EL CASO DE LAS AMAPOLAS
Capitulo 10
La secretaria Silvia
Montero
Silvia montero viajaba en el asiento sentada levemente de
costado, acompañada a su izquierda por el Sr. Fiscal General, le dolía el
trasero como no hubiera podido imaginar, durante las dos últimas horas no se podía
explicar cómo había ocurrido, siempre había tenido verdadero terror a recibir
una azotaina, pero estaba sintiendo unas sensaciones que añoraba sentir desde hacía tiempo, desde los años de la
universidad no había experimentado nada similar. Desde niña siempre lo había pasado muy mal
cuando la castigaban, siempre que hacia una travesura temía ser descubierta,
aunque al hacerla se lo había pasado muy bien sin pensar en lo que sucedería,
era como cuando salía a una fiesta y regresaba tarde a casa. Sabía que al llegar estaría su madre
esperándola con la zapatilla en la mano en el portal, teniendo luego que subir
a casa con su madre detrás de ella con la zapatilla, enterándose todos los vecinos
que la estaban dando su merecido, sobre
todo una vez dentro de la casa, entonces era su padre el que tomaba el relevo
de la madre y colocándola sobre sus rodillas, le levantaba la falda y le daba
una azotaina en el culo sobre las bragas. Al menos su padre tenía con ella esa
delicadeza de consideración por ser una chica, nunca le bajaba las bragas
cuando le ponía el culo como un tomate maduro, pero la azotaina era larga e
intensa, todo lo contrario a su madre,
ella era lo primero que hacía, una vez que la atrapaba, pues Silvia siempre que
podía trataba de huir, pero cuando la pillaba ya se podía preparar para una
buena azotaina, lo primero que hacia al agarrarla le bajaba las bragas, introduciendo
su mano bajo su falda, y de un tirón se las bajaba a los tobillos, luego la
apoyaba sobre su pierna izquierda, al
tiempo que la flexionaba dando un paso adelante, la inclinaba sobre ella, y
subiéndole la falda con la mano izquierda, con la que aprovechaba para
sujetarla al tiempo que sostenía la falda para que no se le bajase, y con la
mano derecha le mondaba a zapatillazos el culo hasta cansarse. Su infancia no fue desde luego un camino de
rosas, como para no tenerla bien presente al recordarla, así fue hasta que se marchó de
casa hacía varios meses, aun tiempo
después había vuelto a casa de sus padres de visita, ya que a pesar de sus castigos ella
quería a sus padres y al llevar tiempo fuera los añoraba mucho, pero el volver
no era fácil para ella, pues durante todo el camino de ida temía el momento de llegar a casa, pues nada más entrar por la
puerta su madre le calentaba el culo por haberse ido de casa, luego su padre
era quien tomaba el relevo y continuaba la zurra dejándola con el culo en
llamas y dolorido durante días.
Por eso en la
última vez, llevaba más de un año y
medio sin volver a visitar a sus padres,
luego entro en el centro de la comunidad
por un anuncio, y ahí recibió la formación para asistente, aunque le extrañaba
que no le permitieran salir, nada más de vez en cuando podía hacerlo, pero siempre
acompañada por una de las chicas. Nadie
sabía nada sobre ella o su pasado, cuando entro en el centro de la comunidad con otras chicas, ella siempre
había ocultado su pasado, solo había informado de su formación universitaria
que era además comprobada en los registros y nada más, de la vida en su casa
con sus padres siempre eludía las preguntas. Con el paso del tiempo asistió a
un casting, junto con otras chicas que realizaron un test de preguntas. A los pocos días recibió la visita de un
señor en uno de los despachos, dijo llamarse Williams Adams que trabajaba como
psicólogo, le informo sobre el estudio que habían realizado sobre ella, y que
tenía un puesto de trabajo bien
remunerado para que empezara a trabajar si lo deseaba, pero que en ese puesto
habían ciertas circunstancias a tener en cuenta, que no tenía nada que temer, pero si se diera
el caso de cometer un error, los responsables de ella, podrían tomar medidas disciplinarias.
Eso de
medidas disciplinarias la preocupo bastante, del trabajo no le había explicado cual iba a ser, y en que se basaban o como serian esas medidas disciplinarias, por
lo que pregunto sobre el trabajo que tendría que realizar.
(Sr. Williams
Adams) -. Es un puesto de trabajo que a
muchas chicas como tú les encantaría aceptar, aunque ese puesto requiera total
dedicación, y por ello si se comete un desliz o error, en vez de un despido
procedente con la correspondiente liquidación económica, a la cual siempre
podrás decidir si la deseas obtener, o por el contrario aceptar la disciplina
que sea requerida. En la universidad
seguramente como todas las chicas, recibirías castigos disciplinarios,
cierto? Por lo tanto no creo necesario
explicar, como sería esas medidas
disciplinarias. Para una joven es
difícil encontrar un buen puesto de trabajo, en estos tiempos que corren, tú estás
la primera de la lista, y hay unas veinte chicas más que están por debajo de
ti, y que muy posiblemente aceptarían. A mas todo dependería de tu trabajo,
mientras lo hagas bien, no tienes por qué tener problemas, y si cometes un
pequeño error, la medida disciplinaria
seria acorde al error cometido, algunas chicas en sus hogares son castigadas
por sus padres sin motivo aparente, incluso solamente por tratar de
independizarse de ellos, siendo castigadas por métodos nada acordes a su falta,
y sin consideración alguna. Si lo deseas puedo darte unos minutos para
pensártelo, mientras entrevisto a otra chica, luego volveremos hablar… Bueno
hasta dentro de unos minutos…
Silvia al quedarse sola en el despacho, su mente empezó a
divagar sobre lo que le habían hablado, le parecía extraño que le hubieran
hablado de aquella manera, sobre todo de las chicas que volvían a su casa al
independizarse, y sus padres la esperaban para castigarlas por ello y sin
motivo aparente. Era como si le
hubieran leído el pensamiento y supieran todo lo que ella había vivido en casa
de sus padres, solo de pensarlo se le estremecía todo su cuerpo temiendo tener
que volver a casa, pues no tenía ni un céntimo, y el centro le facilitaría
dinero, pero solamente en caso de volver a casa de sus padres. En ningún caso se lo darían para vivir en la
ciudad hasta encontrar algo de trabajo, pues de hacerlo exigían el pago de su
formación especializada, un coste añadido imposible de cubrir al no tener nada.
Silvia Montero
desconocía totalmente los recursos del centro de la comunidad, ella creía que
la habían aceptado en un plan de la ciudad, para formar a chicas que lo
necesitaran para integrarse en la sociedad. Ninguna de ellas sospechaba que
pudieran estar por otra causa, en el centro había varias chicas como ella,
porque iban a sospechar?. Pero la
realidad era mucho más cruda, en el centro solamente había en esos momentos
unas ocho chicas, las demás solamente estaban para darles confianza y no
pensaran mal. El resto de las chicas eran prostitutas y presas, que permanecían
pagadas algunas y otras amenazadas por sus superiores, su trabajo constaba solo
para dar a las chicas esa confianza. Además el estar el centro en el anexo al
hospital de la ciudad, eso no las hacia desconfiar. Pero habían sido sometidas
a varios tratamientos médicos sin saberlo,
dándoles somníferos y drogas en la comida o bebida. El tal Williams Adams no le había dado aquellos datos, de cómo
maltrataban a las chicas sus padres porque si, eran los datos que le habían
extraído de su mente a ella misma, sabiendo que solo el pensar tener que volver a su casa,
la haría aceptar las condiciones facilitadas.
Pero sabían hacer bien las cosas, tenía que ser ella misma la que
aceptase meterse en la boca del lobo, pensando que la otra opción, se suponía que se desconocía la historia de ella, ignorando que la verdad fuera mucho
peor para la chica, sabían fingir muy bien para ganarse su confianza.
A Silvia en esos
momentos la embargaban amargos recuerdos, era volver a casa sabiendo lo que la
esperaba. O aceptar la proposición de
aceptar medidas disciplinarias, que además iban a depender de ella misma, si
hacia bien su trabajo, no tenía por qué sucederle nada. Además sentía una sensación extraña para
ella, no comprendía el porqué. Pero
sentía como el fondillo de sus braguitas se le habían humedecido, era un
sentimiento similar a cuando estaba en la universidad, sabiendo que había
cometido un error, como el día que la sorprendieron fumando en la residencia de
chicas de la universidad.
Las tres
chicas que fueron sorprendidas, fueron
llevadas ante la directora, y pudo ver
como sus compañeras la directora las iba
colocando sobre sus rodillas, les levantaba la falda tableada del uniforme y les
bajaba sus bragas, luego les fue dando
una azotaina una después de otra, hasta llegarle su turno. Cuando le toco a
ella, el fondillo de sus braguitas estaba mojado por completo, aunque la
directora no hizo ningún comentario al respecto, pero para ella que
había visto las braguitas de sus
amigas y las llevaban como las de ella misma, mojada.
No comprendía por
qué las tenía húmedas sus braguitas, pero cuando se abrió la puerta entrando el
Sr. Williams Adams de nuevo, ella ya sabía que respuesta iba a darle, pues
tenía pensado en aceptar, así que cuando vio sentarse el señor, sintió como el
fondillo de sus braguitas las tenía mucho más mojadas. Al instante sus mejillas se le ruborizaron, y
cuando dio su respuesta al Sr. Williams Adams su voz se escuchó entrecortada
con un susurro, aunque su respuesta positiva se la dio al caballero, respuesta
que él esperaba escuchar de la joven…
…Durante el
trayecto que duro tan solo unos minutos, pasaron muchos recuerdos por su mente,
el cómo había sido su vida hasta ese instante, y como se había visto enrolada
como secretaria de la fiscalía, y en pocos días había ascendido pasando a ser la secretaria personal del
Fiscal. Recordaba el momento que le
había pedido su jefe que la acompañara a su casa, permaneciendo en su mesa archivando unas
documentaciones, el Sr. Fiscal General una vez hubo despedido a sus invitados, saliendo
poco después de su despacho
despidiéndose de su secretaria, pero antes
de salir de la fiscalía, volvió sobre sus pasos acercándose a la mesa de
Silvia, en ese instante le pregunto si la podía acompañar a su casa. Solamente sería unos minutos de su tiempo, en
su casa le esperaban unas chicas de la agencia Miller, y deseaba que ella estuviera presente, para
hacerles ver su error, pues según las agentes de la agencia, Silvia Montero era
una de las desaparecidas.
El día anterior había escuchado la
conversación del Sr. Fiscal General por teléfono con otra persona, hablaban de
un error cometido hacia su persona sobre cierta investigación de unas jóvenes que
se daban por desaparecidas, y que era
necesario aplicarles disciplina a las culpables. Quedando en llevarlas a su
casa, esa misma tarde. Durante dicha conversación, Silvia estaba escribiendo
una carta que le estaba dictando su jefe, cuando recibió esa llamada, y hablo
delante de ella, por lo tanto al decirle que la acompañase a su casa, ella no
vio nada de malo el hacerlo, incluso compartió con el Sr. Fiscal su jefe, un
comentario sobre su caso y que esas chicas estaban en serios problemas por cómo habían
actuado. A lo que el Fiscal sonrió al comentario.
El trayecto
fue de tan solo unos minutos, pero a Silvia le parecieron ser una hora o más,
por el lamentable estado de su trasero. En parte estaba contrariada por
pretender ayudar a demostrar que ella no estaba desaparecida, acompañando al
Sr. Fiscal General en su coche. Aunque
tenía serios problemas para mantenerse serena, sentía como el asiento le
abrasaba el culo, aunque más bien era el calor que desprendían sus nalgas
inflamadas, y sus bragas retenían ese ardor intenso en el culo.
(Sr. Fiscal
General) -. Si lo deseas puedes
colocarte de costado, no te mereces que tenga esa atención contigo, sobre todo
después de los problemas que me has creado con la prensa. Pero vas a recordarte
varios días de este día, y ya que me acompañas para hacerme un favor, te
permitiré que te pongas de costado.
Silvia agradeció que le permitiera acomodar su cuerpo,
para que de esa forma aliviara en algo el dolor en su trasero. Pero se arrepintió cuando al colocarse de
costado, se dio cuenta que su trasero quedaba expuesto mostrando sus braguitas
a su jefe, y vio cómo se dibujaba una sonrisa en sus labios, al darse
cuenta se llevó la mano derecha a su
trasero, y se cubrió como buenamente pudo estirando de su falda aplanándola
sujetándosela con su mano y así poder cubrirse las braguitas, para no enseñarle
así las marcas que las perneras de sus braguitas no cubrían. Pasando la mano por su trasero tallándose la
falda ondulada, intentando tapar su trasero, la mano llego al borde de su falda
y aunque estiro del borde lo poco que daba de sí misma, palpando se dio cuenta
que su entrepierna aun permaneciendo con los muslos uno contra otro
apretándolos, la parte baja de su trasero, así como sus braguitas, la falda no
las cubría, deseando morirse de la vergüenza que sentía, por lo que a pesar del
dolor del trasero, decidió reincorporarse de nuevo sobre el asiento, a pesar
que al incorporarse tuvo que separar sus muslos, así como separar las rodillas
abriéndolas a su mirada lasciva,
mostrándole al Sr. Fiscal las braguitas en su entrepierna, como la
mancha clara de humedad en ella y aunque
le doliera más su trasero era mejor que enseñar sus bragas y el culo enrojecido
bajo sus perneras.
(Sr. Fiscal
General) -. Sabes! Si mi Ama de llaves la Sra. Myers viera como
llevas las bragas de mojadas, te ganarías una buena azotaina con la zapatilla, que difícilmente ibas a olvidar, por cochina y
manchar así tus bragas, a ella le horroriza que una chica se moje las braguitas
así o que la sorprenda masturbándose.
Silvia al
escuchar ese comentario de la Ama de llaves
de la casa del Sr. Fiscal y lo que haría con ella, de sorprenderla con
las bragas mojadas, sintió como un gran escalofrió en todo su cuerpo, sintiendo
como el fondillo de sus braguitas se mojaban como nunca, incluso avergonzada de
sí misma al notar que estaba mojando el asiento de piel, de lo empapadas que
tenía las braguitas. No comprendía nada de lo que le sucedía, pero tenía unos
deseos incontrolables de ser castigada por aquella mujer, no llegaba a
comprender como podía pensar en ser castigada de nuevo por aquella mujer,
teniendo el culo tan dolorido. En su mente calenturienta solamente se imaginaba
sobre las rodillas de aquella señora, con las bragas bajadas recibiendo una
buena azotaina con la zapatilla. No
comprendía el porqué, pero el deseo al escuchar mencionar la “zapatilla”, su entrepierna se le
había mojado como si se hubiera hecho pis en las bragas.
Como podía ser
que deseara ser castigada por aquella señora, ella odiaba a muerte la
zapatilla, por las muchas azotainas que su madre le había dado quitándose la
zapatilla, viéndoselas quitar de todas
las maneras posibles, pero en cambio en esos momentos no le importaba nada el
dolor de su culo, solamente deseaba sentir la zapatilla en su trasero de nuevo,
pero para nada pensaba en su madre, solo se imaginaba sobre las rodillas de esa
señora y ver como hacía para quitarse la zapatilla. En su mente retorcida le
venía a la mente, “Bragas mojadas,
masturbarse, tocarse, zapatilla”… pero como… como lograrlo… como hacer…que
hacer…tocarse…masturbarse… mojarse las braguitas… Ella no pertenecía a la casa,
como podía hacerlo, pero estaba de camino hacia la casa, como podría hacer para
ser castigada por esa señora… estaba completamente absorta en sus pensamientos,
mientras sentía que sus bragas estaban empapadas mojando la piel del asiento…
(Sr. Fiscal
General) -. Silvia!! Es que no me oyes? Cuantas veces he
de decirte que hemos llegado, ya puedes bajarte…
Al salir de su
trance presto atención a lo que le decían, disculpándose abochornada porque sus
pensamientos la hubieran dejado absorta, roja de la vergüenza se bajó del vehículo,
sin atreverse a levantar la mirada. El
Sr. Fiscal entro en la casa y Silvia le siguió. Al estar en el vestíbulo…
(Sr. Fiscal
General) -. Espérame aquí un momento,
enseguida salgo a por ti….- Dándole un sonoro azote en el culo por encima de la falda ondulada, la
cual se le levanto al recibir el azote, dejando sus bragas blancas a la vista,
aprovechando el instante, le dio un segundo azote sobre sus bragas…-. Y…despierta de una vez! No entiendo que
diantres te ocurre…
El Fiscal la dejo en el vestíbulo aunque antes de entrar
al salón se volvió hacia a donde había dejado a Silvia, esta se estaba sobando
el culo con las dos manos, tras recibir los dos azotes que habían despertado el
dolor de nuevo en su trasero, dejo de mirarla y desapareció de su vista, tras
entrar por la puerta del salón.
Silvia desde
el vestíbulo en pie, escuchaba como hablaba una señora, su curiosidad la hizo
acercarse a la puerta entre abierta, pudiendo escuchar como la señora se
presentaba a las chicas, pudo ver de espaldas al Sr. Fiscal como presenciaba lo
que la mujer les decía, en un primer momento llego a pensar que fuera la Sra.
Myers, sintiendo la necesidad de llevarse la mano derecha a su entrepierna,
luego la vio marcharse. Entonces fue
cuando pudo escuchar la voz del Fiscal llamarla Lady Margaret, descubriendo que no se trataba de la Sra. Myers, aunque le
hubiera gustado que lo fuera, porque era una mujer que debiera rondar entre cuarenta o los cincuenta años, viendo
lo preciosa que era, aunque su rostro era muy dulce, ella había pensado que sería
un rostro severo y con más carácter fuerte.
Luego escucho como una de las chicas lloraba,
su curiosidad le hizo abrir más la puerta para ver mejor. Una chica estaba sobre las rodillas del
Fiscal, estaba recibiendo una azotaina, pero no podía ver nada desde su posición,
en ese instante una mano se posó sobre su hombro derecho, Silvia se quedó
helada al ser descubierta volviéndose hacia quien tenía detrás suya.
Se asustó al
ver a una señora de unos cincuenta años, era alta de metro ochenta y cinco o
noventa, con un rostro que haría que cualquier chica se mease en las bragas de la impresión al
tenerla delante, vestía totalmente de color negro, tanto la blusa como la
falda, Silvia bajo la mirada avergonzada y entonces vio las zapatillas, solo de
verlas estaba aterrada pues eran totalmente unas zapatillas artesanas hechas a
mano de esparto, exactamente igual que las que usaba su madre, eran muy
dolorosas y ella las conocía muy bien. Aunque no dijo su nombre, dedujo que no
podía ser otra que la Sra. Myers la Ama de llaves.
(Silvia) -. La
Sra. Myers imagino, verdad? Soy la
secretaria del Sr. Fiscal General y me ha pedido que le espere aquí.
La señora asintió con la cabeza mirándola con una mirada,
que hizo a Silvia que se le estremeciese todo su ser temblando con solo verla,
no sabía cómo podía reaccionar al haberla pillado espiando, en esos momentos
estaba tan asustada que no atinaba a decir nada más, ni siquiera sabía cómo
había reunido fuerzas para hablarle.
(Sra. Myers) -.
Bien! Puede que el Sr. Fiscal le haya pedido que espere aquí, pero por
tu bien espero no volverte a sorprender espiando, te salva que no te caliente
el culo ahora mismo, porque no tengo instrucciones del señor, si no, te iba a
poner el culo como un tomate con mi zapatilla, pero como te vuelva a pillar no
te libras de una buena azotaina!!!
Silvia aterrada había visto como la Sra. Myers, al
amenazarla con darle una azotaina con la zapatilla, esta, había adelantado su
pie derecho y dando un golpecito con la puntera de la zapatilla en el suelo, se
había soltado de su pie y extrayéndolo con rapidez quedando la zapatilla a
escasos centímetros de su pie descalzo, dejándole muy claro que no era una
amenaza, que de sorprenderla de nuevo iba a probarla. Viéndola marchar hasta
desaparecer, respiro tranquila aliviándose al haberse librado, pero su cuerpo
la volvía a traicionar, porque además del miedo que había pasado, y que en ese
instante no se atrevió a contradecirla, ahora deseaba mucho más probar aquella
zapatilla en su culo. Aunque reconoció hacia sí misma que estar ante aquella
señora, el miedo se apodero de ella, pero ese mismo miedo la hacía tener más
ganas de ser castigada por ella, pero que no sería capaz de retarla teniéndola
cerca, debía idear la forma que no tuviera elección, aunque estaba segura que
se iba arrepentir. Pero la única forma
de lograrlo tenía que ser por un motivo que el Sr. Fiscal, considerase
bochornoso para él, y que la enviase a la Sra. Myers. Pero como podía lograr ese objetivo, sin
pertenecer a la casa o ser una de las chicas de la agencia de detectives. Si perteneciera a la casa, solo debía esperar
a que la Sra. Myers le revisara las braguitas, como había escuchado a aquella
otra señora llamada Lady Margaret, y que revisar la forma de vestir era algo
que hacia al menos una vez al día. en el
salón se seguía escuchando llorar a la chica, por lo que la dejo intrigada de
que debía de haber hecho esa joven, para recibir una azotaina tan severa, algo
que dedujo por sus gritos de dolor que hacían encoger el alma a cualquiera,
incluso a ella misma. Pero a pesar de la amenaza de la Sra. Myers de la
azotaina que le iba a dar, de sorprenderla de nuevo espiando la acobardaba el
solo pensarlo, aunque le gustaría volver a mirar.
Poco después
escuchaba la voz del Sr. Fiscal regañar a las jóvenes, y oyó decir que le
esperasen que volvería enseguida, al escuchar eso dedujo que en ese momento iría
a por ella a buscarla, y no se le ocurrió otra cosa que correr a uno de los
tres divanes que habían de mobiliario, y echarse en uno con las piernas
abiertas e introduciendo su mano derecha bajo su falda y acariciarse la
entrepierna sobre sus braguitas para ser descubierta. Se le ocurrió así de
pronto sin pensarlo, si la pillaba tocándose deseaba descubrir su reacción, si
la castigaría el mismo, o la amenazaría con enviarla a la Sra. Myers, al
abrirse la puerta se arrepintió al instante retirando su mano de su
entrepierna, pero ya era tarde el Sr. Fiscal la había visto infraganti, aunque
se levantó del diván aterrada poniéndose en pie. El fiscal la agarro con su
brazo izquierdo atrayéndola hacia él, al ser tan baja de estatura daba la
impresión de ser una chiquilla, sobre todo cuando la coloco bajo su brazo
izquierdo sujetándola en volandas, y le asesto varios azotes bien fuertes,
dejándola de nuevo en el suelo regañándola.
(Sr. Fiscal
General) -. Desvergonzada! Te parece
correcto acariciarte de esa manera indecorosa en una señorita como tú,
cochina!!! Está muy feo en una chica
decente hacer esas porquerías, de disponer más tiempo te ibas a enterar de lo
que vale un peine….- En
ese instante apareció la Sra. Myers.
(Sra. Myers) -. Señor Fiscal! A esta jovencita le hacen falta aprender
buenos modales, el corregir esas cochinadas de una chica, no es digno de todo
un caballero como usted, debería ser su madre la que se encargase de aplicarle
una buena reprimenda, son cosas que no debería hacer una señorita, y debe ser
una madre quien la corrija adecuadamente. Es una verdadera lástima que no esté bajo
mi cargo, de estarlo me la llevaría a la habitación y le iba a quitar esa fea
costumbre de inmediato.
(Sr. Fiscal
General) -. Silvia me estas
decepcionando, no esperaba de ti esa conducta. Que no te vuelva a sorprender de
nuevo, o me pensare el ponerte en las expertas manos de mi Ama de llaves, tiene
razón es cosa de mujeres el corregir esa fea costumbre. Sra. Myers… tendré muy en cuenta sus
palabras, esas acciones son cosas intimas de damas, y es una dama quien debe
corregir esa conducta. Pero esta jovencita no creo que vuelva atreverse hacer
de nuevo esas cochinadas….- Le levanto la falda a Silvia ante la Sra. Myers y le bajo sus bragas,
haciéndola girarse y mostrarle el culo a la Sra. Myers. -. Como puede usted ver Sra. Myers, va bien servida la muchacha, ya ve
como tiene el culo después de recibir una azotaina en mi oficina por el Sr.
Charlton.
Silvia Montero deseo que se la tragase la tierra en ese
instante, como había podido su jefe hacerle tal cosa. El haberle levantado la
falda ondulada azul marino, y bajarle las bragas blancas mostrándole el culo
castigado a la Sra. Myers, una total desconocida para ella, así como el que la
propia Sra. Myers se le acercase y le subiera ella sus braguitas. Teniendo
además que escuchar unas palabras referentes al estado de sus braguitas, por la
propia Sra. Myers.
(Sra. Myers) -. Sr. Fiscal! Debería usted permitirme que me llevase a
esta joven al servicio, y le cambiase esas bragas, una chica decente no puede
ir con las bragas así de sucias en su entrepierna, si estuviese en mis manos
iba a bailar de lo lindo al ritmo de mi zapatilla.
(Sr. Fiscal
General) -. Tráigale unas bragas
limpias, se las cambiara aquí mismo, ahora no dispongo de mucho tiempo, he de
encargarme que unas chicas y las corrija el Sr. Charlton que aguarda en mi
despacho.
En breve apareció Lady Margaret portando en su mano
derecha unas bragas limpias, se las iba a entregar a la Sra. Myers, pero esta
le indico que eran para la joven, que estaba de pie entre medias de la Sra.
Myers y el Sr. Fiscal.
(Lady Margaret) -. Oh! Son para ella, bueno por suerte he
sacado dos al desconocer la talla de que chica era, he traído unas de talla
seis, y estas otras de talla cuatro más pequeñas, le irán mejor. .- Lady Margaret le introdujo las manos bajo
su falda, y le bajo las braguitas sacándoselas primero un pie y luego el otro,
luego cogió las limpias que traía, y abriendo la cinturilla con sus dedos, las
mantuvo estiradas para que la joven metiera su pie, uno y otro, luego se las
subió a la cintura ajustándoselas bien, e hizo que se girase para ver cómo le
quedaban en el trasero, las braguitas que le había puesto eran blancas de
algodón de talle alto, con dibujos de margaritas que resaltaban. Le bajo la
falda. -. Bueno jovencita. Ya tienes
bragas limpias puestas, aunque habría que darte tu merecido por haberlas
manchado de esa manera, es una costumbre
indecorosa el que una chica las ensucie así, esto habría que darle una
solución rápida.
(Sr. Fiscal
General) -. Ya hemos perdido demasiado
tiempo, gracias señoras por su inestimable ayuda, ahora he de ocuparme de otros
asuntos que son más urgentes.
Silvia estaba
muy avergonzada de sí misma, las palabras de aquellas dos señoras le habían
hecho que sus mejillas estuvieran más coloradas de la vergüenza que había pasado,
que el ardiente estado de su trasero, el cual debía de tener muy colorado. Pero al mismo tiempo al estar ante aquellas
dos señoras, que podrían ser su madre cualquiera de las dos por la edad, el
solo pensar que las dos la habían amenazado con darle su merecido por haber
ensuciado su braguitas, ya sentía de nuevo humedad en el fondillo de sus
braguitas recién puestas. Ni ella misma
se entendía de lo que le sucedía, pero no comprendía porque, pero deseaba ser
colocada sobre las rodillas de aquellas señoras, y le bajasen sus braguitas
para darle una azotaina. Aunque seguía
dándole más morbo que fuera la Sra. Myers, la que la colocase sobre sus
rodillas, bajase sus bragas y sentir en su dolorido trasero aquellas zapatillas
que usaba. Al mantener su mirada baja por la vergüenza, no le quitaba ojo de
aquellas zapatillas que llevaba puestas la Sra. Myers. Aunque ello aun lo
comprendía mucho menos si cabía, pues eran similares a las que usaba su madre,
y para nada deseaba que su madre la castigase, en cambio como podía ser, que el
tan solo tener cerca aquella señora sus braguitas se le mojaban de deseo. Como
podía ser…? Como… y como podía
desearlo? Si tenía el culo que le dolía
bastante, siendo muy molesto para ella incluso el llevar las bragas puestas,
solo deseaba poder llegar a casa y quitárselas.
Pero a pesar de dolerle el culo como le dolía, como podía pensar en
recibir una azotaina con aquellas zapatillas y lo peor de todo, es que las
conocía muy bien, y sabía lo dolorosas que eran sentirlas en su trasero.
Se dejó
llevar por el Fiscal al salón a donde aguardaban las chicas, las siete chicas
eran atractivas cada una de ellas
destacaba su físico, la llamada Rose
Mery tenía el cuerpo más rollizo que las demás, y la tal Luisa destacaba su
trasero abultado. Para Silvia era la primera vez que estaba ante siete chicas
que iban a ser castigadas, en su época de universidad había estado en
situaciones similares con compañeras, aunque en esos casos ella también iba a
recibir. Era la primera vez que se
encontraba con chicas que iban a ser castigadas y ella no resultase ser una más
de ellas, era su primera vez como testigo ocular no implicada en los
hechos. En breve ella respondió a las
preguntas que le formulo su jefe, viendo en las chicas sus caras de
preocupación al escuchar su respuesta.
Mientras escuchaba como eran regañadas las jóvenes, ella las observaba
como vestían todas iguales, blusa azul
turquesa, falda ondulada gris perla, medias blancas transparentes hasta la
rodilla, y zapatos negros modelo
Merceditas sin apenas tacón. Resultaba
como cuando iba a la universidad, las chicas iban vestidas con su uniforme.
Poco después
el Sr. Fiscal General le decía que se podía retirar, que su chofer la esperaba
para llevarla a su casa. En ese instante se quedó paralizada en pie a la
derecha de donde estaban las chicas, a su espalda estaba la chica que había
sido castigada y aún estaba sollozando echada en el suelo con el culo al aire
al tener sus bragas bajadas en las rodillas. Desde su posición no la podía ver,
pero al entrar al salón con el Sr. Fiscal si la había visto.
Pretendía
marcharse como le había indicado su jefe, pero se había quedado paralizada al
ver salir al Sr. Charlton del despacho. Recordaba cómo le había dolido la
azotaina que recibiese hacia unas horas en el despacho de su jefe, a manos del
hombre que acababa de aparecer, por ello aterrada al verle de nuevo se quedó
quieta sin saber que hacer.
En ese momento
pudo ver como la chica que se referían como Rose Mery, se encamino hacia el
despacho viéndola que momentos antes al nombrar su nombre como la primera en
ser castigada, su rostro se había congestionado de terror, y como resignada se
alejaba hacia la puerta del despacho desapareciendo en su interior, y tras ella
iba el Sr. Fiscal. Se quedó sorprendida
al ver que no cerraban la puerta, y como poco después se iniciaba el sonido
característico de la chica recibiendo la azotaina. En ese instante se percató que nadie se
fijaba en ella, las seis chicas que estaban a unos metros delante de ella,
miraban hacia la puerta del despacho, hacia unos instantes que al escuchar al
Sr. Fiscal, de las siete chicas
solamente iban a ser castigadas cuatro, pues tres de ellas ya lo habían sido la
tarde del día anterior. Solo bastaba con mirar sus cortas faldas, cuáles de
ellas ya habían sido castigadas, pues se les veía la parte baja de sus
braguitas y parte baja de sus nalgas coloradas que se apreciaban al no cubrir
las perneras de sus braguitas.
Esa visión y
al no prestarle nadie atención a su presencia, escuchaba los gemidos de dolor
de la chica que recibía la azotaina, así como el sonido de los azotes uno
detrás de otro, sintiendo Silvia que su entrepierna se le volvía a humedecer de
nuevo. El sonido de la azotaina a la chica llamada Rose Mery, la había hecho de
nuevo excitarse con la idea de ser castigada por la Ama de llaves. Pero no se le ocurría nada que pudiera hacer,
para que sucediera su deseo. En ese instante decidió que era el momento de
irse, pero antes miro hacia atrás hacia la chica que estaba en el suelo. Al verla como estaba echa un ovillo con su
cuerpo sollozando, decidió que no podía dejarla tal y como estaba, alguien
debía de ayudarla a reincorporarse y acomodarla en un sofá. Le daba pena dejarla en aquel estado, así que
sin pensar en nada más que en ayudarla, fue hacia ella ayudándola a levantarse,
una vez en pie, vio que la chica estaba muy dolorida y que no podría subirse
las braguitas, por lo que se las subió ella misma con mucha dulzura y suavidad al
pasarle las bragas por sus nalgas amoratadas por la azotaina.
Llevándola
sujeta al pasarle la mano por debajo de las axilas, rodeo su cuerpo con su
brazo derecho y ayudándola a caminar la llevo a uno de los sofás que quedaban
más alejados, pensando que si no la veían, la chica podría descansar
mejor. La puerta para marcharse estaba a
solo unos metros del sofá, la acomodaría y se iría con viento fresco. Pero al acomodarla la muchacha sollozaba
lastimera de dolor en su trasero inflamado, por lo que pensó que podría
quedarse con ella unos minutos, y con sumo cuidado tomo asiento a su lado,
aunque al sentarse acampano su falda sentándose sobre sus braguitas blancas de
margaritas. Sentía una sensación extraña al llevar esas bragas de cintura tan
alta, no eran para nada las que ella utilizaba, pero si tenían algo en
especial, retenían mucho más el calor del culo inflamado, así como resultando más
molestas el llevarlas puestas, pues eran de algodón como las suyas, pero estas
tenían el tejido más grueso y las costuras le mortificaban el culo al moverse.
Por lo que tuvo la necesidad de colocarse un poco de costado para aliviar el
dolor de su trasero.
Para tratar de
calmar a la chica, le acariciaba la espalda con cariño muy suavemente algo que
la muchacha agradeció, pues al poco
tiempo se quedó dormida.
Al sentirse Silvia estar sola, sintió deseos de tocarse metiendo su mano
bajo su falda. Pensaba en que habría hecho aquella muchacha, para que le hubieran dado una azotaina tan
severa, que le había dejado el trasero tan morado. Cerro los ojos mientras se daba placer, no
tardando en sentir una agradable sensación temblándole los muslos al tener un
orgasmo, el sentirse dolorida en el trasero, la chica echada en el sofá
mostrándole las braguitas blancas con dibujos de ramilletes de
florecillas, así como asomando bajo el
elástico de las perneras la intensa rojez de sus nalgas, y el sonido de fondo
de la chica en el interior del despacho llorando en esos momentos, hizo que se
estremeciera de placer al sentir el clímax llegarle muy intensamente. Al quedar relajada Silvia pensó que era el
momento de irse, pero en esos instantes escucho de fondo la voz del Sr. Fiscal
en el salón. Si la veía levantarse y
salir del salón que iba a pensar de ella, pues hacía ya bastante que la mandase
retirarse a su casa, asustada por las consecuencias prefirió esperar a ver si
volvía a entrar al despacho. Pero como
lo iba a saber si había entrado o no
había entrado? Se maldecía así
misma por no haberse ido cuando tuvo la ocasión, en cambio ahora temía ser
descubierta. Estaba aterrada de que el
Sr. Fiscal la llevase al interior del despacho, y el Sr. Charlton volviera a
castigarla. Pues no tenía ningún deseo de volver a ser castigada de nuevo, en
ese momento aún tenía su mano derecha bajo su falda, sobre la entrepierna de sus braguitas, posada
en el fondillo sintiendo la humedad en sus dedos mojados, al instante le
pasaron por su cabeza las palabras de la Sra. Myers… “Esa conducta solo una madre sabe cómo debe corregir o una Dama puede
encargarse de ella como se debe”… ello volvió a hacerla sentirse de nuevo
excitada.
Pero como
podía sucederle eso a ella? Hacia tan
solo unos segundos estaba pálida y
temerosa de poder ser castigada por el Sr. Charlton. Pero en cambio ahora
deseaba ser castigada por la Sra. Myers volviendo a mojarse su entrepierna, se
estaba volviendo loca? Como podía temer
ser castigada y desearlo al pensar en la Ama de llaves tan solo unos segundos
después. Pero en esta ocasión su deseo
al tocarse resultaba ser más intenso, por lo que su mano subió por su vientre
buscando la cinturilla de sus braguitas, y la mano paso bajo ella descendiendo
por el interior de las bragas hasta llegar a su sexo, no tardando de nuevo en
alcanzar otro orgasmo, siendo tan intenso que sus manos subieron su falda y
agarrando el borde del elástico de la cinturilla se las bajo a medio muslo y estirándose
en el sofá dejando su culo colgando fuera del asiento mullido, así se tocó más
intensamente hasta explotar en otro orgasmo, en su mente se imaginaba estar
sobre las rodillas de la Sra. Myers recibiendo una azotaina con aquellas
zapatillas. Gimiendo sudorosa del
placer que se había dado a sí misma, se quedó relajada espatarrada en el sofá, con
los ojos cerrados del placer que había
disfrutado.
Sin abrir los
ojos se subió las bragas, algo que le resulto fácil, al tener su trasero
colgando del asiento, pues se había espatarrado en el sofá manteniéndose en él,
al tener su espalda sobre el asiento, en sus labios tenía una sonrisa dibujada
de felicidad, en sus lascivos pensamientos que había murmurado en voz audible
de haber alguien cerca, su sorpresa fue monumental al abrir los ojos quedándose
aterrada, petrificada, pero sobre todo terror, verdadero terror… de lo que
estaba viendo delante de ella. Se incorporó rápidamente sobre el asiento del
sofá, arreglándose la falda toda arrugada.
Ante ella estaban Lady Margaret, a su lado la Sra. Myers, y en el lado
opuesto el Sr. Fiscal General. Sus caras eran un verdadero poema, pues de poético
poco tenían sus rostros, pues estaban indignados observándola sin decir nada,
que se podía decir en un caso así… la
habían sorprendido con las manos en la masa, mejor metáfora no podía haber…
pues Silvia no sabía el tiempo que llevaban observándola, pero sus rostros
decían que estaba en serios problemas…
La otra
chica que estaba aún dormida se despertó en ese preciso momento, quedándose
perpleja sin saber muy bien que sucedía a su alrededor, viendo a la Sra. Myers
y Lady Margaret y enfrente de ella al Sr. Fiscal General.
(Sra. Myers) -. Usted dirá Sr. Fiscal que desea que
hagamos con Vanessa y con su secretaria?
Vanessa
aguardaba avergonzada sin saber a quién mirar, a su lado tenia a Silvia, sin saber bien quien era la chica,
bueno se acababa de enterar que era la secretaria del Sr. Fiscal. La cual
miro de manera sorprendida a las señoras, mirándolas con desaire, en su mente nadie podría decir que ideas le
rondaban, pero aquella forma desairada de mirarlas, disgusto a su jefe el Sr. Fiscal.
(Sr. Fiscal
General) -. A ver,
es un serio dilema en el que me han puesto estas dos jóvenes, aunque
ellas lo que no saben es que las observaba desde hace bastantes minutos, y
aunque ambas deberían de ser disciplinadas, reconozco que la chica de la
agencia Miller no ha colaborado, pues después de recibir la azotaina que le he
dado, debía de estar agotada del esfuerzo que ha realizado, al intentar en vano
el debatirse sobre mis rodillas, mientras ha recibido la azotaina con el
cepillo, claramente ha quedado muy dolorida y al acomodarla en el sofá, se ha
quedado dormida. He podido ver con
claridad que mi secretaria se ha aprovechado de las circunstancias y ha sido
ella la que se ha comportado de una manera irrespetuosa al masturbarse. Una falta que en esta casa es considerada de
una gravedad imperdonable, debiendo ser severamente castigada la chica que es
sorprendida tocándose. Mi secretaria dudo que supiera que lo que hacía era algo
imperdonable, y que en circunstancias diferentes lo lamentaría. Lo que me tiene intrigado, es qué diablos
estaba haciendo aun en la casa. A ella
la he hecho venir para demostrar a las jóvenes detectives, el error que habían
cometido, en ningún caso mi secretaria debía de seguir aquí, pues una vez se ha
demostrado que ella no está desaparecida, la he indicado que mi chofer la
aguardaba para llevarla a su casa. Yo en
ese momento me he desentendido de ella, pues estaba completamente convencido
que se había marchado cuando se lo he indicado.
Por lo tanto, ha desobedecido mi orden de irse de la casa, no contenta
con desobedecer, además ha ayudado a Vanessa a incorporarse, algo que no tenía
autorización para hacerlo, además le ha subido sus bragas, también sin
autorización, luego la ha acomodado en este sofá, y lo más sorprendente es que
lo ha hecho a sabiendas que no sería observada, pues nadie se ha percatado de
su presencia, y además se ha masturbado mientras las chicas eran castigadas en
el despacho. Ella ignoraba que yo la
observaba por el espejo del techo, viéndola primeramente masturbarse sola
introduciendo su mano derecha entre sus bragas, luego más tarde cuando he
vuelto a salir, la he podido ver como se había bajado sus bragas para tocarse
con más libertad. Una vez la joven
Carmen ha sido castigada, he vuelto a salir viéndola como le bajaba las bragas
a Vanessa y le acariciaba el culo estando la chica dormida, mientras con la
mano derecha se masturbaba. Por lo
tanto la gravedad es tal, que no deseo involucrarme en la situación a seguir,
pues de hacerlo iba a ser castigada de manera ejemplar, a pesar que no
pertenece a esta casa. Por lo tanto… Lady Margaret acompañe a las chicas a sus
habitaciones, yo me retiro a mi despacho.
Usted Sra. Myers como Ama de llaves y responsable de la casa, disponga
usted misma que lección debe darle a la joven, luego le asigna una habitación
de la casa, pues esta noche la pasara en ella.
Como podrían tener esa opinión de ella, si, era cierto
que lo que había hecho no estaba bien, pero no lo había hecho de manera tan
descarada como decían. Según había
escuchado hablar a su jefe ella lo había hecho todo de manera premeditada y
alevosía. Algo que no era cierto. Aunque ahora tenía una seria preocupación
delante de ella, pues había deseado ser castigada por la Sra. Myers, pero ahora
estaba aterrada pues la había dejado su jefe en manos de la Sra. Myers, y su
cuerpo se estremecía del miedo que tenía en esos momentos, era tal su angustia
que no se atrevía a contradecir al Sr. Fiscal General, diciéndole que no había
sido como el sugería, que había sido solamente un accidente.
Silvia vio
como Lady Margaret hacia levantarse a la chica que había ayudado ella, y que
ahora sabía que se llamaba Vanessa, al llevársela como se hacía la remolona le
dio varios azotes en el culo, forzándola a caminar más rápido, Vanessa se echó
a llorar por lo dolorido que tenía el culo, viendo como Lady Margaret le levanto
la falda y bajo sus bragas viéndole como tenía el culo la chica.
(Lady Margaret) -. Que es lo que has hecho para que te hayan
castigado así? A ti te castigaron ayer,
hoy no tenía conocimiento que tuvieras que ser castigada, explícate?
(Vanessa) -. El Sr. Fiscal me ha sorprendido riéndome
de… usted, perdone Lady Margaret yo no pretendía…
(Lady Margaret) -. Eso te servirá de lección, desvergonzada!
Ahora súbete las bragas y vamos para tu habitación, rápido o te vuelvo a dar en
el culo…!!!
Ahora Silvia
ya sabía porque había sido castigada Vanessa, aunque desconocía que cargo
desempeñaba en la casa, pero tenía claro que era de responsabilidad su trabajo.
Ella aún permanecía sentada en el sofá, mientras enfrente de ella aún estaba
sin decirle nada la Sra. Myers. Una vez que dejaron de escucharse pasos en el
salón, debían de haberse quedado a solas ella y la Sra. Myers.
(Sra. Myers) -. Al
parecer no sabes obedecer, verdad? No te
había dicho que te comportaras como es debido?
Y el cómo has ensuciado tus bragas antes, que pensando en tu bien le he
sugerido cambiártelas al Sr. Fiscal. Y
ahora ya ves cómo te las has vuelto a ensuciar. Pero en esta ocasión pequeña,
tengo autoridad sobre ti, así que vamos a mi habitación, allí hablaremos con
calma, con mucha calma…
La Sra. Myers le había hablado de una manera que debería
calmarle sus nervios y su temor al acompañarla a su habitación. Le había
hablado de forma calmada y de forma que le pareciera que no ocurría nada, que
todo lo que había hecho no era nada que no se pudiera arreglar fácilmente. La
agarro de la mano y la llevaba andando a su lado, todo parecía que no sucediera
nada, pues aunque iban caminando en silencio, nada presagiaba que fuera a irle
mal al llegar a la habitación. Caminaron
por el largo pasillo hasta al llegar a unas escaleras, las cuales bajaron al
entresuelo, habían varias habitaciones que deberían de ser del servicio, en un
momento aparecieron dos chicas que se parecían mucho entre ellas, seguramente
gemelas, iban corriendo por el pasillo solamente en blusa y braguitas jugando,
se pararon en el acto aterradas al ver a la Sra. Myers.
(Sra. Myers) -. Cuantas veces he de deciros que no se
juega en el pasillo, eh!!! Iros inmediatamente
a vuestra habitación, ya os voy a enseñar a ir en bragas corriendo por los
pasillos, sinvergüenzas!!! Parece mentira que a vuestra edad aun os comportéis
como unas niñas pequeñas, ya tenéis edad de comportaros como mujeres adultas
que sois. En cuanto me encargue de
darle su merecido a esta desvergonzada, iré a vuestro cuarto a arreglaros el
culo a las dos, a que esperáis? A vuestra habitación! Rápido!!!
A Silvia le temblaban las piernas, al escuchar que la
Sra. Myers tenía pensado ocuparse de las chicas, después de haberse ocupado de ella primero. Antes había conocido a la dulce Sra. Myers,
pero al regañar a las dos chicas había visto a la señora estricta y severa que
ella había sospechado que era en realidad por su aspecto. Pero con ella había sido muy sencilla,
hablándole de manera calmada y sosegada, posiblemente porque ella era la
secretaria del Fiscal, en cambio con las chicas se había quitado esa mascara, seguramente
por pertenecer las chicas a la casa. Recordó
ese mismo comportamiento en su madre, cuando la iba a castigar siempre se
mostraba cariñosa y dulce, así cuando la
llamaba acudía a su llamada confiada, pero al atraparla se terminaba la dulzura y al tenerla sobre sus rodillas, despertaba la
verdadera identidad de su madre, la cual
regañaba severamente mientras le calentaba el culo.
Al tener el
conocimiento de que la iba a castigar en su habitación, se quedaba atrás al
estar aterrada pues tan solo hacia unas horas, que le habían azotado el culo
con la vara. Cierto, que la azotaina que había recibido en la oficina, se la había
ganado con creces, aunque no le había gustado ser castigada ante testigos, pero comprendía o
deseaba comprender que había sido por las circunstancias. Pero en esos instantes le preocupaba el cómo
tiraba de su mano la Sra. Myers, ya que desde el salón caminaba a su lado, pero
el comentario de que en cuanto se encargase de ella iría a ocuparse de las
chicas. A Silvia le había parecido algo
terrorífico, no es que esperase caramelos y chuches varias, porque era
consciente de su situación, pero no suponía ser la misma circunstancia imaginar
lo que le iba a suceder, a saber que le esperaba una buena azotaina. Silvia tenía su cara dulce e inocente lívida del miedo que tenía, la Sra. Myers era
una gran señora, no por tener un título de duquesa, si no por su corpulencia
como mujer, no era lógico hallar una mujer con aquellas zarpas enormes como
manos, así como sus recios brazos que solo el verlos daban respeto. Y que aquella señora tan dulce y cariñosa con
ella, acababa de verla tal y como realmente debería de ser ella, y eso era para
atemorizar a una chica de diecinueve años como ella.
Nada más
entrar en la habitación la Sra. Myers la dejo en el centro de la estancia de
pie, mientras ella se desplazaba por la habitación hacia uno de los rincones,
en donde tenía una silla más alta de lo habitual, asiéndola por el respaldo y
con solo una mano, la llevo hasta unos tres metros de distancia de Silvia,
escuchando el sonido seco al depositar la silla sobre sus patas, lo que dejaba
claro que debía de ser muy pesada. En la
cual se sentó la Sra. Myers mirando a Silvia que se la veía aterrada, mirando
al suelo, y con los dedos nerviosos de sus manos, jugaba con el borde de su
falda ondulada azul marino, no es que jugase, estaba tan asustada que no sabía
cómo debía o esperaba la Sra. Myers que se colocara ella. la señora se dirigió a ella hablándole con un
tono voz pausado y calmado, que hubiera
dado confianza a cualquier chica, pero Silvia estaba aterrada de miedo, pues no
iba a tardar en estar sobre su regazo llorando.
(Sra. Myers) -.
Bien pequeña damisela, ya me he fijado que te han calentado el trasero
hace poco, no adivino que has debido hacer, para que te hayan aplicado la vara.
No es lógico que el Sr. Fiscal la utilice, no es de su estilo. Pero ha debido
ser muy grave, de eso estoy segura. Lo
que me cuesta entender, es como has podido comportarte de esta forma tan
desconsiderada, he conocido chicas que les gusta recibir una azotaina, se le
humedecen sus braguitas con solo imaginárselo. No es lógico en mí que hable de
estos temas con las chicas de la casa, aunque a la mayoría de ellas les cuesta
mantener sus braguitas secas y limpias. Pero aunque pueda ser un comportamiento
corporal espontaneo, es algo que puede resultar muy comprensible. Pero una cosa es el sorprender a una
muchacha en el baño o en su cama tocándose, algo que está muy mal en una joven,
pero en su intimidad comprensible al creerse sola. Pero jamás me encontrado con una descarada
como tú, que se toque estando en una casa ajena a ella, y de una manera
inadmisible. Incluso el Sr. Fiscal que
acostumbra a castigar a las chicas cuando las sorprende tocándose, el mismo
estaba abochornado por tu comportamiento, dejándote que me ocupe yo y si te ha puesto en mis manos, es para que te
aplique una buena azotaina, de la que no la olvidaras fácilmente. Pero a una desvergonzada como tú, antes de
nada hay que hacerte pasar la máxima vergüenza, ya que careces de ella, pues de tenerla no te
habrías comportado como has hecho. Así
que! Ven aquí!!!
Silvia se sentía muy mal por cómo se había comportado,
ella no era de esa manera como decía la Ama de llaves. Pero al parecer así
debía de ser el cómo se había mostrado, pues había escuchado al Sr. Fiscal
hablarle en un tono similar, aunque no hubiera sido su intención, era como la
habían visto comportarse. Ni ella se
reconocía así misma, ahora estaba muy avergonzada. Pues veía que la Sra. Myers tenía razón, como
podía haberse comportado de esa forma en casa ajena, no entendía como se podía
haber visto de esa guisa, era la primera vez que iba a esa casa, como se había
podido comportar así. Por más vueltas
que le daba no encontraba explicación posible.
Pero debía de obedecer, así que temerosa de lo que podía aguardarle
avanzo hasta colocarse al costado derecho de la Sra. Myers, resignada a ser
castigada. Al verse ante ella, pudo apreciar mejor la altura que tenía aquella
silla, pues su barriga quedaba por debajo de sus muslos, lo que para colocarse
sobre sus rodillas, no podría hacerlo sola, la Sra. Myers debería auparla
levantándola del suelo, para colocarla sobre sus muslos boca abajo. Pero la
Sra. Myers la sorprendió, pues…
La agarro de
sus caderas y levantándola del suelo, lo que hizo no fue colocarla sobre sus
rodillas, Silvia había estirado sus brazos para acomodarse en su regazo, pero
se quedó perpleja cuando lo que hizo fue colocarla de pie entre sus piernas,
con las rodillas de la Sra. Myers separadas quedando Silvia de pie entre ellas.
(Sra. Myers) -. No te impacientes niña!!! Luego te
colocare sobre mis rodillas, para calentarte el culo. Ahora vamos a revisarte bien,
desvergonzada! Hace unos minutos que te
ha puesto las bragas limpias Lady Margaret, ella es la Institutriz de las hijas
del Sr. Fiscal, por si tienes curiosidad. Ahora lo que vamos hacer, es
levantarte la falda y bajarte las bragas para revisar como las llevas, bien
sujétate la falda y separa los muslos. .- Silvia obedeció sujetándose la falda a sus costados
levantada, dejando sus bragas blancas de algodón con las flores de margaritas
con sus pétalos blancos y en el centro el polen amarillo, dibujos que hacían
resaltar sus braguitas. Silvia avergonzada se veía como cuando era pequeña y su
madre le ponía las bragas colocada entre sus piernas de pie. Tenía su mirada baja pues no se atrevía a
mirarla, pero de nuevo se llevó una desagradable sorpresa, pues la Sra. Myers
le puso los dedos de su mano derecha bajo la barbilla, haciéndola mirarla a los
ojos, que por la altura de la silla, Silvia tuvo que mirar hacia arriba para
mirarle a los ojos. Así mirándola a los ojos, con ambas manos puestas en su
cadera, le bajo las bragas hasta medio muslo, y sin dejar de mirarse entre
ellas con la mirada fija en sus ojos, sintió como las yemas de los dedos de la
señora, se posaban en su sexo. Silvia sentía mucha vergüenza al sentir la
caricia tan íntima. -. Bien niña! No te
da vergüenza tener la entrepierna así de húmeda? Y tus braguitas? Como tienes
el fondillo así de mojado, cochina?
Silvia Montero se encontraba en esos instantes, sintiendo
tanta vergüenza que no pudo mantener sus ojos mirando a los de la Sra. Myers,
teniendo que cerrar los parpados, cerrando así sus ojos. No recordaba haber
pasado tanta vergüenza desde que iba a la universidad, en la cual había una
celadora de la residencia de las chicas, que solía hacerles revisiones
periódicas del uniforme y de su ropa interior. Sobre todo cuando había algunas
de las chicas que habían sido castigadas hacía pocos días, pues más de una se
tocaba en la cama cubierta entre las sabanas, y eran revisadas incluso estas
por las mañanas antes de hacer sus camas, pobre de la que sorprendieran con las
bragas mojadas o las sabanas manchadas.
En los años que vivió con sus padres no recordaba ni una sola vez, que
hubiera tenido sus braguitas mojadas, aunque solía recibir azotainas casi cada
semana por lo estrictos que eran sus padres, cualquier motivo era causa
justificada para darle una azotaina en el culo. En cambio en la universidad, se
le humedecían solo con saber que iba al despacho de la directora, por las
noches más de una de las camas, se veían las sabanas como se movían sus manos
bajo ellas. Pero incluso cuando volvía a
su casa de visita después de haberse independizado, aunque nunca lo aprobaron
sus padres que una chica fuera sola por el mundo, así que cada vez que deseaba
volver a ver a sus padres, sabía que al llegar a casa le esperaba una buena
azotaina, aunque sin saber el porqué, cuando volvía a casa, jamás se le habían
humedecido sus braguitas, algo que era incomprensible para ella, ya que al
comenzar a trabajar para el Fiscal como su secretaria, sabiendo que podía ser
castigada si hacia su trabajo mal, cuando pensaba en ello, sus braguitas se le
humedecían. Algo raro debía de estarle
sucediendo, aunque desconocía el que podía ser. En esos momentos avergonzada de
sí misma, pensaba porque le sucedía eso a ella, incluso se le paso por la
cabeza el preguntarle a la Sra. Myers porque le sucedía, ya que ella le había
hablado de otras chicas que les ocurría igual. Pero su miedo a ser castigada
era mucho mayor, que la intriga que sentía por saber que…
Estaba absorta
en sus pensamientos, así como la vergüenza al sentir como las braguitas se las había
estirado por el fondillo, no se atrevía a mirar por si le soltaba unos azotes
extra, por tener las braguitas mojadas,
pero notaba como el borde del elástico rozaba entre sus muslos al
mantener el fondillo el fondillo de sus bragas
tensas, así como notar como se le
subían de nuevo sus bragas, sin
delicadeza alguna, pues el elástico al pasar este por su trasero, sentía que el
dolor del trasero se acrecentaba al
rozarle las nalgas, el elástico se frenaba por la inflamación reteniéndose
subiéndoselas lentamente, con el
elástico de la cinturilla de las braguitas,
presionando su elasticidad acentuando aún más sus molestias. Al tenerlas
ajustadas a su cintura de nuevo, le dio la vuelta sujetándola por la cintura, así
como para mayor vergüenza, notar como las perneras se las estiraba y se las
ajustaba bien bajo sus nalgas, al ser las braguitas de perneras bajas, por que
le cubría todo el trasero notablemente más
abultado que de costumbre por lo inflamado que lo llevaba, sintiendo una fuerte
palmada en su culo sobre sus bragas, momento que su falda se la soltó la misma
Sra. Myers de sus manos que la sujetaban alzada. Y de nuevo zarandeada
esta vez si la coloco a su costado
derecho, pero antes de acomodarla sobre sus rodillas.
Pudo ver como
la Sra. Myers avanzaba su pie derecho unos centímetros por delante del
izquierdo, así como verla levantar el talón apoyando la puntera en el suelo,
pues la zapatilla era cerrada por el talón, una vez extraído el talón dio un
leve golpecito como si fuera una tenue pataleta, y la zapatilla se desprendió de
su pie, agarrándola por el talón con su mano derecha y sujetarla con su mano izquierda, así se la
acomodó bien por el talón de la zapatilla en su mano derecha, quedando la suela
de cáñamo hacia abajo lista para utilizarla, pues eran zapatillas fabricadas a
mano y para proteger el pie, la parte superior era de paño de color negro,
resaltando así la suela y los cruces que hacia entre si el cáñamo, para formar
una cómoda zapatilla, pero al mismo tiempo con una suela rígida pero flexible.
No había
perdido detalle a la forma de quitarse la zapatilla, era como si deseara la Sra. Myers la viera
bien, en ese preciso instante habría salido corriendo, tal y como hacia cuando
veía quitarse la zapatilla a su madre, pero tenía tanto miedo que era incapaz
de moverse, en ese momento no quería mirar lo que iba a suceder a continuación.
La señora le daba verdadero terror o pánico viéndole sujetar la zapatilla en su
mano, así como la mantenía sujeta por el talón teniéndola apoyada sobre su
muslo. Silvia era incapaz de mirar hacia
ella, sus manos nerviosas se le enredaban los dedos con el dobladillo de su
corta y ondulada falda, ante el inminente momento de ser colocada sobre su
regazo.
Vio
aterrorizada que la Sra. Myers se inclinaba hacia su derecha, y como su brazo
derecho lo bajaba hasta el suelo, dejando la zapatilla en él. Al enderezar su cuerpo la agarro por sorpresa
colocándole las manos en sus caderas, sintiéndose izada del suelo aupándola
dejando que su barriga se apoyase sobre
su muslo derecho, en ese instante su mano derecha paso a colocarla bajo el
pecho de Silvia, y manteniéndola fue como por su propio peso se la acomodo en
su regazo dejándola sobre sus muslos depositada. Silvia se encontró colocada
boca abajo sobre sus rodillas, colgando sus piernas flexionadas por las
rodillas, pues aunque lo probo, sus pies no alcanzaban el suelo, ni estirando
sus piernas. Por el costado izquierdo de la Sra. Myers, sus brazos intentaron
apoyarse en el suelo, pero no alcanzaba agarrándose a las patas de la silla, su
cuerpo menudito sobre el regazo de la mujer parecía el de una chiquilla,
entonces sintió como le levantaba su corta falda doblándosela sobre su espalda,
y como las manos al depositar la falda bien colocada, le acariciaron las
caderas quedando la mano izquierda a la
altura de su cadera derecha sujetándola firmemente. Como la mano derecha seguía
hasta su pequeño trasero, así como acariciaba el culo sobre las bragas blancas
de algodón con dibujos de florecillas de margaritas. Como la mano trazaba círculos sobre su
trasero, acariciándoselo con suavidad, bajando la mano hacia la entrepierna, en
un primer momento su intención fue juntar sus muslos uno contra otro, pero un
leve pellizco en el interior de su muslo izquierdo la hizo separarlos, sintiendo
como aquellos dedos bajaban a su entrepierna, así como por sus muslos. Silvia
pudo sentir como el cuerpo de la Sra. Myers se inclinó hacia su derecha, por la
posición en la que estaba colocada, su cabeza así como su hermosa cabellera
morena colgaba cubriéndole el rostro, pero aun así por debajo del asiento podía
ver la zapatilla depositada en el suelo, y como la enorme mano la agarraba por
el talón, cogiéndola.
En cualquier
momento podía empezar a recibir la
azotaina, Silvia deseaba que empezara de una vez y acabase ya aquel suplicio,
pero la Sra. Myers actuaba de forma muy calmada, como si supiera de antemano lo
mal que lo estaba pasando la jovencita echada sobre sus rodillas, con la falda
levantada y aun conservando sus bragas puestas, y que esperaba que se las
bajase en cualquier instante. Silvia nerviosa empezó a moverse sobre el regazo,
meneaba sus caderas forzando a la Sra. Myers a sujetarla con más fuerza, lo
estaba pasando muy mal estando echada boca abajo sobre su regazo, ya que la
vergüenza de estar así de expuesta, la hacía sentirse mal incluso teniendo un estado leve de
ansiedad.
En ese instante
es cuando la Sra. Myers comenzó a descargar con fuerza la zapatilla sobre sus
bragas, la zapatilla caía una y otra vez sobre su culo, sintiendo como ardían
sus fuertes azotes, y como Silvia menaba sus caderas de un lado a otro, sus
piernas las estiraba y encogía repetidamente, con sus brazos se aferraba con
fuerza a las patas de la mesa, mientras su cabellera se agitaba en el aire, al
mover Silvia la cabeza levantándola y bajándola, lo cual su cabello se mantenía
suspendido en aire unas milésimas de segundo. Mientras la zapatilla continuaba
cayendo sobre su trasero, una y otra vez, sin poder hacer nada Silvia para
escapar al intenso fuego que sentía en su culo, y que los azotes seguían sin
cesar ni un segundo entre uno y otro, caldeándole todo su pequeño trasero.
Desde el inicio de la azotaina lloraba sin cesar, por el intenso dolor que
sentía, pues al tenerlo ya dolorido, al caer el primer azote de la zapatilla
rompió a llorar.
La Sra. Myers
demostraba ser una gran experta en el manejo de la zapatilla, aunque los azotes
no eran tan fuertes como le parecían a la joven Silvia, pero al tener su
trasero ya dolorido por el castigo que recibiera horas antes, la Sra. Myers no tenía
que emplearse a fondo, solamente con dejar que su mano armada con la zapatilla,
cayera sobre el inflamado y dolorido trasero de la joven, sabía que bastaba
para hacerla ver todas las estrellas del firmamento, aunque simplemente por su
propia inercia, la zapatilla resultaba bastante pesada al ser de cáñamo, lo suficiente dolorosa para que Silvia, sintiendo un fuego muy intenso a cada azote que recibía, a
pesar de que le estuviera dando la azotaina sobre sus bragas. la azotaina se prolongó durante varios
minutos, Silvia agotada se había rendido a tratar de rebelarse, pues todos sus
intentos no la habían valido de nada, solamente para que mientras se rebelaba
la azotaina en su indefenso trasero resultaba más intensa, doliéndole mucho más
el culo, así que resignada a recibir la azotaina bien merecida. Ya que eso lo tenía muy claro antes de que
comenzara a castigarla, se la había ganado ella sola por descarada y cochina,
aunque eso de que la llamara cochina le había hecho sentirse muy mal. Lloraba desconsolada por la azotaina que
estaba recibiendo y que no parecía que fuera a acabar nunca. Hubo un momento
que solamente sentía como el trasero la abrasaba, así como el dolor tan intenso
en su indefenso trasero parecía haberse detenido, aunque le dolía muchísimo,
pero menos que hacia un momento. Tardo
varios segundos en percatarse que ya no estaba recibiendo azotes con la
zapatilla, de ahí que hubiera menguado su intenso dolor. Y en ese momento sintió como una brisa fresca
le acariciaba el culo, entonces fue cuando sintió que las manos de la Sra.
Myers le estaban bajando las bragas a las rodillas, sintiendo de nuevo un fuego
muy intenso, la azotaina en su trasero continuaba ahora sobre su culo desnudo,
al haberle bajado sus bragas de algodón con dibujos de margaritas, volviendo a
llorar desesperada por el intenso fuego de nuevo, aunque se volvió a debatir
sobre su regazo unos minutos al dolerle más la zapatilla, pues ahora el
contacto del cáñamo sobre sus inflamadas nalgas, escocia más en el culo, mucho
más que antes de bajarle las bragas.
Aunque a los pocos azotes ya no
notaba diferencia alguna, solo un intenso fuego que no cesaba en su trasero
desnudo, y que durante no sabía cuánto, la azotaina se prolongó por un tiempo
interminable para la infeliz de la secretaria del Fiscal. La cual hacia bastantes minutos que no hacía
más, que pedir perdón y que no lo volvería hacer de nuevo, incluso antes de
bajarle las bragas había pedido perdón varias veces, pero la Sra. Myers no le
prestaba atención alguna a sus ruegos de que parase de pegarle en el culo.
La Sra. Myers
se detuvo de calentarle el culo a la secretaria del Sr. Fiscal, soltando la
zapatilla en el suelo, le subió las bragas a la joven que no hacía más que
llorar y pedir perdón. Una vez le subió
las bragas sin ningún miramiento por lo
dolorido que debía de tener el culo, le bajo la falda y sin más, la levanto de su regazo poniéndola
en pie entre sus piernas, la joven llorando desesperada se le tiro al cuello
abrazándola, al tiempo que rogaba una y otra vez que la perdonase, que no lo
volvería hacer, aunque para entenderla era difícil ya que lloraba tartamudeando
entre sollozos, pero el abrazo de la muchacha no se lo desprecio y ella misma
le respondió abrazándola con sus brazos, al tiempo que la mano derecha la
bajaba a su dolorido trasero, e introduciendo la mano bajo su falda le
acariciaba con cariño el inflamado trasero por encima de sus bragas.
(Sra. Myers) -.
Ahora pequeña te voy a dejar sola unos minutos, tengo que arreglarte una
habitación y encargarme de otros asuntos que me precisan mi atención, luego
vendré por ti y te llevare a tu cuarto para esta noche, recuerda que estas bajo
mi tutela mientras estés en la casa, me disgustaría en extremo que te revise
las bragas y me las encontrase de nuevo mojadas, eso estaría muy feo después de
haberte castigado por ese mismo motivo.
Silvia se quedó en pie en el centro de la habitación
viendo como la Sra. Myers abandonaba la habitación, ya estaba algo más
tranquila al quedarse a solas, aunque el trasero le ardía y picaba como si
estuviera sentada sobre un avispero. Sus manos las tenía colocadas en su
caderas, hubiera deseado poder bajarlas deslizándolas por su trasero, aunque
fuera por encima de su falda, pero le dolía más si intentaba tocarse el culo,
así que lo más cerca que podía poner sus manos eran sobre sus caderas, aunque
armándose de valor poso las manos en el trasero de su falda, dibujándose en su
rostro todo tipo de muecas del dolor, pero aun así le gustaba el poder
tocárselo aunque le dolía al hacerlo.
Sintiendo todo tipo de molestias, se sobo el culo sobre la falda,
sintiendo que a pesar del dolor que sentía, le gustaba poder sobarse sintiendo
en las palmas de sus manos el calor ardiente que desprendía su trasero, así fue
bajando las manos hasta la base de sus muslos, y luego subirlas lentamente
acariciándose el trasero sobre sus braguitas, levantándose la falda al
acariciarse. Mirando hacia su derecha,
vio que la Sra. Myers tenía una cómoda con varios cajones, y sobre ella un
espejo voluminoso, en el que se reflejaba su cuerpo, acercándose a él
lentamente, pues el dar un paso tras otro se le movían sus nalgas, con lo cual
se rozaban con el tejido de algodón de su bragas, sintiendo un terrible escozor
y picor a cada paso, así que lentamente se bajó las bragas mirándose el culo en
el espejo. Viéndoselo por primera vez
desde que había sido castigada en la oficina con la vara, al vérselo
completamente colorado, se acercó más para vérselo mejor desde cerca, viendo
como tenía el trasero de un color rojo intenso, con claras marcas de la
zapatilla, las marcas que debían de haberle dejado la vara, no se le apreciaban
apenas, aunque veía las trazas azuladas, sintiendo la necesidad de llevarse su
mano derecha a su entrepierna.
Con la falda
levantada y las bragas bajadas se acariciaba su entrepierna, se veía así misma
tocándose al acariciarse, y se giraba para verse el culo colorado,
acariciándose más seguido moviendo sus dedos con movimientos pausados, pero
alternando más intensidad a su caricia intima. Mientras su mente recordaba como
la Sra. Myers la había aupado levantándola para colocarla sobre sus rodillas, y
como sentía el dolor que le producía la zapatilla al azotarle el culo. En esos
instantes se sonreía de ella misma, no sabía cómo lo había hecho, bueno si lo
sabía, se había masturbado y sido descubierta.
Lo que no se esperaba era que fuese a ser castigada por ella, eso sí que
no lo había esperado. Pero aunque le dolía
el culo mucho, de alguna forma se sentía de maravilla. La azotaina había sido
mucho más dolorosa que las que solía darle su madre, pero al contrario que
cuando la zurraba ella, ahora al haber sido castigada por la Sra. Myers, la
recordaba con deseo de recibir más sobre sus rodillas. Aunque desde luego no en ese momento, pues se
notaba tener su trasero demasiado dolorido, como para volver a recibir de
nuevo. Pero a pesar del intenso dolor al
recibir la azotaina, llorando desesperada del dolor durante la severa zurra, la
recordaba con una agradable sonrisa. Mirándose en el espejo sin poder responderse a sí misma, por qué ese deseo de
ser castigada con una buena azotaina.
Pasaron los
minutos sin apenas saber las veces que se había dado placer así misma, pero le
gustaba verse en el espejo con el culo tan colorado que lo tenía, así como
verse en el espejo con la falda levantada y las bragas bajadas, le encantaba
contemplarse a sí misma una y otra vez…
(Sra. Myers) -.
Vaya…vaya… Que rápido has olvidado el motivo, por el que te he calentado el culo! Apenas ha pasado media hora y te vuelvo a
sorprender con las bragas bajadas, y tocándote,
marrana!!! Todas sois iguales no
cambiareis nunca, os gusta que os den una buena azotaina sobre las rodillas,
aunque ya no seáis unas niñas….- Acercándose a Silvia le subió las bragas, y dándole unos buenos azotes
sobre las bragas permaneciendo en pie a su lado…-. Vamos desvergonzada! Te voy a llevar a tu habitación, vamos…! Antes
de que me arrepienta y te vuelva a calentar el culo por sinvergüenza!!! Camina
delante de mí, y que no te vea sobarte el culo!!! Mueve ese culo, venga o me saco la zapatilla!
Es lo que quieres? Quieres que me saque la zapatilla otra vez?
Dolorida caminaba delante de la Sra. Myers, sentía como
le picaba el culo como mil diablos pinchándole con el tridente, meneando sus
caderas de un lado a otro, como tratando de aliviar, algo que le molestaba como
si fuera papel de lijar, a cada paso que daba a buen ritmo al andar, pues
detrás de ella iba la Sra. Myers dándole azotes cuando se rezagaba, por lo que
dando un salto de dolor a cada azote hacia adelante, aceleraba sus pasos para
no sentir otro azote más sobre su dolorido trasero, llevándose las manos a su
trasero sobándoselo, por encima de la falda ondulada azul marino, lo cual
dejaba parte de las bragas al descubierto, lo que le valía un nuevo azotes
sobre la parte baja de sus nalgas, haciéndola saltar de nuevo, asi fue durante
el tiempo que andaban por los pasillos y subiendo las escaleras hasta llegar a
su habitación asignada, dejándola en ella encerrada dentro.
Hola comprendo que la persona que lee, una historia de este tipo, si da una opinión teme que luego quien pueda leerlo, pueda pensar malamente, es posible. Pero de escribir como lo hago, es para vosotros a quienes me dirijo al escribir historias, pues mi deseo primordial es que os resulten interesantes. Algunos de vosotros me habéis escrito por privado, y me parece muy bien, si deseáis mantener oculto vuestra dirección de correo, pues yo soy muy discreto, y me limito únicamente a agradecer su comentario a quien me escribe, bien felicitando, o sugiriendo ideas, aunque mi imaginación es infinita, siempre hay roles que me resultan interesantes. Por otro lado me gusta el comentar las historias, y debatir desde el respeto mutuo. Gracias a todos/as.
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