LA MADRE
DE ANABEL
Anabel una mujer madura de treinta y nueve años, se casó muy joven para salir de la casa de sus
padres, estaba cansada de vivir bajo las normas de su madre, una mujer
arrogante, soberbia y con carácter que hacia la vida imposible a cualquiera, se
había criado bajo la estricta disciplina de sus padres, y ella educaba a sus
dos hijas exactamente igual. Siendo extraño el no ir al colegio con sus
traseros doloridos y enrojecidos, siendo las burlas diarias de sus compañeras
de clase. Aun no era mayor de edad cuando se quedó embarazada de su hija mayor
Sofía, recibiendo la mayor azotaina de su vida, cuando su madre Isabel se
enteró. Y aun en pleno embarazo aun tuvo que soportar algunas azotainas más, y
cuando ya no era posible darle una azotaina por su conducta, sus castigos
pasaron a ser de otro tipo, sobre todo haciendo copias, por lo que se pasaba
horas sentada en una silla escribiendo castigos. A su hermana pequeña Sonia no
le iba mucho mejor que a ella. Así embarazada se casó con apenas cumplidos los
dieciocho años, con el chico que era el padre de su futura hija.
Al año justo de tener a Sofía, volvió a dar a luz otra niña Montse. Durante
su embarazo y posterior alumbramiento de Montse, se fue a vivir con ella su
hermana Sonia para hacerle compañía, pero la verdad era que deseaba irse de la
casa de sus padres como fuera, y Anabel acepto que fuese a vivir con ella. Pues
comprendía a su hermana pequeña con la cual siempre habían estado muy unidas.
Era lógico pensar que ya no aguantaba más las palizas de su madre, y fue un
verdadero alivio el irse a vivir con su hermana mayor. Pero no por ello ninguna
de ellas se libró por recibir más castigos de su madre, cada vez que iban a
visitarla, las recibía con mucho cariño y mucho amor, pero también con muchos
castigos a la más mínima falta. El marido de Anabel cuando eran castigadas, se
mostraba muy fraternal hacia ellas, con lo cual aquel aprecio mutuo entre
hermanas y cuñado, no tenía un final feliz. Su marido se acabó liando con Sonia
siendo amantes durante varios años, hasta que las niñas cumplieron doce y trece
años la mayor. Justamente fue la mayor Sofía, la que sorprendió a su padre
encamado con su tía Sonia, el escándalo en la familia fue monumental. Anabel hecho de su casa a Sonia, que tuvo que
volver a casa de mamá, con lo cual al enterarse de que había sido sorprendida
en la cama con su yerno, Sonia recibió la más severa azotaina, en esa ocasión
fue su padre el que la castigo, alguien que nunca había hecho funciones de
padre, pues estaba bajo la influencia de su esposa Isabel, y prácticamente solo
tomaba decisiones secundando las de su esposa.
Anabel también echo de su casa al marido
con el que había estado casada trece años, al poco tiempo acabaron divorciándose,
y este se marchó a Estados Unidos, con el tiempo sin saber porque, dejo de
tener noticias del padre de sus hijas, y ya no le pasaba manutención
alguna. Anabel no había trabajado en su
vida, y tuvo que mudarse a una casa más pequeña, y buscar trabajo. En los
cuales no duraba mucho en ellos, apenas podía criar a sus hijas Sofía y Montse
que estaban en una edad difícil, y sin tener un padre que se ocupara de ellas
cuando hacían travesuras, ponía a Anabel en serios problemas teniendo que
cambiarlas de colegio hasta dos veces en el mismo año. Estando la mayor en una
edad complicada con catorce años y trece la menor. Anabel agoto todos sus ahorros, pero por nada
del mundo deseaba llevar a sus hijas a casa de su abuela, conocían tanto Sofía
y Montse el carácter de su abuela, ya habían probado en varias ocasiones sus
zapatillas, y no deseaban irse a vivir con ellas. Anabel sabía por su hermana Sonia, que su
madre continuaba siendo irascible y cada día que pasaba era más estricta con
ella. Hasta que un día se presentó en
su casa, y viendo el malvivir de sus nietas e hija mayor, se las llevo con ella
dejando sola en casa a Anabel, que a los pocos días llamaba a la puerta de la
casa de su madre, haciéndola entrar directamente al salón, donde se quitó la
zapatilla y la dio una paliza tremenda por poner en riesgo a sus nietas,
viviendo como Vivian. Durante varios
años vivieron bajo el mismo techo de la abuela, y sobre todo bajo sus estrictas
normas, con lo que resultaba extraño que madre, tía, o nietas, se fuera alguna
a dormir sin ir bien servidas con el trasero en llama viva. Varios años después viviendo en un verdadero
infierno, conoció Anabel a Pedro. Marchándose de la casa de la madre a vivir
con Pedro, aunque sus hijas continuaron viviendo con la abuela. Aunque todo no
fue tan mal para las hijas, pues en los colegios que iban no sacaron nada de
provecho, y al vivir con la abuela, las dos habían estudiado como buenas
estudiantes, por la cuenta que les traía. Llegando a ingresar en la
universidad, las dos. Hasta que poco
tiempo después Anabel se casaba con Pedro, y se habían ido sus hijas y su tía
Sonia con ellos a vivir. Pero todas ellas habían ocultado a Pedro la disciplina
férrea que estaban sometidas por la abuela…
Casada desde hacía dos años con Pedro, el cual constaba con la edad de
veinticinco años, se llevaba catorce años de diferencia. Vivian en una
urbanización a las afueras de Barcelona, en una gran casa con tres plantas, con
un frondoso jardín alrededor de la casa, con una piscina, con altos cipreses
alrededor del jardín, con lo que la casa estaba oculta a ojos forasteros y
curiosos. Pero se les quedaba pequeña al
no vivir solos. Pero no estaban solos en
la casa, Anabel tenía dos hijas de su primer matrimonio, Sofía de veinte años
una muchacha morena de cabello largo del que estaba muy encaprichada, ojos
azules, rondaría el metro sesenta y cinco de estatura, con un peso de cuarenta
y dos kilos, con un cuerpo esbelto bien formado, Montse de diecinueve años era
la menor, con ojos azules también característica familiar, llevaba el cabello
corto y de estatura apenas se diferenciaba de su hermana mayor en dos
centímetros más baja, y tenía un cuerpo muy similar a la hermana. Además vivía
con ellos la hermana menor de Anabel, Sonia de treinta años, rubia de ojos
azules al igual que sus sobrinas y hermana Anabel, de estatura rondaba el metro
sesenta y dos. Si las cuatro mujeres se
pusieran una al lado de la otra, pasarían las cuatro por adolescentes, ya que
sus cuerpos eran muy similares, pareciéndose mucho entre ellas, como si fueran
hermanas. Pedro se había casado con Anabel desde hacía dos años, y al ponerse a lado de ellas no destacaba
demasiado, aparte de ser un hombre, pues su estatura rondaba el metro sesenta y
seis, su rostro de muchacho daba el aspecto de un crio, por ser muy atractivo
viéndosele muy joven, de sus conocidos no le daban más de dieciocho años. Con lo que vivir en aquella casa, para él,
resultaba ser una auténtica pesadilla, pues ninguna de las cuatro mujeres
aceptaban su autoridad en la casa, dos
muchachas adolecentes Sofía y Montse, la tía de ellas Sonia y la madre Anabel y
esposa, cuando había mal ambiente en la casa, el solía desaparecer refugiándose
en su despacho.
Pues a sus veinticinco años no tenía nada que
hacer contra tanta mujer, sobre todo por su carácter inaguantable, por todas
ellas corría la misma sangre, por lo cual cuando se ponían de armas tomar
discutiendo, era mejor desaparecer cuanto antes mejor. Pedro era demasiado joven para hacerse respetar a sus veinticinco
años, y con dos hijastras de diecinueve y dieciocho años, apenas había diferencia
de edad y respeto, hacia el mucho menos pues se llevaban pocos años, pero de
haber tenido más carácter se hubiera encargado de ellas, pues sus discusiones
eran por vulgaridades de mujeres, normalmente porque una de las hijas le había
cogido una blusa a la tía, o uno de los vestidos a su madre, las cuatro mujeres
las diferenciaba la edad, pero el físico y el cuerpo de todas ellas era muy
similar, utilizaban la misma talla de ropa,
por ello las peleas eran continuas, y sus discusiones siempre estaban
igual porque una le cogía la ropa de la otra, era el pan de cada día. Si la madre empezaba a regañar a su hija
menor por las notas de la universidad, al rato regañaba a la mayor por haber
llegado tarde, o por no haber realizado sus tareas en el hogar. Entonces
aparecía la tía generosa que les levantaba el castigo, en ese momento eran
hermanas las que comenzaban a discutir, una por mimar a sus sobrinas, y la
madre porque Sonia le faltaba a su autoridad hacia sus hijas, ya estaba la
guerra formada de nuevo, la casa era un auténtico caos.
Pedro adoraba a su esposa, pero no
soportaba sus riñas continuas, por lo que no solía aparecer en todo el día por
la casa. Hacia unos días habían tenido
la visita de la abuela de las chicas, y madre Sonia y Anabel. Durante esos días daba gusto estar en la casa,
Pedro no tenía ni idea del porqué, pero el comportamiento de las cuatro mujeres
fue ejemplar durante la semana que duro la visita, no habían gritos, ninguna discutía,
no habían problemas de ninguna clase. Cuando llegaba a casa podía ver caras
largas en sus hijastras, y que por algún motivo no vestían sus cortos vestidos,
siempre les tenía que llamar la atención a las chicas, Incluso Sonia que solía
ser muy descarada al sentarse en el sofá, y se quejaba Pedro que no estaba bien
que le viera las bragas a la más mínima, porque en casa iban con vestidos muy
cortos que prácticamente iban enseñando sus bragas.
Durante los días de la visita de la
abuela, ninguna usaba esos vestidos tan provocativos, Pedro con su suegra se llevaba a las mil
maravillas, siempre en la mesa comiendo o cenando solo hablaban ellos dos,
aunque miraba a las chicas como se removían en sus sillas sentadas, incluida su
esposa Anabel, para Pedro el que estuviera su suegra en la casa era una
bendición de dios, pues si, las chicas tenían sus rostros de preocuparles algo,
pero para Pedro era casi un milagro que las chicas se comportaran como
señoritas. Solían salir a cenar las
cinco mujeres y él, casi todos los días que duró la visita, siendo un auténtico
placer poder salir sin ninguna discusión, aunque si observaba a su suegra, que
de tanto en tanto cuando se ponía seria con alguna de ellas, la que había
ocasionado ese hecho, miraba al suelo abochornada, y ninguna de ellas levantaba
su voz. No había discusiones de ningún tipo, y si Sofía le cogía su suéter
preferido a Montse, esta no armaba la de dios haciendo temblar las paredes de
la casa, ni se miraban mal entre ellas.
La casa era una autentica balsa de aceite, pues nada hacía alterar a ninguna
de ellas. También pudo notar que su esposa Anabel estaba muy reacia a tener sexo, cuando estaban en la
cama y cuando él se acercaba acariciándola, ella se apartaba de él durmiendo de
cara hacia él, cuando siempre dormía acurrucada echa un ovillo dándole la
espalda.
Eso sí. El día que se fue la abuela,
estallo la tercera guerra mundial en la casa. Tan solo hacia veinte minutos que
habían ido acompañar a la abuela a la estación, y los veinte minutos fue el
tiempo que tardaron en volver de la estación del tren. El llegar a casa y que
hubiera tranquilidad volvía a ser algo poco habitual, si había paz, era porque
las chicas habían salido con las amigas, y la cuñada Sonia se había ido a
comprar o a la peluquería, eran esos momentos los que tenía Pedro para estar a
solas con su esposa. Si surgía el tema
de Isabel la madre de Anabel, esta cambiaba de tema aludiendo cualquier excusa,
pero no había forma de sacarle a su esposa, por qué cuando estaba ella reinaba
la paz entre ellas.
Pocos días después de la visita de la
abuela, llego la noticia que el abuelo había fallecido, llevaba unos meses ingresado en una clínica privada, la cual los
gastos corrían por cuenta de Pedro, pues
era un alto ejecutivo en la empresa familiar que llevaba junto a sus hermanos,
por lo que tenía unos buenos ingresos,
que le permitían tener la casa en la que Vivian, y la empresa familiar que
llevaba era una multinacional de renombre europeo, pero el presidente era el
hermano mayor de ocho cuatro varones y cuatro damas, él era el menor de todos
así como el consentido de la familia. Pedro podía trabajar desde el despacho de
casa, pero prefería irse a la oficina, con tal de estar lejos durante el día,
de la casa.
Al fallecer el abuelo, días después Pedro
viajo a la ciudad de residencia de la suegra, pues debía arreglar la
documentación de la clínica privada, pasando dos días en la casa de su suegra
Isabel. Durante esos dos días que paso
con la suegra, intento averiguar el motivo de que sus hijas y nietas, se
comportaban muy bien cuando ella iba de visita, pero no encontró la forma de
sonsacarle esa información, tampoco no hallo ni el momento, ni la situación
idónea hasta el último día de estancia. Había quedado son su suegra en un
restaurante para comer, esa mañana al despedirse para hacer sus cuestiones,
entro en la habitación que dormía la suegra, creyéndola despierta y levantada,
encontrándola en ropa interior, fue la primera vez que vio a sus suegra
enfurecida, salió de la casa por piernas ante los gritos de la suegra que los
escuchaba de fondo tras él, rápidamente
se cubrió con una bata que se había puesto, saliendo detrás de sus pasos, con
la intención de atraparlo o eso le pareció a él escuchar, algo de que no sabía
qué le iba a enseñar... Pedro prefirió
salir de la casa, y ya hablarían luego al mediodía que habían quedado para
comer.
Al llegar al restaurante llego media hora
tarde, Isabel estaba sentada en la mesa con una cara larga, lo que le indico
claramente el disgusto de la mujer, durante la comida apenas se no dirigieron
la palabra, más que para pedir al camarero lo que iban a comer, lo cual vio Pedro que la mujer tenía el mismo
carácter que su esposa y su hermana, como también las nietas. Al salir del
restaurante Pedro se dirigió a su coche, e Isabel su suegra hacia el suyo,
encontrándose poco después en casa. Desde el mediodía en el restaurante no se
habían vuelto hablar, Pedro se encontraba muy mal consigo mismo, pues Isabel
siempre le había demostrado ser una gran mujer. Algo que no comprendía como podía
tener ese carácter, con el, cuando él siempre había sido muy servicial y muy
amable. Estuvo en su habitación el resto de la tarde, sin abandonarla pues no
tenía palabras para disculparse ante su suegra, pero había visto en ella algo
que no había visto nunca, y eso le intrigaba.
Al bajar para cenar la vio en el salón
comedor sentada en una silla, ella estaba mirando fijamente hacia la puerta que
debía entrar su yerno Pedro. Al verla sentada en aquella silla, apartada de la
mesa del salón y observando que la mesa no estaba preparada para la cena, al
entrar trato de quitar la aspereza del cargado ambiente, acercándose para darle
un par de besos a su suegra como solía hacer siempre, pero al agacharse para
besarla en la mejilla, recibió una fuerte bofetada que le hizo girar su rostro
en el sentido del bofetón. En ese momento hablo la mujer…
(Sra. Isabel) -. Estas son
maneras de comportarte? Desde que has llegado no has bajado a disculparte… Que
educación te han enseñado en casa de tus padres? O como lo de esta mañana!!! Es que no te enseñaron que para entrar en la
habitación de una señora, se debe llamar antes? Te parece que ese es el
comportamiento que debe tener un joven de tu edad? En qué diablos estabas
pensando al entrar en mi habitación sin llamar?
Y luego te vas corriendo sin darme y atender cuando te he llamado,
porque has huido como alma que lleva al diablo?
Es que te crees que aun eres un niño? Que puedes hacer, lo que tú has hecho, sin siquiera plantearte
el disculparte al menos!!! Te pareces a tu esposa, ella hace igual que tú.
Salir corriendo cuando sabe que ha hecho algo malo, sin dar la cara. Pues
joven, vas aprender que en mi casa se respetan las normas, así como el ser
respetuoso con las personas mayores. Así como el presentarte al restaurante sin
disculparte por haber llegado tarde, así como no saludar, sin preguntar cómo me
encontraba después de tu intromisión en mi habitación, luego te marchas del
restaurante sin despedirte, has llegado a casa, y ni te has planteado venir a
verme!!! Llevo aquí sentada tres horas
esperándote que bajes a disculparte, y bajas ahora porque tienes hambre? Pues
vas a saber de una vez por todas, como me ocupo personalmente de los jóvenes
desagradecidos como tú…!!!
Sin mediar más palabras
estiro la mano agarrándolo del cinturón del pantalón, y estirando lo atrajo
hacia ella, al tiempo que empezaba a desabrocharle el cinturón, el botón del
pantalón, le bajo la cremallera, y agarrando de la cintura le bajo el pantalón.
Pedro en ese momento iba a decirle que estaba haciendo, cuando se quiso dar
cuenta ya lo había colocado sobre sus rodillas, y agachándose lateralmente
hacia su costado derecho, aparto su pie enfundado en una zapatilla abierta del talón,
era de paño de invierno grueso, con unas flores bordadas en relieve sobre el
paño azul marino, dio un golpecito con la puntera en el suelo, quedando la
zapatilla suelta de su pie derecho, solo tuvo que retirarlo hacia atrás y
agarrar la zapatilla por el talón, al levantarla del suelo se apreciaba la
suela clásica de goma amarillenta, y nada más levantarse al reincorporarse
comenzó la azotaina en el trasero de Pedro, que aún no sabía lo que sucedía
hasta que empezó a sentir como le ardía su trasero, a pesar de que los azotes
eran por encima de sus calzoncillos de algodón blancos. Pedro a cada azote que
recibía en el culo, no comprendía como había acabado sobre las rodillas de su
suegra, y menos aun recibiendo una azotaina a sus veinticinco años. Sentía que
los azotes cada vez le calentaban más y más el culo. Pero después de la
terrible regañina, Pedro estaba muy avergonzado por todo lo que le había dicho,
y que además tenía toda la razón para estar furiosa, por lo cual no hizo nada
por resistirse a la azotaina. Era consciente que tenía más fuerza que ella, y
de desear deshacerse de la forma que lo retenía sobre sus rodillas, le habría
bastado forcejear un poco y se libraría de ella, pero sabía que la mujer tenía
motivos para estar tan furiosa con él, y aunque los azotes resonaban en las
paredes del ruido de la zapatilla por el
salón, aguanto sin articular palabra alguna o gemido.
No sabía cuántos azotes le había dado a
esas alturas, pero habían sido muchos y sus nalgas comenzaban a resentirse de
la azotaina. En un instante sin apenas percatarse sus calzoncillos se los bajo
uniéndolos a sus pantalones bajados a las rodillas, con el culo desnudo dolían
más aun los azotes, y tras una cincuentena de azotes con el culo desnudo,
empezaba a sentir que el culo le dolía demasiado, ya no siéndole posible
aguantar el ritmo de los azotes sin gemir a cada azote. Sus caderas ya se
empezaban a mover debido al intenso ardor en el culo, y poco después comenzó a
forcejear para soltarse de la presión de la mujer sosteniéndolo sobre sus
rodillas la mujer. Sus piernas ya no le obedecían, empezando a moverlas, así
como a forcejear con sus brazos para liberarse, para su enorme decepción y
sorpresa pudo comprobar que aquella mujer, no era tan delicada como él había
pensado, ya a esas alturas el culo le abrasaba, y comprobaba en su culo dolorido
la fuerza de Isabel, su suegra, y que el ritmo de la azotaina no había menguado
ni un ápice, siendo ahora claramente muy dolorosa para él, intento liberarse a
la desesperada, pues el culo aparte de dolerle cada vez más, lo sentía como le
ardía teniéndolo ardiendo a zapatillazos. Sus lágrimas ya no tardaron en brotar
a sus veinticinco años, ahora sintiéndose terriblemente avergonzado, poco
después ya lloraba como un chiquillo, pero la azotaina aun duro varios minutos
más, cuando la señora sintió que ya el muchacho ya no se resistía a la
azotaina, y que aceptaba el castigo. En ese instante que ella creyó que ya había
sido suficiente castigo, lo soltó dejándole levantarse de sus rodillas, tenía
el culo completamente colorado y llorando estando de pie, no se dio cuenta
cuando su suegra le había quitado los pantalones y los calzoncillos.
Manteniéndolo de pie junto a ella llorando y sobándose el culo con fuerza. En
ese momento la suegra satisfecha viéndole como gimoteaba como un niño, con el
culo completamente colorado de la azotaina que había recibido, se dirigió a él
hablándole…
(Sra. Isabel) -. Sabes
desvergonzado que es lo que más me ha disgustado? Que aun habiéndote dado una azotaina, y
haberte puesto el culo como te mereces, aun no te has disculpado… Ssssss
Silencio! Ahora ya es tarde para disculparte, y no te quiero escuchar de esos
labios ni una sola palabra, pues aún no he acabado contigo!!! Sabes? Cuando
castigo a un hombre, lo peor que le puedo hacer es pasar vergüenza!!! Estoy segura de que estas muy avergonzado
ahora mismo, pero para mí, aun no es suficiente, aun debes avergonzarte mucho más,
y a un hombrecito mal educado, hay que hacerle que se avergüence mucho más de sí
mismo, ahora vas aprender como disciplina tu suegra, pues a partir de ahora ya
no voy hacer la vista gorda cuando te vuelvas a merecer una azotaina, y para
que lo tengas muy presente de ello, a partir de ahora ya no tienes permitido el
utilizar ropa interior de hombre, a partir de ahora vas a usar bragas de hombre*,
sube a tu cuarto y te pones en el rincón del fondo cara a la pared, que yo
subiré a llevarte tus nuevas bragas.
Pedro se había quedado anonadado, al
acabar de conocer la personalidad oculta, de aquella dulce mujer que él creía conocer. Sin atreverse a hablar, se retiró saliendo
del salón sobándose el culo, le dolía tanto que jamás hubiera creído que Isabel
aquella dulce mujer, tuviera semejante fuerza, para haberlo mantenido bien
sujeto, mientras le daba de zapatillazos en el trasero. A un hombre como él, que iba hasta tres veces
por semana al gimnasio, aparte de correr en la cinta, también le gustaba
ejercitar los brazos con pesas, llegando a levantar cerca de los noventa
kilos. Y con toda esa fuerza, había sido
incapaz de liberarse de un solo brazo de su suegra, que lo mantenía bien sujeto
y tumbado sobre su regazo boca abajo.
Subió las escaleras hasta el piso de arriba
que estaban las habitaciones, entrando en la suya. Lo primero que hizo fue
mirarse en el espejo, viendo que tenía el culo muy colorado y en el centro de
sus nalgas una aureola morada, donde había recibido muchísimos zapatillazos en
el culo desnudo. Entonces mirando al
frente, vio el rincón al cual se refería la Sra. Isabel en el que debía
colocarse de cara a la pared. Pero lo
miraba y lo veía algo absurdo que a sus veinticinco años tuviera que ponerse en
aquel rincón, por lo que se lo pensó dos veces diciéndose así mismo, que él no
era un niño, y que no estaba dispuesto a obedecerla. Así que decidió esperarla sentado en la cama,
pero al apoyar el trasero sobre la mullida cama, se levantó raudo y veloz
sobándose el culo de nuevo, le había dolido como no podría imaginar al
sentarse, así que se quedó en pie en la habitación esperando, ya que el sentarse
no era una buena opción, además ya lo había castigado, que iba hacerle más…
Sintió pasos en las escaleras, el talón de
las zapatillas al subir las escaleras hacia el “clac, clac” característico al
ser las zapatillas abiertas por el talón.
Hasta ese momento Pedro nunca se había fijado al escucharla caminar,
pero el recibir la azotaina en el salón debía haberle despertado su instinto de
afinar el oído. En unos instantes
apareció en el umbral de la puerta su estimada suegra. Él la
miro consternado al verle aparecer con unas bragas en su mano derecha, había
pensado que se lo había dicho para intimidarlo, ni por un momento llego a
pensar que se fuera atrever a hacérselas poner de verdad. Ella en cambio al ver que Pedro no estaba en
el rincón, su rostro fue cambiando de color, del tono apaciguador habitual, fue
cambiándosele el semblante hasta ponérsele rojo y el gesto en su cara de enfado
monumental. Algo que intimido en un primer momento a Pedro, pero que iba a
hacerle…? Regañarle de nuevo.
Entonces la vio cómo se arremangaba las
mangas de su blusa negra, al igual que su falda de tubo negra por debajo de las
rodillas, era lógico ya que estaba guardando luto por el fallecimiento del
marido. Pedro en ese momento le pareció
que se empequeñecía según se le acercaba, o ella era más alta y corpulenta que
antes. En ese momento la vio con otros
ojos, pues la veía como una señora de sesenta y cinco años bien llevados,
cabello rubio ondulado por debajo de los hombros, su altura debía de rondar el
metro ochenta y cinco, con unos brazos robustos y fuertes, manos grandes para
ser las de una mujer. Pedro la veía con otros ojos según se acercaba
arremangándose la manga del brazo izquierdo, la derecha se la había arremangado
unos segundos antes. Al tenerla a menos de un metro de distancia, y que ella movió
su mano derecha tras haber dejado caer las bragas encima de la cama lanzándolas
de malas maneras, él pensó que le iba a dar otro bofetón y aparto el rostro,
girando la cabeza hacia atrás, pero la Sra. Isabel, lo que hizo fue agarrarle del lóbulo de la
oreja izquierda, tirando del lóbulo hacia abajo, haciéndole agachar la cabeza
de dolor, momento que la Sra. se sentaba sobre la cama, y sin soltarle el
lóbulo de su oreja izquierda, le obligo a echarse de nuevo sobre sus rodillas,
quedando de nuevo boca abajo sobre sus rodillas.
(Sra. Isabel) -. Ya veo
sinvergüenza que no has aprendido a obedecer a mamá!!! Porque a partir de este día soy tu madre, y
como has aprendido a obedecer a mamá!!! Mamá te enseñara desvergonzado lo que
ocurre si se me desobedece, te aseguro que la próxima vez que te mande al
rincón, iras corriendo a todo correr… Que te has pensado Pedro!!! Que te puedes
reír de tu suegra? Ahora te voy a
enseñar disciplina de verdad!!!
Inclinándose hacia su
costado izquierdo, abrió el segundo cajón de la mesita de noche, en el cual
Pedro la vio que introducía su mano, para sacarla empuñando en su mano
izquierda un cepillo de madera de limpiar la ropa, era de unos treinta
centímetros con una base de quince centímetros y un mango que después de trazar una curva, este mediría
unos diez centímetros. Se lo cambio de mano agarrándolo con la derecha,
comenzando a darle una buena y fuerte azotaina con el cepillo, a la cual Pedro
no tardo más que unos azotes en sentir todo su ardor intenso en su trasero,
teniendo el trasero aun dolorido de la azotaina que le había dado abajo en el
salón, intento escapar de la fuerte tenaza que representaba la mano izquierda
sobre su cadera, agarrándolo bien.
Siéndole de nuevo imposible el escapar, sin tener más remedio que
aguantar la nueva azotaina que esta vez le dolía mucho más, poniéndose a
gimotear como una chiquilla, y poco después aullaba de dolor gritando a todo
pulmón, poniéndose a llorar aunque tratara de no hacerlo, poco después se vio
como era sentado sobre los muslos de mamá!
Y cogiendo las bragas se las puso por los pies sin forcejear o tratar de
evitar que se las pusiera, lo hizo ponerse en pie y le acabo de subir las
bragas dejándoselas bien tensas a su cintura, y como el elástico de las perneras
de las bragas le apretaban la base de sus doloridas nalgas, haciéndole girarse
para verle como le quedaban marcándole el pequeño y redondo trasero cubierto
por las bragas blancas con dibujos de árboles con sus frutos.
(Sra. Isabel) -. Estas muy guapo
con estas bragas! Te he tenido que poner unas bragas de mi hija Sonia, pues las
de mi marido te quedarían demasiado grandes, estas te quedan muy monas así bien
apretaditas, y ahora sinvergüenza estas castigado, ya te estas poniendo en el rincón… O te vas atrever a desobedecerme de
nuevo, o… Quieres probar más, el cepillo
en el culo?
Pedro se sentía ridículo
completamente e intimidado, así como claramente derrotado por la fuerza de
voluntad de su suegra, demostrando tener un carácter endiablado, por lo que no
se lo hizo repetir dos veces y se fue hacia el rincón sobándose el culo, muy
avergonzado consigo mismo, tener que llevar puestas bragas de su cuñada Sonia, asi como sobarse por encima de aquellas bragas,
sintiendo su fino tacto en sus manos, y que le había puesto la Sra. Isabel. Sentía
repulsa a tener que llevarlas, pero ahora le dolía el culo tanto, que por nada
del mundo se atrevería a contradecir a aquella dulce mujer que era su suegra.
Lo que se preguntaba es donde había mantenido oculta aquella identidad de ella,
demostrada esa tarde resultando ser una mujer con un mal genio de mil demonios…
Pero lo que más le había intrigado, había sido el saber que su suegro, debía de
recibir el mismo trato que había recibido él mismo. Por lo que temía el futuro que podría
depararle, el tenerla cerca como suegra.
Los minutos fueron pasando, teniendo en cuenta la hora que era, estaba
claro que esa noche no iba a cenar.
No sabía el tiempo que llevaba cara a la
pared, pero le dolían las piernas de estar de pie, por no decir lo que le dolía
el trasero, que de vez en cuando sentía la necesidad de acariciárselo por
encima de aquellas bragas, que además le molestaban bastante con el simple roce
de la piel con el tejido. Poco después
sintió aquellos pasos de nuevo que se dirigían a la habitación, apareciendo su
suegra detrás de él hablándole…
(Sra. Isabel) -. Bien
desvergonzado!!! Ya te puedes meter en
la cama a dormir, a los niños que se han portado mal, se les manda a la cama
sin cenar. Además mañana debes madrugar
para volver a tu casa con mis hijas, sabes! Lo estado pensando detenidamente,
hace meses atrás me propusiste que nos fuéramos a vivir a vuestra casa, entonces
tenía a mi marido en la clínica, y no era el momento adecuado, ahora que me he
quedado sola, voy aceptar tu proposición y me iré a vivir definitivamente con
vosotros. Así te podré controlar de más
de cerca, dos días que has estado conmigo a solas y ya te he tenido que
castigar al segundo día.
Pedro al día siguiente
volvió a Barcelona, durante el viaje tuvo la necesidad forzada de tener que
parar el vehículo y salir de él. El
estar mucho tiempo sentado le atormentaba, no de pensamiento por pensar que le
iba a decir a Anabel su esposa, esa mañana al levantarse se había mirado en el
espejo bajándose las bragas, y viendo que tenía el culo completamente morado,
por eso le debía de doler tanto habiendo pasado unas horas. Esa mañana al levantarse y darse una ducha,
al vestirse se vistió normal como todos los días, pero al bajar las escaleras
con su maleta de viaje. La Sra. Isabel le estaba esperando al pie de las
escaleras, él fue a darle un beso al despedirse, pero ella le detuvo y
desabrochándole el cinturón como el botón del pantalón, se lo bajo para
comprobar si se había quitado las bragas.
Al ver que no las llevaba y preguntarle el porqué, dio como excusa que
se había duchado, que no se iba a poner la misma ropa, aunque la Sra. Isabel se
le quedo mirándole, hizo un gesto afirmativo subiéndole de nuevo el pantalón,
respirando aliviado se pudo marchar de la casa sin mayores contratiempos. Después de cuatro horas de viaje, cuando
normalmente el trayecto lo hacía en dos horas y media, pero se había visto
forzado a detenerse varias veces. Al
llegar a la casa saludo a Anabel que salió a saludarle con un beso en los
labios, entrando juntos a la casa subiendo a la primera planta donde se ubicaba
el salón comedor, dos cuartos de baño, la cocina con una espaciosa despensa, afuera en la terraza había otro cuarto todo
acristalado donde estaba la lavadora. Anabel se dirigió hacia la cocina pues
estaba acabando de hacer la comida, que siendo cinco personas estando Pedro,
debía de hacer tres comidas diferentes, para tener a sus hijas contentas y que
comieran algo, así como otra comida distinta para su hermana. Como siempre estaban discutiendo entre ellas,
una de las formas de vengarse era no queriendo comer lo mismo, Pedro iba detrás de ella abriendo la nevera y
sacándose una cerveza fresca.
(Anabel) -. Como has estado con
mi madre, bien? Como a ti te cae tan bien ella. Cualquiera diría que te va
adoptar un día de estos, para que seas su hijo, siempre alabando a su yerno…
(Pedro) -. No te creas, no
estaba de muy buen humor como es natural tras el entierro de tu padre. Por cierto me ha comentado que cuando lo
tenga todo arreglado se vendrá a vivir con sus hijas y nietas a esta casa…
(Anabel) -. Qué? Como!!! No
jodas!!! Te has vuelto loco o qué? Mi madre en esta casa? Como mierda te has atrevido a invitarla sin
consultarme!!! Estás loco, estás loco!!!
Sonia al escuchar gritar
a su hermana mayor, bajo del piso de arriba a ver que ocurría, porque sus
sobrinas estaban como siempre discutiendo en su habitación, y su hermana mayor
Anabel estaba sola en la cocina, al no ser normal sus gritos, bajo intrigada a
saber que ocurría…
(Sonia) -. Que te ocurre Anabel
para esos gritos,… Ah! Hola, Pedro ya estás de vuelta, que le has hecho a mi
hermana para que se ponga así hecha una fiera contigo? Está hecha un
basilisco!!!
(Anabel) -. Este idiota que ha
invitado a mamá a venir a vivir con nosotras!!!
(Sonia) -. Pero es que te has
vuelto loco? Como se te ha ocurrido hacer algo así…!!! Solo nos faltaba eso en
esta casa…
(Pedro) -. Pero que os pasa? Es
vuestra madre! Y no la he invitado yo!
Se ha invitado ella sola, a mí tampoco me hace ninguna gracia que venga…
(Sonia) -. Esto sí que es nuevo!
Tu diciendo que no te hace gracia que venga… Y siempre la tienes comiendo de tu
mano, esta con su yerno Pedro que no hay quien la aguante!!! Y encima la has invitado que se venga a vivir
a esta casa? Anabel tiene razón eres un idiota!
Durante los siguientes
días no le hablaron ninguna de las cuatro mujeres, estaban furiosas con él.
Algo que durante esos días le vino de perlas a Pedro, así su mujer no se le
acercaba en la cama para tener sexo, y así pudo ocultar durante los días que
tuvo el culo amoratado, el que su esposa Anabel se lo viera. Así que en unos
días Pedro ya tenía el trasero recuperado de la azotaina que había recibido, el
último día de los dos que había estado en su casa.
Y ahora como su esposa y cuñada temían que
llegara el momento que llegara su madre. Algo que no tuvo que esperar
demasiado, a los diez días justos desde la llegada de Pedro, apareció un taxi
en la puerta cargado de maletas, era la madre.
Como llego de sorpresa nadie la esperaba, y al entrar en la casa se
encontró, un espectáculo sus nietas tirándose lo primero que tenían a mano, que
mira por donde una de ellas le fue a dar a la abuela. Al ver a la abuela
quejándose del impacto recibido en pleno rostro por un cojín, entro enfadada a
la casa agarrando a Montse la menor y la que estaba más a mano. No tardo en acomodarla sobre sus rodillas en
la misma puerta de entrada, en donde había un banco en la pared junto a la
puerta, en el porche. Levantándole la corta
falda y bajándole las bragas de algodón blancas, como por arte de magia
apareció el zapato en su mano, era un zapato estilo mocasín sin tacón y muy
cómodo al ser de paño, de color negro. No tardo en tenerla con el culo como un
tomate maduro, la muchacha llorando a sus dieciocho años más por el miedo de
ver a la abuela, que por el dolor de la azotaina en su trasero, aunque este le
abrasaba a esas alturas. Cuando la soltó, Montse saltaba en círculos sobándose
el culo con fuerza, aun con sus bragas bajadas que acabaron saliéndose de sus
pies con sus saltos. Su hermana Sofía se
había quedado helada al ver a la abuela, pero al llamarla estaba tan aterrada
que no podía ni moverse, al no acudir hacia la abuela, esta se levantó a por
ella, nada más tenerla cerca, le levanto el brazo izquierdo en alto, y con la
mano derecha la dio de azotes, sobre los pantaloncitos cortos la llevo hasta el
banco, como llevaba unos shorts
ajustados finos, se los desabrocho bajándoselos con las bragas al mismo
tiempo, colocándola sobre sus rodillas y mocasín en mano, comenzó a darle una buena azotaina en
el culo desnudo, poniéndoselo como un tomate maduro de rojo, al soltarla imito
a su hermana dando saltos del dolor y sobándose el trasero.
Al
entrar en la casa de nuevo, ahora ya sin accidentes de objetos volando,
apareció bajando las escaleras gritando
Sonia qué diablos era aquel griterío y porque Sofía había hecho llorar a su
hermana Montse, tal y como descendía las escaleras pudo ver a sus sobrinas, se inclinó hacia un lado, y levantando el pie
derecho se sacó la zapatilla y a la pata coja acabo de bajar las escaleras
se acercándose hacia ellas y lanzándosela a Sofía. Con la mala fortuna que en ese instante
apareció su madre a la cual aún no había podido verla, resultando que su zapatilla le dio a su madre en las
piernas, Sonia al ver a su madre se quedó de piedra, y más cuando con su propia
zapatilla la cual había recogido del
suelo su madre, fue hacia su hija haciéndola darse la vuelta llevándola casi arrastras de una mano hacia las escaleras, dándole sonoros azotes en el culo, haciéndola subir los escalones,
siguiéndola de cerca con la zapatilla, dándole en los muslo bajo la corta
falda, o en el trasero al levantársele su escasa falda, al subir al piso de arriba
la llevo hasta una de las sillas del vestíbulo, sentándose en ella, coloco a su
hija menor sobre sus rodillas, levantándole el corto vestido por sí solo, bajándole las bragas blancas de algodón con
florecillas azules con sus dos manos, comenzó a darle una azotaina en el culo
desnudo, en breve tuvo ocasión de ponerle el culo de su hija Sonia como un tomate maduro, y aunque Sonia
lloraba desesperada siguió castigándola.
Mientras Anabel en el umbral de la puerta desde el salón, pues estaba
limpiando el polvo de los muebles cuando escucho a su madre subir las escaleras
regañando a su hermana Sonia, con el sonido de azotes de fondo, vio estupefacta
como su madre le daba la azotaina a su hermana, cuando vio que había soltado a
Sonia y esta se sobaba el trasero. Fue hacia ella a darle un beso y saludarla
feliz de verla. Acababa de llegar y tres de las mujeres de la casa estaban en
el salón sobándose el culo, saludando a la abuela y madre.
(Sra. Isabel) -. Estas son las
maneras de saludar a vuestra abuela sinvergüenzas!!! Ni mis propias hijas me
saludan como es debido! He tardado mucho
en venir a vivir con vosotras, pero ahora que estoy aquí, vais andar más
derechas que un vela!!! Ahora bajad a
subir a mi habitación mis maletas, cuando me ponga ropa más cómoda voy hablar
con vosotras tres!!! No creáis que he terminado, desvergonzadas!!! Que maneras
son esas de recibirme tirándome cojines y lanzándome las zapatillas! Ya podéis preparar esos culos, porque no os
vais a sentar en dos semanas!!! Rápido!
Una hora después la Sra.
Isabel se había cambiado de ropa, había guardado su ropa en el armario, y una
vez todo bien ordenado, había ido a la habitación de su hija Anabel con una
bolsa, para salir poco después, de nuevo hacia su habitación. En ese momento fue hacia el armario y extrajo
de una caja de cartón de zapatos, en la que había el nombre compuesto escrito
con rotulador negro “Las hermanas Luisa”. Se descalzo de las zapatillas que
llevaba puestas, pues se había cambiado nada más tener sus cosas en la habitación.
Pero ahora quedándose descalza en la alfombra, extrajo de la caja una zapatillas
de paño marrones de un solo color, estaban roídas por el tiempo que debían de
tener aquellas viejas zapatillas, se las puso y agachándose se calzo bien, pues
debido a lo viejas que eran, apenas le entraba bien en los pies, eran cerradas
por el talón, pero este estaba claramente deformado al deber haberlas llevado
siempre en chanclas, una vez calzada con
ella, salió de la habitación dirigiéndose a las escaleras bajándolas despacio,
al bajar el ultimo escalón, dando el pie de las escaleras al vestíbulo entre
las dependencias de la cocina a su derecha, y a la izquierda el salón o
comedor, entrando en él. Nada más entrar vio a su hija Sonia y a su lado las
nietas Montse y Sofía las tres en pie temblorosas.
(Sra. Isabel) -. Bien niñas!!!
Acompañadme arriba las tres que he de hablar con vosotras!
La abuela girando sobre sus pies, volvió
sobre sus pasos a subir las escaleras, subiéndolas detrás de ella Sonia,
Montse, y Sofía. Las tres subían con lágrimas que les saltaban por si solas de
sus pupilas, sobre todo porque subiendo las escaleras podían ver que la abuela
llevaba puestas sus viejas zapatillas, cuando las llevaba puestas significaba
que iba a darles una buena y larga tunda en el culo, resignadas a su suerte
subían detrás de ella. Al llegar arriba, caminando por el pasillo la abuela se
detuvo en la puerta de su habitación.
(Sra. Isabel) -. Montse, tu
serás la primera en recibir entra! Luego
Sofía será tu turno, y por ultimo tú, Sonia.
Entro en la habitación teniendo a Montse
de pie junto a su cama, aguardando a que ella entrara. Nada más entrar se sentó
en la cama y agarrando de la muñeca a su nieta pequeña de dieciocho años, la
coloco en su regazo boca abajo, levantándole la corta falda del vestido azul
celeste que llevaba puesto, se había cambiado de vestido mientras su abuela
arreglaba sus cosas. Le bajo las bragas blancas de algodón hasta medio muslo,
retocándoselas y colocarlas de forma que no se le bajarían al patalear, Montse
temblaba de miedo sobre las piernas de la abuela, cuando hacia eso, significaba
que iba a darle un buena tunda con la zapatilla, estando avergonzada de estar a
sus dieciocho años sobre las rodillas de la abuela, para recibir una buena
azotaina, mientras su hermana y su tía aguardaban afuera su turno, pudiéndola ver.
Pues la abuela cuando las zurraba siempre lo hacía a solas, pero con la puerta
abierta de la habitación. Teniendo al costumbre para castigarlas en vez de
sentarse en el lateral de la cama, que estarían más cómodas al menos, lo hacía
sentándose a los pies de la cama, lo cual hacia que sus cuerpos en vez de
reposar sobre la mullida cama, quedaban sobre sus piernas echadas y bien
expuestas a la azotaina. Montse echada
boca abajo sobre las rodillas, con sus bragas bajadas a medio muslo, temblaba
aterrada de lo que se le venía encima en breve. Desde afuera en el pasillo,
tanto Sonia como Sofía podían verla echada boca abajo con el culo bastante
rosado por la azotaina breve en el porche, de la cual ya hacía más de una hora
que se la hubiera dado la abuela. Desde su posición ellas pudieron ver
claramente como comenzaba la ceremoniosa escena de sacarse la zapatilla, pues
la abuela tenía una gran maestría a la hora de descalzarse. Primero separando
sus rodillas abriendo así sus muslos, con lo que el trasero de Montse quedaba
más expuesto, luego movía su pierna derecha hacia atrás flexionando la rodilla,
dando al tiempo un golpecito en la puntera de la zapatilla, con lo cual
liberaba su pie de la presión del paño marrón en su pie. Lentamente extraía el
pie, poniéndolo en el suelo descalzo, y ayudándose desplazaba la zapatilla unos
centímetros para que su mano, al inclinarse de costado derecho, la mano pudiera
agarrar la zapatilla por el talón cómodamente. Al levantarla en el aire, la
zapatilla al ser tan antigua y desgastada por el tiempo, se blandía por si sola
doblándose a la altura de la planta de la zapatilla, al tenerla sujeta del
talón, lo que aterraba a las chicas desde el pasillo, era ver la flexibilidad
de doblarse la zapatilla, lo cual cuando comenzó a azotarle el culo a Montse,
la flexibilidad de la suela por el peso del paño, hacía que el impacto sobre
las nalgas resonara por toda la habitación, al izarla por encima de la altura
del hombro, desde fuera podían ver como la zapatilla se doblaba, llegando casi
por su flexibilidad a tocar el paño con el reverso de la mano de la abuela, lo
cual al dejar caer con fuerza la zapatilla esta adoptaba la forma rígida, y al
impactar sobre las nalgas desnudas, la flexibilidad del paño y suela era
patente en la fuerza de los azotes, que caían a velocidad de vértigo una y otra
vez, durante no menos de veinte minutos estuvo ocupada dándole la azotaina a su
nieta Montse, cuando la dejo incorporar le subió las bragas a su nieta pese a
sus protestas de dolor al subírselas.
Montse en ese momento corrió sobándose hasta el rincón del fondo
poniéndose de cara a la pared, con sus manos colocadas sobre su cabeza. No hizo
falta que se lo ordenase, sabía que debía de hacer. Ahora ya estaba sobre su
regazo Sofía, la cual se había cambiado el pantalón corto, por una falda
ondulada de color verde esmeralda, la cual le fue levantada dejando sus bragas
a la vista, blancas de algodón con unos simpáticos osos juguetones, también se
había puesto las bragas limpias al habérselas mojado un poco, al ver como su
tía era castigada. El problema para
Sofía era que las había vuelto a mojar, viendo como pataleaba su hermanita, así
como el culo cada vez lo tenía más colorado, hasta dejárselo rojo fluorescente
de la severa tunda de zapatillazos.
Mientras en la cocina estaba Anabel,
preparando unos macarrones a la boloñesa para comer, estando mamá en casa no
iban haber discusiones por la comida. Lo cierto era que era complicado para
ella el cocinar, y escuchando de fondo como lloraban sus hijas al ser
castigadas. Hasta que fue el turno de Sonia la que escuchaba
llorar, en ese momento sentía la imperiosa necesidad de introducir su mano
derecha bajo su corta falda y meterla por debajo de sus bragas y masturbarse
escuchando llorar a su hermana. Con sus
hijas no lo hacía, porque el escucharlas llorar la entristecía demasiado, eran
sus pequeñas. Pero siendo su hermana, hubiera deseado poder subir para ver como
la zurraba el culo. Enfrascada estaba tocándose cuando se le escapo un intenso
gemido al correrse, mirando aterrada hacia todos los lados por si habían podido
verla o escucharla, luego se calmó al recordar que Pedro aun tardaría en
llegar, y que sus hijas debían de estar castigadas en el rincón, mientras aún
se le escuchaba llorar a Sonia, y eso que ya llevaba media hora llorando y
escuchándola aullar del dolor con la severa azotaina que le estaba dando mamá.
Pero Anabel se sobresaltó…
(Pedro) -. Hola cariño, como
estas hoy, ya me vuelves hablar? Solo
preparas una comida? Que ocurre para que todas quieran comer lo mismo…
(Anabel) -. Eso sucede porque tú
la hiciste buena! Mamá ha llegado esta
mañana!
A Pedro le cambio el
semblante risueño, su rostro mostraba preocupación… Mientras Anabel respiraba
tranquila que Pedro no hubiera llegado unos minutos antes, pues hacia solo unos
momentos que Sonia había dejado de llorar y el sonido de los azotes se había
silenciado, aunque Anabel aun la escuchaba gimotear, pero Pedro no se había
percatado de nada por suerte…
(Pedro) -. Voy a darme una
ducha!
Pedro al subir las
escaleras le llegó a sus oídos, que alguien estaba sollozando en la habitación
de la madre de Anabel. Al escuchar se
detuvo en el pasillo, estuvo tentado de asomarse a la puerta, pues la vio abierta. Pero recordando lo sucedido hacia unos días,
no quiso correr el riesgo dirigiéndose a su habitación, en la cual tenía su
propio baño, por ser la habitación principal de la casa. Una vez se había duchado salió del baño
desnudo, a vestirse, al acercarse a su mesita de noche a coger ropa interior se
llevó una sorpresa. No tenía calzoncillos en el cajón, en su lugar habían
bragas de múltiples dibujos, todas o casi todas blancas. Pedro indignado de
aquella broma, se tuvo que poner los mismos calzoncillos que se había quitado,
iba a tener más que palabras con Anabel por gastarle aquella broma de mal
gusto, al invadir su mesita de noche.
Bajo vestido con pantalones de chándal y
una camiseta negra, lo primero que había encontrado para bajar hablar con su esposa,
pero al entrar en la cocina se encontró con la madre de Anabel, a la cual
saludo fríamente dándole un beso como de costumbre.
(Pedro) -. Voy a salir un momento a comprar el
periódico, a las dos estaré aquí para comer.
Salió de la cocina ahuecando
el ala como se suele decir, no deseaba estar cerca de su suegra, cuando bajaba
las escaleras para irse, escucho pasos detrás de él. Al mirar hacia atrás, la
vio…
(Sra. Isabel) -. Jovencito!! A dónde
vas tan rápido? En tu mesita de noche te
he dejado tu ropa interior, como veo que te has duchado, debes de llevar tus
bragas puestas verdad?
Pedro se le puso sus mejillas coloradas de la
vergüenza, no sabía que sería capaz aquella mujer, si averiguaba que no las
llevaba puestas, por lo que decidió mentir…
(Pedro) -. No he mirado, en casa
no suelo utilizar ropa…,…interior en chándal.
(Sra. Isabel) -. Sabes Pedro que
otras cosas me hacen disgustar, aparte de que se entre en mi habitación estando
desnuda! El que me mientan. Y tú me estas mintiendo ahora mismo, de verdad
quieres acabar sobre mis rodillas el primer día que estoy en esta casa? Ten en cuenta que no me va importar que estén
mis hijas delante para bajarte los pantalones y darte una azotaina, ya estas
subiendo a tu habitación a ponerte ropa interior, o deseas que vaya contigo y
averigüe que me has mentido, porque te has vuelto a poner tus calzoncillos
sucios, se te ha escapado un pequeño detalle, Pedro. La ropa interior se te
marca en el culo del pantalón, y yo me he asegurado que no encontraras
calzoncillos limpios. Sigues creyendo necesario que te acompañe…
Pedro se miró así mismo si era cierto que se
le marcaban, incluso palpando con sus manos su trasero… Al levantar la mirada
se dio cuenta que había caído en el truco más viejo del mundo, y subió
corriendo pasando por el lado de su suegra. Raudo entro en su habitación a
cambiarse, cogió las bragas que tenía más a mano, poniéndoselas rápidamente,
eran unas bragas blancas de algodón con dibujos de amapolas rojas, se iba
aponer los pantalones cuando su suegra la señora Isabel entraba en la
habitación. Sin darle tiempo a subirse
los pantalones, ya lo había cogido por la oreja y tirando de ella lo coloco
sobre sus rodillas, bajándole las bragas acto y seguido comenzó a darle una
azotaina con la mano.
Anabel desde la cocina podía escuchar de
nuevo los azotes, diciéndose así misma que había sido una suerte que Pedro se
hubiera marchado, ya que escuchaba como su madre le estaba dando otra azotaina
a una de las chicas, debió haber sorprendido alguna de ellas sobándose el culo,
o se debía de haberse movido del rincón al estar castigadas. Conociendo a su
madre, cualquier mínimo motivo era suficiente para darles una nueva
azotaina. En cambio en la habitación
de la Sra. Isabel, las chicas que se encontraban castigadas de cara a la pared
con sus faldas sujetas a la pretina de sus vestidos o falda, con sus bragas
unas con ellas puestas, excepto Sonia que las tenía bajadas, las tres tenían el
culo más colorados que un tomate maduro. A las nietas se les apreciaba bajo las
perneras de sus braguitas, lo colorado que lo tenían cada una de ellas. Al escuchar el sonido de los azotes, las tres
pensaron que debía de ser Anabel la que estaba siendo castigada, sintiendo lastima de ella sus hijas, al contrario
que Sonia que se alegraba. Anabel pensaba que debía de haber sorprendido
haciendo alguna de ellas
desobedeciéndola, para que la abuela
castigase a la que estaba recibiendo de nuevo, con el carácter de su madre, podía ser cualquier
motivo.
Pedro minutos después salía de la casa sin
ser visto por nadie, saliendo sobándose el culo con las dos manos, acababa de
recibir una azotaina con la mano derecha de su suegra, mirando hacia la casa
levantando la mirada, vio a la Sra. Isabel observándolo desde la ventana, había comprobado que no solo era diestra con
la zapatilla, utilizando su mano daba fuerte de narices la condenada. Así salía de la casa hacia el garaje para
coger el coche, sobándose con fuerza el
trasero pues le ardía considerablemente, aunque solo había sido una azotaina
breve sintiéndose muy molesto consigo mismo, por consentirle a la suegra el que
ella mandara sobre él, haciéndole sentirse muy extraño llevando bajo sus
pantalones unas bragas, que deberían de ser de hombre, como le dijese en su
casa, pero eran claramente de mujer las que le había puesto en el cajón de su
mesita de noche.
A la hora de comer la madre subió a la
habitación, levantando momentáneamente el castigo a sus nietas e hija. Que tras arreglarse sus vestidos y falda
Montse, bajaban las escaleras acariciándose sus traseros doloridos. Las tres
entraban al salón donde la comida ya estaba servida en la mesa, con sus rostros
claramente congestionados por el intenso dolor en sus traseros, y viendo las
estrellas al tener que apoyar en sus sillas de madera sus inflamados
traseros. Las tres observaban a Anabel
como se movía por el salón, así como ir a la cocina y volver con clara
desenvoltura como si ella no hubiera recibido también una azotaina. Cuando
ellas lo habían escuchado claramente al estar su habitación solamente tres
puertas más allá, de donde ellas se encontraban. Incluso la veían sonriente cuando entraba
mirándolas, como se removían en sus sillas, claramente doloridas por el castigo
recibido. Así como momentos después tomando asiento sin hacerlo cuidadosamente,
al lado de su madre la cual estaba sentada en la cabecera de la mesa,
reservando el otro extremo a Pedro.
(Anabel) -. Cuando quieras mamá
puedes bendecir la mesa, Pedro no puede tardar en llegar.
(Sra. Isabel) -. Tranquila hija!
Podemos esperar un poco.
Llevaban ya media hora esperando a que
llegase Pedro, la Sra. Isabel se la veía muy enfadada por la tardanza de Pedro,
no hacía más que mirar el reloj de pared del salón. Y como este daba los cuartos,
y Pedro no aparecía.
(Anabel) -. Mamá podemos comer
ya! Pedro deben de haberle llamado de la oficina seguramente, y se le habrá ido
el santo al cielo. Aunque es raro que no haya avisado por teléfono.
(Sra. Isabel) -. Estas segura
Anabel? Ese teléfono que está encima del
mueble no es el de Pedro? Y su cartera?
Ese sinvergüenza de tu marido va a saber lo que es bueno, ya me estoy
cansando de sus meteduras de pata, que son una vergüenza a su edad, que no
estoy dispuesta a tolerarle más!!! Cuando llegue va a probar “las hermanas
Luisa”, como estas tres esta mañana!!!
En ese instante apareció Pedro por la puerta,
el cual miro a todas las chicas sentadas a la mesa, teniendo sus platos llenos
de comida no habiendo comenzado a comer. Pedro las miro extrañado por las caras
largas de sus hijastras y cuñada, así como el rostro muy serio de su esposa
Anabel. A su suegra no le podía ver la
cara, pues al estar sentada en la cabecera de la mesa, la veía de espaldas. Pero
no tardo en verla como retiraba la silla que estaba sentada hacia atrás y se
levantaba a mirarlo con una cara claramente de muy pocos amigos.
(Sra. Isabel) -. Qué horas son
estas de llegar? Te parece bonito tenernos a todas esperando para que llegue el
niño a comer!!! La comida se ha quedado fría y habrá que calentarla de nuevo!!!
.- Acercándose a él, le olió el aliento. -. Apestas a alcohol! Te voy a
enseñar a no hacerme esperar para comer desvergonzado!!!
Retirando su silla
hacia un lado justo delante de Pedro, sin que este se percatase de nada, se vio
ante las cuatro mujeres de la casa, con los pantalones bajados delante de su
suegra, colocándolo acto seguido sobre sus rodillas, todas las chicas se
llevaron sus manos a sus labios de la
sorpresa de ver unas a su padrastro y otra a su cuñado, como su esposa Anabel,
lo veían con los pantalones bajados y llevando puestas unas bragas de algodón
blancas con flores rojas de amapolas. En
ese momento no perdieron detalle como la Sra. Isabel dando un golpecito de la
puntera de su zapatilla de paño marrón, y como extraía el pie agachándose a
recoger la zapatilla del suelo. Así como
sorprendidas vieron que le bajaba las bragas a las rodillas, viéndole que el
culo ya lo tenía colorado de haber recibido una azotaina, aun teniendo los
dedos marcados de su abuela y madre en las nalgas de Pedro. La zapatilla caía
endiabladamente fuerte sobre el culo ya colorado de Pedro, que pronto comenzó a
sentir los efectos caloríficos de la azotaina en sus nalgas desnudas, aunque en
un primer momento se creía morir de la vergüenza que le hubieran visto llevar
las bragas de ropa interior, a los pocos minutos ya no le prestaba atención que
le estuvieran viendo como era castigado sobre las rodillas, con los pantalones
bajados y también sus bragas de algodón con dibujos llamativos de flores de
amapolas. Solamente sentía un intenso
ardor en sus nalgas que cada nuevo azote le hacían retorcerse de dolor, sobre
las rodillas de su suegra Isabel. La azotaina duro varios minutos hasta que no
pudiendo soportar más el dolor, se puso a llorar como un crio de doce años, en
ese momento dejo de azotarle el culo su suegra, ayudándole a incorporarse
poniéndose de pie, pero agarrándole de la oreja lo llevo al rincón del salón
junto al reloj de pared, dejándolo ahí castigado de cara a la pared, con las
manos sobre la cabeza. Le subió las bragas para que todas las chicas lo
pudieran ver bien con ellas puestas, y volviendo a la mesa…
(Sra. Isabel) -. Anabel!!!
Vuelve a recalentar la comida, mientras ese sinvergüenza de tu marido se queda
castigado de cara a la pared, te aseguro que va a aprender a respetarme!!!
Anabel sorprendida no
dejaba de mirar ensimismada a Pedro, por una parte le parecía graciosa la
estampa de verle cara a la pared, así como el haber visto como lloraba como un
mocoso recibiendo la azotaina con las zapatillas favoritas de su madre, cuando
tenía que castigarlas a ellas. A más, Anabel notaba el fondillo de sus
braguitas muy húmedas, sintiéndose por primera vez en la vida, con ganas de ser
castigada por su madre, siempre había tenido verdadero pánico a su madre cuando
la castigaba, pero ahora en cambio sentía como sus bragas se le seguían mojando
con solo mirar a Pedro, así estaba ensimismada que su madre le tuvo que dar dos
buenos azotes en el culo, para hacerla salir de aquel trance que la embargaba,
y volviendo al mundo real, al recoger el plato de Sonia su hermana, lo dejo
caer expresamente sobre ella, no tardando su madre en ir hacia ella y de la
mano la llevo a la silla, la atravesó sobre sus rodillas, subiéndole su falda,
y bajándole las bragas. la azotaina enseguida hizo a Anabel arrepentirse de
haber dejado caer el plato de Sonia, y pronto estaba llorando sobre las
rodillas de su madre. Luego con las
bragas bajadas la llevo junto a Pedro haciéndola colocarse a su lado, pero en
cambio a ella le dejo las braguitas bajadas y el culo colorado como un tomate
maduro, mientras la falda que llevaba blanca liviana, se la dejaba sujeta a la
pretina de su cintura, con el culo ardiendo junto a su marido Pedro.
Nota;
Que aficionado al spanking no
desearía vivir una experiencia así? Podemos ser spanker o spankee´s, pero estas
sensaciones a todos o casi todos nos gusta vivir en algún momento de nuestras
vidas. En la historia del spanking,
grandes spankers han vivido estas sensaciones, no hay más que ver como el
spanker más conocido como el gran y único… Ed Lee productor de Nu-west Leda,
tenía su fetiche de ser disciplinado con severas azotainas llevando puestas una
bragas, aunque su fetiche era más el clásico calzón de mujer de primeros de
siglo, tipo pantalón con volantes en las perneras y en la cintura con lacitos
de colores, recibiendo severas zurras con cepillo de madera, cinturón, y vara.
Así como también otro productor como: Dallas spank hard, al que también le
castigaban con cepillo y mano, en ambos casos se le ocultaba el rostro. Son varios los spankers que han sido
disciplinados, e incluso yo tuve que reconocerlo en cierta circunstancia de mi
vida, algo que me costó horrores el reconocer, pero esa espinita estaba clavada
en mí, y había que dejarla salir alguna vez…
* (En internet se pueden ver, son similares a
las de mujer, pero con el fondillo para albergar testículos.)