida sintió como el calor de su trasero iba incrementándose a cada
nuevo azote, estos sí que dolían, haciendo que Soraya comenzara a mover sus
caderas de un lado a otro, aunque era muy poco el margen que tenía, pues sintió
que estaba firmemente sujeta sobre el regazo. Apenas se podía mover, por lo que
sus piernas, ahora se agitaban como si fueran espasmos a cada fuerte azote que
sentía arder su trasero, el calor en él, comenzaba a ser cada vez más molesto,
pronto de su garganta empezaron a surgir gemidos de dolor, la pesada mano de la
Sra. Stuart estaba siendo muy efectiva caldeando su pequeño trasero, sus
piernas comenzaron a patalear en el aire de manera espontánea, su brazo izquierdo
intentaba apoyarse con su mano en algún lugar donde poder hacer fuerza para
liberarse, aunque la azotaina había empezado siendo placentera, ahora solo
deseaba que terminara de una vez. Su trasero le ardía de manera insoportable
para ella, no deseaba llorar, por lo que apretaba los dientes con fuerza. De
manera vagamente su cabeza miro hacia su derecha, vio como el matrimonio
observaba como Soraya recibía la azotaina que estaba recibiendo, aquello la
hizo avergonzarse hasta la raíz. En ese instante la lluvia torrencial de azotes
sobre su trasero, paro.
Sintió como unas fuertes manos se
introducían bajo la cinturilla de su falda, segundos después estas, se
introducían entre la cinturilla del elástico de sus bragas, al sentir que le
iba la Sra. Stuart a bajar las bragas, esta se retorció intentando evitarlo
girando sus caderas, movimiento que resultó infructuoso, pues sintió como sus
bragas eran bajadas por sus muslos hasta posarse a la altura de sus rodillas.
La azotaina se reanudo con fuerza, los azotes
ahora dolían igual o más, no podría Soraya calibrar si dolían más o menos, pero
lo que si había cambiado era el sonido de los azotes al hacerlo ahora sobre su
trasero desnudo, ya no pudo seguir mirando al matrimonio que la observaba, la
azotaina estaba resultando muy dolorosa, más de lo que a ella le hubiera
gustado, ya no conseguía aguantar por más tiempo aquel intenso ardor, por lo
que de sus pupilas emanaron sus lágrimas, no podía pensar en nada, solo deseaba
que aquella mujer o montaña de huesos dejara de azotarla en el culo. Algo que
sucedió unos minutos después, cuando la señora vio que la muchacha agotada
había dejado de forcejear, quedando desmadejada sobre sus rodillas llorando,
mientras nada podía hacer para impedir aquella azotaina que le estaban dando,
su primera azotaina.
La Sra. Stuart dejo de calentarle el
trasero a Soraya, esta quedo sobre su regazo llorando imperceptiblemente,
sollozando de manera apagada, estaba dolorida y agotada. Sintió como era
levantada de los muslos de la Sra. Stuart, lo primero que hizo al sentirse
liberada, fue llevarse sus manos a su trasero desnudo, poso sobre él, las
palmas de sus manos, le dolía demasiado para frotárselo, la Sra. Stuart se
agacho lo necesario para sujetar las bragas de Soraya, buscando el elástico de
la cinturilla, le subió las bragas haciendo que Soraya retirase sus manos y le
arreglo la falda. Aunque seguidamente vio como la Sra. Stuart se levantaba de
la silla, cogiendo de la mano izquierda a Soraya, la condujo de ella hasta
donde estaba sentado el Sr. John. Soraya con su mano derecha se acariciaba el
culo por encima de sus braguitas de flores silvestres azules, una vez
estuvieron delante a menos de un metro, el Sr. John la cogió por la cintura
levantándola del suelo y la sentó sobre sus piernas, abrazándola y permitiendo
que la chica apoyara la cabeza sobre su pecho gimoteando, mientras el señor
posaba su mano sobre el culo de Soraya.
(Sr. John) -. Bueno mi pequeña,
Soraya. Ahora ya sabes lo que es recibir una azotaina en el trasero, y como
será a partir de ahora durante estos dos días y lo que queda del día de hoy que
permanecerás en esta casa, cada vez que sea necesario, se te calentara el
culito, y no te pienses ni por un momento que una azotaina es únicamente dada
con la mano, dependerá de tu comportamiento. Puedes recibir una azotaina con la
mano, cepillo, paddle, cinturón, regla, etc… ahora la Ama de Llaves te llevara
a tu habitación y te pondrá crema hidratante en el culo. Señora Stuart! Puede
llevársela!