EL CASO DE LAS AMAPOLAS Capitulo
1
Thomas Miller redactor jefe del
periódico de la ciudad, leía en su despacho el periódico del día, donde se
destacaba uno nuevo caso de desaparición de una mujer de veinticinco años, en
la noticia se destacaba que ya eran diez las mujeres de edades comprendidas entre los veinte años y los
veintiocho años, las que en tres meses habían desaparecido, la policía no
avanzaba en los casos de las desapariciones, resultaba algo sospechoso y nada
común en ellos, por algún problema burocrático las denuncias de las
desapariciones eran desestimadas, como si alguien quisiera que no avanzaran las
pesquisas de investigación. El fiscal encargado de llevar la investigación,
dado el número de desapariciones, parecía no encontrar pruebas, por lo que
desestimaba toda investigación. Era demasiado raro y extraño que toda
información, toda prueba, fuera extraviada sin más explicación…
…En
la oficina se desarrollaba el trabajo como un día cualquiera, las empleadas ejercían
sus labores yendo y viniendo de un lado para otro, todas las empleadas no
estaban pendientes de nada que no fuera su trabajo, aunque tuvieran motivos
para mirar hacia sus compañeras. Pero cualquiera de los motivos que pudieran
darse, era algo habitual en la oficina, por lo tanto no prestaban atención
fuera de aquellas funciones ordinarias en un día normal de trabajo. En el vestíbulo acababa de entrar una señora
mayor, parecía perdida o que no sabía muy bien donde estaba, debería rondar los
sesenta años vestida de manera sencilla con una blusa blanca, falda negra lisa
por debajo de las rodillas, zapatos negros, con unas medias color beige o
color carne. Miraba en todas direcciones a ver si alguien aparecía para
atenderla, habían pasado algunas chicas por su lado, sin prestarle atención
alguna, vestían de manera muy peculiar o al menos para la señora así le
pareció, pues todas eran chicas y todas vestían igual, pero no le dio mayor
importancia, pues debía de ser el uniforme de trabajo, aunque sintiera cierto
rubor al mirarlas pues veía en ellas algo no habitual, sus uniformes eran
demasiado escandalosos a sus ojos. Aguardaba ser recibida por el jefe de la
agencia de detectives Miller S.A. Que
debía estar su oficina en el edificio. Una chica joven de unos veinticinco años
salía de un despacho, vistiendo el mismo uniforme que las demás chicas, iba
vestida con una falda corta ondulada de color gris perla, y una blusa azul
turquesa, medias blancas transparentes por debajo de la rodilla y zapatos
modelo Merceditas sin tacón, en la blusa llevaba una tarjeta identificativa con
el nombre de la muchacha, al verla esperando en la entrada la chica se dirigió
hacia ella para atenderla. Al acercarse
a la señora, esta pudo ver que la chica se llamaba Helen Smith.
(Helen Smith) -. Espera a
alguien señora? O desea algo.
(Señora) -. Estoy citada con un
tal, Sr. Clark Miller. La agencia de detectives Miller S.A. debe estar en el edificio
según me han indicado en recepción. Es mi primera vez y no sé a dónde debo
dirigirme.
(Helen Smith) -. Esta usted en
la agencia señora, Acompáñeme si me hace el favor de seguirme…? La llevare a la sala de espera, enseguida la
atenderá el Sr. Miller.
(Sra. Henderson) -. Mi nombre
es, Maggie Henderson.
(Helen Smith) -. Sra.
Henderson si hace el favor de seguirme.
La señora Henderson
avanzo tras la muchacha, viendo que la joven caminaba con cierta dificultad, así
como se llevaba la mano derecha al trasero de su falda, pero que trataba de
ocultar algo a la señora. Entonces fue
cuando su mirada se centró, en mirarle los
muslos, pues prácticamente al caminar se
le veían las bragas blancas a la
muchacha, a pesar de que intentaba cubrirse sujetando el dobladillo de su falda
con su mano derecha, algo que hizo a la señora llamarle su atención, fijándose
más atentamente en el trasero de su falda corta ondulada de color gris perla, a
pesar de llevar su mano derecha sujetando el dobladillo de su corta falda, en
sus andares le era imposible ocultar lo que la escasez de su falda no podía
cubrirle, lo que bajo el dobladillo dejaba
entrever claramente la parte baja de sus braguitas blancas, y que en los bordes
del elástico de sus perneras, destacaban las nalgas de la chica bastante coloradas.
Después de pasar por un pasillo, llegaron
a una pequeña sala de espera. La chica se giro hacia la señora, esta pudo ver
que a la chica se ruborizaban sus mejillas.
(Helen Smith) -. Espere aquí
señora, enseguida la atenderá el Sr. Miller.
La chica se dio la
vuelta, al hacerlo sin la sujeción de su mano derecha, el dobladillo de la
falda se levantó por la brisa más de lo debido, mostrando la mitad de su
trasero cubierto por unas braguitas
blancas de algodón con unos dibujos de ramilletes de flores verdes. La señora
quedo intrigada por lo que acababa de ver, aunque las chicas jóvenes solían
vestir a la moda, y las minifaldas estaban comenzando a ser habituales en la
época, pero el ser tan cortas que fueran mostrando la ropa interior era
descarado para ella.
La señora se encontraba algo incomodada por
la coquetería del personal femenino, y empezaba a tener ganas de salir de aquel
lugar cuanto antes. Cuando vio aparecer a otra joven, vestía de igual forma que
la anterior chica que la atendiera hacia unos breves minutos. También llevaba
en el pecho izquierdo una etiqueta identificativa con el nombre.
(Marie Nelson) -. Señora
Henderson? -. La señora movió la cabeza en sentido afirmativo.-. Hace el favor de seguirme, gracias.
La chica espero que la
señora estuviera a su lado, y abriendo de nuevo la puerta por la que había
aparecido, la mantuvo abierta hasta que la señora paso a su lado. Luego
colocándose delante de ella, andando a buen paso caminaba por un largo pasillo.
La llamada Marie Nelson, caminaba con cierta gracia en el contoneo de sus
caderas, por lo visto a esta otra chica no le producía ningún rubor el andar
mostrando sus braguitas bajo su corta falda ondulada gris perla, la señora pudo
ver claramente que llevaba la joven unas braguitas de algodón amarillas, pero
esta llevaba las nalgas asomando sobre el borde de las perneras de sus
braguitas, dejando entrever unas nalgas blanquitas en el tono de su piel. La
señora se la podía ver nerviosa y contrariada por aquella desfachatez de las
chicas en su forma de vestir, demasiado descaradas para ella. En cuanto
estuviera con el señor Miller iba a decirle cuatro palabras al respecto… Llegaron al final del pasillo, la chica abrió
una puerta entrando por ella, unos segundos después volvía a salir…
(Marie Nelson) -. Puede usted
entrar… el Sr. Miller la espera en su despacho!
La señora entro por la
puerta, una vez entro la señora, la
joven la cerró a su vez la puerta quedándose dentro de pie al lado de la puerta.
Un hombre de unos setenta años poniéndose en pie bordeando su mesa de despacho,
salió al encuentro de la señora.
(Clark Miller) -. Buenos días,
debe ser usted la señora Maggie Henderson, verdad? La estaba esperando… Acompáñeme
y siéntese, así hablaremos más cómodamente sobre el caso que la trae a esta
agencia.
Thomas Miller le indico la silla a la que
acomodarse sujetando la silla por el respaldo, luego el, volvió sobre sus pasos
bordeando su mesa y sentándose en su sillón.
(Clark Miller) -. Usted dirá
señora, aún no he podido estudiar su caso, a primera hora he tenido que
encargarme de un serio caso de indisciplina por una de mis secretarias, la cual
creo que habrá conocido, ruego disculpe si se ha visto usted algo indispuesta
al ver cómo nos ocupamos en esta empresa de las faltas de nuestras empleadas.
La disciplina es algo importante para esta empresa, y como tal, nos ocupamos
asegurándonos que no vuelva a suceder. De haber realizado su trabajo como
debía, yo habría tenido el expediente de usted sobre mi mesa y lo habría leído
poniéndome en antecedentes, algo que ahora nos evitaría pérdida de tiempo
innecesario.
(Sra. Henderson) -. Debo
reconocer que el vestuario me ha resultado indecoroso, pero como usted, pienso
que las faltas de disciplina deben ser corregidas en el momento, y aunque me ha
extrañado en extremo, y me ha molestado, imagino que tendrá una explicación de
ese descaro de uniformes.
(Clark Miller) -. No puedo refutar su opinión sobre el
vestuario escandaloso, porque lo es. Pero a pesar de ello, y que usted tiene
toda la razón. El vestuario de las empleadas es el adecuado cuando se requiere
disciplina. No únicamente son cómodos a la hora de aplicar correctivos, también
les recuerda en todo momento que corren el riesgo de ser disciplinadas, lo que
hace que sean mucho más eficientes en sus trabajos, pues saben lo que les
deparará si no es así.
(Sra. Henderson) -. En mi
familia Sr. Miller durante años se ha disciplinado a las mujeres, y hemos sido disciplinadas pero nunca hemos ido
medio desnudas. Aunque para disciplinarnos se nos pusiera el trasero al aire
para hacerlo, no es que nos parezca lógica esa manera de actuar cuando se
comete un error, pero está visto que las mujeres británicas tenemos que pasar
por esa vieja e anticuada costumbre anglo sajona. Pero ese no es el tema que me
ha traído a su oficina, imagino que aunque no haya leído el expediente
informativo, si tendrá datos facilitados por su hermano Thomas. Verdad?
Clark Miller estaba
cambiando su semblante afectivo por momentos, la señora Henderson le estaba
comenzando a resultar molesta, le estaba dando lecciones de moralidad y eso no
le gustaba nada, era un hombre de carácter arrogante y varonil como todo buen
inglés, y que le estuvieran soltando un sermón en su propia oficina no le
estaba gustando nada. En el fondo de la oficina permanecía inmóvil de pie su
secretaria personal, la cual poniéndose la mano derecha cerrada con el puño
para no ser vista, trataba de no reírse de las protestas de la Sra. Henderson.
Pero su jefe la había visto y ese era el principal motivo de que estuviera
perdiendo su británica buena educación, perdiendo la paciencia, ya que la Sra.
Henderson continuaba en sus trece. En el hombre se apreciaba que iba a estallar
en cualquier momento, aquello era intolerable.
(Clark Miller) -. Sra.
Henderson!!! Usted está aquí para exponerme un caso de desaparición, no está
aquí para decirme como debo hacer vestirse a mis secretarias y resto del
personal femenino…!!! Y mucho menos, para exponer su manera de opinar sobre la
disciplina británica o anglo sajona, ha entendido? Por su manera de hablarme en
mi propia oficina, es algo que su familia no creo que le hayan enseñado esa educación,
más bien habrá recibido múltiples azotainas en su vida privada, por su
arrogancia y atrevimiento por esa desfachatez impropia de una dama británica.
Sra. Henderson!!! Su atrevimiento hacia mi persona es inapropiado, y no estoy
dispuesto a tolerárselo, por lo tanto debería disciplinarla aquí y ahora!!!
Usted!!! Vaya pensándose si desea mis servicios, porque para que me encargue de
su caso exijo una compensación que satisfaga mi honor puesto por usted en duda.
Sabe Sra. Henderson que ha conseguido? Que tenga que disciplinar a mi
secretaria personal Marie, sabe lo que significa usted? Es una gran chica y muy
eficiente en su trabajo, rara es la vez que debo colocarla sobre mis rodillas y
darle una azotaina en el trasero, hasta dejárselo colorado como las aristas
coloradas de nuestra bandera, pero las palabras subidas de tono que usted ha
pronunciado en este despacho, ha hecho que la pequeña Marie me pierda el
respeto y se haya reído de sus improperios que me ha referido con su habladuría
engreída. -. Marie al escuchar su nombre se puso seria en el acto, su
cuerpo se estremecía temblando como gelatina, el saber que iba a ser castigada
la provoco una preocupación y temor por las consecuencias, era verdad que se
había reído de su jefe, aunque había intentado disimular y no ser vista, pero
el atrevimiento de la señora Henderson no era para menos, nadie conociendo al
Sr. Clark se habría atrevido a hablarle de esa forma, y mucho menos en su
oficina. Marie se encontraba desconcertada, era la primera vez que le faltaba
al respeto a su jefe, temía que pudiera reparar tal falta. -. Ahora Marie ven aquí!!!
Estará usted contenta… Ve usted a lo que me obliga hacer, ahora me veo
obligado a disciplinar a mi secretaria por su culpa señora!!!
Marie acatando las
órdenes de su jefe el Sr. Clark Miller se acercó caminando lentamente, estaba
contrariada consigo misma, no comprendía como había podido ocurrirle a ella.
Tenía la formación adecuada para hacer el trabajo de secretaria personal, se
había formado en una academia privada, donde lo primero que le enseñaban era a
no interferir escuchara lo que escuchara, por lo tanto ella debía de haber
hecho caso omiso a las palabras de la Sra. Henderson, y sobre todo no haberse
comportado de esa manera descortés. Unos años atrás al conocer que puesto iba a
ocupar en la empresa, se le advirtió como a cualquier empleada que era una
empresa británica con costumbres ancestrales, y que corrían el riesgo de ser
disciplinadas mediante castigos corporales, por ese motivo es por lo que acudió
a una academia privada pagada por la empresa, debía aprender sobre todo a
comportarse cuando hubiera una visita, y aunque esta contara un chiste gracioso,
no debía interactuar de manera alguna, a no ser que alguien tanto la visita o
su jefe la instaran a participar, de lo contrario, debía comportarse como si
fuera un simple adorno u objeto, cuando su jefe o para quien fuera a atender,
como secretaria personal no debía destacar su presencia, ni hacer interpretación alguna o simplemente, no
mostrarse afectada de lo que pudiera escuchar, en otros términos debía no
interferir de ninguna manera, y estaba muy claro, que no solo había
interferido, si no, que además se había burlado de su jefe perdiendo la
compostura al reírse, algo que le podía costar incluso el puesto y ser
despedida. Marie siendo claramente conocedora de su falta, se acercaba nerviosa
y temblorosa, no deseaba dar muestra alguna de estar claramente afectada, pero
sabiendo que la iban a dar una buena azotaina, por su indiscreción no pudo
evitar llevarse una de sus manos al trasero y tallarse la falda con suavidad
disimuladamente, aunque no logro que la señora Henderson, no advirtiera esa
acción, con una sonrisa dibujada en sus labios, mientras aterrada miraba a su
jefe como se levantaba de su sillón e se dirigía a una silla del siglo XVIII de
madera de nogal, con respaldo con adornos de la época trazando curvas
engalanadas que hacían imposible de admirar su belleza, pero su jefe el Sr.
Miller la tenía en su despacho para otros fines, dada su altura poco
convencional al ser más alta en sus patas, y un respaldo alargado y muy
destacado por sus medidas fuera de lo común, pues una persona puesta de pie al
lado, el respaldo resaltaba en altura siendo más alta que una persona que pudiera
medir el metro setenta, ya que la altura de dicho respaldo alcanzaba el metro
ochenta de altura.
Clark Miller se sentó en dicha silla, era
de complexión fuerte, su estatura de un metro noventa y cinco, al sentarse en
la silla, dada su corpulencia quedaba mermada, destacando claramente la silla
por el alto respaldo. Marie se acercó a él, al estar a su lado la muchacha
estaba aterrada aún mucho más, dada la altura de la silla y el corpulento
cuerpo del Sr. Clark, al estar ante tal silla con semejante altura, el regazo
de su jefe quedaba a la altura de su pecho, y en breve debería estar boca abajo
sobre sus rodillas, pero para ella, le resultaría difícil ponerse por sus
medios, tendría que auparla su jefe levantándola de la cintura. La silla era muy
acorde a la altura del Sr. Clark, él al sentarse no tuvo que hacer más que
acomodarse.
Marie con apenas su metro sesenta y cinco,
con un peso que apenas llegaría a los cuarenta y ocho kilos, era delgada, puede
que unos kilitos de mas no estarían mal, se veía así misma más pequeña de lo
que era en realidad, le daba verdadero pavor estar al costado derecho de su
jefe, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse de su comportamiento. No
iba a ser su primera azotaina, ya había tenido otras situaciones en que se
había visto ante esa enorme silla, pero algo en su interior le decía que esta
ocasión no iba a ser igual, solamente era un presentimiento que tenía ella. Pero
dada la situación delicada que se encontraba, cualquier chica en su lugar
tendría esos mismos pesares.
(Clark Miller) -. Señora
Henderson!!! Quiere hacer el favor de levantarse de ese cómodo sillón y venir
ante mi presencia, colóquese aquí delante a unos metros para no perder detalle
alguno de lo que ha provocado usted, sepa que esta muchacha es una secretaria
muy eficiente, pero ha cometido una serie de errores indignos de su puesto,
pero nada que no tenga solución con una buena azotaina en el CULO!!! .- El
Sr. Clark enfatizo las silabas CU-LO, las cuales hicieron sus efectos deseados,
al mencionarlas después de “azotaina”. La señora Henderson se levantó del
cómodo sillón y girándose hacia el lugar de la estancia amplia del despacho, la
impresiono al ver la estampa del Sr.
Clark, se quedó perpleja, viéndolo sentado y como su secretaria aparentaba no
tener más de doce años al permanecer a su costado derecho, por lo pequeña que
se la veía. La falda ondulada gris perla, como la blusa azul turquesa, y
aquellas medias blancas por debajo de la rodilla, hacía que viera a la joven
secretaria, como una colegiala a punto de recibir unos azotes por su profesor.
Su rostro cambio de color carne a un tenue color rojizo, claramente se sintió
avergonzada de lo que había provocado y se apiadaba de la joven. -. Marie Nelson! Tu conducta es totalmente intolerable
en una secretaria que ocupa tu posición,
tu negligencia de comportamiento resulta algo preocupante, cuando has
sido adiestrada e instruida en la mejor
academia de protocolo al más alto nivel. Pero todo en esta vida tiene la
corrección adecuada, y eso justamente es lo que sigue a continuación, tu
corrección!!!
El Sr. Clark Miller ya
no continuo hablando, mirando a la Sra. Henderson con la vista fija en ella,
vio como la señora intimidada por su mirada bajo la cabeza mirando al suelo.
Entonces desvió la mirada hacia Marie, la chica sabía que había llegado el
momento. Así fue, posando el Sr. Clark sus enormes manos en la cintura de la
secretaria, a la cual levanto como si fuera una ligera pluma, colocándola sobre
sus rodillas boca abajo. Volviendo a dirigir su firme mirada a la Sra.
Henderson, le levanto la corta falda ondulada gris perla a Marie, e
introduciendo sus dedos por la cinturilla de las braguitas amarillas que
llevaba puestas su secretaria, se las bajo lentamente hasta casi a las rodillas.
Las manos de la muchacha se asieron a las patas de la silla, ya que quedaban a
pocos centímetros del suelo sin llegar a tocarlo, mientras sus piernas las
mantenía semi flexionadas, sus rodillas permanecían a unos veinte centímetros
de suelo, aunque se removía sobre las rodillas del Sr. Clark, su jefe, no
lograba su propósito de sentirse acomodada y poder tocar el suelo con sus pies,
se sentía como una chiquilla a punto de recibir una azotaina en su trasero
desnudo. Y así fue como sucedió, en breve los primeros azotes comenzaron a
resonar en el silencio del despacho, y aunque Marie intento en un primer
momento levantarse del regazo, la fuerte mano izquierda de su jefe posada sobre
su cintura donde acababa la espalda e iniciaba su trasero la mantuvo firmemente
sujeta. Los azotes fuertes y sonoros resonaban una y otra vez, su pequeño
trasero saltaba a cada azote que
recibía, lo que hacía costarle en el instante que sus pulmones cogían aire, al
tiempo que de su garganta surgían “aiyes” lastimeros de dolor. Llevaría como
una treintena de buenos azotes en su trasero desnudo, sentía como sus rodillas
había algo que las atenazaba, que imposibilitaba poder moverlas con libertad,
sus pequeñas bragas amarillas de algodón apenas le permitían separar sus
rodillas o abrir sus muslos, el único movimiento que tenía la libertad de
moverse eran sus pantorrillas, así como sus pies. Así que intentando mover a la
desesperada sus rodillas, separándolas
lo mínimo que el elástico de las perneras de sus braguitas, daban de sí mismas
que eran bien poco, lo justo y limitado que el fondillo de sus bragas daba de sí
mismo, mientras las perneras si se abrían algo más. El trasero le ardía de tal
manera, que sentía que en cualquier momento podían brotar llamas de él, hasta
tal punto o extremo que la hacía forcejear, intentando mover o menear sus
caderas, un esfuerzo que resultaba infructuoso. La cabeza parte del cuerpo que tenía libre, la
giraba de un lado, a otro descontrolada por el ardor y dolor que sentía en el
culo, haciendo que su hermosa cabellera rubia se balanceara en el aire, de
manera que según para que lado la movía, su rostro era cubierto por la melena
rubia. La azotaina se prolongó por varios minutos, para Marie le parecieron
horas que su culo ardiente y abrasador no cesaba de arder ni un momento, pero
en cambio no fueron horas, en realidad fueron unos treinta largos minutos de duración
de la azotaina. Ella no se lo podía ver
como es natural, pero para la señora Henderson sí que podía observar como el
trasero de la chica fue pasando del blanco, cuando las bragas amarillas le
fueron bajadas, y como la chica protestaba a medida que arreciaban los azotes y
el calor de la azotaina, y como las pequeñas nalgas redondeadas y de preciosa
redondez, iban cambiando de tono del blanco al rosado, para unos minutos
después, pasar del rosado al rojo, y luego del rojo, al rojo brillante. Vio
como la chica se desgañitaba gritando de lo muchísimo que le debía de doler el
culo, la manera de llorar descontrolada, la forma que se removía sobre las
rodillas de su jefe, y como las piernas pataleaban en el aire lo poco que le
era permitido por la presión que ejercían sus propias braguitas amarillas en su
rodillas. Así como cuando liberada una
vez acabo la dura azotaina y depositada en el suelo, pudo ver la cariñosa
imagen del Sr. Clark que tenía a la joven entre sus piernas, y se abrazaba a él
como si fuera su padre, aunque simplemente era una clara acción de afecto, ya
que después de la terrible azotaina que acababa de recibir, la muchacha
necesitaba consuelo, y el Sr. Clark no se lo negó, durante varios minutos se
mantuvo la secretaria llorando sobre el pecho de su jefe.
La Sra. Henderson sonreía al ver la escena
de afecto, Marie en pie entre las rodillas de su jefe, la falda color gris
perla arrugada aun permanecía sobre la cintura, el culo completamente colorado
de la muchacha, mientras su mano derecha se posaba en su ardiente trasero, las
bragas amarillas de algodón bajadas a la altura de sus rodillas, su mano
izquierda abrazada al hombro del hombre que la acababa de mondar el culo
poniéndoselo bien colorado, mientras el Sr. Clark la abrazaba afectuosamente
acariciándole la espalda con la mano izquierda y la derecha acariciando la
nalga izquierda de la joven, que se dejaba mimar y acariciar el culo dolorido.
Era un bonito cuadro para la visión de la Sra. Henderson que se sintió
conmovida.
Pasados unos minutos Marie se fue
recuperando, y se separó ella misma del
afectuoso abrazo, dolorida y aun sollozando se inclinó lo mínimo posible
para subirse las bragas, ajustándoselas a la cintura y bajándose la falda
arreglándola dentro de lo poco que se podía arreglar, pues lógicamente estaba
arrugada.
(Clark Miller) -. Bien Marie…
Puedes retirarte al servicio para adecentarte, luego vuelve al despacho.
Con pasos cortos y
pausados por el dolor e intenso ardor que procedía de su trasero, ya que sentía
un picor intenso en él, era incapaz de dar pasos más largos, se retiró Marie con una mano secándose las lágrimas,
y con la otra sobándose el trasero dolorido por la azotaina recibida, ni siendo
una niña, recordaba una azotaina tan amarga y dolorosa para ella. Cuando
desapareció tras cruzar la puerta…
(Clark Miller) -. Bueno…Bueno… Sra. Henderson ha llegado el
momento de la verdad, desea realmente que lleve su caso?
La Sra. Henderson había
captado el mensaje del Sr. Clark. Por un lado deseaba que llevara el caso su
agencia de detectives, pues era la mejor de la ciudad y de más renombre. Pero
recordaba la amenaza velada si deseaba que llevase su caso, debía mostrarse más
amable y rendirse a las exigencias. Y estas habían sido muy claras…
(Sra. Henderson) -. Si! Deseo
que usted y su agencia se encarguen de llevar mi caso, pero no pienso
tolerarle…
El Sr. Clark la corto en la retahíla de
palabras que iniciaba la Sra. Henderson…
(Clark Miller) -. Si desea que
lleve su caso… Lo que necesita esta en aquella especie de caja de puros
habanos, ábrala y tráigame lo que hay dentro, luego quítese la falda y venga
aquí… Ha comprendido?
La Sra. Henderson se quedó sin palabras,
para nada le hacia ninguna ilusión recibir una azotaina a sus sesenta años,
pero después de rogarle a su ex-marido que intercediera por ella, pagando la
investigación de su hija, una hija fruto de su pareja actual y no de él, algo
que no le había perdonado a pesar de los años que habían trascendido, la
agencia Miller fue la que descubrió que tenía un amante ella, y le pidió el divorcio por ese motivo, por
infidelidad. Ahora veintiséis años después, volvía a ver al detective que la
investigo y que le arruino su vida. Quizás él no la recordase, la verdad que
habían cambiado ambos, por aquellos entonces ella tenía la edad de treinta años
más o menos y el Sr. Miller estaría entre los cuarenta años, ella entonces su
apellido de casada era Wilson, Maggie Wilson. Viendo que ella meditaba que
hacer… El Sr. Clark la saco de su pesadumbre…
(Clark Miller) -. Sra.
Henderson! No piense usted que no la he reconocido al verla, me ha contrariado
que no llevara el apellido del hombre con el cual fue investigada por esta
agencia, creo que yo mismo si no recuerdo mal, lleve su caso. Cuando mi hermano
me llamo la semana pasada para que me encargase de este caso, y que me ocupara
yo mismo en llevar la investigación, algo que es obvio hará uno de mis mejores
agentes, porque yo ya estoy retirado de realizar esos trabajos de campo. Me
hablo de uno de sus inversores, el que le había pedido que intercediera en este
caso y que era algo imprescindible llevar con discreción, dado que la policía
podría estar implicada, por la desaparición de pruebas, algo que la verdad
complica bastante la investigación. Aún recuerdo sus improperios e insultos a
esta agencia, al asistir al juicio exponiendo las pruebas de un claro caso de
adulterio. Pero que conste que no se lo tengo en cuenta, eso son gajes del
oficio, en mi época de investigador privado, me llamaron cosas peores. Por lo
tanto señora!!! Lo que va a suceder en este despacho, aquí y ahora, es por lo
que acaba de hacer y lo que es peor, por su culpa he tenido que aplicar un
severo correctivo a mi secretaria, si se pregunta si soy un animal por ser tan
estricto, y que me he sobrepasado acariciándola, sepa señora que esa joven es
mi hija, lo que sucede es que las juventudes de hoy día, es que son orgullosas
y quieren llegar a sus expectativas de futuro por ellas mismas, algo que es muy
de admirar que no pretenda subir por el apellido de quien es su padre, si no
por méritos propios algo que hace que me sienta muy orgulloso de ella, pero no por
ello, le voy a consentir privilegios si comete una falta, es castigada al igual
que el resto de mis empleadas. Por ello usa el apellido de mi esposa de
soltera, Nelson.
Ante tal declaración vio en él, que no era
tan mala persona como se había pensado en un primer momento, y que lo había
juzgado sin conocer sus motivos. Así que
procedió a obedecer, fue hacia la mesa y abrió la caja de madera alargada, era
muy similar a una caja de puros, pero al abrirla y ver su contenido se quedó
perpleja. En su interior había un feo cepillo de madera de baño, lo extrajo
temblándole la mano, de hecho le temblaba todo su cuerpo como un flan. Dándose
la vuelta camino hacia el Sr. Clark que la esperaba aun sin levantarse de
aquella silla, al llegar a su lado pudo imaginar cómo debía haberse sentido la
muchacha, la verdad que imponía muchísimo verlo sentado. Le entrego el cepillo
que el agarro con firmeza con su mano derecha, bajándolo a continuación
sosteniéndolo por el mango, estirando el brazo hacia abajo, quedando su brazo
en perpendicular al respaldo de la silla
en modo de espera para colocarla sobre sus rodillas, pero antes debía quitarse
la falda.
Colocando sus dedos en el broche que
llevaba a su derecha, desabrocho el mismo y haciendo descender la cremallera,
la falda negra quedo suelta, por lo que procedió a bajársela y sacando primero
el pie derecho, luego el izquierdo se quedó de cintura para abajo solamente en
bragas y medias. Llevaba unas bragas
blancas de encaje de talle alto, clásicas en mujeres de su edad, aunque la
señora pudo ver que la tal Marie, e hija como acababa de descubrir, las bragas
eran también de talle alto justo por debajo del ombligo, similares a las que
ella llevaba puestas, pero las suyas no eran de algodón, si no de encaje de nylon.
Con la falda en sus manos, miro en derredor suyo donde poder dejarla, al no
haber donde cerca, se encamino hacia el sillón dejando la falda sobre el
respaldo. Se giró y se dirigió de nuevo hacia el Sr. Clark, mientras caminaba
hacia él, se llevó ambas manos a su trasero introduciendo los dedos índice y
anular de cada mano, entre el elástico de las perneras de sus bragas, haciendo
bajar los dedos a la forma circular de dichas perneras y luego en sentido
inverso ajustándose bien las perneras y estirando bien las bragas, luego hizo
lo propio sobre la cintura de las bragas subiéndoselas al máximo de sí mismas,
para acabar pasándose las palmas de sus manos por encima de las bragas
tallándose el trasero a modo de caricia.
El Sr. Clark cuando la tuvo a su costado
derecho, la acomodo sobre sus rodillas boca abajo, y nada más tenerla
firmemente sujeta por la cintura con la mano izquierda, la derecha fue alzada,
dejándola caer con fuerza sobre su trasero revestido únicamente por las bragas
blancas de nylon. La azotaina fue rápida y consecuente, por ser una mujer de
sesenta años no mostro ninguna piedad con ella, y cada azote era más fuerte que
el anterior, o eso le parecía a ella. Pero en realidad los azotes del cepillo
eran inflexibles e igual de intensos uno que otro. Pero para ella no le parecía
para nada así. Pues cada nuevo azote en su trasero le parecía que era más duro,
no tardó mucho en comenzar a patalear con sus piernas, abriéndolas y
cerrándolas todo lo que estas le permitían, sus caderas se removían e incluso
trataba de levantarlas, pero se encontraba firmemente sujeta, lo cual le
impedía menear el culo que cada vez lo tenía más y más ardiente, en realidad le
abrasaba todo el culo de manera que ya no podía soportar más, pero trataba a
pesar del intenso dolor, mantenerse serena y aguantar la severa azotaina. Pero
llego un momento que ya fue demasiado para ella, cuando sintió que los dedos de
las manos del Sr. Clark se introducían por la cinturilla de sus bragas, y que
se disponía a bajárselas, algo que trato de impedir con sus manos que lo
hiciera, pero no lo logro y sus bragas acabaron por debajo de sus rodillas. Eso
fue demasiado para ella, ahora su vergüenza era tal, que no pudo mantener su
serenidad para no ponerse a llorar, a pesar de lo muchísimo que le dolía el
culo, pero ahora los azotes sobre su piel directamente no es que dolieran más,
pues las bragas nada podían menguar el dolor o hacer de protección, pero si cubrían su pudor, tenía la noción de
que le había bajado las bragas y continuado la azotaina sobre el culo desnudo.
La vergüenza de saber que tenía el culo al aire y que la estaba viendo desnuda,
fue más fuerte para ella, era como una barrera que mantenía su orgullo al
mantener las bragas puestas, en cambio ahora a pesar del horrible dolor en el
trasero, el tener las bragas bajadas hizo que la barrera invisible que existía desapareciera, por lo que no
pudiendo aguantar más el terrible ardor debido a la azotaina que estaba
recibiendo, ya no pudo mantener la serenidad
y la vergüenza de saber que tenía el culo desnudo a sus sesenta años fue
lo que sobrepaso la barrera, esa vergüenza fue mucho mayor, no pudiendo evitar
el ponerse a llorar de lo que dolía el dichoso cepillo. El culo de la Sra.
Henderson no es que fuera grande o carnoso, para su edad aún estaba de buen
ver, pues era una mujer que claramente se mantenía sana haciendo deporte. Cuando ceso la azotaina, al no sentir la
presión en su cintura sujetándola, se levantó del regazo como pudo, poniéndose
de pie, lo primero que hizo fue subirse las bragas, luego fue hacia el sillón
en el cual había estado sentada y arrodillándose en el suelo, se echó sobre el
asiento del sillón a llorar, tenía el culo ardiéndole en llamas. Así pasaron
varios minutos, hasta que en un momento dado dejo de llorar. Levantándose y
poniéndose en pie, se sobaba el trasero con fricción debido al intenso picor
que sentía en él, así como un ardor que le abrasaba, como si se hubiera sentado
en unas brasas al rojo vivo. Pero ahora ya más tranquila, lo que más le
acuciaba era ponerse la falda de nuevo, no deseaba estar por más tiempo
mostrando sus bragas y el culo completamente colorado y con marcas moradas en
él. Recogiendo la falda del respaldo del sillón, el trasero le dolía demasiado,
pero le molestaba más en su pudor el estar desnuda en bragas. Con gran
dificultad logro ponerse la falda, dificultad porque el tener que agacharse
para pasar sus pies y subirse la falda, ello acentuaba el dolor en el culo
acentuándose más. En cuanto se vio con la falda puesta, su entereza volvió a
ella, en pocos minutos más había dejado de llorar, aunque seguía ardiéndole el
trasero.
El Sr. Clark la sostuvo del brazo y la
condujo a un servicio que había dentro del despacho, para que se aseara y
arreglase el maquillaje que se le había corrido todo por sus mejillas, de
llorar. Minutos después salía del
servicio como si nada hubiera ocurrido, Marie la secretaria había vuelto. La
Sra. Henderson se acercó al sillón y para asombro del Sr. Clark tomo asiento en
el sillón, aunque unas muecas en su rostro al sentarse demostraban lo que le
debía de doler el culo, pero el orgullo ante una chica que podría ser su hija,
era mucho mayor, por lo que a pesar de lo que le dolía el trasero, tomo asiento
en el sillón.
(Clark Miller) -. Bien señora,
mientras ha permanecido en el servicio he podido leer por encima su caso, muy
gustosamente nos encargaremos de él, sepa usted que será difícil y ardua su
investigación, no será nada fácil para mi agente ocuparse de él, pero haremos
todo lo posible por aclarar esta delicada situación. Marie! Puedes hacer el
favor de traerme un café, gracias… .- Para Marie no resulto sorpresivo el
enviarla a por café, sabía que eso lo hacía cuando pretendía quedarse a solas
con un cliente, de hecho espero su jefe a que saliera del despacho antes de
seguir hablando. -. Ahora que estamos a
solas podemos hablar del caso. Veo según el expediente que son diez chicas las
desaparecidas, y que por alguna causa que no sabemos, el Fiscal general del
estado, no hace nada por que se avance en la investigación, ya que las pruebas
desaparecen antes de que lleguen a sus manos. Según ha hecho público en sus
declaraciones, esto es algo completamente anormal, no tiene lógica alguna para
que se sostenga va a ser complicado, muy complicado… Por alguna razón que
desconocemos, alguien pretende que las investigaciones no vayan más allá. Eso
nos deja poco margen para poder investigar, le aconsejo Sra. Henderson que no
hable de esto con nadie, ni siquiera en privado, pues alguien se está tomando
muchas molestias para que no sepa o conozca lo que ocurre, y está claro que
para ello, quien está obstaculizando todo debe ser alguien importante, lo que
nos lleva a que habría el riesgo de que si descubren que alguien está
realizando una investigación, podrían haber más desapariciones… empezaremos con
investigar a esas chicas desaparecidas y ver qué es lo que tienen en común, si
es que hay algo en común. Pues son como amapolas en el prado, que crecen
separadas o en grupos, pero es necesario esclarecer esa vinculación de haberla.
Toda investigación se le da un nombre clave, con respecto al cliente, o
clienta. Por lo tanto cuando nos pongamos en contacto con usted para tenerla
informada, nos referiremos como “Las amapolas” así usted sabrá que debemos
ponernos en contacto para darle información de nuestros avances, que mientras
no hayan cambios, le daremos el lugar donde encontrarnos, yo seré su contacto,
por lo tanto no hable con nadie más que no sea yo, si alguien se pusiera en
contacto con usted, debido a las circunstancias de los hechos, no podemos
confiar en nadie, ha entendido? Nuestro próximo encuentro teniendo en cuenta
que ya sabrán que alguien está investigando, porque cuando hay peces grandes en
la pecera, estos lo saben todo, gracias a los peces pequeños. Por lo tanto no
correremos ningún riesgo, nuestro encuentro será justamente en una semana, en
el café de la calle catorce, lo conoce? Bien pues en él nos veremos, ahora
puede marcharse. Para decirle la hora del encuentro, recibirá una llamada mía,
recuerde nadie más podrá ponerse en contacto con usted, que no sea yo. La hora
será en clave, “Amapolas 15” querrá decir que quedaremos a las quince horas en
el café referido, puede irse, la mantendré informada, el día de la cita
siguiente le informare en nuestro próximo encuentro, por discreción siempre
cambiaremos de lugar, el cual solamente conocerá usted. Si alguien descubre el
lugar de encuentro, será porque usted no ha sido discreta y se lo habrá contado
a alguien, si fuéramos descubiertos, no volverá a tener noticias mías, dado el
peligro que con lleva esta investigación. Hemos terminado, puede marcharse…
(Continuara…)