EL ABUELO MATERNO Capitulo 11
Sonia no podía dejar de pensar en cómo
se la había jugado a ella y su prima la pequeña María. Como se la había podido
jugar de aquella mala manera…? Era un verdadero diablillo la pequeña, pero ya
no era tan niña, era toda una jovencita de casi veinte años, no era lógico
aquel comportamiento. Pero sobre todo lo que más le molestaba de todo, es que
ella, podía moverse por la casa como si tal cosa. En cambio tanto ella y su
prima, tenían que esperar por las mañanas a que subiera su tía y madre de
Susana a cambiarles el pañal. O peor aún, que ella estuviera ocupada y subiera
su tío. Aquello sí que la avergonzaba de verdad, aunque fuera como un padre
para ella, no dejaba de estar a punto de cumplir los treinta y tres años, y
tener que pasar por aquella vergüenza era superior a ella. No dejaba de ser un
hombre maduro, el cual la dejaba sobre la cama echada desnuda después de
sacarle el pañal mojado de orina de la noche, así como volver momentos después
y llevarla desnuda al baño para asearla, teniendo que sentir como le pasaba la
esponja con jabón y pasársela por sus zonas intimas, así como tener que ver
como después la hacía poner de pie en la bañera y aclararle el jabón. Por si
fuera poco, luego se tenía que dejar secar con la toalla… Pero la primera
semana fue mucho peor, pues según su tío o su tía, no podían entender que tanto
su hija o su sobrina, la cual era como su propia hija, hubieran sido capaces de
hacerle algo tan descabellado a la pequeña María. Y abandonarla de aquella
forma tan ruin, por lo tanto, la primera semana tenían que ir por la casa con
el pañal puesto a todas horas, no dejándoles utilizar el servicio ni para aguas
mayores, pasando por aquella vergüenza de tener que hacer sus necesidades.
Aquello si fue para ellas ir demasiado lejos, y siempre que se cruzaban con la
pequeña, le daba la espalda. Pero tenían que ir con cuidado que no les vieran
hacerlo su tío o tía, pues si las pillaban, acababan con el culo caliente y en
el rincón toda la mañana o tarde.
Recordaba cuando estaba sola echada en su
cama, la primera vez que se vio en pañales. Al ser por primera vez, sentía
sensaciones inenarrables cuando era su tío el que subía a cambiarla, incluso si
lo hacia su tía, aquellas sensaciones le gustaban. Aunque la vergüenza que
pasaba era demasiada para ella, en aquella primera vez, le resulto agradable de
alguna manera. Pero la última vez que sucedió vivir esa situación fue algo
horrible para ella, pues fueron varias semanas. Y en esta ocasión, después de
la jugarreta de la niña, ya llevaba tres semanas sufriendo esa misma vergüenza,
ya no le resultaba una novedad o juego divertido. Sobre todo por la causa que
no era realmente tan grave, porque ella no había cometido falta alguna. Porque
si pasaba por un castigo así, pero por descuido de ella misma o una falta, así
como una travesura, pues le gustaba hacer travesuras como a cualquier chica
spankee, aunque luego recibiera una soberana azotaina y prolongación de su
castigo teniendo que dormir con pañales durante un tiempo determinado. Pero en
esos casos había sido ella quien se lo había buscado, o había sido la culpable
de ello. Por lo tanto, tener que pasar por aquella vergüenza, no era tan vergonzoso
para ella.
Pero esta vez, ella no había hecho nada
de nada para merecer ese castigo. Y las veces que había intentado hablar con su
tía sobre ello, había acabado sobre sus rodillas con las bragas bajadas y le
había tocado recibir otra dolorosa azotaina en el trasero. Durante la primera
semana, había intentado hablar con su tía. Y cada vez que sacaba el tema,
acababa con el culo ardiendo, y a veces por partida doble. Pues su tía al
llegar su marido le contaba como había intentado recriminar y culpar a su
nieta. El Sr. Adams enfadado subía las escaleras desabrochándose el cinturón,
entraba en la habitación con el cinturón ya doblado a la mitad, regañándola
severamente por su intento de culpar a prácticamente una chiquilla, Sonia le
veía aterrada al traspasar el umbral de la puerta con el cinturón colgando de
su mano derecha, mientras la regañaba retiraba las sabanas y de un tirón le
bajaba las bragas hasta dejarle el culo al aire o el pañal si ya llevaba este
colocado, sin dejar de regañarla con el
cinturón le ponía el culo ardiendo como un volcán.
Sonia durante todas las veces que fue castigada
aquella semana, al fin tuvo que resignarse y que sería mejor no volver a sacar ese tema a
relucir, pues las veces que lo había hecho, no había salido nada bien parada.
En cambio su prima Susana, los tres primeros días también probo de explicárselo
a su madre, pero acabo esos días con el culo como un tomate maduro con la
zapatilla y al igual que con Sonia, luego recibía la visita de su padre lo que
empeoraba su situación. Dejando el tema por imposible, y ceso en sus intentos,
no así Sonia, que más cabezota siguió intentándolo pues ella era inocente de
aquella travesura de María, la cual las había implicado a cosa hecha, pero
después de varios días de verse castigada, no tuvo más remedio que dejar de
probarlo, pues el solo mencionárselo a la tía, el resultado era terminar con el
culo bien caliente y en la cama castigada sin cenar. Algunos de esos días,
llego a estar castigada sin poder levantarse de la cama todo el día, y al
llegar su tío, al enterarse de lo sucedido, subía a por ella cinturón en mano.
Las últimas tres semanas habían sido una
auténtica pesadilla para Sonia, no así para Susana, la cual hablaba con su hija
como si nada hubiera sucedido. Quizás fuera que al fin y al cabo era su madre,
y aunque pudiera tenerle en cuenta lo sucedido, no se lo parecía para nada a
Sonia. Por esa razón entre Susana y Sonia, se echaban miradas que fulminaban.
Sonia en su habitación aguardaba que
subiera su tía a quitarle el pañal, igual que había estado haciendo esas
semanas. A pesar de los días que habían trascendido, aun le costaba mantener la
mirada a su tía, de la vergüenza que le daba tener que esperar a ser cambiada.
Así un día más apareció su tía por la puerta, pero no sola, iba acompañada por
su tío, Sonia cerró los ojos al verles. Sintió como eran retiradas las sabanas,
y su tía procedió a desabrocharle los laterales adhesivos del pañal, por
fortuna esa noche había bebido poco agua antes de acostarse y su pañal estaba
seco. La dejaron desnuda de cintura para abajo sobre la cama, y escucho como
varios pasos se retiraban hasta salir de la habitación. Abrió los ojos, viendo solamente a su tía
Ingrid…
(Sra. Adams) -. Sobre la cómoda
te dejo ropa para vestirte, más te vale ser buena chica o volverás a estar
castigada de nuevo… vístete y baja a desayunar, apresúrate o subiré a por ti
para que bajes, y lo harás calentita…!!! Ha sido tu tío! Él te ha levantado el
castigo, yo te habría dejado unos días más…
Sonia no daba crédito, la habían levantado el castigo. Podía asearse
sola por primera vez en tres semanas… Salió rauda de la cama a asearse al baño,
solamente vestía un corto camisón que usaba para dormir, aunque apenas le
cubría el trasero, el cual aún llevaba visible las marcas moradas del cinturón
de su tío de la última azotaina, de la cual solo hacía unos días que la había
recibido. Esta había sido por no querer comer durante la cena, verdura. Algo habitual en Sonia el que no quisiera
comerse la verdura, desde niña había resultado difícil para sus tíos hacérsela
comer, pero al retirar el plato hacia el centro de la mesa apartándolo de ella,
su tía se lo volvía a poner, en ese instante hubo un pequeño forcejeo entre tía
y sobrina, acabando el plato volcado sobre la mesa, su tía se levantó furiosa
de su silla yendo hacia Sonia, pero al hacerla levantar de la silla, Sonia echo
a correr en sentido contrario acabando chocando contra su tío, que ante la
escena también se había levantado enfadado porque cada vez que había verdura de
cena o comida, Sonia acababa liándola de alguna manera, Sonia sin ver cómo,
acabo inclinada y bajo el brazo izquierdo de su tío, y con una sola mano, la
derecha se desabrocho el cinturón extrayéndolo de las presillas del pantalón y
arreglándoselas para doblarlo a la mitad, dando una vuelta a su muñeca, para
luego asirlo fuertemente con la palma de su mano derecha. Empezó a darle con el
cinturón en el culo aun cubierto por sus braguitas blancas de algodón con unos
lunares de colores, amarillo, azul, verde, rojo, negro. Fueron muchos los azotes que recibió
pataleando con sus piernas en el aire, ya que su tío por su alta estatura, la
mantenía a varios centímetros del suelo. Pero… para Sonia aún se llevaría la
sorpresa de sentir como alguien le bajaba sus bragas hasta las rodillas, era su
tía Ingrid que colocada tras ella con su rostro de indignación miraba como su
marido la zurraba bien zurrada, ese día no acabo ahí la cosa, su tía al
soltarla el marido, viendo como Sonia daba saltitos del intenso ardor del
trasero, está, la agarro del lóbulo de la oreja y se la llevó al piso de arriba
a su habitación, con los problemas de ir entre dando pequeños saltos y
trastabillando al llevar sus bragas trabándole sus piernas, al entrar en su
habitación Sonia seguía llorando ante el intenso ardor de su culo, había sido
una severa azotaina con el cinturón, pero para ella aún no había acabado, en la
habitación la tía furiosa la tumbo sobre sus rodillas, y continuo la azotaina
con la mano, durante varios minutos hasta que se detuvo está, al tener la mano
dolorida, aunque Sonia tenía su culo, mucho más dolorido…. Sonia mientras se
dirigía al baño a asearse, acariciándose el culo aun con molestias que la
hacían caminar meticulosamente, pues solo hacía unos días que la recibiese,
pero recordaba esa azotaina como si acabase de recibirla… al contrario que la
recibida por culpa de su pequeña primita, esta última azotaina la había
provocado ella, y esta, si la recordaba con cierta melancolía. Sobre todo tenía
el momento grabado en su mente cuando sintió que mientras era castigada por el
cinturón a manos de su tío, tía Ingrid le bajase las braguitas en el momento en
el que más le estaba doliendo la azotaina, y una vez las bragas bajadas, el
dolor era el mismo, pero los azotes de cinturón los sentía más intensos… teniendo
ese recuerdo entraba al baño, haciendo sus necesidades y lavándose la cara, así
como peinar su preciosa cabellera. Al acabar volvió a su habitación para
vestirse con rapidez, se había entretenido más de lo debido en el baño. Así que
se puso la blusa azul celeste que había dejado sobre la cómoda su tía, luego se
puso las bragas blancas con flores de colores, la falda blanca tableada que
como siempre apenas le cubría el trasero, dejando la parte baja de sus
braguitas claramente a la vista, y unos calcetines azules celestes, así como
unas zapatillas de deporte blancas, se miró al espejo viéndose esplendorosa,
así como darse la vuelta y levantándose la falda, revisarse que las braguitas
las llevase bien tensas y colocadas correctamente. Sabía que su tía aun andaba bastante quisquillosa con ella, y le
valdría una azotaina si le diera por revisárselas, era algo que últimamente no
solía hacer su tía, pero con ella nunca se sabía que podía ocurrir.
Saliendo de la habitación a buen paso, bajo
las escaleras dando saltando de dos en dos, pero lo que no esperaba es que su
tía estuviera abajo en el rellano de las mismas esperándola a que bajara. Estaba visto que no iba a ser un buen día para
ella, al bajar el último escalón sujetándola del brazo izquierdo a la altura
del ante brazo tía Ingrid, con la
derecha iba dándole azotes de abajo a
arriba, con lo que cada azote lo recibió sobre sus bragas, al compás su
falda corta tableada a cada azote, esta se le levantaba por la inercia a cada
azote dejándola con el trasero al aire, revestido por su bonitas braguitas de
algodón con lunares de colores, Sonia se cubría con su mano derecha, pero esta
solo alcanzaba a taparse el culo en su nalga derecha, por lo que los azotes se repetían una y otra
vez sobre su nalga izquierda, hasta que llego a su silla destinada para
desayunar sobándose el trasero… miraba de reojo a su tía… Mientras era regañada
por su tío que ya se hallaba sentado a la mesa…
(Sr. Adams) -. Es que no vas
aprender nunca a comportarte!!! Te crees
que siempre vas a ser una niña para hacer lo mismo? Siempre igual contigo…
Sonia desayunando no
dejaba de observar a su prima María, esta sonreía mirándola, mientras mantenía
su mano derecha bajo la mesa, Sonia vio que era el momento que había estado
esperando, que su primita del diablo cometiera un error…
(Sonia) -. Tía Íngrid mira que
hace María con su mano… .- lo dijo mirando a la pequeña María, con una
sonrisa de triunfo -. Se está tocando la
cochina, tía!
Tía Íngrid desde la cocina, miro a la
pequeña, esta se encogió de hombros mientras su sonrisa desaparecía de sus
labios, lo que indicaba que era cierto, María viendo la mirada de su abuela
comenzó a temblar, está, desde donde se hallaba se sacó la zapatilla con el
clásico movimiento dando un paso hacia adelante, María solo de ver como se
agachaba a recoger la zapatilla y que al hacerlo la estaba viendo donde tenía
su mano, la vería que tenía la mano dentro de sus braguitas. María temía
a su abuela, sabía que no le gustaba nada que se tocaran y menos aún, estando
en la mesa.
Ahora era Sonia la que sonreía al ver como
su primita estaba como un flan
temblando… tenía en su rostro una sonrisa de triunfo, por fin veía a su primita
de apenas veinte años preocupada y metida en serios problemas, pues se le
avecinaba una buena azotaina. Eso no hacía a Sonia sentirse bien, pero
necesitaba una buena lección la pequeña engreída, y así era pagarle con su
misma moneda. Pero incluso Sonia temblaba cuando tía Ingrid paso por el otro
extremo de la mesa, blandiendo en su mano derecha la zapatilla. Esa mañana no
llevaba las clásicas zapatillas de siempre, por lo visto ese día tía Ingrid
tenía pensado ir a la huerta, y llevaba puestas las zapatillas tipo espardeña
de tejido de ropa, con la temida suela de esparto. Esa zapatilla era más
pesada, y tanto Sonia como Susana habían recibido en su infancia terribles azotainas
con ella, sabían ambas muy bien lo mucho que dolía esa zapatilla con su
endiablada suela de esparto. María era más joven, pero no iba a ser la primera
vez que sintiera en el culo esa zapatilla, habían sido varias veces, y por ello
sabía bien lo mucho que dolía, ver como se le aproximaba su abuela la hacía
temblar de miedo, al verla venir había sacado su mano del interior de sus
braguitas blancas de algodón con dibujos de frutas, fresas, plátanos, y piñas.
Con sus colores que hacían que las braguitas fueran muy visibles, por esos
colores vivos.
Su abuelo sentado al frente de la mesa
tenia a María a su lado como de costumbre, siempre se sentaba a su izquierda,
solo tuvo que alargar el brazo y agarrarle del lóbulo de la oreja derecha, así
la hizo levantarse de la silla, llevaba un cortito vestido de flores blancas
con el fondo verde turquesa, con una pretina a la espalda a la altura de la
cintura se estrechaba y marcaba el
inicio, donde la corta falda se tableaba acampanándose dejando como de costumbre
sus braguitas a la vista, aunque en su despiste al ser descubierta, no se había
dado cuenta que sus braguitas al extraer la mano, la falda había quedado por
dentro de sus braguitas de algodón, con aquellos graciosos dibujos de frutas,
ahora muy visibles, dejando visible la parte derecha de sus braguitas, así como
su entrepierna clara y visiblemente húmeda. Aunque en sus últimos años
residiendo en casa de los abuelos, era algo obvio que había estado desnuda ante
ellos, en infinidad de veces, ello no
restaba que se sintiera avergonzada y que sus mejillas se ruborizaran muy
coloradas de la vergüenza.
En ese instante su abuela ya estaba a su
lado, con la zapatilla en su mano derecha, ni tan siquiera la miro. La cogió de
la mano derecha tirando de ella para llevársela arriba, a su habitación cuando…
(Sr. Adams) -. Toma querida!
aquí tienes donde acomodarte para calentar el culo a esta desvergonzada! No la
lleves arriba, ya que tanto disfruta tocándose, la muy cochina!!! .- Levantándose
de su silla, la retiro de la mesa colocándola en el centro del salón. -. Aquí tienes…
La pequeña al ver levantar a su abuelo, en
un momento llego a pensar que iba a ser el quien la diera la azotaina, pero en
breves segundos se vio acomodada sobre las rodillas de su abuela, con la corta
falda tableada que prácticamente se le había levantado por sí misma, únicamente
tuvo la abuela que acomodársela sobre su cintura para dejarle el trasero bien
predispuesto para aplicarle la azotaina que se merecía, quedando su trasero expuesto
únicamente cubierto por sus bragas blancas de algodón con aquellos dibujos de
frutas, que hacían resaltar su salido y abultado trasero. María era una chica
delgada y bien desarrollada, pero en esa posición sobre el regazo de la abuela,
su trasero redondo sobresalía graciosamente resaltándolo sobremanera. Y más,
cuando sin preámbulos sus nalgas aunque tensas por sus bragas, la zapatilla con
la temible suela de esparto comenzó a hacerlas bailar, las braguitas tensas por
el elástico de sus perneras, marcaban deliciosamente el culo. Pero a los pocos
azotes las piernas de María empezaron a agitarse en el aire, luchando
frenéticamente por evitar que la zapatilla de la abuela continuara dándole
aquellos terribles azotes.
Susana embelesada sentada en el mismo
lado de la mesa que ocupaba la pequeña María, vestía un vestido similar al de
su hija María. Con solamente mirar a su derecha, tenía plena visión de su hija
echada boca abajo sobre las rodillas de su madre. Para ella era una visión muy
sugestiva y agradable, para cualquier madre debería ser algo horrible ver como
su hija recibía una azotaina en el trasero, pero para Susana, no solamente era
su hija, era como una compañera más, como cuando iba al colegio. María la había
metido en tantos problemas a su madre, acabando siempre ella o madre e hija, con
el culo más colorado que un tomate maduro y dolorido por varios días. Así que
ahora en vez de lastima, solo sentía ganas de hallarse en su lugar y ser ella
la que sintiera la zapatilla en su trasero. Viendo como su pequeña diablilla
era castigada, en esos momentos por su cabeza solamente tenía pensamientos de
cómo había sido duramente castigada tan solo hacia unas semanas, y que desde
esa vez, la pequeña había sido la buena niña que no había roto un plato, mientras
que ella y su prima Sonia, tenían que esperar a su madre y tía a que entrara a
la habitación a cambiarles el pañal, algo que la mayoría de los días acababan
recibiendo una azotaina.
En varias semanas desde el día fatídico
que salieran para ir al cine, María no había sido castigada ni una sola vez,
siempre iba con la abuela a todas partes, así como estar presente en gran parte
de las azotainas que habían recibido Sonia y Susana, su madre. Estar ahora
disfrutando con la agradable visión de ver a la pequeña sobre las rodillas de
su madre, y ver como los mofletes tensados por las perneras del elástico de las
braguitas que permanecían a la vista, y disfrutar viendo cómo se iban
enrojeciendo a cada azote más y más colorados, con lo que le era fácil de
imaginar cómo tendría la parte del redondo trasero, que aún le cubría sus
braguitas. Ver como la pequeña movía sus piernas agitándose alocadamente en
todas direcciones posibles, era todo un deleite para sus ojos a pesar de ser su
hija, no sentía lastima alguna por ella. Es más, su mano derecha la mantenía
sobre la mesa, pero la izquierda no se había podido resistir la tentación de
llevársela a su entrepierna y acariciarse con el dedo índice y anular por encima
de sus braguitas sobre su fondillo. En su rostro se reflejaba claramente el
resultado de sus mágicos deditos, el mismo que tenía la misma Sonia, pues
disimuladamente se miraban entre ellas, viéndose la una a la otra con su mismo
rostro, ya que también Sonia se acariciaba sin perder detalle de cómo recibía
la azotaina María, así como las dos miraban a su padre y tío, que les daba la
espalda por si se giraba y las pillase infraganti. Susana tuvo que ponerse la
mano izquierda tapándose la boca, cuando con sus ojos abiertos como platos de
deseo, en el instante que vieron como su
madre introducía sus dedos por el interior del elástico de la cinturilla de las
bragas de María, el ver como las braguitas le eran bajadas a María, apareciendo
su rojo e inflamado trasero, Susana se tuvo que morder su mano izquierda al
sentir como los fluidos inundaban en ese preciso instante el fondillo de sus
braguitas blancas, que al igual que su hija, eran también de frutas con vivos
colores. La humedad desbordo la tela de sus braguitas, mojando claramente sus
dedos a través del tejido de algodón, incluso llegando a mojar el asiento de
madera de la silla, por la intensidad del orgasmo.
En otro momento le habría preocupado, pero
en ese momento solo prestaba atención a la manera que María seguía removiéndose
sobre el regazo de su abuela, mientras está le bajaba sus bragas de algodón
hasta las rodillas. En ese momento de tregua en el cual su abuela había dejado
de asestarle los buenos zapatillazos en el culo, este aun le abrasaba como si
los azotes no se hubieran detenido, intento por todos sus medios el remover las
caderas, dificultándole a su abuela el bajarle las bragas, a pesar de realizar
todo tipo de argucias para soltarse,
pero si había algo que indignara a su abuela, era que sus chicas, y al decir
sus chicas, también se refería a su sobrina Sonia. Para tía Ingrid era como si fuera su propia
hija, por ese motivo cuando hacia una trastada se encargaba de que se acordara
durante días de haberse portado mal. Así
mismo si algo podía hacer enfurecer a su abuela, era el verlas o pillarlas
tocándose, bien sobre sus braguitas, o teniendo la mano en el interior de estás.
Eso era algo que la indignaba sobre manera, y pobre de la que fuera sorprendida
haciéndolo… Y Sonia lo sabía, vaya si lo sabía…
Sonia desde el día que fuera castigada por
la mala jugada de su primita, María. Había intentado de todo para cobrarse en
especias de su primita la azotaina tan severa que había recibido, y lo peor de
todo, sin tener culpa de nada. Sonia sabia por Susana, que la pequeña se las
componía sola, para meter en problemas a su madre. Que en más de una ocasión
había hecho que su abuelo castigara a su madre, y para este, aun con el paso de
los años no había olvidado su falta al irse de casa y tener en la distancia a
su nieta, pasaron años hasta que Susana tuvo serios problemas económicos y se
viera en la necesidad de volver a casa. Hasta ese momento sus abuelos no habían
tenido noticias de su hija Susana, y menos aún que tuvieran una nieta, algo que
aun con el paso de los años, su padre lo tenía bien presente, pues no lo
olvidaba ni le perdonaba que no les hubiera tenido al corriente de su
existencia.
Sonia, durante días había estado buscando
la forma de vengarse. Era una profesora universitaria, la cual había urdido un
arriesgado plan para ser castigada a sus treinta y dos años, corriendo el grave
riesgo de perder no solo su puesto de trabajo, si no, también su carrera,
urdiendo un plan descabellado para ser castigada como cuando era una niña,
junto a dos de sus mejores amigas y que resultaban que eran sus alumnas, algo
que hacía casi imposible que su argucia tuviera las consecuencias deseadas.
Pero le salió a la perfección su maquiavelo plan. En cambio, ahora no
encontraba la manera de que su prima María fuera castigada, cuando vivía en un ambiente
y en un hogar, donde ella misma era colocada sobre las rodillas y con sus
bragas bajadas, bien a las manos de su tía o tío con una endiablada facilidad,
a pesar de tener casi los treinta y tres años. Pero no hallaba la forma de
devolverle la mala jugada, una mujer como ella y lo mucho que había arriesgado,
y en cambio ahora era totalmente incapaz de lograr que una niñata le dieran su
merecido y le mondaran el culo.
Pero Sonia no pensaba en rendirse de ninguna de las maneras, aunque tuviera que
hacer de carabina para lograr su objetivo, arriesgando su propio trasero en
lograrlo. Le había dado mil y una vueltas al asunto. Tratando de arriesgarse
ella misma en su objetivo, sí, el fin valía la pena consiguiendo su deseo de
venganza. Durante unos días estuvo interrogando a su prima Susana, de manera
disimulada, pretendía sonsacarle alguna idea para lograr su objetivo de
venganza.
… “Susana, sabes que haría enfadar a tu madre, más que nada en este mundo,
más que cualquier otra cosa o motivo”…?
… “ Parece mentira que no conozcas aun a mi madre? Es que piensas en
provocarla para que te zurre”?...
… “Ya me conoces, me encanta cuando me pone sobre sus rodillas y por
algo que yo me haya buscado… O es que, a ti no”?...
… “Oh!... Sí que me encanta… algo que yo jamás haría, seria tocarme
estando ella presente, o sabiendo que ella vaya a revisar mis braguitas, si hay
algo que la enfurece es justamente eso, no sé por qué… pero eso es lo peor que
no nos tolera a ninguna de las tres… deberías de saberlo, pues nos ha castigado
muchas veces a las tres por ese motivo”…
Sonia se golpeó en la frente con la palma
de su mano al quedarse a solas…
… “que tonta que he sido! Lo tenía todo el tiempo delante mía, y no
había pensado en ello”… “María!!! Ya te puedes preparar…”
Sonia había dejado pasar
varios días, desde la conversación con su prima Susana… No quería que Susana
pudiera sospechar que lo había ideado ella, al fin y al cabo María era su hija.
No podía imaginar cómo respondería Susana al enterarse de su mala jugada ideada
para hacer comprometer a su hija María. Tenía que dar apariencia de no estar
ella implicada. María era demasiado picara para hacer algo así en su contra, y
que esta, se enterase de ello. Porque era fijo que encontraría algo o manera para hacer castigar su prima mayor. Incluso a
su madre si era necesario… La pequeña no tenía escrúpulos a la hora de hacer
una de las suyas. Por lo tanto su plan debía ejecutarlo a la perfección, para
que no hubiera sospechas de que ella estaba implicada.
Durante toda la semana anterior, Sonia se
había estado portando de manera perfecta, como no beber nada antes de irse a
dormir, para así amanecer el nuevo día con su pañal seco, por ello la habían
incluso levantado sus tíos su castigo. El volver a poder dormir con bragas, fue
una sensación muy agradable y deseada. Sus pensamientos durante aquellas noches
era el cómo iba a disfrutar, viendo como zurraban a la pequeña María. Lo peor
de esos pensamientos era el no poder tocarse durante esas noches, pues ello
habría hecho mojar el fondillo de sus braguitas, algo que cada amanecer era
revisada cada mañana por su tía. Teniendo que levantarse de la cama, mientras
tía Ingrid se sentaba en la cama, y ella misma tenía que acercarse y colocarse
entre sus rodillas en pie, teniendo que soportar que su tía le bajase las
bragas hasta medio muslo, lo suficiente para poder revisar no únicamente el
fondillo de sus braguitas, si no, también pasarle la mano por la entrepierna y
comprobar que no estaba mojada, algo que la hacía morirse de la vergüenza.
Ahora en cambio estaba disfrutando de su anhelada
venganza, viendo como María se debatía sobre las rodillas de la abuela, al
igual que Susana tuvo que morderse su muñeca, pues Sonia era la muñeca lo que
había utilizado para cubrirse y no ser descubierta. Aunque su calentura era
tal, que no le hubiera importado ser la siguiente. Pero tenía que regocijarse
viendo a la pequeña María de apenas veinte años, como era severamente castigada
por la abuela. Ahora ya con sus bragas bajadas, sus pataleos eran más forzados,
pues el algodón de la tela de sus braguitas, le trababan sus piernas. Algo que
hacía que la zapatilla hiciera que sus nalgas fueran cambiando de tono, pasando
de un color rojo intenso y brillante, a un tono más oscuro amoratado.
La abuela después de varios minutos
aplicándole a su nieta María la severa tunda en el culo desnudo, la mantuvo
sobre sus rodillas echada boca abajo, pero no la soltó, la mantenía firmemente
sujeta, eso extraño tanto a Susana como a la propia Sonia.
(Sra. Adams) -. Ahora tu abuelo
te va a arreglar bien sinvergüenza!!! Vas a aprender que está muy feo en una
chica el tocarse ahí, porque a tu prima se haya ganado unos azotes por saltar
al bajar las escalaras…!!!
Sonia exclamo con un “OooohhH” ahogado al cubrirse la boca, nunca hubiera podido
imaginar que su plan fuera a salir tan redondo, y más cuando vio que su tío se
desabrochaba el cinturón, y cogiéndolo por la hebilla lo extrajo de un fuerte
tirón de las presillas de su pantalón. Luego acercándose a su esposa, tía
Ingrid. Junto ambos extremos en su mano y dando una vuelta a su muñeca derecha,
para luego pasarlo sobre la palma de su mano derecha y así sujetarlo con
fuerza. Acabo de acercarse a su esposa, colocándose a su derecha con el
cinturón colgando de su mano. María mirando hacia atrás, al tiempo que apoyaba
las palmas de sus manos sobre el muslo izquierdo de su abuela, forcejeando con
ella que la tenía firmemente sujeta por sus caderas, pudo mirar por detrás de
la espalda y ante la mirada de su abuela fija en la suya, pudo ver en ella lo
enfadada que estaba y como el abuelo se
ponía a su costado derecho, justamente detrás de ella. María aterrada con
lágrimas en sus ojos descendiendo por sus mejillas y observando a su abuelo
cinturón en mano, solamente pudo ver como lo alzaba, lo siguiente que sintió,
fue como el cinturón laceraba su ya muy dolorido culo por la azotaina recibida
por la zapatilla. Se debatió agitando
sus caderas de un lado a otro, pero solamente fue un reflejo lo que logro, pues
su abuela la mantenía firmemente. Sus rodillas las intento separar una de la
otra, pero sus bragas blancas de algodón las mantenía trabadas, logrando
solamente separarlas lo que la elasticidad del algodón de sus braguitas le permitió,
actuando como un resorte sobre sus rodillas, el cual la obligo a juntarlas de
nuevo, cuando otro azote volvía a lacerar su trasero, ahora en la parte baja de
sus nalgas, al sentir esa quemazón resulto ser horriblemente doloroso en
extremo, lo que la impulso de nuevo a separar sus piernas levantando la derecha
y bajando la izquierda, con lo que sus braguitas se estiraron el máximo de sí
mismas alargándose dos veces su medida, así como las perneras donde sujetaba
sus rodillas, el elástico se estiro debido a su forcejeo pudiendo introducir
dos veces sus piernas por las perneras, aunque solamente fueron unos segundos
el tiempo que mantuvo sus piernas separadas estirando al máximo sus braguitas
blancas de algodón, con esos dibujos de frutas de colores vivos, que al
estirarse el tejido, estos se deformaron dada su elasticidad de la tela de
algodón, pero de nuevo actuando como un resorte hizo que sus piernas volvieran
a juntarse y entrecruzarlas entre sí mismas, con lo cual el elástico de sus
braguitas al volver a su tamaño original y al haberse estirado tanto de sí
mismas, estás, por su ligero peso, y que el elástico de las perneras aun tardo
unos segundos en volver a su posición, se deslizaron por sus pantorrillas hasta
quedar paradas en sus tobillos, los azotes del cinturón eran continuados, tanto
en la zona superior de sus nalgas, en el centro, en una nalga únicamente, en
las dos cruzando ambas, como devolviendo a los anteriores azotes en la base de
sus nalgas, como el inicio de sus muslos, sus piernas continuaban pataleando
alocadamente abriéndose y cerrándose, ahora con las bragas en sus tobillos se
estiraban aún más y más, mientras sus caderas las intentaba retorcer sobre si
mismas sin éxito alguno.
Sonia no había perdido detalle alguno de
la severa azotaina que había recibido María, viendo como al acabar su tío de
azotarla con el cinturón, se volvió a poner el mismo, pasándolo por cada una de
las presillas de su pantalón. Cuando María quedo liberada pudiendo levantarse
de las rodillas de la abuela, ayudada por está a incorporarse abrazándose a su
abuela, muy a pesar de lo mucho que le ardía el trasero. Se abrazó a su abuela,
para luego está, le subiera sus braguitas ajustándoselas en su cintura. Aun
estando abrazada a ella. Cuando María dejo de llorar, aun sollozando y
secándose las lágrimas con sus manos, la abuela la condujo al rincón del fondo
del salón donde la coloco de cara a la pared, le sujeto la falda en la pretina
de su cintura, dejando claramente expuesto el culo de María. Está suspiro al sentir
la brisa fresca refrescar su dolorido culo, ya que la abuela introduciendo sus
manos por la cinturilla de sus braguitas blancas de algodón, con los dibujos de
frutas se las bajo a las rodillas, dejándola en el rincón castigada.
Sonia al ver como ponía la tía Ingrid a
María en el rincón, y como la dejaba con el culo morado en él, dejándola con
las bragas bajadas a la altura de las rodillas, aprovechando que estaba de
espaldas su tía, se removió en el asiento de la silla removiendo bien el culo,
con ello lo que hizo fue secar el asiento de la silla con sus bragas blancas de
algodón con flores de colores, las cuales se mojaron bastante de los fluidos
que habían traspasado la tela de sus bragas mojando la silla, pudo sentir a
través de la tela la humedad en sus culo, pero sobre todo no podía dejar esos
restos de fluidos en su silla. Pues la siguiente habría sido ella, y aun así,
si su tía le revisaba sus braguitas estaría en serios problemas de nuevo. Algo
que no deseaba Sonia, pues si a la nieta la habían castigado tan severamente, a
ella siendo mayor, no saldría mucho mejor librada.
Sonia se levantó de su silla, no sin antes
mirar bien el asiento y que lo hubiera dejado bien seco, aunque había sido una
marranada secar sus fluidos frotando el culo y removiendo su trasero para que
sus bragas secaran el rastro dejado. De pie, al ver que su tía Ingrid volvía
hacia el centro del salón…
(Sonia) -. Tía Ingrid… Puedo
subir a mi habitación?
(Sra. Adams) -. Podéis subir
las dos a vuestras habitaciones, pero no creáis que no vaya a subir luego a
revisar vuestras braguitas… y pobre de vosotras como las encuentre mojadas…
Sonia se apresuró a
subir a su habitación, tras ella Susana hizo lo propio, una tras la otra
subieron las escaleras, no sin ir preocupadas. Sonia al entrar en su habitación
cerró la puerta nada más pasar el umbral, y apoyando su espalda en la puerta,
estiro su puño cerrado en alto con una sonrisa de triunfo en sus labios. Su
venganza había sido un hecho real, lo había logrado.
Sonia se acercó al espejo dándose la
vuelta levantándose la falda, mirando asustada la mancha húmeda de sus bragas
en el mismo centro del culo, que dejaba claramente visible la humedad de sus
braguitas blancas de algodón, con flores de colores. Con lo cual sabía que la siguiente seria
ella, pues su habitación era la primera puerta después de subir las escaleras,
por lo que a no ser que ocurriera un milagro, ella sería la primera en ser
revisada sus braguitas. Y por lo tanto la siguiente en ser castigada. Sabía que
sus tíos estaban muy enfadados, por lo cual iba a recibir una azotaina memorable… “Pero
sucedió el milagro”… Pudo escuchar los gritos que procedían del piso de
abajo desde el salón, era la voz de tía Ingrid que llamaba a gritos a su
hija. Como había descubierto un pequeño
charco de fluidos en la silla de Susana…
(Sra. Adams) -. SUSANAAAA….
Trae tu culo aquí abajo, AHORA MISMO!!!
(Continuará…)
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